Muchos desprecian la economía, confundiéndola con la tacañería y la mezquindad. Pero la economía se aviene perfectamente con la más amplia liberalidad. Efectivamente, sin economía no puede haber verdadera liberalidad. Hemos de ahorrar para poder dar.
Nadie puede practicar la verdadera benevolencia sin abnegación. Sólo mediante una vida sencilla, abnegada y de estricta economía, podemos llevar a cabo la obra que nos ha sido señalada como a representantes de Cristo. El orgullo y la ambición mundana deben ser desalojados de nuestro corazón. En todo nuestro trabajo ha de cumplirse el principio de la abnegación manifestado en la vida de Cristo. En las paredes de nuestras casas, en los cuadros, en los muebles tenemos que leer esta inscripción: "A los pobres que no tienen hogar acoge en tu casa". En nuestros roperos tenemos que ver escritas, como con el dedo de Dios, estas palabras: "Viste al desnudo". En el comedor, en la mesa cargada de abundantes manjares, deberíamos ver trazada esta inscripción: "Comparte tu pan con el hambriento".
Puertas de utilidad abiertas
Se nos ofrecen mil medios de ser útiles. Nos quejamos muchas veces de que los recursos disponibles son escasos; pero si los cristianos tomaran las cosas más en serio, podrían multiplicar mil veces esos recursos. El egoísmo y la concupiscencia nos impiden ser más útiles.
¡Cuánto no se gasta en cosas que son meros ídolos, cosas que embargan la mente, el tiempo y la energía que deberían dedicarse a usos más nobles! ¡Cuánto dinero se derrocha en casas y muebles lujosos, en placeres egoístas, en manjares costosos y malsanos, en perniciosos antojos! ¡Cuánto se malgasta en regalos que no aprovechan a nadie! En cosas superfluas y muchas veces perjudiciales gastan hoy día los cristianos de profesión mucho más de lo que gastan en el intento de arrebatar almas de las garras del tentador.
Muchos cristianos de profesión gastan tanto en su vestimenta, que nada les queda para las necesidades ajenas. Se figuran que deben lucir adornos y prendas de mucho valor, sin pensar en las necesidades de los que apenas pueden proporcionarse la ropa más modesta.
Juntad los fragmentos
Hermanas mías, si queréis conformar vuestro modo de vestir con las reglas de la Biblia dispondréis de abundantes recursos con que auxiliar a vuestras hermanas pobres. Dispondréis no sólo de recursos, sino de tiempo, que muchas veces es lo que más se necesita. Son muchas las personas a quienes podríais ayudar con vuestros consejos, vuestro tacto y vuestra habilidad. Mostradles cómo se puede vestir sencillamente y, no obstante, con buen gusto. ¡Cuántas mujeres no van a la casa de Dios porque sus vestidos no les sientan bien y contrastan deplorablemente con los de las demás! Muchas de estas son quisquillosas al respecto y albergan sentimientos de amarga humillación e injusticia a causa de este contraste. Y por ello, muchas dudan de la realidad de la religión y endurecen sus corazones contra el Evangelio.
Cristo nos manda: "Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada".1 Mientras que cada día millares perecen de hambre, en matanzas, incendios y epidemias, incumbe a todo aquel que ama a sus semejantes procurar que nada sea desperdiciado, que no se gaste sin necesidad nada de lo que puede aprovechar a algún ser humano.
Malgastar el tiempo y nuestra inteligencia resulta pecaminoso. Perdemos todo momento que dedicamos a nuestros intereses egoístas. Si supiéramos apreciar cada momento y dedicarlo a cosas buenas, tendríamos tiempo para hacer todo lo que necesitamos hacer para nosotros mismos o para los demás. Al desembolsar dinero, al hacer uso del tiempo, de las fuerzas y oportunidades, mire todo cristiano a Dios, y pídale que le dirija. "Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere, y le será dada".2--El Ministerio de Curación, 157-159.
Una guía en la economía
No es necesario precisar aquí cómo se haya de practicar la economía en todos sus detalles. Aquellos cuyos corazones estén completamente rendidos a Dios y que tomen su Palabra como guía, sabrán cómo conducirse en todos los deberes de la vida. Aprenderán de Jesús, que es manso y humilde de corazón, y al cultivar la mansedumbre de Cristo, cerrarán la puerta a innúmeras tentaciones.--Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 139.