El Sábado 20 de agosto de 1881 por la tarde, dos semanas después de la muerte de su esposo, la Sra. White se reunió con la iglesia de Battle Creek, y habló a la congregación por cerca de una hora. Con respecto a este servicio, el pastor Urías Smith escribió:
"Su tema versó acerca de la lección que debemos aprender de la experiencia reciente por la cual hemos pasado. La incertidumbre de la vida es el pensamiento que trató de impresionar sobre nosotros... Debemos también considerar qué clase de persona debemos ser mientras vivimos...
"La mente de la oradora entonces se volvió a las benditas exhortaciones de los apóstoles con referencia a la relación que los miembros del cuerpo de Cristo deben tener mutuamente el uno con el otro, y su conducta, sus palabras y sus acciones en sus relaciones mutuas. Se nos señaló pasajes tales como éstos: 'Estad en paz los unos con los otros'; 'Amaos los unos a los otros con amor fraternal'; 'Sed bondadosos los unos con los otros'; 'Sed todos de un mismo sentir, compasivos'; 'Os ruego ... que habléis todos una misma cosa'; 'Os ruego ... que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer'; 'No murmuréis los unos de los otros'; 'Vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros'".1
Reflexiones personales
Con respecto a su viaje al oeste, en su ruta por California, y con relación a sus reflexiones mientras se demoraba unas pocas semanas en su retiro veraniego de las montañas rocosas, la Sra. White escribió:
"El 22 de agosto, en compañía de mis nueras Emma y María White, salí de Battle Creek hacia el oeste, esperando recibir el beneficio de un cambio de clima. Aunque estaba sufriendo todavía los efectos de un ataque severo de paludismo, así como del choque de la muerte de mi esposo, soporté el viaje mejor de lo que había esperado. Llegamos a Boulder, Colorado, el jueves 25 de agosto, y al siguiente domingo salimos de ese lugar en un carruaje privado hacia nuestro hogar en las montañas.
"Desde nuestra casa de campo podía mirar los bosques de pinos jóvenes, tan frescos y fragantes que perfumaban el aire con su aroma delicioso. En años anteriores, mi esposo y yo hicimos de este bosque nuestro santuario. En estas montañas a menudo nos arrodillamos juntos en adoración y súplica. Me rodeaban por todas partes los lugares que habían sido bendecidos de esta manera; y al observarlos, podía recordar muchos casos en los cuales recibimos bendiciones directas y notables en respuesta a la oración...
"¡Cuán cerca parecíamos estar de Dios, cuando a la luz brillante de la luna nos postrábamos en la ladera de alguna montaña solitaria para pedir las bendiciones necesarias de manos del Señor! ¡Qué fe y qué confianza eran las nuestras! Los propósitos de amor y misericordia de Dios parecían revelarse más plenamente, y sentíamos la seguridad de que nuestros pecados y errores eran perdonados. En tales oportunidades veía el rostro de mi esposo iluminado con una luz radiante que parecía reflejarse del trono de Dios, mientras que con una voz cambiada alababa al Señor por las ricas bendiciones de su gracia. En medio de las tinieblas de la tierra, todavía podíamos discernir por todas partes los rayos brillantes de la fuente de la luz. Por medio de las obras de la creación comulgábamos con Aquel que habita la eternidad. Al mirar las rocas enhiestas y las altas montañas, exclamábamos: '¿Dónde hay un Dios tan grande como nuestro Dios?'
"Rodeados, como siempre lo estábamos, de dificultades, cargados de responsabilidades, finitos, débiles, y en el mejor de los casos, mortales errantes, a veces estábamos por ceder a la desesperación. Pero cuando considerábamos el amor de Dios y su cuidado por sus criaturas, tal como se revelan en el libro de la naturaleza y en las páginas de la inspiración, nuestros corazones se consolaban y fortalecían. Rodeados por las evidencias del poder de Dios y por su presencia, no podíamos albergar ninguna desconfianza o incredulidad. ¡Oh, cuán a menudo la paz, la esperanza y el gozo nos inundaron en nuestra experiencia en medio de estas rocosas soledades!
"He estado otra vez entre las montañas, pero sola. ¡Nadie para compartir mis pensamientos y sentimientos mientras observaba una vez más aquellas grandiosas y terribles escenas! ¡Sola, sola! Los caminos de Dios parecen misteriosos, sus propósitos inescrutables. Sin embargo yo sé que deben ser justos, sabios y misericordiosos. Es mi privilegio y mi deber esperar pacientemente en él, y el lenguaje de mi corazón en todo el tiempo es el siguiente: 'Dios hace todas las cosas bien'...
"La muerte de mi esposo fue un duro golpe para mí. Lo sentí más agudamente porque fue repentino. Al ver el sello de la muerte sobre su rostro, mis sentimientos eran casi insoportables. Anhelaba llorar en voz alta en mi angustia. Pero sabía que esto no salvaría la vida de mi amado, y creía que no era cristiano entregarme al dolor. Busqué ayuda y consuelo de arriba, y las promesas de Dios se cumplieron en mi caso. La mano del Señor me sostuvo...
"Aprendamos una lección de valor y fortaleza de la última entrevista de Cristo con sus apóstoles. Estaban por separarse. Nuestro Salvador estaba entrando en el sendero ensangrentado que lo conduciría al Calvario. Nunca hubo una escena más probadora que aquella por la cual pronto había de pasar. Los apóstoles habían oído las palabras de Cristo en las que predecía sus sufrimientos y su muerte, y sus corazones estaban apesadumbrados por el dolor, pero sus mentes estaban distraídas con la duda y el temor. Sin embargo no hubo llanto en voz alta; nadie se abandonó a la aflicción. Aquellas horas finales, solemnes y decisivas, fueron empleadas por nuestro Salvador para hablar palabras de consuelo y seguridad a sus discípulos, y entonces todos se unieron en un himno de alabanza... ¡Qué preludio a la agonía del Getsemaní, al abuso y escarnio de la sala de juicio y a las terribles escenas del Calvario, fueron aquellas últimas horas empleadas en cánticos de alabanza al Altísimo!
"Cuando Martín Lutero recibía noticias desanimadoras a menudo decía: 'Venid, vamos a cantar el Salmos 46'. Este salmo comienza con las palabras: 'Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar'. En lugar de lamentos, lloro y desesperación, cuando las pruebas se acumulan sobre nosotros y nos amenazan como una inundación que quisiera abrumarnos, si no solamente oráramos pidiendo ayuda a Dios, sino que alabáramos al Señor por tantas bendiciones que nos ha dado--alabando a Aquel que es capaz de ayudarnos--, nuestra conducta sería más agradable a sus ojos, y veríamos más su salvación".2
Encontrando alivio en el trabajo por las almas
Apenas había pasado una semana desde su llegada al hogar de su hijo, el pastor W. C. White, en Oakland, California, cuando la Sra. White asistió a un congreso que se realizó en Sacramento, del 13 al 25 de octubre. Casi cada día ella habló al pueblo, y durante el último sábado de tarde dio una conferencia sobre temperancia a un auditorio de unas cinco mil personas.
A menudo, durante los meses del invierno de 1881-82, la Sra. White se reunía con iglesias locales y pequeños grupos de creyentes en los valles de Sonoma, Napa, y en su vecindario. "Estaba débil de salud--escribió en su primer informe de aquellos trabajos entre las iglesias--; pero la evidencia preciosa del favor de Dios pagó con creces el esfuerzo realizado.
"Ojalá que nuestras iglesias más pequeñas pudieran ser visitadas más a menudo. Los fieles, que se mantienen firmemente en defensa de la verdad, serían alegrados y fortalecidos por el testimonio de sus hermanos.
"Quiero animar a los que se reúnen en pequeños grupos a adorar a Dios. Hermanos y hermanas, no os sintáis desanimados porque sois pocos en número. El árbol, que se sostiene solo en la llanura, esparce sus raíces más profundamente en la tierra, envía sus ramas con más amplitud en todas direcciones, y se desarrolla más fuerte y más simétrico mientras él solo combate contra la tempestad y se regocija con la luz del sol. Así el cristiano, cuando no tiene el apoyo de la dependencia terrenal, puede aprender a confiar en Dios y puede ganar fuerza y valor con todo conflicto.
"Quiera el Señor bendecir a los hermanos esparcidos y solitarios, y hacerlos eficientes obreros para él... Hermanos, no olvidéis las necesidades de estas compañías pequeñas y aisladas. Se hallará que Cristo es un huésped en sus pequeñas reuniones".3
Esfuerzos especiales en favor de la juventud
En un informe relativo a sus actividades en la Iglesia de Healdsburg, donde unas pocas semanas más tarde se dio comienzo al establecimiento del Colegio de Healdsburg, la Sra. White escribió en forma particular acerca de sus esfuerzos por alcanzar los corazones de los niños y los jóvenes, un detalle notable de sus labores en las iglesias de California en este período de su experiencia. He aquí sus palabras:
"El sábado asistí a la reunión confiando en el sostén de Dios. Al hablar a la iglesia, resulté consolada y refrigerada. El Señor me dio paz y descanso en él. Sentí una preocupación especial por la juventud, y mis palabras fueron dirigidas especialmente a ella. Los jóvenes escucharon atentamente, con rostros serios y ojos arrasados por las lágrimas. Al final de mis observaciones pedí que todos los que querían llegar a ser cristianos pasaran al frente. Trece respondieron. Todos éstos eran niños y jóvenes, de ocho a quince años de edad, que de esta manera manifestaron su determinación de comenzar una nueva vida. Tal espectáculo era suficiente para enternecer el corazón más duro. Los hermanos y hermanas, especialmente los padres de los niños, parecían profundamente conmovidos. Cristo nos ha dicho que hay gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente. Los ángeles miraban con alegría esta escena. Casi todos los que vinieron al frente expresaron en pocas palabras su esperanza y determinación. Tales testimonios ascienden como incienso al trono de Dios. Todos los corazones sintieron que ésta era una oportunidad preciosa. La presencia de Dios estaba con nosotros".4