Notas biográficas de Elena G. de White

Capítulo 39

De un estado a otro

Yo estaba muy ansiosa de asistir al congreso campestre de California; pero había pedidos urgentes de que asistiera a los congresos del este. Según me fueron presentadas las cosas en relación con la condición en el este, yo sabía que tenía un testimonio que presentar, especialmente a nuestros hermanos de la Asociación de Nueva Inglaterra; y no podía sentirme con la libertad de permanecer por más tiempo en California.

El 28 de julio de 1878, acompañada por mi nuera, la Sra. Emma L. White, y Edith Donaldson, salí de Oakland, California, hacia el este. En camino, el domingo hablé en Sacramento a una congregación muy atenta, y el Señor me dio libertad para hablarles acerca de su Palabra. El lunes tomamos de nuevo los carruajes, y nos detuvimos en Reno, Nevada, donde hablé el viernes de noche.

En Colorado

En el camino de Denver a Walling's Mills--el descanso en la montaña donde mi esposo estaba pasando los meses de verano--, nos detuvimos en Boulder City. Allí contemplé con gozo la carpa que servía como lugar de reuniones, donde el pastor Cornell estaba realizando una serie de reuniones. Hallamos un tranquilo descanso en el cómodo hogar de la Hna. Dartt. La carpa había sido prestada para realizar en ella reuniones en pro de la temperancia; y por invitación especial hablé en una tienda llena de oidores atentos.

El lunes 8 de agosto me reuní con mi esposo, y lo encontré muy mejorado en su salud, alegre y activo, por lo cual me sentí muy agradecida a Dios.

Toda nuestra familia estaba presente en las montañas con excepción de nuestro hijo Edson. Mi esposo y los niños pensaron que, como yo estaba muy cansada por haber trabajado casi constantemente desde el campamento de Oregon, ahora tendría el privilegio de descansar. Pero mi mente estaba impresionada con la idea de que debía asistir a los congresos campestres del este, especialmente al de Massachussetts.

Recibimos una carta del Hno. Haskell en la cual nos instaba a ambos a asistir al congreso campestre; pero que si mi esposo no podía venir, el deseaba que, de ser posible, fuera yo. Le leí la carta a mi esposo, y después de unos pocos momentos de silencio, dijo: "Elena, tú tendrás que asistir al congreso de Nueva Inglaterra".

Al día siguiente Edith Donaldson y yo preparamos nuestros baúles. A las dos de la madrugada, favorecidos por la luz de la luna, comenzamos el viaje en carruaje, y a las seis y media abordamos el tren en Black Hawk. El viaje fue todo menos agradable, pues el calor era intenso.

Al llegar a Battle Creek supe que habían hecho arreglos para que yo hablara el domingo de noche en la tienda gigantesca levantada en los terrenos del Colegio. La carpa estaba llena y desbordante, y de mi corazón surgieron fervientes llamamientos al pueblo.

Me detuve en Battle Creek sólo poco tiempo, y entonces, acompañada por la Hna. Mary Smith Abbey y el pastor E. W. Farnsworth, estaba otra vez de viaje rumbo al este.

En la Asociación de Nueva Inglaterra

Cuando llegamos a Boston, los Hnos. Wood y Haskell nos fueron a recibir, y nos acompañaron hasta Ballard Vale, el lugar de las reuniones. Allí nos dieron la bienvenida nuestros antiguos amigos con una cordialidad que nos produjo descanso. Se necesitaba hacer mucho trabajo en esa reunión. Habían surgido nuevas iglesias desde nuestro último congreso. Almas preciosas habían aceptado la verdad y ellas necesitaban que alguien las llevara a un conocimiento más profundo y más acabado de la piedad práctica.

En una ocasión hablé con respecto a la genuina santificación, que no es otra cosa que una muerte cotidiana al yo y una conformidad diaria con la voluntad de Dios. Mientras estaba en Oregon se me había mostrado que algunas de las iglesias jóvenes en la Asociación de Nueva Inglaterra estaban en peligro, debido a la agostadora influencia de lo que se llama santificación. Algunos se engañaban con esta doctrina, mientras que otros, conociendo su influencia engañosa, se daban cuenta de su peligro y le daban la espalda. La santificación de Pablo es un constante conflicto con el yo. Dijo él: "Cada día muero". 1 Corintios 15:31. La voluntad y los deseos de Pablo estaban en conflicto cada día con el deber y con la voluntad de Dios. En lugar de seguir sus inclinaciones, él hacía la voluntad de Dios, por desagradable y martirizante que fuera para su índole natural.

Hicimos un llamamiento a los que deseaban bautizarse, y a los que guardaban el sábado por primera vez, para que pasaran adelante. Veinticinco respondieron. Estos presentaron excelentes testimonios; y antes del fin del congreso veintidós fueron recibidos por el bautismo.

Nos alegró encontrarnos aquí con nuestros antiguos amigos de la causa con quienes nos habíamos relacionado treinta años atrás. Nuestro muy estimado Hno. Hastings estaba tan profundamente interesado en la verdad como siempre. Estábamos contentos de encontrarnos con la Hna. Temple, y la Hna. Collins de Dartmouth, Massachusetts, y con el Hno. y la Hna. Wilkinson, en cuya casa fuimos alojados durante nuestras primeras labores en relación con el mensaje del tercer ángel.

Reunión en Maine

Salimos de Ballard Vale el martes 3 de septiembre, por la mañana, para asistir al congreso campestre de Maine. Disfrutamos de un tranquilo descanso en el hogar del Hno. Morton, cerca de Portland. El y su buena esposa hicieron que nuestra estancia fuera muy placentera. Estuvimos en el campo donde se realizaba el congreso de Maine antes del sábado, y nos alegramos de encontrarnos aquí con algunos de los probados amigos de la causa. Hay algunos que están siempre en su puesto del deber, haya sol o tormenta. Hay también una clase de cristianos que brillan como el sol. Cuando todas las cosas van bien y ello resulta agradable, son fervientes y celosos; pero cuando hay nubes y las cosas son desagradables, no tienen nada que decir o que hacer. La bendición de Dios descansó sobre los obreros activos, mientras que los que no hicieron nada no salieron beneficiados por la reunión como debían. El Señor acompañó a sus ministros, quienes trabajaron fielmente en la presentación, tanto de los temas doctrinales como de los prácticos.

En Battle Creek

El congreso de la Asociación General se realizó en Battle Creek, del 2 al 14 de octubre de 1878. Había presentes más de cuarenta pastores. Todos estábamos muy felices de encontrar aquí a los pastores Andrews y Bourdeau, que volvían de Europa, y al pastor Loughborough, de California. En esta reunión estaba representada la causa en Europa, California, Texas, Alabama, Virginia, Dakota, Colorado y en todos los Estados del norte, desde Maine hasta Nebraska.

Aquí me alegré de unirme con mi esposo en el trabajo. Mientras las reuniones iban en progreso, mi fuerza aumentaba.

El miércoles de la segunda semana de reuniones, unos pocos de nosotros nos unimos en oración por una hermana que estaba afligida, en estado de desánimo. Mientras orábamos, yo fui grandemente bendecida. El Señor parecía estar muy cerca. Fui arrebatada en visión, y observé la gloria de Dios y muchas cosas que el Señor me reveló.

Estas fueron reuniones en que se manifestó un poder solemne y el más profundo interés. Varias personas relacionadas con nuestra oficina de publicaciones fueron convencidas y convertidas a la verdad, y presentaron testimonios claros e inteligentes. Incrédulos fueron convencidos, y echaron su suerte bajo la bandera del Príncipe Emmanuel. Esta reunión fue decididamente una victoria. Antes de que terminara, ciento doce personas fueron bautizadas.

El congreso de Kansas

El 23 de octubre salí de Battle Creek acompañada por mi nuera, Emma White, hacia el congreso de Kansas. En Topeka dejamos los carruajes públicos y nos trasladamos usando medios privados. Así recorrimos unos veinte kilómetros hasta Richland, el lugar de las reuniones. Hallamos que el lugar donde estaban erigidas las carpas era un bosque. Ya era tarde en la estación, y se había hecho una fiel preparación para hacer frente a un tiempo frío. Cada carpa tenía una estufa.

El sábado de mañana empezó a nevar; pero ni una sola reunión fue suspendida. Cayeron aproximadamente tres centímetros de nieve, y el aire era penetrante y frío. Mujeres con niños pequeños se amontonaban en torno a las estufas. Fue conmovedor ver ciento cincuenta personas reunidas para esta convocación en circunstancias tales. Algunos habían venido desde una distancia de más de trescientos kilómetros en carruajes privados. Todos parecían hambrientos del pan de vida, y sedientos del agua de la salvación.

El pastor Haskell habló el viernes de tarde y de noche. El sábado de mañana yo hablé palabras de ánimo a los que habían hecho un esfuerzo tan grande para asistir a la reunión. Les dije que cuanto más inclemente fuera el tiempo, mayor es nuestra necesidad de que obtengamos el brillo del sol de la presencia de Dios. Esta vida, aun en su mejor expresión, es solamente el invierno del cristiano; y los fríos vientos del invierno--chascos, pérdidas, dolor y angustia--son nuestra suerte aquí; pero nuestras esperanzas están puestas en el verano del cristiano, cuando cambiaremos de clima; dejaremos todas las ráfagas invernales y las fieras tormentas detrás, y seremos llevados a las mansiones que Jesús ha ido a preparar para aquellos que lo aman.

El martes por la mañana terminaron las reuniones, y viajamos a Sherman, Kansas, donde iba a realizarse otro congreso. Esta fue una reunión interesante y provechosa, aunque había sólo unos cien hermanos y hermanas presentes. El propósito era tener una reunión general de todos los hermanos y hermanas aislados. Había algunos procedentes del sur de Kansas, Arkansas, Kentucky, Missouri, Nebraska, y Tennessee. En esta reunión mi esposo se unió conmigo, y desde aquí, con el pastor Haskell y nuestra nuera, fuimos a Dallas, Texas.

Visita a Texas

El jueves fuimos a la casa del Hno. McDearman en Grand Prairie. Aquí nuestra nuera, se encontró con sus padres y su hermano y hermana, quienes habían estado muy cerca de la muerte por la fiebre que había prevalecido en el Estado durante el verano anterior. Fue para nosotros un gran placer ministrar a las necesidades de esta afligida familia, que en los años anteriores nos ayudó liberalmente en nuestra aflicción. Había mejorado un poco su salud cuando los dejamos para asistir al congreso de Plano, realizado del 12 al 19 de noviembre. También estábamos felices de encontrar a nuestros antiguos amigos el pastor R. M. Kilgore y su esposa. Y también muy contentos de hallar a un cuerpo grande e inteligente de hermanos en el campamento. Mi testimonio nunca fue recibido con mejor disposición y con un corazón más abierto que por estos hermanos. Llegué a interesarme profundamente en la obra que se hace en el gran Estado de Texas.