En Battle Creek, en los primeros días
ASISTÍ a la reunión en la Iglesia de Battle Creek. Aproximadamente durante una hora hablé con libertad a los hermanos acerca de que la caída de Adán trajo desgracia y muerte, y que Cristo trajo a la luz la vida y la inmortalidad mediante su humillación y muerte. Sentí que debía instar a la gente en cuanto a la necesidad de una entera consagración a Dios: la santificación del ser entero, alma, cuerpo y espíritu. Hablé de la muerte de Moisés y la visión que tuvo de la tierra prometida de Canaán. Hubo profundidad de sentimiento en la congregación... En la reunión esa noche, llamé al frente a los que tenían un deseo de ser cristianos. Se adelantaron trece. Todos dieron testimonio para el Señor. Fue una buena obra.--Diario, 12 de enero de 1868.
Obra ferviente en Tittabawassee, Míchigan
Se celebraron reuniones todo el día. Mi esposo habló en la mañana; el Hno. Andrews en la tarde. Seguí con observaciones bastante largas, suplicando a los que se habían interesado por las reuniones que comenzaran a servir a Dios desde ese día. Llamamos al frente a los que deseaban comenzar en el servicio del Señor. Vino adelante un buen número. Hablé varias veces, suplicando a las almas que rompieran las ataduras de Satanás y comenzaran entonces. Una madre fue a su hijo y lloró y le suplicó. Parecía duro, terco e inflexible. Entonces me levanté, me dirigí al Hno. D y le rogué que no se interpusiera en el camino de sus hijos. El se sobresaltó, luego se levantó, habló y dijo que comenzaría desde ese día. Con corazón alegre, todos oyeron esto. El Hno. D es un hombre de gran valor.
Entonces se levantó el esposo de la Hna. E, testificó que quería ser cristiano. Es un hombre de influencia: abogado. Su hija estaba inquieta en el asiento. El Hno. D añadió entonces sus súplicas a las nuestras. La Hna. D también [suplicó] a sus hijos. Suplicamos y al fin prevalecimos. Todos pasaron adelante. Los padres y todos los hijos y otros padres siguieron su ejemplo. Fue un día de alegría. La Hna. E dijo que era el día más feliz de su vida.--Diario, 19 de febrero de 1868.
Una buena respuesta en Battle Creek
Hablé en la tarde acerca de 2 Pedro. Hablé con libertad. Después de hablar una hora, invité que se adelantaran los que querían ser cristianos. Pasaron adelante entre 30 y 40, tranquilamente, sin excitación, y ocuparon los asientos delanteros. Les hablé de hacer una entrega completa a Dios. Pasamos unos momentos orando por los que se habían adelantado. Tuvimos unos preciosos momentos en oración. Pedimos que los que querían ser bautizados, lo manifestaran levantándose. Se levantó un buen número.--Diario, 9 de junio de 1873.
Una respuesta después de alguna vacilación
Hablé en la tarde [en Stanley, Virginia] de. Juan 17:3. El Señor me dio abundantemente de su Espíritu Santo. El local estaba lleno. Pedí que pasaran adelante los que querían buscar al Señor más fervientemente y también los que querían entregarse al Señor como un sacrificio pleno. Por un tiempo, nadie se movió, pero después muchos pasaron adelante y dieron testimonios de confesión. Pasamos preciosos momentos en oración y todos se sintieron quebrantados, llorando y confesando sus pecados. ¡Ojalá todos pudieran entender!--Diario, 9 de noviembre de 1890.
Cuando ella comenzó su obra en Suiza
Fueron preciosos el sábado y el domingo. El Señor [me] bendijo especialmente al hablar el domingo de tarde. Al terminar el discurso, se presentó una invitación a todos los que deseaban ser cristianos, y que pasaran adelante todos los que sentían que no tenían una relación viviente con Dios, para que pudiéramos unir nuestras oraciones con las de ellos en procura del perdón de los pecados y de la gracia para resistir la tentación.
Esto fue una nueva experiencia para muchos, pero no vacilaron. Pareció que toda la congregación se puso de pie y lo mejor que pudieron hacer fue sentarse y buscar todos juntos al Señor. Aquí estaba una congregación entera manifestando su determinación de apartarse del pecado y ocuparse más fervientemente en la obra de buscar a Dios. Después de la oración, se dieron 115 testimonios. Muchos de ellos demostraron una genuina experiencia en las cosas de Dios (Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh-day Adventists [Bocetos históricos de las misiones extranjeras de los adventistas del séptimo día], pp. 173).
En Cristianía [Oslo], Noruega
Pasamos dos semanas en Cristianía y trabajamos fervientemente por la iglesia. El Espíritu de Dios me movió a dar un testimonio muy claro. Especialmente durante la última reunión, les presenté la necesidad de un cambio completo en el carácter si querían ser hijos de Dios... Los insté a que comprendieran la necesidad de un arrepentimiento profundo, la confesión y el abandono de los pecados que habían ahuyentado al dulce espíritu de Cristo de la iglesia. Llamamos entonces para que pasaran al frente los que querían colocarse decididamente del lado del Señor. Muchos respondieron. Se hicieron algunas buenas confesiones y se presentaron fervientes testimonios.--The Review and Herald, 19 de octubre de 1886.
La determinación indicada poniéndose de pie
Se invitó a ponerse de pie [en Basilea, Suiza] a todos los que de allí en adelante deseaban hacer más fervientes esfuerzos para alcanzar una norma más elevada. Todos se pusieron de pie. Esperamos que esto ahora tendrá el efecto de ganarlos para Dios y para las reflexiones celestiales, y que harán esfuerzos fervientes para ser todo lo que Dios les ha dado la facultad de ser: soldados fieles y verdaderamente consagrados a la cruz de Cristo.--Diario, 22 de noviembre de 1885.
Apóstatas recuperados en Basilea
En la tarde del sábado, nos congregamos para una reunión especial. La bendición del Señor descansó sobre mí, y otra vez me dirigí a los presentes durante un corto tiempo. Cada asiento estaba ocupado y se habían traído sillas adicionales. Todos escucharon con profundo interés.
Invité para que pasaran adelante todos los que deseaban las oraciones de los siervos de Dios. Procuré diligentemente que aprovecharan la oportunidad todos los que habían sido apóstatas y querían volver al Señor. Se llenaron rápidamente varios asientos y toda la congregación se puso en movimiento. Les dijimos que lo mejor era que quedaran en sus asientos y que buscaríamos juntos al Señor confesando nuestros pecados, y que el Señor ha prometido: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". 1 Juan 1:9.
Uno tras otro, se dieron rápidamente muchos testimonios que expresaban profundos sentimientos, lo que mostraba que los corazones eran tocados por el Espíritu de Dios. Nuestras reuniones continuaron desde las dos de la tarde hasta las cinco, y entonces tuvimos que terminar con varias oraciones fervientes.--Diario, 20 de febrero de 1887.
Un caso notable en Australia
El sábado 25 de mayo [1895], celebramos una preciosa reunión en el local donde se reunían nuestros hermanos en North Fitzroy. Varios días antes de la reunión, yo sabía que se esperaba que yo hablara en la iglesia el sábado, pero desgraciadamente sufría de un fuerte resfriado y estaba muy ronca. Me sentí inclinada a excusarme de ese compromiso, pero como era mi única oportunidad, dije: "Me presentaré delante de los hermanos, y creo que el Señor contestará mis fervientes oraciones y quitará mi ronquera, de modo que pueda dar el mensaje". Expuse ante mi Padre celestial la promesa: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá... Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?" Lucas 11:9-13...
La promesa de Dios es segura. Yo había pedido, y creía que podría hablar a la gente. Elegí un pasaje de las Escrituras, pero cuando me levanté para hablar, me fue quitado de la mente y me sentí impresionada a hablar del primer capítulo de segunda de Pedro. El Señor me dio fluidez especial para presentar el valor de la gracia de Dios... Con la ayuda del Espíritu Santo, pude hablar con claridad y poder.
Al terminar mi discurso, me sentí impresionada por el Espíritu de Dios a extender una invitación a que pasaran al frente todos los que deseaban entregarse plenamente al Señor. Los que sentían la necesidad de las oraciones de los siervos de Dios fueron invitados a manifestarlo. Pasaron al frente unos treinta. Entre ellos estaban las esposas de los Hnos. F, que por primera vez manifestaron su deseo de acercarse a Dios. Mi corazón estuvo lleno de una gratitud inexpresable por la decisión tomada por esas dos mujeres.
Entonces pude ver por qué me había sentido tan fervientemente impulsada a presentar esa invitación. Había vacilado al principio, preguntándome si era lo mejor proceder así puesto que, hasta donde yo pudiera ver, mi hijo y yo éramos los únicos que podían ser de ayuda en aquella ocasión. Pero, como si alguien me hubiera hablado, pasó el pensamiento por mi mente: "¿No puedes confiar en el Señor?" Dije: "Lo haré, Señor". Aunque mi hijo quedó muy sorprendido de que yo hiciera una invitación tal en esa ocasión, se puso a tono con la emergencia. Nunca le oí hablar con mayor poder o sentimiento más profundo que en aquella oportunidad. Pidió la cooperación de los hermanos Faulkhead y Salisbury para que pasaran al frente, y nos arrodillamos en oración. Mi hijo dirigió en oración, y seguramente el Señor le dictó su petición, pues parecía orar como si hubiera estado en la presencia de Dios. Los hermanos Faulkhead y Salisbury también presentaron fervorosas peticiones y entonces el Señor me dio voz para orar. Me acordé de las hermanas F, que por primera vez se decidían públicamente por la verdad. El Espíritu Santo estuvo en la reunión, y muchos fueron conmovidos por su influencia profunda.
Al terminar la reunión, muchos se afanaron por llegar hasta la plataforma y, tomándome de la mano, me pedían con lágrimas en los ojos que orara por ellos. Les contesté cordialmente que así lo haría. Las hermanas F me fueron presentadas y descubrí que sus corazones eran muy tiernos... La madre de una de las hermanas, que ahora se ha decidido por la verdad, fue una enconada opositora y amenazó a su hija con no permitirle entrar en el hogar si se convertía en observadora del sábado, pues la madre la consideraría como una desgracia para la familia. La Sra. F había declarado con frecuencia que nunca se uniría con los adventistas del séptimo día. Había sido criada en la Iglesia Presbiteriana, y se le había enseñado que era muy impropio que las mujeres hablaran en una reunión, y que estaba más allá de toda noción de decoro el que predicara una mujer. A ella le gustaba escuchar a los pastores Daniells y Corliss, y pensaba que eran oradores muy inteligentes, pero no quería escuchar la predicación de una mujer. Su esposo había orado al Señor para que arreglara las cosas de tal manera que pudiera convertirse mediante el ministerio de la Hna. White. Cuando presenté la exhortación e insté a que pasaran al frente los que sentían su necesidad de acercarse más a Dios, esas hermanas pasaron al frente para sorpresa de todos. La hermana que había perdido a su hijito dijo que estaba determinada a no pasar adelante, pero que el Espíritu del Señor la impresionó tan fuertemente que no se atrevió a rehusar... Me siento tan agradecida a mi Padre celestial por su bondad amante que atrajo a esas dos preciosas almas para que se unieran con sus esposos en la obediencia de la verdad.--The Review and Herald, 30 de julio de 1895.
Los visitantes no adventistas responden en la iglesia de Ashfield
Invité a que se pusieran de pie todos los que querían entregarse a Dios en un pacto sagrado para servirle de todo corazón. El local estaba lleno y casi todos se levantaron. Había presente un buen número que no pertenecían a nuestra fe y se levantaron algunos de ellos. Los presenté al Señor con ferviente oración y sabemos que contamos con la manifestación del Espíritu de Dios. Sentimos que realmente se había ganado una victoria.--Manuscrito 30a, 1896.
Un llamado especial en el colegio de Battle Creek
Hasta ahora he hablado a los ayudantes, a la clase de enfermeras y a los médicos cinco veces durante la semana de oración, y estoy segura de que mis discursos son apreciados. He hablado dos veces en el colegio. El jueves pasado, el Prof. Prescott quiso que fuera allí. Fui, oré y hablé en la gran capilla, llena de estudiantes. Tuve mucha fluidez para hablar y presentar ante ellos la bondad y misericordia de Dios, la gran condescendencia y sacrificio de Jesucristo y la recompensa celestial comprada para nosotros, la victoria final, y cuán grande privilegio es ser cristiano.
El Prof. Prescott se levantó y trató de hablar, pero su corazón estaba henchido y no pronunció una palabra durante cinco minutos, sino que estuvo de pie llorando ante los hermanos. Entonces dijo unas pocas palabras: "Estoy contento de ser cristiano". Habló durante unos cinco minutos y entonces dio a todos la oportunidad de hablar. Se dieron muchos testimonios, pero me pareció que debía alcanzarse a algunos a quienes hasta entonces no habíamos conseguido alcanzar. Invitamos a que pasaran al frente todos los que sentían que no estaban preparados para la venida de Cristo y no tenían una evidencia de haber sido aceptados por Dios. Me dio la impresión de que todo el local estaba en movimiento. Dimos entonces oportunidad a que todos expresaran sus sentimientos, pasamos poco después unos cortos momentos en oración y la bendición del Señor pareció alcanzar los corazones.
Entonces nos separamos en divisiones y continuamos la obra durante dos horas más y el Espíritu del Señor se hizo presente en la reunión en una forma notable. Algunos que no tenían noción de una fe religiosa, incrédulos mundanos, han ganado una experiencia genuina en la vida religiosa. Y la obra se profundiza más y más. El Señor obra y obrará tan rápidamente como le preparemos el camino para que pueda revelar con seguridad su poder en nuestro favor.--Carta 75, 1888.
Llamados a pasar adelante en San Francisco
El viernes 21 de diciembre [1900] fui a San Francisco donde había de pasar la semana de oración. Hablé allí a la iglesia el sábado por la tarde, aunque estaba tan débil que tenía que aferrarme al púlpito con ambas manos para sostenerme. Le pedí al Señor que me diera fuerza para hablar a los hermanos. Escuchó mi oración y me fortaleció. Tuve gran fluidez para hablar de. Apocalipsis 2:1-5.
Fui profundamente poseída por el Espíritu de Dios y los presentes se impresionaron hondamente debido al mensaje presentado. Después de que hube terminado de hablar, se invitó a que pasaran al frente todos los que deseaban entregarse al Señor. Respondió un gran número y se oró por ellos. Varios de los que se adelantaron son personas que recientemente han oído el mensaje adventista y están en el valle de la decisión. Dios fortalezca la buena impresión que recibieron, y se entreguen completamente a él. ¡Oh, cómo anhelo ver a esas almas convertidas y oírlas cantar un nuevo himno de alabanza a Dios!
El domingo por la tarde hablé a una gran congregación en la que había muchos que no son de nuestra fe. Mis fuerzas fueron renovadas y pude hablar sin aferrarme al pupitre para estar delante de los hermanos. La bendición del Señor descansó sobre mí y recibí un vigor aumentado mientras hablaba. Al igual que el sábado, fueron invitados a pasar adelante los que buscaban ayuda espiritual, y estuvimos contentos de ver la pronta respuesta. El Señor se nos acercó mucho mientras lo buscamos en oración.--The Review and Herald, 19 de febrero de 1901.
Una obra similar en cada iglesia
Visité San Francisco el sábado 10 de noviembre y hablé a una iglesia llena de gente que tenía oídos para oír y corazones para entender... Después de que hube terminado de hablar, el pastor Corliss invitó a pasar al frente a todos los que deseaban entregarse a Jesús. Hubo una pronta y feliz respuesta, y se me dijo que cerca de doscientas personas pasaron al frente. Hombres y mujeres, jóvenes y niños se esforzaron por ocupar los asientos delanteros. Al Señor le agradaría que se hiciera una obra similar en cada iglesia.
Muchos no pudieron adelantarse porque el local estaba muy atestado; sin embargo los rostros animados y los ojos llenos de lágrimas testificaban de la determinación: "Estaré del lado del Señor. De aquí en adelante, procuraré fervientemente alcanzar una norma más alta".--The Review and Herald, 12 de febrero de 1901.
Respuesta en el congreso de la Asociación General de 1909
Mis hermanos y hermanas, buscad al Señor mientras puede ser hallado. Viene un período cuando los que han malgastado su tiempo y oportunidades desearán haber buscado a Dios... El quiere que os mantengáis de parte de la razón y del trabajo. Quiere que vayáis a nuestras iglesias para trabajar fervientemente para él. Quiere que organicéis reuniones para los que no pertenecen a la iglesia, a fin de que conozcan las verdades de este último mensaje de amonestación. Hay lugares donde seréis recibidos con alegría, donde las almas os agradecerán por ir en su ayuda. El Señor os ayude a ocuparos de esa obra como nunca lo habéis hecho antes. ¿Haréis esto? ¿Os pondréis de pie aquí y testificaréis de que haréis de Dios vuestra confianza y vuestro ayudador? [La congregación se levanta.]
[Orando] Te agradezco, Señor Dios de Israel. Acepta esta promesa de estos tus hijos. Pon tu Espíritu sobre ellos. Sea vista tu gloria en ellos. Veamos la salvación de Dios mientras hablen la palabra de verdad. Amén (General Conference Bulletin [Boletín de la Asociación General], 18 de mayo de 1909).