Mensajes Selectos Tomo 1

Capítulo 11

¿Cuánto valemos?

El Señor desea que cada uno de nosotros sea muy ferviente. No podemos permitirnos cometer un error en asuntos espirituales. Delante de nosotros está la pregunta de vida y muerte: "¿Qué haré para ser salvo, eternamente salvo?" "¿Qué haré para que herede la vida eterna, una vida que se mide con la vida de Dios?" Esta es una pregunta que conviene que considere cuidadosamente cada uno de nosotros...

Mientras vivamos en este mundo, hemos de ser la mano ayudadora de Dios. Pablo declaró: "Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios". 1 Corintios 3:9. Hemos de cooperar con Dios en cada acción que él desee realizar. ¿Estamos cumpliendo el propósito del Dios eterno? ¿Estamos procurando diariamente tener la mente de Cristo y hacer su voluntad en palabras y hechos?

¡En qué condición está la familia humana hoy! ¿Habéis visto jamás antes un tiempo tal de confusión, de violencia, de asesinatos, robos y toda suerte de crímenes? ¿Dónde estamos individualmente en este tiempo?

En el capítulo 58 de Isaías hemos leído de los que ayunan "para contiendas y debates" "y para herir con el puño inicuamente", y hemos aprendido que Dios no aceptará tal ayuno. "No ayunéis como hoy--declara Dios--para que vuestra voz sea oída en lo alto". Isaías 58:4.

"¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová?

"¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión [en lugar de atarlas], y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?" Isaías 58:5-7.

La recompensa

"Entonces [después de que hagas estas obras de misericordia y ayuda] nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto: e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia". Isaías 58:8.

Hemos de poner en práctica los preceptos de la ley y así tener justicia delante de nosotros. La retaguardia será la gloria de Dios. La luz de la justicia de Cristo será nuestra vanguardia y la gloria del Señor será nuestra retaguardia. Agradezcamos al Señor por esta seguridad. Estemos constantemente en condiciones tales como para que el Señor Dios del cielo pueda favorecernos. Consideremos que nuestro elevado privilegio es estar en comunión con Dios: ser su mano ayudadora.

En el gran plan de Dios para la redención de una raza caída, él se ha colocado a sí mismo en la necesidad de usar instrumentos humanos como su mano ayudadora. Debe tener una mano ayudadora para llegar hasta la humanidad. Debe tener la cooperación de los que serán activos, prontos para ver las oportunidades, prontos para discernir lo que debe ser hecho para sus prójimos.

Cristo dio su vida por los hombres y mujeres pecaminosos. Deseaba rescatar a la raza humana de una vida de transgresión a una vida de obediencia y justicia; y a los que lo aceptan como a su Redentor les ofrece la más rica recompensa que puede conferir el cielo: la herencia de la vida eterna...

¡Ojalá pudiéramos comprender más plenamente el precio infinito que ha sido pagado por nuestra redención! Pablo declara: "Habéis sido comprados por precio" (1 Corintios 6:20), y es cierto, pues el precio pagado es nada menos que la vida del unigénito Hijo de Dios. Consideremos todos esto. Podemos rehusar las invitaciones que nos envía Cristo; podemos descuidar su ofrecimiento de perdón y paz; pero permanece el hecho de que cada uno de nosotros ha sido comprado con un precio, con la preciosa sangre del Hijo de Dios. Por lo tanto, "considerad a aquel". Hebreos 12:3.

Habéis costado mucho. "Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios". 1 Corintios 6:20. Pertenece a Dios lo que quizá consideréis como vuestro. Cuidad la propiedad de Dios. El os ha comprado a un precio infinito. Es suya vuestra mente. ¿Qué derecho tiene una persona de abusar de un cuerpo que no le pertenece, sino que es del Señor Jesucristo? ¿Qué satisfacción puede experimentar alguien en disminuir gradualmente las facultades del cuerpo y de la mente debido a la complacencia egoísta en cualquier forma?

Dios ha dado un cerebro a cada ser humano. Desea que sea usado para su gloria. Mediante él, el hombre queda capacitado para cooperar con Dios en los esfuerzos para salvar a los prójimos que perecen. No tenemos demasiado poder mental ni demasiada facultad para razonar. Hemos de educar y desarrollar cada facultad mental y física, el mecanismo humano que ha comprado Cristo, a fin de que podamos usarlo de la mejor manera posible. Hemos de hacer todo lo que podamos para fortalecer esas facultades, pues Dios se agrada de que cada vez lleguemos a ser colaboradores más y más eficientes con él.

Se dice de los que hacen fielmente su parte: "Somos colaboradores de Dios". 1 Corintios 3:9. Desprovisto de la ayuda divina, el hombre puede hacer muy poco. Pero el Padre celestial y su Hijo están listos para trabajar mediante cualquiera que se consagra a sí mismo plenamente sobre el altar del servicio. Cada alma que está a mi alrededor puede cooperar con Dios y trabajar aceptablemente para él. El Señor desea que todos nos alistemos. A cada uno ha dado una obra señalada de acuerdo con sus diversas capacidades...

Experiencia personal

A la edad de 17 años, cuando todos mis amigos pensaron que yo había quedado permanentemente inválida debido a un grave accidente que había sufrido en mi niñez, un visitante celestial vino y me habló diciendo: "Tengo un mensaje para que des". "¡Cómo!--pensé--, ciertamente debe haber un gran error". Otra vez se pronunciaron las palabras: "Tengo un mensaje para que des. Escribe y manda a la gente lo que te doy". Hasta ese tiempo, mi mano temblorosa no había podido escribir una línea. Contesté: "No puedo hacerlo. No puedo hacerlo". "¡Escribe! ¡escribe! fueron las palabras pronunciadas otra vez. Tomé pluma y papel, y comencé a escribir, y cuánto he escrito desde entonces, es imposible calcularlo. El vigor, el poder, eran de Dios.

Desde aquel tiempo, los libros que he escrito han sido publicados en muchísimos idiomas y han ido a todas las partes de la tierra. Hace poco, recibí la noticia de que un ejemplar de uno de mis libros había sido amablemente recibido por la reina [emperatriz] de Alemania, y que ella había escrito una carta favorable para expresar su aprecio por ese libro. Toda la honra sea para el Señor.

Por nosotros mismos no podemos hacer nada bueno. Pero tenemos el privilegio de colocarnos en la debida relación con Dios y determinar que, mediante su ayuda, haremos nuestra parte en esta obra para mejorarla. Se revelará la gloria de Dios en la vida de los que humildemente, pero sin vacilaciones, llevan a cabo esta resolución. Sé esto por experiencia. No he tenido poder propio. He comprendido que debo hacer depender de Jesucristo mi alma desvalida, y como resultado de hacer esto, de orar y de creer, ha ido delante de mí la salvación de Dios y ha seguido la gloria del Señor.

Os digo lo que sé para vuestro ánimo y consuelo. Armonicemos nuestra vida con Dios. ¿Qué satisfacción se ha de hallar en conformarse con las costumbres de este mundo? Tenéis una obra mejor que hacer. Modelad el carácter. Usad cada facultad, cada nervio, cada músculo, cada pensamiento, cada acción para la gloria de Dios. Entonces veréis, como no habéis visto nunca antes, la salvación de Dios que os precede.

No tengo nada de qué quejarme. El Señor nunca me ha chasqueado. Dejé a mi esposo en la tumba hace 22 años, y varios años más tarde, cuando se tomó la decisión de que más misioneros debían ir a Australia para unirse con los pocos que habían sido enviados, fuimos allí para fortalecer las manos de nuestros hermanos y para establecer la obra correctamente en ese nuevo centro. Allí hicimos mucha obra de avanzada.

Ayuda en el establecimiento de un colegio

Vimos la gran necesidad de un colegio en el que las señoritas y los jóvenes promisorios pudieran prepararse para el servicio del Maestro, y fuimos hasta las mismas selvas de Nueva Gales del Sur, compramos mil quinientos acres de terreno [unas 600 hectáreas] y allí establecimos un colegio alejado de las ciudades...

Hace tres años, volví a Norteamérica. Otros fueron enviados a Australia para ocupar nuestro lugar. La obra ha continuado creciendo; la prosperidad ha acompañado todos los esfuerzos. Ojalá pudierais leer las cartas que nos llegan. Sin duda habréis oído de la terrible sequía que ha causado hambre en tantos lugares de Australia durante los últimos dos años. Han perecido centenares de miles de ovejas, vacas y caballos. El sufrimiento y la pérdida financiera han sido grandes en todas las colonias y especialmente en Queensland.

Pero el lugar que elegimos para nuestro colegio ha recibido suficiente lluvia para tener buenos pastos y abundante cosecha. En realidad, en las asambleas legislativas y en los diarios de las grandes ciudades ha sido señalado como "el único lugar verde en toda Nueva Gales del Sur".

¿No es esto notable? ¿No ha bendecido el Señor? Por uno de los informes recibidos, sabemos que el último año se han cosechado más de tres mil kilos de miel, de la mejor calidad, en el terreno del colegio. Se han obtenido grandes cantidades de verduras y la venta del excedente ha sido una fuente de considerable ingreso para el colegio. Todo esto nos anima mucho, pues adquirimos la tierra inculta y ayudamos para que llegara a ser fructífera. Al Señor damos toda la honra.

En todo país y en toda comunidad, hay muchas oportunidades para un servicio útil. Aun en estos valles donde ahora vivimos, hay familias que necesitan ayuda en asuntos espirituales. Buscadlas y usad vuestro talento y capacidades para ayudarlas. En primer lugar, entregaos al Maestro; entonces él trabajará con vosotros. A cada uno ha dado su obra.

¿Se está enriqueciendo la Hna. White?

A veces se ha dicho que estoy tratando de enriquecerme. Algunos nos han escrito preguntando: "¿No es acaso la Sra. de White millonaria?" Estoy contenta porque puedo decir: "No". No poseo en este mundo ningún lugar que esté libre de deudas. ¿Por qué? Porque veo tanta obra misionera que hacer. En tales circunstancias, ¿podría yo acumular dinero? No, ciertamente. Recibo derechos de autora de la venta de mis libros, pero casi todo se gasta en obra misionera.

El gerente de una de nuestras editoriales en un país lejano, al oír hace poco que yo necesitaba dinero, me envió un giro de quinientos dólares, y en la carta que acompañaba el dinero dijo que en compensación por los miles y miles de dólares en derechos de autor que yo había devuelto a su campo misionero para la traducción y circulación de nuevos libros y para las nuevas empresas misioneras, ellos consideraban que el enviarme quinientos dólares era una pequeña prenda de su aprecio. Me enviaron eso por su deseo de ayudarme en un momento de necesidad especial. Pero hasta ahora he dado, para el sostén de la causa del Señor en países extranjeros, todos los derechos de autora que provienen de la venta de mis libros en idioma extranjero en Europa, y tengo el propósito de devolver estos quinientos dólares tan pronto como pueda liberarme de deudas.

Para la gloria de Dios os diré que, hace unos cuatro años, él me capacitó para terminar de escribir un libro en cuanto a las parábolas de Jesús, y entonces Dios puso en mi corazón dar ese libro para la promoción de nuestra obra educativa denominacional.

En aquel tiempo, algunos de nuestros colegios mayores estaban muy endeudados, pero mediante los esfuerzos de nuestros hermanos para vender este libro y para dedicar toda la utilidad a liquidar esas deudas, ya se han reunido más de doscientos mil dólares para pagar esas deudas y todavía prosigue la buena obra. El éxito de este plan ha sido un motivo de gran satisfacción para mí. Estoy ahora terminando otro libro para que se use en forma parecida para otros propósitos.

Pero para mí lo más animador no es la utilidad financiera. Me complazco en el pensamiento de que la circulación de estos libros está trayendo muchas almas a la verdad. Este pensamiento ciertamente alegra mi corazón. No tengo tiempo para detenerme a lamentar. Prosigo con mi obra y constantemente escribo, escribo, escribo. Generalmente estoy levantada escribiendo temprano por la mañana, cuando los demás están durmiendo.

Aun la aflicción no me ha obligado a dejar de escribir. No hace mucho, después de haber ido a Australia, caí enferma. Debido a la humedad de las casas, sufrí un ataque de reumatismo inflamatorio que me postró durante once meses. A veces sufría intensamente. Podía dormir en una posición sólo durante unas dos horas y entonces tenía que ser cambiada de postura. Mi colchón de goma inflado me daba muy poco alivio, y pasé por períodos de gran sufrimiento.

Pero no cesé en mi obra a pesar de eso. Mi brazo derecho estaba libre de dolor desde el codo hasta la yema de los dedos. No podía mover voluntariamente el resto del brazo, todo el brazo izquierdo y ambos hombros. Prepararon un cabestrillo, y pude escribir con su ayuda. Durante esos once meses, escribí dos mil quinientas páginas de tamaño de carta, para enviarlas al otro lado del Pacífico para su publicación en Norteamérica.

Me siento muy agradecida al Señor porque nunca me chasquea, porque me da fuerza y gracia. Cuando estuve al lado de mi esposo moribundo, coloqué mi mano entre las suyas y dije: "¿Me conoces, esposo?" Asintió con la cabeza. Dije: "Durante todos los años, te he permitido llevar la responsabilidad financiera y tomar la iniciativa en nuevas empresas. Ahora te prometo que yo misma iré adelante--y añadí--: Si comprendes lo que digo, aprieta mi mano un poco más". Así lo hizo, pues no podía hablar.

Después de que mi esposo fue colocado en la tumba, sus amigos pensaron colocar una columna quebrada como monumento funerario. "¡Nunca!--dije--, ¡nunca! Ha hecho sin ayuda la obra de tres hombres. ¡Nunca se pondrá sobre su tumba un recordativo quebrado!"...

Dios me ha ayudado. Hoy glorifico su nombre en la presencia de su pueblo. Pasé casi diez años en Australia. Se ha hecho allí una obra maravillosa, pero podría haberse realizado más de dos veces tanto, si hubiéramos tenido los hombres y los medios que debiéramos haber tenido. Sin embargo, agradecemos a Dios por su presencia sustentadora, y por lo que ahora podemos ver en aquel campo como resultado de los esfuerzos hechos.--Manuscrito 8, 1904.

Actividad ferviente e incansable

Debieran celebrarse congresos en nuestras grandes ciudades. Y si los oradores son cuidadosos en todo lo que dicen, se llegará a los corazones cuando la verdad sea proclamada con el poder del Espíritu. El amor de Cristo, recibido en el corazón, desterrará el amor al error. El amor y la benevolencia manifestados en la vida de Cristo han de verse en la vida de los que trabajan para él. La actividad ferviente e incansable que caracterizó la vida de Cristo ha de caracterizar nuestras vidas. El carácter del cristiano ha de ser una reproducción del carácter de Cristo.

No olvidemos que no somos nuestros, que hemos sido comprados por precio. Nuestras facultades han de ser consideradas como un depósito sagrado para ser usado para la gloria de Dios y el bien de nuestros prójimos. Somos una parte de la cruz de Cristo. Con fidelidad ferviente e incansable debemos procurar salvar a los perdidos.--Manuscrito 6, 1902.