Al escribir, tengo un profundo sentimiento de gratitud por el amoroso cuidado de nuestro Salvador hacia todos nosotros. Cuando leo la Palabra de Dios y me arrodillo para orar, estoy tan impresionada por la bondad y misericordia de Dios que no puedo elevar mi petición sin llorar. Mi corazón se humilla y quebranta cuando pienso en la bondad y amor de mi Padre celestial. Tengo hambre y sed por tener más y siempre más de Jesús en esta vida. Cristo fue crucificado por mí, ¿y me quejaré si soy crucificada con Cristo?...
No sabemos qué está delante de nosotros, y nuestra única seguridad reside en caminar con Cristo, nuestra mano entre las suyas, nuestro corazón lleno de perfecta confianza. ¿Acaso no ha dicho él: "¿O forzará alguien mi fortaleza? [En inglés dice: 'Aférrese de mi fortaleza'] Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo"? Mantengámonos cerca del Salvador. Caminemos humildemente con él henchidos de su mansedumbre. Ocúltese nuestro yo con Cristo en Dios...
El adorno externo
Los que acarician y lisonjean el yo, fomentando el orgullo y la vanidad, dando al vestido y la apariencia el tiempo y la atención que debieran darse a la obra del Maestro, están sufriendo una pérdida terrible. Muchos que están vestidos con bellas prendas externas no saben nada del adorno interior que es de gran precio a la vista de Dios. Su fina vestimenta cubre un corazón que es pecaminoso y enfermo, lleno de vanidad y orgullo. No saben lo que significa buscar "las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios". Colosenses 3:1.
Anhelo ser henchida, día tras día, con el Espíritu de Cristo. El tesoro de su gracia es de más valor para mí que el oro, la plata o costosos atavíos. Nunca sentí como ahora tan ferviente anhelo de justicia.
Cuando mis hermanas capten una vislumbre de lo que Cristo ha sufrido por ellas, para que pudieran llegar a ser hijas adoptivas de Dios, no anhelarán más satisfacerse con orgullo mundano y egoísmo. No serán más ególatras. Dios será el objeto de su cuidado supremo.
Me duele el corazón cuando se me muestra que hay muchas que han hecho del yo su ídolo. Cristo ha pagado el precio de la redención por ellas. A él pertenece el servicio de todas las facultades de ellas. Pero su corazón está lleno de egoísmo y del deseo de ataviarse. No prestan atención a las palabras: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame". Mateo 8:34. La complacencia propia oculta a Cristo de la vista de ellas. No sienten el deseo de caminar delante de Dios con mansedumbre y humildad. No acuden a Jesús. No oran para que puedan ser transformadas a la semejanza de él. Sus casos están representados por el hombre que fue al banquete del rey ataviado con vestidos comunes. Había rehusado hacer los preparativos requeridos por el rey. Desdeñó vestirse con los atavíos provistos para él a gran costo. Ante la demanda del rey, "¿cómo entraste aquí sin estar vestido de boda?" (Mateo 22:12), no pudo contestar nada. Quedó mudo, pues se sentía condenado por sí mismo.
Muchos que profesan ser cristianos lo son sólo de nombre. No están convertidos. Hacen resaltar el yo. No se sientan a los pies de Jesús como lo hizo María, para aprender de él. No están preparados para la venida de Cristo.
Una gran sorpresa
Durante un sueño, me vi en compañía de gente cuyo corazón estaba lleno de vanidad y engreimiento. Cristo estaba oculto de sus ojos. De pronto se oyeron con énfasis vigoroso y claro las palabras: "Jesús viene para llevar a los que en esta tierra lo han amado y servido, para que estén con él en su reino para siempre". Muchos de los de ese grupo fueron a su encuentro con costosas vestimentas. Continuaron mirando sus vestidos. Pero cuando vieron a Cristo en su gloria y comprendieron que su estimación recíproca se había medido grandemente por la apariencia externa, comprendieron que estaban sin el manto de la justicia de Cristo y que había sangre de otras almas sobre sus atavíos.
Fueron dejados cuando Cristo tomó a sus elegidos, pues no estaban preparados. Habían dado al yo el primer lugar en su vida, y cuando vino el Salvador, no estaban preparados para encontrarse con él.
Me desperté con el cuadro grabado en mi mente del rostro de ellos señalado por la agonía. No puedo borrar esa impresión. Quisiera poder describir la escena que se me presentó. Oh, cuán triste fue el chasco de los que no habían aprendido por experiencia el significado de las palabras: "Habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios". Colosenses 3:3.
Hay muchos que profesan ser cristianos que no tienen un conocimiento experimental de Cristo. ¡Oh, cómo me duele el corazón por esas pobres y engañadas almas que no están preparadas! Cuando estoy delante de las congregaciones y veo a los que tienen suficiencia propia y justicia propia, y sé que no están preparándose para hacer una obra aceptable para Cristo y para encontrarse con él en paz, quedo tan abrumada que no puedo dormir. Me pregunto: ¿Qué puedo decir a esas almas que las despierte a la comprensión de su verdadera condición? El yo es el tema que absorbe todo en su vida. Anhelo revelar a Cristo tan claramente que lleguen a contemplarlo a él, y dejen de centralizar su atención en el yo...
Entre los que serán amargamente chasqueados en el día del cómputo final, estarán los que han sido externamente religiosos, y que aparentemente han vivido vidas cristianas. Pero el yo está entretejido en todo lo que hacen. Se enorgullecen de su moralidad, su influencia, su habilidad para ocupar puestos más elevados que los de otros [y] su conocimiento de la verdad, pues creen que esos atributos les ganarán la alabanza de Cristo. "Señor--suplican--, delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste". Lucas 13:26. "¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Mateo 7:22.
Pero Cristo dice: "Nunca os conocí; apartaos de mí". "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos". Mateo 7:21.
No hay discusión. El tiempo para eso ha pasado. Se ha pronunciado la sentencia irrevocable. Quedan excluidos del cielo por su propia ineptitud para la camaradería celestial. Lea Mateo 7:24-27.--Carta 91, 1904.
Mediante el plan de redención, Dios ha provisto medios para vencer cada rasgo pecaminoso y resistir cada tentación, no importa cuán poderosa sea.--The Review and Herald, 22 de diciembre de 1885.
Si el pueblo de Dios tuviera el amor de Cristo en el corazón; si cada miembro de iglesia estuviera debidamente imbuido con el espíritu de abnegación; si todos manifestaran verdadero fervor, no habría falta de fondos para las misiones locales y extranjeras. Nuestros recursos se multiplicarían, miles de puertas de utilidad se abrirían y estaríamos invitados para entrar. Si el propósito de Dios hubiese sido llevado a cabo por su pueblo dando el mensaje de misericordia al mundo, Cristo habría venido a la tierra y los santos ya habrían recibido su bienvenida en la ciudad de Dios.--(Australasian) Union Conference Record, 15 de octubre de 1898.