No Queremos disuadir de la prolijidad en el vestir. No debe despreciarse ni condenarse el gusto correcto. Nuestra fe, llevada a la práctica, nos inducirá a ser tan sencillos en el vestir y celosos de buenas obras, que seremos considerados peculiares. Pero cuando perdemos el gusto por el orden y la prolijidad en el vestir, dejamos virtualmente la verdad, pues la verdad nunca degrada, sino que eleva. Cuando los creyentes son descuidados en su manera de vestir y toscos y rudos en sus modales, su influencia perjudica la verdad. "Hemos llegado a ser--dijo el inspirado apóstol--espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres".1 Todo el cielo observa la influencia diaria que los profesos seguidores de Cristo ejercen sobre el mundo...
La sencillez en el vestir le dará a la mujer sensata la mejor apariencia. Juzgamos el carácter de una persona por su manera de vestir. La mujer modesta, piadosa, vestirá modestamente. El gusto refinado, la mente cultivada, se pondrán de manifiesto por un atavío sencillo, apropiado. Las jóvenes que rompen con la esclavitud de la moda serán ornamentos de la sociedad. La que es sencilla y sin pretensiones en su manera de vestir y en sus modales, muestra que comprende que una verdadera mujer se caracteriza por su valor moral. Cuán encantadora, cuán interesante es la sencillez en el vestir, la cual puede compararse en gracia con las flores del campo (Review and Herald, noviembre 17, 1904).