Mensajes para los Jóvenes (1967)

Capítulo 57

Fijad una norma elevada

Dios desea que aprovechemos toda oportunidad para prepararnos debidamente para su obra. Espera que empeñemos todas nuestras energías en su realización, y que conservemos nuestro corazón sensible a la santidad de esa obra y a sus graves responsabilidades.

Muchos que son aptos para hacer una obra excelente, logran poco porque intentan poco. Miles de cristianos pasan la vida como si no tuvieran ningún gran fin que perseguir, ni ningún ideal elevado que alcanzar. Una razón de esto es la baja estima en que se tienen a sí mismos. Cristo pagó un precio infinito por nosotros, y quiere que estimemos nuestro propio valor en conformidad con dicho precio.

No os deis por satisfechos con alcanzar un bajo nivel. No somos lo que podríamos ser, ni lo que Dios quiere que seamos. Dios no nos ha dado las facultades racionales para que permanezcan ociosas, ni para que las pervirtamos en la persecución de fines terrenales y rastreros, sino para que puedan ser desarrolladas hasta lo sumo, refinadas, santificadas, ennoblecidas y empleadas en el fomento de los intereses de su reino.

Mantened la personalidad

Nadie debe consentir en ser mera máquina, accionada por la mente de otro hombre. Dios nos ha dado capacidad para pensar y obrar, y obrando con cuidado, buscando en Dios nuestra sabiduría, seremos capaces de hacer honor a nuestras responsabilidades. Conservad la personalidad que Dios os ha dado. No seáis la sombra de otra persona. Esperad que el Señor obre en vosotros y por medio de vosotros.

No penséis nunca que ya habéis aprendido bastante, y que podéis cejar en vuestros esfuerzos. La mente cultivada es la medida del hombre. Vuestra educación debe proseguir durante toda la vida; cada día debéis aprender algo y poner en práctica el conocimiento adquirido.

Recordad que en cualquier puesto que sirváis reveláis qué móvil os inspira, y desarrolláis vuestro carácter. Cuanto hagáis, hacedlo con exactitud y diligencia; dominad la inclinación a buscar tareas fáciles.

Un servicio de todo corazón

El mismo espíritu y los mismos principios en que uno se inspira en el trabajo diario compenetrarán toda la vida. Los que buscan una tarea fija y un salario determinado, y desean dar pruebas de aptitud sin tomarse la molestia de adaptarse o de prepararse, no son los hombres a quienes Dios llama para trabajar en su causa. Los que procuran dar lo menos posible de sus facultades físicas, mentales y morales, no son los obreros a quienes Dios puede bendecir abundantemente. Su ejemplo es contagioso. Los mueve el interés personal. Los que necesitan que se los vigile, y sólo trabajan cuando se les señala una tarea bien definida, no serán considerados buenos y fieles obreros. Se necesitan hombres de energía, integridad y diligencia; que estén dispuestos a hacer cuanto deba hacerse.

Muchos se inutilizan porque, temiendo fracasar, huyen de las responsabilidades. Dejan así de adquirir la educación que es fruto de la experiencia, y que no les pueden dar la lectura y el estudio ni todas las demás ventajas adquiridas de otros modos.

El hombre puede modelar las circunstancias, pero nunca debe permitirse que ellas lo amolden a él. Debemos valernos de las circunstancias como de instrumentos para obrar. Debemos dominarlas, y no consentir en que nos dominen.

Los hombres fuertes son los que han sufrido oposición y contradicción. Por el hecho de que ponen en juego sus energías, los obstáculos con que tropiezan les resultan bendiciones positivas. Llegan a valerse por sí mismos. Los conflictos y las perplejidades invitan a confiar en Dios, y determinan la firmeza que desarrolla el poder.--El Ministerio de Curación, 397-400.

Cómo aprovechar mejor la vida

Al paso que una buena educación es un gran beneficio cuando el que la posee la combina con la consagración, los que no tienen el privilegio de alcanzar grandes conquistas literarias no tienen por qué creer que no les es posible avanzar en la vida intelectual y espiritual. Si quieren sacar el mejor partido del conocimiento que poseen, si quieren tratar de juntar diariamente algo para sus almacenes, y vencer todas las perversidades de su temperamento mediante el diligente cultivo de los rasgos del carácter propio de Cristo, Dios les abrirá conductos de sabiduría, y podrá decirse de ellos, como antiguamente se dijo de los jóvenes hebreos, que Dios les da sabiduría y entendimiento.--La Educación, 405, 406.