Queridos hermanos A: Por algunos meses he sentido que era tiempo de escribirles algunas cosas que el Señor se agradó en mostrarme respecto a ustedes hace varios años. Me fueron señalados sus casos en relación con los de otros que tuvieron que esforzarse con el fin de estar capacitados para el trabajo de presentar la verdad. Se me mostró que ustedes dos eran deficientes en los requisitos esenciales y que si no los reunían, su utilidad y la salvación de sus propias almas estarían en peligro. Ustedes tienen algunas fallas en sus caracteres que es muy importante que corrijan. Si descuidan de encargarse del trabajo resueltamente y con empeño, estos errores aumentarán y debilitarán grandemente su influencia en la causa y la obra de Dios, lo que finalmente tendrá como resultado la separación de ustedes de la obra de predicar la verdad que aman tanto.
En la visión que se me dio para B, se me mostró que él tenía un molde de carácter muy desafortunado. No había sido disciplinado y su temperamento no había sido subyugado. Se le había permitido tomar sus propias decisiones y hacer en gran medida lo que quería. Era muy deficiente en su reverencia a Dios y al hombre. Tenía un espíritu fuerte, insumiso, y una idea muy vaga de la gratitud debida a aquellos que estaban haciendo el máximo por él. Era extremadamente egoísta.
Se me mostró que un espíritu independiente, una voluntad firme e inflexible, una falta de reverencia y del debido respeto a otros, el egoísmo y una confianza propia demasiado grande, distinguen el carácter de la hermana A. Si ella no vigila estrechamente esos defectos en su carácter y los vence, seguramente no llegará a sentarse con Cristo en su trono.
Con respecto al hermano A, se me mostró que muchas de las cosas mencionadas en el Testimonio para B se aplican a usted. Se me señaló su vida pasada. Vi que desde niño usted ha sido confiado en sí mismo, terco y porfiado, y ha seguido sus propias ideas. Usted tiene un espíritu independiente, y le ha sido muy difícil ceder ante nadie. Cuando debía ceder frente a otros en su modo de actuar y en sus deseos, usted llevaba a cabo los asuntos en su propia manera precipitada. Usted ha sentido que era plenamente competente para pensar y actuar por sí mismo, independientemente. Ha aceptado y amado la verdad de Dios, la que ha hecho mucho por usted, pero no ha realizado toda la transformación necesaria para el perfeccionamiento del carácter cristiano. Cuando usted empezó primero a trabajar en la causa de Dios era más humilde y estaba dispuesto a ser aconsejado. Pero cuando comenzó a tener cierta medida de éxito, su confianza propia aumentó, y fue menos humilde y se volvió más independiente.
Cuando examinó la obra del pastor y la hermana White usted pensó que podía ver dónde habría hecho mejor que ellos. Usted ha albergado en su corazón sentimientos contra ellos. Era naturalmente escéptico, infiel, en sus sentimientos. Cuando examinó el trabajo de ellos y oyó los reproches dados a aquellos que estaban equivocados, se preguntó cómo aceptaría un testimonio directo como ése. Llegó a la conclusión de que no podría recibirlo, y comenzó a afirmarse en su resistencia a la manera de trabajar de ellos, y así abrió una puerta en su corazón para las sospechas, las dudas y para sentir celos de ellos y de su trabajo.
Usted llegó a albergar prejuicios contra el trabajo de ellos. Observó, y escuchó y reunió [toda la información] que pudo, y supuso mucho. Porque Dios le había dado una medida de éxito, comenzó a colocar su corta experiencia y labores en un nivel por encima de las labores del hermano White. Se jactaba de que, si estuviera en su lugar, podría hacer mucho mejor que él. Comenzó a agrandarse en sus propios ojos. Pensó que su conocimiento era mucho más extenso y valioso de lo que realmente era. Si hubiese tenido una centésima parte de la experiencia que el hermano White ha tenido en el trabajo, los cuidados y perplejidades reales, y en la experiencia de llevar cargas en esta causa, usted podría entender mejor su trabajo y estar mejor preparado para solidarizarse con él en sus labores, en vez de murmurar y albergar sospechas y tenerle celos.
En cuanto a su propio puesto de trabajo, debería desconfiar grandemente de usted mismo, no sea que falle en hacer su obra de un modo que sea acepto para Dios, no sea que falle en honrar la causa de la verdad en sus labores. Usted debiera, con humillación de alma, sentir [lo que sintió el apóstol]: "Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?" (2 Corintios 2:16) La razón por la que ustedes dos están tan listos para cuestionar y conjeturar respecto al trabajo del pastor White es porque conocen muy poco al respecto. Tan pocas cargas reales han recaído sobre sus almas, tan poca angustia genuina por la causa de Dios ha tocado sus corazones, tan poca perplejidad y verdadera aflicción han sobrellevado por otros, que no están mejor preparados para apreciar el trabajo del hermano White que lo que está un niño de diez años para entender los cuidados, ansiedad y trabajo fatigoso de su agobiado padre. El niño puede andar gozoso de espíritu porque no tiene la experiencia de su padre agobiado y lleno de inquietudes. Puede preguntarse el porqué de los temores y ansiedades del padre, que a él le parecen innecesarios; pero cuando se le añadan a su vida años de experiencia, cuando asuma y lleve sus verdaderas cargas, entonces podrá mirar retrospectivamente la vida de su padre y comprender lo que para él era misterioso en su niñez; porque la amarga experiencia le ha dado conocimiento.
Se me mostró que usted está en peligro de situarse por encima de la sencillez del trabajo y de colocarse sobre el pináculo. Usted siente que no necesita reprensión y consejo, y el lenguaje de su corazón es: "Soy capaz de juzgar, discriminar y determinar entre lo correcto y lo erróneo. No veré violados mis derechos. Nadie me dirá lo que tengo que hacer. Soy capaz de formar mis propios planes de acción. Soy tan bueno como cualquiera. Dios está conmigo y me da éxito en mis esfuerzos. ¿Quién tiene autoridad para interponerse en mi camino?" Le he oído declarar estas palabras cuando su caso estaba pasando delante de mí en visión, pero no dirigidas a ninguna persona, sino como si conversara con usted mismo. Mi ángel asistente repitió estas palabras, mientras los señalaba a ustedes dos: "De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos". (Mateo 18:3, 4)
Vi que la fuerza de los hijos de Dios está en su humildad. Cuando son pequeños en sus propios ojos, Jesús será para ellos su fuerza y su justicia, y Dios prosperará sus labores. Se me mostró que Dios probaría al hermano A. Le daría una medida de prosperidad; y si soportaba la prueba, si usaba provechosamente las bendiciones que Dios le dé, sin tomar honor para sí y sin volverse engreído, egoísta y lleno de confianza propia, el Señor continuaría dándole sus bendiciones por amor a su causa y para su propia gloria.
Vi, hermano A, que usted está en el mayor peligro de volverse orgulloso, lleno de justicia propia y de autosuficiencia, y de sentir que es rico y no necesita nada. A menos que se ponga en guardia contra estos puntos, el Señor le permitirá continuar su camino hasta que usted haga evidente a todos su debilidad. Será puesto en situaciones donde será severamente tentado si otros no lo consideran en una luz tan exaltada como usted se estima a sí mismo y su capacidad. Se me mostró que estaba pobremente preparado para tener mucha prosperidad y una medida grande de éxito. Sólo una conversión cabal hará la obra que necesita hacerse en su caso.
Se me ha mostrado que usted y su esposa son naturalmente egoístas. A menos que estén en guardia, están en constante peligro de pensar y actuar con referencia a ustedes mismos. Trazarán sus planes para su propia conveniencia, sin tener en cuenta cuánto pueden incomodar a otros. Están inclinados a ejecutar sus ideas y planes sin considerar los planes ni respetar los puntos de vista o sentimientos de otros. Ambos debieran cultivar la deferencia y el respeto a otros.
Hermano A, usted ha considerado que su trabajo era de una importancia demasiado grande como para rebajarse a fin de ocuparse en deberes domésticos. A usted no le agradan estos requerimientos. Los descuidó en sus días más juveniles. Pero estos pequeños deberes que usted descuida son esenciales para la formación de un carácter bien desarrollado.
Se me ha mostrado que nuestros ministros generalmente son deficientes en hacerse útiles en las familias donde son hospedados. Algunos dedican su mente al estudio porque aman esta ocupación. No sienten que Dios les ordena a los ministros el deber de ser una bendición en las familias que visitan, sino que muchos entregan su mente a los libros y se aíslan de la familia y no conversan con ellos sobre los temas de la verdad. Los intereses religiosos en la familia son apenas mencionados. Esto está totalmente mal. Los ministros que no llevan sobre sí la carga y los cuidados de la obra de publicaciones, y que no tienen las perplejidades y numerosas preocupaciones de todas las iglesias, no debieran sentir que su trabajo es excesivamente difícil. Debieran sentir el interés más profundo en las familias que visitan; no tendrían que sentir que deben ser mimados y servidos mientras no dan nada a cambio. Descansa una obligación sobre las familias cristianas de hospedar a los ministros de Cristo, y también los ministros que reciben la hospitalidad de amigos cristianos tienen el deber de sentirse bajo la obligación mutua de llevar sus propias cargas tanto como sea posible y no ser una carga para sus amigos. Muchos ministros abrigan la idea de que deben ser especialmente favorecidos y servidos, y los tales frecuentemente se ofenden y su utilidad se debilita al ser tratados como animalitos domésticos.
Hermano y hermana A, al estar entre sus hermanos ustedes demasiado frecuentemente acostumbran hacer arreglos placenteros para ustedes y seguir un curso de acción como para granjearse la atención de los demás, sin considerar las conveniencias o los inconvenientes de ellos. Están en peligro de hacer de ustedes el centro. Han recibido la atención y la consideración de otros cuando, para el bien de sus propias almas como también para el beneficio de otros, deberían haber dedicado más atención a los que han visitado. Tal proceder les habría dado por lejos mayor influencia, y habrían tenido la bendición de ganar más almas para la verdad.
Hermano A, usted tiene capacidad para presentar la verdad a otros. Tiene una mente investigadora, pero posee graves defectos de carácter, que he mencionado y que usted debe vencer. Usted descuida muchas de las pequeñas cortesías de la vida porque considera que no comprende que se requieran de usted esas pequeñas atenciones. Dios no quisiera que usted impusiera cargas a otros mientras descuida de ver y hacer las cosas que alguien debe hacer. No le resta dignidad a un ministro del evangelio traer leña y agua cuando se necesitan o practicar ejercicio al hacer el trabajo necesario en la familia donde se lo hospeda. Al no ver estos pequeños importantes deberes y no aprovechar la oportunidad para hacerlos, se priva de bendiciones reales y también priva a otros del bien que es privilegio de ellos recibir de él.
Algunos de nuestros ministros no practican una cantidad de ejercicio físico proporcional a las exigencias que le imponen a la mente. Como resultado sufren de debilidad. No hay una razón satisfactoria por la que la salud de los ministros que sólo tienen que cumplir los deberes corrientes que le incumben al ministro, debiera fallar. Sus mentes no están constantemente abrumadas con preocupaciones que causan perplejidad y con pesadas responsabilidades respecto a las importantes instituciones que hay entre nosotros. Vi que no hay ninguna razón real por la que debieran fallar en este importante período de la causa y de la obra si le dan la debida consideración a la luz que Dios les ha dado en cuanto a cómo trabajar y cómo practicar ejercicio, y si le dan la debida atención a su dieta. Algunos de nuestros ministros comen muy abundantemente y no hacen suficiente ejercicio como para liberarse de la materia de deshecho que se acumula en el sistema. Comerán y luego pasarán la mayor parte de su tiempo sentados, leyendo, estudiando o escribiendo, cuando una parte de su tiempo debiera dedicarse a un trabajo físico sistemático. Nuestros predicadores ciertamente tendrán graves problemas de salud a menos que sean más cuidadosos en no recargar el estómago con una cantidad demasiado grande de alimento, aunque sea saludable. Vi que ustedes, hermano y hermana A, corren peligro en este punto. El comer en exceso impide el libre flujo del pensamiento y las palabras, y esa intensidad de convicción que es tan necesaria a fin de grabar la verdad en el corazón del oyente. La indulgencia del apetito oscurece y esclaviza la mente, y embota las emociones santas del alma. Las facultades mentales y espirituales de algunos de nuestros predicadores se debilitan por causa de la alimentación inadecuada y la falta de ejercicio físico. Aquellos que apetecen grandes cantidades de comida no debieran complacer su apetito, sino que debieran practicar la abnegación y retener la bendición de músculos activos y cerebros que funcionan con toda libertad. El comer en exceso embota todo el ser al desviar las energías procedentes de los otros órganos para hacer el trabajo del estómago.
El fracaso de nuestros ministros al no ejercitar todos los órganos del cuerpo proporcionadamente hace que algunos se desgasten, mientras que otros están débiles a causa de la inacción. Si se permite que se desgaste casi exclusivamente un órgano o un conjunto de músculos, el que más se use llega a agotarse en exceso y a debilitarse grandemente. Cada facultad de la mente y cada músculo, tiene su función característica, y a todos se les requiere que se ejerciten por igual a fin de desarrollarse debidamente y para retener un vigor saludable. Cada órgano tiene su función que cumplir en el organismo viviente. Cada rueda en la maquinaria debe ser una rueda viviente, activa y que trabaje. Todas las facultades tienen una importancia interdependiente, y todas necesitan ejercitarse a fin de desarrollarse debidamente.
Hermanos A, ninguno de ustedes disfruta del trabajo físico, doméstico. Ambos necesitan cultivar un amor por los deberes prácticos de la vida. Esta educación es necesaria para su salud y aumentará su utilidad. Ustedes piensan demasiado en lo que comen. No debieran tocar esas cosas que les darán una calidad pobre de sangre; los dos tienen escrófula.
Hermano A, su amor por la lectura y su desagrado por el esfuerzo físico, mientras habla y ejercita su garganta, lo exponen a enfermedades de la garganta y los pulmones. Debiera precaverse y no hablar apresuradamente, machacando lo que tiene que decir como si tuviera que repetir una lección. No debiera permitir que el esfuerzo proceda de la parte superior de los órganos vocales, porque esto los agotará y los irritará constantemente, y colocará las bases para la enfermedad. La acción debiera afirmarse sobre los músculos abdominales. Los pulmones y la garganta debieran ser el canal, pero no debieran hacer todo el trabajo.
Se me mostró que la manera en que usted y su esposa comen producirá enfermedad, la cual, una vez que se haya fijado en ustedes, no será vencida fácilmente. Ustedes dos pueden resistir por años y no mostrar ninguna señal especial de quebrantamiento [del sistema], pero la causa será seguida por los seguros resultados. Dios no obrará un milagro a favor de ninguno de ustedes a fin de preservar su salud y la vida. Deben comer y estudiar y trabajar inteligentemente, siguiendo una conciencia iluminada. Todos nuestros predicadores debieran ser reformadores de la salud sinceros, genuinos, que no adopten las reformas meramente porque otros lo hacen, sino por principio, en obediencia a la Palabra de Dios. Dios nos ha dado gran luz sobre la reforma pro salud, la que nos pide a todos que respetemos. No envía luz para que sea rechazada o descuidada por su pueblo sin que ellos sufran las consecuencias.
Pioneros en la causa
Se me mostró que ninguno de ustedes realmente se conoce. Si Dios permitiera que el enemigo soltara su mano sobre ustedes, como lo hizo sobre su siervo Job, no encontraría en ustedes ese espíritu de firme integridad que encontró en Job, sino un espíritu de murmuración e incredulidad. Si hubieran estado radicados en Battle Creek durante la enfermedad de mi esposo, en el tiempo de la prueba de nuestros hermanos y hermanas allí, cuando Satanás ejerció un poder especial sobre ellos, ustedes dos habrían bebido en abundancia de su espíritu de celos y de crítica. Habrían estado entre ese grupo, tan celosos como el resto, para convertir a un hombre enfermo, agotado por las preocupaciones, paralítico, en un ofensor por una palabra.
Para compensar sus deficiencias ustedes se inclinan a magnificar y explayarse en los errores que ustedes suponen que existen en el hermano y la hermana White; y si tuvieran una oportunidad, como la tuvieron los de Battle Creek, se atreverían a ir a mayores extremos que lo que hicieron algunos de ellos en su malvada cruzada contra nosotros, porque ustedes tienen menos fe y menos reverencia que la que tenían algunos de ellos, y estarían menos inclinados a respetar nuestro trabajo y nuestra vocación.
Se me mostró que, a pesar de que tienen ante ustedes la triste experiencia y el ejemplo de otros que se han vuelto desleales y murmuradores y nos han criticado y nos han tenido celos, ustedes fallarían en ser advertidos por su ejemplo, y Dios probaría su fidelidad y revelaría los secretos de sus corazones. Se revelarían su desconfianza, sospechas y celos, y se expondrían sus debilidades, para que pudieran verlas y comprenderse ustedes mismos, si quisieran.
Los vi escuchando la conversación de hombres y mujeres, y vi que ustedes estaban sumamente complacidos en reunir sus puntos de vista e impresiones que fueran perjudiciales para nuestras labores. Algunos encontraban faltas en una cosa y otros en otra, como hicieron los murmuradores entre los hijos de Israel cuando Moisés era su dirigente. Algunos estaban censurando nuestra conducta, diciendo que no éramos tan conservadores como deberíamos serlo; que no tratábamos de agradar a la gente como podríamos hacerlo; que hablábamos demasiado directamente; que reprobábamos demasiado severamente. Algunos estaban hablando en cuanto al vestido de la hermana White, criticando insignificancias. Otros estaban expresando su insatisfacción con la conducta que seguía el hermano White, y se pasaban observaciones del uno al otro, cuestionando su comportamiento y encontrando faltas. Un ángel estaba ante estas personas, invisible para ellas, escribiendo diligentemente sus palabras en el libro que va a abrirse a la vista de Dios y de los ángeles.
Algunos están observando ansiosamente en busca de algo que les permita condenar a los esposos White, quienes han encanecido sirviendo a la causa de Dios. Algunos expresan su punto de vista de que el testimonio de la hermana White no puede ser digno de confianza. Esto es todo lo que algunas personas no consagradas desean. Los testimonios de reprensión han frenado su vanidad y orgullo; pero si se atrevieran, irían casi a cualquier extremo en materia de modas y orgullo. Dios les dará a todos una oportunidad tal para probarse ellos mismos y para desarrollar sus verdaderos caracteres.
Hace algunos años vi que aún tendríamos que enfrentar el mismo espíritu que surgió en Paris, Maine, y que nunca ha sido curado completamente. Ha estado inactivo, pero no está muerto. De tanto en tanto este espíritu de resuelta murmuración y rebeldía ha aflorado en diferentes individuos que en algún momento se han impregnado con su naturaleza malvada que nos ha seguido por años. Hermana A, en alguna medida usted ha acariciado este espíritu, y ha influido para moldear sus puntos de vista y sentimientos. Una infidelidad santurrona ha ido creciendo gradualmente en la mente de C, y ahora no es fácil, ni siquiera para ella, verse libre de la misma. Este mismo espíritu resuelto que mantuvo a D y a otros en Maine en un engaño fanático tan prolongado, contra toda influencia para guiarlos a la verdad, ha tenido una influencia poderosa, engañosa, sobre la mente de E en _____, y la misma influencia la ha afectado a usted. Usted era de ese temperamento calmo, decidido, inflexible que el enemigo podría afectar, y los mismos resultados, sólo que en un grado mayor, acompañarán a su influencia, si es errónea, como la que acompañó a la de la hermana E.
Sentimientos de sospechas, celos e incredulidad han ido por años ganando poder sobre su mente. Usted odia los reproches. Es muy sensible, y simpatiza inmediatamente por alguien que es reprobado. Este sentimiento no es santificado y no está movido por el Espíritu de Dios. Hermano y hermana A, se me mostró que cuando este espíritu de crítica y murmuración se desarrolle en ustedes, cuando esto se manifieste y aparezca la levadura de insatisfacción, celos e incredulidad que ha sido una maldición en la vida de E y su esposo, nosotros tendríamos una obra que hacer para enfrentarla decididamente y no darle ningún cuartel a ese espíritu; y que hasta que esto se desarrollara, yo debería guardar silencio, porque hay un tiempo para hablar y un tiempo para guardar silencio. Vi que si una aparente prosperidad acompañara a las labores del hermano A, a menos que él fuera un hombre cabalmente convertido, estaría en peligro de perder su alma. No ha llegado a respetar la posición ni las labores de otros; considera que él no se compara con nadie.
Se me mostró que continuamente aumentarán las tentaciones respecto a las labores de los esposos White. Nuestra obra es una obra peculiar, es de un carácter diferente a la de cualquier otro que trabaja en el campo. Dios no llama a los ministros que tienen que trabajar sólo con palabra y doctrina para que hagan nuestro trabajo, ni nos llama a nosotros para que hagamos sólo el trabajo de ellos. Cada uno de nosotros tenemos, en algunos respectos, un trabajo distinto. Dios se ha agradado en abrirme los secretos de la vida interior y los pecados ocultos de su pueblo. Se me ha impuesto el desagradable deber de reprender los errores y revelar los pecados ocultos. Cuando he sido impulsada por el Espíritu de Dios a reprobar los pecados que otros no sabían que existían, esto ha agitado los sentimientos naturales en el corazón de los no santificados. Mientras que algunos han humillado sus corazones ante Dios, y con arrepentimiento y confesión han abandonado sus pecados, otros han sentido surgir en su corazón un espíritu de odio. Su orgullo ha sido lastimado cuando se ha reprobado su conducta. Abrigan el pensamiento de que es la hermana White quien los está lastimando, en vez de sentir gratitud a Dios que en su misericordia les ha hablado a través de su humilde instrumento, para mostrarles sus peligros y sus pecados, con el fin de que puedan ponerlos a un lado antes que sea demasiado tarde para corregir los errores.
Algunos están listos para preguntar: ¿Quién le dijo estas cosas a la hermana White? Incluso me han hecho la pregunta a mí: ¿Le dijo alguien estas cosas? Pude contestarles: Sí; sí, el ángel de Dios me ha hablado. Pero lo que ellos quieren decir es: ¿Los hermanos y hermanas han estado exponiendo las faltas de ellos? Para el futuro, no empequeñeceré los testimonios que Dios me ha dado, para hacer explicaciones que traten de satisfacer a esas mentes tan estrechas, sino que trataré todas esas preguntas como un insulto al Espíritu de Dios. Dios ha visto conveniente ponerme en una posición en la que no ha colocado a ningún otro en nuestras filas. Me ha impuesto cargas de reprensión que no ha dado a ninguna otra persona. Mi esposo ha permanecido a mi lado para respaldar los Testimonios y dar su voz en unión con el testimonio de reprensión. Ha sido obligado a asumir una posición firme para rechazar la incredulidad y rebelión, que ha sido audaz y desafiante, y que derribaría cualquier testimonio que yo pudiera dar, porque los que eran reprobados se sintieron heridos y profundamente afectados por el reproche dado. Esto es exactamente como Dios lo planeó. Era su propósito que ellos se sintieran afectados. Era necesario que se sintieran así antes que sus corazones orgullosos se entregaran a sus pecados, para que ellos limpiaran sus corazones y vidas de toda iniquidad.
En cada movimiento de avance que Dios nos ha guiado para que efectuemos, en cada paso ganado por el pueblo de Dios, han estado listas las herramientas de Satanás entre nosotros, para dar un paso atrás y sugerir dudas e incredulidad, y para arrojar obstáculos en nuestro camino, a fin de debilitar nuestra fe y valor. Hemos tenido que mantenernos como guerreros, listos para forzar y pelear nuestro camino en medio de la oposición que se ha levantado. Esto ha hecho que nuestro trabajo sea diez veces más difícil de lo que habría sido de otro modo. Hemos tenido que mantenernos firmes e inflexibles como una roca. Esta firmeza ha sido interpretada como terquedad y obstinación. Dios nunca planeó que nos desviáramos, primero a la derecha y luego a la izquierda, para complacer las mentes de hermanos no consagrados. Él planeó que nuestro camino fuera recto. Una persona y otra han venido a nosotros, profesando tener una gran preocupación por nosotros para que vayamos por este camino o aquel otro, contrarios a la luz que Dios nos ha dado. ¿Qué habría pasado si hubiéramos seguido esas luces falsas e impresiones fanáticas? Seguramente, en tal caso, nuestro pueblo no debería haber puesto su confianza en nosotros. Tuvimos que poner nuestros rostros como pedernal de parte de lo recto y luego continuar en el trabajo y el deber.
Algunos entre nosotros han estado siempre listos para llevar los asuntos a los extremos, para extralimitarse en el blanco. Los tales parecen estar sin un ancla. Han perjudicado grandemente la causa de la verdad. Hay otros que parece que nunca tienen una posición donde puedan permanecer firmes y seguros, listos para batallar si es necesario cuando Dios llama a soldados fieles para que estén en el puesto del deber. Están aquellos que nunca atacarán al enemigo cuando Dios requiere que lo hagan. No harán nada hasta que otros hayan peleado la batalla y ganado la victoria por ellos, y entonces estarán listos para compartir el botín. ¿Cómo puede Dios confiar en tales soldados? Son considerados como cobardes en su causa.
Vi que este grupo no obtuvo ninguna experiencia para sí respecto a la guerra contra el pecado y Satanás. Estaban más inclinados a pelear contra los fieles soldados de Cristo que contra Satanás y su hueste. Si se hubieran ceñido la armadura y lanzado a la batalla, habrían ganado una experiencia valiosa que era su privilegio tener. Pero no tuvieron valor para contender por lo correcto, para arriesgar algo en la lucha, ni para aprender cómo atacar a Satanás y tomar sus baluartes. Algunos no tienen idea de cómo correr algún riesgo o aventurarse en algo. Pero alguien debe atreverse; alguien debe correr riesgos en esta causa. Aquellos que no se arriesgan ni se exponen a la censura estarán preparados para observar a los que llevan responsabilidades, y estarán listos, si hay algún asomo de oportunidad, para encontrar faltas en ellos y perjudicarlos, si pueden hacerlo. Ésta ha sido la experiencia del hermano y la hermana White en sus labores. Satanás y su hueste han estado en orden de batalla contra ellos, pero éstos no eran todos; cuando aquellos que deberían haberse colocado junto a ellos en la lucha los vieron sobrecargados y presionados sin medida, se dispusieron a unirse a Satanás en su obra para desanimarlos y debilitarlos y, de ser posible, expulsarlos del campo [de batalla].
Hermano y hermana A, se me ha mostrado que cuando ustedes han viajado han sido admirados y altamente estimados, y tratados con mayor respeto y deferencia de lo que convenía para su bien. No es natural para ustedes tratar con igual respeto a aquellos que han llevado las cargas que Dios ha puesto sobre ellos en su causa y trabajo. A ustedes dos les encanta la comodidad que tienen. No se inclinan a desviarse de su camino [para ayudar a otros] o a sufrir inconvenientes. Desean que las cosas se dispongan a su conveniencia. Tienen una gran autoestima y opiniones exaltadas de sus logros. No han tenido que soportar preocupaciones y cargas que causan perplejidad, ni han tenido que tomar decisiones importantes que afectaran los intereses de la causa de Dios, como ha sido la suerte de mi esposo. Dios lo ha hecho a él un consejero de su pueblo, para orientar a jóvenes como usted, que son como niños en la verdad. Y cuando usted tome esa humilde posición -- la cual un verdadero sentido de su real condición lo inducirá a tomar --, estará dispuesto a ser aconsejado. Es debido a las pocas responsabilidades que usted ha llevado que no comprende por qué el hermano White debiera sentir [la carga por la obra] más profundamente que usted. Existe sólo esta diferencia entre usted y él en este asunto: él ha invertido treinta de los mejores años de su vida en la causa de Dios, mientras que usted ha tenido apenas unos pocos años de experiencia, y comparativamente, no ha tenido que enfrentar ninguna de las penurias que él ha tenido que sufrir.
Después que los que dirigieron esta obra trabajaron duramente para preparar la verdad y alistar la tarea para facilitarles todo a ustedes, usted la abraza y sale a trabajar, presentando los preciosos argumentos que otros, con ansiedad inexpresable, han investigado para usted. Mientras se ha hecho amplia provisión para usted en lo que se refiere a recursos materiales -- sus salarios semanales seguros, no dejándole ninguna razón para sentir preocupación o ansiedad en esta área --, los pioneros de esta causa sufrieron privaciones de todo tipo. No tenían seguridad de nada. Dependían de Dios y de unos pocos [creyentes] leales que aceptaban sus labores. Mientras que usted tiene hermanos simpatizantes que lo sostienen y que aprecian plenamente su trabajo, los primeros obreros en esta causa no tenían sino muy pocos que los respaldaran. Podía contarse a todos en unos pocos minutos. Sabíamos lo que era estar hambrientos por falta de alimento y lo que era sufrir de frío por falta de vestimenta adecuada. Viajábamos toda la noche mediante transporte privado para visitar a los hermanos, porque no teníamos medios con los cuales sufragar los gastos de un hotel. Viajábamos largas distancias a pie, vez tras vez, porque no teníamos dinero para alquilar un carruaje. ¡Oh, cuán preciosa nos era la verdad! ¡Cuán valiosas las almas compradas por la sangre de Cristo!
No nos quejamos por padecer sufrimientos en aquellos días de estrecha necesidad y perplejidad, lo que hacía necesario el ejercicio de la fe. Fueron los días más felices de nuestra vida. Allí aprendimos la sencillez de la fe. Allí, mientras estábamos en aflicción, probamos al Señor. Él era nuestro consuelo. Él era para nosotros como la sombra de un gran peñasco en tierra calurosa. Es desafortunado que usted, mi hermano, y nuestros ministros jóvenes en general, no hayan tenido una experiencia similar en privaciones, en pruebas y en necesidad; porque una experiencia tal sería para usted más valiosa que casas o tierras, oro o plata.
Cuando nos referimos a nuestra experiencia pasada de trabajo excesivo y de necesidades, de trabajar con nuestras manos para sostenernos y publicar la verdad al mismo comienzo de la obra, algunos de nuestros predicadores jóvenes de apenas unos pocos años de experiencia en la obra parecen sentirse molestos y nos acusan de jactarnos de nuestras propias obras. La razón de esto es que sus propias vidas han estado tan exentas de preocupaciones agobiadoras, de necesidades y renunciamiento, que no saben cómo simpatizar con nosotros, y el contraste no es compatible con sus sentimientos. El conocimiento de la experiencia de otros, que contrasta tan ampliamente con su propio curso de acción, no les permite ver sus labores en una luz tan favorable como ellos quisieran. Cuando comenzamos este trabajo ambos teníamos una salud débil. Mi esposo era dispéptico; sin embargo, tres veces al día, con fe, le pedíamos a Dios fuerza. Mi esposo salía a cortar heno con su guadaña y, con la fuerza que Dios le daba en respuesta a nuestras oraciones previas, ganaba en la siega los medios suficientes para compramos ropa pulcra y sencilla, y para pagar nuestro pasaje a un Estado distante a fin de presentar la verdad a nuestros hermanos. Tenemos derecho para referirnos al pasado, como hizo el apóstol
Pablo: "Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso. Por la verdad de Cristo que está en mí, que no se me impedirá esta mi gloria en las regiones de Acaya". (2 Corintios 11:9, 10) Al referirnos a nuestra experiencia pasada, llevamos a cabo la exhortación del apóstol a los Hebreos: "Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante". (Hebreos 10:32, 33)
Nuestras vidas están entretejidas con la causa de Dios. No tenemos otros intereses aparte de esta obra. Y cuando vemos el progreso que ha hecho la causa desde un comienzo muy pequeño, avanzando lenta pero seguramente a una posición de fuerza y seguridad; cuando vemos el éxito de la causa en la cual nos hemos afanado, y sufrido, y casi sacrificado nuestras vidas, ¿quién nos impedirá o prohibirá nuestra jactancia en Dios? Nuestra experiencia en esta causa nos es valiosa. Hemos invertido todo en ella.
Moisés era el hombre más manso que haya vivido; sin embargo, a causa de las murmuraciones de los hijos de Israel, se vio repetidamente forzado a hacer mención de la conducta pecaminosa del pueblo después de dejar Egipto, y a vindicar su propia conducta como el líder de ellos. Justo antes de dejar al pueblo de Israel, cuando estaba a punto de morir, repitió ante ellos su trayectoria de rebelión y murmuración desde que habían dejado Egipto, y cómo su interés y amor por ellos lo habían inducido a interceder ante Dios en su favor. Les mencionó cómo le había rogado fervientemente al Señor que le permitiera pasar el Jordán y entrar en la Tierra Prometida; "pero Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me escuchó". (Deuteronomio 3:26) Moisés presentó ante ellos sus pecados, y les dijo: "Rebeldes habéis sido a Jehová desde el día que yo os conozco". (Deuteronomio 9:24) Les refirió cuántas veces había intercedido ante Dios y humillado su alma en angustia a causa de sus pecados.
Era el plan de Dios que Moisés le recordara frecuentemente a Israel sus transgresiones y rebelión, para que pudieran humillar sus corazones ante Dios por causa de sus pecados. El Señor no quería que olvidaran los errores y pecados que habían provocado su ira contra ellos. El recuerdo de sus transgresiones y de las misericordias y bondades de Dios que ellos no habían apreciado, no complacía sus sentimientos. No obstante, Dios indicó que esto debía hacerse.
Se me mostró que a jóvenes como usted, que no han tenido sino pocos años de experiencia imperfecta en la causa de presentar la verdad, Dios no les confiará la tarea de llevar responsabilidades pesadas ni que sean dirigentes en esta obra. Los tales debieran manifestar gran discreción y no adoptar posiciones que estén en pugna con el juicio y las opiniones de aquellos de experiencia madura, cuyas vidas han estado entretejidas con la causa de Dios casi tantos años como los que usted ha vivido y que han tenido una parte activa en esta obra desde su pequeño comienzo. Dios no seleccionará a hombres de poca experiencia y de considerable confianza propia para que dirijan esta obra sagrada, importante. Mucho está en juego aquí. Hombres que han tenido poca experiencia en los sufrimientos, pruebas, oposición y privaciones que se han soportado para llevar la obra hasta su condición actual de prosperidad deberían desconfiar grandemente de ellos mismos.
Los jóvenes que ahora se ocupan de la obra de predicar la verdad deberían cultivar la modestia y la humildad. Deberían tener cuidado de no exaltarse, para no ser derrocados. Se los hará responsables por la clara luz de verdad que ahora brilla sobre ellos. Vi que a Dios le desagrada la disposición que tienen algunos de murmurar contra las personas que han peleado las batallas más pesadas para bien de ellos y que han soportado tanto al comienzo del mensaje, cuando el progreso de la obra era muy difícil.
Dios considera a los obreros de experiencia, que han trabajado esforzadamente bajo el peso y las cargas opresivas cuando había pocos que ayudaran a llevarlas, y él cuida celosamente a los que han demostrado ser fieles. Siente desagrado por aquellos que están listos para encontrar faltas y reprobar a los siervos de Dios que han encanecido en la edificación de la causa de la verdad presente. Sus reproches y murmuraciones, jóvenes, seguramente se levantarán en contra de ustedes en el día de Dios. Mientras Dios no haya puesto sobre ustedes pesadas responsabilidades, no actúen en forma inapropiada y no confíen en su propio juicio independiente, ni asuman responsabilidades para las que no son idóneos.
Querido hermano y hermana, ustedes necesitan cultivar la vigilancia y la humildad, y ser diligentes en oración. Cuanto más cerca vivan de Dios, más claramente discernirán sus debilidades y peligros. Una comprensión práctica de la ley de Dios, un discernimiento claro de la expiación de Cristo, les permitirá conocerse y les mostrará lo que les falta para perfeccionar un carácter cristiano. En síntesis, ambos necesitan una experiencia diaria en la práctica de la voluntad de Dios hacia ustedes. Cuando vean su gran carencia espiritual comprenderán el hecho de que la depravación humana, especificada en la Palabra de Dios, se aplica ciertamente en su experiencia. Ustedes dos son farisaicos y están en peligro de permanecer voluntaria y terriblemente a oscuras respecto a sus peligros y a su verdadera situación ante Dios.
Ambos necesitan aprender los deberes que les incumben en las diversas circunstancias y relaciones de la vida. Ustedes han descuidado sus deberes para con Dios y para con el hombre. Necesitan mucho conocerse ustedes mismos. La ignorancia de sus propios corazones los conduce a descuidar la necesidad de una experiencia diaria y diligente en la vida divina. En cierta medida ustedes descuidan la importancia de que los acompañe constantemente una influencia divina. Esto es absolutamente necesario al hacer la obra de Dios. Si descuidan esto y actúan con confianza propia y autosuficiencia, serán abandonados para cometer errores muy grandes. Necesitan valorar constantemente la humildad de mente y un espíritu de dependencia. El que siente su propia debilidad mirará por encima de sí mismo y sentirá la necesidad de una constante fuerza que viene de arriba. La gracia de Dios lo guiará para ejercitar y acariciar un espíritu de constante gratitud. El que está mejor familiarizado con su propia debilidad sabrá que sólo la gracia incomparable de Dios es lo que triunfará sobre la rebelión del corazón.
Ustedes necesitan familiarizarse con los puntos débiles que hay en sus caracteres como también con los fuertes, para que puedan estar constantemente en guardia, no sea que se ocupen en empresas y asuman responsabilidades para las que Dios nunca los destinó. No debieran comparar sus acciones y medir sus vidas por ninguna norma humana, sino con la regla del deber revelada en la Biblia. Ustedes tienen una obra que hacer, hermano y hermana A, que nunca han soñado que era necesaria. Por años han estado acariciando tentaciones y celos respecto a nosotros y nuestro trabajo. Esto no es agradable a Dios. Pueden pensar que creen en los Testimonios que Dios ha dado, pero la incredulidad en cuanto a que sean de Dios está ganando terreno en ustedes.
Sus labores, hermano A, serían más efectivas en la conversión de las almas a la verdad si se explayara sobre los aspectos prácticos, así como sobre los teóricos, teniendo los elementos vivientes y provechosos en su propio corazón y cumpliéndolos en su propia vida. Usted necesita aferrarse más firmemente al poder que viene de arriba. Depende demasiado de lo que lo rodea. Si tiene una congregación grande, se siente inspirado y desea dirigirles la palabra. Pero a veces sus congregaciones disminuyen, su espíritu se hunde y tiene poco valor para trabajar. Seguramente algo le falta. Su asidero no es suficientemente firme en Dios. Algunas de las verdades más importantes en las enseñanzas de Cristo fueron predicadas por él a una sola mujer samaritana que vino a extraer agua cuando él, estando cansado, se sentó junto al pozo para descansar. La fuente de aguas vivas estaba dentro de él. La fuente de aguas vivas debe estar en nosotros, brotando para refrescar a las personas que son puestas bajo nuestra influencia.
Cristo buscaba a los hombres doquiera pudiera encontrarlos: en las calles públicas, en las casas particulares, en las sinagogas, junto al mar. Trabajaba todo el día, predicando a la multitud y sanando a los enfermos que eran traídos ante su presencia; y frecuentemente, después que había despedido a la gente para que regresaran a sus hogares a descansar y dormir, él pasaba la noche entera en oración para salir por la mañana y renovar sus labores. Oh, hermano y hermana, en realidad ustedes no saben nada de abnegación y sacrificio propio por Cristo y por causa de la verdad. Deben depender más plenamente de Dios y menos de sus propias habilidades. Necesitan ocultarse en Dios.
Usted se siente inclinado, hermano A, a reprender severamente y formar sus propias conclusiones en cuanto a otras personas, especialmente si su camino se cruza con el de ellos; y, de acuerdo con su punto de vista sobre el caso, usted a veces los trata de un modo despiadado. Usted no ha sido un hombre bondadoso, compasivo, cortés, como lo fue su Ejemplo. Necesita ablandar su espíritu, ser más cortés y amable, y tener una mayor benevolencia desinteresaPioneros da. Necesita que su alma tenga una comunión más estrecha con Dios mediante la oración ferviente combinada con la fe viviente. Cada oración ofrecida con fe eleva al suplicante por encima de las dudas desanimadoras y las pasiones humanas. La oración da fuerza para renovar el conflicto con las potencias de las tinieblas, para llevar pruebas pacientemente y para soportar rigores como buenos soldados de Cristo.
Mientras usted consulte con sus dudas y temores, o trate de resolver todo lo que no puede ver claramente antes de tener fe, sus perplejidades sólo aumentarán y se profundizarán. Si acude a Dios, sintiéndose impotente y dependiente, tal como realmente es, y en una oración humilde y confiada le da a conocer sus necesidades a Aquel cuyo conocimiento es infinito, que ve todo lo que hay en la creación y que gobierna todo por su voluntad y palabra, él puede atender su clamor y lo hará, y dejará que brille la luz en su corazón y a su alrededor; porque a través de la oración sincera su alma es puesta en conexión con la mente del Infinito. Puede ser que usted no tenga una evidencia notable del momento en que el rostro de su Redentor se inclina sobre usted con compasión y amor, pero esto es así. Puede ser que usted no sienta su toque visible, pero su mano está sobre usted con amor y ternura compasiva.
Dios los ama a ambos y quiere salvarlos con una salvación abundante. Pero esto no sucederá en la manera como ustedes piensan, sino en la manera designada por Dios. Ustedes deben cumplir con las condiciones expuestas en las Escrituras de verdad, y Dios cumplirá su parte tan ciertamente como su trono es seguro. Debido a que las admoniciones que Dios envía a su pueblo son humillantes para la naturaleza humana, usted no debe, mi hermano, rebelarse contra estos reproches y advertencias. Necesita morir diariamente, para experimentar una crucifixión diaria del yo.
De acuerdo con la luz que Dios me ha dado en visión, la maldad y el engaño están aumentando entre el pueblo de Dios que profesa guardar sus mandamientos. Está disminuyendo entre el pueblo de Dios el discernimiento espiritual para ver el pecado tal como existe y para luego expulsarlo del campamento; y la ceguera espiritual está cayendo rápidamente sobre ellos. Debe revivirse el testimonio directo que separará de Israel a los que siempre han estado en guerra con los medios que Dios ha establecido para mantener la corrupción fuera de la iglesia. Los errores deben llamarse errores. Los pecados serios deben llamarse por el nombre que corresponde. Todo el pueblo de Dios debiera acercarse a él y lavar las ropas de su carácter en la sangre del Cordero. Entonces verán el pecado en la verdadera luz y comprenderán cuán ofensivo es a la vista de Dios.
A nuestros primeros padres, cuando fueron tentados, les pareció un asunto insignificante transgredir la orden de Dios en un pequeño acto y comer de un árbol que era hermoso a la vista y agradable al paladar. Para los transgresores éste era apenas un acto pequeño, pero destruyó su lealtad a Dios y abrió un diluvio de dolor y culpa que inundó el mundo. ¡Quién puede saber, en el momento de la tentación, las terribles consecuencias que resultarán de un solo paso equivocado, precipitado! Nuestra única seguridad se encuentra en estar protegidos por la gracia de Dios en todo momento, y en no extinguir nuestro discernimiento espiritual de modo que llamemos a lo malo bueno, y a lo bueno malo. Sin vacilación o discusión, debemos cerrar y guardar las avenidas del alma contra el mal.
Nos costará un esfuerzo asegurarnos la vida eterna. Es sólo por un esfuerzo largo y perseverante, por penosa disciplina y severo conflicto que seremos vencedores. Pero si paciente y decididamente, en el nombre del Conquistador que triunfó en nuestro favor en el desierto de la tentación, vencemos como él venció, tendremos la vida eterna. Nuestros esfuerzos, nuestra abnegación, nuestra perseverancia, deben estar en proporción al valor infinito del objetivo que estamos persiguiendo.
No deben permitir que su amor propio les impidan a ustedes mismos y a otros percibir que están en el error puesto que no ven nada que condenar en las apariencias externas. Dios ve; él puede leer los motivos y propósitos del alma. Les imploro en el nombre de nuestro Maestro, que nos ha llamado y asignado nuestro trabajo, que se aparten y nos dejen hacer la obra que Dios nos ha encomendado. Reserven sus palabras de simpatía y compasión para quienes realmente las merecen: los que están impulsados por el Espíritu de Dios para mostrar a su pueblo sus transgresiones y a la casa de Israel sus pecados. En estos últimos días el error y el pecado se aceptan más fácilmente que la verdad y la justicia. Se requiere ahora que los soldados de Cristo se ciñan la armadura cristiana y rechacen la oscuridad moral que está inundando el mundo.
Dios les dará a ambos victorias preciosas si se rinden enteramente a él y permiten que su gracia subyugue sus corazones orgullosos. Su justicia propia no les aprovechará de nada ante Dios. Nada debiera hacerse irregularmente o con un espíritu arrebatado. No pueden corregirse los errores ni hacerse reformas de carácter mediante unos pocos esfuerzos débiles e intermitentes. La santificación no es una obra de un día o un año, sino de toda la vida. Sin esfuerzos continuos y actividad incesante, no puede haber progreso en la vida divina, ni obtenerse la corona del vencedor. Estamos preparándonos para el juicio, y no es seguro trabajar con nuestra propia sabiduría ni confiar en nuestro propio criterio. Con el espíritu de confianza propia que ahora poseen, ninguno de ustedes podría ser feliz en el cielo; porque allí todos, aun los ángeles exaltados, están subordinados. Ustedes tienen que aprender todavía la subordinación y la sumisión. Ambos deben ser transformados por la gracia de Dios.
Hermana A, vi que usted debiera cuidar de no abrir una puerta de tentación a su esposo, que no pueda cerrar a voluntad. Es más fácil invitar al enemigo a sus corazones que despedirlo después que ha ocupado el territorio. Su orgullo se hiere fácilmente y usted necesita acercarse a Dios y buscar gracia fervientemente -- la gracia divina --, para soportar las privaciones como un buen soldado de Jesucristo. Dios será su ayudador si lo elige a él como su fuerza. Ambos debieran cultivar una mayor devoción a Dios. La única manera de velar humildemente es velar con oración. No piensen por un momento que pueden sentarse cómodamente y gozar de la vida, y pensar en su propio placer y conveniencia. La vida de Cristo es nuestro ejemplo. Él era un hombre de dolores y experimentado en quebrantos; fue herido y lastimado. Ustedes están demasiado satisfechos con su posición. Necesitan constante vigilancia, no sea que Satanás los seduzca mediante sus sutilezas, corrompa sus mentes y los haga caer en contradicciones y en una grosera oscuridad. Su vigilancia debiera caracterizarse por un espíritu de humilde dependencia de Dios. No debiera realizarse con un espíritu orgulloso y de confianza propia, sino con un sentido profundo de su debilidad personal y una confianza infantil en las promesas de Dios.
Ahora es una tarea fácil y placentera predicar la verdad del mensaje del tercer ángel, en comparación con lo que era cuando recién comenzó a proclamarse, cuando los Números eran pocos y se nos miraba como fanáticos. Aquellos que llevaban la responsabilidad del mensaje durante sus comienzos y progreso inicial del mensaje sabían lo que eran conflictos, aflicción y angustia del alma. La carga pesaba sobre ellos día y noche. No pensaban en descanso ni en conveniencias, aunque estaban abrumados por el sufrimiento y la enfermedad. La brevedad del tiempo requería actividad y los obreros eran pocos.
Frecuentemente, cuando teníamos que vernos en situaciones de apremio, pasábamos toda la noche en oración ferviente y agonizante, con lágrimas, en busca de la ayuda de Dios y de luz que resplandeciera sobre su Palabra. Cuando llegaba la luz y las nubes habían sido rechazadas, ¡qué gozo y qué felicidad agradecida descansaba sobre los ansiosos y fervientes investigadores! Nuestra gratitud a Dios era tan completa como había sido nuestro ferviente y anhelante clamor por luz. Algunas noches no podíamos dormir porque nuestros corazones estaban desbordando de amor y gratitud a Dios.
Los hombres que salen ahora a predicar la verdad tienen a su disposición materiales que han sido preparados para ellos. No pueden ahora experimentar privaciones como las que soportaron los obreros en la verdad presente antes que ellos. La verdad ha sido publicada, eslabón tras eslabón, hasta formar una cadena clara y unida. Presentar la verdad con tal claridad y armonía ha requerido cuidadosa investigación. La oposición, sumamente amarga y resuelta, condujo a los siervos de Dios al Señor y a sus Biblias. Ciertamente les fue preciosa la luz que vino de Dios.
Se me ha mostrado que la razón por la que algunos no pueden distinguir lo bueno es porque han halagado durante mucho tiempo al enemigo que ha trabajado lado a lado con ellos mientras no han discernido su poder. A veces parece difícil esperar pacientemente hasta que llega el tiempo de Dios para vindicar el bien. Pero se me ha mostrado que si nos volvemos impacientes perdemos una rica recompensa. Como fieles labradores en el gran campo de Dios, debemos sembrar con lágrimas y ser pacientes y llenos de esperanza. Debemos enfrentar problemas y tristezas. Tentaciones y trabajos penosos afligirán el alma, pero debemos esperar pacientemente con fe para cosechar con gozo. Durante la victoria final Dios no necesitará a las personas que en tiempos de riesgo y peligro no se encuentran en ninguna parte, cuando se requieren la fuerza, el valor y la influencia de todos para arremeter contra el enemigo. Aquellos que permanecen como soldados fieles para batallar contra el mal y vindicar el bien, luchando contra principados y potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en los lugares celestes, recibirá cada uno la alabanza del Maestro: "Bien, buen siervo y fiel;... entra en el gozo de tu Señor". (Mateo 25:21)
Nunca hubo mayor necesidad de advertencias y reprensiones fieles, y un trato estricto y directo, como en este tiempo. Satanás ha descendido con gran poder, sabiendo que tiene poco tiempo. Está inundando el mundo con fábulas agradables, y al pueblo de Dios le encanta que se le hablen cosas halagadoras. El pecado y la iniquidad no son aborrecidos. Se me mostró que el pueblo de Dios debe hacer esfuerzos más firmes y resueltos para rechazar las tinieblas que están por llegar. Se necesita ahora como nunca antes la obra cabal del Espíritu de Dios. Hay que liberarse de toda tontería. Debemos despertar del letargo que traerá nuestra destrucción a menos que lo resistamos. Satanás tiene una influencia poderosa, dominante, sobre las mentes. Los predicadores y la gente están en peligro de ser hallados del lado de las potestades de las tinieblas. No hay tal cosa ahora como una posición neutral. Estamos decididamente en favor de lo bueno o decididamente de parte de lo malo. Cristo dijo: "El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama". (Mateo 12:30)
Siempre se encontrarán aquellos que simpatizarán con los que están equivocados. Satanás tuvo simpatizantes en el cielo, y tomó consigo una gran cantidad de los ángeles. Dios y Cristo y los ángeles celestiales estaban de un lado, y Satanás del otro. Pese al poder infinito y a la majestad de Dios y de Cristo, hubo ángeles que se volvieron desleales. Las insinuaciones de Satanás tuvieron efecto y ellos realmente llegaron a creer que el Padre y el Hijo eran sus enemigos y que Satanás era su benefactor. Satanás tiene el mismo poder y el mismo control sobre las mentes ahora, sólo que lo ha centuplicado mediante el ejercicio y la experiencia. Actualmente los hombres y las mujeres son engañados, cegados por sus insinuaciones y ardides, y no lo saben. Al dar lugar a las dudas y la incredulidad respecto a la obra de Dios, y al acariciar sentimientos de desconfianza y celos crueles, se están preparando para un engaño completo. Se levantan con sentimientos amargos contra aquellos que se atreven a hablar de sus errores y reprobar sus pecados.
Aquellos que en el temor de Dios se han aventurado a enfrentar fielmente el error y el pecado, llamando al pecado por el nombre que le corresponde, han cumplido con un deber desagradable que les ha acarreado gran sufrimiento emocional: consiguen la simpatía de unos pocos y sufren el menosprecio de muchos. Pero los simpatizantes de los pecadores reprendidos están del lado equivocado y cumplen los propósitos de Satanás para derrotar el designio de Dios.
Las reprensiones siempre lastiman la naturaleza humana. Sin embargo muchas son las almas que han sido destruidas por la simpatía imprudente de sus hermanos; porque, debido a que los hermanos simpatizaron con ellos, pensaron que ciertamente se había abusado de ellos, y que el reprensor estaba completamente equivocado y demostraba mal espíritu. La única esperanza para los pecadores en Sion es ver completamente sus errores y confesarlos, y apartarse de ellos. Los que se interponen para destruir el filo del reproche cortante que Dios envía, diciendo que el reprensor estaba parcialmente equivocado y que el reprobado no estaba justamente en lo correcto, agradan al enemigo. Cualquier medio que Satanás pueda idear para hacer que los reproches pierdan completamente su efecto, logrará su propósito. Algunos culparán al que Dios ha enviado con un mensaje de advertencia, diciendo: Es demasiado severo; y al hacerlo, llegan a ser responsables por el alma del pecador a quien Dios deseaba salvar, y a quien, porque lo amaba, envió una corrección para que pudiera humillar su alma ante Dios y desechar sus pecados. Estos falsos simpatizantes tendrán una cuenta que arreglar con el Maestro en una ocasión futura por su obra de muerte.
Hay muchos que profesan creer la verdad, que están ciegos hacia sus propios peligros. Acarician la iniquidad en sus corazones y la practican en sus vidas. Sus amigos no pueden leer sus corazones, y frecuentemente piensan que los tales están en lo correcto. Black Hawk, Colorado, 12 de agosto de 1873.