Notas biográficas de Elena G. de White

Capítulo 55

El terremoto de San Francisco

El jueves 12 de abril de 1906 por la tarde, la Sra. White salió de su casa para asistir a la reunión anual de la Asociación del Sur de California, en Los Angeles, y a los ejercicios de dedicación de dos sanatorios: el de Paradise Valley, cerca de San Diego, y el de Loma Linda, en el valle de San Bernardino. Pasó los primeros pocos días en Loma Linda, y durante todo este tiempo tuvo una notable experiencia, que describió brevemente en estas palabras:

Juicios retributivos

"Mientras estaba en Loma Linda, California, el 16 de abril de 1906, pasó delante de mí una maravillosa representación. Durante una visión nocturna, estaba yo de pie en un lugar alto, desde el cual podía ver casas sacudidas como una paja por el viento. Edificios, grandes y pequeños, eran derribados. Lugares de placer, teatros, hoteles y hogares de gente rica eran sacudidos y destrozados. Muchas vidas eran destruidas, y el aire estaba lleno de los gritos de los heridos y aterrorizados.

"Los ángeles destructores de Dios estaban trabajando. Un toque, y edificios tan sólidamente construidos que los hombres consideraban seguros contra todo peligro, rápidamente se convertían en un montón de ruinas. No había certeza de seguridad en lugar alguno. Yo no me sentía en ningún peligro especial, pero no encuentro palabras para describir lo terrible de las escenas que pasaron delante de mí. Parecía que la tolerancia de Dios se había acabado, y que el día del juicio había llegado.

"El ángel a mi lado entonces me dijo que solamente pocos tienen algún concepto de la maldad que existe en nuestro mundo hoy, y especialmente la maldad que hay en las grandes ciudades. Declaró que el Señor había señalado un tiempo cuando visitaría a los transgresores con ira por el descuido persistente de su ley.

"Por terrible que fuera la representación que pasó delante de mí, lo que me impresionó más vívidamente fue la instrucción que se me dio en relación con esto. El ángel que estaba a mi lado declaró que el gobierno supremo de Dios, y el carácter sagrado de su ley, debían ser revelados a aquellos que rechazaban persistentemente prestar obediencia al Rey de reyes. Los que deciden permanecer desleales, deben ser visitados, por misericordia, con juicios, a fin de que, si es posible, sean despertados para comprender la pecaminosidad de su conducta.

"Todo el día siguiente estuve pensando en las escenas que habían pasado delante de mí, y en la instrucción que había recibido. Por la tarde viajé a Glendale, cerca de Los Angeles: y en la noche siguiente ... parecía estar yo en una asamblea presentando delante de la gente los requisitos de la ley de Dios. Leí las Escrituras con respecto a la institución del sábado en el Edén al fin de la semana de la creación, y con respecto a la entrega de la ley en el Sinaí; y entonces declaré que el sábado ha de ser observado 'por pacto perpetuo', como señal entre Dios y sus hijos para siempre, para que sepan que son santificados por Dios su Creador.

"Entonces me espacié en el gobierno supremo de Dios por encima de todos los gobiernos terrenales. Su ley ha de ser la norma de acción. A los hombres se les prohíbe pervertir sus sentidos por la intemperancia, o ceder su mente a la influencia satánica; porque esto les impide guardar la ley de Dios. Aunque el Gobernante divino tiene mucha paciencia con la perversidad, él no se engaña, y no permanecerá en silencio para siempre. Su supremacía, su autoridad como gobernante del universo, debe finalmente ser reconocida y la justa reclamación de su ley debe ser vindicada.

"He repetido al pueblo mucha más instrucción, que he recibido de mi Instructor, relativa a la longanimidad de Dios y a la necesidad de que los transgresores despierten a una comprensión de su estado peligroso a la vista del cielo".1

"Me ha tomado muchos días el escribir una porción de lo que me fue revelado aquellas dos noches en Loma Linda y Glendale".2

"El 18 de abril, dos días después que la escena de la caída de los edificios pasó delante de mí, salí a cumplir con un compromiso de hablar en la iglesia de la calle Carr, en Los Angeles. A medida que nos acercamos a la iglesia, oímos a los niños que vendían diarios gritando: '¡San Francisco destruido por un terremoto!' Con un corazón cargado, leí las primeras noticias, impresas con apresuramiento, relativas al terrible desastre".3

Trabajando las ciudades desde centros establecidos fuera

En el curso de su discurso ante la conferencia, la Sra. White exaltó el carácter sagrado de la ley de Dios, y habló decididamente de la necesidad de una acción rápida y de instruir a la gente acerca del significado de las cosas que estaban ocurriendo en la tierra. Se refirió particularmente a las ventajas que se obtendrían al trabajar las ciudades desde centros establecidos afuera.

"¡Fuera de las ciudades, fuera de las ciudades!--declaró ella--; éste es el mensaje que Dios me ha estado dando. Vendrán terremotos; vendrán inundaciones, y no hemos de establecernos en las ciudades malvadas, donde el enemigo es servido a todo paso, y donde Dios es a menudo olvidado. El Señor desea que tengamos una clara visión espiritual. Debemos ser rápidos para discernir el peligro que habrá en establecer instituciones en estas ciudades malvadas. Debemos hacer planes sabios para amonestar a las ciudades, y al mismo tiempo vivir donde podamos proteger a nuestros hijos y protegernos a nosotros mismos de las influencias contaminantes y desmoralizadoras tan prevalecientes en esos lugares".4

Escenas de destrucción

Dos semanas más tarde la Sra. White regresó a su hogar de Santa Elena vía San José, Mountain View y San Francisco. "Mientras viajábamos hacia el norte--escribió en un relato de su viaje--, vimos algunos de los aspectos del terremoto; y cuando entramos en San José, pudimos ver que había grandes edificios destruidos, y que otros habían sido seriamente dañados.

"En Mountain View la nueva oficina de correos y algunos de los negocios más grandes de la ciudad habían desaparecido. Otros edificios estaban parcialmente destruidos y malamente dañados".5

"En nuestro camino a casa pasamos por San Francisco, y alquilando un coche, pasamos una hora y media viendo la destrucción obrada en esa gran ciudad. Edificios que se creía eran a prueba de cualquier desastre, yacían en ruinas. En algunos casos, los edificios estaban parcialmente hundidos en la tierra. La ciudad presentaba un espectáculo de lo más terrible, lo cual hablaba de la ineficacia del ingenio humano para idear estructuras a pruebas de fuego y terremotos".6

Advertencias y exhortaciones

Con respecto a sus enseñanzas y amonestaciones concernientes a la necesidad de un esfuerzo fervoroso para proclamar el mensaje del tercer ángel en las ciudades, en vista de las calamidades que han de ocurrir en los grandes centros de población a medida que se acerca el fin del tiempo, la Sra. White escribió lo siguiente:

"Desde que ocurrió el terremoto de San Francisco han circulado muchos rumores concernientes a declaraciones que yo he hecho. Algunos han informado que mientras estaba en Los Angeles, yo pretendí haber predicho el terremoto y el incendio de San Francisco, y que Los Angeles sería la próxima ciudad en sufrir. Esto no es cierto. La mañana después del terremoto, yo no dije otra cosa sino que 'vendrán terremotos; vendrán inundaciones'; y que el mensaje de Dios a nosotros es que no debemos 'establecernos en las ciudades malvadas'.

"No hace muchos años, un hermano que trabajaba en la ciudad de Nueva York publicó algunas noticias alarmantes con respecto a la destrucción de esa ciudad. Yo escribí inmediatamente a quien estaba a cargo de la obra allí diciéndole que no era sabio publicar tales noticias; que ello haría surgir una excitación que resultaría en un movimiento fanático, y que esto perjudicaría a la causa de Dios. Es suficiente presentar la verdad de la Palabra de Dios al pueblo. Las noticias alarmantes son perjudiciales para el progreso de la obra".7

El 3 de agosto de 1903, la Sra. White escribió además con respecto a este informe sensacional:

"¿De dónde vino la noticia de que yo declaré que Nueva York ha de ser barrida por una ola gigantesca? Nunca lo he dicho. Yo he dicho, cuando veía los grandes edificios levantarse allí, piso tras piso: '¡Qué terribles escenas ocurrirán cuando el Señor se levante para sacudir terriblemente la tierra! Entonces se cumplirán las palabras de Apocalipsis 18:1-3'. Todo el capítulo 18 de Apocalipsis es una advertencia de lo que ha de suceder en la tierra. Pero yo no tengo luz en particular con respecto a lo que ha de venir sobre Nueva York, y lo único que sé es que algún día los grandes edificios de esa ciudad serán derribados por el poder trastornador de Dios. Por la luz que me ha sido dada, sé que la destrucción está en el mundo. Una palabra del Señor, un toque de su poder terrible, y estas masivas estructuras caerán. No podemos imaginarnos el carácter terrible de las escenas que ocurrirán".

El 1.° de septiembre de 1902, la Sra. White escribió:

"En las grandes ciudades, tales como San Francisco, deben realizarse reuniones en carpas bien equipadas, porque de aquí a no mucho tiempo estas ciudades sufrirán bajo los juicios de Dios. San Francisco y Oakland están llegando a ser como Sodoma y Gomorra, y el Señor las visitará con ira".

El 20 de junio de 1903 escribió: "Los juicios de Dios están en nuestro país. El Señor pronto vendrá. Con fuego, con inundación y con terremotos, él está advirtiendo a los habitantes de esta tierra de su próxima aparición. ¡Ojalá que el pueblo conozca el tiempo de su visitación! No tenemos tiempo que perder. Debemos hacer esfuerzos determinados para inducir a la gente del mundo a ver que el día del juicio está cercano".

El 3 de junio de 1903 escribió: "Hay muchos con los cuales está luchando el Espíritu de Dios. El tiempo de los juicios destructivos de Dios es el tiempo de misericordia para aquellos que no tienen ninguna oportunidad para enterarse de la verdad. El Señor los considerará con ternura. Su corazón de misericordia es tocado; su mano está todavía extendida para salvar".

El 12 de novimbre de 1902 escribió: "Está llegando el tiempo cuando vendrá la gran crisis de la historia, cuando todo movimiento en el gobierno de Dios será observado con intenso interés e inexpresable aprensión. En rápida sucesión los juicios de Dios caerán uno después de otro: fuego e inundación y terremotos, con guerra y derramamiento de sangre. Algo grande y decisivo tendrá necesariamente que ocurrir pronto".8

En febrero 15 de 1904 leemos: "Cuando estuve la última vez en Nueva York, fui llamada a presenciar de noche como se levantaban los edificios, piso sobre piso, hacia el cielo. Estos edificios tenían garantía contra el fuego y eran erigidos para glorificar a los propietarios. Estas estructuras se levantaban más y más alto, y en ellas se usaba el material más costoso...

"Mientras subían estos altos edificios, los propietarios se regocijaban, con un orgullo ambicioso, de que tenían dinero que invertir en glorificar el yo... Mucho del dinero que era invertido había sido obtenido por exacción, oprimiendo a los pobres. En los libros del cielo se guarda un registro de toda transacción comercial. Allí se registra todo trato injusto, toda acción fraudulenta. Viene el tiempo cuando los hombres en su fraude y en su insolencia llegarán a un punto que el Señor no les permitirá pasar, y ellos sabrán que hay un límite a la tolerancia de Jehová.

"La escena que en seguida pasó delante de mí era de un fuego alarmante. Los hombres miraban los edificios elevadísimos, pretendidamente a prueba de fuego, y decían: 'Están perfectamente seguros'. Pero estos edificios eran consumidos como si estuvieran hechos de resina. Las bombas de incendio no podían hacer nada para detener la destrucción. Los bomberos eran incapaces de hacerlas funcionar. Se me ha instruido en el sentido de que, cuando venga el tiempo del Señor, si no ha ocurrido un cambio en los corazones de los hombres orgullosos y de los ambiciosos seres humanos, hallarán que la mano que ha sido poderosa para salvar será poderosa para destruir. Ningún poder terrenal es capaz de detener la mano de Dios. Ningún material puede ser usado en la erección de edificios que los preserve de la destrucción cuando llegue el tiempo señalado por Dios para mandar retribución a los hombres por su insolencia y el descuido de su ley".9

Llamados al arrepentimiento

La misericordia de Dios al salvar la vida de muchos durante la terrible calamidad ocurrida en San Francisco y las ciudades cercanas, fue señalada por la Sra. White como un poderoso llamamiento a todas las clases a reconocer la supremacía del gobierno de Jehová y el carácter obligatorio de su ley. Ella instó a que se hicieran esfuerzos evangelísticos en las ciudades de la Bahía, para que la gente tuviera todas las oportunidades posibles de informarse acerca del significado de los juicios que vendrán sobre los habitantes de la tierra.

En consecuencia, durante muchos meses después del terremoto, se realizaron esfuerzos especiales continuados para proclamar el mensaje del tercer ángel en San Francisco, en Oakland y en otras ciudades de la Bahía. La Sra. White hizo lo que pudo para animar a los obreros estacionados en otros lugares, y realizó varias visitas ella misma a los grupos de obreros activamente empeñados en enseñar a la gente. Cuando se encontraba con los que estaban familiarizados con las verdades de la Palabra de Dios, ella los instaba aprestar ayuda voluntaria a los esfuerzos de los obreros. Al mismo tiempo escribió también acerca de la obra más amplia que ha de hacerse en todos los países.

"El mundo está lleno de transgresión--declaró ella--. Un espíritu de ilegalidad prevalece en todos los países, y se hace especialmente manifiesto en las grandes ciudades. El pecado y el crimen que se ven en nuestras ciudades es alarmante. Dios no puede soportar esto por mucho más tiempo. Ya sus juicios están empezando a caer sobre algunos lugares, y pronto su señalado desagrado se sentirá en otros lugares.

"Habrá una serie de acontecimientos que revelarán que Dios gobierna la situación. La verdad será proclamada en lenguaje claro e inequívoco. Como pueblo debemos preparar el camino del Señor bajo la dirección poderosa del Espíritu Santo. El Evangelio ha de ser dado en su pureza. La corriente de agua viva ha de profundizarse y ampliarse mientras corra. En todos los campos cercanos y lejanos, serán llamados hombres a dejar el arado y las vocaciones comerciales comunes que mayormente ocupan la mente, y serán educados en relación con hombres de experiencia. A medida que aprendan a trabajar con eficacia, proclamarán la verdad con poder. Mediante la operación poderosa de la divina Providencia, montañas de dificultades serán quitadas y echadas en el mar. El mensaje que significa tanto para los habitantes de la tierra, será escuchado y entendido. Los hombres sabrán cuál es la verdad. La obra ha de progresar siempre y seguir avanzando, hasta que la tierra entera haya sido amonestada; y entonces vendrá el fin".10