Mensajes para los Jóvenes (1967)

Capítulo 111

El respeto y el amor a los padres

Los que quieren seguir verdaderamente a Cristo, deben dejarlo morar en el corazón y entronizarlo allí en forma absoluta. Deben representar el espíritu y carácter de Dios en su vida doméstica y ser bondadosos y corteses con aquellos con quienes se relacionan.

Hay muchos niños que profesan conocer la verdad y no tributan a sus padres el honor y afecto que se les debe, que manifiestan poco amor hacia ellos y no los honran cediendo a sus deseos o tratando de evitarles ansiedad. Muchos de los que profesan ser cristianos no saben lo que es "honra a tu padre y a tu madre", y en consecuencia poco sabrán lo que significa "para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da".1

Nuestros jóvenes declaran abiertamente que se cuentan entre los que guardan los mandamientos de Dios, y sin embargo muchos de ellos descuidan y violan el quinto mandamiento, y por lo tanto no pueden recibir la rica bendición prometida a los que observan este precepto, "honra a tu padre y a tu madre".

Nunca entrarán en la tierra nueva, en la cual podrían vivir eternamente, a menos que se arrepientan de su pecado y reformen sus costumbres y su carácter mediante la gracia de Cristo. Los que no respetan y aman a sus padres no respetarán ni honrarán a Dios. Los que no soportan la prueba, los que no honran a sus padres temerosos de Dios, no obedecerán a Dios, y por lo tanto no pueden esperar entrar en la tierra prometida.

La obediencia implica un destino

Los jóvenes están decidiendo ahora su destino eterno, y yo quisiera rogaros que consideréis el mandamiento al cual Dios ha añadido semejante promesa: "Porque tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da". Niños, ¿deseáis la vida eterna? Entonces, respetad y honrad a vuestros padres...

Si habéis pecado no rindiéndoles amor y obediencia, empezad ahora a redimir el pasado. No podéis atreveros a seguir otra conducta, pues significa la pérdida de la vida eterna. El Investigador de los corazones conoce cuál es vuestra actitud hacia vuestros padres, pues pesa el carácter moral en la balanza de oro del santuario celestial. ¡Oh! confesad que habéis descuidado a vuestros padres, confesad vuestra indiferencia hacia ellos y vuestro desprecio del santo mandamiento de Dios...

El corazón de vuestros padres siente tierna simpatía hacia vosotros, y ¿podéis retribuir su amor con una fría ingratitud? Ellos aman vuestras almas, quieren que seáis salvados, pero ¿no habéis despreciado con frecuencia su consejo y hecho vuestra voluntad, vuestro gusto? ¿No habéis seguido vuestro propio criterio independiente cuando sabíais que tal conducta terca no tendría la aprobación de Dios? Muchos padres han bajado al sepulcro acongojados, a causa de la ingratitud y falta de respeto que sus hijos les mostraron (Youth's Instructor, junio 22, 1893).