Los predicadores de edad y experiencia deben sentir que es deber suyo, como siervos de Dios, ir adelante, progresar cada día, volviéndose continuamente más eficientes en su obra, y reuniendo constantemente nuevo material que presentar a la gente. Cada esfuerzo para exponer el Evangelio debe ser un perfeccionamiento del anterior. Cada año deben desarrollar una piedad más profunda, un espíritu más tierno, una espiritualidad mayor y un conocimiento más cabal de la Biblia. Cuanto mayor sea su edad y experiencia, tanto más deben poder acercarse a los corazones de la gente, por tener más perfecto conocimiento de ellos.--Testimonies for the Church 4:270.
Dios no tiene lugar para los perezosos en su causa; él quiere obreros reflexivos, bondadosos, afectuosos y fervientes. El ejercicio activo hará bien a nuestros predicadores. La indolencia es prueba de depravación. Cada facultad de la mente, cada hueso del cuerpo, cada músculo de los miembros, demuestra que Dios destinó nuestras facultades a ser ejercitadas, no a permanecer inactivas.... Los hombres que innecesariamente toman las horas del día para dormir, no tienen sentido del valor de los momentos preciosos y áureos....
Las personas que no hayan adquirido hábitos de estricta laboriosidad y economía de tiempo, deben tener reglas fijas para impulsarlas a la regularidad y prontitud. Jorge Wáshington pudo hacer mucho trabajo porque se esmeraba en conservar el orden y la regularidad. Cada papel tenía su fecha y su lugar y no se perdía tiempo en buscar lo traspapelado.
Los hombres de Dios deben ser diligentes en el estudio, fervientes en la adquisición de conocimiento, sin perder nunca una hora. Por medio de ejercicios perseverantes pueden elevarse a casi cualquier grado de eminencia como cristianos, como hombres de poder e influencia. Pero muchos no alcanzarán nunca a descollar en el púlpito o los negocios, por causa de su falta de fijeza en su propósito, y la indolencia de los hábitos que contrajeron en su juventud. Se ve una descuidada falta de atención en cuanto emprenden.
Un impulso repentino de vez en cuando no es suficiente para lograr una reforma en estos indolentes amantes de la comodidad; es una obra que requiere paciente perseverancia en el bien hacer. Los hombres de negocios pueden tener verdadero éxito únicamente teniendo horas regulares para levantarse, para la oración, para las comidas y para acostarse. Si el orden y la regularidad son esenciales en el mundo de los negocios, ¡cuánto más no lo serán en la obra de Dios!
Muchos desperdician en la cama las alegres horas de la mañana. Una vez perdidas, estas preciosas horas se fueron para siempre; se pierden para esta vida y para la eternidad. ¡Qué despilfarro de tiempo causa en un año la pérdida de una sola hora por día! Piense en ello el dormilón, y considere cómo dará cuenta a Dios de las oportunidades perdidas.
Aprovechamiento de los momentos libres
Los predicadores deben dedicar tiempo a leer, estudiar, meditar y orar. Deben almacenar en su mente conocimientos útiles, fijar en la memoria porciones de la Escritura, seguir el curso del cumplimiento de las profecías, y aprender las lecciones que Cristo dió a sus discípulos. Llevad un libro con vosotros para leer mientras viajáis o esperáis en la estación. Dedicad todo momento libre a hacer algo. De esta manera se cerrará eficazmente la puerta a mil tentaciones....
Muchos han fracasado, fracasado señaladamente, donde podrían haber tenido éxito. No sintieron la carga de la obra; tomaron las cosas tan cómodamente como si hubiesen tenido un milenario temporal en que trabajar por la salvación de las almas.... La causa de Dios no necesita tanto predicadores como obreros fervientes y perseverantes que trabajen para el Maestro. Dios sólo puede medir las facultades de la mente humana. El no se propuso que el hombre permaneciese en las bajas regiones de la ignorancia, sino que obtuviese todas las ventajas de un intelecto iluminado y cultivado.
Cada uno debe sentir que recae sobre él una obligación en cuanto a alcanzar la altura de la grandeza intelectual. Aunque nadie debe engreírse por el conocimiento que haya adquirido, es privilegio de todos gozar la satisfacción de saber que cada paso que den hacia adelante los hace más capaces de honrar y glorificar a Dios. Pueden sacar provisión de una fuente inagotable, la fuente de toda sabiduría y conocimiento.
Habiendo ingresado en la escuela de Cristo, el estudiante está preparado para dedicarse a la búsqueda del conocimiento sin sufrir vértigos por la altura a la cual está ascendiendo. A medida que va de verdad en verdad, obteniendo una visión más clara y brillante de las maravillosas leyes de la ciencia y de la naturaleza, queda arrobado por las asombrosas manifestaciones del amor de Dios hacia el hombre. Ve con ojos inteligentes la perfección, el conocimiento y la sabiduría de Dios que se extienden en lo infinito. A medida que su mente se ensancha y expande, raudales puros de luz penetran en su alma. Cuanto más bebe de la fuente del saber, tanto más pura y feliz es su contemplación del carácter infinito de Dios, y mayor su anhelo de sabiduría suficiente para comprender las cosas profundas de Dios.
Necesidad de la cultura mental
La cultura mental es lo que necesitamos nosotros como pueblo, y es lo que hemos de tener para satisfacer las demandas de la época. La pobreza, la cuna humilde y las circunstancias desfavorables que nos rodean no necesitan impedir el cultivo de la mente....
Se encontrarán dificultades en todos los estudios; pero no cejéis nunca, desalentados. Escudriñad, estudiad, y orad; arrostrad toda dificultad varonil y vigorosamente; llamad en vuestro auxilio a la fuerza de voluntad y la gracia de la paciencia, y luego cavad más fervorosamente hasta que la gema de la verdad aparezca a vuestros ojos, clara y hermosa, tanto más preciosa por las dificultades que su hallazgo ha entrañado.... No os espaciéis, pues, de continuo en este único punto, para concentrar en él todas las energías de la mente o llamar constantemente a ello la atención de otros: sino tomad otro tema, y examinadlo con cuidado. Así se revelará a vuestra comprensión un misterio tras otro.
Siguiendo esta conducta, se obtendrán dos valiosas victorias. No sólo obtendréis conocimiento útil, sino que el ejercicio de la mente aumentará vuestro poder mental. La clave encontrada para revelar un misterio, puede revelar también otras preciosas gemas de conocimiento no descubiertas antes.
Muchos de nuestros predicadores no pueden presentar a la gente más que unos pocos discursos doctrinales. El mismo esfuerzo y aplicación que los familiarizaron con estos puntos los habilitarían para llegar a comprender otros. Las profecías y otros temas de doctrina deben ser cabalmente comprendidos por todos los predicadores. Pero algunos de los que han estado predicando durante años se contentan con limitarse a unos pocos temas, pues son demasiado indolentes para escudriñar las Escrituras con diligencia y oración a fin de llegar a ser gigantes en la comprensión de las doctrinas bíblicas y las lecciones prácticas de Cristo.
En la mente de todos debe almacenarse un conocimiento de las verdades de la Palabra de Dios, para que estén listos, en cualquier momento, para presentar de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas. Hay mentes que se han vuelto inválidas y raquíticas por falta de celo, fervor y severo esfuerzo. Llegó el tiempo en que Dios nos dice: Id adelante, y cultivad las capacidades que os he dado.
El mundo rebosa de errores y fábulas. Continuamente se presentan novedades en forma de dramas sensacionales para embotar la mente; y abundan las teorías absurdas destructoras del progreso moral y espiritual. La causa de Dios necesita hombres de intelecto, hombres de pensamiento, hombres bien versados en las Escrituras para que hagan frente a la marea de la oposición. No debemos sancionar la arrogancia, la estrechez de miras ni las inconsecuencias, aunque sobre ellas se haya arrojado el manto de una profesa piedad. Los que sientan el poder santificador de la verdad sobre su corazón ejercerán una influencia persuasiva. Sabiendo que los defensores del error no pueden crear ni destruir la verdad se mantendrán tranquilos y considerados....
Son muchos, aun entre nuestros predicadores, los que quieren elevarse en el mundo sin esfuerzo. Tienen la ambición de hacer alguna gran obra de utilidad, al par que desprecian los pequeños deberes de cada día que los harían útiles y los transformarían en ministros según el orden de Cristo. Desean hacer la obra que otros están haciendo, pero no sienten inclinación alguna por la disciplina necesaria para prepararse. Este anhelo de parte de hombres y mujeres en cuanto a hacer algo que excede en mucho su capacidad actual, les ocasiona fracasos decisivos desde el principio. Se niegan indignados a subir por la escalera, deseosos de ser elevados por un procedimiento menos trabajoso.--Testimonies for the Church 4:411-417.
Me asombra que, teniendo delante los ejemplos de lo que el hombre puede ser y hacer, no nos sintamos estimulados a hacer mayores esfuerzos para emular las buenas obras de los justos. No todos pueden ocupar posiciones eminentes; mas todos pueden ocupar puestos de utilidad y confianza, y, por su perseverante fidelidad, hacer mucho mayor bien de lo que se imaginan.--Testimonies for the Church 4:399.
El valor de los hombres y mujeres no se ha de estimar por la clase de labor que ejecutan. Lo fija Aquel que pagó el precio de cada alma. Con caridad, sencillez e integridad, todos los que se hayan compenetrado de Cristo en su interior, la esperanza de gloria, han de ser colaboradores de Dios. Son labranza de Dios, el edificio de Dios.
El corazón en que mora el amor de Cristo manifestará constantemente mayor refinamiento; porque la fuente de la vida es el amor hacia Dios y hacia el hombre. Cristo es el cristianismo. Tal es la gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz y buena voluntad hacia los hombres. Tal es la ejecución del propósito de Dios.
El verdadero crecimiento cristiano tiende hacia arriba, hacia la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo. La verdadera cultura, el verdadero refinamiento de pensamiento y modales, se obtiene mejor aprendiendo lecciones en la escuela de Cristo que por el esfuerzo más laborioso y esmerado de observar formas y reglas fijas, cuando el corazón no está bajo la disciplina del Espíritu de Dios.
El seguidor de Jesús mejorará constantemente sus modales, hábitos, espíritu y trabajo. Esto lo logra fijando los ojos, no en los meros progresos externos y superficiales, sino en Jesús. Se verifica una transformación en la mente, en el espíritu, en el carácter. El cristiano es educado en la escuela de Cristo para anhelar las gracias de su Espíritu con toda mansedumbre y humildad. Se está preparando para asociarse con los ángeles celestiales.