La sinceridad sola no salvará
La fe en una mentirá no ejercerá una influencia santificadora sobre la vida o el carácter. Ningún error puede ser verdad, ni puede ser convertido en verdad mediante su repetición, o teniendo fe en él. La sinceridad nunca salvará a un alma de las consecuencias de creer en un error. Sin sinceridad no puede haber verdadera religión, pero la sinceridad manifestada en relación con una religión falsa nunca salvará a una persona. Puedo actuar con perfecta sinceridad al seguir un camino equivocado, pero eso no lo convertirá en un camino correcto, ni me llevará al lugar donde quiero ir. El Señor no quiere que tengamos una credulidad ciega, y que a eso llamemos una fe que santifica. La verdad es el principio que santifica, y por lo tanto a nosotros nos corresponde saber cuál es la verdad. Debemos comparar las cosas espirituales con lo que es espiritual. Debemos probar todas las cosas y retener únicamente lo que es bueno, aquello que tiene las credenciales divinas, que pone delante de nosotros los verdaderos motivos y principios que deberían promover nuestras acciones.--Carta 12, 1890.
Una transformación evidente del carácter
Mientras las personas se conformen con una teoría de la verdad, y mientras carezcan de la influencia diaria del Espíritu de Dios sobre el corazón, la cual se manifiesta en una transformación evidente del carácter, se estarán privando de los requisitos que los capacitarían para una mayor eficacia en la obra del Maestro. Los que carecen del Espíritu Santo no pueden ser atalayas fieles sobre las murallas de Sion, porque están ciegos y no ven la obra que debe hacerse, y no hacen sonar la trompeta con nitidez.
El bautismo del Espíritu Santo, tal como en el día de Pentecostés, conducirá a un reavivamiento de la religión verdadera y a la realización de muchas obras maravillosas. Seres celestiales vendrán entre nosotros, y los hombres hablarán según sean impulsados por el Espíritu Santo de Dios. Pero si el Señor obrase sobre los hombres como lo hizo en el día de Pentecostés y después de ese día, muchos que ahora pretenden creer en la verdad conocerían tan poco de la forma como obra el Espíritu Santo, que exclamarían: "¡Cuidado con el fanatismo!" De los que estén henchidos por el Espíritu Santo dirían: "Estos hombres están llenos de mosto".
No está lejano el tiempo cuando los seres humanos necesitarán una relación con Cristo mucho más estrecha, una unión mucho más cercana con su Santo Espíritu, que la que han tenido o que tendrán, a menos que depongan su voluntad y sus métodos, y se sometan a la voluntad y los métodos de Dios. El gran pecado de los que profesan ser cristianos es que no abren el corazón para recibir el Espíritu Santo. Cuando las almas anhelan tener a Cristo, y procuran unirse con él, entonces los que están contentos con una mera forma de piedad, exclaman: "Sed cuidadosos y no vayáis a los extremos". Cuando los ángeles del cielo vengan entre nosotros, y obren mediante los instrumentos humanos, entonces habrá conversiones firmes y sustanciales, en forma parecida a las conversiones que ocurrieron después del día de Pentecostés.
Ahora, hermanos, tened cuidado de no caer en un proceso de excitación humana y de no crearlo. Pero si bien es cierto que deberíamos ser cuidadosos para no caer en un proceso de excitación humana, no deberíamos encontrarnos entre quienes cuestionan la obra del Espíritu de Dios y alientan dudas con respecto a ella, porque habrá quienes formularán objeciones y críticas cuando el Espíritu de Dios se posesione de los seres humanos, debido a que sus propios corazones no han sido conmovidos sino que se encuentran fríos e insensibles.--Carta 27, 1894.
Necesidad de comprender la doctrina
La rebelión y la apostasía se encuentran en el aire mismo que respiramos. Nos afectarán a menos que, mediante la fe, hagamos depender de Cristo nuestras almas desvalidas. Si los seres humanos se dejan descarriar con tanta facilidad, ¿qué ocurrirá cuando Satanás personifique a Cristo y realice milagros? ¿Quiénes permanecerán incólumes frente a sus falsedades cuando profese ser Cristo, y sea únicamente Satanás que asume la apariencia de Cristo y que aparentemente realiza las obras de Cristo? ¿Qué impedirá que el pueblo de Dios preste obediencia a los falsos cristos? "No vayáis en pos de ellos". Lucas 21:8.
Las doctrinas deben ser correctamente comprendidas. Los hombres que son aceptados para enseñar la verdad deben estar anclados; entonces su barco soportará la tormenta y la tempestad, porque el ancla los mantiene firmes. Los engaños aumentarán.--Carta 1, 1897.
Satanás está ahora más decididamente dedicado a jugar el juego de la vida por las almas que en cualquier tiempo pasado; y a menos que estemos constantemente en guardia, él pondrá en nuestros corazones el orgullo, el amor al yo, el amor al mundo y muchos otros rasgos malignos. También utilizará todo artificio posible para desarraigar nuestra fe enDios y en las verdades de su Palabra. Si no tenemos una profunda experiencia en las cosas de Dios, si no poseemos un conocimiento cabal de su Palabra, seremos engañados, para nuestra ruina, por los errores y los sofismas del enemigo. Las doctrinas falsas socavarán los fundamentos de muchos, porque no han aprendido a discernir la verdad del error. Nuestra única salvaguardia contra las supercherías de Satanás consiste en estudiar con diligencia las Escrituras, para comprender cabalmente las razones de nuestra fe, y realizar con fidelidad todo deber conocido. La complacencia de un solo pecado conocido producirá debilidad y oscuridad, y nos someterá a una tremenda tentación.--The Review and Herald, 19 de noviembre de 1908.
Contemplad constantemente a Jesús
La fuerza de la lluvia tardía a veces arrasará las invenciones del hombre, la maquinaria humana; los límites de la autoridad humana serán como cañas rotas; y el Espíritu Santo hablará con poder convincente mediante el instrumento humano viviente. Nadie se detendrá entonces a observar si las frases están bien redactadas o si la gramática es impecable. Las aguas vivas fluirán por los canales singulares de Dios.
Pero tengamos cuidado de no exaltar a los hombres, ni sus dichos, ni sus hechos; y no permitamos que nadie considere una hazaña el tener una experiencia asombrosa para relatar; no debe hacerse esto, porque constituye un campo fructífero donde se dará crédito a personas indignas. Hombres y mujeres jóvenes serán ensalzados, y se considerarán a sí mismos admirablemente favorecidos y llamados a realizar algo grande. Habrá muchas conversiones de acuerdo con un orden peculiar, pero no llevarán el sello divino. Habrá inmoralidad y extravagancia, y la fe de muchos naufragará.
Nuestra única seguridad consiste en aferrarnos a Jesús. Nunca debemos perderlo de vista. El dice: "Separados de mí nada podéis hacer". Juan 15:5. Debemos comprender definitivamente que somos ineficaces e impotentes, y luego confiar plenamente en Jesús. Esto debería mantenernos serenos y resueltos en nuestras palabras y en nuestro comportamiento. La agitación manifestada por un orador no es señal de poder sino de debilidad. El fervor y la energía son cualidades esenciales en la presentación bíblica, del Evangelio, que es poder de Dios para salvación...
Hay arenas movedizas que amenazan abismar a muchos. Es seguro buscar el fervor del Espíritu de Dios, siempre que no mezclemos con él una fuerza y una presunción que no tienen su origen en el cielo. Debemos ser precavidos en nuestras declaraciones, no sea que algunas pobres almas de temperamento ardiente se enfervoricen hasta el punto de alcanzar un estado de celo sin ciencia. Obrarán como si tuvieran el derecho de utilizar al Espíritu Santo en vez de dejar que el Espíritu Santo las utilice a ellas y las modele de acuerdo con el modelo de lo divino. Existe el peligro de correr adelante de Cristo. Deberíamos honrar al Espíritu Santo yendo hacia donde él nos guíe. "No te apoyes en tu propia prudencia". Proverbios 3:5. Este es uno de los peligros que enfrentan aquellos que enseñan la verdad a otros. El ir hacia donde Cristo guía, constituye un procedimiento seguro para nuestros pies. Su obra permanecerá. Todo lo que Dios dice es verdad.
Pero los ministros que llevan el último mensaje de misericordia a los hombres caídos no deben pronunciar palabras al azar; no deben abrir puertas por las cuales Satanás ha de encontrar acceso a las mentes humanas. No consiste nuestra obra en experimentar, en estudiar alguna cosa nueva y sorprendente que cree agitación. Satanás está aguardando su oportunidad de aprovechar cualquier cosa de esta índole que pueda utilizar en sus artificios engañosos. La acción del Espíritu Santo sobre los instrumentos humanos mantendrá la mente bien equilibrada. No producirá una sobreexcitación, que ha de ser seguida por una reacción.
Satanás utilizará toda expresión extravagante para perjudicar no sólo al que la pronuncia, sino a aquellos que participen del mismo espíritu y lo infundan a otros para perjuicio suyo. Hay que cultivar una actitud de calma y de solemnidad; las verdades solemnes que poseemos nos conducirán a manifestar un profundo fervor. No podríamos obrar de otro modo cuando se nos ha confiado el mensaje más sagrado para llevarlo a las almas que perecen, cuando estamos preocupados por la certidumbre de la proximidad de la venida de nuestro Salvador.
Si contemplamos constantemente a Jesús y recibimos su Espíritu, tendremos una visión clara. Entonces podremos discernir los peligros que existen en todas partes y cuidaremos cada palabra que pronunciamos, no sea que Satanás encuentre oportunidad para utilizarlas en sus engaños. No queremos que la gente tenga la mente comprometida en una actitud de agitación. No deberíamos estimular la esperanza de ver cosas extrañas y maravillosas. En cambio, debemos enseñar a que se siga a Jesús paso a paso. Predicad a Jesucristo, en quien se centra nuestra esperanza de vida eterna.--Carta 102, 1894.