Despues de llegar a nuestro hogar, sentimos de una manera intensa el cansancio producido por el trabajo en nuestra gira al este. Muchos urgían por carta a que escribiera lo que yo les había relatado respecto de lo que el Señor me había mostrado concerniente a ellos. Y había muchos otros a los cuales no había hablado, cuyos casos eran importantes y urgentes. Debido a mi cansancio, la tarea de escribir tanto se me hacía más de lo que podía soportar, y yo dudaba si tenía el deber de escribir tanto, a tantas personas, algunas de las cuales no eran merecedoras de ello. Me parecía que por cierto existía algún error en alguna parte.
Un sueño animador
Una noche soñé que una persona me trajo una tela blanca y me pidió que yo cortara de ella vestidos para personas de todos los tamaños y toda descripción de carácter y circunstancias en la vida. Se me dijo que los cortara y los colgara, teniéndolos listos para ser confeccionados cuando se me pidiera. Tenía la impresión de que muchas personas para quienes se me pidió que cortara vestidos, no los merecían. Pregunté si ésa era la última pieza de tela que yo tendría que cortar, y se me dijo que no; que tan pronto como yo terminara este trabajo, habría otros de los cuales debía hacerme cargo.
Me sentí desanimada por la cantidad de trabajo que tenía delante, y declaré que había estado ocupada en cortar vestidos para otros durante más de 20 años, y que mis labores no habían sido apreciadas, y que tampoco vi que mi obra había realizado mucho bien. Le hablé al que me trajo la tela acerca de una mujer en particular, para la cual él me había pedido que cortara un vestido. Declaré que ella no merecía el vestido, y que sería una pérdida de tiempo y material presentárselo. Ella era muy pobre, de un intelecto inferior, desprolija en sus hábitos, y muy pronto lo ensuciaría.
La persona que me hablaba replicó: "Corta los vestidos; ése es tu deber. La pérdida no es tuya sino mía. Dios no ve como el hombre ve. El es el que traza el programa del trabajo que quiere realizar, y tú no sabes cuál prosperará, si esto o lo otro. Se hallará al fin que muchas de tales pobres almas irán al reino, mientras que otros que están favorecidos con todas las bendiciones de la vida, que tienen un buen intelecto, viven en ambientes agradables, y que reciben todas las ventajas del progreso, serán dejados afuera. Se verá que estas pobres almas han vivido de acuerdo con la débil luz que tenían, y han progresado gracias a los limitados medios que estaban a su alcance, y que vivieron mucho más aceptablemente que algunos otros que gozaron de una luz plena, y de amplios medios para el progreso".
Entonces levanté las manos, encallecidas como estaban con el uso de las tijeras, y dije que solamente podía acobardarme ante el pensamiento de realizar esta clase de trabajo.
La persona de nuevo repitió: "Corta los vestidos. Tu liberación todavía no ha llegado".
Con un sentimiento de gran cansancio me levanté en el sueño para empeñarme en la tarea. Delante de mí había un par de tijeras nuevas, relucientes, que comencé a usar. Al momento mis sentimientos de cansancio y desánimo me abandonaron, las tijeras parecían cortar con poco esfuerzo de mi parte, y corté un vestido tras otro, con comparativa facilidad.
Visitando iglesias en Míchigan
Con el ánimo que este sueño me dio, al momento decidí acompañar a mi esposo y al Hno. Andrews a los condados de Gratiot, Saginaw y Tuscola. Resolví confiar en que el Señor me diera la fuerza para trabajar. Así, el 7 de febrero salimos de casa, y viajamos en nuestro carruaje más de 70 kilómetros para nuestra primera cita en Alma. Aquí trabajé como de costumbre, con un buen grado de libertad y fuerza. Los hermanos del condado de Gratiot parecían muy interesados en escuchar.
En Tittabawassee encontramos una gran casa de culto edificada recientemente por nuestro pueblo, bien llena de observadores del sábado. Los hermanos parecían listos para nuestro testimonio, y disfrutamos de libertad. El día siguiente quince personas fueron bautizadas.
En Vassar tuvimos reuniones el sábado y el primer día en la casa de la escuela. Este era un lugar gratuito donde se podía hablar, y obtuvimos buen fruto de nuestro trabajo. El primer día por la tarde pasaron al frente, para que oráramos por ellos, unos treinta hermanos que se habían apartado, y niños que no habían hecho profesión de religión.
Cuidando de los enfermos
Regresamos a casa de esta gira antes que se desencadenara una gran lluvia que venía acompañada de nieve. Esta tormenta impidió la reunión del próximo sábado, y de inmediato yo comencé a preparar el contenido de Testimony N.o 14 (Testimonio N.o 14). También tuvimos el privilegio de cuidar a nuestro querido Hno. Séneca King, a quien trajimos a nuestro hogar con una terrible herida en la cabeza y en el rostro. Lo trajimos a casa para que muriera, porque no pensábamos que era posible que una persona con el cráneo tan terriblemente fracturado se recuperara. Pero con la bendición de Dios y con un poco de uso de agua, con una dieta escasa hasta que hubiera pasado el peligro de fiebre, y piezas bien ventiladas de día y de noche, en tres semanas pudo regresar a su hogar y atender sus asuntos en la granja. No tomó ni una pizca de medicina desde el comienzo hasta el fin de su proceso. Aunque había perdido considerable peso por la pérdida de sangre de sus heridas y por la dieta reducida, cuando pudo tomar una cantidad más abundante de alimento se fortaleció rápidamente.
Reuniones de reavivamiento en Greenville
Por este tiempo comenzamos a trabajar por nuestros hermanos y amigos que vivían en torno a Greenville. Como es el caso en muchos otros lugares, nuestros hermanos necesitaban ayuda. Algunos observaban el sábado, y sin embargo no pertenecían a la iglesia, y había otros que habían abandonado la observancia del sábado. Nos sentimos dispuestos a ayudar a estas pobres almas, pero la conducta pasada y la posición presente de los miembros dirigentes de la iglesia en relación con esas personas nos hacía casi imposible acercarnos a ellas.
Al trabajar por los errantes, algunos de nuestros hermanos habían sido demasiado rígidos, demasiado cortantes en sus observaciones. Y cuando algunos estaban dispuestos a rechazar su consejo solían decir: "Bien, si quieren irse, que se vayan". Mientras los profesos seguidores de Jesús manifestaran tal carencia de la compasión, la tolerancia y la ternura de Jesús, la fe de estas pobres almas errantes, sin experiencia, abofeteadas por Satanás, seguramente naufragaría. Por grandes que fueran los males y pecados de los que yerran, nuestros hermanos debían aprender a manifestar no solamente la ternura del Pastor, sino su infaltable cuidado y amor por la oveja pobre y errada. Nuestros ministros se esfuerzan y predican semana tras semana, y se regocijan de que unas pocas almas abracen la verdad. Y sin embargo, hermanos con una disposición arrebatada y decidida pueden en cinco minutos destruir la obra al albergar sentimientos que hacen surgir palabras precipitadas como éstas: "Bien, si quieren abandonarnos, que lo hagan".
Hallamos que no podíamos hacer nada en favor de las ovejas esparcidas que estaban cerca de nosotros hasta que primeramente hubiéramos corregido los errores de muchos de los miembros de la iglesia. Ellos habían permitido que estas pobres almas erraran. No sentían ninguna carga por ellas. Escribí testimonios definidos no solamente para los que habían errado grandemente y estaban fuera de la iglesia, sino para aquellos miembros que estaban en la iglesia y que se habían equivocado grandemente al no ir en procura de las ovejas perdidas.
Las ovejas perdidas
El Señor está enviando a los errantes, a los débiles y temblorosos, y aun a aquellos que han apostatado de la verdad, un llamado especial a regresar plenamente al redil. Pero muchos no han aprendido que ellos tienen un deber especial de ir y buscar a estas ovejas perdidas.
Los fariseos murmuraron porque Jesús recibía a los publicanos y a los pecadores comunes, y comía con ellos. En su justicia despreciaban a estos pobres pecadores que con gozo oían las palabras de Jesús. Para reprender este espíritu en los escribas y fariseos, y para dejar una lección impresionante para todos, el Señor relató la parábola de la oveja perdida. Notad en particular los siguientes puntos:
Se dejan las noventa y nueve ovejas en el redil y se busca diligentemente a la única que se ha perdido. Todo el esfuerzo se realiza por la oveja desafortunada. Así también el esfuerzo de la iglesia debe dirigirse en favor de los miembros que se desvían del redil de Cristo. ¿Y se han apartado ellos muy lejos? No esperéis que regresen antes de que tratéis de ayudarlos, sino id en busca de ellos.
Cuando se encuentra a la oveja perdida se la trae de vuelta con regocijo, y esto produce mucha alegría. Esto ilustra la bendita y gozosa tarea de trabajar por los errantes. La iglesia que se ocupa con éxito en esta obra, es una iglesia feliz. El hombre o la mujer cuya alma es impulsada por la compasión o el amor por los errantes y que trabaja para traerlos al redil del gran Pastor, se halla empeñada en una tarea bendita. Y, ¡oh! ¡qué pensamiento arrobador el que, cuando un pecador es así reconquistado, hay más gozo en el cielo por él que por noventa y nueve justos! Las almas egoístas, exclusivistas, exigentes, que parecen temer ayudar a los que están en el error como si esto los contaminara, no disfrutan la dulzura del trabajo misionero; no sienten la bendición que llena todo el cielo de regocijo por el rescate de uno que se ha extraviado.
La iglesia o las personas que rehúyen llevar cargas por otros, que se encierran en sí mismas, pronto sufrirán una debilidad espiritual. Es el trabajo lo que mantiene fuerte a un hombre. La labor misionera, el esfuerzo y llevar cargas y preocupaciones, es lo que fortalece a la iglesia de Cristo.
En viaje a Battle Creek
El sábado y el primer día, 18 y 19 de abril, respectivamente, disfrutamos de buenos momentos con nuestro pueblo de Greenville. Los Hnos. M. E. Cornell y M. G. Kellogg estaban con nosotros. Mi esposo bautizó a ocho personas. El 25 y 26 estábamos con la iglesia de Wright. Estos queridos hermanos estaban muy listos a darnos la bienvenida. Aquí mi esposo bautizó a ocho.
El 2 de mayo nos encontramos con una gran congregación en la casa de culto de Monterey. Mi esposo habló con claridad y fuerza sobre la parábola de la oveja perdida. Su palabra fue grandemente bendecida. Algunos que se habían extraviado estaban fuera de la iglesia, y no existía espíritu de trabajo para ayudarlos. De hecho, la posición fría, erguida, dura e insensible de algunos miembros de la iglesia estaba calculada para impedir su regreso, si ellos decidían hacerlo. El tema conmovió los corazones de todos, y todos manifestaron un deseo de hacer lo recto. El primer día hablamos tres veces en Allegan a buenas congregaciones.
Teníamos luego una cita para encontrarnos con la Iglesia de Battle Creek el 9, pero creíamos que nuestro trabajo en Monterey apenas había comenzado, y por lo tanto decidimos regresar a Monterey y trabajar con la iglesia otra semana. La buena obra progresó, más allá de nuestras expectativas. La casa estaba llena, y nunca antes presenciamos un espíritu tal en Monterey en tan poco tiempo. El primer día cincuenta avanzaron al frente pidiendo que se orara por ellos. Los hermanos estaban muy preocupados por las ovejas perdidas, y confesando su frialdad e indiferencia decidieron hacer lo que debían. Catorce fueron bautizados. La obra progresó con solemnidad, con confesiones y muchas lágrimas. Esto puso fin al trabajo arduo del año de la conferencia.
Sesión de la Asociación General de mayo de 1868
La reunión de la Asociación General fue una oportunidad del más profundo interés. Las labores de mi esposo fueron grandes durante sus numerosas sesiones. Durante la conferencia se nos manifestó simpatía, tierno cuidado y benevolencia.