Mensajes Selectos, Tomo 3

Capítulo 25

Principios generales orientadores

En todo lugar donde hay una iglesia

En todo lugar donde haya una iglesia, grande o pequeña, debiera establecerse una escuela.--Carta 108, 1899; véase Joyas de los Testimonios 2:456-457.

No las máximas de los hombres, sino la palabra de Dios

El alimento que se recibe de la divina Palabra de Dios es el elemento divino que el alma necesita para lograr un desarrollo sano de todas sus facultades espirituales. Esta Palabra debe convertirse en todas nuestras escuelas en la esencia de la educación; ella será la que dé fuerza santificada, sabiduría, integridad y poder moral, si se incorpora en la experiencia. No son las palabras de la sabiduría del mundo, no son las máximas de los hombres ni la teoría de los seres humanos, sino la Palabra de Dios.--Manuscrito 41a, 1896.

No ha de seguirse un plan rígido en la educación

El Señor exige que cada persona que acepta responsabilidades ponga en ejercicio capacidades inteligentes y educadas, y desarrolle sus ideas en forma consciente de acuerdo con su previo conocimiento y servicio en la obra de las escuelas. El Señor no ha determinado que se use un plan definido, especial y exacto en la educación. Es el temor de Jehová lo que constituye el principio de la sabiduría. Cuando hombres, con sus variados rasgos de carácter, asumen la tarea señalada como maestros, y siguen un plan de enseñanza que esté de acuerdo con sus propias capacidades, ellos no han de suponer que éste debe ser una copia de aquellos maestros que los han precedido, no sea que arruinen su propia utilidad.--Manuscrito 170, 1901.

Una definición de la verdadera educación

La verdadera educación es la preparación de las facultades mentales, morales y físicas para la realización de todos los deberes, sean o no agradables; es la preparación de todo hábito y práctica, del corazón, de la mente y del alma, para el servicio divino. Entonces podrá decirse de vosotros en los atrios del cielo: "Sois colaboradores juntamente con Dios". 1 Corintios 3:9;--Carta 189, 1899.

Cualidades recomendables de las escuelas suizas

Veo algunas cosas aquí en Suiza que creo que merecen ser imitadas. Los maestros de las escuelas participan con sus alumnos mientras éstos están jugando, y les enseñan cómo divertirse, y controlan todo desorden y todo error. Esta es una ley invariable, e incluye a los niños desde los cinco hasta los quince años de edad.

Como una recompensa por el buen comportamiento y los hábitos de estudio, los maestros sacan a sus alumnos afuera y toman un largo paseo con ellos, suspendiendo las clases más temprano que de costumbre. Me gusta esto. Creo que los alumnos tienen menos oportunidad de ceder a la tentación. Los maestros parecen entrar en los juegos con los niños y regularlos.

Amor y no reglas estrictas e inflexibles

No puedo aprobar de ninguna manera la idea de que los niños deben sentir que están siempre sometidos a una constante desconfianza, que deben estar siempre vigilados, y que no pueden actuar como niños. Pero únanse los maestros en los juegos de los niños, sean uno con ellos, y muéstrenles que desean que los niños estén felices, y esto dará confianza a los alumnos. Pueden ser controlados por el amor, y no por reglas severas, estrictas e inflexibles, en sus comidas y recreaciones.--Carta 42, 1886.

Nuestros talentos se nos conceden para usarlos y para desarrollarlos con el uso. ¡Ojalá que los padres se dieran cuenta de que las familias de la tierra pueden ser símbolos de la familia del cielo! Ojalá comprendieran su responsabilidad--de la cual tendrán que dar cuenta--de mantener sus hogares libres de toda contaminación del mal moral. Dios se propone que tengamos mucho más de cielo en nuestras familias de lo que tenemos.

Escenas placenteras y una obra interesante--Desde sus más tiernos años los niños aprenden cosas, y si se mantienen delante de ellos escenas agradables en el hogar, llegarán a familiarizarse con la cortesía, la bondad y el amor cristianos. Sus mentes se forman con lo que ven y lo que oyen, y los padres están sembrando la semilla que producirá una cosecha para la felicidad o la desgracia. Si los padres son sólo cristianos de nombre, si no son hacedores de la Palabra, están colocando sobre sus hijos su propia escritura, y no la escritura de Dios. Los niños anhelan algo que impresione sus mentes. Padres, por amor a Cristo, dad a sus almas sedientas y hambrientas algo con lo cual alimentarse.

Los niños son por naturaleza activos, y si los padres no les proporcionan algo para ocuparlos, Satanás inventará algo para mantenerlos atareados en alguna obra mala. Por lo tanto, educad a vuestros hijos para que hagan trabajo útil. Podéis revestir todo trabajo de una dignidad que lo convierta en algo provechoso y elevador.

Introducid placer en vuestra relación con vuestros hijos--No creáis que tenéis el deber de hacer de la vida de vuestros hijos algo no placentero. Lo desagradable vendrá muy pronto. Poned todo el placer posible en vuestras actividades como maestros y educadores de vuestros hijos. Animadlos a que hagan de vosotros vuestros compañeros. Con toda seguridad encontraréis impulsos pecaminosos, inclinaciones malsanas y hábitos objetables en vuestros hijos; pero si los animáis a buscar la asociación con vosotros, podréis dar el molde debido a sus gustos y sentimientos y eliminar el descontento, el pesar y la rebelión. Venced su orgullo viviendo delante de ellos un ejemplo de mansedumbre y humildad de corazón.

Necesitamos eliminar de nuestra conversación todo lo que es duro y condenatorio. Cuando nos vistamos de Cristo, con mansedumbre y humildad de corazón, representaremos a Cristo en todo nuestro trato con nuestros hijos. A todos los que trabajan en la obra de Cristo para la salvación de las almas, el Salvador les dice: "Sois colaboradores de Dios... sois labranza de Dios, edificio de Dios".--Manuscrito 143, 1899.