Es posible relatar lo que ocurrió en relación con la experiencia pasada del pueblo de Dios, y hacerlo de tal manera que su experiencia asuma una apariencia ridícula y objetable. No es justo tomar ciertos rasgos de la obra y ponerlos aparte del gran conjunto. Al hacerlo, puede presentarse una mezcla de verdad y error que nuestros enemigos utilizarían ampliamente para producir desventajas para la verdad y obstaculizar la causa y la obra de Dios...
No se imagine ninguno de nuestros hermanos que está ocupado en el servicio de Dios cuando presenta las deficiencias de los hombres que han hecho una obra buena, grande y aceptable, al trabajar en la presentación del mensaje de misericordia a los hombres caídos, para la salvación de las almas que perecen. En caso de que estos hermanos tengan rasgos débiles de carácter que han heredado de sus deficientes antepasados, ¿deben estas deficiencias ser reunidas para hacer que se destaquen?
¿Deben presentarse bajo una luz objetable hombres que Dios ha escogido para llevar adelante la reforma contra el papado y la idolatría? El estandarte de la sinagoga de Satanás fue elevado a una gran altura, y el error aparentemente marchó triunfante; pero los reformadores a quienes Dios concedió su gracia se empeñaron en una guerra triunfal contra las huestes de las tinieblas. Me fueron presentados acontecimientos en la historia de los reformadores. Yo sé que el Señor Jesús y sus ángeles han observado con intenso interés la batalla contra el poder de Satanás, quien ha combinado sus huestes con hombres malvados, con el propósito de extinguir la luz divina, el fuego del reino de Dios. Ellos sufrieron escarnio, ridículo y odio por causa de Cristo, de parte de hombres que no conocían a Dios. Fueron calumniados y perseguidos aun hasta la muerte, porque no querían renunciar a su fe. Si alguien tiene la presunción de tomar a estos hombres y presentar delante del mundo sus errores y debilidades, recuerde que está tratando con Cristo en la persona de sus santos...
Reproche a un autor adventista--Ud. ha hecho públicos los errores y defectos del pueblo de Dios, y al hacerlo ha deshonrado a Dios y a Cristo Jesús. Yo no usaría mi mano derecha para dar al mundo lo que Ud. ha escrito. Ud. no ha estado consciente de lo que sería la influencia de su obra...
El Señor no le pidió que presentara estas cosas al público como una historia correcta de su pueblo. Su obra hará necesario que actuemos mucho para demostrar por qué estos hermanos adoptaron la posición extrema que tomaron, y exponer las circunstancias que defendían a quienes Ud., en sus artículos, ha reprochado y adjudicado sospechas.
Ud. ha presentado una opinión distorsionada--Ud. no estuvo en la primera experiencia de los hombres de quienes Ud. ha escrito, y que ya han entrado en el descanso. Ud. ha hecho una presentación sólo parcial, pues no ha presentado el hecho de que el poder de Dios trabajó en relación con las labores de esos hombres, aunque hayan cometido algunos errores. Ud. ha destacado ante el mundo los errores de los hermanos, pero no ha presentado el hecho de que Dios trabajó para corregir esas equivocaciones y para enmendar los aspectos objetables. Los opositores se alegrarán de hacer circular el material que les ha sido entregado por nuestro pueblo. Ud. ha utilizado los errores de los primeros apóstoles, los errores de quienes eran preciosos a los ojos del Señor en los días de Cristo.
Al presentar las posiciones extremas que han sido tomadas por los mensajeros de Dios, ¿piensa Ud. que se inspirará confianza en la obra de Dios para este tiempo? Deje que Dios, por la inspiración, señale los errores de su pueblo para instrucción y admonición del mismo; pero que no se detengan los labios o las plumas de hombres finitos sobre estos hechos de la experiencia del pueblo de Dios, porque eso tendrá la característica de confundir y anublar la mente. No llame nadie la atención a los errores de aquellos cuya obra general ha sido aceptada por Dios. Los artículos que Ud. ha escrito no son de un carácter tal que dejen una impresión correcta y justa en las mentes de los lectores con respecto a nuestra obra y sus obreros...
Los hijos de Dios son muy preciosos a la vista del Señor y los que por la pluma o la palabra debilitan la influencia aun de los más pequeños de los que creen en Jesucristo, están registrados en el cielo como personas que hieren al mismo Señor. "En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". Mateo 25:40. Necesitamos recordar que debemos guardar cuidadosamente nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras palabras y acciones, para que no seamos de los que hieren y dañan al Salvador en la persona de sus santos; pues nos ha dicho claramente que él se identifica con la humanidad que sufre. Ninguno de los fieles de Dios que no haya pasado por severos conflictos y pruebas recibirá el honor de una corona de vida en el reino de gloria. Todos los que salgan ganadores en la carrera por la corona inmortal, habrán luchado legítimamente...
No engrimáis las armas contra los soldados de Cristo--Debemos esgrimir las armas de nuestra milicia contra nuestros enemigos, pero nunca volverlas contra los que se hallan bajo las órdenes de marcha del Rey de reyes, que están peleando virilmente las batallas del Señor de señores. Nadie luche contra un soldado a quien el Señor reconoce, a quien Dios ha enviado para llevar un mensaje especial al mundo, y para hacer una obra especial.
Los soldados de Cristo no siempre revelan perfección en su obra, pero sus errores no deben producir de parte de sus camaradas palabras que debiliten, sino palabras que fortalezcan, y los ayuden a recuperar el terreno que han perdido. No deben tomar la gloria de Dios en deshonor, y dar ventaja a los más acerbos adversarios de su Rey.
Que los soldados que luchan con ellos no sean jueces severos e irrazonables de sus camaradas, exagerando hasta el máximo todo defecto. No manifiesten los atributos satánicos convirtiéndose en acusadores de los hermanos, pues nos hallaremos falsamente presentados mientras sostenemos la verdad y defendemos la pisoteada ley de Dios; pero no deshonre nadie la causa del Todopoderoso haciendo público algún error que los soldados de Cristo pueden cometer, cuando ese error ha sido visto y corregido por los mismos que han tomado alguna posición falsa...
Dios culpará a los que con falta de sabiduría exponen los errores de sus hermanos, de pecado de mayor magnitud que aquel del cual ellos acusan al que hace un error. La crítica y la condenación a los hermanos es contada como crítica y condenación a Cristo.--Carta 48, 1894.
La luz acrecentada impone mayor responsabilidad
En esta época hemos sido privilegiados con luz acrecentada y grandes oportunidades, y somos considerados responsables por el progreso de esa luz. Esto debe manifestarse por el aumento de la piedad y la devoción. Nuestra lealtad a Dios debe estar en proporción con la luz que brilla sobre nosotros en esta época.
Pero el hecho de que tengamos una mayor luz no justifica que disequemos y juzguemos el carácter de hombres que Dios levantó en los tiempos pasados para hacer una obra determinada y para penetrar en las tinieblas morales del mundo.
En lo pasado, los siervos de Dios lucharon contra principados y potestades, y con los gobernadores de las tinieblas de este mundo, y con la iniquidad espiritual en las regiones celestes, lo mismo que nosotros, que mantenemos en alto el estandarte de la verdad hoy. Esos hombres pertenecían a la nobleza de Dios, fueron sus agentes vivos, por medio de los cuales él obró de una manera maravillosa. Eran depositarios de la verdad divina hasta un grado en que el Señor vio adecuado revelarles toda la verdad que el mundo podía soportar. Proclamaron la verdad en un tiempo cuando la religión falsa y corrupta se estaba magnificando en el mundo.
No hay oportunidad para despreciar el carácter o excusar el pecado--Quisiera que se corriera la cortina, y que los que no tienen un alcance de visión espiritual muy amplio pudieran ver a estos hombres como ellos aparecen a la vista de Dios, pues ahora sólo los ven como árboles que andan Marcos 8:24. Entonces [si los vieran correctamente] no pondrían su construcción [concepción] humana sobre la experiencia y la obra de los hombres que disiparon las tinieblas del camino y prepararon la senda para las generaciones futuras.
Viviendo en nuestra propia generación podemos pronunciar juicio sobre los hombres a quienes Dios levantó para hacer una obra especial, de acuerdo con la luz que les fue dada en su tiempo. Aunque ellos pudieron haber sido vencidos por la tentación, se arrepintieron de sus pecados; y no nos queda ninguna oportunidad para despreciar sus caracteres o para excusar el pecado. Su historia es un faro de advertencia para nosotros, y señala un seguro sendero para nuestros pies si solamente huimos de sus errores. Estos hombres nobles buscaron el trono de misericordia y humillaron sus almas delante de Dios.
No muestren nuestras voces o nuestras plumas que desatendemos los mandatos del Señor. No desprecie nadie a aquellos que han sido escogidos por Dios, que han luchado varonilmente las batallas del Señor, que han puesto corazón, alma y vida en la causa y la obra de Dios, que han muerto en la fe, que son participantes de la gran salvación comprada para nosotros por nuestro precioso Salvador que lleva el pecado y que lo perdona.
No habléis de los errores de los vivos o de los muertos--Dios no ha inspirado a ningún hombre para que reprodujera sus errores, y para presentar sus errores a un mundo que yace en las tinieblas, y a una iglesia compuesta de muchos que son débiles en la fe. El Señor no ha puesto sobre los hombres la preocupación de revivir los errores de los vivos o de los muertos. El quiere que sus obreros presenten la verdad para este tiempo. No habléis de los errores de vuestros hermanos que viven; guardad silencio acerca de los errores de los muertos.
Dejad que sus errores permanezcan donde Dios los ha puesto: arrojados en la profundidad del mar. Cuanto menos digan los que creen la verdad presente en cuanto a los pasados errores de los siervos de Dios, mejor será para sus propias almas y para las de aquellos a quienes Cristo compró con su propia sangre. Proclame toda voz las palabras del primero y el último, el Alfa y Omega, el comienzo y fin. Juan escuchó una voz que decía: "Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen". Apocalipsis 14:13.--The Review and Herald, 30 de noviembre de 1897.1