Mensajes Selectos, Tomo 3

Capítulo 52

La impecabilidad y la salvación

La pretensión de impecabilidad

Dice Juan, hablando del engañador que hace grandes milagros: El hará una imagen de la bestia, y hará que todos reciban su marca. ¿Queréis considerar este asunto? Escudriñad las Escrituras, y ved. Aparecerá un poder engañador, y será cuando los hombres pretendan que poseen la santificación y santidad, elevándose más y más alto y jactándose de sí mismos.

Mirad a Moisés y a los profetas; mirad a Daniel, a José y a Elías. Mirad a estos hombres, y halladme una sola frase donde ellos hayan pretendido alguna vez ser impecables. Precisamente el alma que se halla en estrecha relación con Cristo, contemplando su pureza y excelencia, caerá avergonzada delante de él.

Daniel era un hombre a quien Dios había dado gran capacidad y conocimiento, y cuando ayunó, el ángel vino a verlo y le dijo: "Tú eres muy amado". Daniel 9:23. Y él cayó postrado delante del ángel. No dijo: "Señor, he sido muy fiel a ti, y he hecho todas las cosas para honrarte y defender tu palabra y tu nombre. Señor, tú sabes cuán fiel he sido en la mesa del rey, y cómo mantuve mi integridad cuando me echaron en el foso de los leones". ¿Fue ésa la manera en que Daniel oró a Dios?

No; él oró y confesó sus pecados, y dijo: Escucha, Señor, y líbrame. Nos hemos apartado de tu palabra y hemos pecado. Y cuando vio al ángel, dijo: Mi gracia se tornó en corrupción. No pudo mirar la cara del ángel, y no quedaron en él fuerzas. Su fortaleza lo había abandonado. Pero cuando el ángel vino a él cayó sobre sus rodillas, y no lo pudo mirar. Luego el ángel vino a él con la apariencia de un hombre, y entonces pudo resistir la escena.

Solamente los que están lejos de Cristo pretenden ser impecables--¿Por qué existen tantos que pretenden ser santos y sin pecado? Es porque están muy lejos de Cristo. Yo nunca me he atrevido a pretender una cosa semejante. Desde el tiempo en que tenía catorce años, si llegaba a conocer la voluntad de Dios, estaba dispuesta a hacerla. Pero nunca me habéis oído decir que yo soy sin pecado. Los que obtienen una visión de la bondad y el exaltado carácter de Cristo Jesús, quien era santo y elevado, y cuya estela llena el templo, nunca dirán que están santificados. Sin embargo tenemos que encontrarnos con personas que dicen tales cosas y mucho más.--Manuscrito 5, 1885.

Declárelo Dios y no los hombres

Deseo decir a todo aquel a quien le ha sido revelada la gloria de Dios: "Ud. nunca tendrá la menor inclinación a decir: 'Yo soy santo; estoy santificado'".

Después de haber tenido mi primera visión de gloria, no podía discernir ni siquiera la luz más brillante. Se creía que había perdido la vista, pero cuando de nuevo me acostumbré a las cosas de este mundo, pude volver a ver. Esta es la razón por la cual os digo que nunca os jactéis, diciendo: "Yo soy santo; estoy santificado", porque ésa es la evidencia más segura de que no conocéis las Escrituras ni el poder de Dios. Permitid que Dios lo escriba en sus libros, si él quiere; pero vosotros nunca debéis expresarlo.

Nunca me he atrevido a decir: "Yo soy santa; estoy sin pecado", pero todo lo que he creído que era la voluntad de Dios he tratado de hacer con todo mi corazón, y tengo la dulce paz de Dios en mi ser. Puedo encomendar el cuidado de mi alma a Dios como a un Creador fiel, y saber que él guardará lo que ha sido confiado a su cuidado. Mi comida y mi bebida es hacer la voluntad de mi Maestro.--Manuscrito 6a, 1886.

No ocurrirá hasta que este cuerpo vil sea transformado

Debemos establecer una enemistad inexorable entre nuestras almas y nuestro adversario; pero debemos abrir nuestros corazones al poder y la influencia del Espíritu Santo... Necesitamos llegar a ser tan sensibles a las santas influencias, que el menor susurro de Jesús conmueva nuestras almas hasta que él esté en nosotros y nosotros en él, viviendo por la fe del Hijo de Dios.

Necesitamos ser refinados, limpiados de toda mundanalidad, hasta que reflejemos la imagen de nuestro Salvador y lleguemos a ser "participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia". 2 Pedro 1:4. Entonces nos deleitaremos en hacer la voluntad de Dios, y Cristo podrá presentarnos ante el Padre y ante los santos ángeles como aquellos que permanecen en él, y no se avergonzará de llamarnos sus hermanos.

Pero no nos jactemos de nuestra santidad. Al tener una visión más clara del inmaculado carácter de Cristo y de su infinita pureza, nos sentiremos como Daniel cuando contempló la gloria del Señor, y dijo: "Mi fuerza se cambió en desfallecimiento". Daniel 10:8.

No podremos decir: "Yo soy impecable", hasta que este cuerpo vil sea transformado a la semejanza de su cuerpo glorioso. Pero si constantemente tratamos de seguir a Jesús, tenemos la bendita esperanza de estar en pie delante del trono de Dios, sin mancha ni arruga ni cosa semejante; completos en Cristo, vestidos con el manto de su justicia y perfección.--The Signs of the Times, 23 de marzo de 1888.

Cuando termine el conflicto

Cuando vengan los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor, los pecados del hombre arrepentido, que ha recibido la gracia de Cristo y ha vencido por la sangre del Cordero, serán quitados de los registros celestiales y colocados sobre Satanás, el macho cabrío, originador del pecado, y no serán recordados nunca más contra él... Cuando termine el conflicto de la vida, cuando la armadura sea colocada a los pies de Jesús, cuando los santos de Dios sean glorificados, entonces, y sólo entonces, será seguro afirmar que somos salvos y sin pecado.--The Signs of the Times, 16 de mayo de 1895.

Seguridad de la salvación ahora

El pecador que perece puede decir: "Soy un pecador perdido; pero Cristo vino a buscar y salvar lo que se había perdido. El dice: 'no he venido a llamar a justos, sino a pecadores'. Marcos 2:17. Soy pecador, pero Cristo murió en la cruz del Calvario para salvarme. No necesito permanecer un solo momento más sin ser salvado. El murió y resucitó para mi justificación, y me salvará ahora. Acepto el perdón que él ha prometido".--Justified by Faith, 7, Mensajes Selectos 1:459.

El que se arrepiente de sus pecados y acepta el don de la vida del Hijo de Dios, no puede ser vencido. Al asirse por la fe de la naturaleza divina, llega a ser un hijo de Dios: ora, y cree. Cuando es tentado y probado, reclama el poder que Cristo le dio con su muerte, y vence por su gracia. Esto necesita entenderlo todo pecador. Debe arrepentirse de su pecado, debe creer en el poder de Cristo, y aceptar ese poder para salvarlo y guardarlo del pecado. Cuán agradecidos debiéramos estar por el don del ejemplo de Cristo.--The Review and Herald, 28 de enero de 1909.

No os acongojéis: vuestra esperanza está en Jesús

La vida en Cristo es una vida de reposo. Tal vez no haya éxtasis de los sentimientos, pero debe haber una confianza continua y apacible. Tu esperanza no se cifra en ti mismo, sino en Cristo. Tu debilidad está unida a su fuerza, tu ignorancia a su sabiduría, tu fragilidad a su eterno poder...

No debemos hacer de nuestro yo el centro de nuestros pensamientos, ni alimentar ansiedad ni temor acerca de si seremos salvos o no. Todo esto desvía el alma de la Fuente de nuestra fortaleza. Encomendemos a Dios la custodia de nuestra alma, y confiemos en él. Hablemos del Señor Jesús y pensemos en él. Piérdase en él nuestra personalidad. Desterremos toda duda; disipemos nuestros temores. Digamos con el apóstol Pablo: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Gálatas 2:20. Reposemos en Dios. El puede guardar lo que le hemos confiado. Si nos ponemos en sus manos, nos hará más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.--El Camino a Cristo, 70-72.