Mensajes para los Jóvenes (1967)

Capítulo 103

Los regalos de las fiestas

Se Acercan las fiestas. En vista de ello convendrá considerar cuánto dinero se gasta anualmente en hacer regalos a los que no los necesitan. La fuerza de la costumbre es tal, que nos parecería que descuidamos a los amigos si no les hacemos regalos en estas ocasiones. Pero recordemos que nuestro bondadoso Benefactor celestial tiene sobre nosotros derechos superiores a los de cualesquiera amigos terrenales. ¿No presentaremos nuestras ofrendas a Dios durante las próximas fiestas? Hasta los niños pueden participar en esta obra. Podemos dar ropas y otros artículos útiles a los pobres dignos y así hacer una obra para el Maestro.

Los malos resultados de la complacencia propia

Recuérdese que se celebra la Navidad en conmemoración del nacimiento del Redentor del mundo. Generalmente se celebra este día con festejos y glotonería. Se gastan grandes sumas de dinero en una innecesaria complacencia propia. Se da rienda suelta a los apetitos y placeres sensuales a expensas del poder físico, mental y moral. Sin embargo, esto ha llegado a ser un hábito. El orgullo, la moda, la satisfacción del paladar han consumido inmensas sumas de dinero que en realidad no han beneficiado a nadie, sino que han estimulado una prodigalidad de medios que desagrada a Dios. Se vive en estos días glorificando al yo antes que a Dios. Se ha sacrificado la salud, se ha dado al dinero un uso que es peor que tirarlo, muchos han perdido la vida por sus excesos en el comer o por una disipación envilecedora, y se han perdido almas por esta causa.

Dios sería glorificado si sus hijos disfrutasen de un régimen alimenticio sencillo y usasen los medios que les han sido confiados, para traer a su tesorería ofrendas pequeñas y grandes, que serían usadas para enviar la luz de la verdad a las almas que se hallan en la oscuridad del error. Los corazones de las viudas y huérfanos pueden ser alegrados por los regalos que aumenten su comodidad y satisfagan su hambre.

Presentes para el señor

Calculen todos los que profesan creer la verdad para este tiempo cuánto gastan anualmente y en especial en ocasión de las fiestas anuales, en la satisfacción de deseos egoístas y profanos; cuánto en la complacencia del apetito y cuánto en competir con otros en ostentación no cristiana. Sumad los medios así gastados innecesariamente, y calculad luego cuánto se podría haber ahorrado como dones consagrados a la causa de Dios sin perjuicio para el alma ni el cuerpo.

Se pueden hacer ofrendas pequeñas o más liberales, según la capacidad del dador, para ayudar a cubrir las deudas de las iglesias que han sido dedicadas a Dios. Hay que enviar además misioneros a nuevos campos y sostener a otros en sus respectivos puestos de labor. Estos misioneros tienen que practicar la más estricta economía, hasta negarse las cosas que vosotros gozáis diariamente y que consideráis indispensables. Ellos disfrutan de pocos lujos (Review and Herald, noviembre 21, 1878).