Obreros Evangélicos

Capítulo 47

El sostén del evangelio

El Señor ha hecho depender la proclamación del Evangelio de las labores y donativos voluntarios de todo su pueblo. El que proclama el mensaje de misericordia a los hombres caídos tiene también otra obra que hacer, a saber, la de presentar a la gente el deber de sostener la obra de Dios con sus recursos. Debe enseñarle que una porción de sus recursos pertenece a Dios, y ha de ser dedicada de una manera sagrada a su obra. Y debe presentar esta lección tanto por su ejemplo como por sus preceptos; debe cuidar de que, por su propia conducta, no reduzca la fuerza de su enseñanza.

Aquello que ha sido puesto aparte según las Escrituras como perteneciente al Señor, constituye la renta del Evangelio, y ya no es nuestro. No comete menos que un sacrilegio el hombre que saca de la tesorería de Dios para servirse a sí mismo o a otros en sus negocios seculares. Algunos han sido culpables de sacar del altar de Dios lo que le había sido dedicado especialmente. Todos deben considerar este asunto en la debida luz. Cuando se halle en estrecheces, no tome nadie dinero consagrado a propósitos religiosos para emplearlo para su propio beneficio, acallando su conciencia con decir que lo devolverá en algún tiempo futuro. Mucho mejor será reducir los gastos para que correspondan a los ingresos, restringir las necesidades y vivir dentro de los recursos de uno, que emplear el dinero del Señor para fines seculares.

Dios ha dado indicaciones especiales acerca del uso del diezmo. El no se propone que su obra quede estorbada por falta de recursos. A fin de que no se haga la obra al azar ni se cometan errores, él ha presentado muy claramente nuestro deber acerca de estos puntos. La porción que Dios se ha reservado no ha de ser dedicada a ningún otro propósito que el especificado por él. No se sienta nadie libre para retener su diezmo, a fin de emplearlo según su criterio. No se ha de emplear para uso propio en caso de emergencia, ni debe dársele la aplicación que parezca conveniente, ni siquiera en lo que pueda considerarse como obra del Señor.

El empleo del diezmo

El predicador debe, por precepto y ejemplo, enseñar a la gente a considerar el diezmo como sagrado. No debe creer que puede retenerlo y emplearlo según su propio criterio porque sea predicador. No le pertenece. No tiene libertad de dedicar a sí mismo cuanto le parezca debido. No debe prestar apoyo a los planes que tiendan a distraer de su uso legitimo los diezmos y ofrendas dedicados a Dios. Han de ser puestos en la tesorería del Señor, y tenidos por sagrados para su servicio, según la indicación divina.

Dios desea que todos sus mayordomos sigan exactamente las disposiciones divinas. No han de trocar los planes de Dios haciendo algún acto de caridad, o dando algún donativo o alguna ofrenda, cuando y como les parezca bien a los agentes humanos. Es un método muy deficiente para los hombres tratar de mejorar el plan de Dios, e inventar un cambio, sacando a luz sus buenos impulsos en ésta o esotra ocasión y oponiéndolos a los requisitos de Dios. Dios pide a todos que apoyen con su influencia el arreglo que él hizo. El ha dado a conocer su plan; y todos los que quieran cooperar con él deben llevarlo a cabo, en vez de atreverse a intentar mejorarlo.

El Señor instruyó así a Moisés acerca de Israel: "Tú mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas, molido, para la luminaria, para hacer arder continuamente las lámparas."1 Esta había de ser una ofrenda continua, a fin de que la casa de Dios estuviese debidamente surtida de lo que era necesario para su servicio. Su pueblo de hoy ha de recordar que la casa de culto es propiedad del Señor, y que ha de ser escrupulosamente cuidada. Pero los fondos para esta obra no han de provenir del diezmo.

Me ha sido dado un mensaje muy claro y definido para nuestros hermanos. Se me ordena que les diga que están cometiendo un error al aplicar el diezmo a diversos objetos, que, aunque buenos en sí, no son el objeto al cual el Señor dijo que debe aplicarse. Los que hacen tal uso del diezmo se apartan del arreglo del Señor. Dios juzgará estas cosas.

El uno razona que el diezmo puede aplicarse a fines escolares. Otros razonan que los colportores deben ser sostenidos por el diezmo. Pero se comete un gran error cuando se aparta el diezmo del objeto al que ha de ser dedicado, a saber, el sostén de los predicadores. Debiera haber ahora en el campo cien obreros bien calificados donde hay tan sólo uno.

Una obligación solemne

El diezmo es sagrado, reservado por Dios para sí. Ha de ser traído a su tesorería para ser empleado en el sostén de los obreros evangélicos en su obra. Durante mucho tiempo el Señor ha sido robado porque había quienes no se daban cuenta de que el diezmo es la porción reservada por Dios. Algunos han estado descontentos, y han dicho: "No pagaré más mi diezmo; porque no tengo confianza en el modo en que se manejan las cosas en el centro de la obra." Pero ¿robaréis a Dios porque os parezca que la dirección de la obra no es correcta? Presentad vuestras quejas, clara y abiertamente, con el debido espíritu, a quienes incumba. Enviad vuestras peticiones para que se ajusten y pongan las cosas en orden; pero no os retiréis de la obra de Dios, ni os demostréis infieles, porque otros no estén haciendo lo recto.

Leed con cuidado el tercer capítulo de Malaquías, y ved lo que Dios dice acerca del diezmo. Si nuestras iglesias quieren basarse firmemente en la Palabra del Señor, y ser fieles en pagar su diezmo a su tesorería, más obreros serán animados a emprender la obra ministerial. Habría más hombres que se dedicarían al ministerio si no se les hablase de la tesorería exhausta. Debiera haber abundante provisión en la tesorería, y la habría si corazones y manos egoístas no hubiesen retenido los diezmos, ni los hubiesen empleado para sostener otros ramos de trabajo.

Los recursos reservados por Dios no se han de emplear de tal modo azaroso. El diezmo pertenece al Señor, y los que estorban sus planes serán castigados con la pérdida de su tesoro celestial, a menos que se arrepientan. No siga siendo impedida la obra por haber sido distraído el diezmo en varios conductos diferentes de aquel al cual el Señor dijo que debía ir. Ha de hacerse provisión para estos otros ramos de trabajo, los cuales han de ser sostenidos, pero no por el diezmo. Dios no ha cambiado; el diezmo ha de ser usado todavía en el sostén del ministerio. El abrir nuevos campos requiere más ministros eficientes de los que tenemos ahora, y debe haber recursos en la tesorería.

A aquellos que salen como predicadores les incumbe una solemne responsabilidad, que es extrañamente descuidada. A algunos les gusta predicar, pero no dedican labor personal a las iglesias. Hay gran necesidad de instrucción acerca de las obligaciones y deberes hacia Dios, especialmente acerca de pagar honradamente el diezmo. Nuestros predicadores se sentirían tristemente agraviados si no se les pagase puntualmente por su trabajo; pero ¿quieren ellos considerar que debe haber alimento en la tesorería de Dios para sostener a los obreros? Si ellos dejan de cumplir con todo su deber en educar a la gente a ser fiel en pagar a Dios lo suyo, habrá déficit de recursos en la tesorería para llevar a cabo la obra del Señor.

El sobreveedor de la grey de Dios debe desempeñar fielmente su deber. Si él asume la actitud de que, porque no le agrada, lo dejará para que lo haga otro, no es un obrero fiel. Lea en Malaquías las palabras en que el Señor acusa a su pueblo de haberle robado al retener los diezmos. El poderoso Dios declara: "Malditos sois con maldición."2 Cuando el que ministra en palabra y doctrina ve que la gente sigue una conducta que le reportará maldición, ¿cómo puede descuidar su deber de darles instrucción y amonestación? A cada miembro de la iglesia debe enseñársele a ser fiel en cuanto a pagar honradamente el diezmo."--Testimonies for the Church 9:246-251.