Testimonios para la Iglesia, Tomo 3

Capítulo 11

Trabajo Entre las Iglesias

En el trabajo realizado para la iglesia en Battle Creek en la primavera de 1870, no hubo esa completa dependencia de Dios como lo demandaba la importante ocasión. Los hermanos R y S no confiaron en Dios, ni avanzaron apoyados en la fuerza de él y su gracia, tan plenamente como debieran haberlo hecho.

Cuando el hermano S piensa que una persona está equivocada, frecuentemente es demasiado severo. No ejercita esa compasión y consideración que habría mostrado hacia sí mismo bajo las mismas circunstancias. También está en peligro de juzgar mal y de errar al tratar con otras mentes. Tratar con las mentes humanas es la obra más hermosa y crítica dada alguna vez a los mortales. Aquellos que se ocupan en esta obra deberían tener un discernimiento claro y buena capacidad de discriminación. Una genuina independencia de criterio es completamente diferente de ser precipitado. No debiera renunciarse fácilmente a esa virtud de poseer un criterio independiente, lo que conduce a una opinión cautelosa, piadosa, deliberada; no hay que hacerlo hasta que la evidencia es suficientemente fuerte como para tener la certeza de que estamos equivocados. Esta independencia [de opinión] conservará la mente serena e inalterable en medio de los numerosos errores que prevalecen, y conducirá a aquellos que ocupan puestos de responsabilidad a revisar cuidadosamente las evidencias de cada lado del asunto, y no dejarse regir por la influencia de otros o del ambiente, para formar conclusiones sin un conocimiento inteligente y cabal de todas las circunstancias.

La investigación de casos en Battle Creek se parecía mucho al procedimiento en el cual un abogado examina a un testigo, y había una ausencia definida del Espíritu de Dios. Había unos pocos unidos en este trabajo que eran activos y celosos. Algunos eran santurrones y autosuficientes, y se confiaba en sus testimonios, y su influencia afectó el juicio de los hermanos R y S. Debido a algunas deficiencias triviales, las hermanas T y U no fueron recibidas como miembros de la iglesia. Los hermanos R y S debieran haber tenido [el suficiente] criterio y discriminación para poder ver que estas objeciones no tenían suficiente peso como para excluir a estas hermanas de la iglesia. Ambas habían estado largo tiempo en la fe y habían sido leales a la observancia del sábado por dieciocho o veinte años.

La hermana V, que sacó a relucir estas cosas, tendría que haber esgrimido razones de más peso en contra de sí misma por las que ella no tendría que haber llegado a ser un miembro de la iglesia. ¿Estaba ella sin pecado? ¿Eran todos sus caminos perfectos ante Dios? ¿Era perfecta en paciencia, abnegación, bondad, tolerancia, y poseía un temperamento calmo? Si no tenía las debilidades de las mujeres corrientes, entonces podría lanzar la primera piedra. Esas hermanas que fueron excluidas de la iglesia eran dignas de un lugar en ella; eran amadas por Dios. Pero se las trató neciamente, sin causa suficiente. Hubo otros casos que fueron manejados sin más sabiduría celestial y ni siquiera con un criterio sólido. El juicio y la facultad de discriminación del hermano S han sido pervertidos por muchos años a través de la influencia de su esposa, quien ha sido un instrumento de Satanás sumamente efectivo. Si él hubiera poseído la virtud genuina de la independencia [de criterio] habría tenido el respeto propio adecuado y con la debida dignidad habría fortalecido su propia casa. Cuando ha comenzado un curso de conducta destinado a infundir respeto en su familia, generalmente ha llevado el asunto demasiado lejos y ha sido severo y ha hablado en forma áspera y altanera. Al tomar conciencia de esto después de un tiempo, entonces va al extremo opuesto y renuncia a su independencia.

En este estado mental recibe informes de su esposa, renuncia a su juicio, y es engañado fácilmente por sus intrigas. A veces ella fingía sufrir mucho y contaba las privaciones que había soportado y cómo sus hermanos la habían descuidado, en la ausencia de su esposo. Sus engaños y artificios astutos para abusar de la mente de su esposo han sido grandes. El hermano S no ha recibido plenamente la luz que el Señor le ha dado en el pasado respecto a su esposa o no hubiera sido engañado por ella como lo ha sido. Ha sido esclavizado muchas veces por el espíritu de ella porque su propio corazón y vida no se han consagrado plenamente a Dios. Sus sentimientos se inflamaron contra sus hermanos, y los oprimió. El yo no ha sido crucificado. Debiera tratar fervientemente de colocar todos sus pensamientos y sentimientos en sujeción a la obediencia de Cristo. La fe y la abnegación habrían sido los vigorosos ayudantes del hermano S. Si se hubiera vestido con toda la armadura de Dios y escogido no otra defensa que la que el Espíritu de Dios y el poder de la verdad le dan, habría sido fuerte en la fortaleza de Dios.

Pero el hermano S es débil en muchas cosas. Si Dios le requiriese exponer y condenar a un prójimo, reprobar y corregir a un hermano, o resistir y destruir a sus enemigos, esto sería para él una tarea comparativamente natural y fácil. Pero una guerra contra el yo, sometiendo los deseos y afectos de su propio corazón, y escudriñando y controlando los motivos secretos de su corazón, es una lucha más difícil. ¡Cuán poco dispuesto está a ser fiel en un desafío como éste! La guerra contra el yo es la batalla más grande que jamás se haya librado. La renuncia del yo, entregando todo a la voluntad de Dios y siendo uno vestido de humildad, poseyendo ese amor que es puro, pacífico, susceptible a las súplicas, lleno de bondad y buenos frutos, no es un logro fácil. Y sin embargo es su privilegio y deber ser un perfecto vencedor aquí. El alma debe someterse a Dios antes que pueda ser renovada en conocimiento y verdadera santidad. La vida santa y el carácter de Cristo es un ejemplo fiel. Su confianza en su Padre celestial era ilimitada. Su obediencia y sumisión fueron sin reserva y perfectas. No vino para ser servido, sino para servir a otros. No vino para hacer su propia voluntad, sino la voluntad de aquel que lo envió. En todas las cosas se sometió a Aquel que juzga rectamente. De los labios del Salvador del mundo se oyeron estas palabras: "No puedo yo hacer nada por mí mismo". (Juan 5:30)

Se hizo pobre y sin reputación. Tuvo hambre y frecuentemente sed, y muchas veces se cansó en sus labores; pero no tenía dónde recostar su cabeza. Cuando las sombras frías y húmedas de la noche se cernían en torno a él, frecuentemente la tierra era su lecho. Sin embargo él bendijo a aquellos que lo odiaban. ¡Qué vida! ¡Qué experiencia! ¿Podemos nosotros, los profesos seguidores de Cristo, soportar alegremente la privación y el sufrimiento como lo hizo nuestro Señor, sin murmurar? ¿Podemos beber el vaso y ser bautizados con el bautismo? Si lo hacemos, podremos compartir con él su gloria en el reino celestial. Si no, no tendremos parte con él. El hermano S tiene una experiencia que adquirir, sin la cual su trabajo hará un daño definido. A él lo afecta demasiado lo que otros le dicen de los que yerran; tiende a decidir de acuerdo con las impresiones hechas en su mente, y procede con severidad, cuando un curso de acción más benigno sería por lejos mejor. No tiene en cuenta sus propias debilidades, y cuán difícil le resulta que se cuestione su propia conducta, aun cuando esté equivocado. Cuando llega a la conclusión de que un hermano o una hermana están equivocados, se siente inclinado a llevar el asunto a su término e insiste en censurar, aunque al hacerlo hiere su propia alma y pone en riesgo las almas de otros.

El hermano S debiera rehuir los juicios de la iglesia y no tener nada que ver con el arreglo de dificultades, si hay forma de evitarlo. Tiene un don valioso, que se necesita en la obra de Dios. Pero debiera separarse de influencias que afectan sus sentimientos, confunden su juicio y lo inducen a proceder en forma insensata. Esto no debiera ni necesita ocurrir. Él ejercita muy poca fe en Dios. Piensa demasiado en sus debilidades corporales y fortalece la incredulidad explayándose en sus pobres sentimientos. Dios tiene fuerza y sabiduría en reserva para aquellos que la buscan fervientemente, creyendo en fe. Se me mostró que el hermano S es un hombre fuerte en algunos puntos, mientras que en otros es tan débil como un niño. Su conducta en el trato con los que yerran ha tenido una influencia que se desparrama. Tiene confianza en su capacidad para trabajar en poner las cosas en orden donde cree que se necesita, pero no ve el asunto rectamente. Entreteje su propio espíritu en sus labores, y no discrimina, pero a menudo trata a los demás sin ternura. Hay algo así como exagerar el asunto al cumplir el deber estricto en su trato con los individuos. "A otros salvadlos, arrebatándolos del fuego; a otros mostradles compasión, aborreciendo aun la ropa manchada por la carne contaminada". Judas 23 (NRV).

El deber, el severo deber, tiene una hermana gemela, que es la bondad. Si el deber y la bondad se fusionan, se obtendrá una ventaja definida; pero si se separa el deber de la bondad, si el tierno amor no se mezcla con el deber, se producirá un fracaso, y como consecuencia habrá un daño grande. No ha de forzarse a los hombres y las mujeres, pero muchos pueden ser ganados mediante la bondad y el amor. El hermano S ha sostenido en alto el látigo del evangelio, y sus propias palabras han sido frecuentemente el estallido de ese látigo. Esto no ha influido para estimular a otros a un mayor celo y provocarlos a las buenas obras, sino que ha despertado su espíritu combativo para repeler su severidad.

Si el hermano S hubiera caminado en la luz, no habría cometido tantos errores serios. "El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él". (Juan 11:9, 10) La senda de la obediencia es la senda de la seguridad. "El que camina en integridad anda confiado". (Proverbios 10:9) Camina en la luz, y "entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará". (Proverbios 3:23) Aquellos que no caminan en la luz tendrán una religión enfermiza, atrofiada. El hermano S debiera sentir la importancia de caminar en la luz, aunque eso signifique crucificar el yo. Es un esfuerzo serio, motivado por el amor a las almas, que fortalece el corazón y desarrolla las gracias cristianas.

Mi hermano, usted por naturaleza tiene un carácter independiente y altanero. Estima su capacidad para actuar más favorablemente de lo que corresponde. Ora para que el Señor lo humille y lo capacite para su trabajo, y cuando él contesta su oración y lo somete bajo el proceso de disciplina necesario para el logro del objetivo, usted frecuentemente se deja llevar por las dudas y el desaliento, y piensa que tiene razón para desanimarse. Cuando el hermano W le hacía advertencias y lo refrenaba para que no se ocupara de las dificultades de la iglesia, usted frecuentemente sentía que él lo estaba reprimiendo.

Me fueron mostradas sus labores en Iowa. Se fracasó en forma definida para reunir [a las almas] con Cristo. Usted distrajo, confundió y esparció a las pobres ovejas. Tuvo celo, pero no según ciencia. Sus labores no fueron con amor, sino con firmeza y severidad. Usted fue exigente y dominante. No fortaleció a la [oveja] enferma ni vendó a la lisiada. Su aspereza poco juiciosa empujó a algunos fuera del redil que nunca podrán ser alcanzados y traídos de vuelta. Las palabras dichas apropiadamente son como manzanas de oro con figuras de plata. Las palabras inconvenientes son lo inverso. Su influencia será como granizo desolador.

Usted se ha sentido inquieto, bajo restricción, cuando el hermano W le ha hecho advertencias, lo ha aconsejado y reprobado. Usted ha pensado que si pudiera actuar libremente y por su cuenta, podría hacer una obra grande y buena. Pero la influencia de su esposa ha perjudicado grandemente su utilidad. Usted no ha gobernado bien su propia casa; ha fallado en ordenar a los suyos que sigan su ejemplo. Ha pensado que sabía cómo administrar los asuntos de su casa. ¡Pero cuán engañado ha estado! Ha seguido demasiado a menudo los impulsos de su propio espíritu, lo que ha causado perplejidades y desalientos, y esto ha nublado su discernimiento y lo ha debilitado espiritualmente de modo que sus trabajos han mostrado muchas imperfecciones.

Las labores de los hermanos R y S fueron prematuras. Estos hermanos tenían ante ellos su experiencia pasada con sus errores, lo que debiera haber sido suficiente para impedirles que se ocuparan en una tarea que no estaban capacitados para cumplir. Había bastante que se necesitaba hacer. Era un lugar difícil en el cual levantar una iglesia. Los rodeaban influencias adversas. Cada paso tendría que haberse dado con la debida cautela y consideración acompañada de oración.

Estos dos hermanos habían sido advertidos y censurados repetidamente por avanzar en forma imprudente, y no debieran haber asumido las responsabilidades que tomaron. ¡Oh, cuánto mejor habría sido para la causa de Dios en _____, si ellos hubieran trabajado en campos nuevos! La sede de Satanás se encuentra en _____, como también en otras ciudades impías, y él es un enemigo artero contra el cual contender. Había elementos desordenados entre los observadores del sábado en _____ que eran un obstáculo para la causa. Pero hay un tiempo apropiado para hablar y actuar, una oportunidad áurea que rendirá los mejores resultados del trabajo realizado.

Si se hubiera dejado que las cosas se desarrollaran más plenamente antes de tocarlas, los elementos desordenados, no consagrados, se habrían separado y no habría existido un partido opositor. De ser posible, esto siempre se debería evitar. La iglesia haría mejor si sufriera mortificación y ejercitara más paciencia, que si se apresurase a imponer las ideas, y provocar un espíritu combativo. Aquellos que realmente amaban la verdad por causa de la verdad deberían haber proseguido su curso de acción teniendo en mente la gloria de Dios y permitido que la luz de la verdad brillara ante todos.

Podrían haber anticipado que los elementos de confusión e insatisfacción entre ellos crearían problemas. Satanás no permanecería quieto al ver el surgimiento de una compañía [de creyentes] en _Trabajo ____ para vindicar la verdad y despejar la sofistería y el error. Se encendería su ira y lanzaría una guerra contra aquellos que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. Pero esto no debería haber impacientado o desanimado a los creyentes fieles. Estas cosas tendrían que haber influido para que el verdadero creyente fuera más precavido, vigilante y devoto; más tierno, compasivo y amante hacia aquellos que estaban cometiendo un error tan grande respecto a asuntos eternos. Como Cristo ha soportado, y continúa soportando nuestros errores, nuestra ingratitud y nuestro amor inadecuado, del mismo modo nosotros deberíamos soportar a los que prueban nuestra paciencia. ¿Los seguidores del Jesús desinteresado y abnegado serán diferentes de su Señor? Los cristianos debieran tener corazones bondadosos y pacientes.

El sembrador del evangelio

La parábola del sembrador del evangelio, que Cristo presentó ante sus oyentes, contiene una lección que debiéramos estudiar. Aquellos que predican la verdad presente y esparcen la buena simiente obtendrán los mismos resultados que el sembrador del evangelio. Todas las clases de personas se verán afectadas en mayor o menor medida por la presentación de la verdad directa y convincente. Algunos serán oyentes junto al camino. Serán afectados por las verdades habladas; pero no han cultivado las facultades corrientes: han seguido la inclinación antes que el deber, y los hábitos malos han endurecido sus corazones hasta que se han vuelto como el camino duro y trillado. Pueden profesar que creen la verdad; pero no tendrán un sentido preciso de su carácter sagrado y elevado. No se separan de la amistad con los amantes de los placeres y de la sociedad corrupta, sino que se colocan donde son tentados constantemente, y pueden ser perfectamente representados por el campo que no tiene cerca. Invitan a las tentaciones del enemigo y finalmente pierden el interés que parecían tener por la verdad cuando la buena simiente cayó en sus corazones.

Otros son oyentes en pedregales. Reciben fácilmente cualquier cosa nueva y excitante. Reciben con gozo la palabra de verdad. Hablan fervientemente, con ardor y celo en cuanto a su fe y esperanza, e incluso pueden reprochar a creyentes de larga experiencia por alguna aparente deficiencia o por su falta de entusiasmo. Pero cuando son probados por el calor de la prueba y la tentación, cuando se les aplica la tijera de podar de Dios para que puedan rendir fruto que alcance la perfección, su celo muere y sus voces se silencian. Ya no se jactan de la fuerza y el poder de la verdad.

Esta clase está dominada por los sentimientos. No tienen profundidad ni estabilidad de carácter. Los principios no son profundos, no están implícitos en los motivos de la acción. Por palabra han exaltado la verdad, pero no son hacedores de ella. La semilla de verdad no ha echado raíces debajo de la superficie. El corazón no ha sido renovado por la influencia transformadora del Espíritu de Dios. Y cuando la verdad requiere hombres y mujeres trabajadores, cuando deben hacerse sacrificios por causa de la verdad, ellos están en otra parte; y cuando vienen las pruebas y persecuciones, desertan porque no tienen profundidad de tierra. La verdad, clara, directa y rigurosa, es colocada sobre el corazón y revela la deformidad del carácter. Algunos no soportarán esta prueba, pero frecuentemente cierran los ojos ante sus propias imperfecciones; aunque su conciencia les diga que las palabras habladas por los mensajeros de Dios, que se relacionan tan estrechamente con sus caracteres cristianos, son verdad; sin embargo, no escucharán la voz. Se ofenden a causa de la Palabra y renuncian a la verdad antes que someterse para ser santificados mediante ella. Se lisonjean de que pueden llegar al cielo en una forma más fácil.

Todavía hay otra clase que está representada en la parábola. Hay hombres y mujeres que escuchan la Palabra y que se convencen de la verdad y la aceptan sin ver la pecaminosidad de sus corazones. El amor al mundo ocupa un gran lugar en sus afectos. En asuntos comerciales a ellos les encanta conseguir lo mejor del convenio. Mienten, y por engaño y fraudes ganan recursos que siempre les resultarán como una espina; porque esto tendrá más peso que sus buenos propósitos e intenciones. La buena semilla sembrada en sus corazones es ahogada. Frecuentemente están tan embargados de preocupaciones y ansiedad, temiendo que no obtendrán ganancias, o que perderán lo que han ganado, que colocan en primer lugar sus asuntos temporales. No nutren la buena simiente. No asisten a reuniones donde sus corazones pueden ser fortalecidos mediante privilegios religiosos. Temen que enfrentarán alguna pérdida en las cosas temporales. El engaño de las riquezas los conduce a jactarse de que es su deber afanarse y ganar todo lo que puedan, para poder ayudar a la causa de Dios; y sin embargo cuanto más aumentan sus riquezas terrenales, menos inclinados están sus corazones a desprenderse de su tesoro, hasta que se apartan totalmente de la verdad que amaron. La buena semilla es ahogada porque fue tapada con innecesaria ansiedad y preocupaciones mundanales, con el amor a los placeres del mundo y los honores que dan las riquezas.

El trigo y la cizaña

En otra parábola que Jesús presentó a sus discípulos, comparó el reino de los cielos a un campo en el cual un hombre sembró buena simiente, pero, mientras dormía, el enemigo sembró cizaña. Se le preguntó entonces al padre de la familia: "¿No sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero". (Mateo 13:27-30) Si se hubiera ejercido fidelidad y vigilancia, si nadie hubiese dormido y manifestado negligencia, el enemigo no habría tenido una oportunidad tan favorable para sembrar la cizaña entre el trigo. Satanás no duerme nunca. Siempre vela y aprovecha toda oportunidad de mandar sus agentes a diseminar el error, pues halla suelo propicio en muchos corazones no santificados.

Los que creen sinceramente en la verdad se entristecen y ven sus pruebas y pesares muy acrecentados por causa de los elementos que están entre ellos y los molestan, desalientan y descorazonan en sus esfuerzos. Pero el Señor quiere enseñarles a sus siervos una lección de gran cuidado en todos sus movimientos. "Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro". No arranquéis por la fuerza la cizaña, no sea que al desarraigarla, se desarraiguen también las preciosas plantas. Tanto los ministros como los miembros de la iglesia deben ser cautelosos, no sea que manifiesten un celo que no esté de acuerdo con el conocimiento. Hay peligro de hacer demasiado para curar en la iglesia dificultades que, si se las dejara en paz, con frecuencia se solucionarían solas. Es una conducta equivocada intervenir prematuramente en cualquier iglesia. Debemos ejercer el mayor cuidado, paciencia y dominio propio para soportar estas cosas, y no dedicarnos a ponerlas en orden, trabajando con nuestro propio espíritu.

La obra hecha fue prematura, y ocasionó una separación inoportuna en esa pequeña iglesia. Si los siervos de Dios pudieran haber sentido la fuerza de la lección que dio nuestro Salvador en la parábola del trigo y la cizaña, no habrían iniciado la obra que emprendieron. Antes que se den pasos que hayan de brindar aun a los más indignos la menor ocasión de quejarse por verse separados de la iglesia, el asunto debe ser hecho siempre objeto de la más cuidadosa consideración y ferviente oración. Se tomaron medidas que crearon un partido opositor. Algunos eran oidores del lado del camino, otros correspondían al terreno pedregoso, y otros aun pertenecían a esa clase que recibió la verdad mientras había en el corazón una cantidad de espinas que ahogaron la buena semilla; éstos no habrían perfeccionado nunca un carácter cristiano. Pero había unos pocos que podrían haber sido nutridos y fortalecidos, y haberse establecido en la verdad; pero la posición asumida por los hermanos R y S provocó una crisis prematura; y luego se manifestó falta de sabiduría y juicio en el trato con la facción.

Aun cuando las personas merezcan ser separadas de la iglesia tanto como Satanás mereció ser echado del cielo, habrá quienes simpaticen con ellas. Hay siempre una clase de personas que siente más la influencia de los humanos que la del Espíritu de Dios y de los sanos principios; y dada su falta de consagración, están siempre dispuestas a ponerse de parte del mal y a conceder su compasión y compañía a los que menos las merecen. Estos simpatizantes ejercen una influencia poderosa sobre los demás; ven las cosas en una luz pervertida, hacen mucho daño y muchas almas quedan arruinadas. Satanás, al rebelarse, arrastró consigo a una tercera parte de los ángeles. Éstos se apartaron del Padre y del Hijo, y se unieron con el instigador de la rebelión. Teniendo presente estos hechos, debemos obrar con la mayor cautela. ¿Qué podemos esperar sino pruebas y perplejidad en nuestra relación con hombres y mujeres singulares? Debemos soportar esto y evitar la necesidad de arrancar la cizaña, no sea que el trigo sea desarraigado también.

"En el mundo tendréis aflicción" (Juan 16:33), dice Cristo, pero en mí tendréis paz. Las pruebas a las cuales son sometidos los cristianos en la tristeza, la adversidad y el oprobio, son los medios designados por Dios para separar el tamo del trigo. Nuestro orgullo, egoísmo, malas pasiones y amor de los placeres mundanales, deben ser todos vencidos; por lo tanto Dios nos manda aflicciones para probarnos, y mostrarnos que existen estos males en nuestro carácter. Debemos vencer por su fuerza y por su gracia, a fin de participar de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia. "Porque esta leve y momentánea tribulación -- dice Pablo --, produce una eterna gloria, que supera toda comparación. Así, fijamos nuestros ojos, no en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Porque lo que se ve es temporal, pero lo que no se ve es eterno" (2 Corintios 4:17, 18, NRV) Las aflicciones, las cruces, las tentaciones, la adversidad y nuestras variadas pruebas, son los medios que emplea Dios para refinarnos, santificarnos y hacernos dignos de su alfolí celestial.

El daño hecho a la causa de Dios por las acciones prematuras no puede nunca repararse plenamente. La causa de Dios no ha progresado como habría podido hacerlo, y no es apreciada por la gente como antes que se hiciera esa obra. Con frecuencia, hay entre nosotros personas cuya influencia parece ser simplemente un cero a la izquierda; su vida parece inútil; pero si se les permite que se vuelvan rebeldes y combativas, se truecan en celosos obreros de Satanás. Esta obra está más de acuerdo con los sentimientos del corazón natural. Es muy necesario el examen propio y la oración secreta. Dios ha prometido sabiduría a quienes se la pidan. A menudo emprenden la labor misionera quienes no están preparados para ella. Cultivan un celo exterior mientras descuidan la oración secreta. Cuando tal es el caso, se causa mucho daño, pues estos obreros procuran regir las conciencias de otros por sus propias normas. Necesitan mucho dominio propio. Las palabras apresuradas despiertan contienda. El hermano S corre el peligro de ceder a un espíritu de crítica mordaz. Esto no cuadra en los ministros de justicia.

Hermano S, usted tiene mucho que aprender. Se ha sentido inclinado a echar la culpa de sus fracasos y desalientos sobre el hermano W; pero una detenida investigación de sus motivos y conducta revelaría que estos desalientos tienen otras causas que se hallan en usted mismo. Al seguir las inclinaciones de su corazón natural se reduce a la servidumbre. El espíritu severo y torturador que alberga a veces, cercena su influencia. Hermano mío, usted tiene que hacer para sí mismo una obra que ninguna persona puede hacer por usted. Cada uno deberá dar cuenta de sí mismo a Dios. Él nos ha dado su ley como espejo en el cual podemos descubrir los defectos de nuestro carácter. No hemos de mirar este espejo con el propósito de ver reflejados los defectos de nuestro vecino ni de observar si él llega a la altura de la norma, sino para ver nuestras imperfecciones a fin de eliminarlas. El conocimiento no es todo lo que necesitamos; debemos seguir la luz. No se nos deja elegir por nuestra cuenta, para obedecer lo que nos agrada y desobedecer cuando nos conviene más. La obediencia es mejor que el sacrificio.