Mensajes para los Jóvenes

Capítulo 138

Principios guiadores

El corazón pertenece a Jesús. Él ha pagado un precio infinito por nosotros, e intercede ante el Padre como nuestro Mediador y ruega, no como un peticionante, sino como un conquistador que reclama lo que le pertenece. Es capaz de salvar hasta lo sumo, pues intercede constantemente por nosotros. El corazón joven es una ofrenda preciosa, el don más valioso que puede presentarse a Dios. Todo lo que son y toda la habilidad que poseen proceden de Dios, como legado sagrado que debe devolverse como ofrenda santa y voluntaria. No pueden dar a Dios nada que no se les haya dado primero. Por lo tanto, cuando se entrega el corazón a Dios, se le da un don que él ha comprado y le pertenece.

Hay muchas cosas que exigen que la juventud dedique su tiempo, sus afectos y su fuerza. Satanás reclama a los jóvenes como su propiedad, y un vasto número le entrega toda la capacidad y el talento que posee. El mundo reclama el corazón, pero el corazón pertenece a aquel que lo redimió. Si es entregado al mundo se llenará de cuidados, de pena y de esperanzas defraudadas; se tornará impuro y corrompido. La entrega de los afectos y el servicio del corazón al mundo sería la peor clase de robo, pues tales cosas pertenecen a Dios. No pueden dedicar con provecho su corazón a la búsqueda de los placeres.

El enemigo de la justicia tiene preparada toda clase de placeres para los jóvenes de cualquier condición de vida; y estos placeres no atraen solamente en las ciudades populosas sino en cualquier lugar habitado por seres humanos. Satanás se complace en tener a los jóvenes como soldados en sus filas. El archienemigo sabe bien qué material tiene que manejar, y ha desplegado su sabiduría infernal para idear, para la juventud, costumbres y placeres que separen sus intereses de Jesucristo [...].

El hijo pródigo

La lección del hijo pródigo se ha dado para instrucción de la juventud. En su vida de placer y prácticas pecaminosas, gasta su porción de la herencia en costumbres disolutas. Lo abandonan los amigos en un país extraño; viste harapos y está hambriento, anhelando hasta el alimento que desechan los cerdos. Su última esperanza es regresar, penitente y humillado, a la casa de su padre, quien lo atrae nuevamente a su corazón, y es bien recibido y perdonado. Muchos jóvenes están haciendo lo que él hizo, viviendo una vida indiferente, dedicada al placer, al derroche, abandonando la fuente de agua viva, la fuente del verdadero placer, y cavando para sí mismos cisternas rotas que no pueden contener agua.

La generosa invitación de Dios

Dios hace a cada joven la siguiente invitación: "Dame, hijo mío, tu corazón;1 yo lo guardaré puro; satisfaré sus anhelos con verdadera felicidad". Dios se complace en hacer felices a los jóvenes, y por eso quisiera que le entreguen el corazón a su cuidado para que sean mantenidas en condición sana y vigorosa todas las facultades del ser dadas por él. Ellos poseen el don de vida dado por Dios. Él hace latir el corazón; él da fuerza a cada facultad. El gozo puro no degradará ninguno de los dones de Dios. Pecamos contra nuestro cuerpo y contra Dios cuando buscamos placeres que separan nuestros afectos de Dios. Los jóvenes han de tener en cuenta que han sido colocados en el mundo a prueba, para ver si tienen caracteres que los harán aptos para vivir con los ángeles.

Cuando sus compañeros los insten a ir por sendas de vicio e insensatez, y quienes los rodean los tientan a olvidar a Dios, a destruir las aptitudes que Dios les ha confiado y a degradar todo lo que es noble en su naturaleza, resístanlos. Recuerden que son propiedad del Señor, comprados por precio: el sufrimiento y la agonía del Hijo de Dios [...].

El Señor Jesús reclama su servicio. Él los ama. Si dudan de su amor, miren al Calvario. La luz que refleja la cruz muestra la magnitud de ese amor que ninguna lengua puede expresar. "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama".2 Mediante el estudio aplicado hemos de familiarizarnos con los mandamientos de Dios, y luego mostrar que somos sus hijos e hijas obedientes.

Rodeados de las misericordias de Dios

Las misericordias de Dios los rodean en todo momento, y sería provechoso que considerasen cómo y de dónde vienen cada día las bendiciones que reciben. Despierte en ustedes la gratitud por las preciosas bendiciones de Dios. No pueden contar las bendiciones de Dios, la constante bondad amorosa que les muestra, pues son tan numerosas como las refrescantes gotas de la lluvia. Nubes de misericordia se ciernen sobre ustedes listas para precipitarse. Si quieren apreciar el valioso don de la salvación, serán sensibles al refrigerio diario, a la protección y al amor de Jesús; serán guiados por el camino de la paz.

Contemplen las gloriosas obras de Dios en la naturaleza, y eleven su corazón en gratitud al Dador. En el libro de la naturaleza hay material de estudio provechoso para la mente. No sean desagradecidos ni indiferentes. Abran los ojos de su entendimiento; vean la hermosa armonía de las leyes de Dios en la naturaleza, y atemorícense y reverencien a su Creador, el Gobernante supremo del cielo y la tierra. Contémplenlo, con los ojos de la fe, inclinándose amoroso hacia ustedes, diciéndoles con compasión: "Hijo mío, hija mía, dame tu corazón". Entréguense a Jesús, y luego podrán decir con corazón agradecido: "Yo sé que mi Redentor vive".3 La fe en Jesús dará fuerza a cada propósito y estabilidad al carácter.

Toda la felicidad, la paz, el gozo y el éxito de ustedes en esta vida dependen de la genuina y confiada fe en Dios. Esta fe inspirará verdadera obediencia a los mandamientos de Dios. Su conocimiento y fe en Dios son el más poderoso freno contra toda mala acción, y el motivo de todo bien.

Crean en Jesús como el que perdona sus pecados, que quiere que sean felices en las mansiones que ha ido a preparar para ustedes. Él quiere que vivan en su presencia; que tengan vida eterna y una corona de gloria.--The Youth's Instructor, 5 de enero de 1887.