Obreros Evangélicos

Capítulo 3

El campo es el mundo

"Y andando Jesús junto al mar de Galilea, vió a dos hermanos, Simón, que es llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en la mar; porque eran pescadores. Y díceles: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando luego las redes, le siguieron. Y pasando de allí vió otros dos hermanos, Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en el barco con Zebedeo, su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando luego el barco y a su padre, le siguieron."1

La pronta obediencia de estos hombres que siguieron a Jesús sin hacerle una pregunta, sin recibir promesa de salario, parece sorprendente; pero las palabras de Cristo eran una invitación que llevaba en sí un poder impelente. Cristo quería hacer de estos humildes pescadores, por su relación con él, el medio de sacar hombres del servicio de Satanás y de ponerlos en el servicio de Dios. En esta obra, llegarían a ser testigos suyos, que darían al mundo su verdad sin mixtura de tradiciones y sofismas de los hombres. Practicando sus virtudes, andando y trabajando con él, habían de quedar calificados para ser pescadores de hombres.

Así fueron llamados los primeros discípulos al ministerio evangélico. Durante tres años trabajaron en conexión con el Salvador, y por medio de su enseñanza, sus obras de curación, su ejemplo, fueron preparados para llevar a cabo la obra que él empezó. Por la sencillez de su fe, por un servicio puro y humilde, los discípulos fueron enseñados a llevar responsabilidades en la causa de Dios.

Hay lecciones que podemos aprender de la experiencia de los apóstoles. La lealtad de estos hombres a sus principios era tan firme como el acero. Eran hombres que no desmayaban ni se desalentaban. Estaban llenos de reverencia y celo por Dios, llenos de propósitos y aspiraciones nobles. Eran por naturaleza tan débiles e impotentes como cualquiera de los que están ahora en la obra, pero ponían toda su confianza en el Señor. Tenían riquezas, pero consistían ellas en la cultura de la mente y del alma; y ésta puede tenerla todo aquel que dé a Dios el primero, último y mejor lugar en todo. Se esforzaron durante largo tiempo por aprender las lecciones a ellos dadas en la escuela de Cristo, y sus esfuerzos no fueron vanos. Se unieron a la más potente de las potestades, y anhelaron siempre una comprensión más profunda, alta y amplia de las realidades eternas, a fin de presentar con éxito los tesoros de la verdad a un mundo menesteroso.

Ahora se necesitan obreros de este carácter, hombres que quieran consagrarse sin reserva a la obra de representar el reino de Dios ante un mundo que yace en la maldad. El mundo necesita hombres de pensamiento, hombres de principios, hombres que crezcan constantemente en entendimiento y discernimiento. Hay gran necesidad de hombres que sepan sacar el mejor partido posible de la prensa, a fin de que la verdad reciba alas para volar a toda nación, lengua y pueblo.

El evangelio a todos los países

Por doquiera ha de resplandecer la luz de la verdad, para que se despierten y conviertan los corazones. En todos los países se ha de proclamar el Evangelio. Los siervos de Dios han de trabajar en lugares cercanos y lejanos, ensanchando las porciones cultivadas de la viña, y yendo a las regiones lejanas. Han de trabajar mientras dure el día; porque viene la noche durante la cual nadie puede trabajar. Los pecadores han de ser conducidos a un Salvador alzado en la cruz, y se ha de oír, pronunciada por muchas voces, la invitación: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo."2 Se han de organizar iglesias, y se deben trazar planes de trabajo para los miembros de las iglesias recién organizadas. A medida que los obreros salgan llenos de celo y del amor de Dios, las iglesias originales serán reavivadas; porque el éxito de los obreros será considerado como asunto de profunda preocupación personal por todo miembro de la iglesia.

Se necesitan hombres y mujeres fervientes y abnegados, que vayan a Dios y con fuerte clamor y lágrimas intercedan por las almas que están al margen de la ruina. No puede haber mies sin siembra, ni resultados sin esfuerzo. Abrahán fué llamado a salir de su patria, como portaluz para los paganos. Y sin hacer preguntas, obedeció. "Salió sin saber dónde iba."3 Así también hoy han de ir los siervos de Dios adonde él los llame, confiando en que los guiará y les dará éxito en su obra.

La terrible condición del mundo parecería indicar que la muerte de Cristo fué casi en vano, y que Satanás triunfó. La gran mayoría de los habitantes de la tierra han manifestado lealtad al enemigo. Pero no hemos sido engañados. No obstante el aparente triunfo de Satanás, Cristo está llevando a cabo su obra en el santuario celestial y en la tierra. La Palabra de Dios describe la maldad y la corrupción que iban a existir en los últimos días. Al ver nosotros el cumplimiento de la profecía, nuestra fe en el triunfo final del reino de Cristo debe fortalecerse; y debemos salir con renovado valor para hacer la obra que nos ha sido asignada.

El solemne y sagrado mensaje de amonestación debe proclamarse en los campos más difíciles y en las ciudades más pecaminosas, en todo lugar donde no haya brillado todavía la luz del gran triple mensaje. Cada uno ha de oír la última invitación a la cena de bodas del Cordero. De pueblo a pueblo, de ciudad a ciudad, de país a país, debe irse proclamando el mensaje de la verdad presente, no con ostentación externa, sino con el poder del Espíritu. A medida que los principios divinos que nuestro Salvador vino a ejemplificar en este mundo con sus palabras y su vida, sean presentados en la sencillez del Evangelio, el poder del mensaje se hará sentir. En este tiempo, una nueva vida, proveniente de la Fuente de toda vida, ha de apoderarse de todo obrero. ¡Oh, cuán poco comprendemos la amplitud de nuestra misión! Necesitamos una fe ferviente y resuelta, un valor indómito. Es corto nuestro tiempo de trabajo, y debemos trabajar con celo incansable.

"El campo es el mundo."4 Comprendemos lo que abarca este dicho mejor que los apóstoles que recibieron el mandato de predicar el Evangelio. El mundo entero es un vasto campo misionero, y los que conocemos el mensaje evangélico desde hace mucho debemos sentirnos alentados por el pensamiento de que ahora se puede entrar fácilmente en campos que antes eran de difícil acceso. Países largo tiempo cerrados a la predicación del Evangelio están abriendo sus puertas, y ruegan que se les explique la Palabra de Dios. Reyes y príncipes abren sus puertas por mucho tiempo cerradas, e invitan a los heraldos de la cruz a entrar. La mies es por cierto mucha. Sólo la eternidad revelará los resultados de esfuerzos bien dirigidos hechos ahora. La Providencia va delante de nosotros, y la Potencia Infinita está obrando en conexión con los esfuerzos humanos. Ciegos de veras deben ser los ojos que no ven la obra del Señor, y sordos los oídos que no oyen el llamado del verdadero Pastor a sus ovejas.

Cristo anhela extender su dominio sobre toda mente humana. El anhela imprimir su imagen y carácter en cada alma. Cuando estuvo en la tierra, sintió hambre de simpatía y cooperación, a fin de que su reino se extendiese y abarcase al mundo entero. Esta tierra es su heredad comprada, y él quiere que los hombres sean libres, puros y santos. "Habiéndole sido propuesto gozo, sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza."5 Su peregrinaje terrenal fué alegrado por el pensamiento de que su trabajo no sería en vano, sino que haría volver al hombre a la lealtad a Dios. Y hay todavía triunfos que alcanzar por la sangre derramada para el mundo, triunfos que reportarán gloria eterna a Dios y al Cordero. Los gentiles le serán dados por heredad, y los cabos de la tierra por posesión. Cristo verá el trabajo de su alma, y será satisfecho.6

"Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y obscuridad los pueblos: mas sobre ti nacerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las gentes a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. Alza tus ojos en derredor, y mira: todos éstos se han juntado, vinieron a ti: tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas sobre el lado serán criadas. Entonces verás y resplandecerás; y se maravillará y ensanchará tu corazón, que se haya vuelto a ti la multitud de la mar, y la fortaleza de las gentes haya venido a ti." "Porque como la tierra produce su renuevo, y como el huerto hace brotar su simiente, así el Señor Jehová hará brotar justicia y alabanza delante de todas las gentes."7

El mandato dado a los discípulos nos es dado también a nosotros. Hoy día, como entonces, un Salvador crucificado y resucitado ha de ser levantado delante de los que están sin Dios y sin esperanza en el mundo. El Señor llama a pastores, maestros y evangelistas. De puerta en puerta han de proclamar sus siervos el mensaje de salvación. A toda nación, tribu, lengua y pueblo se han de proclamar las nuevas del perdón por Cristo. El mensaje ha de ser dado, no con expresiones atenuadas y sin vida, sino en términos claros, decididos y conmovedores. Centenares están aguardando la amonestación para poder escapar a la condenación. El mundo necesita ver en los cristianos una evidencia del poder del cristianismo. No meramente en unos pocos lugares, sino por todo el mundo, se necesitan mensajes de misericordia.