La iglesia de Cristo fué organizada con propósitos misioneros. La obra misionera cristiana proporciona a la iglesia un fundamento seguro, un fundamento que tiene este sello: "Conoce el Señor a los que son suyos."1 Por ella los miembros están inspirados de celo para negarse a sí mismos, para hacer esfuerzos abnegados para enviar la verdad a las regiones lejanas. Tiene una influencia saludable sobre los no creyentes, porque mientras los obreros trabajan bajo la dirección divina, los mundanos son inducidos a ver la grandeza de los recursos que Dios proveyó para los que le sirven. Nos hallamos bajo la muy solemne obligación de proporcionar, en las misiones cristianas, una ilustración de los principios del reino de Dios. La iglesia ha de trabajar activamente, como un cuerpo organizado, para difundir la influencia de la cruz de Cristo.
Dios está llamando a hombres que estén dispuestos a abandonarlo todo para hacerse misioneros suyos, y el llamamiento recibirá respuesta. En toda edad, desde el advenimiento de Cristo, la comisión evangélica impulsó a hombres y mujeres a ir hasta los cabos de la tierra para proclamar las buenas nuevas de la salvación a los que habitaban en tinieblas. Conmovidos por el amor de Cristo y las necesidades de los perdidos, hubo hombres que dejaron las comodidades del hogar y la compañía de amigos, aun la de su esposa e hijos para ir a países extranjeros, entre idólatras y salvajes, a proclamar el mensaje de misericordia. Muchos perdieron la vida en la tentativa, pero otros se levantaron para proseguir la obra. Así ha progresado la causa de Cristo paso a paso y la semilla sembrada en medio de pesares rindió abundante mies. El conocimiento de Dios se extendió, y el estandarte de la cruz se enarboló en tierras paganas.
No hay nada más precioso a la vista de Dios que sus ministros, que van a los lugares yermos de la tierra para sembrar la semilla de la verdad, esperanzados en la mies. Nadie sino Cristo puede medir la solicitud de sus siervos mientras buscan a los perdidos. El les imparte su espíritu, y hay almas que por sus esfuerzos son inducidas a apartarse del pecado y acercarse a la justicia.
Para obtener la conversión de un pecador, el predicador debe poner sus recursos a contribución hasta el límite de su capacidad. El alma que Dios creó y que Cristo redimió es de gran valor, por causa de las posibilidades que tiene delante de sí, las ventajas espirituales que le han sido concedidas, las capacidades que puede poseer si la vivifica la Palabra de Dios, y la inmortalidad que puede obtener con la esperanza presentada en el Evangelio. Y si Cristo dejó a las noventa y nueve ovejas para poder buscar y salvar la que se había perdido, ¿podremos nosotros quedar justificados si hacemos menos? ¿No es acaso una traición a nuestro cometido sagrado el descuidar de trabajar como trabajó Cristo, de sacrificarnos como él se sacrificó?
Son muy intensos mis sentimientos acerca de las necesidades de los países extranjeros, según me fueron presentadas. En todas partes del mundo, los ángeles de Dios están abriendo puertas que, hasta hace poco, estaban cerradas para el mensaje de verdad. De la India, del Africa, de China y de muchos otros puntos se oye el clamor: "Pasad y ayudadnos."
El manifestar un espíritu generoso y abnegado para con el éxito de las misiones en el extranjero es una manera segura de hacer progresar la obra misionera en el país propio; porque la prosperidad de la obra que se haga en él depende en gran parte, después de Dios, de la influencia refleja que tiene la obra evangélica hecha en los países lejanos. Es al trabajar para suplir las necesidades de otros como ponemos nuestras almas en contacto con la Fuente de todo poder. El Señor ha tomado nota de toda fase del celo misionero manifestado por su pueblo en favor de los campos extranjeros. El quiere que en todo hogar, en toda iglesia, en todos los centros de la obra, se manifieste un espíritu de generosidad mandando ayuda a los campos extranjeros, donde los obreros están luchando contra grandes dificultades para dar la luz a los que moran en tinieblas.
Lo que se dé para empezar la obra en un campo propenderá a fortalecer la obra en otros lugares. A medida que los obreros queden libres de las trabas financieras, sus esfuerzos podrán extenderse y a medida que haya personas que sean traídas a la verdad y se establezcan iglesias, aumentará la potencia financiera. A medida que se fortalezcan nuestras iglesias, podrán no sólo proseguir con la obra en sus propios confines, sino enviar ayuda a otros campos.
Las iglesias madres han de ayudar
Los miembros de las iglesias del país deben llevar en su corazón una preocupación por la obra que se lleva a cabo en las regiones lejanas. Cierto hombre de negocios norteamericano, que era un creyente fervoroso, expresó, al conversar con un colaborador suyo, que él trabajaba para Cristo veinticuatro horas por día.
En todos mis asuntos comerciales--dijo,--trato de representar a mi Maestro. En toda oportunidad, trato de ganar a otros para él. Todo el día trabajo para Cristo. Y de noche, mientras duermo, tengo un hombre que trabaja para él en China.
¿Por qué no se habrían de unir los miembros de una iglesia, o de varias iglesias pequeñas, para sostener a un misionero en los campos extranjeros? Si ellos quieren negarse a sí mismos, pueden hacerlo. Mis hermanos y hermanas, ¿no queréis ayudar en esta grande obra? Os ruego que hagáis algo por Cristo, y que lo hagáis ahora. Mediante el maestro a quien vuestro dinero sostendrá en un campo misionero, podrán salvarse almas que resplandecerán como estrellas en la corona del Redentor. Por pequeña que sea vuestra ofrenda, no vaciléis en traerla al Señor. La ofrenda más pequeña, dada con corazón lleno de amor hacia el Salvador, viene a ser un don sin precio, sobre el cual Dios sonríe y pone su bendición.
Cuando Jesús dijo acerca de la viuda: "Echó más que todos,"2 sus palabras eran ciertas, no sólo en cuanto a los motivos de la dadora, sino acerca de los resultados del donativo. Las "dos blancas, que son un maravedí,"3 han aportado a la tesorería de Dios una cantidad de dinero mucho mayor que las contribuciones de los judíos ricos. Como una corriente pequeña en su comienzo, pero que se ensancha y ahonda mientras fluye hacia el océano, la influencia de aquel pequeño donativo se ha ensanchado y ahondado al correr durante los siglos. El ejemplo de abnegación dado por la viuda pobre, obró y reaccionó sobre miles de corazones en todo país y en toda edad. Ha hecho afluir a la tesorería de Dios donativos de los encumbrados y de los humildes, de los ricos y de los pobres. Ha ayudado a sostener misiones, a establecer hospitales, a alimentar a los hambrientos y a predicar el Evangelio a los pobres. Multitudes han sido bendecidas por su acto desinteresado. Y de manera similar, todo donativo otorgado, todo acto ejecutado con el sincero deseo de glorificar a Dios, queda vinculado con los propósitos del Omnipotente, y nadie puede medir el alcance de sus resultados para el bien.
Métodos de trabajo en campos extranjeros
Tan pronto como se entra en un nuevo campo, debe empezarse obra educacional, y debe darse instrucción renglón tras renglón, precepto tras precepto, un poco aquí, un poco allí. Lo más importante no es la predicación sino el trabajo hecho de casa en casa, razonando y explicando la Palabra. Serán los obreros que sigan los métodos que siguió Cristo los que ganarán almas como salario. Una y otra vez deben repetirse las mismas verdades, y el obrero debe depender completamente de Dios. ¡Y qué ricas experiencias obtiene el maestro cuando instruye a los que están en tinieblas! El también aprende, y mientras explica las Escrituras a otros, el Espíritu Santo obra en su mente y corazón, dándole el pan de vida para las almas hambrientas.
El que trabaja en campos extranjeros llegará a estar en contacto con toda clase de personas y toda variedad de mentes, y hallará que se necesita emplear diferentes métodos de trabajo para satisfacer las necesidades de la gente. Un sentimiento de su propia ineficiencia lo impulsará a acudir a Dios y a la Biblia para obtener luz, fuerza y conocimiento.
Los métodos y medios por los cuales logramos ciertos fines no son siempre los mismos. El misionero debe hacer uso de razón y criterio. La experiencia le indicará la conducta más prudente que se haya de seguir en las circunstancias existentes. Sucede a menudo que las costumbres y el clima de un país crean un estado de cosas que no se toleraría en otro. Deben hacerse cambios para beneficio de la obra, pero no es prudente ser demasiado abrupto.
No se susciten controversias por cosas triviales. El espíritu de amor y la gracia de Cristo ligarán corazón con corazón, si los hombres quieren abrir las ventanas del alma a los cielos, y cerrarlas a la tierra. Por el poder de la verdad, podrían arreglarse muchas dificultades, y viejas discusiones se calmarían si se admitiesen métodos mejores. El grande y sublime principio: "En la tierra, paz, buena voluntad para con los hombres," se practicará mucho mejor cuando los que creen en Cristo sean verdaderos colaboradores de Dios.
La ayuda del cielo
El que trabaja en un país extranjero debe llevar en su corazón la paz y el amor del cielo; porque ésta es su única seguridad. En medio de la perplejidad y las pruebas, el desaliento y los sufrimientos, con la consagración de un mártir y el valor de un héroe, debe aferrarse a la mano que nunca lo suelta, diciendo: "Nunca desmayaré ni me desalentaré." Debe estudiar la Biblia con atención, y entregarse a menudo a la oración. Si antes de hablar con otros, busca ayuda de lo alto, puede tener la seguridad de que los ángeles del cielo estarán con él. Puede ser que a veces anhele sentir la simpatía humana, pero en su soledad puede sentir consuelo y ánimo por la comunión con Dios. Anímese por las palabras del Salvador: "He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."4 De este Compañero divino recibirá instrucción en la ciencia de salvar almas.
Se necesitan energía y abnegación en el campo misionero. Dios pide hombres que promuevan los triunfos de la cruz, hombres que perseveren bajo desalientos y privaciones; hombres que tengan el celo, la resolución y la fe indispensables en el campo misionero. Mediante una labor perseverante y una firme confianza en el Dios de Israel, los hombres resueltos y valerosos lograrán prodigios. Difícilmente podrá hallarse límite a lo que pueden lograr los esfuerzos dirigidos por un criterio iluminado y sostenido por ferviente empeño.
Regocijémonos de que se haya hecho en los campos extranjeros una obra que Dios puede aprobar. Elevemos nuestras voces para alabar a Dios y darle gracias por los resultados de la obra hecha en los países extranjeros. Y nuestro General, quien no comete nunca yerro, nos dice todavía: "Avanzad, entrad en nuevos territorios; enarbolad el estandarte en todo país. 'Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.'5"
Ha llegado el tiempo en que, por medio de los mensajeros de Dios, se está desenvolviendo el rollo ante el mundo. La verdad contenida en los mensajes del primero, segundo y tercer ángel, debe ir a toda nación, tribu, lengua y pueblo; debe iluminar las tinieblas de todo continente, y extenderse hasta las islas de la mar. No debe dejarse dilatar esta obra de gran importancia.
Nuestro santo y seña debe ser: ¡Adelante, siempre adelante! Los ángeles de Dios irán delante de nosotros para prepararnos el camino. Nunca podremos deponer nuestra preocupación por las regiones lejanas antes de que toda la tierra esté iluminada con la gloria del Señor.
Cuando se establece una misión en una ciudad, nuestro pueblo debe interesarse en ella, manifestando ese interés de una manera práctica y tangible. Los obreros de la misión trabajan ardua y abnegadamente, y no reciben ingentes salarios. No crean nuestros hermanos que el dirigir misiones urbanas es una obra fácil o que reporte ganancias pecuniarias. Muchas veces, las misiones urbanas son sostenidas sin recursos a la vista, por hombres y mujeres que día tras día ruegan a Dios que les envíe recursos con que hacer progresar la obra.
Dios no acepta el servicio más espléndido a menos que el yo esté puesto sobre el altar, como sacrificio vivo que ha de ser consumido. La raíz ha de ser santa; de lo contrario no puede haber fruto santo, el cual es lo único que Dios puede aceptar.... Mientras que las ambiciones mundanas, los proyectos terrenales y los mayores planes y propósitos de los hombres, perecerán como la hierba, "los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan a justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad."6--Testimonies for the Church 7:248, 249.