En los informes y discursos presentados en la sesión de la Asociación General en 1891, el pastor S. N. Haskell hizo fervientes llamados en procura de obreros para ser enviados a países distantes que recientemente él había visitado; e hizo especial hincapié en lo urgente que era establecer un colegio en Australia para preparar obreros cristianos. El estaba profundamente impresionado con la importancia de tener, en todas las grandes divisiones del mundo, jóvenes educados en su propio país, para servir como colportores, maestros y predicadores. Rogó que se seleccionaran maestros para abrir un colegio en Australasia; y también instó a la Sra. White y a su hijo W. C. White, a que pasaran algún tiempo en ese campo.
La junta misionera tomó un acuerdo, inmediatamente después de la sesión, invitándolos a viajar en el otoño. Esto los llevaría a un nuevo campo de trabajo durante el verano de Australia. El barco que viajaría en octubre estaba ya sobrecargado de pasajeros, por lo que su partida de San Francisco se demoró hasta la salida del barco Alameda, el 12 de noviembre.
El pastor George B. Starr y su esposa, que fueron elegidos para desempeñar una parte en el funcionamiento del propuesto colegio australiano, habían ido de antemano a las islas Hawai, donde emplearon siete semanas muy ocupadas antes de la llegada del Alameda. Los otros miembros de la partida eran W. C. White, María A. Davis, May Walling, Fannie Bolton y Emily Campbell.
El viaje
Hubo buen tiempo durante la mayor parte de los 25 días de navegación.
En Honolulu el barco permaneció 19 horas, y ¡qué horas gozosas fueron aquéllas! Aquí la partida fue recibida por varios de los hermanos y hermanas, quienes les mostraron a los viajeros las bellezas del lugar, y les hicieron una fiesta en casa de la Hna. Kerr. Mientras tanto había circulado la noticia, y por la tarde la Sra. White habló a un gran auditorio en el salón de la Asociación Cristiana de Jóvenes.
El día que cumplía 64 años de edad, un día antes de que el barco llegara a Samoa, la Sra. White escribió:
"Al contemplar el año pasado, estoy llena de gratitud a Dios por su cuidado preservador y por su amorosa bondad. Estamos viviendo en un tiempo peligroso, cuando todas nuestras facultades deben consagrarse a Dios. Hemos de seguir a Cristo en su humillación, su abnegación, sus sufrimientos. Le debemos todo a Jesús, y nuevamente me consagro a su servicio, para exaltarlo ante la gente y para proclamar su amor incomparable".
Cerca del mediodía del 3 de diciembre, el Alameda atracó en el muelle de Auckland. Muy pronto una cantidad de miembros influyentes de la iglesia de Auckland se hallaban a bordo, dando la bienvenida al grupo que había ido a visitar Nueva Zelanda. Todos fueron invitados al hogar del Hno. Eduardo Hare. Durante la comida se relataron muchos incidentes de la primera visita del pastor Haskell. Por la tarde se hizo una inspección de la ciudad y de sus hermosos suburbios. Por la noche la Sra. White habló a una congregación ávida acerca del amor de Jesús, en la primera iglesia adventista del séptimo día edificada al sur del ecuador.
Temprano por la mañana siguiente el Alameda prosiguió su camino y entró en el puerto de Sidney a las siete de la mañana del 8 de diciembre. El pastor A. G. Daniells y señora estaban esperando en el muelle. Durante la semana que la Sra. White pasó en casa de ellos, habló dos veces a la iglesia de Sidney.
El 16 de diciembre la partida llegó a Melbourne, donde el pastor George C. Tenney y sus asociados de la casa editora le dieron una cálida bienvenida. Antes de la llegada de la Sra. White, el pastor Tenney había dejado su nueva casa e insistió en que ella y sus ayudantes entraran y se acomodaran en ella.
La reunión de la Asociación Australiana
Faltaba sólo una semana para la iniciación de las reuniones de la Asociación Australiana, que habían de realizarse en el Federal Hall, Fitzroy Norte, Melbourne, comenzando el 24 de diciembre. Asistían a la misma unos cien representantes de las compañías de observadores del sábado de Victoria, Tasmania, el sur de Australia y Nueva Gales del Sur.
En ese tiempo había 450 observadores del sábado en toda Australia y Tasmania. En la capital de cada una de las colonias en que se había empezado la obra, se había establecido una iglesia; y era en estas ciudades más importantes donde el grueso de los hermanos se hallaba establecido.
Durante la conferencia se habló mucho de cómo los pocos creyentes sobre los cuales descansaba la responsabilidad de mantener en alto la luz del mensaje, debían llevarlo a todas partes del gran continente australiano. Los fieles colportores habían colocado miles de libros de la verdad en los hogares de la gente, y ahora se hacían planes para el empleo de instructores bíblicos que atendieran el interés despertado por la lectura de estos libros.
Consideración de los intereses de la escuela
La mayoría de los que habían abrazado la verdad en Australia eran comerciantes que vivían en las ciudades. Cuando sus hijos llegaban a la edad en que terminaban su curso en las escuelas públicas y se preparaban para ayudar a sostener la familia, se halló que era extremadamente difícil que encontraran empleo o que aprendieran diversos oficios, debido a la observancia del sábado.
Algunos anhelaban que sus hijos se prepararan para ser obreros en la causa. ¿Pero cómo podía lograrse esto? Las colonias estaban pasando por una seria depresión financiera; y muchos de los observadores del sábado, junto con millares de otros, se hallaban grandemente perplejos y muy sobrecargados con la tarea de proporcionar a sus familias los medios para las necesidades de la vida. ¿Cómo podían entonces ellos, en un tiempo tal, abordar la costosa empresa de establecer y sostener un colegio denominacional?
Los colportores rogaban que se organizara la escuela sin demora. Muchos de ellos habían tenido que depender de sus propios recursos en la primera parte de su vida. Tenían poca educación escolar, y su obra los había inducido a sentir que debían tener la oportunidad de capacitarse para un servicio más eficiente. Ellos indicaron con insistencia que si no se establecía pronto una escuela en Australia, se verían obligados a afrontar el gran gasto de ir a los Estados Unidos para adquirir la educación necesaria con el propósito de obtener el mejor éxito en su trabajo. También afirmaron que aunque unos pocos de ellos podrían hacer esto, habría veintenas que asistirían a un colegio en Australia, pero que no podían hacer lo propio allende los mares.
La Asociación nombró una comisión para delinear planes y a otra comisión para estudiar el problema del sitio; y autorizó la conducción de un curso de preparación para obreros mientras se realizara la selección del lugar y la erección de los edificios.
Enfermedad y cambio de planes
Se había planeado que la Sra. White con su hijo y los pastores Daniells y Starr asistieran a la conferencia de Nueva Zelanda que debía celebrarse en abril de 1892. Pero poco tiempo después de finalizar la reunión de Melbourne, ella sufrió un severo ataque de neuritis. Cuando se hizo evidente que no podía asistir a la reunión de Nueva Zelanda, la Sra. White alquiló una casa espaciosa en Preston, suburbio norteño de Melbourne, y dijo que haría lo posible para completar su libro sobre la vida de Cristo, por tanto tiempo prometido.
De tiempo en tiempo, cuando el clima era favorable, la Sra. White hablaba en las reuniones del sábado en la iglesia de Melbourne. A veces, cuando no podía ascender los escalones que llevaban al Salón Federal, era llevada a la plataforma; y en dos o tres ocasiones, cuando no pudo estar de pie, habló sentada en un sillón.
Apertura de la Escuela Bíblica Australiana
Durante el invierno de 1892, la Sra. White observó con ávido interés los esfuerzos que se hacían para iniciar la propuesta escuela. En abril rogó a los hermanos que tenían responsabilidad en los Estados Unidos que reconocieran las posibilidades del futuro, y proveyeran facilidades para la preparación de una gran fuerza de obreros: éstos podrían entrar en territorio hasta allí no trabajado. "¡Oh, qué vasto número de personas que nunca han sido amonestadas!--escribió ella--. ¿Está bien que se proporcione una gran superabundancia de oportunidades y privilegios para la obra en los Estados Unidos, mientras se nota una gran carencia de la debida clase de obreros aquí en este campo? ¿Dónde están los misioneros de Dios?"
"Nuestro campo es el mundo--escribió--. El Salvador indujo a los discípulos a empezar su obra en Jerusalén, y les indicó que luego debían pasar a Judea y Samaria y llegar finalmente hasta lo último de la tierra. Tan sólo una pequeña proporción de la gente aceptaba las doctrinas; pero los mensajeros conducían el mensaje rápidamente de lugar en lugar, pasando de un país a otro, levantando el estandarte del Evangelio en todos los lugares cercanos y lejanos de la tierra".
En junio, la comisión que estaba a cargo de este asunto anunció que en el camino de Santa Kilda, Melbourne, se habían rentado para la escuela dos casas en la Terraza de George.
En la primera parte de agosto, el pastor L. J. Rousseau y señora llegaron de los Estados Unidos, y el 24 de agosto comenzó un período de estudios de 16 semanas. Los maestros eran: el pastor Rousseau, director; el pastor Starr, profesor de Biblia; W. L. H. Baker y la Sra. Rousseau realizaba trabajos varios, y la Sra. Starr era la preceptora. Muy pronto había 24 alumnos que asistían a la escuela. Casi todos eran adultos. Doce habían sido colportores o se estaban preparando para esa obra. La mitad de los restantes doce habían sido obreros en una u otra rama del servicio cristiano.
El día de la apertura los pastores Daniells, Tenney, Starr, White y Rousseau pronunciaron breves discursos. También la Sra. White habló, y en el curso de sus observaciones delineó con claridad el amplio ámbito de un colegio denominacional, y la relación vital que éste tiene con la tarea de terminar la obra de Dios en la tierra sin demora. Pero la carga especial que ella sentía era la de impresionar la mente de los profesores y estudiantes de que Dios, por medio de su providencia, estaba abriendo un país tras otro a los heraldos de la cruz, y de que en esos países que tenían la oportunidad de recibir el Evangelio, los honestos de corazón estaban andando a tientas en la oscuridad con avidez para hallar la luz de la verdad salvadora.
"Los planes y la obra de los hombres--dijo ella--no están guardando paso con las providencias de Dios; porque aunque algunos en esas naciones que pretenden creer la verdad declaran con su actitud: 'No queremos seguir tus planes, oh Señor, sino los nuestros', hay muchos que están rogando a Dios que les conceda la capacidad de entender cuál es la verdad. En lugares secretos están llorando y orando para poder ver la luz en las Escrituras, y el Señor del cielo ha comisionado a sus ángeles para cooperar con los agentes humanos a fin de llevar adelante sus amplios designios, de manera que todos los que deseen la vida puedan contemplar la gloria de Dios".
"Hemos de avanzar donde la providencia de Dios abre el camino--continuó la oradora--; y al avanzar encontraremos que el cielo se nos ha adelantado, ampliando el campo de trabajo mucho más allá de los límites de nuestros medios y nuestra habilidad. La gran necesidad del campo abierto delante de nosotros debe ser un llamado para que todos aquellos a quienes Dios ha confiado recursos o habilidades se dediquen ellos mismos y todo lo que tienen a Dios".
Por otra parte, los que han de recibir preparación no deben ser limitados en sus esfuerzos misioneros por barreras raciales o nacionales. Dondequiera que trabajen, sus esfuerzos han de ser coronados con un triunfo acelerado. "El propósito y los fines que han de lograrse por parte de misioneros consagrados--declaró la Sra. White--son muy abarcantes. El campo de operación misionera no está limitado por castas o por nacionalidades. El campo es el mundo, y la luz de la verdad ha de ir a todos los lugares oscuros de la tierra en un tiempo mucho más corto de lo que muchos piensan que es posible".1
Fue en esta misma ocasión de la apertura de la Escuela Bíblica Australasiana, la cual más tarde llegó a ser el Colegio Misionero Australasiano, cuando la Sra. White dijo:
"La obra misionera de Australia y Nueva Zelanda está todavía en su infancia. Pero debe realizarse en Australia, Nueva Zelanda, Africa, la India, la China y las islas del mar la misma obra que se ha hecho en los Estados Unidos".2
Acosada por la enfermedad
Los sufrimientos de la Sra. White debidos a su neuritis, que comenzaron en enero, continuaron hasta noviembre de ese año. Su enfermera y sus secretarias le administraron fielmente vigorosos tratamientos para dominar la enfermedad, pero durante los meses del invierno ésta avanzó en forma constante. Ella continuó, sin embargo, su tarea de escribir. Sostenida en la cama, escribió cartas a amigos, testimonios a los obreros dirigentes de la causa, y muchos capítulos de El Deseado de todas las gentes.
Al acercarse la primavera experimentó un poco de mejoría; y en octubre decidió probar el clima más seco de Adelaida, al sur de Australia. Allí pasó seis semanas, con benéficos resultados.
Una revisión de su experiencia
En una carta escrita desde Melbourne, el 23 de diciembre de 1892, a los hermanos reunidos en el congreso de la Asociación General, la Sra. White pasó revista a su experiencia durante esta larga enfermedad en los siguientes términos:
"Me regocijo en informaros de la bondad, la misericordia y las bendiciones que el Señor me otorgó. Todavía estoy rodeada de dolencias, pero estoy mejorando. El gran Restaurador está trabajando en mi favor, y alabo su santo nombre. Mis miembros están aumentando en fuerza, y aunque tengo dolores, no son tan severos como lo fueron durante los pasados diez meses. Estoy restaurada hasta el punto de que, tomándome de la baranda, puedo subir y bajar las escaleras sin ayuda. Durante todo el tiempo de mi aflicción he sido bendecida por Dios de la manera más señalada. En los conflictos más severos, con intenso dolor, yo comprendía la certeza de la promesa: 'Bástate mi gracia'. A veces, cuando parecía que no podía resistir el dolor, cuando no podía dormir, miraba a Jesús en procura de fe, y su presencia estaba conmigo, toda sombra de oscuridad era disipada, una luz bendita me rodeaba y toda la habitación se llenaba con la luz de su divina presencia.
"He sentido que podía dar la bienvenida al sufrimiento si esta preciosa gracia me habría de acompañar. Yo sabía que el Señor es bueno y lleno de gracia, de misericordia y compasión, y de un amor tierno y piadoso. En mi condición indefensa y sufriente, su alabanza ha llenado mi alma y ha estado en mis labios. Mi meditación ha sido muy consoladora y fortalecedora al pensar en cuánto peor podría ser mi condición sin la gracia sostenedora de Dios. Mi vista me ha sido preservada, y también mi memoria, y mi mente nunca ha estado más clara y activa para ver la belleza y el carácter precioso de la verdad.
"¡Cuán ricas son las bendiciones que disfruto! Con el salmista puedo decir: '¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo' Salmos 139:17-18. Estas últimas palabras expresan mis sentimientos y mi experiencia. Cuando me despierto, el primer pensamiento y la primera expresión de mi corazón es: '¡Alaba al Señor! Te amo, oh Señor. Tú sabes que te amo. Precioso Salvador, me has comprado con el precio de tu propia sangre. Me has considerado de valor, o de otra manera no habrías pagado un precio tan infinito por mi salvación. Tú, mi Redentor, has dado tu vida por mí, y no habrás muerto en vano por mí'...
"Desde las primeras semanas de mi aflicción no he tenido dudas con respecto a mi deber de venir hasta este campo distante; y aún más, mi confianza en los planes de mi Padre celestial ha sido grandemente aumentada con motivo de mi aflicción. No puedo ver ahora todo el propósito de Dios, pero tengo la confianza de que era parte de su plan que yo fuera afligida de esta manera, y me siento contenta y perfectamente cómoda sobre este asunto. Con los escritos que irán en este correo, he escrito desde que salí de los Estados Unidos dos mil páginas de cartas. No podía haber hecho todo esto si el Señor no me hubiera fortalecido y bendecido en gran manera. Ni una sola vez me ha fallado la mano derecha. Mi brazo y mi hombro han sufrido mucho, un sufrimiento duro de llevar, pero mi mano ha podido sostener la pluma y trazar las palabras que he recibido del Espíritu del Señor.
"He tenido la más preciosa experiencia y testifico ante mis colaboradores en la causa de Dios: 'Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza'".3
El congreso de la Asociación Australiana de enero de 1893
La quinta sesión de la Asociación Australiana se realizó en Fitzroy, Melbourne, del 6 al 15 de enero de 1893. Durante esta reunión la Sra. White habló siete veces sobre temas relativos a la piedad práctica.
Un día ella pasó revista al surgimiento y el progreso de la obra de publicaciones denominacional. Instó a los hermanos de Australia a empeñar sus mejores esfuerzos para desarrollar obreros fuertes en este y en otros ramos del esfuerzo cristiano.
Actividades en Nueva Zelanda
A la finalización del congreso de la Conferencia Australiana, la Sra. White decidió emprender la visita largamente postergada a Nueva Zelanda. La acompañó Emilia Campbell, quien la ayudó tanto en calidad de secretaria como de enfermera. Su hijo W. C. White, y el pastor Starr y señora, estuvieron también con ella durante gran parte del tiempo.
Al llegar a Auckland, el 8 de febrero, fueron recibidos por el pastor M. C. Israel, y conducidos a una casa amueblada que la iglesia de Auckland puso a su disposición.
Durante los doce días empleados en ferviente labor en favor de la iglesia de Auckland, la Sra. White habló ocho veces. Después de esto pasó tres semanas con los hermanos y hermanas de Kaeo, la iglesia adventista más antigua de Nueva Zelanda. Allí encontró un número promisorio de jóvenes por los cuales trabajó fervientemente.
Tanto en Auckland como en Kaeo la Sra. White instó a los hermanos y hermanas a asistir, junto con sus familias, al congreso anual que había de realizarse en Napier, durante la última parte de marzo. Este iba a ser un congreso campestre, el primero que los adventistas del séptimo día realizarían al sur del ecuador. Con respecto a esta experiencia ella escribió:
"Sentíamos que este primer congreso campestre debía ser, tanto como fuera posible, un ejemplo de lo que debían ser todas las demás reuniones de esta clase que se realizarían en lo futuro. Una y otra vez dije a la gente: 'Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte' Hebreos 8:5. Jesús dijo a sus discípulos: 'Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto' Mateo 5:48".
Pero con respecto a este propuesto congreso campestre parecía imposible despertar mucho entusiasmo entre los creyentes. Los campamentos de leñadores, y los grupos de tiendas para constructores de camino, eran cosas bien conocidas, pero no muy deseadas; pero un campamento cómodo para un grupo de gente que se reúne para adorar a Dios era algo enteramente nuevo en Nueva Zelanda.
Debido a la depresión financiera, era extremadamente difícil para muchos asistir. Hasta el comienzo de la reunión, había poca promesa de que acamparían más de 30 personas en los terrenos. Se proveyeron tiendas para ese número. Pero cuando la reunión estaba empezando, comenzaron a llegar sin anunció miembros de diferentes iglesias hasta que hubo el doble de lo que se había esperado. Durante la última semana de reuniones había 18 tiendas en el campamento, ocupadas por 53 personas. Muchos otros ocupaban habitaciones en el vecindario. Estos, junto con los miembros de la iglesia de Napier, constituían una congregación de buen tamaño durante el día. Cada noche la gran tienda estaba bien llena.
A medida que progresaban las reuniones, el plan de realizar congresos campestres iba ganando una aprobación mayor y más entusiasta, y se votó que la próxima conferencia anual se realizara en un campamento. Se tomaron resoluciones que respaldaban la Escuela Bíblica Australasiana, y se recogieron fondos para la misma: 500 dólares para muebles, y 400 para ayudar a los alumnos. Como fondo para el campamento, se recogieron 270 dólares.
"Después de la finalización del congreso campestre de Napier--escribió la Sra. White--, decidimos visitar Wellington, y también pasar unos pocos días en Palmerston Norte para trabajar por una pequeña compañía de observadores del sábado allí establecida y que pedía ayuda. Aunque las molestias físicas todavía me acompañaban de noche y de día, el Señor me dio gracia para soportarlas. A veces, cuando me sentía incapaz de cumplir con mis compromisos, decía: 'Con fe me presentaré delante del pueblo'; y cuando lo hacía, recibía fuerzas para sobreponerme a mis dolencias y presentar el mensaje que el Señor me había dado".
En Wellington la Sra. White recibió una calurosa bienvenida en el hogar de la Sra. M. H. Tuxford, donde pasó varios meses. Desde esta sede temporaria ella salía de vez en cuando para hablar a pequeños grupos de creyentes establecidos en Petone, Ormondville, Dannevirke, Palmerston Norte y Gisborne.
Antes de regresar a Australia, la Sra. White asistió al segundo congreso de Nueva Zelanda, realizado del 30 de noviembre al 12 de diciembre de 1893, en un suburbio protegido de Wellington. Hubo el doble de la asistencia de la que había habido en las reuniones de Napier. El pastor O. A. Olsen, presidente de la Asociación General, llegó en los primeros días del congreso, y sus labores y su oportuna instrucción fueron de un valor indecible. Trajo informes animadores de los grandes campos misioneros que había visitado recientemente; y se dirigió a los jóvenes urgiéndolos a que se capacitaran para el servicio en la obra final del Evangelio.
Desde Wellington la Sra. White, y el pastor Olsen y otros obreros, se apresuraron a viajar a Melbourne para asistir al primer congreso campestre de Australia.