Obreros Evangélicos

Capítulo 12

La educación para la obra misionera

"Coadjutores somos de Dios; y vosotros labranza de Dios sois, edificio de Dios sois."1

La tarea del obrero cristiano no es ligera ni falta de importancia. El tiene una alta vocación, a cuyo molde y color se adaptará toda su vida futura. El que se entrega a una obra tan sagrada debe dedicar todas sus energías a su realización. Debe tener un blanco elevado; nunca alcanzará una norma más alta que la que se proponga alcanzar. No puede difundir la luz antes de haberla recibido. Debe aprender antes de poder tener suficiente sabiduría y experiencia para ser maestro, capaz de explicar las Escrituras a aquellos que están en tinieblas. Si Dios ha llamado a hombres para que sean colaboradores suyos, es igualmente cierto que los ha llamado para que procuren obtener la mejor preparación posible para representar debidamente las verdades sagradas y elevadoras de su Palabra.

Los que deseen entregarse a la obra de Dios deben recibir educación y preparación para esta obra, a fin de estar listos para desempeñarla inteligentemente. No deben creer que pueden subir en seguida a los peldaños más altos de la escalera; los que quieran tener éxito deben empezar por el primer peldaño, y subir paso a paso. Se les conceden oportunidades y privilegios para progresar, y ellos deben hacer todo esfuerzo que esté a su alcance para aprender a hacer aceptablemente la obra de Dios.

Dondequiera que trabajen nuestros predicadores, en Europa o en América, deben tratar de despertar a los jóvenes para que se preparen para un servicio activo en el gran campo de batalla de Dios. Todos los que aseveran ser siervos de Cristo tienen una obra que hacer para él. El mismo nombre de siervo implica la idea de salario, trabajo, responsabilidad. A cada uno ha confiado Dios facultades para que las emplee en su servicio. Ha dado a cada uno su trabajo, y exige que toda facultad sea aprovechada para gloria suya.

La preparación de soldados

Enfrente mismo de nuestra imprenta de Basilea, Suiza, hay un gran parque de muchas hectáreas, reservado por el gobierno para los ejercicios militares. Allí, día tras día, en ciertos períodos del año, vemos soldados que se adiestran. Se les enseñan todos los deberes del ejército, de modo que en caso de guerra estarían listos para responder al llamado del gobierno a entrar en servicio activo.

Un día se llevó una hermosa carpa al terreno. Luego se practicó la operación de plantarla y desarmarla. Se daban instrucciones para levantarla en orden, teniendo cada hombre su parte específica que hacer. Varias veces la levantaron y la desarmaron.

Otra compañía trajo otros cañones de pequeño calibre, y los oficiales dieron lecciones acerca de cómo trasladarlos rápidamente de un lugar a otro, cómo sacar el tren delantero y poner el cañón er posición para tirar y luego volver a poner el avantrén, para que al oír la orden de marcha pudiesen moverse al instante.

Llegaron ambulancias al campo de ejercicios, y se enseñaba al cuerpo sanitario a cuidar de los heridos. Se ponían hombres sobre las camillas, y se les vendaban la cabeza y los miembros como si fuesen heridos del campo de batalla. Luego los ponían en la ambulancia y los sacaban del campo.

Durante horas, los soldados practican los ejercicios de librarse de sus equipos, y de volverlos a poner rápidamente en posición a la espalda. Se les enseña a poner las armas en pabellón y a volver a tomarlas prestamente. Se les hace practicar la carga contra el enemigo, y se los prepara en toda clase de maniobras.

Así siguen efectuándose los ejercicios que preparan a los hombres para cualquier emergencia. ¿Y deben ser menos ardorosos y esmerados en su preparación para la guerra espiritual los que pelean la batalla para el Príncipe Emmanuel? Los que se dedican a esta gran obra deben tomar parte en la ejercitación necesaria. Deben aprender a obedecer antes de ser idóneos para mandar.

Facilidades de preparación

Debe haber visible adelantamiento en el asunto de la obra especial de preparación. En todas nuestras asociaciones deben hacerse planes bien organizados para la instrucción y adiestramiento de aquellos que deseen entregarse a la obra de Dios. Nuestras misiones en las ciudades ofrecen oportunidades favorables de educación en la labor misionera; pero éstas no bastan. Deben proporcionarse, en relación con nuestras escuelas, las mejores facilidades posibles para la preparación de obreros tanto para los campos propios como para los extranjeros. Debe haber también en las mayores de nuestras iglesias clases especiales para jóvenes de ambos sexos, a fin de prepararlos para ser obreros de Dios. Y nuestros predicadores deben dar mucha atención al asunto de ayudar y educar a los obreros jóvenes.

Cuando se hace un esfuerzo por introducir la verdad en un lugar importante, nuestros predicadores deben prestar atención especial a la instrucción y preparación de aquellos que han de cooperar con ellos. Se necesitan colportores, y personas aptas para dirigir estudios bíblicos en las familias, para que mientras los predicadores trabajan en palabra y doctrina, aquéllos también atraigan personas a la verdad.

Los predicadores nuestros que han ido a importantes lugares para celebrar reuniones en grandes tiendas de campaña, han cometido a menudo un grave error al dedicar todo su tiempo a dar sermones. Debiera haber menos predicación y más enseñanza,--enseñanza a la gente, y también a los jóvenes acerca de cómo trabajar con éxito. Los predicadores deben hacerse eficientes para enseñar a otros a estudiar la Biblia, y para preparar las mentes y modales de aquellos que quieren ser obreros en la causa de Dios. Y deben estar listos para aconsejar e instruir a los conversos nuevos que demuestren tener capacidad para trabajar por el Maestro....

Todos los que quieran ser obreros eficientes deben dedicar mucho tiempo a la oración. La comunicación entre Dios y el alma debe mantenerse abierta, a fin de que los obreros puedan reconocer la voz de su Capitán. Deben estudiar diligentemente la Biblia. La verdad de Dios, como el oro, no está siempre directamente en la superficie; se la puede hallar únicamente por ferviente meditación y estudio. Este estudio no sólo ayudará a almacenar en la mente el conocimiento más valioso, sino que fortalecerá y ampliará las facultades mentales, e inculcará una verdadera estimación de las cosas eternas. Penetren los preceptos divinos en la vida diaria; amóldese la vida de acuerdo con la gran norma divina de justicia, y todo el carácter quedará fortalecido y ennoblecido.

El que está tratando de obtener calificaciones para ocuparse en la sagrada obra de Dios debe cuidar de no colocarse en el terreno del enemigo. Más bien, debe elegir la sociedad de aquellos que le ayudarán a obtener conocimiento divino. Dios permitió que Juan, el discípulo amado, fuese desterrado a Patmos, donde estuvo separado del bullicio y disensión del mundo, apartado de toda influencia externa, y aun de la obra que él amaba. Entonces pudo el Señor comulgar con él, y revelarle las escenas finales de la historia de este mundo. Juan el Bautista se estableció en el desierto, para recibir allí de Dios el mensaje que había de proclamar,--un mensaje que había de preparar el camino de Aquel que vendría.

En cuanto podamos, debemos rehuír toda influencia que pueda tender a distraer la mente de la obra de Dios. Y especialmente los que son jóvenes en la fe y experiencia deben cuidar de no exponerse, confiados en sí mismos, a la tentación.

Aquellos que quieran emprender debidamente la obra, sentirán la necesidad de que Jesús esté con ellos a cada paso, y considerarán la cultura de la mente y de los modales como un deber para consigo mismos y requerido por Dios,--un deber que es esencial para el éxito de la obra.

La suficiencia propia

Algunos de los que se proponen ser obreros misioneros se creen tan capaces que no necesitan este ejercicio particular; pero los que abrigan tales sentimientos son justamente quienes más necesidad tienen de cabal preparación. Cuando sepan mucho más acerca de la verdad y de la importancia de la obra, se darán cuenta de su ignorancia e ineficiencia. Cuando examinen detenidamente su propio corazón, verán que están en tal contraste con el carácter puro de Cristo que clamarán: "Para estas cosas, ¿quién es suficiente?" Entonces se esforzarán en profunda humildad por colocarse en íntima conexión con Cristo. Mientras traten de vencer las inclinaciones egoístas del corazón natural, pondrán sus pies en las huellas de Jesús. "El principio de tus palabras alumbra; hace entender a los simples."2 Pero aquellos que tienen alta estima de su propia capacidad y conocimiento, están tan llenos de su propia importancia que no dan a la Palabra de Dios oportunidad de entrar para instruirlos e iluminarlos.

A muchos les parece que son aptos para una obra acerca de la cual no saben casi nada; y si empiezan a trabajar llenos del sentimiento de su importancia propia, dejarán de recibir aquel conocimiento que deben obtener en la escuela de Cristo. Se verán condenados a luchar con muchas dificultades, para las cuales estarán completamente sin preparación. Carecerán de experiencia y sabiduría mientras no reconozcan su gran ineficiencia.

Se ha perdido muchísimo para la causa por la labor deficiente de hombres que poseen capacidad, pero que no han recibido la debida preparación. Se han dedicado a una obra que no sabían dirigir, y como resultado han logrado tan sólo poco. No han hecho ni una décima parte de lo que podrían haber hecho si hubiesen recibido la debida disciplina al principio. Se asimilaron algunas ideas, lograron trazar el orden de algunos discursos, y allí acabó su progreso. Se creyeron competentes para ser maestros, cuando apenas habían aprendido el a b c del conocimiento de la verdad. Desde entonces han venido tropezando, sin hacer justicia ni a sí mismos ni a la obra. No parecen tener suficiente interés para despertar sus energías dormidas, ni para ejercitar sus facultades para llegar a ser obreros eficientes. No se han esmerado en formar planes cabales y bien ideados, y su obra muestra deficiencias por todas partes.

Algunos han renunciado, desalentados, y se han dedicado a otros empleos. Si éstos hubiesen puesto paciente y humildemente sus pies en el peldaño inferior de la escalera, y luego, con energía perseverante, trepado paso a paso, aprovechando diligentemente los privilegios y oportunidades que estuviesen a su alcance, podrían haber llegado a ser obreros capaces y útiles, que pudiesen dar plena prueba de su ministerio, y de quienes el Maestro no se avergonzaría.

Si aquellos que se proponen trabajar por la salvación de las almas fían en su propia sabiduría limitada, fracasarán inevitablemente. Si tienen humilde opinión de sí mismos, y fían plenamente en las promesas de Dios, él no los desamparará nunca. "Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no estribes en tu prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas."3 Tenemos el privilegio de ser dirigidos por un sabio Consejero.

Dios puede hacer a los hombres humildes poderosos en su servicio. Los que responden obedientes al llamado del deber, desarrollando sus capacidades hasta el máximo grado, pueden estar seguros de que recibirán ayuda divina. Los ángeles vendrán como mensajeros de luz en ayuda de aquellos que quieran hacer todo lo que puedan de su parte, y después confíen en que Dios cooperará con sus esfuerzos.

A todos los que han decidido ser obreros para Dios debe hacérseles sentir que deben dar pruebas de que son hombres convertidos. Un joven que no tenga un carácter sano y virtuoso, no honrará la verdad. Cada obrero debe ser puro de corazón; en su boca no debe hallarse mentira. Debe tener presente que, para tener éxito, ha de tener a Cristo a su lado, y que toda práctica pecaminosa, por secreta que sea, está abierta a la vista de Aquel con quien tenemos que tratar.

El pecado ha mancillado la imagen divina en el hombre. Esta puede ser restaurada por Cristo, pero es únicamente por la oración ferviente y la conquista del yo como podemos llegar a ser partícipes de la naturaleza divina....

Los que realmente se esfuercen en la viña del Señor serán hombres de oración, fe, abnegación,--hombres que dominarán los apetitos y pasiones naturales. En su vida darán evidencia del poder de la verdad que presentan a otros; y sus labores no quedarán sin efecto.