Mensajes para los Jóvenes

Capítulo 127

Diversiones peligrosas para los jóvenes

El deseo de excitación y agradable entretenimiento es una tentación y una trampa para el pueblo de Dios, y especialmente para los jóvenes. Satanás está preparando constantemente seducciones que distraigan las mentes de la obra solemne de preparación para las escenas que están a punto de sobrevenir. Por medio de los agentes humanos mantiene una excitación continua para inducir a los incautos a participar en los placeres mundanales. Hay espectáculos, conferencias y una variedad infinita de entretenimientos calculados para inducirlos a amar al mundo; y esta unión con el mundo debilita la fe.

Satanás es un obrero perseverante, un enemigo artero y mortífero. Cuandoquiera que se pronuncia una palabra, sea en adulación o para inducir a los jóvenes a mirar algún pecado con menos aborrecimiento, se aprovecha de ella, y nutre la mala semilla a fin de que eche raíces y dé una cosecha abundante. Él es, en todo el sentido de la palabra, un engañador, un hábil encantador. Tiene muchas redes de mallas finas, que parecen inocentes, pero que han sido preparadas hábilmente para atrapar a los jóvenes incautos. La mente natural se inclina al placer y la complacencia propia. Es el propósito de Satanás llenar la mente con un deseo de diversiones mundanales, con el objetivo de que no haya tiempo para atender a la pregunta: ¿Cómo está mi ser?

Una época desgraciada

Estamos viviendo en una época desgraciada para los jóvenes. La influencia que prevalece en la sociedad favorece a dejarlos seguir la inclinación natural de sus propias mentes. Si sus hijos tienen mala conducta, los padres se consuelan pensando que cuando sean mayores y razonen por su cuenta, dejarán sus malos hábitos y llegarán a ser hombres o mujeres útiles. ¡Qué error! Durante años permiten a un enemigo que siembre malos hábitos en el jardín del corazón, y dejan que crezcan y se fortalezcan, no discerniendo, aparentemente, los peligros ocultos y el terrible fin de la senda que les parece ser el camino de la felicidad. En muchos casos, toda la labor que se haga más tarde en favor de esos jóvenes no servirá de nada.

En la mayoría de los que profesan ser cristianos, la norma de la piedad es baja, y es difícil para los jóvenes resistir las influencias mundanales estimuladas por muchos miembros de la iglesia. La mayoría de los cristianos nominales, aunque profesa vivir para Cristo, está realmente viviendo para el mundo. No discierne la excelencia de las cosas celestiales, y por lo tanto no puede amarlas de veras. Muchos profesan ser cristianos porque consideran honorable el cristianismo. No disciernen que el verdadero cristianismo significa llevar la cruz, y su religión tiene poca influencia para impedirles tomar parte en los placeres mundanos.

Algunos pueden entrar en el salón de bailes y participar de todas las diversiones que proporciona. Otros no pueden ir hasta allí, pero pueden asistir a fiestas de placer, "picnics", espectáculos y otros lugares de diversión mundanal; y el ojo más avizor no alcanza a discernir diferencia alguna entre su apariencia y la de los incrédulos.

En el estado actual de la sociedad no es tarea fácil para los padres refrenar a sus hijos e instruirlos de acuerdo con la regla del bien que dicta la Biblia. Los niños a menudo se vuelven impacientes bajo las restricciones, y quieren cumplir su voluntad, e ir y venir como les place. Especialmente entre los diez y los dieciocho años se inclinan a sentir que no hay daño alguno en ir a reuniones mundanales de compañeros jóvenes. Los padres cristianos experimentados pueden ver el peligro. Se han familiarizado con los temperamentos peculiares de sus hijos, y conocen la influencia que estas cosas tienen sobre su mente; y porque desean su salvación, debieran impedirles esas diversiones excitantes.

Cuando los niños deciden por su cuenta abandonar los placeres del mundo y hacerse discípulos de Cristo, ¡de qué preocupación se ve librado el corazón de los padres cuidadosos y fieles! Aun entonces, no deben cesar los deberes de los padres. Estos jóvenes tan solo han comenzado en serio la guerra contra el pecado y contra los males del corazón natural, y necesitan en un sentido especial el consejo y el cuidado vigilante de sus padres.

Un tiempo de prueba para los jóvenes

Los jóvenes observadores del sábado que han cedido a la influencia del mundo, tendrán que ser probados. Los peligros de los postreros días están por horrorizarnos, y a los jóvenes los espera una prueba que muchos no han anticipado. Se verán envueltos en perplejidad angustiosa, y la sinceridad de su fe será probada. Profesan esperar al Hijo del hombre; sin embargo, algunos de ellos han sido un miserable ejemplo para los incrédulos. No han estado dispuestos a renunciar al mundo, sino que se han unido a él asistiendo a "picnics" y otras reuniones de placer, lisonjeándose de que participan de diversiones inocentes. Sin embargo, son precisamente estas complacencias las que los separan de Dios y los hacen hijos de este siglo.

Algunos están inclinándose constantemente hacia la mundanalidad. Sus opiniones y sentimientos armonizan mucho mejor con el espíritu del mundo que con el de los abnegados seguidores de Cristo. Es perfectamente natural que prefieran la compañía de aquellos cuyo espíritu concuerda mejor con el propio. Y los tales tienen demasiada influencia entre el pueblo de Dios. Tienen parte con él y son nombrados entre él; pero son un mal ejemplo para los incrédulos y para los débiles no consagrados de la iglesia. En este tiempo de refinación, estos creyentes profesos serán completamente convertidos y santificados por la obediencia a la verdad, o serán dejados con el mundo para recibir su recompensa con él.

Dios no reconoce como seguidor suyo al que busca el placer. Únicamente los abnegados, los que viven con sobriedad, humildad y santidad, son verdaderos seguidores de Jesús. Y los tales no pueden disfrutar de la conversación frívola y vacía del que ama al mundo.

Separación del mundo

Los verdaderos seguidores de Cristo tendrán que hacer sacrificios. Rehuirán los lugares de diversión mundanal porque no hallan a Jesús allí, ni influencia alguna que los predisponga para el cielo y aumente su crecimiento en la gracia. La obediencia a la Palabra de Dios los inducirá a abandonar todas estas cosas y a separarse de ellas.

El Salvador declaró: "Por sus frutos los conoceréis".1 Todos los que sigan verdaderamente a Cristo llevarán frutos para su gloria. Su vida testifica que el Espíritu de Dios ha realizado una buena obra en ellos, y dan frutos para la santidad. Su vida es elevada y pura. Las acciones correctas son el fruto inequívoco de la verdadera piedad, y los que no llevan frutos de esta clase revelan que no tienen experiencia en las cosas de Dios. No son uno con la Vid. Dijo Jesús: "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo Soy la vid, vosotros los pámpanos. El que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto. Porque separados de mí, nada podéis hacer".2

Los que quieren adorar al verdadero Dios deben sacrificar todo ídolo. Jesús dijo al doctor de la ley: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente. Este es el primero y el mayor Mandamiento".3 Los primeros cuatro preceptos del Decálogo no permiten que separemos de Dios nuestros afectos. Ninguna cosa debe compartir nuestro supremo deleite en él. No podremos avanzar en la experiencia cristiana mientras no pongamos a un lado todo lo que nos separa de Dios.

La gran Cabeza de la iglesia, que ha elegido a su pueblo entre los del mundo, requiere de él que se separe del mundo. Quiere que el espíritu de sus mandamientos, atrayendo a sus seguidores a sí, los separe de los elementos mundanales. Amar a Dios y guardar sus mandamientos es algo que dista mucho del amar los placeres del mundo y su amistad. No hay concordia entre Cristo y Belial.

Promesas a los jóvenes

A los jóvenes que siguen a Cristo les espera una guerra; tienen que llevar diariamente la cruz al salir del mundo e imitar la vida de Cristo. Pero hay registradas muchas promesas preciosas para los que buscan temprano al Salvador. La Sabiduría invita a los hijos de los hombres: "Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan".4

"Por tanto, ceñid vuestra mente, sed sobrios, y fijad toda vuestra esperanza en la gracia que os será dada cuando Jesucristo se manifieste. Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que teníais cuando estabais en vuestra ignorancia. Antes, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta".5

"Porque la gracia de Dios que trae salvación, se manifestó a todos los hombres, y nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a vivir en este siglo sobria, justa y piadosamente, mientras aguardamos la bendita esperanza, la gloriosa aparición de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo; quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras".6--Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 309-314.