Mensajes Selectos, Tomo 3

Capítulo 54

El caso de los Hnos. Mackin

El jueves 12 de noviembre de 1908, por la mañana, Elena de White estaba en su hogar en Elmshaven [California] ocupada, escribiendo. Su hijo W. C. White la buscó y le dijo que había dos personas que deseaban hablar con ella. Bajó en compañía de su hijo, y se encontró con Ralph Mackin y su esposa. Era una pareja bien vestida y aparentemente muy sincera, ambos de treinta y tantos años. La Sra. White pronto supo que sus visitantes eran fervorosos estudiantes de la Biblia y los Testimonios, y que habían venido a California desde el Estado de Ohio con el expreso propósito de saber si su extraordinaria experiencia sucedida pocos meses antes sería aprobada por el Señor.

La conversación con los Mackin fue tomada taquigráficamente por Clarence C. Crisler, principal secretaria de Elena G. de White.--Los compiladores.

Informe de la entrevista

El Hno. Mackin y su esposa declararon que se habían sentido impresionados por el Espíritu Santo a hacer un viaje especial al Oeste, con el fin de entrevistar a la Hna. White con respecto a ciertas experiencias raras que habían tenido, durante la Semana de Oración, unos tres años antes que se hubieran unido con la pequeña iglesia de Findlay, Ohio, en una ocasión especial en que se oraba por el derramamiento del Espíritu Santo.

Ralph Mackin: En la lectura de la Semana de Oración de ese año, todos los artículos instaban al pueblo a buscar el Espíritu Santo. En nuestra pequeña iglesia dedicamos tres días para ayunar y orar; y ayunamos y oramos por tres días, esto es, no constantemente juntos; pero sentimos la necesidad de una obra más profunda y de llegar a poseer más del Espíritu de Dios. Desde ese tiempo en adelante empezamos a estudiar la obra del Espíritu Santo, en la Biblia y en los Testimonios, y especialmente en los tomos 8 y 7, y en Primeros escritos, y también en el pequeño libro compuesto de una colección de folletos, titulado, Special Testimonies to Ministers and Workers. Hallamos que éste era un precioso volumen para nosotros. En él se muestra cómo eran tratados antiguamente los hombres que fueron llamados por Dios, etc.

El mensaje que el Señor me dio particularmente a mí era que siguiera la vida de los apóstoles...

Entonces se leyeron varios pasajes bíblicos, incluyendo Lucas 24 hasta el final del capítulo, terminando con estas palabras:

"Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén".

Ahora bien, yo enseñó que esta bendición que ellos recibieron es la bendición de la santificación que el Señor les otorgó; y cuando buscamos a Dios, somos pecadores, hasta que nos convertimos a él; y si somos convertidos, elevamos nuestras oraciones con el poder de la santificación para vivir vidas limpias y sanas. Esto no es la obra de un instante; no es que "una vez santificados, siempre santificados"; eso no es cierto. Pero debemos elevar nuestras peticiones tan intensa y firmemente que recibamos la bendición. Ella tiene sobre nosotros el mismo efecto fisiológico [que sobre los apóstoles]. ¡Oh, sólo queremos alabar a Jesús, y esto nos hace tan amables y bondadosos y suaves! Pero notamos que los discípulos no estaban listos aún para salir con esa bendición a fin de hacer la obra por el Maestro. El les dijo que se quedaran hasta que fueran investidos de poder de lo alto. Entonces elevamos nuestra petición y proseguimos con fe, y lo que nos animó fue el capítulo "El tiempo del zarandeo", de Primeros escritos. Proseguimos por fe, hasta que grandes gotas de sudor corrían por nuestra frente. Creyendo que el mismo poder que tuvieron los discípulos era para nosotros hoy, nos sentimos animados a perseverar.

La experiencia registrada en Hechos 2 se repite--Cuando esa bendición prometida vino sobre nosotros mientras elevábamos nuestras peticiones a Dios, tuvimos la misma experiencia que se registra en Hechos 2 en el caso de los apóstoles. Cuando ese poder prometido vino sobre nosotros, hablamos en otras lenguas como el Espíritu nos daba que habláramos.

En Toledo, cuando estábamos presentando nuestro mensaje en la calle, un hombre, que era un polaco católico, se detuvo en la calle mientras la Sra. Mackin estaba hablando; y cuando el Espíritu de Dios vino sobre ella, y les habló por su medio en un idioma que ella no podía entender, este caballero polaco exclamó: "Yo sé lo que esta señora está hablando. Ella está hablando en mi propio idioma, acerca de una gran calamidad que pronto ha de acontecer a esta ciudad".

Un supuesto idioma extranjero--En otros casos, cuando uno recibe esta bendición de hablar en lenguas, el Señor puede darme la misma lengua, y podemos sostener una conversación en el idioma que el Espíritu de Dios puede habernos dado que habláramos. Aun tres o cuatro personas pueden tomar parte en la conversación, y sin embargo es un idioma extraño para ellos, y uno espera hasta que el otro termina, y todo se hace en orden. Esta es la experiencia que recibimos de acuerdo con la bendición prometida...

Si estamos engañados, lo estamos honradamente; pero si esto es del Espíritu de Dios, queremos seguirlo...

El Espíritu nos dice que escudriñemos la Palabra: nos dice que seamos fervientes, y que seamos cuidadosos acerca de nuestro régimen de alimentación; infórmenos exactamente de lo que Ud. ha dicho.

Se reclama la posesión del don de profecía--Ahora bien, en cuanto a mi esposa, el Espíritu obra por medio de ella, y nosotros creemos que éste es el don de profecía que ha de ser derramado sobre toda carne. Este Espíritu nos guía a la bondad y a la pureza de vida, y no podemos entenderlo. Sabemos sólo lo que la Palabra de Dios ha dicho: que estas experiencias vienen como resultado de recibir la bendición del Espíritu de Dios...

La experiencia del congreso campestre--Antes de que fuéramos al campamento donde se celebraba el congreso--no fuimos hasta el viernes--, mi esposa y otras dos señoras (mi madre y otra señora, la Hna. Edwards, una cuñada del presidente de la asociación); antes de llegar al campamento este último año, las tres buscaban al Señor. Yo había ido a la ciudad para una diligencia; y el Espíritu de Dios le dijo a ella (la Sra. Mackin) que fuera al campamento, y cantara; y que allí le diría qué cantar.

Y ella lloró como un niño, y parecía que no podía soportarlo, porque el Señor le mostró la condición de nuestro pueblo, que pronto caerían las plagas y ellos no estaban listos. No se celebraba en ese momento ninguna reunión, y el Espíritu del Señor vino sobre ella cuando iba al campamento. Y (volviéndose a la Sra. Mackin) tú puedes contarle qué palabras cantaste.

Sra. Mackin: El Señor puso esta carga sobre mí. Yo no podía resistirla. ¡Yo tenía tanto deseo de relatarlo, y tantos deseos de cantar ese himno! Y no pude deshacerme de ella hasta que lo hice. "¡Oh, ore!, le dije a la Hna. Edwards. Y me detuve en el campamento y canté precisamente lo que el Señor me inspiró. El Señor--esto es lo que yo canté--:

"El viene; él viene; preparaos, preparaos".

Y entonces esa declaración de Primeros escritos [p. 71]:

"A cuántos vi llegar al tiempo de las plagas sin un refugio. Recibid el Espíritu Santo". Estas son las palabras que canté. Las canté una y otra vez. Por todo el campamento podían escucharlas, y se reunieron; pero antes de esto el Señor me mostró cómo se retorcerían las manos mientras las plagas estuvieran cayendo. El Señor puede mostrar cualquier cosa en sólo un momento, mejor de lo que él puede decírnoslo. Y así me mostró cómo se retorcerán las manos, y eso puso sobre mí una carga mayor que nunca. Bueno, eso ocurría cuando nos detuvieron...

Cuando el canto es improvisado--dictado por el Espíritu--es cuando resulta más maravilloso.

Si Ud. tiene alguna luz para nosotros...

Elena G. de White: Ignoro que tenga alguna cosa especial que pueda decir. Hay algunas cosas que ocurrirán justamente al final de la historia de esta tierra, según lo que me ha sido presentado, similares a algunas de las cosas que Ud. ha expuesto; pero no puedo decir nada sobre estos puntos por ahora.

R. Mackin: ¿Hay alguna pregunta, Hno. White, o algo ahora?

W. C. White: No sé que haya otra cosa que orar para que el Señor le dé a mi madre alguna palabra, y entonces tomarse el tiempo para que las cosas se desarrollen. Es mejor, al presentarle algo a ella, explicar el asunto en forma breve y clara, y entonces tal vez tener otra entrevista más tarde.

R. Mackin: Estamos ayunando y orando. Si estamos en un engaño queremos saberlo, tanto como si estamos en lo recto.

Sra. Mackin: Nuestros hermanos piensan que ciertamente estamos en un engaño.

Elena G. de White: ¿Qué lugar es ése del cual Ud. habla, donde ocurrió el canto?

R. Mackin: Mansfield, Ohio, en el congreso campestre.

Elena de White: ¿Nuestro pueblo, el pueblo que guarda el sábado?

R. Mackin: Sí, nuestro propio pueblo.

W. C. White: ¿Era esa estrofa que la Sra. Mackin cantó improvisada o era un himno conocido? [En la reunión de oración en la capilla del sanatorio el Hno. Mackin había dado su testimonio de alabanza y fue seguido por la Sra. Mackin, que cantó.]

Sra. R. Mackin: Oh, ése era uno de nuestros himnos publicados. Se halla en el nuevo himnario Christ in Song.

R. Mackin: Ud. la oyó cantar, pero apenas tiene una vaga idea de lo que es su canto cuando las palabras le son dadas por el Espíritu Santo. Lo más maravilloso es cuando ella canta: "¡Gloria!" Dice que cuando lo canta le parece estar con los ángeles en la presencia de Jesús. Repite la palabra "¡Gloria!" una y otra vez. Ella ha sido probada con el piano, y los músicos dicen que es algo extraordinario como canta en tono bajo y alto. No puede hacerlo a menos que ore en el Espíritu y un poder especial venga sobre ella.

Sra. Mackin: Nosotros no tenemos este poder; solamente lo recibimos cuando buscamos a Jesús.

Echando fuera demonios--R. Mackin: El Señor nos ha dado poder, Hna. White, para echar fuera demonios. Muchas personas están poseídas de demonios. Yo recuerdo una declaración que Ud. escribió hace pocos años, que muchos estaban poseídos por demonios tan ciertamente como en los días de Cristo. Cuando nosotros estamos en una reunión, y estos demonios están en la reunión, ellos pueden hacer que la gente haga cosas raras. He leído en la Biblia que cuando Jesús estaba en el templo los demonios salieron en seguida. "¡Cállate, y sal de él!" Marcos 1:25. El Señor nos instruye a que mantengamos a la gente acostada, no sea que los demonios los arrojen al suelo cuando salen de ellos. Nos dimos cuenta al principio, cuando empezamos a reprender a estos demonios, que a menudo cierran los ojos de las personas, y a veces las hacen ladrar como un perro, y que saquen la lengua; pero al continuar reprendiéndolos, los ojos se abren, se calman, y los demonios...

Ahora bien, es por el don del Espíritu como el Señor nos dice que los demonios se han ido, que se han ido todos. Una señora en particular tenía seis demonios, y decía que ella sintió cuando salieron; parecía que la tiraban de todas partes del cuerpo.

Pero nuestros hermanos dicen que no podemos estar en los últimos días; nosotros, en cambio, hallamos que esto coincide precisamente con lo que el Salvador dijo en el último capítulo de Marcos, en esa gran comisión: "Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas" (Marcos 16:17), etc.

Sra. Mackin: Nosotros tampoco recibimos todas estas cosas de una vez.

R. Mackin: Lea los últimos versículos de Marcos: "Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén". Nuestra experiencia, según lo podemos discernir, está corroborada por la Biblia. Aquí hay algo que quisiera leer [el Hno. Mackin leyó párrafos, incluyendo el siguiente, de un artículo de la (The Review and Herald, publicado en el número del 11 de abril de 1899), y titulado: "El congreso campestre de Newcastle"]:]

"Durante la noche del primer sábado de la reunión de Newcastle, yo parecía estar en la reunión, presentando la necesidad y la importancia de que recibamos el Espíritu. Esta era la preocupación de mi labor: la apertura de nuestros corazones al Espíritu Santo".

[La taquígrafa no tomó ninguna nota acerca del lugar exacto donde el Hno. Mackin comenzó a leer este artículo, y dónde dejó de leer; pero por lo menos fue leída una porción considerable del mismo.]

¿Cuál es la evidencia?--R. Mackin: En relación con la recepción del poder de lo alto, hay una pregunta que me parece tan pertinente ahora como en los días de los apóstoles: ¿Cuál es la evidencia? Si lo recibimos, ¿no tendrá los mismos efectos fisiológicos sobre nosotros que tuvo en aquel tiempo? Puede esperarse que hablemos como el Espíritu nos dé capacidad de hacerlo.

Elena G. de White: En lo futuro tendremos muestras especiales de la influencia del Espíritu de Dios, especialmente en ocasiones cuando nuestros enemigos sean más poderosos contra nosotros. Vendrá el tiempo cuando veremos algunas cosas extrañas; pero precisamente de qué manera--si similares a algunas de las experiencias de los discípulos después de recibir el Espíritu Santo después de la ascensión de Cristo--, no puedo decirlo.

R. Mackin: Oraremos continuamente al Señor acerca de esto, y le pediremos que le dé luz al respecto de manera que le dejo nuestra dirección, y si Ud. tiene algo para nosotros después de esto, nos alegraremos de recibirlo.

W. C. White: Uds. probablemente pasarán aquí unos pocos días, ¿no es así?

R. Mackin: Si el Espíritu Santo nos dice que nuestra obra ya está hecha, seguiremos viaje; si él nos dice que nos quedemos, nos quedaremos. El nos dirige. Al presentar yo este mensaje a diferentes congregaciones, el Espíritu de Dios ha testificado en favor de él, y muchos lloraban y decían: "Oh, necesitamos poder, necesitamos ayuda, y éste es el poder prometido, y busquemos a Dios".

Sra. Mackin: La verdadera prueba es amor. 1 Corintios 13.

R. Mackin: Satanás quiere obstaculizar esta obra. Estamos sellados por el Espíritu Santo de la promesa. Yo lo tomo de.--Primeros Escritos, 37-38. Cuando los ángeles están por soltar los cuatro vientos, Jesús mira con misericordia al remanente, y con las manos elevadas exclama: "¡Mi sangre, Padre, mi sangre, mi sangre, mi sangre!" El lo repite cuatro veces; pues su pueblo está todavía sin sellar. El comisiona entonces a un ángel para que vuele rápidamente hacia los cuatro ángeles que sostienen los cuatro vientos con el mensaje: "¡Retened! ¡Retened! ¡Retened! hasta que los siervos de Dios estén sellados en la frente". Y cuando yo presento esto delante de la congregación, los más fervientes y consagrados son los que mayormente parecen quedar afectados.

Elena de White vuelve a relatar las primeras experiencias--La Hna. White entonces comenzó a hablar, y continuó durante una media hora. Relató un incidente tras otro relacionado con sus primeras labores poco después que pasó la fecha de 1844. Sus experiencias con formas desacostumbradas de error en aquellos días, la indujeron años más tarde a sentir temor de cualquier manifestación que tuviera sabor a espíritu de fanatismo.

Mientras la Hna. White continuaba, contó de algunas personas que hacían extraños movimientos con el cuerpo, y de otros que eran gobernados mayormente por sus propias impresiones. Algunos pensaban que era malo trabajar. Otros aun creían que los justos muertos habían resucitado para vida eterna. Unos pocos trataban de cultivar un espíritu de humildad arrastrándose sobre el suelo como niñitos. Algunos danzaban y cantaban "Gloria, gloria, gloria, gloria", en forma repetida. A veces una persona solía saltar reiteradamente sobre el piso, con las manos levantadas, alabando a Dios; y esto seguía haciéndose por una media hora seguida.

Entre los que tomaban parte en estas formas extraordinarias de fanatismo, se hallaban algunos que una vez habían sido fieles, hermanos y hermanas temerosos de Dios. Las contorsiones extrañas del cuerpo y la mente eran ejecutadas hasta un grado tal, que en unos pocos lugares los representantes de la ley se veían obligados a contenerlos llevándolos a la cárcel. En esta forma la causa de Dios caía en desprestigio, y se requerían años para deshacer la influencia que tales exhibiciones de fanatismo tenían sobre el público en general.

La Hna. White contó además cómo ella era llamada repetidamente a hacer frente en forma directa, a este fanatismo y a reprenderlo severamente en el nombre del Señor. Destacó el hecho de que nosotros tenemos una gran obra que hacer en el mundo, que nuestra fuerza ante la gente descansa en el poder que acompaña a una clara presentación de la Palabra del Dios vivo. La ley de Jehová debe ser exaltada y hecha honorable, y los diversos rasgos del mensaje del tercer ángel deben ser claramente presentados ante el pueblo para que todos tengan la oportunidad de escuchar la verdad para este tiempo y decidir si obedecen a Dios antes que a los hombres.

Si como iglesia diéramos lugar a alguna forma de fanatismo, las mentes de los no creyentes se desviarían de la Palabra viva a las acciones de los hombres mortales, y aparecería más de lo humano que de lo divino. Además, muchos se disgustarían por aquello que para sus mentes sería antinatural y próximo al fanatismo. La proclamación del mensaje para este tiempo resultaría así tristemente obstaculizada. El Espíritu Santo obra de una manera que se recomienda a sí mismo ante el buen juicio de la gente.

Una propuesta interesante--En medio del relato que la Hna. White hacía de sus primeras experiencias con el fanatismo, el Hno. Mackin hizo la siguiente propuesta:

R. Mackin: Si tuviéramos ahora el espíritu de oración, y este poder viniera sobre mi esposa, ¿podría Ud. discernir si esto es del Señor o no?

Elena de White: Yo no podría decirle nada al respecto. Pero le estoy contando estos incidentes para que Ud. sepa las cosas por las cuales hemos pasado. Hemos tratado de eliminar de la iglesia este mal en toda forma posible. Hemos declarado en nombre del Señor Dios de Israel, que Dios no obra mediante sus hijos de tal forma que traiga desprestigio a la verdad, y que fomente innecesariamente profundo prejuicio y amarga oposición. En nuestra obra debemos seguir un camino directo y tratar de alcanzar a la gente donde está.

Reprendiendo al fanatismo--R. Mackin: Yo recuerdo haber leído mucho en Testimonies for the Church, t. 1, acerca de su experiencia en reprender el fanatismo, y acerca de la causa [obra] en el este, cuando trataron de fijar el tiempo, en 1855, me parece.

Elena de White: Algunos danzaban saltando y cantando: "Gloria, gloria, gloria, gloria, gloria". A veces yo quedaba sentada en silencio hasta que habían terminado, y entonces me levantaba y decía: "Esta no es la forma en que obra el Señor. El no hace impresiones de esta manera. Debemos dirigir la mente de la gente a la Palabra como fundamento de nuestra fe".

Yo era sólo una niña en ese tiempo; y sin embargo tenía que presentar mi testimonio repetidamente contra estas formas extrañas. Y desde ese tiempo he tratado de ser sumamente cuidadosa para que nada de esta especie se produzca de nuevo entre nuestro pueblo. Cualquier manifestación de fanatismo aparta la mente de la evidencia de la verdad: la Palabra misma.

Ud. puede seguir una conducta consecuente, pero los que sean influenciados por Ud. pueden seguir una conducta muy inconsecuente, y como resultado tendríamos bien pronto nuestras manos llenas de algo que haría casi imposible dar a los no creyentes la debida impresión de nuestro mensaje y nuestra obra. Debemos ir a la gente con la sólida Palabra de Dios; y cuando ellos reciban esa Palabra, el Espíritu Santo puede venir; pero siempre viene, como lo dije antes, en una forma que se recomienda a sí mismo al juicio de la gente. En nuestra forma de hablar, de cantar, y en todos nuestros ejercicios espirituales, debemos revelar esa calma, dignidad y piadoso temor que mueve a todo verdadero hijo de Dios.

Peligros que amenazan ahora--Hay constante peligro de permitir que algo llegue a nuestro medio y que lo consideremos como la obra del Espíritu Santo, pero que en realidad sea el fruto de un espíritu de fanatismo. Mientras permitamos al enemigo de la verdad que nos induzca a un método equivocado, no podremos esperar que alcanzaremos a los honestos de corazón con el mensaje del tercer ángel. Debemos ser santificados por medio de la obediencia a la verdad.

Tengo miedo de cualquier cosa que tenga la tendencia de desviar la mente de las sólidas evidencias de la verdad como ésta se revela en la Palabra de Dios. Lo temo; lo temo. Debemos colocar nuestras mentes dentro de los límites de la razón, para que el enemigo no entre de tal manera que introduzca el desorden en todas las cosas. Hay personas de temperamento excitable que son conducidas fácilmente al fanatismo; y si permitiéramos que entre en nuestras iglesias cualquier cosa que conduzca a tales personas al error, pronto veríamos estos errores llevados a grandes extremos; y entonces, debido a la conducta de estos elementos desordenados, descansaría una afrenta sobre todo el cuerpo de los adventistas del séptimo día.

He estado estudiando cómo dar a publicidad de nuevo por la prensa, algunas de estas primeras experiencias, de manera que un mayor número de nuestro pueblo esté informado; porque por mucho tiempo he sabido que el fanatismo se manifestará de nuevo en diferentes formas. Debemos fortalecer nuestra posición extendiéndonos en la Palabra, y evitando todas las rarezas y extrañas genuflexiones que algunos captarían muy pronto y practicarían. Si permitiéramos que la confusión entrara en nuestras filas, no podríamos organizar nuestra obra como debiéramos. Estamos tratando de unirla y organizarla ahora de la mejor forma posible.

Pensé que debía relatarle estas cosas a Ud.

R. Mackin: Bueno, lo que Ud. ha declarado no corresponde con nuestra experiencia. Nosotros hemos sido muy cuidadosos en este asunto, y hallamos que la experiencia por la cual pasamos, y que hemos tratado esta mañana de bosquejar brevemente para su conocimiento, cuadra exactamente con la experiencia de los siervos de Dios de antaño como se da en la Palabra.

Elena G. de White: Durante los años del ministerio de Cristo sobre la tierra, mujeres piadosas ayudaron en la obra que el Salvador y sus discípulos hacían. Si los que se oponían a esta obra pudieran haber encontrado alguna cosa fuera del orden regular en la conducta de estas mujeres, ello habría cancelado la obra en el acto. Pero aunque las mujeres estaban trabajando con Cristo y los apóstoles, toda la obra era conducida sobre un plano tan elevado como para estar por encima de las sombras de la sospecha. No podía encontrarse ninguna ocasión para hacer una acusación. Las mentes de todos estaban dirigidas a las Escrituras más bien que a los individuos. La verdad era proclamada inteligentemente, y en forma tan sencilla que todos podían entenderla.

Yo estoy temerosa de que cualquier cosa de naturaleza fanática sea introducida entre nuestro pueblo. Hay muchos, muchos, que deben ser santificados; pero deben ser santificados por medio de la obediencia al mensaje de verdad. Justamente hoy estoy escribiendo sobre este asunto. En este mensaje hay una hermosa consistencia que apela al juicio. No podemos permitir que elementos excitables entre nosotros se exhiban a sí mismos de una manera tal que destruyan nuestra influencia sobre los que queremos alcanzar con la verdad. Nos tomó años corregir las impresiones desfavorables que los no creyentes recibieron de los adventistas al conocer la forma extraña y malvada de obrar de elementos fanáticos que teníamos en nuestro medio durante los primeros años de nuestra existencia como pueblo separado.

Estad en guardia--R. Mackin: Ahora bien, esto que nos está dando ¿sería considerado como un testimonio dado por la inspiración del Espíritu, o es simplemente un consejo relacionado con su experiencia?

Elena de White: Estoy dándoles algo de historia.

R. Mackin: Pero Ud. no dice que eso se aplica a nuestro caso ahora, hasta que no tenga mayor luz sobre ello, ¿no es así?

Elena de White: Yo no podría decirlo, pero temo que lo de Uds. esté en esa línea, algo con lo cual me he encontrado repetidamente.

W. C. White: Son ahora las doce. ¿No les gustaría descansar antes de comer?

Elena de White: Bueno, yo no podía dejarlos que se fueran sin decir lo que he dicho. Yo diría: tengan cuidado. No permitan que aparezca nada que sepa a fanatismo, y que otros representarían dramáticamente. Hay algunos que están ansiosos de exhibirse, y ellos harán algo dramático con cualquier cosa que Uds. hagan, ya sea del mismo tenor o no. Yo he sido muy cuidadosa de no suscitar cualquier cosa que sea extraña entre la gente.

R. Mackin: ¿Pero no es cierto que cuando el Espíritu Santo venga, como se declara en sus libros, muchos se volverán contra él y declararán que es fanatismo?

Elena de White: Por supuesto que lo harán; y por esta razón debemos ser muy cuidadosos. Es por medio de la Palabra--no por sentimientos ni excitación--como queremos influenciar a la gente a obedecer la verdad. Sobre la plataforma de la Palabra de Dios podemos estar en pie con seguridad. La Palabra viva está repleta de evidencia, y un poder maravilloso acompaña su proclamación en nuestro mundo.

R. Mackin: Bien, no debemos cansarla a Ud.

Sra. Mackin: ¡Alabado sea Dios!

Elena de White (mientras se pone de pie y estrecha las manos): Deseo que el Espíritu de Dios esté con Ud., y con Ud., y conmigo. Debemos ser como niñitos delante de Dios. El poder de su gracia no debe ser malentendido. Debemos tenerlo con toda mansedumbre y humildad de mente, para que Dios mismo pueda impresionar las mentes de la gente. Espero que el Señor los bendiga y les dé un sólido fundamento, y ese fundamento es la Palabra del Dios vivo Manuscrito 115, 1908, publicado en The Review and Herald, 10, 17 y 24 de agosto de 1972.

El señor dio luz

Querido hermano y hermana, Hace poco, en visiones de la noche [diciembre 10] se me presentaron algunos asuntos que debo comunicarles. Se me mostró que Uds. están haciendo algunos errores lamentables. En el estudio que Uds. hacen de las Escrituras y los Testimonios han llegado a conclusiones erróneas. La obra del Señor sería grandemente malentendida si Uds. continuaran trabajando como han empezado a hacerlo, pues le dan una falsa interpretación a la Palabra de Dios y a los Testimonios impresos; y entonces tratan de llevar a cabo una obra extraña de acuerdo con la concepción que Uds. tienen de su significado. Suponen que todo lo que hacen es para la gloria de Dios, pero se están engañando a sí mismos y están engañando a otros.

Su esposa, en discursos, en cantos y en extrañas exhibiciones que no están de acuerdo con la obra genuina del Espíritu Santo, está ayudando a introducir una fase de fanatismo que haría un gran perjuicio a la causa de Dios si se le permitiera tener lugar en nuestras iglesias.

El echar fuera demonios--Uds. aun han supuesto que han recibido poder para echar fuera demonios. Por la influencia de Uds. sobre las mentes humanas, hombres y mujeres son inducidos a creer que están poseídos por demonios, y que el Señor los ha señalado a Uds. como sus agentes para arrojar fuera a esos malos espíritus.

Se me ha mostrado que precisamente la clase de error a la cual me vi obligada a hacer frente entre los creyentes adventistas después de que pasó el tiempo en 1844, se repetirá en estos últimos días. En nuestra experiencia temprana tuve que ir de lugar en lugar y presentar mensaje tras mensaje a grupos de creyentes desanimados. Las evidencias que acompañaban mis mensajes eran tan grandes, que los de corazón honesto recibían como verdad las palabras que se hablaban. El poder de Dios se revelaba de una manera señalada, y hombres y mujeres eran liberados de la funesta influencia del fanatismo y el desorden, y eran traídos a la unidad de la fe.

Un pedido para que se detengan--Hermano y hermana, tengo un mensaje para Uds.: Uds. están partiendo de una falsa suposición. Hay mucho del yo entretejido en sus exhibiciones. Ya es tiempo de que se detengan. Si Dios les hubiera dado un mensaje especial para su pueblo, Uds. andarían y obrarían con toda humildad, no como si estuvieran en el escenario de un teatro, sino con la mansedumbre de un seguidor del humilde Jesús de Nazaret. Ejercerían una influencia totalmente diferente de la que han estado ejerciendo. Estarían anclados en la Roca, Cristo Jesús.

Mis queridos jóvenes amigos, las almas de Uds. son preciosas a la vista del cielo. Cristo los ha comprado con su propia sangre preciosa, y yo no quisiera que estuvieran albergando una falsa esperanza y trabajando con métodos falsos. No hay duda de que Uds. están ahora en un falso camino, y les ruego, por sus almas, que no pongan por más tiempo en peligro la causa de la verdad para estos últimos días. Por amor de sus propias almas, consideren que la manera en la cual están trabajando no es la forma en que se hará avanzar la obra de Dios. El sincero deseo de hacer bien a otros inducirá al obrero cristiano a apartar todo pensamiento de introducir en el mensaje de la verdad presente cualquier enseñanza extraña que induzca a los hombres y mujeres al fanatismo. En esta época de la historia del mundo, debemos ejercer el mayor cuidado en este respecto.

Algunas de las fases de la experiencia por la cual Uds. están pasando, no sólo ponen en peligro sus propias almas, sino las de muchos otros, porque Uds. echan mano de las preciosas palabras de Cristo como se registran en las Escrituras, y a los Testimonios, para atestiguar el carácter genuino del mensaje de Uds. Al suponer que la preciosa Palabra, que es veracidad y verdad, y los Testimonios, que el Señor ha dado a su pueblo, son la autoridad de Uds., están engañados. Uds. son movidos por impulsos equivocados, y están animándose a sí mismos con declaraciones que guían a error. Intentan hacer que la verdad de Dios sostenga falsos sentimientos y acciones incorrectas, que son inconsecuentes y fanáticas. Esto hace diez veces más difícil, aun veinte veces más difícil la obra que la iglesia tiene que hacer para familiarizar a la gente con las verdades del mensaje del tercer ángel Carta 358a, 1908, publicada parcialmente en Mensajes Selectos 2:51-52.1

Otra referencia a la posesión de demonios

Anoche se me dio instrucción para nuestro pueblo. Me parecía estar en una reunión donde se representaba la obra extraña del Hno. Mackin y su esposa. Se me dijo que era una obra similar a la que se había llevado a cabo en Orrington, en el Estado de Maine, y en varios otros lugares después del cumplimiento de la fecha de 1844. Se me pidió que hablara decididamente contra esta actividad fanática.

Se me mostró que no era el Espíritu del Señor el que inspiraba al Hno. y a la Hna. Mackin, sino el mismo espíritu de fanatismo que siempre intenta penetrar en la iglesia remanente. Están errados en la forma como aplican las Escrituras a sus prácticas peculiares. El hecho de declarar a las personas como poseídas por el demonio, y luego orar por ellas y afirmar que expulsan los malos espíritus, constituye un fanatismo que hará caer en el descrédito a cualquier iglesia que apruebe tal obra.

Se me dijo que no debemos estimular tales demostraciones, sino que deberíamos proteger al pueblo mediante resueltas expresiones de censura contra aquello que podría manchar el nombre de adventistas del séptimo día, y destruir la confianza del pueblo en el mensaje de verdad que ellos deben presentar al mundo2--Pacific Union Recorder, 31 de diciembre de 1908; Mensajes Selectos 2:53.