Las faenas de Cristo en ciudades y pueblos
El Señor se dirige ahora a su pueblo diciendo: Obtened entrada a las ciudades, y proclamad la verdad con sencillez y fe. El Espíritu Santo obrará por medio de vuestros esfuerzos para impresionar los corazones. No introduzcáis doctrina extraña en vuestro mensaje, sino expresad las palabras sencillas del evangelio de Cristo, que tanto el joven como el adulto puedan comprender. De igual forma, tanto el inculto como el letrado necesitan comprender las verdades del mensaje del tercer ángel, que se deben enseñar con sencillez. Si queréis encontrar acceso a la gente y hacerlo en forma aceptable, humillad vuestro corazón delante de Dios y aprended sus caminos.
Al estudiar la Palabra de Dios obtendremos mucha instrucción para nuestra obra acerca de los métodos de trabajo de Cristo y su manera de relacionarse con la gente. En la historia del evangelio tenemos el registro de cómo trabajó él a favor de todas las clases; de cómo, al trabajar en las ciudades y en los pueblos, miles fueron atraídos a su lado para escuchar su enseñanza. Las palabras del Maestro fueron claras y definidas y expresadas con simpatía y ternura. Llevaban la seguridad de que contenían la verdad. La sencillez y la sinceridad con las cuales Cristo trabajó y habló atrajeron a él a mucha gente.
El Gran Maestro trazó planes para su labor. Estudiad estos planes. Lo hallamos viajando de lugar en lugar, seguido por multitudes ávidas de escucharlo. Cuando podía, los alejaba de las ciudades atestadas a la quietud del campo. Allí oraba con ellos, y les hablaba de las verdades eternas.
La simpatía que Cristo expresó siempre por las necesidades físicas de sus oyentes, obtuvo de parte de muchos de ellos una respuesta positiva hacia las verdades que él quería enseñar. ¿No fue el mensaje del evangelio lo de mayor importancia para aquel gran grupo de cinco mil personas que por horas lo habían seguido, escuchando sus palabras? Muchos nunca habían escuchado verdades como las expresadas en aquella ocasión. Sin embargo, el deseo de Cristo por enseñarles las verdades espirituales no lo hizo indiferente a sus necesidades físicas.--The Review and Herald, 18 de enero de 1912.
Evangelismo médico en las ciudades
Ahora es el tiempo oportuno para trabajar por las ciudades; pues debemos alcanzar a la gente allí. Como pueblo, hemos estado en peligro de centrar demasiados intereses importantes en un lugar. Esta actitud no es sabia ni revela buen criterio. Deben crearse intereses en las ciudades principales. Se deben fundar muchos centros pequeños en lugar de unos pocos centros grandes...
Que los misioneros trabajen de dos en dos en diferentes partes de todas nuestras grandes ciudades. Los obreros de cada ciudad debieran reunirse frecuentemente para consultarse y orar, de modo que puedan tener sabiduría y gracia para trabajar unidos en forma eficaz y armoniosa. Que todos estén alertas para sacar el máximo provecho. Nuestro pueblo debe vestir la armadura y establecer centros en todas las ciudades grandes. Las agencias de Satanás están activas en el campo, esforzándose por confundir las mentes de los hombres y llenarlas de vanas imaginaciones para que no se interesen en la verdad...
He tratado de despertar a nuestro pueblo para que cumplan la tarea que debe hacerse a favor de los sectores no trabajados del gran campo misionero; sin embargo, sólo pocos parecen responder a las apelaciones del Espíritu de Dios. No comprendemos hasta qué punto están trabajando estos elementos satánicos en las grandes ciudades. La obra de llevar el mensaje de la verdad presente delante de la gente se está haciendo más y más difícil. Es esencial que talentos nuevos y diversos se unan en una labor inteligente a favor de la gente. Si la carga de trabajar estas ciudades pesara sobre el corazón de nuestro pueblo como debiera, éste se dispondría a trabajar por las almas que perecen en el pecado, como no se ha hecho hasta ahora...
El mensaje que se me ordena dar a nuestro pueblo en este tiempo es: Trabajad las ciudades sin demora, porque el tiempo es corto. El Señor ha mantenido este trabajo delante de nosotros durante los últimos veinte años o más. Un poco se ha hecho en algunos lugares, pero mucho más debe hacerse aún. Llevo una carga día y noche porque se ha hecho tan poco para amonestar a los habitantes de nuestros grandes centros de población en cuanto a los juicios que caerán sobre los transgresores de la ley de Dios.--Carta 168, 1909.
Preparación de obreros
En toda ciudad grande debiera haber cuerpos de obreros organizados y bien disciplinados; no meramente uno o dos, sino veintenas, dispuestos a trabajar. Pero la pregunta que causa perplejidad aún no se ha respondido, y es cómo se sostendrán.
Se me ha mostrado que en nuestro esfuerzo por instruir a las gentes de las ciudades grandes, la obra no ha sido tan bien organizada ni los métodos de trabajo tan eficientes como los de otras iglesias que no tienen la gran luz que nosotros consideramos tan esencial. ¿Por qué es esto? Porque muchos de nuestros obreros han sido de los que les gusta predicar (y muchos que no estaban debidamente calificados para predicar emprendieron esta labor), y una gran parte del esfuerzo se ha centrado únicamente en la predicación.
Debe darse más importancia a la educación y preparación de misioneros con énfasis especial en la obra en las ciudades. Cada grupo de obreros necesita estar bajo la dirección de un líder competente, y siempre hay que mantener delante de ellos el deber de ser misioneros en el más alto sentido del término. Tal labor sistemática, conducida en forma adecuada, producirá resultados benditos.
Algo se ha hecho referente a esto, pero con mucha frecuencia el trabajo se ha debilitado y no se ha logrado establecer algo permanente. Hay necesidad ahora de una labor ferviente. Los jóvenes que salen como empleados de la Asociación General deben comprender que no sólo han de predicar sino ministrar; actuar como quienes sienten la solemne responsabilidad de buscar y salvar lo que se ha perdido.
No debiera ser el objetivo del obrero presentar una larga lista de sermones predicados, sino ¿qué ha hecho en la obra de salvar almas, o de preparar obreros? Esto requiere un trabajo sincero y dedicado de esfuerzo personal. Exige que los obreros estén con Dios a menudo en oración ferviente, y que busquen la sabiduría por medio de un escudriñamiento diligente de las Escrituras.--Carta 34, 1892.
Las dificultades aumentarán
La importancia de abrirnos paso en las grandes ciudades todavía está delante de nosotros. Por muchos años el Señor nos ha estado instando a que cumplamos este deber; sin embargo vemos que comparativamente poco se ha hecho en nuestros grandes centros de población. Si no nos dedicamos a este trabajo de una manera decidida, Satanás multiplicará las dificultades que no serán fáciles de vencer. Estamos muy atrasados en cumplir la obra que debió haberse hecho en estas ciudades descuidadas por largo tiempo. La obra será ahora más difícil de lo que habría sido hace unos pocos años. Pero si emprendemos la labor en nombre del Señor, se derrumbarán las barreras y muchas victorias decisivas serán nuestras.
Para esta obra, se necesitan los médicos y los ministros del evangelio. Debemos presentar nuestras peticiones al Señor y hacer lo mejor, avanzando con toda la energía posible para establecer un comienzo en las grandes ciudades. Si en el pasado hubiéramos trabajado de acuerdo con los métodos del Señor, muchas luces que se están apagando seguirán brillando con fuerza.--Carta 148, 1909.
No es tiempo de establecer colonias
Hoy no es tiempo de establecer colonias. De ciudad en ciudad la obra debe hacerse en forma rápida. La luz que está debajo del almud debe colocarse sobre un candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa.
Miles de personas de nuestras ciudades están en tinieblas, y Satanás se alegra por la demora, pues nuestro retraso le da oportunidad de trabajar en estos campos con hombres de influencia para adelantar sus planes. ¿Podemos depender ahora de nuestros hombres que están en posiciones de responsabilidad para que hagan su parte en forma humilde y noble? Que los atalayas despierten. Que nadie continúe indiferente frente a la situación. Debe haber un completo despertar entre los hermanos y hermanas de todas nuestras iglesias.
Por años se me ha presentado la obra en las ciudades, y se ha exhortado a nuestro pueblo a actuar en ellas. Se han dado instrucciones para abrir nuevos campos. A veces se han suscitado celos por el temor de que alguien que deseara entrar a nuevos campos recibiera recursos de la gente, que los temerosos suponían se necesitaban para otra obra. Algunos en posiciones de responsabilidad han sentido que nada debió hacerse sin su conocimiento y aprobación personal. De esta forma, en ciertas ocasiones se ha retrasado y obstaculizado a obreros eficientes, como también se han hecho pesadas y lentas las ruedas del carruaje del progreso para que no entrara a nuevos campos.
En toda ciudad grande debiera existir una resistente fuerza de obreros que trabaje con decisión para amonestar a la gente. Si esto se hubiera propuesto y hecho en humildad y fe, Cristo habría salido delante de los obreros y se habría revelado la salvación de Dios.
Que se organicen ahora en forma rápida grupos que salgan de dos en dos y trabajen con el Espíritu de Cristo, siguiendo sus planes. Aunque algunos Judas puedan introducirse en las filas de los obreros, el Señor cuidará de la obra. Sus ángeles irán por delante y prepararán el camino. Antes de este tiempo, toda ciudad grande debió haber escuchado el mensaje probatorio y miles debieron haber sido confrontados con el conocimiento de la verdad. Despertad a las iglesias, sacad la luz de debajo del almud.
Nuestro retraso es la oportunidad de Satanás
¿Dónde están los hombres que trabajarán, estudiarán y agonizarán en oración como Cristo lo hizo? No debemos limitar nuestros esfuerzos a unos pocos lugares. "Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra". Dejad que Cristo haga los planes que se van a seguir. Él siempre estuvo atento a las oportunidades para tomar parte en la obra personal, siempre listo a interesarse y a atraer a los hombres al estudio de las Escrituras. Él trabajó pacientemente a favor de los seres humanos que no tenían un conocimiento inteligente de lo que es la verdad. Mientras no estemos conscientes de la situación, y mientras consumamos demasiado tiempo en planear cómo alcanzar a las almas que perecen, Satanás seguirá planeando y obstaculizando el camino.
En vista de las muchas ciudades descuidadas de un extremo al otro de los Estados Unidos, estoy libre para decir que se ha dedicado demasiado esfuerzo a la atención de unas pocas plantas en ciudades favorecidas. Que un desembolso tan grande de tiempo y recursos como el que se ha hecho en _____ no se haga también en otros lugares; pues se utilizará como una evidencia de que en realidad no creemos que el fin de todas las cosas está a las puertas. Satanás sabe cómo sacar partido de toda inconsecuencia e influirá sobre quienes nos señalen diciendo: "Ellos no creen las cosas que enseñan".--Manuscrito 21, 1910.
Una misión en cada ciudad
En toda ciudad debiera existir una misión, que fuera una escuela de preparación para obreros. Muchos de nuestros hermanos pueden ser condenados a la vista de Dios porque no han hecho la misma obra que Dios quería que hicieran. Si nuestros hermanos utilizaran la habilidad que Dios les ha dado para amonestar a las ciudades, los ángeles de Dios con certeza irían delante de ellos para hacer la impresión en el corazón de la gente por la cual trabajan. El Señor tiene muchos miles que nunca han doblado la rodilla ante Baal. Que nuestros médicos y ministros no fracasen ni se desanimen.--Carta 56, 1910.
Un movimiento poderoso
No hay cambio en los mensajes que Dios ha enviado en el pasado. La obra en las ciudades es la obra esencial para este tiempo. Cuando se trabajen las ciudades como Dios desea, el resultado será la puesta en operación de un poderoso movimiento cual nunca se ha visto. Dios llama a hombres abnegados y convertidos a la verdad para que dejen brillar su verdad en rayos claros y definidos...
Como pueblo, no estamos siquiera medio despiertos al sentido de nuestras necesidades y a los tiempos en los cuales vivimos. Despertad a los atalayas. Nuestra primera obra debiera ser escudriñar nuestro corazón y convertirnos de nuevo. No tenemos tiempo que perder en asuntos sin importancia.--Carta 46, 1910.
La cooperación
En este esfuerzo a favor de las ciudades, necesitamos grandemente la cooperación de toda clase de obreros. Especialmente necesitamos la ayuda que los médicos pueden prestar como evangelistas. Si los ministros y los médicos planean unirse para alcanzar a los de corazón honesto en nuestras ciudades, los médicos, tanto como los ministros, se colocarán en un terreno ventajoso. Al trabajar con humildad, Dios abrirá el camino delante de ellos, y muchos recibirán el conocimiento salvador de la verdad.--Manuscrito 9, 1910.
Avanzad
Los principios de la reforma pro salud se deben promulgar como una parte de la obra en estas ciudades. La voz del mensaje del tercer ángel debe escucharse con poder. Que las enseñanzas de la reforma pro salud se introduzcan en todo esfuerzo hecho para colocar la luz de la verdad ante la gente. Que se seleccione a obreros calificados para enseñar la verdad en forma prudente, clara y sencilla. No esperemos para empezar este trabajo hasta que esté claro. La fe dice avanzad. Cristo dice: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Seguid, paso a paso, sin apartaros del espíritu de santificación por medio de la verdad y obediencia a la verdad que la presencia del Espíritu de Dios os dará.--Manuscrito 1, 1910.
Una parábola de lo que debiera ser
Cuando el doctor Paulson me mostró la ubicación que se había obtenido para la obra del sanatorio en Hinsdale, me sentía completamente satisfecha; este lugar respondía a las instrucciones que se me habían dado referente a los lugares que nuestro pueblo debía obtener para la obra de los sanatorios fuera de las grandes ciudades. El tiempo mostrará que las propiedades como ésta podrán utilizarse con mayores ventajas que los edificios de Chicago; pues la impiedad de Chicago es como la impiedad de Sodoma y Gomorra. También se me presentó que había otros lugares cerca de Chicago, pero lejos de la ciudad, que el Señor desea que su pueblo adquiera. Hay almas que deben ser alcanzadas. El mensaje debe proclamarse. Esta es la luz que se me ha dado.
Se me ha dado una representación de la predicación clara y poderosa de la Palabra de verdad en muchos lugares donde nunca se la ha escuchado hasta ahora. El Señor desea que se amoneste a la gente, pues una gran obra se hará en corto tiempo. He escuchado la Palabra de Dios proclamada en muchos lugares fuera de la ciudad de Chicago. Había muchas voces que pregonaban la verdad con gran poder. Lo que anunciaban no eran teorías imaginarias sino el mensaje de amonestación. Mientras la sólida verdad de la Biblia procedía de labios de hombres que no tenían teorías fantasiosas o ciencia engañosa para presentar, había otros que trabajaban con todo su poder para introducir falsas teorías en relación a Dios y a Cristo. Y se hicieron milagros para engañar, si fuese posible, a los mismos elegidos.
Escuché el mensaje proclamado con poder por hombres que no habían sido educados en _____. Entre los que estaban empeñados en la obra había jóvenes sacados de detrás del arado y de los campos y enviados a predicar la verdad como es en Jesús. Una fe incuestionable en el Señor Dios de los cielos se impartió a los que fueron llamados y elegidos. "Todo esto--dijo mi Instructor--es una parábola de lo que debiera ser, y de lo que será".
Puestos rurales de avanzada
Por ahora, algunos se verán obligados a trabajar en Chicago; pero ellos debieran estar preparando centros de trabajo en distritos rurales, desde los cuales trabajar la ciudad. El Señor desea que su pueblo busque estos lugares y los asegure en forma humilde y barata como centros para su acción. Y de vez en cuando, les ofrecerán lugares más grandes, que podrán adquirir a un precio sorprendentemente bajo.--Manuscrito 33, 1906.
Sanatorios y restaurantes saludables
Dios ha declarado que los sanatorios y los restaurantes saludables deben establecerse con el propósito de dar a conocer al mundo su ley. El cierre de nuestros restaurantes en el día del sábado debe ser testimonio de que hay un pueblo que no menosprecia el santo día de reposo de Dios por las ganancias mundanales o por agradar a la gente. Estos restaurantes deben establecerse en nuestras ciudades para dar a conocer la verdad a muchos que están hundidos en los negocios y placeres de este mundo. Muchos de ellos son cristianos profesos, "amadores de los deleites más que de Dios". Éstos deben saber que hay un pueblo que teme a Dios y que guarda sus mandamientos. Se les debe enseñar cómo elegir y preparar alimentos sencillos que estén mejor adaptados para nutrir el cuerpo y preservar la salud.--Manuscrito 115, 1903.
Peligro de no dar en el blanco
Al establecer restaurantes existe el peligro de perder de vista la obra que la mayoría necesita hacer. Hay peligro en que los obreros pierdan de vista la obra de la ganancia de almas al administrar la parte comercial de la empresa. Se corre el riesgo de que en la parte comercial de la obra se ahogue la parte espiritual.
Algún bien se está logrando por medio de la obra de los restaurantes. La gente está siendo educada para que dejen la carne y otros artículos dañinos en su alimentación. ¿Pero quiénes están siendo alimentados con el pan de vida? ¿Se está cumpliendo el propósito de Dios en esta obra si no hay conversiones? Es tiempo de detenernos, no sea que gastemos nuestras energías en el establecimiento de una obra que hace muy poco en la preparación de un pueblo para la venida del Señor.
El único objetivo al establecer restaurantes era disipar prejuicios de hombres y mujeres, y ganarlos para la verdad. Si se hiciera el mismo esfuerzo para distribuir nuestras publicaciones y hacer obra evangelística, produciría mucho más en favor de la salvación de las almas.
Debe hacerse obra personal
Nuestros obreros de los restaurantes no están haciendo la obra personal que debieran realizar para colocar la verdad ante los que vienen a comer a estos lugares. Y en cierto modo en la mente de los obreros se están haciendo impresiones que no son favorables para un crecimiento en la gracia.
La comida misma no santificará a las almas de los que sirven. ¿Se están cumpliendo estas palabras?: "Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre... de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído... Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor... en todo lugar".
Esta es la obra que Dios ha delineado ante nosotros. ¿Está hecha? ¿Están empleados en nuestros restaurantes obreros que tengan suficiente fortaleza espiritual para soportar las tentaciones que encuentran en las ciudades?
Que se muestre más el deseo de recibir al Espíritu Santo como instructor, y menos el deseo de llevar a cabo con sabiduría humana una obra que implica tanto.
Nuestros jóvenes y señoritas deben ser puestos a trabajar donde se utilicen sus capacidades para obtener los mejores resultados. Deben colocarse donde puedan adelantar la obra del Señor para la salvación de las almas. No debe dejárselos en un trabajo donde estén perdiendo terreno continuamente, un trabajo que no trae almas al conocimiento de la verdad.
La utilidad decidida por los resultados
No es el gran número de comidas servidas lo que glorifica a Dios. ¿De qué valen, si ni siquiera un alma se convierte para alegrar el corazón de los obreros?
Se ha hecho la pregunta: ¿Cuánto ha significado todo el trabajo hecho? ¿Ha tenido éste una influencia santificadora y elevadora de la mente de los obreros, o ha sido el medio de colocarlos frente a tentaciones que han destruido su paz y su esperanza?
Que nuestros ministros y médicos razonen de causa a efecto. A menos que nuestra obra de los restaurantes rinda los resultados espirituales favorables, dejemos que el mundo se sirva sus propias mesas y que el pueblo del Señor emprenda una obra en la cual sus talentos sean atesorados en el banco del cielo.
Ha llegado el tiempo para que el pueblo del Señor se asegure de que se está dedicando a una obra que produzca tanto como lo que consume. Los que se han unido con la iglesia deben situarse donde su poder espiritual no disminuya, sino que aumente. No deben colocarse donde no tendrán oportunidad para crecer en la gracia.--Manuscrito 84, 1903.
Un sanatorio cerca de Nueva York
Necesitamos un sanatorio y una escuela en la vecindad de la ciudad de Nueva York, y mientras más demoremos en fundarlos, más difícil será.
Estaría bien adquirir un lugar fuera de la ciudad donde se pueda establecer el hogar de los obreros de la misión. Es de gran importancia que tengan las ventajas del agua pura, libre de toda contaminación. Por esta razón, a menudo está bien considerar las ventajas de una ubicación entre las colinas. Debe haber algo de tierra donde se puedan sembrar frutas y verduras para el beneficio de los obreros. Que haya una misión en un lugar tan saludable como sea posible, y que con ella esté conectado un pequeño sanatorio. También debe obtenerse un lugar en la ciudad, donde se puedan administrar tratamientos sencillos.
Tal hogar sería un lugar de reposo bienvenido para nuestros obreros, donde pudieran separarse del bullicio y la confusión de la ciudad. El ejercicio requerido para ascender colinas será de gran beneficio para nuestros ministros, médicos y otros obreros que corren el peligro de no hacer suficiente ejercicio.
Que hogares similares se obtengan cerca de varias ciudades, y que se hagan esfuerzos sinceros y decididos por parte de hombres capaces, para que en estas ciudades se dé el mensaje de amonestación que debe ir a todo el mundo. Sólo hemos tocado, por así decir, unas pocas ciudades.
Que se elijan hombres de juicio, no para publicar sus intenciones, sino para buscar tales propiedades en los distritos rurales, con acceso fácil a las ciudades, aptas para el establecimiento de pequeñas escuelas de formación profesional de obreros, y donde también haya instalaciones para tratar a enfermos y almas enfermas y cansadas que no conocen la verdad. Buscad tales lugares justo fuera de las ciudades, donde también se puedan adquirir edificios apropiados, como donaciones de sus propietarios, o comprados a un precio razonable con las ofrendas de nuestro pueblo. No erijáis edificios en las ciudades ruidosas.
La adquisición de edificios
En toda ciudad donde se proclama la verdad, deben fundarse iglesias. En algunas ciudades grandes debe haber iglesias en varias partes de la ciudad. En ciertos lugares se ofrecerán salones de reunión a un precio razonable, los cuales pueden comprarse ventajosamente. En otros sitios importantes se ofrecerán a la venta propiedades especialmente aptas para la obra de los sanatorios. Las ventajas de éstas se deben considerar cuidadosamente.
A fin de adquirir algunos de estos lugares para nuestra obra, será necesario economizar los recursos, sin hacer desembolsos extravagantes en uno solo. La misma sencillez de los edificios que utilicemos será una lección que armonice con las verdades que tenemos que presentar. Para la obra de nuestros sanatorios debemos conseguir edificios cuya apariencia y presentación sean una demostración de los principios de la salud.
Ubicación de los obreros
Será una gran ventaja tener nuestros edificios en localidades retiradas de las ciudades tanto como sea posible. La salubridad de los contornos debe considerarse en todo lo que vale. Deben elegirse puntos un tanto alejados de las ciudades ruidosas. Los que trabajan en las grandes ciudades necesitan ventajas especiales, para que no se les pida que sacrifiquen la vida o la salud en forma innecesaria.
Escribo estas cosas porque se me ha mostrado la importancia de que nuestros obreros eviten en lo posible cualquier cosa que ponga en peligro su salud. Necesitamos ejercer el mejor juicio en estos asuntos. A los hombres y mujeres débiles o ya de edad, no se los debe enviar a trabajar en ciudades insalubres y atestadas. Que trabajen donde no sacrifiquen innecesariamente la vida. A nuestros hermanos que llevan la verdad a las ciudades no se les debe obligar a poner en peligro su salud en el ruido, el bullicio y la confusión, si se pueden obtener lugares retirados [para que vivan].
Los que están empeñados en la obra difícil y exigente de las ciudades deben recibir el mayor aliento posible. Que no estén sujetos a críticas injustas de parte de sus hermanos. Debemos atender a los obreros del Señor que están llevando la luz de la verdad a los que están en las tinieblas del error. Se nos ha presentado una alta norma.
Todo ministro del evangelio debe ser amigo de los pobres, los afligidos y los oprimidos entre los creyentes del pueblo de Dios. Cristo siempre fue amigo de los pobres, y los intereses del pobre se deben proteger sagradamente. Muy a menudo ha habido una impresionante escasez de la compasión y el interés misericordioso de Cristo hacia los pobres y los afligidos. El amor, el amor sagrado y refinado, debe ejercerse en favor de los pobres y desafortunados.--Carta 168, 1909.
Hay que redimir el tiempo
Los terribles desastres que están sacudiendo las grandes ciudades deben despertarnos a la actividad intensa de dar el mensaje de amonestación al pueblo en estos congestionados centros de población mientras aún tenemos oportunidad. El tiempo más favorable para la presentación de nuestro mensaje en las ciudades ya ha pasado. El pecado y la iniquidad aumentan rápidamente; y ahora tendremos que redimir el tiempo trabajando en forma más fervorosa.--Carta 148, 1906.
Buscad hogares rurales
A los padres que viven en las ciudades el Señor les envía una clamorosa advertencia: Reunid a vuestros hijos en vuestras propias casas, separadlos de los que menosprecian los mandamientos de Dios, que enseñan y practican el mal. Salid de las ciudades tan pronto como sea posible.
Los padres pueden adquirir casas pequeñas en el campo con tierra para el cultivo, donde puedan tener huertos y sembrar verduras y cultivar árboles frutales para que estos productos naturales tomen el lugar de la alimentación a base de carne, que es tan corruptora de la sangre. En tales lugares los jóvenes no estarán rodeados de las influencias seductoras de la vida cotidiana. Dios ayudará a su pueblo a hallar tales lugares fuera de las ciudades.--Manuscrito 133, 1902.
Ubicación rural para las instituciones
Hasta donde sea posible, nuestras instituciones debieran estar lejos de las ciudades. Debemos tener obreros para estas instituciones, y si están en la ciudad, eso significa que las familias de nuestro pueblo deben estar cerca de ellas. Pero no es la voluntad de Dios que su pueblo se establezca en las ciudades, donde hay tumulto y confusión constantes. Los hijos de ellos deben quedar libres de esto, pues todo el organismo se desmoraliza por el afán, la prisa y el ruido.
El Señor desea que su pueblo se traslade al campo, donde puedan conseguir tierra y cultivar sus propios frutos y verduras, y donde sus hijos puedan estar en contacto directo con las obras de Dios en la naturaleza. Llevad vuestras familias lejos de las ciudades, es mi mensaje.--Carta 182, 1902.
Obra en favor de los desechados
En la última parte de 1899 se despertó un gran interés a favor de la clase pobre y desechada; una gran obra debe emprenderse para levantar al caído y al degradado. Esta obra es buena en sí misma. Siempre debemos tener el espíritu de Cristo, y hacer la misma clase de trabajo que él llevó a cabo por la humanidad doliente. El Señor tiene una obra que hacer en favor de los desechados. No hay duda de que ése es el deber de algunos: trabajar entre ellos y tratar de salvar las almas que están pereciendo. Esto tendrá su lugar en conexión con la proclamación del mensaje del tercer ángel y la recepción de la verdad bíblica. Pero hay peligro de recargar a todos con esta clase de trabajo debido a la intensidad con que se lleva a cabo. Hay peligro de inducir a ciertos hombres a concentrar sus energías en este trabajo cuando Dios los ha llamado a otro.
El gran asunto de nuestro deber hacia la humanidad es serio, y se necesita mucho de la gracia de Dios para decidir cómo obrar a fin de alcanzar el mayor bien. No todos son llamados a empezar su trabajo entre las clases más pobres. Dios no requiere que sus obreros obtengan su educación profesional para que se dediquen exclusivamente a estas clases.
La obra de Dios se manifiesta en una forma que establecerá confianza en que la obra fue ordenada por él y que los principios correctos son el fundamento de toda acción. Pero he tenido instrucción de parte de Dios de que hay peligro de planear para los desechados en una forma que guíe a movimientos espasmódicos y emocionales. Éstos no producirán resultados realmente benéficos. Se animará a ciertas personas a hacer una clase de trabajo que traerá el mínimo resultado en fortalecer todas las partes de la obra por una acción armoniosa.
La invitación del evangelio debe darse a los ricos y a los pobres, a los de las clases altas y a los de las clases bajas, y debemos idear medios para llevar la verdad a nuevos lugares y a toda clase de personas. El Señor nos ordena: "Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa". Él dice: "Empezad en los caminos, trabajadlos enteramente; preparad a un grupo que en unión con vosotros pueda salir a hacer la misma labor que Cristo hizo al buscar y salvar a los perdidos".
Cristo predicó el evangelio a los pobres, pero no circunscribió sus labores a esta clase. Él trabajó por todos los que querían escuchar su palabra: no sólo por el publicano y el desechado, sino por el rico y el letrado fariseo, el noble judío, el centurión y el gobernante romano. Esta es la clase de obra que siempre se me ha mostrado que debe hacerse. No debemos esforzarnos por trabajar sólo por las clases pobres, y hacer de ese trabajo un todo. Hay otros a quienes debemos traer al Maestro, almas que necesitan la verdad, que llevan responsabilidades y que trabajarán con toda su habilidad santificada tanto en sitios elevados como en lugares humildes.
La obra en favor de las clases pobres no tiene límite. Nunca se terminará, y se la debe tratar como una parte del gran todo. Dar nuestra primera atención a esta obra, mientras vastas porciones de la viña del Señor están abiertas al cultivo y aún permanecen sin recibir el mensaje, es empezar en el lugar equivocado. Lo que el brazo derecho es al cuerpo, la obra médica misionera es al mensaje del tercer ángel. Pero el brazo derecho no debe convertirse en todo el cuerpo. La obra de buscar a los desechados es importante, pero no debe convertirse en el centro de nuestra misión.--Manuscrito 3, 1899.
Salvaguardad a la juventud
Debe tenerse gran cuidado al trabajar por los desechados. Ni los jóvenes ni las señoritas deben ser enviados a los barrios bajos de nuestras ciudades. Se debe apartar del mal los ojos y los oídos de los jóvenes de ambos grupos. Hay mucha obra que los jóvenes pueden hacer en favor del Maestro. Si ellos contemplan al Señor y oran y hacen de Dios su confianza, serán preparados para hacer diversas clases de excelente labor bajo la supervisión de obreros de experiencia.--Manuscrito 33, 1901.
Dificultades vencidas
En visiones de la noche se me mostraron las dificultades que hay que enfrentar en la obra de amonestar a las gentes de las ciudades; pero a pesar de las dificultades y desalientos, deben hacerse esfuerzos para predicar la verdad a todas las clases...
El Señor desea que su pueblo despierte y haga la labor que se le ha asignado. La responsabilidad de amonestar al mundo reposa no sólo sobre los ministros. Los miembros laicos de la iglesia deben compartir la obra de salvar almas. Mediante visitas misioneras y una distribución acertada de nuestras publicaciones, se alcanzará a muchos que nunca han sido amonestados. Que se organicen grupos para buscar las almas. Que los miembros de la iglesia visiten a sus vecinos y abran ante ellos las Escrituras. Algunos pueden ser colocados a trabajar en los vallados; de esta forma, con una sabia planificación, se puede predicar la verdad en todos los distritos.
Con perseverancia en esta labor, aumentará la aptitud para ella, y muchos verán el fruto de sus trabajos en la salvación de las almas. Estos convertidos a su vez, enseñarán a otros. Así la semilla se sembrará en muchos lugares y la verdad se proclamará a todos.--The Review and Herald, 25 de enero de 1912.
Para estudio adicional
La obra médica misionera en las ciudades: Consejos sobre la salud, 550-554; Testimonios para la Iglesia 7:109-113.
La obra en las ciudades: Testimonios para la Iglesia 7:36-38.
La obra en el gran Nueva York: Testimonios para la Iglesia 7:39-41; Testimonios para la Iglesia 9:111-122.
Una obra especial en los centros de viaje: Consejos sobre la salud, 500, 501.
Los sanatorios como puestos de avanzada de las ciudades: Consejos sobre la salud, 555-558.
Las iglesias en la ciudad deben dirigir salones de tratamiento: Consejos sobre la salud, 466; Testimonies for the Church 6:113.
Las misiones en la ciudad: Consejos sobre la salud, 440-442; Testimonios para la Iglesia 9:91-92.
Un trabajo de rescate que a menudo es superficial e insatisfactorio: Testimonies for the Church 8:184, 185.
La obra de la alimentación saludable y de los restaurantes: Consejos sobre la salud, 470-496; Testimonios para la Iglesia 7:56-59, 61, 114-118, 119-124, 126-127, 130, 134.