Mensajes para los Jóvenes (1967)

Capítulo 118

El vestuario y el carácter

Cristo representa a sus seguidores como la sal de la tierra y la luz del mundo. Sin la influencia salvadora de los cristianos, el mundo perecería en su propia corrupción. Considerad la clase descrita de cristianos profesos, que son descuidados en su persona y en su manera de vestir; negligentes en sus transacciones comerciales, como lo son en su vestir; ordinarios, descorteses, rudos en sus modales; bajos en su conversación, que consideran al mismo tiempo estos miserables rasgos como señales de verdadera humildad y vida cristiana. ¿Creéis que si nuestro Salvador estuviese en la tierra los señalaría como la sal de la tierra y la luz del mundo? ¡No, nunca!

Los cristianos son elevados en su conversación, y aunque creen que es un pecado condescender con la lisonja necia, son corteses, bondadosos y benévolos. Sus palabras son palabras de sinceridad y verdad. Son fieles en su trato con sus hermanos y con el mundo. En su vestido evitan lo superfluo y ostentoso, pero su ropa es prolija, modesta, no llamativa y es llevada con orden y gusto. Se tendrá especial cuidado en vestir en una forma que muestre sagrado respeto por el santo sábado y el culto de Dios.

La línea de demarcación entre una clase tal y el mundo será demasiado clara para ser confundida. La influencia de los creyentes sería diez veces mayor si los hombres y las mujeres que aceptan la verdad, que han sido anteriormente descuidados en sus hábitos, fuesen tan elevados y santificados por la verdad que observasen hábitos de prolijidad, orden y buen gusto en su vestuario. Nuestro Dios es un Dios de orden, y en ningún grado le complacen el descuido, la suciedad o el pecado.

Actitud hacia las modas

Los cristianos no deberían afanarse por vestir de un modo tan distinto al del mundo que lleguen a ser objeto de todas las miradas. Pero si, de acuerdo con su fe y su deber respecto a la modestia e higiene en el vestir, están al margen de la moda, no deberían cambiar su vestido para ser como los del mundo. Deberían en cambio manifestar una noble independencia y valor moral para ser rectos, aunque todo el mundo difiera de ellos. Si el mundo introduce una moda modesta, conveniente y sana y que está de acuerdo con la Biblia, no cambiará nuestra relación con Dios o con el mundo el adoptar tal estilo de vestido. Los cristianos deberían seguir a Cristo y conformar su vestuario con la Palabra de Dios. Deberían evitar los extremos. Deberían seguir humildemente una conducta recta, indiferentes al aplauso o la censura, y aferrarse a la justicia por causa de sus propios méritos (Review and Herald, enero 30, 1900).