Mensajes para los Jóvenes (1967)

Capítulo 146

La vida licenciosa de la juventud

Queridos jóvenes amigos, por breve que sea el tiempo que hayáis llevado una vida licenciosa, producirá una cosecha que amargará vuestra vida entera; una hora de descuido--el ceder una sola vez a la tentación--puede desviar toda la corriente de vuestra vida hacia una dirección equivocada. Podéis tener una sola juventud; hacedla útil. Después que habéis pasado una vez por el terreno, no podéis rectificar vuestros errores. El que rehúsa tener comunión con Dios y se coloca en el camino de la tentación, caerá con seguridad.

Dios prueba a cada joven. Muchos han disculpado su descuido e irreverencia con el mal ejemplo que les han dado algunas personas de la misma fe y de más experiencia. Pero esto no debiera disuadir a nadie del bien hacer. En el día de las cuentas finales no podréis aducir las excusas que presentáis ahora. Seréis condenados con justicia, porque conocíais el camino, pero no escogisteis andar en él.

La tentación

Satanás, el archiengañador, se transforma en ángel de luz y se presenta a los jóvenes con sus engañosas tentaciones, y consigue apartarlos, paso a paso, de la senda del deber. Se lo describe como acusador, engañador, mentiroso, atormentador, asesino. "El que hace pecado, es del diablo".1 Cada transgresión acarrea condenación sobre el alma y provoca el desagrado divino. Dios discierne los pensamientos del corazón. Cuando se acarician pensamientos impuros, no es necesario expresarlos por palabras o hechos para consumar el pecado y acarrear la condenación sobre el alma. Su pureza ya está contaminada, y el tentador ha triunfado.

Todo hombre es tentado cuando es llevado por sus propias concupiscencias y seducido. Al seguir sus inclinaciones se aparta del camino de la virtud y del bien verdadero. Si los jóvenes poseyesen integridad moral, en vano se les presentarían las más fuertes tentaciones. El acto de tentar es de Satanás, pero el de ceder es vuestro. Toda la hueste de Satanás no tiene poder para forzar al tentado a ceder. No hay excusa para el pecado.

Mientras algunos de los jóvenes malgastan sus facultades en la vanidad y la locura, otros disciplinan sus mentes, almacenando conocimientos, ciñéndose la armadura para entrar en la batalla de la vida, decididos a tener éxito. Pero no pueden hacer de la vida un éxito, por alto que quieran subir, a menos que concentren sus afectos en Dios. Si quieren volverse a Dios de todo corazón, rechazando la lisonja de los que en el menor grado pudieran debilitar su buen propósito, tendrán fuerza y confianza en Dios.

La verdadera felicidad no se halla en la vana diversión

Los que aman la sociedad satisfacen frecuentemente este gusto hasta que llega a ser una pasión dominante. Vestir bien, concurrir a lugares de diversión, reír, charlar de asuntos más livianos que la vanidad: tal es el objeto de sus vidas. No pueden soportar la lectura de la Biblia ni meditar en cosas celestiales. Se sienten desgraciados a menos que haya algo que los excite. No tienen en sí el poder para ser felices, sino que dependen, para tener felicidad, de la compañía de otros jóvenes tan irreflexivos y temerarios como ellos. Dedican a la locura las facultades que podrían ser dirigidas hacia propósitos nobles.

El joven que halla gozo y felicidad en leer la Palabra de Dios y en la hora de la oración, es constantemente refrescado por las corrientes de la Fuente de la vida. Alcanzará una altura de excelencia moral y una amplitud de pensamiento que otros no pueden concebir. La comunión con Dios estimula los buenos pensamientos, las aspiraciones nobles, la percepción clara de la verdad, y los elevados propósitos de acción. Los que así ponen sus almas en comunión con Dios son reconocidos por él como sus hijos e hijas. Se elevan cada vez más, obteniendo visiones más claras de Dios y de la eternidad hasta que Dios hace de ellos conductos de luz y de sabiduría para el mundo...

Los que moran en Jesús serán felices, alegres y gozosos en Dios. La voz se caracterizará por un tono bajo, los actos y la música expresarán la reverencia por las cosas espirituales y eternas, y de sus labios brotará una música gozosa, pues procede del trono de Dios. Este es el misterio de la piedad, que no se puede explicar fácilmente, pero que no por eso deja de ser sentido y gozado. El corazón empedernido y rebelde puede cerrar sus puertas a todas las dulces influencias, de la gracia de Dios y a todo el gozo en el Espíritu Santo, pero los caminos de la sabiduría son caminos agradables, y todas sus veredas son paz. Cuanto más estrechamente nos relacionemos con Cristo, más mostrarán nuestras palabras y acciones el poder subyugador y transformador de su gracia.--Testimonios para la Iglesia 4:622-626.