Recuerden los jóvenes que el indolente pierde la inapreciable experiencia ganada por el fiel desempeño de los deberes diarios de la vida. El que es indolente y voluntariamente ignorante, coloca en su camino algo que siempre será un obstáculo para él. Rehúsa la cultura que proviene de un trabajo honrado. Roba a Dios al no extender una mano de ayuda a la humanidad. Su carrera es muy diferente de la que Dios le ha señalado; pues el despreciar el empleo útil estimula los gustos más bajos y de hecho paraliza las más útiles energías del ser.
No unos pocos, sino miles de seres humanos existen únicamente para consumir los beneficios que Dios en su misericordia les prodiga. Se olvidan de llevar al Señor sus ofrendas de gratitud por las riquezas que él les ha confiado al concederles los frutos de la tierra. Se olvidan que Dios desea que mediante el empleo inteligente de los talentos que se les ha entregado, sean tanto productores como consumidores. Si comprendieran la obra que Dios desea que hagan como su mano ayudadora, pensarían que tienen el privilegio de rehuir toda responsabilidad que se les haya confiado y que deben ser servidos.
La bendición del trabajo
La verdadera felicidad sólo se encuentra en ser buenos y hacer el bien. Los más puros y elevados goces son patrimonio de los que cumplen fielmente sus deberes. Ningún trabajo honrado es degradante. Es una pereza innoble la que induce a los seres humanos a menospreciar los sencillos deberes cotidianos de la vida. El rechazamiento de esos deberes causa una deficiencia mental y moral que algún día se sentirá agudamente. Alguna vez en la vida del perezoso su deformidad aparecerá con rasgos inconfundibles. En el registro de su vida aparecen escritas las palabras: Consumidor, pero no productor.
De todas las vocaciones de la vida se pueden aprender útiles lecciones espirituales. Los que labran el suelo, mientras trabajan pueden estudiar el significado de las palabras: Vosotros sois labradores de Dios. Deben sembrar en el corazón humano las semillas de la verdad para que la vida pueda llevar los ricos frutos del Espíritu. La impresión de Dios sobre la mente va a modelarla con gracia y simetría. Las energías naturales, tanto físicas como mentales, deben ser educadas para el servicio del Maestro. . .
A todos ha dado Cristo la obra de ministrar. El es el Rey de la gloria y, sin embargo, declara: "El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir".1 No obstante ser la Majestad del cielo, estuvo dispuesto a venir a esta tierra para hacer la obra que su Padre le había confiado. El ha ennoblecido el trabajo. Trabajó con sus manos como carpintero para darnos un ejemplo de laboriosidad. Desde una edad muy temprana desempeñó su parte en el sostén de la familia. Se daba cuenta de que constituía una parte en la sociedad de la familia, y voluntariamente cargó con lo que le correspondía.
La ayuda en el hogar
Tanto los niños como los jóvenes deben hallar placer en aliviar las cargas de sus padres mostrando un interés abnegado por las cosas del hogar. Mientras llevan alegremente las cargas que les corresponden reciben una educación que los hará aptos para ocupar puestos de confianza y utilidad. Cada año han de hacer progresos constantes, dejando gradual pero seguramente a un lado la inexperiencia de la infancia a cambio de la experiencia de la madurez. En el desempeño fiel de los sencillos deberes del hogar, los muchachos y las niñas ponen el cimiento de la excelencia mental, moral y espiritual.
La trama del destino
Recordad, queridos jóvenes amigos, que cada día, cada hora, cada momento estáis tejiendo la trama de vuestro propio destino. Cada vez que se arroja la lanzadera, se introduce en la trama un hilo que echa a perder o embellece el tejido. Si sois descuidados e indolentes, malográis la vida que Dios quiere que sea brillante y hermosa. Si escogéis seguir vuestras propias inclinaciones, los hábitos no cristianos os atarán con ligaduras de acero. Y a medida que os apartéis de Cristo, vuestro ejemplo será seguido por muchos que debido a vuestra errónea conducta nunca gozarán de las glorias del cielo. Pero si hacéis valientes esfuerzos para vencer el egoísmo y no pasáis por alto ninguna oportunidad de ayudar a los que os rodean, la luz de vuestro ejemplo guiará a otros a la cruz (Youth's Instructor, diciembre 5, 1901).