En relación con la proclamación del mensaje en las grandes ciudades, hay muchas clases de trabajo que deben ser hechas por obreros de diversos dones. Algunos han de trabajar de una manera, otros de otra. El Señor desea que las ciudades sean amonestadas por los esfuerzos unidos de obreros de diferentes capacidades. A fin de no ser extraviados, todos han de mirar a Jesús para ser dirigidos, y no depender del hombre para obtener sabiduría. Como colaboradores de Dios deben tratar de estar en armonía unos con otros. Deben celebrar frecuentes consejos, y prestarse ferviente y cordial cooperación. Sin embargo, todos han de buscar sabiduría en Jesús, sin depender únicamente de los hombres para ser dirigidos.
El Señor ha dado a algunos predicadores la capacidad para congregar y cautivar grandes auditorios. Esto requiere que se ejerza tacto y habilidad. En las ciudades modernas, donde hay tanto para atraer y agradar, no se puede interesar a la gente mediante esfuerzos comunes. Los ministros designados por Dios encontrarán necesario hacer esfuerzos extraordinarios para atraer la atención de las multitudes. Y cuando logren congregar gran número de gente, deberán dar mensajes de un carácter tan diferente de lo común que la gente quede despertada y advertida. Deben emplear todos los medios que puedan idear para hacer que la verdad se destaque clara y distintamente. El mensaje de prueba para este tiempo ha de ser proclamado tan clara y decididamente que alarme a los oyentes, y los induzca a desear estudiar las Escrituras.
Los que hacen la obra del Señor en las ciudades deben hacer esfuerzos serenos, constantes y consagrados para la educación de la gente. Al paso que han de trabajar fervorosamente para interesar a los oyentes, y conservar este interés, deben cuidarse mucho de cuanto raye en lo sensacional. En esta época de extravagancias y ostentación externa, cuando los hombres creen necesario hacer un gran despliegue de apariencia para obtener éxito, los mensajeros elegidos por Dios deben demostrar la falacia de gastar innecesariamente medios para lograr efectos. Mientras trabajen con sencillez, humildad y dignidad llena de gracia, evitando todo lo que sea de índole teatral, su obra hará una impresión duradera para el bien.
Es cierto que es necesario gastar juiciosamente dinero para anunciar las reuniones, y para llevar a cabo la obra de una manera sólida. Sin embargo, se notará que la fuerza de cada obrero reside, no en estos agentes externos, sino en una confiada dependencia de Dios, en la ferviente oración por ayuda, en la obediencia a su Palabra. Debe introducirse en la obra del Señor mucho más oración, mucho más semejanza a Cristo, mucho más conformidad a la voluntad de Dios. La apariencia externa y el despliegue extravagante de recursos no cumplirán la obra que ha de hacerse.
La obra de Dios se ha de llevar a cabo con poder. Necesitamos el bautismo del Espíritu Santo. Necesitamos comprender que Dios añadirá a las filas de su pueblo hombres de capacidad e influencia que desempeñarán su parte en amonestar al mundo. No todos los habitantes del mundo están sin ley y en pecado. Dios tiene muchos millares que no han doblegado la rodilla ante Baal. Hay, en las iglesias caídas, hombres y mujeres que temen a Dios. Si no fuese así, no se nos ordenaría proclamar el mensaje: "Caída es, caída es la grande Babilonia.... Salid de ella, pueblo mío."1 Muchos de los que tienen corazón sincero anhelan tener un poco del aliento de la vida celestial. Reconocerán el Evangelio cuando les sea presentado con la belleza y sencillez con que lo presenta la Palabra de Dios....
Enseñanza de los principios de la reforma pro salud
A nuestro pueblo le ha sido dada la orden de dar a conocer los principios de la reforma pro salud. Hay algunos que piensan que la cuestión del régimen alimenticio no tiene suficiente importancia para ser incluída en su obra de evangelización. Pero los tales cometen un gran error. La Palabra de Dios declara: "Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios."2 El tema de la temperancia, en todos sus aspectos, tiene un lugar importante en la obra de la salvación.
En conexión con nuestras misiones en las ciudades, debiera haber piezas adecuadas donde pudieran reunirse para recibir instrucción aquellos en quienes se despierte interés. Esta obra necesaria no se ha de llevar a cabo de una manera tan deficiente que cree en las mentes de la gente una impresión desfavorable. Todo lo que se haga debe dar testimonio favorable acerca del Autor de la verdad, y representar apropiadamente el carácter sagrado y la importancia de las verdades del mensaje del tercer ángel....
La obra de la reforma pro salud es el medio que emplea el Señor para reducir el sufrimiento en nuestro mundo y para purificar a su iglesia. Enseñad a la gente que puede actuar como la mano ayudadora de Dios, cooperando con el Artífice maestro para restaurar la salud física y espiritual. Esta obra lleva la señal del cielo, y abrirá la puerta a otras verdades preciosas. Todos los que deseen trabajar tendrán oportunidad de empeñarse en esta obra inteligentemente.
Mantened en el frente la obra de la reforma pro salud, es el mensaje que se me ha indicado que dé. Demostrad tan claramente su valor que se sienta una extensa necesidad de ella. La abstinencia de todo alimento y bebida perjudiciales es fruto de la verdadera religión. El que esté cabalmente convertido abandonará todo hábito y apetito perjudiciales. Mediante la abstinencia total, vencerá su deseo de entregarse a prácticas destructoras de la salud....
Trabajad por las clases pudientes
Los siervos de Cristo deben trabajar fielmente por los ricos de nuestras ciudades tanto como por los pobres y humildes. Hay muchos hombres pudientes que son sensibles a las influencias e impresiones del mensaje evangélico, y que, cuando se les presente la Biblia y la Biblia sola, como exponente de la fe y práctica cristianas, serán movidos por el Espíritu de Dios a abrir puertas para el progreso del Evangelio. Revelarán una fe viva en la Palabra de Dios, y emplearán los recursos a ellos confiados para preparar el camino del Señor, y enderezar en el desierto calzada a nuestro Dios.
Durante años, se nos ha presentado la perturbadora cuestión de cómo podemos obtener fondos adecuados para el sostén de las misiones que el Señor ha ido a abrir delante de nosotros. Leemos las claras órdenes del Evangelio, y las misiones, tanto en nuestros campos como en los extranjeros, presentan sus necesidades. Las indicaciones, sí, las revelaciones positivas de la Providencia se unen para instarnos a realizar rápidamente la obra que aguarda para ser hecha.
El Señor desea que se conviertan hombres de dinero, y cooperen con él para ayudar a alcanzar a otros. El desea que aquellos que puedan ayudar en la obra de reforma y restauración vean la preciosa luz de la verdad, sean transformados en carácter e inducidos a emplear en su servicio el capital a ellos confiado. El quiere que inviertan los recursos que les prestó en hacer bien, en abrir el camino para que el Evangelio sea predicado a todas las clases, próximas y lejanas.
¿No apreciarán el cielo los hombres sabios del mundo? ¡Oh, sí; encontrarán descanso y paz, y reposo de toda frivolidad, ambición y servicio propio! Instadlos a buscar la paz, la felicidad y el gozo que Cristo anhela otorgarles. Instadlos a prestar su atención a conseguir el más rico don que pueda ser dado al hombre mortal, a saber el manto de la justicia de Cristo. Cristo les ofrece una vida semejante a la vida de Dios, y un inmenso y eterno peso de gloria. Si aceptan a Cristo, obtendrán el honor más elevado, un honor que el mundo no puede ni dar ni quitar. Encontrarán que en guardar los mandamientos de Dios hay gran recompensa.
El compasivo Redentor ordena a sus siervos que den tanto a ricos como a pobres la invitación a la cena. Salid a los caminos y vallados, y por vuestros esfuerzos perseverantes y resueltos, forzadlos a entrar. Echen mano los ministros del Evangelio a estos hombres pudientes del mundo, y tráiganlos al banquete de la verdad que Cristo ha preparado para ellos. El que dió su vida preciosa para ellos, dice: "Hacedlos entrar, y sentar a mi mesa, y les serviré."
Ministros de Cristo, unios con esta clase. No la paséis por alto como si no hubiese esperanza para ella. Trabajad con toda la persuasión posible, y como fruto de vuestros esfuerzos fieles, veréis en el reino de los cielos a hombres y mujeres que serán coronados como vencedores y cantarán el himno triunfante del vencedor. "Andarán conmigo en vestiduras blancas--dice el Primero y el Postrero;--porque son dignos."3
Se ha realizado demasiado poco esfuerzo en favor de los hombres que ocupan posiciones de responsabilidad en el mundo. Muchos de ellos poseen calificaciones superiores; tienen recursos e influencia. Estos son dones preciosos que el Señor les confió para que los desarrollen y empleen para bien de otros.
Tratad de salvar a hombres pudientes. Rogadles que devuelvan al Señor los tesoros que les confió en depósito, para que en Nueva York y otras grandes ciudades puedan establecerse centros de influencia desde los cuales la verdad bíblica, en su sencillez, pueda fluir a la gente. Persuadid a los hombres a que se alleguen tesoros al lado del trono de Dios devolviendo al Señor sus bienes y habilitando a sus obreros para hacer bien y promover su gloria.
Ampliemos nuestras fuerzas
La fuerza de un ejército se mide mayormente por la eficiencia de los hombres que hay en sus filas. Un general prudente instruye a sus oficiales para que preparen a cada soldado para el servicio activo. Trata de desarrollar de parte de todos la mayor eficiencia. Si hubiese de depender únicamente de sus oficiales, nunca podría esperar ejecutar una campaña con éxito. El fía en el servicio leal e incansable de cada hombre de su ejército. La responsabilidad descansa mayormente en los hombres que están en las filas.
Y así sucede en el ejército del príncipe Emmanuel. Nuestro General, quien no perdió nunca una batalla, espera un servicio voluntario y fiel de parte de todo aquel que se alistó bajo su estandarte. En el conflicto final que se está riñendo ahora entre las fuerzas del bien y las huestes del mal, él espera que tomen parte todos, tanto miembros laicos como ministros. Todos los que se han alistado como soldados suyos han de prestar fielmente servicio como tropas siempre listas, con un vivo sentimiento de la responsabilidad que descansa sobre ellos individualmente.
Los sobreveedores espirituales de la iglesia deben idear medios y modos de dar a cada miembro de la iglesia una oportunidad de desempeñar alguna parte en la obra de Dios. Demasiado a menudo en lo pasado, esto no ha sido hecho. No se han trazado claramente ni se han llevado plenamente a cabo planes por los cuales los talentos de todos pudiesen ser empleados en un servicio activo. Son pocos los que comprenden cuánto se ha perdido por causa de esto.
Los dirigentes de la causa de Dios, como generales sabios, han de trazar planes para que se realicen avances en toda la línea. Al hacer sus planes, deben dedicar estudio especial a la obra que pueden hacer los miembros laicos en favor de sus amigos y vecinos. La obra de Dios en esta tierra no podrá nunca terminarse antes que los hombres y mujeres abarcados por el total de miembros de nuestra iglesia se unan a la obra, y aúnen sus esfuerzos con los de los pastores y dirigentes de las iglesias....
Los centros de comercio y tránsito
En estos días de intenso viajar, son mucho mayores que en el tiempo de Israel las oportunidades de relacionarse con hombres y mujeres de todas clases y de muchas nacionalidades. Las avenidas de tránsito se han multiplicado por millares. Dios ha preparado maravillosamente el camino. Está a nuestra disposición el agente de la prensa, con sus múltiples facilidades. Disponemos de Biblias y publicaciones en muchos idiomas, que presentan la verdad para este tiempo y pueden llevarse prestamente a cualquier parte del mundo.
Los cristianos que viven en los grandes centros de comercio y tránsito tienen oportunidades especiales. Los creyentes que viven en esas ciudades pueden trabajar para Dios en el vecindario de sus hogares.
En los lugares de fama mundial adonde se va en busca de la salud, y en los centros de turismo, atestados de millares de personas que buscan salud y placer, debieran estacionarse predicadores y colportores capaces de atraer la atención de las multitudes. Vigilen estos obreros la ocasión de presentar el mensaje para este tiempo, y celebrar reuniones a medida que tengan oportunidad. Estén alerta para aprovechar las ocasiones de hablar a la gente. Acompañados del poder del Espíritu Santo, declaren a la gente el mensaje que daba Juan el Bautista: "Arrepentios, que el reino de los cielos se ha acercado."4
La Palabra de Dios ha de ser presentada con claridad y poder, para que aquellos que tienen oídos para oír oigan la verdad. De este modo, el Evangelio de la verdad presente será puesto en el camino de los que no lo conocen, y será aceptado por no pocos, y llevado por ellos a sus propios hogares ubicados en todas partes del mundo.
Hemos de dar la última amonestación de Dios a los hombres, y ¡cuál no debe ser nuestro fervor para estudiar la Biblia, y nuestro celo para difundir la luz! Trate de impartir la iluminación divina toda alma que la recibió. Vayan los obreros de casa en casa, abriendo la Biblia a la gente, haciendo circular las publicaciones, hablando a otros de la luz que bendijo sus propias almas. Distribúyanse publicaciones juiciosamente, en los trenes, en la calle, en los grandes vapores que surcan el mar, y por correo....
Me ha sido indicado que señale a nuestros ministros las ciudades en que no se ha trabajado, y los inste por todos los medios posibles a preparar el camino para la presentación de la verdad. En algunas de las ciudades en que primero se predicó el mensaje de la segunda venida del Señor, estamos obligados a emprender la obra como si se tratase de un campo nuevo. ¿Hasta cuándo serán pasados por alto estos campos estériles, estas ciudades, donde no se ha trabajado? Sin dilación, debiera empezar la siembra de la semilla en muchos, muchos lugares.--Testimonies for the Church 9:109-123.