El Corazón pertenece a Jesús. El ha pagado un precio infinito por el alma, e intercede ante el Padre como nuestro Mediador, y ruega, no como un peticionante, sino como un conquistador que reclama lo que le pertenece. Es capaz de salvar hasta lo sumo, pues intercede constantemente por nosotros. El corazón joven es una ofrenda preciosa, el don más valioso que puede presentarse a Dios. Todo lo que sois y toda la habilidad que poseéis proceden de Dios, como un legado sagrado que debe devolverse como ofrenda santa y voluntaria. No podéis dar a Dios nada que él no os haya dado primero. Cuando se entrega el corazón a Dios, se le da, pues, un don que él ha comprado y le pertenece.
Hay muchas cosas que exigen que la juventud les dedique su tiempo, sus afectos y su fuerza. Satanás reclama a los jóvenes como su propiedad, y un vasto número le entrega toda la capacidad y el talento que posee. El mundo reclama el corazón, pero el corazón pertenece a Aquel que lo redimió. Si es entregado al mundo, se llenará de cuidados, de pena y de esperanzas defraudadas; se tornará impuro y corrompido. La entrega de los afectos y el servicio de vuestro corazón al mundo sería la peor clase de robo, pues tales cosas pertenecen a Dios. No podéis dedicar con provecho vuestro corazón a la búsqueda de los placeres.
El enemigo de la justicia tiene preparada toda clase de placeres para los jóvenes de cualquier condición de vida; y estos placeres no atraen solamente en las ciudades populosas sino en cualquier lugar habitado por seres humanos. Satanás se complace en tener a los jóvenes como soldados en sus filas. El archienemigo sabe bien qué material tiene que manejar, y ha desplegado su sabiduría infernal para idear para la juventud costumbres y placeres que separen sus afectos de Jesucristo...
El hijo pródigo
La lección del hijo pródigo se ha dado para instrucción de la juventud. En su vida de placer y prácticas pecaminosas, gasta su porción de la herencia, en costumbres disolutas. Lo abandonan los amigos en un país extraño; viste harapos y está hambriento, anhelando hasta el alimento que desechan los cerdos. Su última esperanza es regresar, penitente y humillado, a la casa de su padre, quien lo atrae nuevamente a su corazón, y es bien recibido y perdonado. Muchos jóvenes están haciendo lo que él hizo, viviendo una vida indiferente, dedicada al placer, al derroche, abandonando la fuente de agua viva, la fuente del verdadero placer, y cavando para sí mismos cisternas rotas, que no pueden contener agua.
La generosa invitación de Dios
Dios hace a cada joven la siguiente invitación: "Dame, hijo mío, tu corazón;1 yo lo guardaré puro; satisfaré sus anhelos con verdadera felicidad". Dios se complace en hacer felices a los jóvenes, y por eso quisiera que le entregasen el corazón a su cuidado para que sean mantenidas en condición sana y vigorosa todas las facultades del ser dadas por él. Ellos poseen el don de vida dado por Dios. El hace latir el corazón; él da fuerza a cada facultad. El gozo puro no degradará ninguno de los dones de Dios. Pecamos contra nuestro cuerpo y contra Dios cuando buscamos placeres que separan nuestros afectos de Dios. Los jóvenes han de tener en cuenta que han sido colocados en el mundo a prueba, para ver si tienen caracteres que los hagan aptos para vivir con los ángeles.
Cuando vuestros compañeros os instan a ir por sendas de vicio e insensatez, y los que os rodean os tientan a olvidar a Dios, a destruir las aptitudes que Dios os ha confiado, y a degradar todo lo que es noble en vuestra naturaleza, resistidlos. Recordad que sois propiedad del Señor, comprados por precio: el sufrimiento y la agonía del Hijo de Dios...
El Señor Jesús reclama vuestro servicio. El os ama. Si dudáis de su amor, mirad al Calvario. La luz que refleja la cruz muestra la magnitud de ese amor que ninguna lengua puede expresar. "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama".2 Mediante el estudio aplicado hemos de familiarizarnos con los mandamientos de Dios, y luego mostrar que somos sus hijos e hijas obedientes.
Rodeados de las misericordias de Dios
Las misericordias de Dios os rodean en todo momento, y sería provechoso que consideraseis cómo y de dónde vienen cada día vuestras bendiciones. Despierten las preciosas bendiciones de Dios la gratitud en vosotros. No podéis contar las bendiciones de Dios, la constante bondad amorosa que os muestra, pues son tan numerosas como las refrescantes gotas de la lluvia. Se ciernen sobre vosotros nubes de misericordia listas para precipitarse sobre vosotros. Si queréis apreciar el valioso don de la salvación, seréis sensibles al refrigerio diario, a la protección y el amor de Jesús; seréis guiados por el camino de la paz.
Contemplad las gloriosas cosas de Dios en la naturaleza, y elevad vuestro corazón en gratitud al Dador. En el libro de la naturaleza hay material de estudio provechoso para la mente. No seáis desagradecidos ni indiferentes. Abrid los ojos de vuestro entendimiento; ved la hermosa armonía de las leyes de Dios en la naturaleza y atemorizaos y reverenciad a vuestro Creador, el Gobernante supremo del cielo y la tierra. Contempladlo, con los ojos de la fe, inclinándose amoroso hacia vosotros, diciéndoos con compasión: "Hijo mío, hija mía, dame tu corazón". Entregaos a Jesús, y luego podréis decir con corazón agradecido: "Yo sé que mi Redentor vive".3 Vuestra fe en Jesús dará fuerza a cada propósito, y estabilidad al carácter.
Toda vuestra felicidad, vuestra paz, vuestro gozo y vuestro éxito en esta vida, dependen de la genuina y confiada fe en Dios. Esta fe inspirará verdadera obediencia a los mandamientos de Dios. Vuestro conocimiento y fe en Dios son el más poderoso freno contra toda mala práctica, y el motivo de todo bien.
Creed en Jesús como Aquel que perdona vuestros pecados, que quiere que seáis felices en las mansiones que ha ido a preparar para vosotros. El quiere que viváis en su presencia; que tengáis vida eterna y una corona de gloria.--The Youth's Instructor, enero 5, 1887.