Obreros Evangélicos

Capítulo 103

El espíritu de independencia

Antes de salir de Australia, y desde que vine a este país, me ha sido indicado que se ha de hacer una gran obra en Norteamérica. Los que estaban en la obra al principio están desapareciendo. Ya no quedan más que unos pocos de los primeros obreros de la causa. Muchas de las cargas pesadas, antes llevadas por hombres de larga experiencia, incumben ahora a hombres más jóvenes.

Este traspaso de las responsabilidades a obreros cuya experiencia es más o menos limitada, va acompañado de algunos peligros contra los cuales necesitamos guardarnos. El mundo está lleno de la lucha por la supremacía. El espíritu de apartarse de los compañeros de trabajo, el espíritu de desorganización, está en el mismo aire que respiramos. Algunos consideran como peligrosos todos los esfuerzos hechos para establecer el orden. Los tienen por una restricción de la libertad personal, y de ahí que crean que se les haya de temer como al papismo. Estas almas engañadas tienen por virtud el jactarse de su libertad de pensar y obrar independientemente. Declaran que no aceptarán ningún dicho humano; que no están sujetos a ningún hombre. Me ha sido indicado que Satanás hace esfuerzos especiales por inducir a los hombres a sentir que a Dios le agrada que ellos elijan su propia conducta, independientemente del consejo de sus hermanos.

En ello estriba un grave peligro para la prosperidad de nuestra obra. Debemos obrar discreta y sensatamente, en armonía con el criterio de consejeros temerosos de Dios; porque únicamente en este modo de obrar reside nuestra seguridad y fuerza. De lo contrario, Dios no puede trabajar con nosotros, por nosotros, y para nosotros.

¡Cuánto se regocijaría Satanás si pudiese obtener éxito en sus esfuerzos de penetrar entre este pueblo, y desorganizar la obra en un tiempo en que es esencial la organización cabal, y en que ésta será el mayor poder para preservarnos de los levantamientos espurios, y para refutar las pretensiones que no estén sostenidas por la Palabra de Dios! Queremos sujetar las riendas de una manera pareja, para que no se destruya el sistema de organización y orden que ha sido levantado mediante labor prudente y cuidadosa. No se debe dejar libertad a los elementos desordenados que desean regir la obra en este tiempo.

Algunos han emitido la idea de que a medida que nos acerquemos al fin del tiempo cada hijo de Dios obrará independientemente de cualquier organización religiosa. Pero el Señor me ha indicado que en esta obra no hay tal independencia individual. Las estrellas del cielo están todas bajo ley, influyendo cada una en la otra para hacer la voluntad de Dios, rindiendo su común obediencia a la ley que rige su acción. Y a fin de que la obra del Señor progrese de una manera saludable y sólida, su pueblo debe unirse.

Los espasmódicos y vacilantes movimientos de algunos que pretenden ser cristianos resultan bien representados por el trabajo de caballos fuertes pero no adiestrados. Cuando el uno tira para adelante, el otro tira para atrás; al oír la voz de su amo el uno se echa hacia adelante, y el otro se queda inmóvil. Si los hombres no avanzan en armonía en la grande y sublime obra para este tiempo, habrá confusión. No es buena señal cuando los hombres se niegan a unirse a sus hermanos, y prefieren obrar solos. Depositen los obreros su confianza en los hermanos que se sientan libres para señalar todo apartamiento de los principios correctos. Si los hombres llevan el yugo de Cristo, no pueden tirar separadamente; tirarán con Cristo.

Algunos obreros trabajan con toda la fuerza que Dios les dió, pero no han aprendido todavía que no deben trabajar solos. En vez de aislarse, trabajen en armonía con sus colaboradores. A menos que lo hagan, su actividad obrará inoportunamente y de una manera equivocada. Su obra contrarrestará muchas veces lo que Dios quisiera que se hiciese, y así su trabajo será peor que inútil.

Por otro lado, los dirigentes de entre el pueblo de Dios deben guardarse del peligro de condenar los métodos de los obreros individuales que sean inducidos por el Señor a hacer una obra especial para la cual hay pocos idóneos. Sean los hermanos que llevan responsabilidades lentos para criticar movimientos que no estén en perfecta armonía con sus métodos de trabajo. No supongan ellos nunca que cada plan debe reflejar su propia personalidad. No teman confiar en los métodos de otros; porque al privar de su confianza a un hermano obrero que, con humildad y celo consagrado, está haciendo una obra especial según Dios le señaló, están retardando el progreso de la causa del Señor.

Dios puede y quiere emplear a aquellos que no recibieron una educación cabal en las escuelas de los hombres. El dudar de su poder para hacerlo, es una incredulidad manifiesta; es limitar el poder omnipotente de Aquel para quien nada es imposible. ¡Ojalá se manifestase menos de esta prevención desconfiada e inoportuna! Deja muchas fuerzas de la iglesia sin emplear; cierra el camino, de modo que el Espíritu Santo no pueda emplear a los hombres; mantiene en la ociosidad a quienes están dispuestos y ansiosos por trabajar en la obra de Cristo; desanima a entrar en la obra a muchos que llegarían a ser eficientes obreros de Dios, si se les diese una oportunidad justa.

Para el profeta, la rueda que giraba dentro de una rueda, la apariencia de los seres vivientes relacionados con ellas, todo parecía intrincado e inexplicable. Pero se ve la mano de la Sabiduría infinita entre las ruedas, y el orden perfecto es el resultado de su obra. Cada rueda, dirigida por la mano de Dios, obra en armonía perfecta con todas las demás ruedas. Me ha sido mostrado que los instrumentos humanos están expuestos a buscar demasiado el poder, y a tratar de regir la obra ellos mismos. Dejan al Señor Dios, el Obrero poderoso, demasiado afuera de sus métodos y planes, y no le confían todo lo que se relaciona con el progreso de la obra. Nadie debe imaginarse por un momento que puede manejar las cosas que pertenecen al gran YO SOY. Dios, en su providencia, está preparando un camino para que la obra pueda ser hecha por agentes humanos. Por lo tanto, que cada hombre ocupe su puesto de deber, para desempeñar su parte para este tiempo, y saber que Dios es su instructor.

La Asociación General

Muchas veces me ha indicado el Señor que ningún hombre debe renunciar a su criterio por el de otro. Nunca debe la mente de un hombre o las mentes de unos pocos hombres ser consideradas como suficientes en sabiduría y poder para regir la obra, y para decir qué planes se deben seguir. Pero cuando, en un congreso de la Asociación General, se manifiesta el criterio de los hermanos de todas partes del campo reunidos, la independencia y el juicio privados no deben mantenerse con terquedad, sino que deben ceder. Nunca debe un obrero considerar como virtud el mantenimiento persistente de su posición de independencia, contra la decisión del cuerpo general.

A veces, cuando un pequeño grupo de hombres al cual ha sido confiada la dirección general de la obra ha tratado, en el nombre de la Asociación General, de llevar a cabo planes imprudentes y de restringir la obra de Dios, he dicho que ya no podía considerar la voz de la Asociación General, representada por estos pocos hombres, como la voz de Dios. Pero esto no es decir que las decisiones de una Asociación General compuesta de una asamblea de representantes debidamente nombrados, de todas partes del campo, no deban respetarse. Dios ordenó que los representantes de su iglesia de todas partes de la tierra, cuando están congregados en la Asociación General, tengan autoridad. El error que algunos corren peligro de cometer, consiste en dar al parecer y criterio de un hombre, o de un pequeño grupo de hombres, la plena medida de autoridad e influencia que Dios puso en su iglesia, en el criterio y voz de la Asociación General convocada para hacer planes en favor de la prosperidad y el progreso de su obra.

Cuando este poder, que Dios puso en la iglesia, se acredita enteramente a un hombre, y él queda investido de la autoridad para ser criterio de otras mentes, entonces se altera el verdadero orden bíblico. Los esfuerzos de Satanás sobre la mente de un hombre tal serán muy sutiles, y a veces casi predominantes; porque el enemigo quisiera poder afectar a muchos por medio de esa persona. Demos a la autoridad organizada más elevada de la iglesia lo que propendemos a dar a un hombre o a un pequeño grupo de hombres.--Testimonies for the Church 9:257-261.

Es la fidelidad, la lealtad a Dios, el servicio amante, lo que gana la aprobación divina. Cada impulso del Espíritu Santo que conduce a los hombres a la bondad y a Dios, es registrado en los libros del cielo, y en el día de Dios los obreros por medio de los cuales él ha obrado, serán ensalzados.

Entrarán en el gozo del Señor mientras ven en su reino a aquellos que han sido redimidos por su medio. Y se les da el privilegio de participar en su obra allí, porque han sido preparados para ella gracias a la participación en su obra aquí. Lo que seremos en el cielo será el reflejo de lo que seamos ahora en carácter y servicio santo.--Palabras de Vida del Gran Maestro, 295, 296.