Cristo, el Divino Portador del Pecado
La enseñanza de Cristo en el Evangelio está en perfecta armonía con la enseñanza de Cristo mediante los profetas del Antiguo Testamento. Los profetas hablaron mediante los mensajeros de Cristo en el Antiguo Testamento tanto como los apóstoles pregonaron los mensajes de Cristo en el Nuevo Testamento, y no hay contradicción entre sus enseñanzas. Sin embargo, Satanás ha trabajado siempre y todavía trabaja con todo engaño de iniquidad para anular la Palabra de Dios. Procura hacer misterioso lo que es sencillo y claro. Ha tenido larga experiencia en esta obra. Conoce el carácter de Dios, y mediante su astucia ha cautivado al mundo. Al dejar sin efecto el mensaje de Dios, el pecado fue introducido en el mundo. Adán creyó la falsedad de Satanás, y mediante esa distorsión del carácter de Dios, la vida de Adán fue cambiada y echada a perder. Desobedeció la orden de Dios e hizo precisamente lo que el Señor le dijo que no hiciera. Adán cayó por la desobediencia, pero si hubiera soportado la prueba y hubiera sido leal a Dios, las compuertas de la calamidad no se habrían abierto para nuestro mundo.
Al creer en la falsa presentación que hizo Satanás de Dios, se cambiaron el carácter y el destino del hombre, pero si los hombres creen en la Palabra de Dios, serán transformados en su mente y carácter, y hechos idóneos para la vida eterna. Creer que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16), cambiará el corazón y reproducirá en el hombre la imagen de Dios.
A semejanza de muchos actualmente, antes de su conversión Pablo tenía mucha confianza en una piedad hereditaria, pero su confianza se fundaba en una falsedad. Era una fe sin Cristo porque confiaba en formas y ceremonias. Su celo por la ley estaba separado de Cristo y no tenía valor. Su jactancia consistía en que él era impecable en su realización de las obras de la ley, pero rechazaba al Cristo que daba valor a la ley. Confiaba en su propia justicia. Dice: "Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto". Hechos 26:9, 10. Durante un tiempo, Pablo hizo una obra muy cruel, pensando que estaba realizando el servicio de Dios, pues dice: "Lo hice por ignorancia, en incredulidad". 1 Timoteo 1:13. Pero su sinceridad no justificó su obra ni convirtió el error en verdad.
La fe es el medio por el cual la verdad o el error encuentran abrigo en la mente. Por el mismo acto de la mente se recibe la verdad o el error, pero hay una gran diferencia en que creamos la Palabra de Dios o los dichos de los hombres. Cuando Cristo se reveló a Pablo y éste estuvo convencido de que estaba persiguiendo a Jesús en la persona de sus santos, aceptó la verdad tal como es en Jesús. Un poder transformador se manifestó en su mente y carácter, y llegó a ser un hombre nuevo en Cristo Jesús. Recibió la verdad tan plenamente que ni la tierra ni el infierno pudieron sacudir su fe.
Hay muchos que claman: "Cree, solamente cree". Preguntadles qué habréis de creer. ¿Habréis de creer las mentiras forjadas por Satanás contra la ley de Dios, santa, justa y buena? Dios no usa su grande y preciosa gracia para anular su ley, sino para establecerla. ¿Cuál fue la decisión de Pablo? Dice: "¿Qué diremos pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley... Yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y [¿terminó entonces el mandamiento? No.] yo [Pablo] morí... De manera que la ley a la verdad es [¿un obstáculo directo en el camino de mi propia libertad y paz? No.] santa, y el mandamiento santo, justo y bueno". Romanos 7:7-12.
La ley no puede perdonar
Pablo aprendió que no había poder en la ley para perdonar al transgresor de ella. "Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado". Romanos 3:20. "Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu". Romanos 8:3, 4.
El Señor vio nuestra condición caída. Vio nuestra necesidad de gracia, y porque amaba nuestras almas, nos ha dado gracia y paz. La gracia significa un favor para alguien que no lo merece, para alguien que está perdido. El hecho de que seamos pecadores, en vez de rechazarnos apartándonos de la misericordia y del amor de Dios, hace que la práctica del amor de Dios sea para nosotros una necesidad positiva a fin de que seamos salvados. Cristo dice: "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca". Juan 15:16.
Cuando cayó Adán, Dios proveyó los medios para su restauración. A su debido tiempo, Jesús, el Príncipe de la vida, vino a nuestro mundo para luchar con el poder de las tinieblas. En este mundo, Satanás tuvo una oportunidad para demostrar el resultado de llevar a cabo sus principios de no tener en cuenta ninguna ley, y Cristo, con su obediencia inalterable a los mandamientos de su Padre, puso de manifiesto el resultado de practicar los principios de la justicia. De acuerdo con sus principios malignos, Satanás acosó al Hijo de Dios con fieras tentaciones y finalmente lo llevó hasta el tribunal para que fuera condenado a muerte sin causa. La confederación del mal influyó en el corazón de los hombres para realizar los principios del mal. Cristo y Barrabás fueron presentados ante la multitud. Barrabás era un notable ladrón y asesino; Cristo era el Hijo de Dios. Pilato contempló a los dos y pensó que no habría duda en cuanto a la elección de Jesús. Las señales de nobleza, inteligencia y pureza se revelaban claramente en su rostro, en marcado contraste con los burdos rasgos de Barrabás. Preguntó: "¿A cuál de los dos queréis que os suelte?" Mateo 27:21. Y se oyó el ronco clamor de la turba enfurecida que decía: "A Barrabás". "Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!" Mateo 27:22, 23.
Satanás derrotado por la muerte de Cristo
En esta elección, se manifestaron los principios de Satanás, y las huestes del cielo y todos los mundos que Dios había creado juzgaron que Satanás era acusador de los hermanos, mentiroso y asesino. En el cielo y en los mundos no caídos se definió la cuestión del poder engañoso de Satanás, de sus principios malignos y para siempre se demostró la perfecta pureza y santidad de Cristo, que estaba soportando el examen y la prueba en favor del hombre caído. Mediante el desarrollo del carácter y de los principios de Satanás, éste fue para siempre desarraigado del afecto de los mundos no caídos, y en el cielo se definió para siempre el conflicto acerca de sus demandas y de las demandas de Cristo. La justicia manifestada en el carácter de Cristo había de ser para siempre el ancla, la esperanza salvadora del mundo. Cada alma que elige a Cristo puede decir con fe: "El Señor es mi justicia".
Cristo fue "despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados". Isaías 53:3-5.
La gracia de Cristo y la ley de Dios son inseparables. En Jesús la misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron. En su vida y carácter, no sólo revela el carácter de Dios, sino las posibilidades del hombre. Era el representante de Dios y el ejemplo de la humanidad. Presentó ante el mundo lo que la humanidad podría llegar a ser cuando se uniera por fe con la divinidad. El unigénito Hijo de Dios tomó sobre sí la naturaleza del hombre y estableció su cruz entre la tierra y el cielo. Mediante la cruz, el hombre fue atraído a Dios, y Dios al hombre. La justicia se inclinó desde su puesto elevado y sublime, y las huestes celestiales, los ejércitos de la santidad, se acercaron a la cruz, inclinándose con reverencia, pues en la cruz se satisfizo la justicia. Mediante la cruz, el pecador fue rescatado de la fortaleza del pecado, de la confederación del mal, y cada vez que se acerca a la cruz se enternece su corazón y clama arrepentido: "Fueron mis pecados los que crucificaron al Hijo de Dios". Deja sus pecados en la cruz y se transforma su carácter por la gracia de Cristo. El Redentor levanta al pecador del polvo y lo coloca bajo la dirección del Espíritu Santo. Cuando el pecador contempla al Redentor, encuentra esperanza, seguridad y gozo. La fe se aferra de Cristo con amor. La fe obra por el amor y purifica el alma.