Prevención de enfermedades
La diferencia entre la prevención y la cura no se ha presentado con suficiente importancia. Enseñad a la gente que es mejor conocer cómo mantenerse bien que cómo curarse de la enfermedad. Nuestros médicos deben ser educadores sensatos, que amonesten a todos contra la complacencia propia, mostrando que la abstinencia de las cosas que Dios ha prohibido es el único camino para prevenir la ruina del cuerpo y de la mente.--Manuscrito 99, 1902.
Enseñanza temprana de la fisiología
El Creador del hombre ha dispuesto la maquinaria viviente de nuestro cuerpo. Toda función fue creada en forma magnífica y sabia. Y Dios mismo se ha comprometido a mantener esta maquinaria humana en acción saludable si el agente humano obedece sus leyes y coopera con Dios. Toda ley que gobierna la maquinaria humana debe considerarse tan ciertamente divina en su origen, carácter e importancia como la Palabra de Dios. Toda acción descuidada y desatenta, cualquier abuso infligido al maravilloso mecanismo de la creación de Dios hecho al desatender las leyes que él especificó acerca de la habitación humana, es una violación de la ley de Dios. Podemos contemplar y admirar la obra de Dios en el mundo natural, pero la habitación humana es la más maravillosa.
Desde el mismo amanecer de la razón, la mente humana debe ser iluminada con relación a la estructura física. Aquí Jehová ha dado un modelo de sí mismo; pues el hombre fue creado a la imagen de Dios. El propósito decidido de Satanás es destruir la imagen moral de Dios en el hombre. Él trata de hacer que la inteligencia humana--el don más noble y elevado del Creador--, llegue a ser el agente más destructivo para contaminar con pecado todo lo que toque.--Manuscrito 3, 1897.
Educad al enfermo
La primera tarea de un médico debe ser educar al enfermo y al doliente en la conducta que debe mantener para prevenir la enfermedad. Se logra el mayor bien al tratar de iluminar la mente de todos aquellos con quienes nos relacionamos al mostrarles la mejor forma de vivir para prevenir la enfermedad y el sufrimiento, las constituciones quebrantadas y la muerte prematura. Pero los que no quieren aceptar un trabajo que ponga a prueba sus facultades físicas y mentales, preferirán recetar fármacos, que serán la base en el organismo humano para un mal doblemente mayor que el que pretenden aliviar.
Un médico que tiene el valor moral para poner en peligro su reputación al iluminar el entendimiento por medio de hechos claros, al mostrar la naturaleza de la enfermedad y cómo prevenirla y la práctica peligrosa de recurrir a los fármacos, tendrá una tarea penosa, pero vivirá y dejará vivir... Si es un reformador, hablará con claridad de los falsos apetitos y de la funesta complacencia propia en la vestimenta, en la comida y en la bebida, en tomar sobre sí una gran cantidad de trabajo en un tiempo dado, lo cual genera una influencia destructora sobre el temperamento y las facultades físicas y mentales...
Los hábitos debidos y correctos practicados en forma inteligente y perseverante, eliminarán la causa de la enfermedad y harán innecesario el uso de medicamentos. Muchos avanzan paso a paso en sus complacencias contra natura, lo cual a su vez les produce un estado de cosas igualmente antinatural.
Estimulantes y narcóticos
Enfermedades de toda índole y tipo han aquejado a los seres humanos por el uso de té, café, narcóticos, opio y tabaco. Estas complacencias dañinas deben cortarse; no sólo una, sino todas pues todas son perjudiciales para las facultades físicas, mentales y morales, y se las debe abandonar por razones de salud. El uso corriente de la carne ha acarreado una influencia perjudicial sobre la constitución moral tanto como sobre la física.
Si la mala salud, en una variedad de formas, pudiera ser rastreada hasta sus causas revelaría ser el resultado seguro del consumo de carne. El reemplazo de las carnes por platos saludables y bien presentados... colocaría a un gran número de enfermos y dolientes en una situación clara de recuperación de su salud, sin el uso de fármacos. Pero si los médicos alientan a sus pacientes inválidos a mantener una dieta a base de carne, entonces se hará necesario el uso de medicamentos.
Los fármacos siempre tienen una tendencia a quebrantar y destruir las fuerzas vitales, y la naturaleza se imposibilita de tal forma en sus esfuerzos que el inválido muere, no porque debía morir, sino porque la naturaleza fue violentada. Si se la hubiera dejado sola, habría ejercido los mayores esfuerzos para preservar la vida y la salud. La naturaleza no necesita de la ayuda que muchos afirman haberle dado. Quitad las cargas que se han colocado sobre ella, de acuerdo con las costumbres de la moda de esta época, y veréis en muchos casos que la naturaleza se aliviará a sí misma. El uso de medicamentos no es favorable ni natural a las leyes de la vida y la salud. La medicación con fármacos da a la naturaleza dos cargas que superar en lugar de una. Tiene dos serias dificultades que vencer, en vez de una.
Hay ahora una necesidad verdadera, aun entre los médicos y los reformadores en el área del tratamiento de la enfermedad: que hagan mayores esfuerzos para llevar adelante y arriba la obra por ellos mismos, y que instruyan a los que esperan que ellos, con su habilidad médica, averigüen la causa de sus enfermedades. Debieran llamar su atención de una manera especial a las leyes que Dios ha establecido, las cuales no se violan impunemente. Se espacian demasiado en los efectos de la enfermedad; pero, en general, no llaman la atención a las leyes que uno debe obedecer en forma sagrada e inteligente para prevenir la enfermedad.
El ejemplo del médico como una influencia educadora
Si el médico ha sido incorrecto en sus prácticas dietéticas, si no ha restringido su propio apetito a una dieta sencilla y saludable, habiendo descartado ampliamente el uso de carnes,... prontamente educará y acostumbrará el gusto de sus pacientes a amar las cosas que él ama, y no les dará los principios sanos de la reforma pro salud. Prescribirá a sus pacientes enfermos una alimentación a base de carne, a pesar de ser la peor dieta que pueden ingerir. La carne estimula, pero no provee fuerza.
La naturaleza querrá tener algún apoyo para poner las cosas en su estado debido, que se puede hallar en los remedios más sencillos, especialmente en los remedios provistos por la propia naturaleza: el aire puro, apoyado en un conocimiento detallado de cómo respirar; el agua pura, respaldada por un conocimiento de cómo aplicarla; suficiente luz del sol, si es posible en todo cuarto de la casa, más un conocimiento inteligente de qué ventajas se obtienen por medio de su uso. Todos éstos son poderosos en su eficacia, y el paciente que ha aprendido cómo comer y vestirse saludablemente puede vivir en comodidad, con paz y salud, y no se verá obligado a ingerir medicamentos que en lugar de ayudar a la naturaleza, entorpecen sus facultades. Si el enfermo y doliente hiciera solamente lo que sabe con relación a vivir los principios de la reforma pro salud de un modo perseverante, en nueve casos de diez se recuperaría de sus malestares.
La obediencia a las leyes de la naturaleza
A los débiles y dolientes hay que educar línea sobre línea, precepto tras precepto, un poquito aquí y un poquito allá, hasta que respeten y obedezcan la ley que Dios ha dado para controlar el organismo humano. Los que pecan contra el conocimiento y la luz, y se vuelven a la habilidad de un médico que les administre medicamentos estarán perdiendo constantemente su asidero a la vida. Cuanto menos dosificación de fármacos haya, más favorable será la recuperación de la salud. El medicamento, en lugar de ayudar a la naturaleza, está entorpeciendo continuamente sus esfuerzos...
Ellos no investigan acerca de sus antiguos hábitos de comer y beber, ni toman nota especial de sus hábitos errados que por muchos años han estado cimentando la enfermedad. El médico consciente debiera estar preparado para iluminar a los que están en la ignorancia, y recetarles con sabiduría excluyendo de su alimentación las cosas que él sabe que son erróneas.
Él debe enseñar con claridad las cosas que considera perjudiciales para las leyes de la salud, y dejar que estos enfermos obren a conciencia haciendo personalmente lo que puedan, y así ponerse en relación correcta con las leyes de la vida y la salud. Cuando hagan lo mejor que sepan para preservar la salud, basados en una conciencia iluminada, entonces pueden mirar con fe al gran Médico, quien es el sanador tanto del cuerpo como del alma.
Somos reformadores de la salud. Los médicos deben tener sabiduría y experiencia, y ser reformadores detallados de la salud. Entonces educarán en forma constante a sus pacientes por precepto y ejemplo para que no usen fármacos. Porque ellos saben muy bien que el uso de medicamentos puede producir por un tiempo resultados favorables, pero implantará en el organismo algo que les causará grandes dificultades ulteriores, de las cuales pueden no recuperarse jamás. La naturaleza debe tener la oportunidad de hacer su propio trabajo. Se le deben quitar las obstrucciones y dársele una oportunidad para que ejerza sus fuerzas restauradoras, lo cual hará con certeza, si se le quita todo abuso y se le brinda una oportunidad justa.
Confianza en los remedios de la naturaleza
Debe educarse al enfermo para que tenga confianza en las grandes bendiciones de la naturaleza que Dios ha provisto; y los remedios más eficaces para la enfermedad son el agua pura y blanda, la bendita luz del sol que Dios ha dado para que llegue a los cuartos de los inválidos, vivir al aire libre en cuanto sea posible, hacer ejercicio saludable y comer y beber alimentos que sean preparados de la manera más saludable...
Hay muchos, muchos afligidos en nuestro mundo por el veneno del tabaco... El médico, si no es novato, puede rastrear los efectos hasta la verdadera causa, pero no se atreve a prohibir su uso, porque él también lo emplea. Algunos aconsejarán a los usuarios del tabaco, en forma indecisa y de una manera comprometida, que ingieran menos de este narcótico; pero no les dicen que este hábito los está matando. Recetan medicamentos para curar una enfermedad ocasionada por ceder a apetitos antinaturales, y así producen dos males en lugar de quitar uno.
A miles hay que enseñar con paciencia, amabilidad y cariño, pero categóricamente, que nueve décimas de sus quejas son creadas por su propio mal proceder...
La complacencia propia es causa de enfermedad
Algunos no tienen el valor moral para caminar rectamente en el temor del Señor. Hay una complacencia egoísta constante en las cosas que son peligrosas tanto para el alma corno para el cuerpo, aun entre quienes están informados acerca de las leyes de la vida y de la salud. Hay intemperancia en la alimentación y en la mucha variedad de alimentos que se ingieren en una sola comida. En la preparación de las comidas hay mezclas no saludables que fermentan en el estómago y causan gran agotamiento. Sin embargo, siguen perseverando en su complacencia, lo cual coloca el fundamento para numerosas dificultades. Si estas personas tuvieran dominio propio y educaran su gusto para consumir solamente lo que el estómago maltratado pueda asimilar con seguridad, se ahorrarían grandes gastos en cuentas médicas y evitarían grandes sufrimientos...
La obra del médico es educar a los que ignoran estas cosas. Deben existir escuelas de preparación profesional para educar enfermeras y preparar las mentes para que sientan el peligro y vean la importancia de usar habilidad y tacto en la preparación de alimentos que sustituyan la dieta a base de carne. Esta clase de educación al fin dará resultados. Debe utilizarse prudencia para no quitar la carne de una vez a los que han tenido el hábito de usarla, sino educar la mente para que comprenda la importancia de utilizar alimentos saludables.--Manuscrito 22, 1887.
La ley de la fe y las obras
La gracia de Dios siempre es reformadora. Todo ser humano está en una escuela, donde debe aprender a abandonar prácticas dañinas y percatarse de lo que puede hacer por sí mismo. Los que ignoran estas cosas, los que no toman la precaución de respirar aire puro y tomar agua pura, no pueden estar libres de la enfermedad. Tienen el organismo contaminado y la estructura humana dañada.
Tales personas son descuidadas, imprudentes, presuntuosas y suicidas. El conocimiento está esparcido a su paso, pero se niegan a recoger los rayos de luz diciendo que dependen de Dios. ¿Pero hará Dios las cosas que él ha dejado para que ellos hagan? ¿Suplirá él el descuido de ellos? ¿Dejará de notar su ignorancia voluntaria y hará grandes cosas a su favor, restaurándoles el alma, el cuerpo y el espíritu, mientras ignoran los agentes más sencillos, cuyo uso les devolvería la salud? Mientras día a día complacen su apetito comiendo lo que les acarrea enfermedad, ¿pueden esperar que el Señor obre un milagro para restaurarlos? Esta no es la forma como el Señor procede. Al actuar así, hacen del Señor alguien como ellos. La fe y las obras van juntas...
Que cada cual examine su propio corazón, para ver si no está dando cabida a lo que le es realmente dañino, y en lugar de abrir la puerta del corazón para dejar entrar a Jesús, el Sol de Justicia, se está quejando por la escasez del Espíritu de Dios. Que éstos busquen sus ídolos y los arrojen lejos. Que corten toda complacencia contraria a la salud en su comida, en su bebida. Que pongan en armonía su práctica diaria con las leyes de la naturaleza. Al hacerlo así, y también creerlo, se creará una atmósfera alrededor del alma que tendrá sabor de vida para vida.--Manuscrito 86, 1897.
Combatid la enfermedad con métodos sencillos
Nuestro pueblo debiera ser inteligente en el tratamiento de la enfermedad sin la ayuda de remedios venenosos. Muchos deberían obtener la educación que los habilite para combatir la enfermedad en sus diversas formas mediante los métodos más sencillos. Miles han descendido a la tumba debido al uso de fármacos venenosos, cuando podrían haberse recuperado aplicando métodos más sencillos. Los tratamientos con agua, dados en forma atinada y habilidosa, pueden ser el medio de salvar muchas vidas.
Que el estudio diligente se una con los tratamientos esmerados. Que se ofrezcan oraciones de fe al lado del lecho del enfermo. Que se aliente a los enfermos a reclamar las promesas de Dios para ellos mismos. "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Cristo Jesús, el Salvador de los hombres, debe ser invitado más y más a nuestros trabajos y concilios.--Manuscrito 15, 1911.
Principios higiénicos
Nuestros sanatorios deben ser manejados sobre métodos higiénicos. La luz que Dios ha dado sobre el tema de la enfermedad y sus causas necesita estudiarse ampliamente; pues son los hábitos incorrectos en la indulgencia del apetito y la falta de atención al cuidado del cuerpo los que enferman a la gente. Se deben observar hábitos de limpieza y de cuidado con relación a lo que se introduce a la boca.
No es lo mejor decir a los pacientes que nunca debe nutilizar la dieta carnívora; pero debe despertarse la razón y la conciencia con relación al instinto de conservación propia y a la purificación de todo apetito pervertido. Ellos pueden aprender a saborear alimentos saludables y frugales, tales como frutas, granos y verduras.
La medicación con drogas
La medicación con droga debe descartarse. En este punto la conciencia del médico debe estar siempre vigilante, fiel y limpia. Hay que mantenerse en guardia contra la inclinación a utilizar drogas venenosas que matan si no curan. Se me han presentado ciertos asuntos referentes al uso de las drogas. Muchos pacientes han sido tratados con drogas y el resultado ha sido la muerte. Nuestros médicos, al practicar la medicación con drogas, han perdido muchos casos de pacientes que no habrían muerto si ellos hubieran dejado sus drogas fuera del cuarto del enfermo.
Se han perdido casos de pacientes con fiebre, cuando, si los médicos hubieran desechado completamente el tratamiento con drogas, si hubieran colocado su ingenio a obrar y hubieran utilizado en forma sabia y persistente los propios remedios del Señor: aire y agua suficiente, los pacientes se habrían recuperado. El uso imprudente de estas cosas que deben descartarse ha decidido el caso del enfermo.
La experimentación con las drogas es un negocio muy caro. La parálisis del cerebro y de la lengua es a menudo el resultado, y las víctimas mueren de una muerte antinatural, cuando, si hubieran sido tratadas en forma perseverante, diligente, incansable y continua con agua fría y caliente, con compresas calientes, con envolturas y sábanas mojadas, estarían vivas hoy.
Nada se debe introducir al organismo humano que posteriormente deje una influencia funesta. La razón que se me ha dado para el establecimiento de sanatorios en varios lugares es difundir la luz sobre este tema y que se practiquen los tratamientos higiénicos.
Me ha dolido cuando se alentó a muchos estudiantes a ir donde recibirían una instrucción en el uso de drogas. La luz que he recibido sobre el tema de las drogas es completamente diferente del uso que se hace de ellas en estas escuelas o en los sanatorios. Debemos estar bien informados en estos temas.
Los nombres complicados que se da a las medicinas sirven para cubrir el asunto, para que nadie sepa qué se les está mandando como remedio a menos que consulten un diccionario...
Debe proveerse a los pacientes una alimentación buena y saludable; debe observarse una abstinencia total de toda bebida embriagadora; las drogas deben descartarse, y seguirse los métodos racionales de tratamiento. No se debe dar a los pacientes alcohol, te, café ni drogas; pues esto siempre deja secuelas de perjuicio. Al observar estas reglas, muchos que han sido desahuciados por los médicos, pueden ser restaurados a la salud.
En esta obra los instrumentos humanos y divinos pueden cooperar en salvar la vida, y Dios añadirá su bendición. Muchos enfermos que no son de nuestra fe vendrán a nuestras instituciones para recibir tratamiento. Algunos que se arruinaron la salud por la complacencia pecaminosa, y que han recibido tratamiento de médicos hasta que la droga no ha surtido efecto, vendrán; y recibirán beneficio.
El Señor bendecirá las instituciones dirigidas de acuerdo con sus planes. Él cooperará con todo médico que se comprometa en forma fiel y consciente en su obra. El entrará al cuarto del enfermo. Él dará sabiduría a los enfermeros.--Manuscrito 162, 1897.
Semillas de muerte
Cuando entendáis la fisiología en su sentido más verdadero, vuestras cuentas por droga serán mucho más pequeñas, y finalmente cesaréis de tener relación alguna con ellas. El médico que depende de la medicación con drogas en su ejercicio de la medicina deja ver que no entiende la delicada maquinaria del organismo humano. Está introduciendo al organismo un cultivo de semillas que nunca perderán sus propiedades destructoras durante toda la vida. Os digo esto porque no me atrevo a callarlo. Cristo pagó demasiado por la redención del hombre para que se trate su cuerpo tan implacablemente como al recibir la medicación con drogas.
Hace años el Señor me reveló que debían establecerse instituciones para tratar a los enfermos sin drogas. El hombre es propiedad de Dios, y la ruina que se ha hecho de la habitación humana, el sufrimiento causado por las semillas de la muerte sembradas en el organismo humano, son una ofensa para Dios.--Carta 73, 1896.
Miles pudieron haberse recuperado
Miles que están afligidos pudieron recuperar su salud si, en vez de depender de la farmacia para tener vida, hubieran descartado las drogas y vivido sencillamente, sin usar te, café, licor ni especias, que irritan el estómago y lo debilitan, imposibilitándolo para digerir aun los alimentos más sencillos sin estímulo adicional. El Señor desea que su luz brille en rayos claros y definidos para todos los que están débiles.
Las verduras, frutas y granos deben componer nuestra dieta. Ni una onza de carne debe entrar en nuestro estómago. Ingerir carne es antinatural. Debemos retornar al propósito original de Dios en la creación del hombre.--Manuscrito 115, 1903.
Lo que podemos hacer por nosotros mismos
Con relación a lo que podemos hacer por nosotros mismos hay un punto que requiere consideración esmerada y seria. Debo conocerme a mí mismo. Debo ser un aprendiz continuo acerca de cómo cuidar este edificio, el cuerpo que Dios me ha dado, para preservarlo en el mejor estado de salud. Debo comer las cosas que contribuirán a mi mejoría física y ejercer cuidado especial para que mi vestimenta sea tal que permita una circulación saludable de la sangre. No debo privarme del ejercicio ni del aire. Debo tomar toda la luz del sol que me sea posible obtener. Debo saber bien cómo ser un fiel guardián de mi cuerpo.
Algo muy insensato sería entrar a un cuarto frío cuando estoy sudando; sería un mayordomo imprudente si me sentara en una corriente de aire frío y me expusiera a un resfriado. Sería poco aconsejable sentarme con los pies y los miembros fríos, y de esta manera devolver la sangre de las extremidades al cerebro o a los órganos internos. Siempre debo protegerme los pies en tiempo húmedo. Debo comer regularmente el alimento más saludable que se convierta en sangre de la mejor calidad, y no debo trabajar en forma intemperante si está a mi alcance evitarlo. Cuando viole las leyes que Dios ha establecido en mi ser, debo arrepentirme, reformarme y colocarme en el estado más favorable bajo los doctores que Dios a provisto: el aire puro, el agua pura y la preciosa y curativa luz del sol.
La presunción y la indolencia
Si no hacemos lo que está al alcance de casi cada familia, es simple presunción pedirle al Señor que nos libere del dolor cuando somos muy indolentes para hacer uso de estos remedios que están a nuestro alcance. El Señor espera que trabajemos para que podamos obtener la alimentación. Él no se propone que cosechemos a menos que desyerbemos el terreno, preparemos la tierra y cultivemos los productos. Entonces Dios envía la lluvia, la luz del sol y las nubes para hacer que crezca la vegetación. Dios obra y el hombre colabora con Dios. Por lo tanto, hay tiempo de sembrar y de cosechar. Dios ha hecho que crezcan de la tierra hierbas para el uso del hombre, y si entendemos la naturaleza de estas raíces y hierbas, y hacemos uso debido de ellas, no habrá necesidad de correr al médico tan frecuentemente, y la gente tendrá mejor salud de lo que tiene hoy.--Carta 35, 1890.
Instrucción para los misioneros
Los que aspiran a ser misioneros deben escuchar instrucciones de parte de médicos competentes, que les enseñarán cómo cuidar a los enfermos sin utilizar drogas. Tales lecciones serán del más alto valor para los que saldrán a trabajar en países extranjeros. Y el uso de remedios sencillos salvará muchas vidas.--Manuscrito 83, 1908.
Luz del sol, ventilación y temperatura
Para proporcionar al paciente las condiciones más favorables para su restablecimiento, el cuarto que ocupe debe ser espacioso, claro y alegre, que pueda ventilarse cabalmente. El cuarto que en la casa reúna mejor estos requisitos es el que debe escogerse para el enfermo. Muchas casas no pueden proveer la debida ventilación, y resulta difícil conseguirla. Pero hay que arreglárselas de modo que el aire claro y puro fluya por la habitación de día y de noche.
En cuanto sea posible, hay que conservar en el cuarto del enfermo una temperatura uniforme. Hay que consultar el termómetro. Como los que cuidan al enfermo tienen muchas veces que velar o despertarse de noche para atender al paciente, están expuestos a sentir frío; por lo tanto, no son buenos jueces de una temperatura saludable.--El Ministerio de Curación, 168.
Los grandes recursos medicinales de la naturaleza
En los esfuerzos hechos para la restauración del enfermo a la salud, se deben usar las cosas hermosas de la creación de Dios. Contemplar las flores, tomar las frutas maduras de los árboles y escuchar los cantos felices de los pájaros tiene un efecto peculiarmente animador sobre el sistema nervioso. De la vida al aire libre, los hombres, las mujeres y los niños, obtendrán el deseo de ser puros y sin mancha. Por la influencia de las propiedades de los grandes recursos de la naturaleza, que estimulan, que revitalizan y que dan vida, las funciones del cuerpo se fortalecen, el intelecto se despierta, la imaginación se aviva y el espíritu se alegra. La mente se prepara para apreciar las maravillas de la Palabra de Dios.
¿Por qué los jóvenes y las señoritas que tratan de aprender a cuidar al enfermo, no habrían de tener la ventaja de los recursos estupendos de la naturaleza?...
Con la ayuda de Dios, haré el máximo por mostrar el poder vivificante de los rayos del sol y del aire fresco. ¡Cuánto mejor es para el enfermo estar al aire libre que dentro de cuatro paredes, aunque éstas puedan estar decoradas con muchos cuadros!--Carta 71, 1902.
El poder curativo de la vida al aire libre
Los alrededores de un sanatorio deben ser tan atractivos como sea posible. La vida al aire libre es un medio de obtener salud y felicidad. Mientras los enfermos contemplan el escenario maravilloso, al mirar el encanto de las flores, se aventurarán a dar unos pocos pasos fuera de sus cuartos para recoger algunas flores, preciosas mensajeras del amor de Dios para su familia afligida de aquí abajo. En el jardín y en la huerta, el enfermo encontrará salud, alegría y pensamientos felices...
¡Qué influencia tiene la vida al aire libre entre las flores y los árboles cargados de frutos sobre los que están enfermos tanto del cuerpo como del alma! Luego de permanecer por un corto tiempo en un sanatorio ubicado en medio de las bondades de la naturaleza, la esperanza empieza a desplazar al desespero. El corazón es subyugado por los objetos preciosos que hay en la naturaleza, los que el gran Artífice Maestro ha dado a la raza humana como ilustraciones en las cuales están delineados su bondad y su amor...
Animad a los pacientes a vivir en el exterior. Haced planes para mantenerlos al aire libre, donde se familiaricen con Dios mediante la naturaleza. Al hacer ejercicio al aire libre, empezará la restauración del cuerpo, la mente y el alma. La vida al aire libre, lejos de las ciudades congestionadas, es restauradora de la salud. El aire puro tiene en sí salud y vida. Al ser inhalado tiene un efecto vigorizador sobre todo el organismo...
Los que están relacionados con nuestros sanatorios deben hacer todo esfuerzo por alentar a los pacientes a vivir al aire libre, hasta donde les sea posible. La naturaleza es el gran médico que los sanará de todas sus dolencias, tanto espirituales como físicas. Todo lo que se pueda debe hacerse para dar a los que llegan a nuestros sanatorios buscando tratamiento, la oportunidad de vivir al aire libre hasta donde sea posible. Los pacientes deben tener las ventajas que proveen los alrededores naturales. La naturaleza es la gran restauradora del alma y del cuerpo.--Manuscrito 43, 1902.
Un elixir de vida
Cuando se establece un sanatorio en el campo, los enfermos pueden respirar el aire puro del cielo. Al caminar en medio de las flores y los árboles, el gozo y la alegría les llenan el corazón. Es como si Dios les sonriera, al contemplar las maravillosas cosas que él ha creado para alegrarles el corazón entristecido.
La vida al aire libre es buena para el cuerpo y la mente. Es la medicina de Dios para la restauración de la salud. El aire puro, el agua pura, la luz del sol y los alrededores placenteros son sus medios para restaurar al enfermo a la salud con los métodos naturales.
El hecho de que en el campo se puedan obtener todas estas ventajas es un incentivo poderoso para el establecimiento de un sanatorio allí. En el campo la institución puede estar rodeada de flores y árboles, de huertas y viñedos. El efecto de tal ambiente es como si fuera un elixir de vida.
Estar a la luz del sol o a la sombra de los árboles vale más que el oro o la plata para el enfermo. Y doquiera se ofrezca la oportunidad, que quienes los tienen a su cargo les enseñen lecciones acerca del amor de Dios extraídas de la naturaleza: de los árboles majestuosos, de la hierba que crece y de las flores magníficas. Todo capullo que se abre y toda flor que florece son expresiones del amor de Dios hacia sus hijos. Señaladles hacia arriba a Aquel cuya mano ha hecho las cosas preciosas de la naturaleza...
Vida solamente en Cristo
El fruto del árbol de la vida en el jardín el Edén poseía una virtud sobrenatural. Comer de él era vivir para siempre. Su fruto era el antídoto de la muerte. Sus hojas eran para sostener la vida y la inmortalidad. Pero a causa de la desobediencia del hombre, la muerte entró en el mundo. Adán comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, cuyo fruto se le había prohibido tocar. Esta era su prueba. Él fracasó, y su transgresión abrió de par en par las puertas de la desdicha sobre nuestro mundo.
El árbol de la vida era un tipo de la gran Fuente de inmortalidad. De Cristo está escrito: "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres". Él es la fuente de la vida. La obediencia a él es la esencia de la vida, el poder vivificante que regocija el alma. El hombre se descalificó a sí mismo para tener acceso al árbol de la vida a causa del pecado. Ahora la vida y la inmortalidad salen a la luz por medio de Jesucristo...
Los beneficios del ejercicio al aire libre
¿Por qué privar a los pacientes de la bendición restauradora de la salud que se halla en la vida al aire libre? Se me ha instruido que al alentar a los enfermos para que abandonen sus cuartos y pasen tiempo al aire libre, cuidando las flores o realizando cualquier otro deber liviano y placentero, su mente se desviará del yo hacia algo que provee salud. El ejercicio al aire libre debe recetarse como benéfico y como una necesidad para la vida. Cuanto más tiempo pasen los pacientes al aire libre, menos cuidado exigirán.
Cuanto más alegres sean sus alrededores, más esperanzados estarán. Rodeadlos de las cosas maravillosas de la naturaleza, colocadlos donde puedan ver crecer las flores y escuchar el canto de los pájaros, y su corazón prorrumpirá en un canto de armonía con el de las aves. Mantenedlos encerrados en cuartos, y aunque éstos estén amueblados elegantemente, se harán irritables y deprimidos. Otorgadles la bendición de la vida al aire libre, pues así se lelevará inconscientemente el alma, y en un amplio sentido, también conscientemente. El cuerpo y la mente recibirán alivio...
La salud y el gozo en el campo y el huerto
Nuestro Redentor trabaja constantemente para restaurar en el hombre la imagen moral de Dios. Y aunque toda la creación gime bajo la maldición, y el fruto y las flores no son nada en comparación con lo que serán en la tierra nueva, aún hoy el enfermo puede hallar salud, gozo y alegría en el campo y en el huerto. ¡Qué restaurador es esto! ¡Cuánto previene la enfermedad! Las hojas del árbol de la vida son para la sanidad de los hijos de Dios creyentes y arrepentidos, que aprovechan la bendición que se halla en el árbol, en la rama y en la flor, aunque la naturaleza esté estropeada por la maldición.--Manuscrito 41, 1902.
Despertad fe en el gran sanador
El poder tranquilizante de la verdad pura, visto, vivido y mantenido en toda su fuerza es de un valor que ninguna lengua puede expresar a la gente que sufre bajo la enfermedad. Mantened siempre delante del enfermo y del doliente la ternura de Cristo, y despertad su conciencia a confiar en su poder para aliviar el dolor, y guiadlos a la fe y la confianza en él, el gran Sanador, y habréis ganado un alma; a menudo, una vida.
Por lo tanto, la religión personal es esencial para todos los médicos en el cuarto del enfermo para tener éxito al dar un tratamiento sencillo, sin drogas. Dios desea que el médico y guardián de la salud y del cuerpo, reciba educación para que aprenda lecciones del Gran Maestro en cuanto a cómo obrar en Cristo y por medio de Cristo para salvar el alma de los enfermos. ¿Cómo puede algún médico que presta ayuda a la humanidad doliente, saber esto a menos que reciba a Jesucristo como su Salvador personal?
La religión debe hacerse prominente del modo más cariñoso, amable y compasivo. Ninguna de las personas con las cuales el enfermo se relaciona puede hacer tanto por él como un enfermero o un médico verdaderamente convertido. Las acciones de pureza y de refinamiento en las miradas y las palabras, y sobre todo las dulces palabras de oración, aunque sean pocas, pero sinceras, serán un ancla segura para los dolientes.--Carta 69, 1898.
Para estudio adicional
En el cuarto del enfermo: El Ministerio de Curación, 167-170.
El uso de los remedios racionales: El Ministerio de Curación, 179-184.
Principios higiénicos: El Ministerio de Curación, 219-239.
El aire puro y la luz solar: Consejos sobre la salud, 54-60.
Los beneficios de la vida al aire libre: Consejos sobre la salud, 159-180; El Ministerio de Curación, 33-37, 75, 76; Palabras de Vida del Gran Maestro, 13-15; Testimonios para la Iglesia 2, 464-466; Testimonies for the Church 3:135-138; Testimonios para la Iglesia 7:77-80, 85-87; Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 178, 179; El Ministerio de Curación, 201-205.
Los beneficios del ejercicio físico: Consejos sobre la salud, 51-53; Testimonios para la Iglesia 2:466-473; Consejos sobre la salud, 186-189; La Educación, 210-213; Consejos sobre la salud, 196, 197; Testimonies for the Church 3:78.
La limpieza: Consejos sobre la salud, 60-63; Consejos sobre la salud, 100-103; Testimonies for the Church 3:70-71.