El Ministerio Médico

Capítulo 10

Oportunidades para el ministerio en los hospitales y los sanatorios

La restauración por medio de la reforma

La familia humana sufre debido a la transgresión de las leyes de Dios. Satanás incita constantemente a los hombres a aceptar sus preceptos, y de esta forma busca contrarrestar la labor de Dios. Él representa de continuo al pueblo escogido de Dios como un pueblo engañado. Él es el acusador de los hermanos, y utiliza constantemente sus acusaciones contra los obradores de justicia. El Señor desea responder por medio de su pueblo a las acusaciones de Satanás, al mostrar el resultado de la obediencia a los principios justos.

Él desea que nuestras instituciones de salud sean testimonios en favor de la verdad. Ellas deben dar buena reputación a la labor que se necesita llevar a cabo en los últimos días restaurando al hombre mediante una reforma de los hábitos, los apetitos y las pasiones. Los adventistas del séptimo día deben ser representados ante el mundo por los adelantados principios de la reforma pro salud que Dios nos ha dado.

Verdades mayores aún están siendo develadas para este pueblo a medida que nos acercamos al fin del tiempo; y el propósito de Dios es que establezcamos instituciones en todo lugar donde los que están en tinieblas con relación a las necesidades del organismo humano puedan educarse, para que ellos a su vez guíen a otros a la luz de la reforma pro salud...

Para revelar los principios del reino de Dios

El plan de Dios es manifestar por medio de su pueblo los principios de su reino. Él desea separarlos de las costumbres, hábitos y prácticas del mundo para que puedan revelar estos principios en su vida y su carácter. Él quiere atraerlos a sí mismo, para darles a conocer su voluntad...

Debe realizarse una gran labor para colocar delante de los hombres las verdades salvadoras del Evangelio. Este es el medio ordenado por Dios para detener la ola de corrupción moral. Esta es su manera de restaurar su imagen moral en el hombre. Es su remedio para curar la desorganización universal. Es el poder que atrae a todos los hombres a la unidad.

La obra del mensaje del tercer ángel es presentar estas verdades. El plan del Señor es que la presentación de este mensaje sea la obra más elevada y grandiosa que se realice en nuestro mundo en este tiempo. Él ha dirigido el establecimiento de escuelas, sanatorios, casas publicadoras y otras instituciones para que esta tarea se pueda realizar en ramas adecuadas. En estas instituciones deben representarse los atributos de Dios, y la gloria y la excelencia de la verdad deben resplandecer en forma más vívida.--Manuscrito 166, 1899.

La apertura de puertas bien trancadas

Todo facultativo puede, mediante la fe en Cristo, tener en su posesión la cura del más alto valor: un remedio para el alma enferma de pecado. El médico convertido y santificado por la verdad está registrado en el cielo como un colaborador de Dios, un seguidor de Jesucristo.

Por medio de la santificación de la verdad, Dios hace que los médicos y enfermeros sean hábiles en el conocimiento de cómo tratar a los enfermos, y esta obra está abriendo las puertas bien trancadas de muchos corazones. Hombres y mujeres son llevados a ver y comprender la verdad que se necesita para salvar tanto el alma como el cuerpo. Este es un elemento que da relieve a la obra para este tiempo.

La obra médica misionera es como la mano y el brazo derechos del mensaje del tercer ángel, que se debe proclamar a un mundo caído; y los médicos, administradores y obreros de cualquier rama, al efectuar su parte con fidelidad, cumplen la obra del mensaje. Por su intermedio, el sonido de la verdad irá a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Los ángeles celestiales tienen una parte en esta labor. Ellos despiertan el júbilo y la melodía espiritual en el corazón de los que han sido liberados del dolor; y elevan gozo y acción de gracias a Dios de muchos corazones que han recibido la preciosa verdad...

Señalad a un salvador que perdona el pecado

El médico hallará que es para su bien presente y eterno imitar al Señor en su trato con la humanidad doliente. Él puede moldear sin el poder del hombre la mente que Dios ha hecho; pero honra a los hombres al solicitarles que cooperen con él en esta gran labor. Cuando el Espíritu de Dios obra en la mente del afligido, y éste pregunta por la verdad, que el médico trabaje a favor del alma preciosa como Cristo lo haría. Que no le presente ninguna doctrina especial, sino que le señale a Jesús como el Salvador que perdona el pecado. Los ángeles de Dios harán impresiones en la mente humana. Algunos no se dejarán iluminar por la luz que Dios desea que brille en las cámaras de la mente y en el templo del alma; pero muchos responderán a la luz, y de su mente se borrará toda forma de engaño y error.--Carta 205, 1899.

Con ternura y sabiduría

El médico que demuestra ser digno de ocupar el cargo de director médico de un sanatorio hará una gran labor. Pero en el renglón religioso esta labor debe ser siempre de tal naturaleza que presente ante los pacientes el antídoto divino para aliviar las almas cargadas de pecado. Todos los médicos deben comprender que tal obra debe hacerse con ternura y sabiduría. En nuestras instituciones, donde se interna a los pacientes mentales para darles tratamiento, las palabras alentadoras de la verdad dirigidas al afligido a menudo serán el medio de restaurar la mente e infundir paz en el alma.

Cuando el director médico pasa por alto la parte espiritual de la obra, descuida su deber, y muestra un ejemplo errado a los auxiliares más jóvenes que están aprendiendo a hacer la obra de un médico cristiano. Estos estudiantes descuidan la parte más esencial de la obra. Temo que esto resultará en una pérdida que nunca se podrá remediar.--Carta 20, 1902.

Aprendamos a trabajar como él lo hizo

Debe reconocerse a Dios como el Artífice Maestro en todos nuestros sanatorios. Al familiarizarse con su vida, los médicos y auxiliares deben aprender a trabajar como él lo hizo. Él era la Majestad del cielo, el Rey de la gloria. Pero, vestido con la túnica de la humanidad, se colocó a la cabeza de la raza caída. Se humilló a sí mismo, y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Asumió la naturaleza humana para hacer posible que el hombre fuera partícipe de la naturaleza divina.

El médico que procura representar a Cristo no asumirá prerrogativas que el Maestro no le ha otorgado. No buscará gobernar a sus semejantes; recordará que es un colaborador de Dios. Representará al Invisible en espíritu, palabra y acción.--Manuscrito 136, 1902.

Prestad atención al esfuerzo por ganar almas

Hay deberes ministeriales que incumben a los médicos dirigentes de nuestros sanatorios, además de la labor puramente médica. Ellos deben prestar atención a los urgentes pedidos que llegan para que se hagan esfuerzos por la ganancia de almas. Toda pizca de la influencia que el Señor les ha dado la deben utilizar para él. Nuestros superintendentes médicos deben vivir y obrar de tal forma que se los reconozca como hombres que colocan su confianza en Dios, que temen al Señor y dependen de su poder divino.--Carta 158, 1909.

Esfuerzos diarios en la ganancia de almas

Nuestra fe en las realidades eternas es débil y nuestro sentir del deber es pequeño, en vista de las oportunidades que tenemos para dirigir las almas al Salvador como nuestra única esperanza. No debemos ser fríos e indiferentes con relación a ofrecer remedios eficaces para la curación del alma. Nuestro deber es hacer que la verdad se conozca, no en nuestra propia fuerza, sino en la fe fuerte, en la seguridad y la confianza que Dios imparte.

No debe permitirse que pase un día en nuestros sanatorios sin que se haga algo para la salvación de las almas. Debemos ofrecer oraciones especiales por los enfermos, tanto al estar con ellos, como alejados de su presencia. Entonces, cuando inquieran por el remedio para el pecado, nuestra propia alma, suavizada por el Espíritu Santo, estará radiante con un deseo de ayudarlos a ofrecer el corazón a Dios...

Un servicio fiel

Todas las enfermeras y auxiliares deben dar tratamientos y cumplir otras clases de servicio de una manera tan delicada y reverente--y sin embargo tan sólida, plena y alegre--, que el sanatorio demuestre ser un refugio de descanso. El obrero debe actuar individualmente como un cristiano en cualquier tipo de tratamiento que se dé al enfermo y al afligido en una institución médica. Debe permitir que su luz brille en buenas obras. Sus palabras han de magnificar al Señor Jesucristo. En lugar de esperar que se presenten grandes oportunidades antes de hacer algo, debe emplear de la mejor manera los talentos que Dios le ha otorgado, para que éstos aumenten constantemente. No necsita pensar que debe guardar silencio acerca de los temas religiosos. Doquiera esté, allí es su campo, en el cual ha de representar fervientemente en palabra y acción el poder salvador de la verdad. No debe esperar hasta que los demás actúen. Él tiene personalidad propia, y es responsable ante Cristo, cuyo siervo es, por cada palabra y acción. Debe ser tan aplicado y fiel al deber como si escuchara la voz del Salvador: "De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos".

Un portavoz de Dios

Es sumamente importante saber cómo acercarse al enfermo con la confiada esperanza obtenida por la fe en Cristo Jesús y la aceptación de sus promesas. Cuando la conciencia que ha despertado clama: "Señor, sé propicio a mí, pecador; hazme tu hijo", estad listos a decir al doliente, al que una vez era indiferente, que hay esperanza para él, que en Jesús hallará refugio.

El Salvador está invitando a cada uno: "Mirad a mí y vivid, venid a mí y hallad reposo". Los que en humildad y amor presentan la esperanza del evangelio a las almas afligidas, tan necesitadas de esta esperanza, son los portavoces de Aquel que se dio a sí mismo por toda la raza humana, para convertirse en un Sanador, en un Salvador tierno, amante y compasivo. Que en nuestras instituciones médicas se planee todo medio posible para atraer a las almas a la salvación. Esta es nuestra tarea. Si la obra espiritual no se hace, no hay necesidad de llamar a nuestro pueblo para la construcción de estas instituciones. Los que no tienen un deseo ardiente de salvar almas, no deben unirse con nuestros sanatorios.--Carta 159, 1902.

Los obreros que se necesitan

El Señor desea que hombres y mujeres prudentes actúen en calidad de enfermeros para aliviar y ayudar al enfermo y al doliente. Por medio del ministerio de estos enfermeros, los que hasta aquí no han tomado parte en actividades religiosas serán inducidos a preguntar: "¿Qué debo hacer para ser salvo?" El pecador será guiado a Cristo por la atención paciente de los enfermeros que anticipan sus deseos, que se postran en oración y solicitan al gran Médico Misionero que mire con compasión al doliente, que le haga sentir la influencia suavizadora de su gracia y que ejercite su poder restaurador.

Para vencer la timidez nerviosa

Se superará la timidez nerviosa del enfermo cuando éste se familiarice con el interés intenso que el Salvador tiene por toda la humanidad doliente. ¡Oh, la profundidad del amor de Cristo! Él murió en la cruz del Calvario para redimirnos de la muerte.

Que nuestros médicos y enfermeros tengan siempre en mente estas palabras: "Somos colaboradores de Dios". Que todo médico y todo enfermero aprenda a trabajar de tal manera que pueda aliviar tanto el sufrimiento mental como el físico. En este tiempo, cuando el pecado prevalece tanto y se revela en forma tan violenta, ¡cuán importante es que nuestros sanatorios funcionen de tal manera que cumplan su objetivo en proveer el máximo bienestar! Cuán importante es que todos los obreros de estas instituciones sepan cómo dirigir palabras en sazón a los que están cansados y enfermos de pecado.

Los médicos y enfermeros siempre deben ser amables y alegres, y deponer toda melancolía y tristeza. Que la fe se aferre de la mano de Cristo para su toque curativo.

Mientras nuestras enfermeras ministran pacientemente a los enfermos del cuerpo y del alma, que pidan a Dios que intervenga a favor de los dolientes a fin de que sean guiados a conocer a Cristo y creer que sus oraciones serán respondidas. Que el amor de Cristo se revele en todo lo que se hace.--Carta 17, 1905.

Puntualidad en el cumplimiento de las citas

Ha habido defectos en el manejo del sanatorio. Los pacientes han sentido que no se los trató adecuadamente. Se han hecho citas que no se cumplieron. Incumplimientos como éstos dirán mucho contra la influencia de un médico. Los pacientes que a menudo se desilusionen por eso, no dejarán de sentir amargura de alma y de mente...

Los enfermos pagan por sus tratamientos para recuperar la salud; pero si se los defrauda una y otra vez, la reputación del sanatorio estará en peligro. Este mal debe corregirse; la atención que se promete debe darse a los pacientes o el médico destruye la confianza de ellos en su palabra. Si el director médico no puede cumplir la cita, su médico asociado debe hacerlo por él y explicar al paciente la causa de su ausencia.

A menos que los médicos de nuestros sanatorios sean personas de hábitos cabales; si no atienden sus deberes con puntualidad, su labor se convertirá en un baldón, y los medios escogidos por el Señor perderán su influencia. Por un curso de negligencia al deber, el médico humilla al Gran Médico, de quien debe ser un representante. Las horas estrictas deben mantenerse con todos los pacientes, ya sean de clase alta o baja. No debe permitirse un descuido negligente en ninguna de las enfermeras. Sed siempre leales a vuestra palabra y puntuales en cumplir vuestras citas, pues esto significa mucho para el enfermo.--Carta 128, 1905.

Prontitud y eficiencia

No debe obligarse a los enfermos a esperar cuando necesitan consejo y alivio. El médico nunca debe descuidar a sus pacientes. Ha de tener un juicio penetrante y rápido y debiera mantener en el cuarto del enfermo una atmósfera afable. No debe ser frío, reticente ni dubitativo, mas debe cultivar las cualidades que harán de él una influencia suavizadora sobre los enfermos. Éstos desean más que miradas; requieren palabras amables y optimistas. El médico debiera estar listo a hablarles, a expresar palabras de aliento y de seguridad, palabras que salgan del corazón con sabiduría, mostrando que entiende los casos de quienes están bajo su cuidado. Esto inspirará tranquilidad y confianza, aun en la primera cita.

El médico debe ser un hombre de mente pura. Si sus principios son elevados, ejercerán una influencia de peso a favor del bien. Los médicos necesitan estar continuamente llenos con el Espíritu de Cristo, aprender lecciones de él, el más grande Maestro que el mundo jamás conoció; entonces serán puros en pensamiento, mente y acción. No darán oportunidad a que algunas palabras o modales los guíen a pensamientos impuros.

La licencia está arruinando a muchas almas, y los médicos necesitan especialmente velar y orar para que no entren en tentación y para que puedan tener esa gracia que hará de ellos ejemplos de piedad y pureza. Su trabajo está diariamente bajo la inspección detallada de Dios, y su registro será examinado con exactitud en el libro mayor del cielo.

Los médicos de nuestra institución de salud tienen responsabilidades diversas y de mucho peso. Su única seguridad está en mantener sus pensamientos e impulsos bajo el control del gran Maestro. Tienen oportunidades doradas para hacer el bien; pueden guiar y moldear las mentes diferentes con las cuales se relacionan. Debieran decidirse enteramente por Dios. Mostrad a los hombres y mujeres conectados con el instituto cuán puros y nobles pueden llegar a ser; manifestadles que tenéis una firme confianza en Dios, y que él es vuestra fuente de fortaleza; decidles que descansáis plenamente en sus promesas. Cumplid vuestro deber con prontitud, al mismo tiempo que reclamáis la ayuda de vuestro Padre celestial para vencer toda debilidad de carácter. Colocad todo lo que sois en vuestro trabajo, con la mano de la fe asida del brazo del poder divino.--Carta 6a, 1890.

El privilegio del ministerio

Se me ha instruido a decir a los obreros de nuestro sanatorio que la verdad debe presentarse en forma sabia, afable y tierna. En el capítulo catorce de Juan hay preciosas lecciones, valiosas en instrucción, que deben ser valoradas por todo hijo de Dios que desee impartir a otros el alivio y la gracia de Dios. Que estas lecciones se graben en la mente; que se repitan una y otra vez.

El Señor nos ha colocado en posesión de nuestras instituciones de salud para que podamos aprender a colocar frente a los enfermos, en forma más atractiva, las verdades de origen celestial. Nunca debemos perder de vista el hecho de que estas instituciones son instrumentos en las manos de Dios para presentar la luz de la verdad a los que están en tinieblas...

En su tarea de ministrar a los enfermos y afligidos, Cristo está frente al mundo como el más grande Médico Misionero que se haya conocido, y el modelo para todo obrero misionero cristiano. Él tuvo la palabra adecuada para expresar a cada doliente, y comunicó no solamente lo que traía curación al cuerpo, sino también convicción al alma e iluminación espiritual. Él otorgó a la comprensión de los que lo buscaban, un conocimiento del yo y de las más altas necesidades del alma.

Los discursos de Cristo fueron la explicación espiritual de su ministerio en favor de los afligidos. Él mismo era el gran ideal de la justicia para aquellos a quienes ministró. Así plantaba la semilla de la verdad en el corazón humano.

La oración por el enfermo

En el cuidado del enfermo frecuentemente se da mucha atención a asuntos menores, mientras se olvida la necesidad que los pacientes tienen de las grandes verdades del evangelio, que son poderosas para sanar y que se debieran suministrar tanto al alma como al cuerpo. Cuando dejáis de ofrecer una oración por los enfermos, los estáis privando de grandes bendiciones; pues los ángeles de Dios están esperando para auxiliar a estas almas en respuesta a vuestras peticiones. Los que conocen la verdad debieran buscar la forma de revelar el poder de la gracia de Cristo en toda manera posible y agradable. Al ejemplificar la verdad en su conducta y conversación diaria, ejercerán una santa influencia y la gracia de Cristo cooperará con el esfuerzo humano. Ellos serán verdaderos obreros en unión con Cristo y se convertirán en instrumentos en sus manos para mostrar su alabanza y salvación cuando obren en forma inteligente para la recuperación del cuerpo y el alma de los resultados del pecado.

Debe experimentarse el amor del salvador

El ejercicio de sabiduría y buen juicio logrará mucho para Dios. Mientras sus siervos cumplen los requerimientos del evangelio de acuerdo con sus capacidades, Dios hará de ellos una alabanza para su nombre. Su propósito es que se ganen almas para él por medio de la demostración de la verdad en la vida de sus seguidores.

Todos los que profesan bondad y un conocimiento de la verdad para este tiempo deben comunicar lo mismo a aquellos con quienes se relacionan. Pero la plenitud del amor del Salvador no se expresa tan decididamente como se debiera, y como resultado, en los lugares donde se debería reunir la más grande cosecha para Dios, se ve una sequía. "Hallados faltos" son las palabras escritas al lado de los nombres de muchos que debieron realizar una labor que habría ganado la aprobación del cielo. Se requiere una gran medida de la gracia de Cristo para unirse con la habilidad y el esfuerzo humanos.

Es el propósito de nuestro Señor que nuestras instituciones de salud sean medios muy eficaces para traer almas a la luz de la verdad. Debe hacerse mucho más para animarse. Solamente cuando hagamos lo mejor para la exaltación del reino de Cristo se nos podrán dirigir las palabras, "Bien, buen siervo y fiel". Sólo cuando ejemplifiquemos el espíritu de la verdad en nuestra vida el Espíritu de Cristo podrá colaborar con nosotros para convencer los corazones y convertir las almas al evangelio.

Para enseñar y aliviar

Cristo desea manifestarse de muchas maneras por medio de los hombres que ha escogido. Todo obrero de nuestros sanatorios debería considerarse un ministro de Cristo para enseñar y aliviar, para permitir que la luz brille en palabras y hechos. Los que son bendecidos con la luz de la verdad deben reflejarla. Al tomar el nombre de Cristo sobre ellos se han comprometido a ser colaboradores con Dios, y un espíritu de trabajo consagrado debiera manifestarse al cumplir los planes del Señor. Ellos deben ir a todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura, presentando la magnificencia de la vida del Salvador en su propio ejemplo de trabajo personal abnegado y con esfuerzos fervientes.

Yo oro por que el Espíritu Santo pueda comunicar su poder santificador a los obreros de nuestras instituciones. Mis hermanos y hermanas, despertad y convertíos en colaboradores con Aquel que dio su vida para la salvación del mundo. No debemos reducir nuestros esfuerzos en este tiempo. Cristo nos pide que trabajemos con todas las energías del corazón, el alma y la mente. Si prestáis la ayuda de vuestra influencia y esfuerzo a la obra de Cristo, los ángeles se unirán con vosotros, transformándoos en un poder salvador para Cristo.--Manuscrito 57, 1912.

Una influencia victoriosa

Actuad con ternura, con bondad y fidelidad en vuestra atención de los enfermos para que podáis ser una influencia transformadora para ellos. Necesitáis de la gracia de Cristo para que representéis en forma correcta su servicio. Y al presentar la gracia de la verdad en un verdadero servicio desinteresado, los ángeles estarán presentes para apoyaros. El Consolador estará con vosotros para cumplir la promesa del Salvador: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo".

Tengo una exhortación que dar, un mensaje que comunicar a los obreros de nuestros sanatorios. Mantened puras vuestras almas. Desempeñad una labor que tenga una influencia victoriosa en los que están bajo vuestro cuidado. A menudo podéis hablar al enfermo acerca del Gran Médico, quien puede sanar las enfermedades del cuerpo como también curar la enfermedad del alma. Orad con los enfermos, y tratad de llevarlos a ver en Cristo, su Sanador. Decidles que si lo miran con fe, él les dirá: "Tus pecados te son perdonados". Aprender esta lección significa mucho para el enfermo.--Carta 56, 1907.

Enfermeros consagrados

Se necesitan jóvenes dedicados y fervientes para entrar a la obra de Dios como enfermeros. Mientras estos hombres y mujeres jóvenes utilicen conscientemente el conocimiento que obtienen, aumentarán en capacidad y se prepararán más y más para ser la mano ayudadora del Señor. Ellos pueden llegar a ser misioneros de éxito, que lleven las almas al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, quien puede salvar tanto el alma como el cuerpo.

El Señor busca a hombres y mujeres prudentes, que trabajen como enfermeros para aliviar y ayudar al enfermo y doliente. ¡Oh, que todos los que están afligidos pudieran recibir una atención de tal naturaleza de parte de médicos y enfermeros cristianos, que los indujera a colocar sus cuerpos cansados y atormentados por el dolor bajo el cuidado del gran Sanador, confiando en él para su restauración!

Muchos convertidos y sanados

Todo cristiano sincero se inclina ante Jesús como el verdadero Médico de las almas. Cuando esté de pie al lado del lecho del afligido, habrá muchos no solamente convertidos sino también sanados. Se obtiene una gran victoria si, por medio de un ministerio cuidadoso, se guía al paciente a dar su alma a Cristo, y a colocar sus pensamientos en obediencia a la voluntad de Dios.--The Review and Herald, 9 de mayo de 1912.

Para estudio adicional

La obra espiritual en favor de los pacientes: Consejos sobre la salud, 252.

Se deben dar a conocer las Escrituras a los enfermos: Testimonios para la Iglesia 7:104.

La contemplación de temas animadores: Testimonios para la Iglesia 5:694-696.

Ejercicios religiosos en el sanatorio: Testimonies for the Church 4:565.

Evitad la controversia doctrinal: Consejos sobre la salud, 242-244; Testimonies for the Church 3:166, 167; Consejos sobre la salud, 252.

Las manos humanas empleadas por los ángeles en el ministerio práctico: Testimonies for the Church 6:456, 457.

Influencia incalculable de la tierna simpatía: El Ministerio de Curación, 155, 156.