Mensajes Selectos, Tomo 3

Capítulo 28

La indumentaria y el adorno

Las bendiciones de una indumentaria apropiada

Apropiado, correcto, modesto--En el vestido, lo mismo que en todas las demás cosas, tenemos el privilegio de honrar a nuestro Creador. El no sólo desea que nuestro vestido sea limpio y saludable, sino apropiado y decoroso.--La Educación, 242.

Debemos tratar de tener la mejor apariencia posible. En el servicio del tabernáculo, Dios explicó todo detalle concerniente a las vestiduras de los que ministraban delante de él. Esto nos enseña que él tiene una preferencia con respecto a la indumentaria de los que le sirven. Fueron muy específicas las instrucciones dadas acerca de las vestiduras de Aarón, porque eran simbólicas. Así, la indumentaria de los que siguen a Cristo debe ser simbólica. En todas las cosas hemos de ser representantes de él. Nuestra apariencia en todo respecto debe caracterizarse por el aseo, la modestia y la pureza.--Testimonies for the Church 6:96; Joyas de los Testimonios 2:393-394.

Por medio de las cosas de la naturaleza, Cristo nos enseña cuál es la belleza que el cielo aprecia: la gracia modesta, la sencillez, la pureza, la corrección, que harán de nuestro atavío agradable a Dios.--El Ministerio de Curación, 221.

El vestido y su arreglo en la persona son generalmente el índice de lo que es el hombre o la mujer.--The Review and Herald, 30 de enero de 1900; Conducción del Niño, 388.

Juzgamos el carácter de una persona por el estilo del vestido que usa. Una mujer modesta y piadosa se vestirá modestamente. Un gusto refinado, una mente cultivada se revelarán en la elección de una vestimenta sencilla y apropiada... La mujer que es sencilla y sin pretensiones en su vestido y en sus modales, manifiesta que entiende que la verdadera mujer se caracteriza por el valor moral. ¡Cuán atractiva, cuán interesante es la sencillez en el vestir, que en gracia puede compararse a las flores del campo!--The Review and Herald, 17 de noviembre de 1904.

Principios guiadores acertados

Si el mundo introduce una moda recatada, conveniente y saludable, que esté de acuerdo con la Biblia, no cambiará nuestra relación con Dios o con el mundo el adoptar tal estilo de vestido. Los cristianos debieran seguir a Cristo y hacer sus vestidos conforme a la Palabra de Dios. Debieran evitar los extremos. Humildemente debieran seguir un sendero recto, sin tomar en cuenta el aplauso o la censura y debieran aferrarse a lo correcto por ser correcto.--Testimonies for the Church 1:458-459; Conducción del Niño, 388-389.

Ruego a nuestros hermanos que se conduzcan cuidadosa y circunspectamente delante de Dios. Sigan las costumbres en el vestido mientras estén de acuerdo con los principios de salud. Vístanse nuestras hermanas sencillamente, como muchas lo hacen; que el vestido sea de material bueno y durable, apropiado para esta edad, y que la cuestión del vestido no llene la mente. Nuestras hermanas debieran vestirse con sencillez. Debieran vestirse con una ropa modesta, con pudor y sobriedad. Dad al mundo una ilustración viviente del adorno interno de la gracia de Dios.--Manuscrito 167, 1897; Conducción del Niño, 388.

Independencia y valor para ser recto

Los cristianos no debieran empeñarse en convertirse en un hazmerreír vistiéndose en forma diferente del mundo. Pero si al poner en práctica sus convicciones de lo que corresponde respecto a vestir modesta y saludablemente se encuentran fuera de moda, no debieran cambiar su vestido a fin de asemejarse al mundo. Debieran manifestar una noble independencia y valor moral de hacer lo correcto aunque todo el mundo difiera de ellos.--Testimonies for the Church 1:458; Conducción del Niño, 388.

Refinamiento del gusto

La verdad nunca hace a las mujeres o a los hombres ásperos, duros o incorrectos. Toma a los hombres con todo su pecado y vulgaridad, los separa del mundo, y refina sus gustos aun cuando sean pobres y no tengan educación. Bajo la disciplina de Cristo se efectúa una obra constante de refinamiento, santificándolos por medio de la verdad. Si son tentados a ejercer una partícula de influencia que los aleje de Cristo y los conduzca al mundo, en materia de orgullo, moda u ostentación, hablarán palabras de resistencia que harán retroceder el poder del enemigo. "No soy mío--dicen--. Fui comprado por precio. Soy un hijo o una hija de Dios".--Carta 26, 1900.

La sencillez en el vestido

Cuando vi a muchos adventistas observadores del sábado hacerse mundanos en pensamiento, en la conversación, en el vestido, mi corazón se entristeció. Las personas que afirman que tienen el último mensaje de misericordia para darlo al mundo, son atraídos por las modas del mundo, y hacen grandes esfuerzos para seguirlas tanto como creen que su profesión de fe les permite ir. El vestido del mundo que se usa entre nuestro pueblo es tan llamativo, que los no creyentes con frecuencia hacen la siguiente observación: "Por la manera en que se visten Uds. no se los puede distinguir del mundo". Sabemos que esto es cierto, aunque hay muchas excepciones.

Los que se conforman con las normas del mundo no son pocos en número. Nos entristece ver que están ejerciendo influencia, e induciendo a otros a seguir su ejemplo. Cuando veo a los que se llaman del nombre de Cristo imitando las costumbres introducidas por los del mundo, me hago las más penosas reflexiones. Su falta de cristianismo es evidente para todos. En el adorno exterior se revela ante los mundanos, así como delante de los cristianos, una ausencia del adorno interior, el ornamento de un espíritu pacífico y humilde, que es de grande estima a la vista de Dios...

Se señala la condición del corazón--Amonestamos a nuestras hermanas cristianas en contra de la tendencia a confeccionar sus vestidos de acuerdo con los estilos mundanos, atrayendo de esta manera la atención. La casa de Dios es profanada por los vestidos de las mujeres de hoy que dicen ser cristianas. Un vestido lleno de fantasía, la ostentación de cadenas de oro y encajes vistosos, indica ciertamente una cabeza débil y un corazón orgulloso.

A fin de seguir las modas, muchos de nuestros jóvenes incurren en gastos que no son justificados por sus condiciones de vida. Hijos de padres pobres tratan de vestirse como lo hacen los ricos. Los padres abusan de sus entradas y de las fuerzas y el tiempo concedido por Dios, para hacer y remodelar vestidos a fin de satisfacer la vanidad de sus hijos. Si nuestras hermanas que tienen abundancia de medios regularan sus gastos, no de acuerdo con su riqueza sino con su responsabilidad hacia Dios, como mayordomos sabios de los medios que les son confiados, su ejemplo haría mucho por detener el mal que ahora existe entre nosotros.

Tácticas satánicas--Satanás se halla detrás de todo, ideando modas que lleven a la extravagancia en el gasto de dinero. Al confeccionar las modas del día, él tiene un propósito definido. Sabe que el tiempo y el dinero dedicados a satisfacer las demandas de la moda no serán usados para un propósito más elevado y más santo. Se derrocha un tiempo precioso en seguir las modas, que siempre cambian y nunca satisfacen. Tan pronto como se introduce un estilo, se idean otros nuevos; y luego, a fin de que los que desean estar a la moda, la sigan, el vestido es remodelado. En esta forma, los que llevan el nombre de cristianos tienen corazones divididos, y malgastan su tiempo dándole al mundo casi todas sus energías.

Esta carga enteramente innecesaria es asumida y gustosamente llevada por nuestras hermanas. La mitad de sus cargas proceden del esfuerzo por seguir las modas; sin embargo, aceptan ávidamente el yugo, porque la moda es el dios al cual adoran. En esta forma están ciertamente apasionadas por las cadenas de la esclavitud como lo pueda estar el esclavo más real; y sin embargo, hablan de independencia. No tienen mente, o gusto, o juicio propio.

Satanás tiene un éxito maravilloso en infatuar las mentes con los estilos siempre variables de los vestidos. El sabe que mientras las mentes de las mujeres están siempre llenas de un deseo febril de seguir la moda, su sensibilidad moral se debilita y no pueden ser despertadas para captar su verdadera condición espiritual. Son mundanas, sin Dios y sin esperanza.

Gusto, adecuación y durabilidad--No desanimamos el gusto y la limpieza en el vestido. El gusto correcto en el vestir no ha de ser despreciado o condenado. Aunque los volados, los adornos y los ornamentos innecesarios deben ser abandonados, animamos a nuestras hermanas a obtener material bueno y durable. Nada se gana con tratar de ahorrar comprando telas ordinarias. Que el vestido sea sencillo y limpio, sin extravagancias u ostentación.

Las mujeres jóvenes que se liberan de la esclavitud de la moda serán ornamentos en la sociedad. La que es sencilla y sin pretensión en su vestir y en sus maneras, muestra que entiende que la verdadera dama se caracteriza por su valor moral Manuscrito 106, 1901, publicado en la.--The Review and Herald, 20 de marzo de 1958.

La negación de sí mismo en el vestido es parte de nuestro deber cristiano. El vestir en forma sencilla, absteniéndose de la ostentación de las joyas y ornamentos de toda clase, está en consonancia con nuestra fe. ¿Estamos nosotros entre el número de quienes ven la insensatez de los mundanos al satisfacer la extravagancia en el vestido así como en el amor a las diversiones? Si es así, debemos pertenecer a la clase de personas que rehúye todo lo que constituye una sanción de este espíritu, el cual toma posesión de las mentes y los corazones de quienes viven para este mundo solamente, y que no dedican ningún pensamiento ni tienen ningún cuidado por el mundo venidero.--Testimonies for the Church 3:366.

¿A dónde estamos siendo arrastrados?

Una hermana que pasó algunas semanas en una de nuestras instituciones de Battle Creek, dijo que se había sentido muy desilusionada con lo que vio y oyó allá. Ella había pensado encontrar a un pueblo mucho más avanzado que las iglesias más jóvenes, tanto en el conocimiento de la verdad como en experiencia religiosa. Habia esperado obtener mucha instrucción que pudiera llevar consigo a sus hermanas en la fe en un Estado distante. Pero se vio sorprendida y apenada por la liviandad, la mundanalidad y la falta de devoción que encontró por todas partes.

Antes de aceptar la verdad, había seguido las modas del mundo en su vestir, y había usado joyas costosas y otros adornos; pero al decidir que obedecería la Palabra de Dios, sintió que sus enseñanzas requerían poner a un lado todo adorno extravagante y superfluo. Se le enseñó que los adventistas no usan alhajas, oro, plata o piedras preciosas, y que ellos no se conforman con las modas mundanas en su vestir.

Cuando ella vio entre los que profesan la fe una separación tan grande de la sencillez bíblica, se sintió aturdida. ¿No tenían ellos la misma Biblia que ella había estado estudiando, y con la cual se había esforzado por conformar su vida? ¿Había sido su experiencia pasada sólo fanatismo? ¿Había ella entendido mal las palabras del apóstol: "La amistad del mundo es enemistad contra Dios. Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios"? Santiago 4:4.

La Sra. D., una dama que ocupa un puesto en la institución, estaba un día visitando a la Hna.----- en su pieza. Esta última sacó de su baúl un collar y una cadena de oro, y dijo que quería deshacerse de esas alhajas, venderlas y poner el precio en la tesorería del Señor. La otra le dijo: "¿Por qué vende Ud. esto? Yo lo usaría si fuera mío". "Pero--la Hna.----- contestó--, cuando yo recibí la verdad, aprendí que todas estas cosas deben ser puestas a un lado. Seguramente son contrarias a las enseñanzas de la Palabra de Dios". Y citó las palabras de los apóstoles Pablo y Pedro sobre este punto: "Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad". 1 Timoteo 2:9-10. "Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible". 1 Pedro 3:3-4.

En respuesta, la señora mostró un anillo de oro que llevaba en el dedo, que le había sido dado por una persona no creyente, y dijo que ella pensaba que no había nada malo en usar tales adornos. "No somos tan excesivamente escrupulosos como antes--dijo ella--. Nuestro pueblo ha sido excesivamente escrupuloso en sus opiniones sobre el tema del vestido. Las señoras de esta institución usan relojes y cadenas de oro, y se visten como el resto de la gente. No es buena idea el ser singulares en nuestro vestido, porque no podemos ejercer tanta influencia".

Conformidad con Cristo o con el mundo--Preguntamos: ¿Está esto de acuerdo con las enseñanzas de Cristo? ¿Hemos de seguir la Palabra de Dios o las costumbres del mundo? Nuestra hermana decidió que era más seguro adherirse a la norma de la Biblia. ¿Les gustaría a la Sra. D. y a otras que siguen una conducta similar encontrarse con el resultado de su influencia el día en que cada cual recibirá de acuerdo con sus obras?

La Palabra de Dios es clara. Sus enseñanzas no pueden ser mal entendidas. ¿Las obedeceremos, tal como el Señor nos las ha dado, o trataremos de ver cuán lejos podemos apartarnos y todavía ser salvos? ¡Ojalá que todos los que están relacionados con nuestras instituciones recibieran y siguieran la luz divina, y así fueran capacitados para transmitir luz a aquellos que andan en tinieblas!

La conformidad con el mundo es un pecado que está minando la espiritualidad de nuestro pueblo, e interfiriendo seriamente con su utilidad. Es en vano proclamar el mensaje de amonestación al mundo, mientras lo negamos en las transacciones de la vida diaria.--The Review and Herald, 28 de marzo de 1882.

"El yo, el yo, el yo, debe ser servido"

Los que usan pulseras y ornamentos de oro harían mejor en quitarse esos ídolos de sus personas y venderlos, aunque sea por menos de lo que han pagado por ellos, y así practicar la abnegación. El tiempo es demasiado corto para adornar el cuerpo con oro o plata o ropas costosas. Sé que puede hacerse una buena obra en este respecto. Jesús, el Comandante de las cortes del cielo, dejó a un lado su corona de realeza y su manto regio, y descendió de su trono de monarca; y revistió su divinidad con las vestimentas de la humanidad, y por nuestra causa llegó a ser pobre, a fin de que por su pobreza nosotros llegáramos a poseer riquezas eternas. Sin embargo, precisamente aquellos por quienes Cristo ha hecho todo lo que es posible hacer para salvar a las almas que perecen de la ruina eterna, sienten tan poca disposición a negarse cualquier cosa que tengan dinero para comprar.

El Señor viene pronto, y trae con él su recompensa para dar a cada uno según su obra. Trato de presentar delante del pueblo la verdad de que estamos manejando el dinero del Señor para llevar a cabo la obra más importante que pueda hacerse. Los hijos de Dios pueden, individualmente, mediante la negación del yo, hacer mucho más; y si todos hicieran un poco, los pequeños riachuelos constituirán una corriente grande que fluirá hacia el cielo.

Es cierto que es difícil para todos admitir esta situación. El yo, el yo, el yo, debe ser servido y glorificado; y cuán difícil es para todos convertirse en colaboradores con Dios. ¡Ojalá que un espíritu de sacrificio se posesionara de cada iglesia, y así toda alma que está cerca o lejos aprendiera el valor del dinero, y lo usara mientras puede, y dijera: "De lo recibido de tu mano te damos, Señor". 1 Crónicas 29:14.--Carta 110, 1896.

No tenemos tiempo para prestar una preocupante consideración a lo que comeremos y beberemos, y a con qué nos cubriremos. Vivamos en forma sencilla, y trabajemos con sencillez. Vistámonos de una manera tan modesta y apropiada que seamos recibidos dondequiera que vayamos. Las joyas y los vestidos costosos no nos darán influencia. Pero el ornamento de un espíritu manso y pacífico--resultado de la devoción al servicio de Cristo--nos dará poder con Dios. La bondad y la consideración en favor de los que nos rodean son cualidades preciosas a la vista del cielo. Si no habéis dado atención a la tarea de adquirir estas gracias, hacedlo ahora, porque no tenéis tiempo que perder.--Manuscrito 83, 1909.

Los trajes que usan los predicadores adventistas del séptimo día1

"Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio, del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder". Efesios 3:6-7.

"Del cual yo fui hecho ministro" no meramente para presentar la verdad a la gente, sino para revelarla en la vida... Pero no es sólo esto. Hay otras cosas que deben ser consideradas, en las cuales algunos han sido negligentes, pero que son importantes según la luz en la cual me han sido presentadas...

El cuidado en el vestido es un asunto importante. Se ha manifestado aquí una falta de parte de los ministros que creen la verdad y la presentan. El traje de algunos ha sido desaliñado. No solamente ha habido falta de gusto y orden en arreglar la vestimenta de una manera adecuada por la persona, y en usar el color adecuado y correcto para un ministro de Cristo, sino que la vestimenta de algunos ha estado sucia y desaliñada. Algunos ministros usan un chaleco de color claro, mientras sus pantalones son de color oscuro, o un chaleco oscuro con pantalones claros, sin que se note gusto o arreglo ordenado del vestido sobre la persona cuando se presenta delante de la gente. Estas cosas están predicando a la gente. El ministro les da un ejemplo de orden, y presenta delante de ellos lo apropiado de la limpieza y el gusto en el vestido, o, por otra parte, les da lecciones de descuido, desaliño y falta de gusto que estarán en peligro de seguir.

Vestimenta apropiada para el púlpito--El color negro u oscuro es el más apropiado para un ministro que está en el púlpito, y hará mejor impresión sobre la gente que la que haría una combinación de dos o tres colores diferentes en su vestimenta.

Se me señaló el caso de los hijos de Israel de antaño, y se me mostró que Dios había dado órdenes específicas con respecto al material y al estilo del vestido que habían de usar los que ministraban delante de él. El Dios del cielo, cuyo brazo mueve el mundo, que nos sostiene y nos da vida y salud, nos ha dado evidencias de que él puede ser honrado o deshonrado por la forma en que se visten los que ofician delante de él. El dio ciertas instrucciones especiales a Moisés con respecto a todo lo que tenía que ver con su servicio. El dio instrucciones aun con respecto a cómo debían arreglar sus casas, y especificó el vestido que debían usar los que debían ministrar en su servicio. Tenían que mantener orden en todas las cosas...

Puede hacerse la debida impresión--No debía de haber nada desaliñado o sucio en los que aparecían delante de él cuando llegaban ante su santa presencia. ¿Y por qué era así? ¿Cuál era el objeto de todo ese cuidado? ¿Era sólo para recomendar el pueblo a Dios? ¿Era sólo para obtener la aprobación del Señor?

La razón que se me dio fue ésta: que debía hacerse la debida impresión sobre el pueblo. Si los que ministraban en el oficio sagrado dejaban de manifestar cuidado y reverencia hacia Dios, tanto en su vestido como en su comportamiento, el pueblo perdería su temor reverente por Dios y por su sagrado servicio.

Si los sacerdotes mostraban gran reverencia por Dios al ser muy cuidadosos cuando llegaban ante su presencia, esto le daba al pueblo una idea exaltada de Dios y de sus requerimientos. Esto les mostraba que Dios era santo, que su obra era sagrada, y que todo lo que se hacía en relación con su obra debía ser santo; que debía estar libre de todo lo que fuera impureza y suciedad; y que toda contaminación debía alejarse de los que se acercaban a Dios.

La vestimenta del ministro y la verdad--De acuerdo a la luz que he recibido, afirmo que ha habido descuido en este sentido. Podría hablar de esto como Pablo lo presenta. Se práctica como un culto caprichoso y con descuido del cuerpo. Pero esta humildad aparente, este culto a la voluntad y descuido del cuerpo, no es la humildad que tiene sabor de cielo. Esta humildad exige que la persona, las acciones y el vestido de todos los que predican la santa verdad de Dios, sean correctos y perfectamente apropiados, de manera que todo cuanto se relacione con nosotros recomiende nuestra santa religión. El vestido mismo será una recomendación de la verdad a los no creyentes. Será un sermón en sí mismo...

Un ministro que es negligente en su vestido, a menudo hiere a los que tienen buen gusto y sensibilidad refinada. Los que están faltando en este aspecto deben corregir sus errores y ser más circunspectos. Finalmente se descubrirá que la pérdida de algunas almas fue causada por la falta de pulcritud y el desaseo del ministro. La primera vez que se presentó, afectó a la gente en forma desfavorable porque no pudieron, de ninguna manera, vincular su apariencia con las verdades que presentaba. Su vestimenta lo condenaba, y la impresión que causó fue que la iglesia que él representaba estaba compuesta por personas negligentes que no tenían ningún cuidado en su forma de vestir; y sus oyentes no quisieron tener nada que ver con tal clase de persona...

La dignidad de la obra del ministro juzgada por su vestido--Algunos que ministran en las cosas sagradas arreglan de tal manera la indumentaria que visten, que destruyen por lo menos, en cierto grado, la influencia de su trabajo. Hay una evidente falta de gusto en materia de colores, y su traje no es limpio ni pulcro. ¿Cuál es la impresión que se da con esta forma de vestir? Que se considera que la obra en la cual están ocupados no es más sagrada o elevada que un trabajo común, como arar la tierra. El ministro degrada las cosas sagradas con su ejemplo, rebajándolas al nivel de las cosas comunes. La influencia de tales predicadores no es agradable para Dios.--Testimonies for the Church 2:609-614.

El vestido, ¿Un asunto de prueba?

Su carta ha sido recibida y leída... El tema que Ud. me presenta para consejo (una propuesta para imponer la indumentaria que se usó a fines de la década de 1860, y que algunos apoyan) es algo que necesita ser cuidadosamente considerado. Nuestras hermanas, cuyas mentes están agitadas sobre el asunto de volver a usar un vestido reformado, deben ser cautelosas y deben orar en cuanto a todo paso que den. Tenemos ahora las pruebas más solemnes e importantes dadas por la Palabra de Dios para este período especial en que vivimos. Esta prueba es para todo el mundo. El Señor no exige que ninguna prueba de invención humana sea introducida para desviar las mentes de la gente o para crear controversia en cualquier sentido.

Puede ser que algunos estén sedientos por distinguirse en alguna cosa. Si tienen grandes anhelos de librar una batalla contra los agentes satánicos, asegúrense primero de que se han puesto toda pieza de la armadura de Dios. Si no lo han hecho, seguramente serán vencidos, y se propinarán a sí mismos duras pruebas y chascos que no están preparados para enfrentar. Busquen todos al Señor más fervientemente, para obtener esa rica y profunda experiencia que se hallará en el asunto de la preparación del corazón para seguir a Cristo hacia donde él guíe.

El dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame". Mateo 16:24. Estas palabras deben ser bien pesadas. El hombre que desea seguir a Cristo, que decide andar en sus pisadas, hallará que tiene que negarse a sí mismo y llevar su cruz en ese camino. Todos los que sigan a Cristo entenderán lo que esto envuelve.

El vestido no debe constituirse en una prueba--Las pruebas de Dios deben destacarse ahora en forma clara e inequívoca. Hay tormentas delante de nosotros, conflictos con los cuales pocos sueñan. No hay necesidad ahora de hacer ninguna alteración especial en nuestro vestido. El estilo sencillo que se usa ahora, confeccionado de la manera más saludable, no requiere armadores (aros) ni largas colas, y es presentable en todas partes. Estas cosas no deben presentarse para distraer nuestras mentes de la gran prueba que decidirá el destino eterno de un mundo: los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.

Estamos acercándonos al final de la historia de este mundo. Se necesita ahora un testimonio claro y directo, tal como se da en la Palabra de Dios, con respecto a la sencillez del vestido. Esta debe ser nuestra preocupación. Pero es demasiado tarde para entusiasmarnos en hacer de este asunto una prueba. El deseo de seguir a Cristo con toda humildad de mente, preparando el corazón, purificando el carácter, no es, de ninguna manera, tarea fácil. Nuestras hermanas pueden estar seguras de que el Señor no las ha inspirado a hacer una prueba de lo que fue una vez dado como una bendición, pero que fue odiado y despreciado por muchos como una maldición.

El vestido reformado--El vestido reformado que una vez fue defendido,2 resultó en una batalla continua. Miembros de la iglesia rehusaron adoptar este estilo saludable de indumentaria, y causaron disensión y discordia. Para algunos no había uniformidad y gusto en la confección del vestido como les había sido claramente presentado. Esto fue motivo de comentarios. El resultado fue que las características objetables y los pantalones se eliminaron. La preocupación por defender el vestido reformado desapareció, porque lo que había sido dado como una bendición fue convertido en una maldición.

Había algunas cosas que hacían que el vestido reformado fuera una gran bendición. Con él no había posibilidad de usar los ridículos aros3 que estaban entonces de moda. Las largas faldas que se arrastraban sobre el suelo y barrían la suciedad de las calles, no podían defenderse más. Pero ahora se ha adoptado un estilo de vestido más razonable, que no incluye esas características objetables. El estilo de vestido a la moda puede ser descartado, y debe serlo por todos los que leen la Palabra de Dios. El tiempo gastado en defender el vestido reformado debe dedicarse al estudio de la Palabra de Dios.

Los vestidos de nuestro pueblo deben hacerse más sencillos. La falda y la chaqueta que he mencionado pueden usarse. Esto no quiere decir que debe establecerse sólo ese modelo, y excluir cualquier otro, sino un estilo sencillo como estaba representado en ese vestido. Algunos han supuesto que el modelo que se había dado era el único que todos debían adoptar. Esto no es así. Pero algo sencillo como ese sería lo mejor que podríamos adoptar bajo las [actuales] circunstancias. No me ha sido dado ningún estilo preciso como regla exacta que debe guiar a todas las personas en su vestido...

Deben usarse vestidos sencillos. Probad vuestros talentos, hermanas mías, en esta reforma esencial.

El pueblo de Dios tiene ya toda la prueba que debe tener.

La cuestión del sábado es una prueba que vendrá en el mundo entero. No necesitamos introducir ahora nada que constituya una prueba [de discipulado] para el pueblo de Dios, y que haga más severa para él la prueba que ya tiene. Al enemigo le agradaría levantar ahora asuntos que distraigan las mentes del pueblo y lo pongan en disputa sobre el asunto del vestido. Que nuestras hermanas se vistan con sencillez, como muchas lo hacen, con vestidos de buen material, durable, modesto, apropiado para este tiempo; y que el tema del vestido no llene la mente...

El ejemplo que algunos han dado--Hay algunos que con toda la luz que tienen de la Palabra de Dios, no obedecerán sus instrucciones. Seguirán sus propios gustos y harán como les plazca. Dan un ejemplo malo a los jóvenes, y a aquellos que acaban de abrazar la verdad, que tienen la costumbre de imitar todo nuevo estilo de vestido en materia de adornos que requieren tiempo y dinero, y hay poca diferencia entre su forma de vestir y la de los mundanos.

Presten nuestras hermanas por sí mismas atención concienzuda a la Palabra de Dios. No comencéis la obra de reformar a otras hasta que vosotras lo hayáis hecho, porque no tendréis éxito; no tendréis la posibilidad de cambiar el corazón. La obra interna del Espíritu de Dios mostrará un cambio externo. Los que se aventuran a desobedecer las más sencillas declaraciones de la inspiración, no escucharán ni recibirán ni actuarán de acuerdo con todos los esfuerzos humanos que se hacen para que estas idólatras adopten un vestido sencillo, sin adornos, limpio y apropiado, y que de ninguna manera las hace raras o singulares. Continúan exponiéndose, haciendo ondear la bandera del mundo...

Nuestro tiempo total de gracia es muy breve, y se hará una obra abreviada en la tierra. Las verdaderas pruebas de Dios vendrán; su forma de probarnos será breve y decisiva. Humíllese cada alma delante de Dios, y prepárese para lo que viene.--Carta 19, 1897.