Estimado Hno. K., Tenía la esperanza de verlo, conversar con Ud. o escribirle, pero no he podido cumplir nada de eso, ni ahora lo puedo. Sin embargo, siento un profundo interés en Ud. y estoy deseosa de que no sea separado de la obra. No tengo vigor corno para hacer justicia en una conversación con Ud. Su mente es tan rápida y su lengua tan ágil, que temo que me cansaría mucho y que lo que yo dijera no quedara claro en su mente.
Veo su peligro: Ud. puede transformar rápidamente sus pensamientos en palabras. Ud. exagera las cosas y no cuida su lenguaje. Expresa sus opiniones sobre algunos puntos de tal manera que hace que sus hermanos le tengan temor. Esto no debe ser así. Ud. no debe tratar de alejarse tanto de sus hermanos, que parezca que Ud. no tiene la misma opinión que ellos.
Se me ha mostrado que la influencia suya para el bien queda muy disminuida porque Ud. piensa que es su deber expresar ciertas ideas sobre algunos puntos que Ud. mismo no comprende plenamente, y que Ud. no puede hacer comprender a otros a pesar de todos sus esfuerzos. Se me ha mostrado que no era necesario que Ud. sintiera que debe ocuparse de esos puntos. Algunas de las ideas suyas son correctas, otras incorrectas y erróneas.
Si Ud. se ocupara de temas tales como la disposición de Cristo a perdonar los pecados, a recibir al pecador, a salvar lo que está perdido, temas que inspiran esperanza y valor, Ud. sería una bendición. Pero mientras Ud. se esfuerza por ser original y toma posiciones extremas, y usa un lenguaje tan vigoroso al presentarlas, hay peligro de hacer mucho mal. Algunos captarán sus pensamientos y parecerán ser beneficiados, pero cuando son tentados y vencidos, pierden su valor para pelear la buena batalla de la fe.
Si Ud. se ocupara menos de esas ideas que le parecen tan importantes, y restringiera sus expresiones extravagantes, Ud. mismo tendría más fe. Vi que su mente a veces queda desequilibrada por esforzarse mucho en profundizar y explicar el misterio de la piedad, que sigue siendo un misterio tan grande después de su estudio y explicaciones, como lo era antes.
Diferentes experiencias en la conversión
Induzca a la gente a que contemple a Jesús como a su única esperanza y su único Ayudador. Dé lugar a que el Señor opere en la mente, hable al alma e impresione el entendimiento. No es esencial que Ud. sepa y diga a otros todos los porqués y motivos de lo que constituye el nuevo corazón, o de la posición que pueden y deben alcanzar para nunca pecar más. Esa obra no le corresponde.
Todos no estamos constituidos de la misma manera. Las conversiones no son todas iguales. Jesús impresiona el corazón, y el pecador renace a una nueva vida. Con frecuencia, las almas han sido atraídas a Cristo sin una convicción impetuosa, sin quebrantamiento del alma, sin terrores de remordimiento. Contemplaron a un Salvador exaltado, y vivieron. Vieron la necesidad del alma, vieron la suficiencia del Salvador, lo que él demanda, oyeron su voz que decía: "Sígueme", y se levantaron y lo siguieron. Esa conversión fue genuina y la vida religiosa fue tan decidida como fue la de otros que sufrieron la agonía de un violento proceso.
Nuestros ministros deben cesar de ocuparse de sus propias ideas con la actitud de: "Ud. debe ver este punto como yo lo veo, o no podrá salvarse". Fuera con este egotismo. La gran obra que debe hacerse en cada caso es ganar almas para Cristo. Los hombres deben ver a Jesús en la cruz, deben mirar y vivir. No deben alimentarse con las ideas de Ud. sino con la carne y sangre del Hijo de Dios. El dice: "Mi carne es verdadera comida". Juan 6:55. "Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida". Juan 6:63.
Démosle lugar a Cristo para que obre
El alma que acepta a Jesús se coloca bajo el cuidado del gran Médico, y sean cuidadosos los hombres en la forma en que se interponen entre el paciente y el Médico que discierne todas las necesidades del alma. Cristo, el Médico del alma, entiende sus defectos y sus males, y sabe cómo curar lo que ha adquirido con su propia sangre. El puede suplir perfectamente lo que le falta al alma. Pero los hombres se ocupan tanto de lo que no les corresponde, quieren hacer tanto, que se exceden y no le dan lugar a Cristo para que actúe.
Cristo puede hacer mejor que nadie cualquier moldeamiento y corrección que se necesiten efectuar en el alma. Quizá la convicción no sea profunda, pero si el pecador viene a Cristo, viéndolo en la cruz, el justo muriendo por los injustos, la escena derribará cada barrera. Cristo ha tomado a su cargo la obra de salvar a todos los que confían en él para su salvación. Ve los errores que necesitan ser corregidos, los males que deben ser reprimidos. Vino para buscar y salvar lo que se había perdido. "Al que a mí viene--dice--no le echo fuera". Juan 6:37.
Por la bondad y misericordia de Cristo, el pecador ha de ser restaurado al favor divino. Dios, en Cristo, diariamente está rogando a los hombres que se reconcilien con él. Con los brazos extendidos, está listo para recibir y dar la bienvenida no sólo al pecador sino al pródigo. Su amor agonizante, manifestado en el Calvario, es la seguridad que tiene el pecador de aceptación, paz y amor. Enseñe Ud. estas cosas en la forma más sencilla para que el alma entenebrecida por el pecado pueda ver la luz que brilla del Calvario.
Satanás está trabajando en muchas formas para que los mismos hombres que debieran predicar el mensaje estén ocupados con teorías hábilmente confeccionadas que él hará que parezcan de tal magnitud e importancia como para llenar toda la mente. Y al paso que piensan que están dando grandes y maravillosos pasos en su vida cristiana, están idolatrando unas pocas ideas, y se daña su influencia y tiene poco peso del lado del Señor.
Que cada ministro haga esfuerzos decididos para estar seguro de lo que es la mente de Cristo. A menos que la mente de Ud. sea más equilibrada en algunas cosas, su conducta lo separará de la obra y no sabrá en qué tropieza. Expondrá ideas que le hubiera sido mejor no haber originado nunca.
Hay quienes toman de la Palabra de Dios, y también de los testimonios, párrafos aislados u oraciones que se pueden interpretar para adaptarlos a sus ideas, se detienen en ellos y se fundamentan en su posición, cuando Dios no los está guiando. Aquí está el peligro de Ud.
Ud. toma pasajes de los testimonios que hablan de la terminación del tiempo de gracia, del zarandeo entre el pueblo de Dios, y Ud. habla del surgimiento de entre este pueblo de un pueblo más puro y más santo que se levantará. Todo esto agrada al enemigo. No debemos tomar innecesariamente un rumbo que haga diferencias o cree disensiones. No debiéramos dar la impresión de que si no se siguen nuestras ideas particulares, es porque les falta comprensión y fe a los ministros, y porque ellos están caminando en la oscuridad.
La mente de Ud. ha estado sometida a una tensión forzada durante un largo tiempo. Ud. tiene mucha verdad, preciosa verdad, pero mezclada con suposiciones. Sus ideas extremistas y su vigoroso lenguaje con frecuencia destruyen el efecto de sus mejores esfuerzos. Si muchos aceptaran las opiniones que Ud. presenta y hablaran y procedieran conforme a ellas, veríamos la más grande conmoción fanática que jamás se haya visto entre los adventistas del séptimo día. Esto es lo que desea Satanás.
No nos ocupemos de los misterios
En las lecciones de Cristo, hay temas en abundancia de los que Ud. puede ocuparse. Y mejor será que no se ocupe de los misterios que ni Ud. ni sus oyentes pueden entender o explicar. Dé lugar para que enseñe el Señor Jesucristo. Mediante la influencia de su Espíritu, sea él quien abra el entendimiento al maravilloso plan de salvación.
Hay un tiempo de angustia que se aproxima para el pueblo de Dios, pero no hemos de mantener eso constantemente delante de los nuestros, manejándolos de tal manera que pasen por un tiempo de angustia de antemano. Ha de haber un zarandeo entre el pueblo de Dios, pero no es ésta la verdad presente para llevar a las iglesias...
Los ministros no debieran pensar que tienen algunas maravillosas ideas avanzadas y que, a menos que todos las reciban, serán eliminados con el zarandeo y que surgirá un pueblo que avanzará y subirá hacia la victoria. El caso suyo es exactamente igual al de algunos que están resistiendo precisamente los principios del mensaje que Dios ha enviado para este tiempo. Ellos recurren a las opiniones extremistas y a las enseñanzas de Ud. como una excusa para su descuido en recibir los mensajes del Señor.
Se cumple tan ciertamente el propósito de Satanás cuando los hombres se adelantan a Cristo y hacen la obra que él nunca les ha confiado, como cuando permanecen en el estado laodicense, tibios, sintiéndose ricos y enriquecidos y sin necesidad de nada. Las dos clases son igualmente piedras de tropiezo.
Algunos apasionados, que tienen el propósito de ser originales y que dedican a eso todas sus energías, han cometido un grave error al tratar de presentar delante de la gente algo pasmoso, maravilloso, fascinador, algo que ellos creen que otros no comprenden; pero ellos mismos no saben de qué están hablando. Especulan con la Palabra de Dios, aventurando ideas que no son un ápice de ayuda ni para ellos ni para las iglesias. Por ahora quizá exciten la imaginación, pero hay una reacción, y esas mismas ideas se convierten en un obstáculo. La fe se confunde con la fantasía y sus opiniones pueden torcer la mente en una dirección errónea.
Sean alimento para la mente las claras y sencillas declaraciones de la Palabra de Dios. Es peligroso especular con ideas que no están claramente presentadas.
Ud. es naturalmente combativo. No le preocupa mucho si armoniza con los hermanos o no. Ud. quisiera entrar en controversia, le gustaría luchar por sus ideas particulares, pero Ud. debiera poner esto a un lado, pues eso no desarrolla las virtudes cristianas. Trabaje con todo su poder para responder a la oración de Cristo de que sus discípulos sean uno, así como él es uno con el Padre.
Ni una sola alma se salva a menos que aprendamos diariamente de Jesús, su humildad, su mansedumbre de corazón. Cuando Ud. vaya a cualquier lugar a trabajar, no sea dictatorial, no sea severo, no sea hostil. Predique el amor de Cristo, y eso ablandará y subyugará los corazones. Procure concordar en opinión y en juicio con los hermanos, colocándose en estrecha armonía con ellos y hablando las mismas cosas.
No hable de divisiones
No es la obra de Dios, sino del enemigo, el hablar de divisiones porque todos no tienen las mismas ideas tales como se presentan a la mente de Ud. Exponga las verdades sencillas en las que Ud. puede concordar. Hable de unidad. No se vuelva estrecho y vanidoso; permita que se amplíe su mente.
Cristo no pesa el carácter en las balanzas del juicio humano. Dice: "Yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo". Juan 12:32. Se apartará de iniquidad toda alma que responde a esta invitación. Cristo puede salvar hasta lo último a todos los que vienen a él. El que viene a Jesús, coloca los pies en una escalera que va de la tierra al cielo. Enseñe con la pluma y la voz que Dios está encima de la escalera. Los brillantes rayos de su gloria brillan en cada peldaño. Está mirando con bondad a todos los que ascienden penosamente, dispuesto a enviarles ayuda, ayuda divina, cuando la mano parece aflojar y tiemblan los pies. Sí, diga esto, dígalo con palabras que ablanden el corazón, que nadie que persevere subiendo por la escalera fracasará en su entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Los que creen en Cristo, nunca perecerán, ni nadie los arrebatará de su mano.
Con lenguaje claro y lleno de esperanza, diga a la gente cómo puede escapar de la herencia de oprobio que merecemos. Pero, por amor a Cristo, no les presente ideas que desanimen, que hagan que parezca muy difícil el camino del cielo. Guarde para Ud. esas ideas extremistas.
Si bien es cierto que a menudo debemos impresionar la mente con el hecho de que la vida cristiana es una vida de lucha, que debemos velar, orar y esforzarnos, que es peligroso que el alma descuide por un momento la vigilancia espiritual, el tema ha de ser la plenitud de la salvación que se nos ofrece en Jesús, que nos ama y se entregó para que no pereciéramos sino que tuviéramos vida eterna.
Podemos caminar con Dios día tras día, prosiguiendo día tras día para conocer al Señor, entrando en el lugar santísimo por la sangre de Jesús, aferrándonos de la esperanza que nos es propuesta. Si llegamos al cielo, deberá ser vinculando al alma con el Mediador, llegando a ser participantes de la naturaleza divina. Cuando Ud. se apoya en Cristo, cuando hace que la vida suya esté oculta con Cristo en Dios y es guiado por su Espíritu, Ud. tiene la fe genuina.
Seremos colaboradores con Dios al creer plenamente en la eficacia de su sacrificio expiatorio. Confiando en los méritos de Cristo, hemos de ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor, pues es Dios el que en nosotros obra tanto el querer como el hacer por su buena voluntad. Aferrándonos de Cristo, nos acercamos más y más a Dios. Jesús quiere que siempre hagamos resaltar esto. No despierte su espíritu combativo. La sabiduría que proviene de lo alto es primeramente pura, luego pacífica, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos...
Esté en armonía con sus hermanos
No piense que debe hacer resaltar cada idea que reciba su imaginación. Jesús dijo a sus discípulos: "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar". Juan 16:12. Nosotros, que estamos constantemente expuestos a errar, cuánto más debiéramos precavernos para no forzar a otros a que acepten lo que no están preparados para recibir. Mirando continuamente a Jesús, reprima sus expresiones violentas y extravagantes. Pero si bien es cierto que debe ser cuidadoso en cuanto a sus palabras e ideas, no es necesario que ponga fin enteramente a sus labores. Procure estar en armonía con sus hermanos, y habrá mucho que Ud. pueda hacer en la viña del Señor. Pero exalte a Cristo, no las ideas y conceptos de Ud. Revístase de la armadura, y manténgase lado a lado con los obreros del Señor, hombro a hombro; esfuércese en la batalla contra el enemigo. Ocúltese en Jesús. Ocúpese de las sencillas lecciones de Cristo, alimente el rebaño de Dios y Ud. llegará a estabilizarse, a fortalecerse, a establecerse. Trabajará para edificar a otros en la santísima fe.
Si Ud. difiere de sus hermanos en cuanto a la comprensión de la gracia de Cristo y la obra de su Espíritu, no haga resaltar esas diferencias. Ud. mira el asunto desde un punto de vista; otro, igualmente consagrado a Dios, ve la misma cuestión desde otro ángulo y habla de las cosas que hacen la impresión más profunda sobre su mente; otro, viéndola desde un ángulo aún diferente, presenta otro aspecto. Cuán necio es contender por estas cosas, cuando en realidad no hay motivo para ello. Permita que Dios obre en la mente e impresione el corazón.
El Señor trabaja constantemente para abrir el entendimiento, para vivificar las percepciones, para que el hombre pueda tener un sentido correcto del pecado y de las abarcantes demandas de la ley de Dios. El inconverso piensa que Dios no ama, que es severo y aun vengativo; piensa en su presencia como en una constante restricción, en su carácter como en una expresión de prohibiciones. Considera que el servicio de Dios está lleno de sombríos y duros requerimientos. Pero cuando se ve a Jesús en la cruz, como la dádiva que Dios dio por amor al hombre, se le abren los ojos para ver las cosas en una nueva luz. Dios, tal como es revelado en Cristo, no es un juez severo, un tirano vengativo, sino un Padre misericordioso y amante.
Cuando vemos a Jesús muriendo en la cruz para salvar al hombre perdido, el corazón se hace eco de las palabras de Juan: "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él". 1 Juan 3:1. No hay nada que más decididamente distinga al cristiano del mundano que el concepto que tiene de Dios.
Algunos obreros de la causa de Dios han sido demasiado prontos para lanzar acusaciones contra los pecadores; han quedado en el fondo del cuadro la gracia y el amor del Padre al dar a su Hijo para que muriera por la raza pecaminosa. El maestro necesita la gracia de Cristo en su propia alma a fin de hacer saber a los pecadores lo que realmente es Dios: un Padre que espera con amor anhelante para recibir al pródigo que vuelve, no lanzando contra él acusaciones en su ira, sino preparando una fiesta de gozo para celebrar su regreso. Sofonías 3:14-17.
¡Ojalá todos pudiéramos aprender el procedimiento del Señor al ganar almas para Cristo! Debiéramos aprender y enseñar las preciosas lecciones a la luz que brilla del sacrificio de la cruz del Calvario. No hay sino un camino que conduce desde la ruina y asciende continuamente: la fe que en todo momento se extiende más allá de las tinieblas a la luz, hasta que descansa en el trono de Dios. Todos los que han aprendido esta lección, han aceptado la luz que ha llegado a su entendimiento. Para ellos no es un oscuro e incierto pasaje ese camino ascendente; no es el camino de las mentes finitas, ni una senda abierta con recursos humanos, una senda en la que se demanda peaje de cada viajero.
Ud. no puede ganar la entrada mediante penitencias ni por las obras que haga. No, Dios mismo tiene el honor de haber abierto un camino, y éste es tan completo, tan perfecto, que el hombre no puede acrecentar esa perfección mediante ninguna obra que haga. Es lo suficientemente amplio para recibir al mayor pecador si se arrepiente, y es tan angosto, tan santo, tan excelso, que el pecado no puede ser admitido allí.
Cuando se ve a Dios como realmente es, brilla la bendita verdad con una luz nueva y más clara. Se esfuma con los brillantes rayos del Sol de Justicia lo que mantenía a la mente en perplejidad. Y, sin embargo, habrá muchas cosas que no comprenderemos; pero tenemos la bendita seguridad de que lo que no conocemos ahora, lo sabremos más allá.--Carta 15a, 1890.