En procura de los más capaces
DE TIEMPO en tiempo me he sentido instada por el Espíritu del Señor a dar testimonio a nuestros hermanos concerniente a la necesidad de conseguir a las personas más capacitadas para que trabajen en nuestras diversas instituciones y en los numerosos departamentos de nuestra causa. Los que se relacionen de esta manera con la causa, deben ser hombres preparados, personas a quienes Dios pueda enseñar y a quienes pueda honrar como a Daniel, con sabiduría y entendimiento. Deben ser pensadores, hombres que lleven la impronta de Dios, y que progresen constantemente en santidad, en dignidad moral y en la excelencia con que realizan su trabajo. Si son hombres que crecen, si poseen mentes razonadoras e inteligencia santificada, si escuchan la voz de Dios y procuran captar cada rayo de luz que procede del cielo, avanzarán, tal como el sol, en un curso constante, y aumentarán en sabiduría y en favor con Dios...
Los administradores de nuestras instituciones deberían ser hombres de suficiente amplitud mental como para saber respetar a los obreros de intelecto cultivado y recompensarlos proporcionalmente a las responsabilidades que desempeñan. Pero los que trabajan en la obra de Dios no deberían hacerlo sólo por el sueldo que reciben, sino para honrar a Dios, para promover su causa y obtener riquezas imperecederas. Al mismo tiempo, no deberíamos esperar que aquellos que son capaces de realizar una obra que requiere pensamiento y fatigoso esfuerzo, y que pueden hacerla con exactitud y perfección, reciban menos compensación que el obrero menos calificado. Hay que estimar correctamente el talento. Los que no puedan apreciar el trabajo y la habilidad mentales genuinos, no deberían ocupar la posición de dirigentes de nuestras instituciones, porque su influencia tenderá a limitar la obra, a levantar barreras que impidan su progreso, y a llevarla a un nivel más bajo.
Si queremos que nuestras instituciones sean tan prósperas como Dios quiere que sean, debería haber más cuidado y oración más fervorosa, unidos a un celo incansable y a un trabajo hábil. Para relacionar a estos obreros con la causa puede requerirse un gran desembolso de recursos. Pero si bien es cierto que es esencial economizar en todo lo que sea posible, se encontrará que los esfuerzos realizados por algunas mentes estrechas para ahorrar fondos empleando a personas que realizan un trabajo barato, y cuya labor corresponde en carácter con lo reducido de sus sueldos, con el tiempo llegará a constituir una pérdida. Se retardará el progreso de la obra y se rebajará la causa.--Carta 63, 1886.
Los sueldos de los obreros institucionales
La obra de publicaciones se ha establecido con sacrificio: se ha mantenido por la providencia especial de Dios. La iniciamos con gran pobreza. Teníamos apenas lo suficiente para comer y para vestirnos. Cuando escaseaban las papas y debíamos pagar un elevado precio por ellas, las reemplazábamos con nabos. Seis dólares por semana fue todo lo que recibimos durante los primeros años de nuestro trabajo. Teníamos una familia numerosa, pero ceñimos nuestros gastos a nuestras entradas. No podíamos comprar todo lo que deseábamos, y debíamos soportar nuestras necesidades. Pero estábamos decididos a que el mundo recibiera la luz de la verdad presente, de modo que entretejimos el espíritu, el alma y el cuerpo con el trabajo. Trabajábamos desde la mañana hasta la noche, sin descanso y sin el estímulo del sueldo... y Dios nos acompañaba. Cuando prosperó la obra de publicaciones, aumentaron los sueldos al nivel debido.
Una escala de sueldo equitativa
Mientras estaba en Suiza, me informaron desde Battle Creek que habían ideado un plan según el cual ningún obrero de la oficina debería recibir más de doce dólares por semana. Dije en esa ocasión que eso no resultaría, porque algunos necesitarían recibir un sueldo más elevado. Pero a ninguno relacionado con la oficina debería dársele el doble de esa cantidad, porque si unas pocas personas insumen tantos recursos de la tesorería, no es posible hacer justicia a todos. Los sueldos elevados proporcionados a unos pocos constituyen el plan del mundo, mientras reciben menos otros obreros igualmente meritorios. Esto no es actuar con justicia.
El Señor tendrá a hombres que le amen y le teman relacionados con cada escuela, imprenta, sanatorio y casa editora. Sus sueldos no deberían fijarse siguiendo las normas mundanas. Debería ejercerse, hasta donde sea posible, un juicio excepcional para mantener, no una aristocracia, sino una igualdad, lo cual constituye la ley del cielo. "Todos vosotros sois hermanos". Mateo 23:8. Unos pocos obreros no deberían pedir sueldos elevados, y esos sueldos no deberían ofrecerse como un incentivo para asegurarse el servicio de hombres de habilidad y talento. Tal cosa sería actuar de acuerdo con los principios mundanales. El aumento de los sueldos lleva aparejado un aumento correspondiente de egoísmo, orgullo, ostentación, y un lujo innecesario que no tiene la gente que hace lo más que puede por pagar sus diezmos y entregar sus ofrendas a Dios. La pobreza se ve a su alrededor. El Señor ama a unos tanto como a otros, con la excepción de que las almas abnegadas, humildes y contritas que aman a Dios y se esfuerzan por servirle, son mantenidas siempre más cerca del gran corazón del Amor Infinito que los hombres que se sienten en libertad de poseer todas las cosas buenas de esta vida.
No debe imitarse la norma del mundo
He recibido muchos mensajes que insisten en que no debemos copiar la norma del mundo. No debemos ceder a nuestra tendencia a codiciar todo lo que podemos obtener, a gastar nuestros recursos en vestidos y lujos de la vida tal como hacen los mundanos. Nos nos hace ni un ápice más felices el vivir para agradarnos a nosotros mismos. El gasto innecesario de dinero está privando de recursos a la tesorería del Señor, y alguien tiene que sufrir la deficiencia. Los medios requeridos para edificar el reino de Cristo en este mundo están muy limitados debido a que los hombres roban a Dios en los diezmos y en las ofrendas.
Que no prevalezca ni por un momento la idea de que el poder que una persona tiene para imponer sueldos elevados constituye una medida de su valor como obrero ante la vista de Dios. El mundo considera el valor de un hombre mediante esta fórmula: "¿Cuál es el monto de sus bienes y propiedades?" Pero los libros del cielo registran su valor en proporción al bien que ha realizado con los recursos a él confiados. El hombre demostrará lo que realmente vale cuando, en el temor y el amor de Dios, utilice sus talentos enteramente santificados para promover la gloria de Dios. Únicamente cuando se recompense a cada hombre en el momento cuando su obra sea estimada en el juicio, se sabrá cuánto ha enviado de antemano al cielo.
Durante años he hablado en contra de la magra suma pagada a algunos de nuestros ministros. Investigad, buscad en los libros, y encontraréis que algunos de nuestros ministros han sido tratados injustamente. La comisión de auditores necesita comprender su deber y tener la mente de Cristo. En esta comisión hay algunos hombres de mente estrecha, hombres que no tienen una verdadera idea de la abnegación y del sacrificio personal requeridos de los ministros de Dios. No tienen el concepto debido de lo que significa dejar el hogar, la esposa y los hijos para convertirse en misioneros de Dios y trabajar por las almas con el fervor de quienes saben que han de rendir cuentas. Un verdadero ministro de Dios convertirá toda su vida en un sacrificio.
La advertencia dada en Salamanca
Mientras estaba en Salamanca, Nueva York, en noviembre de 1890, se me presentaron muchas cosas. Se me mostró que se estaba introduciendo en la obra un espíritu que Dios no aprueba. Mientras algunos aceptan sueldos elevados, hay otros que han trabajado fielmente durante años en su puesto y que sin embargo reciben mucho menos. Se me ha mostrado repetidamente que no debe alterarse el orden de Dios ni extinguirse el espíritu misionero...
Sé que hay quienes practican mucha abnegación para pagar sus diezmos y dar sus ofrendas a la causa de Dios. Aquellos que están a la cabeza de la obra deberían tener una conducta que les permita decir sin sonrojarse: "Venid, actuemos conjuntamente en esta obra que se comenzó con sacrificio, y que es sostenida por una continua abnegación". El pueblo no debería superar a los que están al frente de nuestra obra en lo que se refiere a la abnegación, a la práctica de la economía y a la negación de sus necesidades (Manuscrito 25a, 1891).
Peligros que amenazaban en 1890
Estoy alarmada por las perspectivas que se presentan para el sanatorio y la casa editora de Battle Creek, y para nuestras instituciones en general. Se ha estado manifestando un espíritu, y se ha fortalecido con los años en las instituciones, que es de un carácter enteramente diferente del que Dios ha revelado en su Palabra y que deberían manifestar los médicos y obreros relacionados con nuestras instituciones de salud y con la obra de publicaciones. Se tiene la idea de que los médicos del sanatorio y los hombres que ocupan posiciones de responsabilidad en la casa editora no tienen la obligación de regir su vida mediante los principios de abnegación y sacrificio personal enseñados por el cristianismo. Pero esta idea tiene su origen en los concilios de Satanás. Cuando los médicos revelan que piensan más en la remuneración que en el trabajo de la institución, demuestran con ello que no son hombres dignos de confianza como siervos de Cristo abengados, temerosos de Dios y fieles en realizar la obra del Maestro. Los obreros que están dominados por deseos egoístas no deberían permanecer relacionados con nuestras instituciones...
Dios requerirá que los hombres produzcan en proporción a la estimación que han puesto sobre sí mismos y sus servicios, porque serán juzgados de acuerdo con sus obras, y por la misma norma que ellos han establecido. Si han considerado de tanto valor sus talentos y han tenido en tan elevada estima sus habilidades, se requerirá de ellos que presten un servicio en armonía con su propia estimación y con sus exigencias. ¡Cuán pocos conocen realmente al Padre o a su Hijo Jesucristo! Si estuvieran llenos del espíritu de Cristo realizarían las obras de Cristo. "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús". Filipenses 2:5.
Los talentos pertenecen a Dios
El que juzga con justicia ha dicho: "Separados de mí nada podéis hacer". Juan 15:5. Todos los talentos, grandes o pequeños, han sido confiados a los hombres por Dios, para que los emplearan en su servicio; y cuando los hombres utilizan sus habilidades para su beneficio personal, y no se preocupan de trabajar en armonía con los de la profesión médica, que son de su misma fe, manifiestan que están inclinados a juzgarlos por sí mismos. No tratan de contestar la oración de Cristo, quien rogó que ellos fuesen uno solo así como lo es él con su Padre. Cuando exigen remuneraciones exorbitantes por sus servicios, Dios, el Juez de toda la tierra, les exigirá de acuerdo con la medida de su propia estimación exagerada, y requerirá de ellos que rindan cuenta de acuerdo con toda la extensión del valor que se han puesto a sí mismos.
Así como ellos juzgan su valor desde el punto de vista monetario, Dios juzgará sus obras comparando sus servicios con la evaluación que han hecho de ellos. A menos que se convierta, ninguno de los que de este modo pone precio excesivo a su habilidad podrá entrar en el cielo, porque su influencia personal en el servicio de Cristo nunca equilibrará el platillo de la balanza donde se ha colocado la estimación que él ha hecho de sí mismo y sus exigencias económicas por sus servicios prestados a otros...
El que es egoísta y codicioso, que está ansioso por tomar hasta el último peso que pueda de nuestras instituciones por el pago por sus servicios, está limitando la obra de Dios; ciertamente tendrá su recompensa. No puede ser considerado digno de que se le confíe la recompensa eterna y celestial en las mansiones que Cristo ha ido a preparar para los que se niegan a sí mismos, toman la cruz y lo siguen. La idoneidad de los hombres para entrar en la herencia comprada con sangre se examina durante esta vida, que sirve como un tiempo de prueba. Aquellos que tienen el espíritu de abnegación manifestado por Cristo, cuando se entregó a sí mismo para la salvación de la humanidad caída, son los que beberán de la copa, que serán bautizados con el bautismo, y que compartirán las glorias del Redentor.--Carta 41, 1890.
Importancia de la abnegación
Se me mostró que la obra de las publicaciones no debería llevarse a cabo siguiendo los mismos principios que imperan en las demás editoriales, porque se trata de algo así como de una escuela de preparación. Todos los que se relacionan con ella han de ser misioneros y trabajar siguiendo los mismos principios que determinaron su existencia. La abnegación debería caracterizar a todos los obreros...
La abnegación debería predominar entre los empleados que ocupan posiciones de responsabilidad en las oficinas, y deberían ser un ejemplo para todos los obreros. Esta obra surgió mediante la abnegación, y ahora debería manifestarse y mantenerse ese mismo espíritu. Debería apuntarse al mismo objetivo. Esta es una obra de carácter misionero, y los que no tengan espíritu misionero no deberían continuar en ella.--Carta 5, 1892.
Una amenaza para todas nuestras instituciones
Pablo vio ciertos peligros que se cernían sobre la iglesia, y declaró: "Os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo". 2 Corintios 11:2, 3.
Este es el mal que hoy amenaza a nuestras escuelas, instituciones e iglesias. A menos que se lo corrija, pondrá en peligro las almas de muchos. Un obrero pensará que ha de ser muy favorecido porque se ocupa en un trabajo que es muy bien remunerado entre los incrédulos. Se tornará insatisfecho y se venderá al mejor postor. Por la seguridad de los principios que deberían controlar a todos los que trabajan en nuestras instituciones, el Señor me ha pedido que diga a todos los que llevan responsabilidades: "Debéis deshaceros de tales personas sin ninguna demora, porque ésta es la levadura maligna del egoísmo y de la codicia".
Se están midiendo y comparando utilizándose ellos mismos como modelos. Lo peor que podéis hacer por ellos es procurar retenerlos, aunque sean redactores o gerentes. Dios no está con tales personas, y no podéis conservarlas con seguridad para la obra. Una atmósfera de incredulidad rodea su alma. Las comparaciones que hacen los han llevado a actuar insinceramente. Se dicen a sí mismos: "Si tal persona ha recibido tal suma, yo también debería recibir lo mismo". Erigen su sabiduría por encima de lo que está escrito en la ley y se apoderan de recursos para su propio uso. De este modo roban a la tesorería. Dios considera esto en la misma forma como consideró el pecado de Acán. Ve que estas personas no pueden imprimir el molde correcto a la obra. No pueden satisfacer las necesidades de los que trabajan en campos difíciles, quienes deben dar parte de su sueldo para hacer frente a las necesidades de esos campos. Dios ve cada uno de estos casos, y juzgará a los que se miden a sí mismos de este modo, y que se preocupan egoístamente de recibir todo lo que piensan que deberían tener (Manuscrito 97, 1899).
Un rasgo característico de la obra puesto en peligro
Debido a la gran obra que debe realizarse, nuestros obreros deberían estar dispuestos a trabajar por una remuneración razonable. Aun cuando pueda obtener sueldos mayores, Ud. debería considerar el ejemplo de Cristo que vino a nuestro mundo y vivió una vida de abnegación. Justamente ahora significa mucho qué sueldos están exigiendo nuestros obreros. Si Ud. pide y recibe un sueldo elevado, se abre la puerta para que otros hagan la misma cosa. La exigencia de sueldos elevados por parte de los obreros de Battle Creek fue lo que ayudó a echar a perder el espíritu de los obreros de aquel lugar. Dos hombres tomaron la iniciativa en este sentido, y tres o cuatro más se unieron a ellos, y el resultado fue una acción conjunta que, si hubiera sido seguida por la mayoría, habría destruido uno de los rasgos característicos de la obra de este mensaje. Los fundamentos de la causa de la verdad presente se colocaron con abnegación y sacrificio personal. Este espíritu egoísta y codicioso es enteramente opuesto a estos principios. Es como la lepra mortal que con el tiempo enfermará todo el cuerpo. La temo. Necesitamos prestar atención para no dejar de lado el espíritu sencillo de abnegación que caracterizó a nuestra obra en los primeros años.
Ud. no encontrará difícil ejercer una amplia influencia en el sanatorio de ___________. Si Ud. obra en forma desinteresada, y no exige la remuneración que Ud. naturalmente supondría que merece, el Señor lo sostendrá en su trabajo. Si por otra parte Ud. pide un sueldo más elevado, entonces otros pensarán que también tienen derecho a exigir un sueldo tan elevado como el suyo; y en esta forma se utilizará el dinero que debería emplearse para edificar la causa de la verdad presente en otros lugares.
Cuando estamos por hacer una decisión importante, debemos estudiar todas las facetas del problema. Debemos recordar siempre que se nos ha dado un lugar en la obra para actuar como personas responsables. Algunas personas siguen la moda que impera en el mundo en lo que atañe a su salario; pero el Señor no considera las cosas en la misma forma como las ven esas personas. Estima nuestros deberes y responsabilidades a la luz del ejemplo abnegado de Cristo. El Evangelio debe presentarse al mundo de tal modo que el precepto y el ejemplo estén en armonía.
Nuestros sanatorios no deben administrarse según las costumbres del mundo. No ha de considerarse necesario ni siquiera que el director médico reciba un sueldo elevado. Somos servidores de Dios.--Carta 370, 1907.
Los médicos y los ministros llamados a la abnegación
Siento la impresión de que debo escribirle esta mañana para pedirle que se asegure de tratar a todos los hombres con equidad. Se me ha dicho que existe el peligro de que Ud. trate a algunos médicos en una forma tal que los perjudique. Debemos hacer todo lo que está a nuestro alcance para estimular el talento ministerial y también el de los médicos, proporcionándoles ventajas definidas; pero existe un límite más allá del cual no deberíamos ir.
Cuando procurábamos encontrar un médico para que sirviera como director del Sanatorio de Loma Linda, un médico experimentado accedió a venir bajo ciertas condiciones. Estableció cierta suma como remuneración por sus servicios y dijo que no iría por menos de eso. Algunos pensaron que como era tan difícil encontrar a la persona apropiada, debíamos invitarlo y satisfacer sus condiciones. Pero le dije al Hno. [J. A.] Burden: "No sería correcto emplear a ese médico y pagarle tanto, cuando hay otros que trabajan fielmente y reciben menos. Esto no constituye un acto de justicia, y el Señor me ha dicho que no aprobaría semejante discriminación".
El Señor pide abnegación a los que están a su servicio, y esta obligación atañe a los médicos tanto como a los ministros. Tenemos por delante una obra agresiva que requiere medios, y debemos llamar al servicio a hombres jóvenes para que trabajen como ministros y médicos, no por los sueldos más elevados, sino en vista de las grandes necesidades que hay en la causa de Dios. Al Señor no le agrada este espíritu de codicia que procura los sueldos más elevados. Necesitamos médicos y ministros cuyos corazones estén consagrados a Dios, y que reciban sus órdenes de marcha del Médico Misionero más grande que ha recorrido este planeta. Que contemplen su vida de abnegación y que luego se sacrifiquen gustosamente a fin de permitir que más obreros participen de la siembra del Evangelio. Si todos trabajan con este espíritu, se requeriría menos dinero para los sueldos.
Algunos han fallado en este punto. Dios los ha bendecido con habilidad para prestar un servicio aceptable, pero ellos han fracasado en aprender la lección de la economía, de la abnegación y de andar humildemente con Dios. Se accedió a sus exigencias de sueldos más elevados, y ellos se tornaron extravagantes en el uso de los recursos; perdieron la influencia para el bien que deberían haber tenido, y la mano prosperadora de Dios no estuvo con ellos... Cuidado con confiar demasiado en los que exigen sueldos elevados antes de dedicarse a la obra del Señor. Le escribo esto a modo de precaución.--Carta 330, 1906.
Consejo dado a un médico concerniente a un salario fijo
El plan según el cual Ud. recibirá, aparte de su sueldo, todo el dinero que haga en cierto tipo de trabajo, está abriendo la puerta de la tentación que conducirá a resultados malignos. Esto no lo alcanzan a ver Ud. ni aquellos que establecieron este acuerdo. Esto le causará un gran mal y al mismo tiempo traerá oprobio a la causa de Dios. Este plan se basa en un principio erróneo, que debe considerarse. Nada debe dejarse librado al desorden. Todo ha de estar perfectamente establecido. Ud. debe recibir una suma definida como sueldo por su trabajo, y vivir dentro de esa cantidad.
En las negociaciones con el Dr. U., se ha introducido algo semejante a esto. Constituye una transacción fraudulenta. Dios ve su tendencia y su resultado. Este método de remuneración no debe llevarse a cabo en los sanatorios que han de establecerse. Esta institución debe pagarle una suma adecuada por sus servicios. Y todos los que se relacionen con la institución deben recibir una remuneración proporcionada a sus servicios.--Carta 99, 1900.
Consejo contra una proposición a base de porcentaje
En cuanto a la proposición realizada por el Hno. V, soy del mismo parecer que Ud. No podemos permitirnos iniciar el plan de sueldos elevados. Esto constituyó la desgracia de la gente en Battle Creek, y tengo algo que decir acerca de este punto. Tenemos delante de nosotros un vasto campo de obra misionera. Debemos estar seguros de que atendemos los requerimientos de Cristo, quien se dio a sí mismo para nuestro mundo. No deberíamos dejar de hacer ninguna cosa que podemos realizar. Debe haber aseo y orden. Y debe hacerse todo lo posible para demostrar escrupulosidad en todo sentido. Pero cuando se trata de pagar veinticinco dólares por semana, más un buen porcentaje sobre el trabajo de cirugía que se haga, se me reveló en Australia que esto no podría ser, porque nuestra reputación está en juego. Se me dijo que muchos sanatorios se establecerían en la parte sur de California, porque mucha gente acudiría a ese lugar. Muchos buscarían ese clima.
Debemos actuar de acuerdo con el consejo dado por Dios, y cada uno de nosotros debe estar preparado para seguir el ejemplo de Jesucristo. No podemos consentir en pagar sueldos extravagantes. Dios quiere que sus colaboradores médicos cumplan con esta invitación: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas". Mateo 11:29.--Carta 309, 1905.
"No exijáis una remuneración elevada"
Me sentiría muy complacida si pudiera verlo y hablar con Ud. Siento un vivo deseo de que Ud. imite el modelo dado en la Palabra de Dios...
Dr. W., le ruego que no exija una remuneración elevada. Si Ud. lo hace, otros seguirán su ejemplo; y si se permite esto, no tardaremos en encontrar que las entradas del sanatorio serán absorbidas completamente por el pago de los sueldos, y que no quedará nada para llevar a cabo la obra misionera que debe realizarse en los países extranjeros.
Le escribo acerca de esto porque sé de qué estoy hablando. El Señor está probando a su pueblo. Mi esposo y yo hemos pasado por esa misma situación, y debido a que no pedimos una remuneración más elevada sino que estuvimos dispuestos a trabajar con abnegación y sacrificio, el Señor nos bendijo con su abundante gracia. Si Ud. manifiesta una conducta abnegada, será un ejemplo para otros que resultará en bendición para la obra. En su trabajo en __________, el sermón más efectivo que Ud. predicó, lo hizo cuando vivía los principios de la verdad en su propia familia y manifestaba su fervorosa devoción a la obra. Sé de qué estoy hablando cuando le digo esto.
Debería haber más igualdad entre el sueldo de los pastores y el de los médicos de la que ha habido hasta ahora. Se espera que nuestros pastores sean un ejemplo de liberalidad para los miembros de la iglesia, de modo que su remuneración debería ser suficiente como para que ellos puedan realizar muchas donaciones.--Carta 372, 1907.
Extravagancia e influencia
Entre nuestros ministros, médicos y profesores existe la necesidad de una entrega completa de la mente, el corazón y el alma a Dios... Los trajes elegantes, las casas costosas y un sistema de vida de acuerdo con la moda, no son los elementos que darán reputación a la obra. Pero Dios estima como algo de gran valor el espíritu humilde y sereno. La religión no hace a una persona ruda y vulgar. El verdadero creyente, al comprender cuán débil es, se cuidará en todo sentido y colocará toda su confianza en Dios. La verdadera piedad cristiana no puede forzarse, porque constituye la efusión natural del corazón sincero...
Dios necesita hombres minuciosos, hombres de oración y hombres prácticos. Una dispendiosa ostentación no eleva a los hombres y las mujeres a los ojos de las personas sensatas. No es correcto que un médico viva suntuosamente y que luego cobre precios exorbitantes por realizar pequeñas intervenciones quirúrgicas. Dios contempla todos estos asuntos en su verdadera luz (Manuscrito 34, 1904).
Una entrevista importante acerca de la remuneración de los médicos
[En la mañana del 4 de diciembre de 1913, los dirigentes de la Unión del Pacífico, EE.UU., celebraron una conferencia con la Sra. E. G. de White en su hogar de Elmshaven. El tema fue la remuneración de los médicos de nuestros sanatorios. Se realizó un informe taquigráfico de la entrevista en el que la Sra. White escribió la siguiente nota de respaldo: "Esto está presentado correctamente, y lo repito para beneficio de otros. Que el Señor nos ayude, nos enseñe y nos guíe paso a paso en nuestras dificultades". A continuación presentamos algunas partes esenciales del informe de esta entrevista.--Los compiladores.
Presentes: Elena G. de White, pastores F. M. Burg. G. W. Reaser, W. M. Adams, J. H. Behrens, C. L. Taggart. A. G. Christiansen, W. C. White; y también C. C. Crisler.
Después de las presentaciones y los saludos, el pastor W. C. White dijo en parte:
Ayer estuvimos considerando durante todo el día los intereses de nuestros diferentes colegios de la Unión del Pacífico. En esos colegios situados en Angwin, Lodi, Fernando, Armona y Loma Linda estudian entre seiscientos y setecientos alumnos. Nos sentimos animados después de cambiar ideas acerca de esos colegios.
Hoy debemos considerar los problemas de los sanatorios, particularmente el tema de los sueldos que deberíamos pagar a los médicos y los cirujanos. En nuestro sanatorio de __________ tenemos un médico temeroso de Dios que ha ganado la confianza de todos sus asociados, un hombre a quien Dios ha bendecido abundantemente en su ministerio en favor de los enfermos. El desea quedar trabajando donde está, y todos desean que él se quede; pero él piensa que podría quedarse si sus hermanos pueden asignarle un sueldo que sea el doble del sueldo pagado a los obreros en general. A él le gusta dar abundantemente, y desea tener fondos para vivir y para dedicar a ese propósito. Estamos perplejos, de modo que nos agradaría saber si Ud. posee alguna instrucción acerca de este asunto].
Hna. White: Si se le da considerablemente más que al resto de los médicos, éstos van a pensar que no se los trata con justicia a menos que también se les dé más. Debemos actuar con precaución y conocimiento, no debemos permitir que los sueldos se eleven tanto que tienten a muchos. Habría que rebajar los sueldos de los médicos antes que subirlos, porque hay una gran obra que debe hacerse. A menos que tengáis una instrucción clara de parte del Señor, no es aconsejable pagar a un hombre considerablemente más que a otro que realiza un trabajo similar. Porque si se hace esto, los demás pensarán que es perfectamente correcto esperar sueldos similares. Debemos considerar las cosas desde todos los puntos de vista, y no es conveniente pensar que podemos ofrecer una remuneración más elevada a un obrero de éxito sencillamente porque él la pide. Más bien debemos pensar qué podemos hacer en este momento, cuando los campos están abriendo sus puertas y en adelante tendremos que gastar en ellos más recursos que los que hemos invertido hasta ahora. Estos son asuntos que probarán la fe de nuestro pueblo.
W. C. White: Por cierto que prueban nuestra fe, Mamá, y especialmente cuando un grupo de obreros ha trabajado con un hombre hasta que ha aprendido a amarlo y a admirarlo, hasta el punto de creer que puede realizar un trabajo mejor que cualquier otra persona. De manera que es natural para ellos pensar que es incorrecto que los hermanos lo priven de aquello que él podría utilizar con ventaja. Ellos piensan: "¿Qué son mil dólares, o mil quinientos dólares de más, cuando la vida está de por medio?" Dicen: "A tal persona la ha sacado adelante, y a tal otra le ha salvado la vida"; y piensan que seríamos sumamente mezquinos si no accedemos a su pedido. Dicen además: "Nadie trabaja y sufre más que el cirujano. Pensad en las horas de dura labor, de ansiedad y de angustia mental que debe soportar, cuando una vida preciosa pende de un hilo".
Pero, por otra parte, al considerar este asunto debemos recordar que hay otras instituciones que reciben la influencia de nuestras acciones. Vemos un sanatorio pobre y luchador situado en un lugar hermoso, en una posición de trabajar en gran escala y con toda clase de perspectivas favorables de hacer dinero si tan sólo pueden contar con un médico brillante; y pueden tener un médico competente si se los anima a que paguen solamente trescientos o quinientos dólares más de lo que indica la escala de sueldos recomendada. Ellos arguyen: "Si nos dejáis pagar unos pocos cientos de dólares más de lo que habéis aconsejado, podemos ganar cinco mil dólares para cubrir este pequeño gasto adicional realizado en los sueldos". Así es como vemos las cosas cuando las miramos desde el punto de vista comercial.
Hna White: Vosotros veis que debajo de todo eso hay un egoísmo con el cual el Señor no se complace. Debemos trabajar en armonía. Nuestra obra debe avanzar impulsada por una acción armónica, y a raíz de esto muchos se verán en circunstancias muy difíciles. Otros, en cambio, lo pasarán mejor. Pero todas estas cosas tendrán que ser tomadas tal como vienen, y los obreros deben recordar lo que Jesús dio al venir a nuestro mundo. Pienso repetidas veces en esto y llego a la conclusión de que podemos realizar una obra excelente si damos el ejemplo debido. Pero si deseamos lo que la mayor parte de nuestros hermanos no puede recibir, esto perjudica nuestra influencia. Un hermano dice: "El Hno. Fulano recibe tal sueldo, y yo debo recibir uno equivalente". Y esto hará que los sueldos suban y que sigan subiendo cada vez más. El hecho es que las remuneraciones de algunos obreros deberían ser más bajas a fin de que podamos satisfacer las exigencias cada vez más amplias de la obra que debemos realizar para amonestar el mundo...
En años pasados, cuando hemos considerado este asunto de los sueldos, he dicho a mis hermanos que el Señor sabe todo lo que se relaciona con el espíritu que nos impulsa a la acción, y que él puede cambiar las cosas para favorecernos en el momento más inesperado. Recibiremos la bendición del Señor si damos el ejemplo debido. He visto que el Señor ha obrado de diversas maneras y en muchos lugares para ayudar a los que contemplan estos asuntos bajo la luz correcta y dan un ejemplo de abnegación. Hermanos míos, a medida que trabajéis con fervor, con oración y con humildad, en el espíritu de Cristo, Dios abrirá las puertas delante de vosotros. La gente verá vuestra abnegación.
Algunas veces, cuando mis hermanos han venido a pedirme consejo acerca de si deberían pedir una remuneración mayor, les he dicho que podrían recibir un poquito más de dinero si piden un sueldo más elevado, pero que la bendición del Señor acompañará a los que siguen una conducta diferente. Dios ve la abnegación; el Señor Dios de Israel ve cada motivo que impulsa a la acción; y cuando entráis en una situación difícil, los ángeles de Dios están allí para ayudaros y para concederos una victoria tras otra.
He aconsejado claramente a mis hermanos para que no exijan sueldos mayores, porque éste no es el móvil que nos induce a emplear nuestras energías en la obra de la salvación de las almas.
No debemos permitir que la remuneración interfiera con nuestra respuesta al llamado que nos hace el deber, dondequiera que se necesite nuestro servicio. El Señor puede disponer las cosas de modo que nuestro trabajo sea bendecido en forma tal que exceda a toda compensación que podamos o no podamos recibir. Y él hará que sus siervos tengan palabras de la más grande importancia para comunicarlas a las almas que perecen.
El pueblo está hambriento y sediento de la ayuda del cielo. He procurado practicar la abnegación de modo que sé de qué hablo cuando digo que la bendición del Señor descansará sobre los que colocan en primer lugar el llamamiento del deber. Me siento complacida por este privilegio de testificar delante de Uds., esta mañana, que el Señor en repetidas ocasiones ha dispuesto las cosas de tal modo que nos ha proporcionado más de lo que nos hubiésemos atrevido a pedir.
El Señor probará a sus siervos; y si éstos resultan fieles a él, y si colocan sus casos en sus manos, los ayudará en todo tiempo de necesidad.
No trabajamos juntamente con Dios por la remuneración que podamos recibir mientras estamos a su servicio. Es cierto, hermanos, que debéis recibir un sueldo con que sostener a vuestras familias; pero si comenzáis a estipular la cantidad que deberíais recibir, podéis resultar una piedra de tropiezo para quien tal vez no tenga la disposición a ser liberal que tenéis vosotros, y en este caso el resultado será confusión. Otras personas pensarán que no se trata a todos con justicia. Y no tardaréis en descubrir que la causa de Dios está en aprietos; y ninguno de vosotros desea ver este resultado. Todos deseáis ver la causa de Dios puesta en un terreno ventajoso. Mediante vuestro ejemplo, tanto como por vuestras palabras, la gente debe recibir una seguridad fehaciente de que la verdad recibida en el corazón engendra el espíritu de abnegación. Y al avanzar vosotros impulsados por este espíritu, habrá muchos más que os seguirán.
El Señor quiere que sus hijos obren con esa abnegación y con ese espíritu de sacrificio que nos proporcionarán la satisfacción de haber cumplido bien nuestro deber nada más que por amor al deber. El Hijo unigénito de Dios se entregó a sí mismo a una muerte ignominiosa en la cruz, ¿y deberíamos nosotros quejarnos a causa de los sacrificios que se nos pide que realicemos?
Durante las horas que he permanecido despierta en la noche, le he rogado al Señor que proteja a nuestros hermanos contra la tendencia de aceptar ir aquí o allá bajo la condición de recibir un sueldo un poco más elevado. Si van con espíritu de abnegación, y si confían en el Señor, él fortalecerá su mente y su carácter, y como resultado alcanzarán el éxito.
En el futuro nuestra obra tendrá que realizarse con abnegación y espíritu de sacrificio aún mayores que los que hemos visto en el pasado. Dios desea que le encomendemos nuestras almas para permitirle que él trabaje mediante nosotros en una variedad de formas. Estos asuntos me afectan intensamente. Hermanos, andemos con mansedumbre y humildad, y demos un ejemplo de abnegación a nuestros asociados. Si hacemos nuestra parte con fe, Dios abrirá delante de nosotros caminos con los que ahora ni soñamos...
Si una persona propone algo que no está de acuerdo con los principios de la abnegación sobre los que nuestra obra está basada, recordemos que un golpe de la mano de Dios puede barrer todos los beneficios aparentes, porque éstos no se buscaron para glorificar su nombre (Manuscrito 12, 1913).
Haciendo frente a una emergencia
Si cuando estáis en apreturas financieras dejáis que vuestros obreros competentes se vayan para establecerse por su cuenta, dentro de poco tiempo desearéis tenerlos de vuelta. El asunto de las finanzas puede dirigirse muy bien si todos los obreros están dispuestos a recibir menos sueldo cuando escasean los recursos. Este es el principio que Dios me reveló para que fuese practicado en nuestras casas editoras. Habrá abundancia de trabajo y vuestra obra necesitará a estos mismos hombres. ¿No deberíamos estar todos dispuestos a restringir nuestros requerimientos en un momento cuando el dinero escasea tanto?
Mi esposo y yo trabajamos guiados por este principio. Dijimos: "La casa editora es una institución del Señor, de modo que economizaremos y reduciremos nuestros gastos hasta donde sea posible". El Señor requiere abnegación de todos sus siervos para hacer avanzar su obra y llevarla al éxito. Que cada obrero haga lo mejor de su parte ahora para sostener y proteger nuestras casas editoras en ____________. ¿No pensáis que al Señor le agradará ver que este espíritu domina en nuestras instituciones? Debemos llevar los principios a la obra. Jesús dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame". Lucas 9:23. ¿Estamos listos para seguir a Cristo?--Carta 25, 1896.
Nuestras instituciones deben estar por completo bajo la supervisión de Dios. Fueron establecidas con sacrificio, y sólo con sacrificio podrá llevarse a cabo su obra.--Carta 129, 1903.
La sabiduría humana alejará de la abnegación y de la consagración, e inventará muchas cosas que tenderán a anular los mensajes de Dios.--The Review and Herald, 13 de diciembre de 1892.