Los ángeles están admirados de que los hombres consideren tan liviana e indiferentemente las verdades vitales que tanto significan para el pecador y que continúen sometidos voluntariamente al cautiverio de Satanás y del pecado, cuando tanto ha sufrido la divina persona del Hijo de Dios. Ojalá cultivemos los hábitos de meditación, de abnegación y de autosacrificio de la vida de Cristo hasta que comprendamos profundamente el maligno carácter del pecado y lo aborrezcamos en toda su vileza.
Muévase la mente a gratitud porque mediante Cristo Jesús, el Padre es fiel para cumplir la promesa de perdonar todos los pecados. Su misericordia y su amor son para siempre una seguridad cuando contemplamos a Cristo levantado en la cruz del Calvario. ¿No despertaremos individualmente a la comprensión de que, hasta donde tengamos capacidad para entender la verdad, Jehová Dios nos ama y perdona si creemos en Jesús y lo amamos?
¡Oh qué verdad gloriosa! Dios está esperando para perdonar a todos los que se le acercan arrepentidos. Predicad esto. Exaltad a Cristo en lo alto para que la gente pueda contemplarlo...
Los judíos veían en las ofrendas de sacrificios el símbolo de Cristo, cuya sangre fue derramada por la salvación del mundo. Todas esas ofrendas eran para simbolizar a Cristo y para remachar la gran verdad en su corazón de que únicamente la sangre de Jesucristo limpia de todo pecado, y sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados. Algunos se preguntan por qué Dios deseaba tantos sacrificios y estableció la ofrenda de tantas víctimas sangrantes en el sistema judío.
Cada víctima que moría era un símbolo de Cristo, cuya lección era impresa en la mente y el corazón de la solemnísima y sacratísima ceremonia, y era explicada claramente por los sacerdotes. Los sacrificios fueron explícitamente diseñados por Dios mismo para enseñar esta grande e importante verdad, que sólo mediante la sangre de Cristo hay perdón de los pecados.
Con frecuencia se repite esta grande verdad salvadora a oídos de los creyentes e incrédulos y, sin embargo, los ángeles contemplan con admiración la indiferencia de los hombres para quienes tanto significan estas verdades. Cuán poco se pone en evidencia que la iglesia siente la fuerza del admirable plan de redención. Cuán pocos convierten en una viviente realidad esta verdad: que sólo por medio de la fe en la purificadora sangre de Jesucristo hay perdón de los pecados que se adhieren a los seres humanos como la inmunda lepra.
¡Qué profundidades de pensamiento debieran despertarse en cada mente! Cristo no necesitó sufrir para hacer expiación por sí mismo. El suyo fue un sufrimiento cuya profundidad estuvo en proporción con la dignidad de su persona y su intachable y excelso carácter.--Carta 43, 1892.
Arrepentimiento espasmódico
"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono". Apocalipsis 3:20, 21.
Quizá algunos digan: ¿Por qué se hace resonar este mensaje tan constantemente en nuestros oídos? Porque no os arrepentís plenamente. No vivís en Cristo ni Cristo mora en vosotros. Cuando un ídolo es expulsado del alma, Satanás tiene otro preparado para ocupar su lugar. A menos que os consagréis enteramente a Cristo y viváis en comunión con él, a menos que lo hagáis vuestro Consejero, hallaréis que vuestro corazón, abierto a los malos pensamientos, fácilmente se desvía del servicio de Dios al servicio del yo.
A veces quizá deseéis arrepentiros. Pero a menos que os reforméis decididamente y pongáis en práctica las verdades que habéis aprendido, a menos que tengáis una fe activa que obre, una fe que aumente constantemente en vigor, vuestro arrepentimiento será como el rocío matutino. No dará alivio permanente al alma. Un arrepentimiento originado por el ejercicio espasmódico de los sentimientos es un arrepentimiento del que debemos arrepentirnos, pues es engañoso. Un ejercicio violento de los sentimientos, que no produce en vosotros frutos apacibles de justicia, os deja en una condición peor que antes.
Cada día el tentador os seguirá las pisadas con alguna engañosa y plausible excusa para vuestro egoísmo, vuestra complacencia propia, y reincidiréis en vuestras viejas prácticas descuidando la obra de servir a Dios, por la cual ganaríais esperanza, consuelo y seguridad.
Dios demanda un servicio voluntario: un servicio inspirado por el amor a Jesús en el corazón. Dios nunca está satisfecho con un servicio a medias y egoísta. Requiere todo el corazón, los afectos indivisos, una fe completa y confianza en su poder para salvar del pecado...
Dios honrará y sostendrá a toda alma leal y ferviente que está procurando caminar ante él en la perfección de la gracia de Cristo. El Señor Jesús nunca abandonará ni dejará a un alma humilde y temblorosa. ¿Creeremos que el Señor obrará en nuestro corazón? ¿Que si le permitimos que lo haga, nos hará puros y santos por su rica gracia que nos capacita para ser colaboradores juntamente con él? Con percepción aguda y santificada, ¿podemos apreciar la fuerza de las promesas de Dios y nos apropiamos de ellas individualmente, no porque seamos dignos sino porque Cristo es digno, no porque seamos justos, sino porque con fe viviente demandamos para nosotros la justicia de Cristo?--Manuscrito 125, 1901.