El luto enternece y subyuga
Ha sido mi parte el ser castigada por la aflicción, lo cual ha ejercido sobre mí una influencia enternecedora y subyugadora, ha quitado la enemistad de mi corazón, y lo ha llenado de simpatía y amor. Mi vida de luto, dolor y sufrimiento no ha transcurrido sin que recibiera preciosas revelaciones de la presencia de mi Salvador. Mis ojos han sido atraídos hacia el cielo que brilla con hermosura sobre nosotros; he vislumbrado el mundo eterno y la sobremanera grande recompensa. Cuando todo ha parecido tenebroso, se ha abierto un espacio en las nubes y los rayos procedentes del trono han dispersado las tinieblas. Dios no desea que ninguno de nosotros permanezca postrado a causa de la intensa aflicción, con los corazones transidos de dolor. El quiere que miremos hacia arriba y veamos el arco de la promesa, y que reflejemos la luz para otras personas.
Oh, el bendito Salvador se halla junto a muchas personas cuyos ojos están de tal modo enceguecidos por las lágrimas que no alcanzan a discernirlo. El anhela aferrar firmemente nuestras manos, mientras nosotros nos aferramos a él con fe sencilla, y le imploramos que nos guíe. Tenemos el privilegio de gozarnos en Dios. Si dejamos que la confortación y la paz de Jesús entren en nuestras vidas, seremos mantenidos cerca de su gran corazón de amor.--The Review and Herald, 25 de noviembre de 1884.
Volveremos a ver a nuestros hijos
Mi corazón de madre se ha conmovido por el relato de su experiencia en relación con la muerte de su hijo, y por su referencia al hecho de haberse postrado en oración para someter su voluntad a la voluntad de su Padre celestial, y haber dejado las cosas en sus manos. He pasado por una experiencia similar a la que Ud. acaba de tener.
Cuando mi hijo mayor tenía 16 años de edad, fue aquejado por la enfermedad. Su caso fue considerado crítico, y él nos llamó a su lado, y nos dijo: "Papá y mamá, será difícil para vosotros veros privados de vuestro hijo mayor. Si al Señor le parece conveniente conservarme la vida, quedaré complacido por amor a vosotros. Si debo morir ahora para mi propio bien y para gloria de su nombre, quiero deciros que estoy resignado a ello. Papá, vaya por su lado, y mamá, vaya por su lado, y oren. Así recibirán una respuesta de acuerdo con la voluntad de mi Salvador, a quien vosotros y yo amamos". El temía que si orábamos juntos, nuestros sentimientos de simpatía se fortalecerían, y pediríamos lo que no sería lo mejor para que el Señor lo concediera.
Hicimos como él pidió, y nuestras oraciones fueron similares en todo sentido a las oraciones que Ud. ha ofrecido. No recibimos ninguna evidencia de que nuestro hijo se recuperaría. Murió con toda su confianza puesta en Jesús nuestro Salvador. Su muerte constituyó un enorme golpe para nosotros, pero fue una victoria aun en la muerte, porque su vida estaba oculta con Cristo en Dios.
Antes de la muerte de mi hijo mayor, mi hijito de brazos enfermó de muerte. Oramos y pensamos que el Señor nos conservaría a nuestro pichón, pero cerramos sus ojos en la muerte, y lo llevamos para que descansara en Jesús, hasta que el Dador de la vida venga a fin de despertar a sus preciosos y amados hijos para que reciban una gloriosa inmortalidad.
Después mi esposo, el fiel siervo de Jesucristo, quien estuvo a mi lado durante 36 años, me fue quitado, y yo quedé para trabajar sola. El duerme en Jesús. No tengo lágrimas para derramar sobre su sepulcro. ¡Pero cuánto lo echo de menos! ¡Cómo anhelo sus palabras de consejo y sabiduría! ¡Cómo anhelo escuchar sus oraciones mezcladas con mis oraciones para pedir luz y dirección, para pedir sabiduría a fin de saber cómo planificar la obra!
Pero el Señor ha sido mi consejero, y el Señor le dará a Ud. gracia para soportar su aflicción.
Ud. pregunta acerca de la salvación de su hijito. Las siguientes palabras de Cristo constituyen la respuesta para Ud.: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios". Lucas 18:16.
Recuerde esta profecía: "Así ha dicho Jehová: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron. Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra". Jeremías 31:15-17.
Esta promesa es para Ud. Puede sentirse reconfortada y confiar en el Señor. El Señor me ha hecho saber con frecuencia que muchos pequeñitos morirán antes del tiempo de angustia. Volveremos a ver a nuestros hijos. Los encontraremos y los reconoceremos en las cortes celestiales. Confíe en el Señor y no tema.--Carta 196, 1899.
Los niños en la resurrección
Con frecuencia se marchitan nuestras esperanzas más acariciadas. La muerte nos arranca a nuestros seres amados. Cerramos sus ojos, los vestimos para la tumba y los ocultamos de nuestra vista. Pero la esperanza nos hace cobrar ánimo. No estaremos separados para siempre, sino que volveremos a encontrar a nuestros seres amados que duermen en Jesús. Volverán de la tierra del enemigo. El Dador de la vida está por venir. Millares de santos ángeles lo escoltan en su camino. El rompe las cadenas de la muerte, destruye los grilletes de la tumba, y entonces los preciosos cautivos salen con salud y belleza inmortales.
Cuando los niñitos salen inmortalizados de sus lechos polvorientos, inmediatamente vuelan hacia los brazos de sus madres. Se reúnen para nunca más separarse. Pero muchos niñitos no tienen madres allí. Procuramos en vano escuchar el canto de triunfo entonado con arrobamiento por la madre. Los ángeles reciben a los niños sin madres y los conducen hacia el árbol de la vida.
Jesús coloca el dorado anillo de luz, la corona, sobre sus cabecitas. Dios permita que la querida madre de "Eva" pueda estar allí, que sus pequeñas alas puedan plegarse sobre el feliz pecho de su madre.--The Youth's Instructor, abril de 1858.
Jesús dice: "apóyate en mí"
He pensado muchas veces en vosotros... Es muy grande la confortación que proporciona la Escritura; abunda en expresiones de consuelo para los afligidos y los enlutados, para los enfermos y los dolientes. Me parece ver a Jesús deciros: Padre y madre D: "Apoyaos en mí y reclinaos pesadamente. Yo os haré cobrar ánimo. Mi brazo nunca os fallará. Será fuerte para sosteneros en todos los lugares ásperos y difíciles. Tan sólo confiad en mí y seréis conducidos en salvo y sostenidos firmemente".
¡Oh, la preciosa Biblia! Sus verdades están llenas de médula y de grosura. Podemos pensar en ella y regocijarnos a la luz de las promesas. Ahí están las misericordiosas declaraciones de un Dios infinito. Su voz nos habla desde su Palabra. Espero que estéis de buen ánimo.
Probablemente no seáis capaces de explicar esta aflicción que os ha sobrevenido. Las cosas pueden permanecer rodeadas de un misterio impenetrable hasta que el mar entregue a sus muertos. Pero no permitáis que vuestro corazón quede agobiado por la aflicción, porque ellos son propiedad de Dios y él hará como le place con los suyos. Esto sabemos, que su amor es mayor de lo que podría ser el nuestro, y Jesús los amó tanto que dio su vida para recibirlos; por lo tanto dejadlos descansar, y que vuestro corazón siga más decididamente a Jesús para que él satisfaga toda hambre del alma y toda necesidad...
Cualesquiera sean las circunstancias que rodean vuestra vida, no importa cuán oscuros y misteriosos puedan ser los caminos de la Providencia, aunque la senda pase por aguas profundas, y las pruebas y las aflicciones asalten una vez tras otra, a pesar de todo, sigue teniendo valor esta declaración: "A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien". Romanos 8:28. "Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día". 2 Timoteo 1:12.--Carta 32, 1893.
Bienaventurados los que mueren en el señor
QUERIDA HERMANA, Leí en la carta... lo que se refiere a la muerte de su madre, y tan sólo pude decir: "Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor". Apocalipsis 14:13. Durante mucho tiempo su madre ha estado muy débil. Ud. la ha cuidado constantemente. No ver más su rostro constituirá una gran aflicción para Ud. Si viviésemos cerca de Ud., le diríamos: "Venga aparte y descanse un poco". Pero sus deberes reclaman su tiempo. Quiero decirle: Confíe en el Señor.
Ud. sentirá enormemente el fallecimiento de su madre; pero quisiera decirle que no siento aflicción por los justos muertos, sino por los que viven. Sé que Ud. ha dejado a su madre en la tumba con la plena esperanza de que ella se levantará cuando suene la trompeta de Dios... Sé lo que significa sepultar a los seres amados. Mi padre y mi madre, mi hermano, mi hermana, mi esposo y dos de mis hijos duermen en sus tumbas. Mi hermana María, yo y mis dos hijos somos los únicos que quedamos.--Carta 98, 1903.
Aguardad la felíz reunión familiar
ESTIMADO HERMANO, Nos enteramos de la muerte de su esposa, pero no recibimos pormenores concernientes a su enfermedad.
Simpatizamos con Ud. Oramos a Dios para que lo consuele y le imparta su gracia, para que no caiga postrado por una aflicción excesiva. Agradezcamos a Dios porque aguardamos la heredad prometida. Agradezcámosle porque su salvación está cercana y no dista de nosotros.
Al considerar a sus hijitos, con respecto a quienes su esposa cumplió tan fielmente sus responsabilidades de madre, Ud. tiene motivos para alegrarse porque ella hizo todo lo que pudo para criarlos en la enseñanza y la amonestación del Señor. El bendito Salvador, quien tomó a los niñitos en sus brazos para bendecirlos, no dejará a sus hijos ni a Ud. sin consuelo. Ahora Ud. tiene una doble responsabilidad. Quiera el Señor inspirar a los que se relacionen con estos corderitos del rebaño de Cristo, para tratarlos con suavidad, ternura y amor, para que sus pies jóvenes e inexpertos siempre sean guiados para andar con seguridad.
Queridos niñitos, la Hna. White os ama, y pedirá al Salvador que os bendiga, porque él os ama y os considera su hijitos.
Hno. E, sé que Ud. está triste porque tuvo que sepultar a su compañera amada. ¿Pero qué dicen las Escrituras?
"Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansan de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen". Apocalipsis 14:12, 13.
Oraremos por Ud. y sus queridos hijitos, para que, mediante la paciente perseverancia del bien hacer, pueda mantener su rostro y sus pasos siempre dirigidos hacia el cielo. Oraremos para que ejerza influencia y tenga éxito en la dirección de sus hijitos, para que Ud. y ellos ganen la corona de la vida, y para que en el hogar de arriba, que ahora se está preparando para vosotros, Ud., su esposa y sus hijos puedan ser una familia que volverá a reunirse con gozo para no separarse jamás.
Con todo aprecio y simpatía.--Carta 143, 1903.
Serán llamados en una resurrección especial
ESTIMADO HERMANO, Casi no sé qué decirle. La noticia de la muerte de su esposa fue abrumadora para mí. Casi no pude creerla, y ahora a duras penas puedo admitirla. Dios me dio una visión el último sábado de noche, y se la voy a referir...
Vi que ella estaba sellada, que se levantaría y se pondría en pie sobre la tierra, y estaría con los ciento cuarenta y cuatro mil. Vi que no necesitábamos afligirnos por ella; descansaría durante el tiempo de angustia; lo único que debería afligirnos debería ser nuestra pérdida experimentada al ser privados de su compañía. Vi que su muerte sería para bien.
Le advierto a F y al resto de los niños que deben prepararse para encontrarse con Jesús, y entonces volverán a encontrar a su madre, para no apartarse más. Oh, niños, ¿obedeceréis las fieles advertencias que os dio vuestra madre mientras estaba con vosotros, y haréis vuestra parte para que todas las oraciones que ella ofreció a Dios por vosotros no sean como aguas derramadas sobre la tierra? Preparaos para encontraros con Jesús, y todo estará bien. Entregad vuestros corazones a Dios y no descanséis ni un solo día hasta saber que Dios os ama.
Querido hermano, hemos orado a Dios para que lo reconforte y lo fortalezca, a fin de que pueda soportar su pérdida. Dios lo acompañará y lo sostendrá. Tan sólo tenga fe...
No se aflija como los que no tienen esperanza. La tumba puede retenerla sólo por un poco de tiempo. Espere en Dios y reanímese, querido hermano, y volverá a reunirse con ella dentro de poco. No dejaremos de orar para que las bendiciones de Dios descansen sobre Ud. y su familia. Dios será su sol y su escudo. Estará junto a Ud. en ésta, su gran aflicción y prueba. Soporte bien la prueba y recibirá la corona de gloria juntamente con su compañera a la venida de Jesús. Aférrese a la fe, y Ud. y ella serán coronados de gloria, honra, inmortalidad y vida eterna.--Carta 10, 1850.
Llorar no es pecado
QUERIDA HERMANA, Simpatizamos con Ud. en su aflicción y su viudez. He pasado por las mismas circunstancias que ahora la afligen, y sé lo que significan. ¡Cuánta tristeza hay en el mundo! ¡Cuánto dolor! ¡Cuántas lágrimas! No es correcto decir a los que están afligidos: "No llore, porque no es conveniente llorar". Esas palabras proporcionan poquísimo consuelo. Llorar no es pecado. Aunque la persona que muere haya sufrido durante años debido a la debilidad y el dolor, ese hecho no seca las lágrimas de nuestros ojos.
Nuestros seres queridos mueren. Sus cuentas con Dios quedan selladas. Pero en tanto que consideramos una cosa seria y solemne morir, debemos considerar algo mucho más solemne el vivir. Cada día de nuestra vida está cargado de responsabilidades que debemos cumplir. Nuestros intereses individuales, nuestras palabras y acciones, están impresionando a las personas con quienes nos relacionamos. Debemos hallar nuestro consuelo en Jesucristo. ¡Precioso Salvador! Siempre se conmovió debido a nuestras calamidades... Aférrese a la Fuente de su fortaleza.--Carta 103, 1898.
El duerme en Jesús
MI QUERIDA Y AFLIGIDA HERMANA, Me aflijo con Ud. a causa de su dolor. Aunque no esperaba volver a encontrar a su esposo en esta vida, sin embargo me han entristecido las noticias de su muerte y el conocimiento de las pesadas responsabilidades que Ud. deberá llevar en el cuidado de su familia. Simpatizamos con Ud. y oraremos con frecuencia por Ud. y sus hijos. Su esposo duerme en Jesús. "Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen". Apocalipsis 14:13.
El Padre ama a todos los que creen en la verdad y que obran de acuerdo con ella, como miembros de ese cuerpo del cual Cristo constituye la cabeza. Ud. ahora puede sentarse bajo la sombra de Cristo y así obtendrá su paz. Piense en Cristo. Contémplelo con fe, y crea en sus promesas. No pierda la confianza. El será su apoyo. Reclínese sobre él y dependa de él. No se aflija excesivamente, sino reanímese, porque una pesada carga descansa sobre Ud. Confíe en Aquel cuyo brazo nunca le fallará.
He perdido a mi esposo, y sé por experiencia cuál es su aflicción. Pero Ud. se reanimará contemplando a Jesús. Ojalá cada día tenga Ud. la bendición del Señor. Mi querida hermana, que el Señor la bendiga y la sostenga.
Ya está demasiado oscuro para seguir escribiendo, de modo que le diré buenas noches. Esté tan gozosa como pueda por el bien de sus hijos.--Carta 167, 1905.
QUERIDOS NIÑOS, Debo escribiros unas pocas líneas. Quisiéramos ir a vuestra casa y llorar con vosotros y arrodillarnos con vosotros en oración. ¿Quiere cada uno de vosotros buscar al Señor y servirle? Podéis ser una gran bendición para vuestra madre al no hacer ninguna cosa que la aflija. El Señor Jesús os recibirá si le entregáis vuestros corazones. Haced todo lo que sea posible para aliviar a vuestra madre de las preocupaciones y las tareas.
El Señor ha prometido ser un padre para los huérfanos. Si le entregáis vuestros corazones, él os dará poder para llegar a ser hijos e hijas de Dios. Si los hijos mayores alivian a la madre realizando todas las tareas que les sea posible, tratando con bondad a sus hermanos menores y enseñándoles a hacer el bien y a no preocupar a su madre, el Señor los bendecirá mucho.
Entregad vuestros corazones al Salvador amante, y haced únicamente las cosas que le agradan. No hagáis nada que aflija a vuestra madre. Recordad que el Señor os ama, y que cada uno de vosotros puede llegar a ser un miembro de la familia de Dios. Si sois fieles aquí, cuando él venga en las nubes de los cielos, volveréis a encontrar a vuestro padre, y volveréis a constituir una familia unida.
Con todo amor.--Carta 165, 1905.
Que el señor sea su consuelo
QUERIDA HERMANA, Acabo de recibir una carta de la Hna. G, en la que me informa acerca de su aflicción. Simpatizo profundamente con Ud., hermana mía. Si pudiera visitarla, lo haría...
Quiero decirle, hermana, que el Señor no desea que Ud. sea postrada por el dolor. Su esposo vivió con Ud. muchos años más de los que yo había supuesto que viviría. Dios le prolongó la vida con misericordia, y después de sus sufrimientos misericordiosamente lo hizo dormir en Jesús... Su esposo y mi esposo descansan. Ya no experimentan más dolor ni sufrimientos. Ahora descansan.
Siento, hermana mía, que Ud. tenga aflicción y dolor. Pero Jesús, el precioso Salvador, vive. Vive para Ud. No se preocupe, sino que confíe en el Señor. Recuerde que ni un gorrión cae a tierra sin que lo advierta el Padre celestial...
Hermana mía, consuélese en el Señor. "Puesto que Cristo ha padecido por nosotros..., vosotros también armaos del mismo pensamiento". 1 Pedro 4:1. La insto a que en su sufrimiento afirme su alma en Dios. El Señor será su ayuda, su fortaleza y su consuelo. Por lo tanto mire hacia él y confíe en él. Debemos recibir nuestro consuelo de Cristo. Aprenda en su escuela su mansedumbre y humildad de corazón. Que cada palabra que Ud. pronuncia demuestre que reconoce la bondad, la misericordia y el amor de Dios. Decídase a ser un consuelo y una bendición para todos en su hogar. Cree una atmósfera agradable, pura y celestial.
Abra las ventanas del alma hacia arriba y deje que penetre en ella la luz del Sol de Justicia. No se queje. No se lamente ni llore. No mire el lado oscuro de las cosas. Que la paz de Dios reine en su alma. Entonces tendrá fortaleza para soportar todos sus sufrimientos, y se regocijará porque tendrá gracia para llevarlos. Alabe al Señor; hable de su bondad; refiérase a su poder. Torne agradable la atmósfera que rodea su alma.
No deshonre a Dios mediante expresiones de queja, sino alábelo de corazón, alma y voz. Contemple el lado iluminado de todas las cosas. No introduzca una nube ni una sombra en su hogar. Alabe al que es la luz de su rostro y su Dios. Hágalo y verá que las cosas tanscurren fácilmente.
Cariños para Ud. y su hija.--Carta 56, 1900.
Elena de White en su hora de aflicción
En la aflicción por la que pasé recientemente, tuve una visión más cercana de la eternidad. Es como si hubiese sido llevada ante el gran trono blanco, y hubiera visto mi vida tal como aparecería desde allí. No puedo encontrar nada de qué jactarme, ningún mérito que presentar en mi favor. Mi exclamación es: "Soy indigna, indigna del más pequeño de tus favores, oh Dios mío". Mi única esperanza yace en un Salvador crucificado y resucitado. Reclamo para mí los méritos de la sangre de Cristo. Jesús salvará hasta lo máximo al que confíe en él.
A veces resulta difícil para mí tener un rostro gozoso cuando mi corazón está deshecho por la angustia. Pero no permitiré que mi aflicción arroje una sombra sobre los que me rodean. Los períodos de aflicción y de angustia con frecuencia se tornan más aflictivos y perturbadores de lo que deberían ser, porque es nuestra costumbre entregarnos sin reservas al dolor. Determiné desterrar este mal con la ayuda del Señor; pero mi resolución ha sido severamente probada. La muerte de mi esposo constituyó un golpe muy pesado para mí, y lo sentí más agudamente porque fue repentino. Cuando vi el sello de la muerte sobre su rostro, mis sentimientos fueron casi insoportables. Anhelaba llorar en medio de mi angustia. Pero sabía que eso no recuperaría la vida de mi esposo amado, y pensé que no sería una actitud cristiana el entregarme a la aflicción. Busqué ayuda y consuelo de arriba, y las promesas de Dios se cumplieron para mí. La mano del Señor me sustentó. Es un pecado el entregarse sin reservas al dolor y a los lamentos. Por la gracia de Cristo podemos actuar con compostura y aun con gozo cuando estamos sometidos a las pruebas.
Aprendamos una lección de ánimo y fortaleza de la última entrevista de Cristo con sus apóstoles. Estaban por separarse. Nuestro Salvador estaba por recorrer la senda cruenta que lo conduciría al Calvario. Nunca hubo una experiencia más difícil que aquella por la que él pronto pasaría. Los apóstoles habían oído las palabras con que Cristo había predicho sus sufrimientos y su muerte, de modo que sus corazones estaban cargados de dolor y sus mentes distraídas por la duda y el temor. Sin embargo, no hubo ninguna clase de alboroto, y nadie se abandonó al dolor. Nuestro Salvador pasó esas últimas horas solemnes y trascendentales pronunciando palabras de consuelo y seguridad para sus discípulos, y luego todos se unieron para cantar un himno de alabanza...
Un tiempo para orar y alabar
Cuando nos rodean las dificultades y las pruebas, deberíamos acudir a Dios y esperar confiadamente en Aquel que es poderoso para salvar y fuerte para librar. Debemos pedir la bendición de Dios si es que queremos recibirla. La oración es un deber y una necesidad; ¿pero no descuidamos la alabanza? ¿No deberíamos agradecer más a menudo al Dador de todas nuestras bendiciones? Necesitamos cultivar la gratitud. Deberíamos contemplar frecuentemente y volver a contar las mercedes de Dios, y alabar y glorificar su santo nombre, aun cuando experimentemos dolor y aflicción...
Es grande la misericordiosa bondad con que el Señor nos trata. Nunca dejará ni olvidará a los que confían en él. Si pensáramos y habláramos menos de nuestras pruebas, y más de la misericordia y la bondad de Dios, nos sobrepondríamos a una buena parte de nuestra tristeza y perplejidad. Hermanos míos que pensáis que estáis entrando en la senda tenebrosa, y que tal como los cautivos de Babilonia debéis colgar vuestras arpas sobre los sauces, convirtamos la prueba en un canto de gozo. Podéis decir: ¿Cómo puedo cantar con una perspectiva tan oscura delante de mí, con esta carga de aflicción y dolor sobre mi alma? ¿Pero nos han privado las aflicciones terrenales del Amigo todopoderoso que tenemos en Jesús? El maravilloso amor de Dios manifestado en el don de su amado Hijo, ¿no debería ser constantemente un tema de gozo? Cuando llevemos nuestras peticiones al trono de la gracia, no olvidemos de ofrecer también himnos de agradecimiento. "El que sacrifica alabanza me honrará". Salmos 50:23. La vida eterna de nuestro Salvador nos proporciona un motivo constante de gratitud y alabanza.--The Review and Herald, 1 de noviembre de 1881.
La gloriosa mañana de la resurrección
Sentirnos mucha pena el jueves pasado cuando nos enteramos de vuestra profunda aflicción. Nuestros corazones se conduelen a causa del fallecimiento de miembros de la familia de nuestro querido Hno. [J. R.] McCoy. Nuestra simpatía se dirige a todos los que han sido afligidos por este dolor. La extendemos asimismo a los niños y los miembros de la familia que han experimentado tan amargo sufrimiento. Pero deseamos señalaros a Jesús como vuestra única esperanza y consuelo. La querida compañera de nuestro afligido Hno. McCoy, y la madre de los acongojados hijos a quienes amó, yace silenciosa en la muerte. Pero si bien es cierto que lloramos con los que lloran, nos regocijamos porque esta amada madre, su hija, el Hno. Young--anciano de vuestra iglesia--, y otros que pueden haber sido llevados por la muerte, creían en Jesús y lo amaban.
Que las palabras del apóstol Pablo os consuelen: "Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras". 1 Tesalonicenses 4:13-18.
No somos como los paganos que pasan días y noches lamentándose con lúgubres cánticos por los muertos, con el propósito de despertar la simpatía de los demás. No debemos vestirnos de luto ni llevar en el rostro una expresión de tristeza, como si nuestros amigos y familiares hubiesen partido para siempre. Juan exclama: "Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen". Apocalipsis 14:12, 13.
Cuán oportunas son estas palabras de Juan en el caso de estos seres amados que duermen en Jesús. El Señor los ama, y las palabras pronunciadas por ellos en vida, las obras de amor que serán recordadas, serán repetidas por otros. El fervor y la exactitud con que realizaron la obra de Dios deja un ejemplo para que otros lo sigan, porque el Espíritu Santo ha obrado en ellos el querer y el hacer por su buena voluntad.
"Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros". Romanos 8:11. ¡Oh, cuán preciosas son estas palabras para cada alma acongojada! Cristo es nuestro Guía y Consolador, y nos conforta en todas nuestras tribulaciones. Cuando él nos presenta un vaso amargo para que lo bebamos, también acerca la copa de bendición a nuestros labios. Llena el corazón de sumisión, de gozo y paz proporcionados por nuestras creencias, y nos capacita para decir humildemente: No se haga mi voluntad, sino la tuya, oh Señor. "Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito". Job 1:21. Con esta sumisión resucita la esperanza, y la mano de la fe se aferra de la mano del poder infinito. "El que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros". Romanos 8:11.
Los cuerpos que se siembran en corrupción, resucitarán en incorrupción. Aquello que se siembra en deshonra, resucitará en gloria; lo que se siembra en debilidad, resucitará en poder; se siembra un cuerpo animal y resucitará un cuerpo espiritual. Los cuerpos mortales son vivificados por su Espíritu que mora en vosotros.
Cristo reclama como suyos a todos los que han creído en su nombre. El poder vitalizador del Espíritu de Cristo que mora en el cuerpo mortal, vincula a cada alma creyente a Jesucristo. Los que creen en Jesús son sagrados para su corazón, porque su vida está oculta con Cristo en Dios. El Dador de la vida pronunciará esta orden: "¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos". Isaías 26:19.
El Dador de la vida llamará a su posesión adquirida en la primera resurrección, y hasta esa hora triunfante, cuando resuene la trompeta final y el vasto ejército avance hacia la victoria eterna, cada santo que duerme será mantenido en seguridad y guardado como una joya preciosa, como quien es conocido por Dios por su nombre. Resucitarán por el poder del Salvador que moró en ellos mientras vivieron y porque fueron participantes de la naturaleza divina.
Cristo sostuvo que era el Hijo unigénito del Padre, pero los hombres enfrascados en la incredulidad y atrincherados en el prejuicio, negaron al Santo y al Justo. Lo acusaron de blasfemia y fue condenado a una muerte cruel, pero él destruyó los grilletes de la tumba, se levantó triunfantemente de los muertos, y declaró sobre el sepulcro rasgado de José: "Yo soy la resurrección y la vida". Juan 11:25. Fue revestido de todo el poder del cielo y la tierra, y los justos también saldrán de la tumba libres en Jesús. Serán encontrados dignos de recibir ese mundo y la resurrección de los muertos. "Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre". Mateo 13:43.
¡Qué mañana gloriosa será la de la resurrección! ¡Qué maravillosa escena ocurrirá cuando Cristo venga para ser admirado por los que creen! Todos los que participaron de la humillación y los sufrimientos de Cristo también participarán de su gloria. Mediante la resurrección de Cristo, cada santo creyente que duerma en Jesús surgirá triunfante de su prisión. Los santos resucitados proclamarán: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" 1 Corintios 15:55...
Jesús ha triunfado sobre la muerte y ha destruido las cadenas de la tumba, y todos los que duermen en el sepulcro compartirán su victoria; saldrán de sus tumbas tal como salió el Conquistador...
Dios no os ha abandonado
Queridos hermanos que pasáis por tan severa aflicción, Dios no os ha abandonado para que seáis juguetes de las tentaciones de Satanás. Que vuestros corazones acongojados se abran para recibir las expresiones de consuelo procedentes de vuestro misericordioso Redentor. Jesús os ama. Recibid los brillantes rayos del Sol de Justicia y sed confortados. Agradeced a Aquel que os ha levantado de los muertos y que siempre vive para interceder por vosotros. Jesucristo es un Salvador viviente. No está en la tumba nueva de José. ¡Ha resucitado! Gozaos aun en éste vuestro día de aflicción y congoja, porque tenéis un Salvador que simpatiza con vuestro dolor. El lloró junto a la tumba de Lázaro, e identifica sus aflicciones con las de sus hijos afligidos.
En todos vuestros conflictos, en todas vuestras pruebas y perplejidades de la vida, buscad el consejo de Dios. La senda de la obediencia a Dios constituye una luz refulgente que brilla cada vez más hasta tener la claridad del mediodía. Recorred paso a paso el camino del deber. Tendréis que trepar en los lugares empinados, pero seguid avanzando por la senda de la humildad, de la fe y de la abnegación, dejando detrás de vosotros las nubes de la duda. No os desesperéis, porque vuestros familiares vivos necesitan vuestro cuidado y amor. Os habéis alistado en el ejército del Señor; sed valientes soldados de Jesucristo. Dejad que vuestras palabras de contrición y vuestra agradecida alabanza asciendan ante Dios como un suave incienso quemado en su santuario celestial.
Podéis experimentar frustración, y vuestra voluntad y vuestro deseo pueden seros denegados; pero tened la seguridad de que el Señor os ama. Puede ser que el fuego del horno purificador se encienda para vosotros, no con el propósito de destruiros, sino para consumir la escoria a fin de que salgáis como oro purísimo. Recordad que Dios os dará canciones en medio de la noche. Os parecerá que las tinieblas os rodean, pero no debéis mirar las nubes. Mas allá de la nube más oscura existe una luz que nunca se apaga. El Señor tiene luz para cada alma. Abrid la puerta del corazón para que penetren la esperanza, la paz y el gozo. Jesús dijo: "Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido". Juan 15:11.
Dios tiene una obra especial que debe ser realizada por cada uno, y cada uno de nosotros debe hacer bien la obra que Dios le ha asignado. Lo único que deberíamos temer de nuestra parte es la posibilidad de no mantener nuestros ojos continuamente fijos en Jesús; la posibilidad de no buscar exclusivamente la gloria de Dios; y esto significaría que si se nos llamara a deponer nuestra armadura y a dormir el sueño de la muerte, no estaríamos listos para rendir cuenta de lo que se nos ha confiado. No olvidéis ni por un momento que sois la propiedad de Cristo, comprada a un precio infinito, y que debéis glorificarlo en vuestro espíritu y vuestro cuerpo, los cuales le pertenecen.
Tened confianza
Quiero decir a los que están afligidos: Tened confianza en la esperanza de la resurrección. Las aguas de las que habéis estado bebiendo son tan amargas para vuestro paladar como lo fueron las aguas de Mara para los hijos de Israel en el desierto, pero Jesús puede endulzarlas con su amor. Cuando Moisés presentó al Señor las penosas dificultades de los israelitas, el Señor no le ofreció algún nuevo remedio, sino que llamó su atención a aquello que estaba al alcance de la mano; porque allí había un arbusto que él había creado y que debía ser arrojado al agua para purificar y endulzar el manantial. Cuando se hizo esto, el pueblo que padecía de sed pudo beber con seguridad y placer.
Dios ha provisto un bálsamo para cada herida. Hay un bálsamo en Galaad, y también hay un médico allí. ¿No estudiaréis las Escrituras como nunca antes? Buscad al Señor para que os proporcione sabiduría para cada emergencia. En cada prueba rogad a Jesús que os muestre el camino que os hará salir de vuestros problemas, y entonces vuestros ojos serán abiertos para que contempléis el remedio y apliquéis a vuestro caso las promesas sanadoras registradas en su Palabra. En esta forma el enemigo no encontrará lugar para induciros a lamentaros y a ser incrédulos; pero en lugar de esto tendréis fe, esperanza y valor en el Señor. El Espíritu Santo os dará un claro discernimiento para que veáis y os apropiéis de cada bendición que servirá de antídoto contra la aflicción, como una rama sanadora para cada gota de amargura que se vierta en vuestros labios. Cada gota de amargura será mezclada con el amor de Jesús, y en vez de quejaros debido a la aflicción, comprenderéis que el amor y la gracia de Jesús están tan mezclados con el pesar, que éste se ha convertido en un gozo humilde y santificado.
Cuando nuestro hijo mayor Enrique estaba a las puertas de la muerte, dijo: "El lecho de dolor es un lugar precioso cuando contamos con la presencia de Jesús". Cuando nos veamos obligados a beber las aguas de amargura, apartémonos de lo amargo y busquemos aquello que es precioso y que irradia luz. Cuando el alma humana está sometida a pruebas, la gracia puede proporcionarle seguridad, y cuando estamos junto al lecho de muerte y vemos cómo el cristiano puede soportar el sufrimiento y pasar por el valle de muerte, reunimos fuerza y valor para trabajar, y no flaqueamos ni nos desanimamos en la tarea de conducir las almas a Jesús.--Carta 65, 1894.
Los mejores consoladores
Los que han padecido las mayores aflicciones, con frecuencia son los que están en condiciones de proporcionar mayor consuelo a otros, porque irradian luz dondequiera que vayan. Tales personas han sido purificadas y suavizadas por sus aflicciones; no perdieron su confianza en Dios cuando los problemas las asediaban, sino que se refugiaron más profundamente en su amor protector. Tales personas constituyen una prueba viviente del tierno cuidado de Dios, quien produce tanto las tinieblas como la luz, y castiga para nuestro bien. Cristo es la luz del mundo, y en él no hay tinieblas. ¡Oh, luz preciosa! ¡Vivamos en la luz! Decid adiós a la tristeza y la aflicción. Regocijaos siempre en el Señor; vuelvo a deciros: Regocijaos.--Health Reformer [El reformador de la salud], tomo 12, no 10, octubre de 1877.