Se me han mostrado algunas cosas en cuanto a la familia del hermano I, que me han preocupado tan fuertemente desde que estoy en este lugar, que me atrevo a expresarlas por escrito. Se me ha mostrado, hermano I, que en su familia hay un elemento de egoísmo que se adhiere a ustedes como la lepra. Este egoísmo debe ser descubierto y vencido, porque es un pecado grave a la vista de Dios. Como familia ustedes han tenido en cuenta por tanto tiempo sus propios deseos, sus propios placeres y conveniencias, que no sienten que otros tienen derechos sobre ustedes. Sus pensamientos, planes y esfuerzos son para el beneficio de ustedes. Viven para el yo; no cultivan la benevolencia desinteresada, la cual, si la ejercitaran, aumentaría y se fortalecería hasta ser su delicia vivir para el bien de otros. Sentirían que tienen un objetivo en la vida, un propósito que les traería ganancias de mayor valor que el dinero. Ustedes necesitan tener un interés más especial por la humanidad, y al hacerlo pondrían sus almas en una conexión más estrecha con Cristo y serían imbuidos de tal manera con su Espíritu y se unirían a él con una tenacidad tan firme que nada podría separarlos de su amor.
Cristo es la Vid viviente; y si ustedes son los sarmientos de esa Vid, el alimento vivificador que corre por ella los alimentará para que no sean improductivos o infructíferos. Ustedes, como familia y como individuos, se han vinculado abiertamente con el servicio de Cristo; y sin embargo son pesados en las balanzas del santuario y hallados faltos. Todos ustedes necesitan experimentar una transformación completa antes que puedan hacer esas cosas que los cristianos altruistas y consagrados debieran hacer. Nada sino una conversión cabal puede darles un sentido correcto de sus defectos de carácter. En gran medida, todos ustedes tienen el espíritu y amor del mundo. Dice el apóstol Juan: "Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él". (1 Juan 2:15) Su espíritu egoísta estrecha y empequeñece sus mentes restringiéndolas a sus propios intereses. Necesitan una religión pura e incontaminada. La sencillez de la verdad los inducirá a sentir compasión ante las aflicciones ajenas. Están aquellos que necesitan su comprensión y amor. Cultivar esos rasgos de carácter es parte del trabajo de la vida que Cristo nos ha dado a todos para que hagamos.
Dios no lo excusará por no tomar la cruz y practicar la abnegación haciendo bien a otros con motivos desinteresados. Si se esfuerza para practicar la abnegación requerida de los cristianos, usted puede, por la gracia de Dios, estar calificado para ganar almas para Cristo. Dios tiene derechos sobre usted a los que nunca ha respondido. Hay muchos a nuestro alrededor que tienen hambre de comprensión y amor. Pero, como muchos otros, usted ha estado casi desprovisto de ese amor humilde que fluye naturalmente en compasión y solidaridad por los destituidos, los sufrientes y los necesitados. El rostro humano en sí mismo es un espejo del alma, leído por otros, y tiene una influencia reveladora sobre ellos para el bien o para el mal. Dios no nos pide a ninguno de nosotros que observemos a nuestros hermanos y nos arrepintamos de sus pecados. Nos ha dejado un trabajo para hacer, y nos pide que lo hagamos resueltamente, en su temor, con el solo propósito de buscar su gloria.
Toda persona, ya sea fiel o no, debe dar a Dios razón de sí, no de otros. El ver faltas en otros profesos cristianos y condenar su conducta no nos excusará ni contrapesará siquiera un error nuestro. No debiéramos convertir a otros en nuestro criterio ni excusar nada en nuestra conducta porque otros han hecho mal. Dios nos ha dado nuestra propia conciencia. En su Palabra han sido expuestos grandes principios, que son suficientes para guiarnos en nuestra trayectoria cristiana y conducta general. Ustedes, mis queridos amigos, como familia, no han guardado los principios de la ley de Dios. Nunca han sentido la carga del deber que le incumbe al hombre respecto a sus semejantes.
"Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo:
"Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo". (Lucas 10:25-37)
Aquí nuestro Salvador, de la manera más sencilla, expresa claramente las condiciones para heredar la vida eterna. El hombre que fue herido y robado representa a aquellos que necesitan nuestro interés, comprensión y apoyo. Si descuidamos los casos de los necesitados y desafortunados cuya situación viene a nuestro conocimiento, no importa quiénes puedan ser, no tenemos seguridad de la vida eterna; porque no satisfacemos las demandas que Dios nos hace. No manifestamos compasión y comprensión por la gente porque quizás ellos no son amigos ni parientes nuestros. Han sido hallados transgresores del segundo gran mandamiento, del cual dependen los últimos seis mandamientos. Cualquiera que ofende en un punto es culpable de todos. Aquellos que no abren sus corazones a las necesidades y sufrimientos de la humanidad no abrirán sus corazones a las demandas de Dios como se las declara en los primeros cuatro preceptos del Decálogo. Los ídolos reclaman el corazón y los afectos, y Dios no es honrado ni reina supremo.
Ustedes, como familia, han fracasado tristemente. En el sentido más estricto, no son observadores de los mandamientos. Pueden ser enteramente exactos en algunas cosas, sin embargo descuidan los asuntos más importantes: el juicio, la misericordia y el amor de Dios. Aunque las costumbres del mundo no son nuestro criterio, sin embargo se me ha mostrado que la comprensión compasiva y la benevolencia del mundo hacia los desafortunados en muchos casos avergüenzan a los profesos seguidores de Cristo. Muchos manifiestan indiferencia hacia aquellos a quienes Dios ha colocado entre ellos con el propósito de probarlos, y revelar lo que está en sus corazones. Dios lee. Él anota cada acto de egoísmo, cada acto de indiferencia hacia los afligidos, las viudas y los huérfanos; y anota junto a sus nombres: "Culpables, deficientes, transgresores de la ley". Seremos recompensados según hayan sido nuestras obras. Cualquier descuido del deber hacia los necesitados y los afligidos es un descuido del deber hacia Cristo en la persona de sus santos.
Cuando los casos de todos pasen en revista ante Dios, no se formulará la pregunta: ¿Qué profesaron?, sino, ¿qué hicieron? ¿Han sido hacedores de la Palabra? ¿Han vivido egoístamente, o han practicado obras de benevolencia, actos de bondad y amor, dando preferencia a otros antes que a ustedes mismos, y negándose para poder bendecir a otros? Si el registro muestra que ésta ha sido su vida, que sus caracteres se han distinguido por la ternura, la abnegación y la benevolencia, recibirán la bendita certeza y bendición de Cristo: "Bien hecho". "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo". (Mateo 25:34) Cristo se ha apenado y ha sido herido debido a su manifiesto amor egoísta y su indiferencia hacia las aflicciones y necesidades de otros.
Muchas veces nuestros esfuerzos en favor de otros pueden ser pasados por alto y aparentemente perderse. Pero esto no debiera ser ninguna excusa para que nos cansemos de hacer el bien. Cuán a menudo Jesús ha venido para encontrar fruto en las plantas que están bajo su cuidado y no ha encontrado sino hojas. Podemos chasquearnos ante el resultado de nuestros mejores esfuerzos, pero esto no debiera inducirnos a ser indiferentes ante las aflicciones de otros y a no hacer nada. "Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová, al socorro de Jehová contra los fuertes". (Jueces 5:23) ¡Cuán a menudo Cristo se chasquea con aquellos que profesan ser sus hijos! Les ha dado evidencias inequívocas de su amor. Él se hizo pobre, para que mediante su pobreza nosotros pudiéramos ser enriquecidos. Murió por nosotros para que pudiéramos no perecer, sino tener vida eterna. ¿Qué habría pasado si Cristo se hubiera negado a llevar nuestra iniquidad porque fue rechazado por muchos y porque tan pocos apreciaron su amor y las bendiciones infinitas que vino a traerles? Necesitamos estimular los esfuerzos pacientes y cuidadosos. Ahora se necesita el valor, no el abatimiento perezoso ni la murmuración malhumorada. Estamos en este mundo a fin de trabajar para el Maestro y no para analizar nuestras inclinaciones y placeres, con el fin de servirnos y glorificarnos a nosotros mismos. ¿Por qué, entonces, tenemos que ser inactivos y desanimarnos porque no vemos los resultados inmediatos que deseamos?
Nuestra tarea es trabajar en la viña del Señor, no meramente para nosotros mismos, sino para el bien de otros. Nuestra influencia es una bendición o una maldición para otros. Estamos aquí para formar caracteres perfectos para el Cielo. Tenemos algo que hacer además de quejarnos y murmurar frente a las providencias de Dios, y de recriminarnos a nosotros mismos. Nuestro adversario no nos permitirá descansar. Si somos ciertamente los hijos de Dios seremos hostigados y asediados severamente, y no necesitamos esperar que Satanás o aquellos bajo su influencia nos traten bien. Pero hay ángeles sumamente poderosos que estarán con nosotros en todos nuestros conflictos si tan sólo somos fieles. Cristo conquistó a Satanás en nuestro favor en el desierto de la tentación. Él es más poderoso que Satanás, y en breve lo aplastará bajo nuestros pies.
Ustedes, como familia y como individuos, se han excusado de prestar un servicio ferviente, activo, en la causa de su Maestro. Han sido demasiado indolentes y han dejado que otros lleven muchas de las cargas más pesadas que ustedes podrían y deberían haber llevado. Su fuerza espiritual y sus bendiciones estarán en proporción al trabajo de amor y a las buenas obras que realicen. La orden del apóstol Pablo es: "Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo". (Gálatas 6:2) La observancia de los mandamientos de Dios requiere de nosotros buenas obras, abnegación, sacrificio propio y devoción para el bien de otros; no es que nuestras buenas obras solas puedan salvarnos, pero seguramente no podemos ser salvos sin buenas obras. Después que hemos hecho todo lo que somos capaces de hacer, tenemos que decir entonces: No hemos hecho nada más que nuestro deber, y a lo sumo somos siervos inútiles, indignos del favor más pequeño de Dios. Cristo debe ser nuestra justicia y la corona de nuestro regocijo.
La justicia propia y la seguridad carnal los han cercado como un muro. Como familia ustedes poseen un espíritu de independencia y orgullo. Este elemento los separa de Dios. Es una falta, un defecto, que debe ser visto y vencido. Para ustedes es casi imposible ver sus errores y faltas. Tienen una opinión demasiado buena de ustedes mismos, y les resulta difícil ver los errores de sus vidas y quitarlos mediante la confesión. Se sienten inclinados a justificar y defender su conducta en casi todo, ya sea bueno o malo. Mientras no es demasiado tarde para corregir los errores, acerquen sus corazones a Jesús mediante la humillación y la oración, y procuren conocerse a ustedes mismos. Están perdidos a menos que se despierten y trabajen con Cristo. Ustedes se encierran en una armadura fría, insensible, carente de comprensión. Hay poca vida y calor en la relación que tienen con otros. Viven para ustedes, no para Cristo. Son insensibles e indiferentes hacia las necesidades y condiciones de otros menos afortunados que ustedes. En torno a ustedes están aquellos que tienen hambre del alma y que ansían un amor expresado en palabras y hechos. La comprensión y los verdaderos sentimientos de tierno interés en otros traerían a sus almas bendiciones que ustedes nunca han experimentado todavía y que los pondrían en estrecha relación con nuestro Redentor, cuyo advenimiento al mundo fue con el propósito de hacer bien y cuya vida hemos de imitar. ¿Qué están haciendo por Cristo? "Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán". (Lucas 13:24)
Ternura y solidaridad en el hogar
Hay muchos en nuestro mundo que están hambrientos del amor y la comprensión que tendría que dárseles. Muchos hombres aman a sus esposas, pero son demasiado egoístas para manifestarles su amor. Tienen orgullo y una dignidad falsa y no mostrarán su amor mediante palabras y hechos. Hay muchos hombres que nunca saben cuán hambriento está el corazón de la esposa de escuchar palabras de tierno aprecio y afecto. Entierran a sus seres queridos y murmuran contra la providencia de Dios que los ha privado de sus compañeras, cuando, si pudieran mirar en la vida interior de esas compañeras, verían que su propia conducta fue la causa de su muerte prematura. La religión de Cristo nos inducirá a ser amables y corteses y no tan persistentes en nuestras opiniones. Debiéramos morir al yo y estimar a otros como mejores que nosotros mismos.
La Palabra de Dios es nuestra norma, ¡pero cuán lejos de ella se ha apartado su pueblo profeso! Nuestra fe religiosa debe ser no sólo teórica sino práctica. La religión pura y sin mancha no nos permitirá pisotear los derechos de la más pequeña de las criaturas de Dios, mucho menos de los miembros de su cuerpo y los miembros de nuestra propia familia. Dios es amor, y quienquiera que mora en él vive en amor. La influencia del egoísmo mundano, que algunos llevan consigo como una nube, enfriando la misma atmósfera que otros respiran, hace que el alma se enferme y frecuentemente provoca la muerte.
Para usted será una gran prueba cultivar un amor puro, abnegado, y una benevolencia desinteresada. Renunciar a sus opiniones e ideas, desistir de su juicio y seguir el consejo de otros será una gran prueba para usted. Los diversos miembros de su familia tienen ahora sus propias familias. Pero el mismo espíritu que existió en mayor o en menor medida en la casa paterna se encuentra en los hogares de sus hijos y nietos y lo sienten quienes están fuera del círculo de sus familias. Les falta la dulce sencillez, la ternura semejante a la de Cristo y su amor desinteresado. Tienen que esforzarse para vencer estos rasgos egoístas de carácter a fin de ser sarmientos fructíferos de la Vid verdadera. Cristo dijo: "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto". (Juan 15:8) Necesitan traer a Jesús cerca de ustedes, tenerlo en sus hogares y en sus corazones. No sólo debieran tener un conocimiento de lo que es correcto, sino que debieran practicarlo con motivos correctos, teniendo el único propósito de glorificar a Dios. Usted puede ayudar, si cumple con las condiciones dadas en la Palabra de Dios.
La religión de Cristo es más que hablar. La justicia de Cristo consiste en actos correctos y en buenas obras que proceden de motivos puros y altruistas. La justicia exterior, mientras esté faltando el adorno interior, será en vano. "Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado". (1 Juan 1:5-7) Si no tenemos la luz y el amor de Dios no somos sus hijos. Si no recogemos con Cristo, esparcimos. Todos ejercemos una influencia, y esa influencia afecta el destino de otros para su bien presente y futuro o para su pérdida eterna.
Ambos, J y K, carecen de comprensión y amor hacia los que están fuera de sus propias familias. Están en peligro de ver los defectos de otros mientras que en ellos existen males mayores no percibidos. Si estas queridas almas alguna vez han de entrar al cielo, deben morir al yo y obtener una experiencia en el bien hacer. Tienen lecciones que aprender en la escuela de Cristo a fin de perfeccionar caracteres cristianos y mantenerse unidos a Cristo. Dijo Jesús a sus discípulos: "De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos". (Mateo 18:3) Él les explicó lo que quería decirles. No quería que se volvieran como niños en el entendimiento, sino en la malicia. Los niños no manifiestan sentimientos de superioridad y aristocracia. Son sencillos y naturales en su apariencia. Cristo quisiera que sus seguidores cultivasen modales no afectados, que todo su porte pudiera ser humilde y semejante a Cristo. Nos ha asignado el deber de vivir para el bien de otros. Vino de las cortes reales del cielo a este mundo para mostrar cuán gran interés tenía en el hombre, y el precio infinito pagado por la redención del ser humano muestra que las personas son de un valor tan grande que Cristo sacrificó sus riquezas y honor en las cortes reales para levantarlo de la degradación del pecado.
Si la Majestad del cielo pudo hacer tanto para mostrar su amor por el hombre, ¡qué no debieran estar dispuestos a hacer los hombres para ayudarse mutuamente a salir del abismo de oscuridad y sufrimiento! Dijo Cristo: "Como yo os he amado, que también os améis unos a otros" (Juan 13:34); no con un amor mayor, porque "nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga sus vida por sus amigos" (Juan 15:13) Nuestro amor es frecuentemente egoísta, porque lo confinamos a límites prescritos. Cuando nos coloquemos en estrecha unión y compañerismo con Cristo, nuestro amor y comprensión, así como nuestras obras de benevolencia se profundizarán y ensancharán y fortalecerán con el ejercicio. El amor y el interés de los seguidores de Cristo debe ser tan amplio como el mundo. Aquellos que viven meramente para "mí y lo mío" no alcanzarán el cielo. Dios los llama a ustedes como familia a cultivar el amor, a ser menos sensibles acerca de ustedes mismos y más sensibles a las tristezas y pruebas de otros. El espíritu egoísta que han acariciado toda su vida está representado correctamente por el sacerdote y el levita que pasaron de largo junto al infortunado. Vieron que necesitaba ayuda, pero lo evitaron deliberadamente.
Cada uno de ustedes necesita despertar y enfrentar honestamente la necesidad de abandonar el tren del egoísmo. Mejoren el breve tiempo de prueba que Dios les da, trabajando con todas sus fuerzas para redimir los fracasos de su vida pasada. Dios los ha colocado en un mundo de sufrimiento para probarlos, para ver si serán hallados dignos del don de la vida eterna. Alrededor de ustedes hay quienes tienen aflicciones, que necesitan palabras de comprensión, amor y ternura, y nuestras oraciones humildes y solidarias. Algunos están sufriendo bajo la mano de hierro de la pobreza, algunos con enfermedad, y otros con angustias, desaliento y tristeza. Como Job, ustedes debieran ser ojos para el ciego y pies para el cojo, e inquirir en la causa que no conocen y estudiarla con el propósito de aliviar sus necesidades y ayudar precisamente donde más ayuda necesitan.
Necesita cultivar amor por su esposa, esa clase de amor que se expresa en palabras y hechos. Debiera cultivar un afecto tierno. Su esposa tiene una naturaleza sensible, dependiente, y necesita recibir afecto. Cada palabra de ternura, cada expresión de aprecio y de aliento afectuoso, serán recordadas por ella, y redundarán en bendiciones sobre su esposo. Su naturaleza indiferente necesita ser puesta en estrecho contacto con Cristo, para que esa rigidez y reserva fría puedan ser subyugadas y suavizadas por el amor divino. No será un acto de debilidad o un sacrificio de la virilidad y dignidad darle a su esposa expresiones de ternura y comprensión mediante palabras y actos; y que esto no termine dentro del círculo familiar, sino que se extienda a aquellos que están fuera de la familia. L tiene una obra que hacer por sí mismo que nadie puede hacer por él. Puede llegar a ser fuerte en el Señor llevando cargas en su causa. Sus afectos y amor debieran centrarse en Cristo y en las cosas celestiales, y debiera estar formando un carácter para la vida eterna.
La apreciada K tiene ideas muy limitadas de lo que significa ser cristiano. Se ha liberado de las cargas que Cristo llevó por ella. No está dispuesta a llevar la cruz de Jesús y no ha ejercitado de la mejor manera la capacidad, los talentos, que Dios le ha dado. No ha llegado a ser fuerte en fortaleza moral y en valor, ni ha sentido el peso de la responsabilidad individual. No ha querido sufrir oprobio por causa de Cristo, considerando la promesa: "Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros". (1 Pedro 4:14) "Si sufrimos, también reinaremos con él". (2 Timoteo 2:12) El Maestro tiene un trabajo para que cada uno haga. Ninguno puede estar ocioso, ninguno puede ser negligente y egoísta, y sin embargo perfeccionar un carácter cristiano. Quiere que todos los miembros de su familia abran sus corazones a la influencia benigna del amor y la gracia de Dios, para que su compasión por otros pueda desbordar las fronteras del yo y los cercos de los muros familiares, como hizo el samaritano en favor del extranjero pobre y sufriente a quien el sacerdote y el levita descuidaron y lo dejaron muriéndose. Se me mostró que hay muchos que necesitan nuestra comprensión y consejo; y cuando consideramos que podemos pasar por este mundo sólo una vez, que nunca podemos regresar para reparar los errores que hemos cometido, ¡cuán importante es que pasemos por él como debemos!
Hace un tiempo se me mostró el caso de J. Le fueron presentados fielmente sus errores y faltas; pero en el último cuadro que se me reveló vi que todavía existían las faltas, que ella era fría y carente de ternura para con los hijos de su esposo. Ella no corrige y reprende meramente por ofensas graves, sino por asuntos triviales que debieran pasarse por alto. La crítica constante es mala, y el Espíritu de Cristo no puede morar en el corazón donde ella existe. J se siente inclinada a pasar por alto lo bueno que hay en sus hijos sin una palabra de aprobación, pero está siempre lista para atacar con censuras si ve alguna falta. Esto siempre desanima a los niños y los induce a formar hábitos de descuido. Despierta lo malo en el corazón y hace que éste arroje lodo y suciedad. En los niños que son censurados habitualmente habrá un espíritu de "No me importa", y frecuentemente se manifestarán malas pasiones sin considerar las consecuencias.
Toda vez que la madre pueda hablar una palabra de alabanza por la buena conducta de sus hijos, debiera hacerlo. Debiera animarlos mediante palabras de aprobación y miradas de amor. Esto será como rayos de sol para el corazón de un niño y lo llevará a cultivar el respeto propio y la dignidad de carácter. La hermana J debiera cultivar la ternura y la comprensión. Debiera manifestar tierno afecto por los hijos sin madre que están bajo su cuidado. Esto sería una bendición para esos niños, conferida por el amor de Dios, y recaería sobre ella nuevamente en afecto y amor.
Los niños tienen una naturaleza sensible y amante. Fácilmente se los complace y fácilmente se los hace desdichados. Mediante la disciplina bondadosa con palabras y actos amantes, las madres pueden atar a sus hijos a su corazón. Manifestar severidad y ser exigente con los hijos son grandes errores. La firmeza uniforme y un control sereno son necesarios para la disciplina de cada familia. Diga con calma lo que quiere decir, proceda en forma considerada, y cumpla con lo que dice sin desviarse.
Usted se verá recompensada al manifestar afecto en su trato con sus hijos. No cause en ellos aversión al no simpatizar con sus juegos infantiles, sus goces y alegrías. Nunca tenga el ceño fruncido ni permita que se escape de sus labios una palabra dura. Dios escribe todas estas palabras en su libro de registros. Las palabras duras agrian el temperamento y hieren los corazones de los niños, y en algunos casos estas heridas son difíciles de sanar. Los niños son sensibles hacia la menor injusticia, y algunos se desaniman por ello y no prestarán atención a las órdenes dichas en voz alta y airadamente ni se inquietarán por las amenazas de castigo. Demasiado frecuentemente se afirma la rebelión en los corazones de los hijos a través de la disciplina equivocada de los padres, cuando si se hubiera seguido una conducta apropiada, los niños habrían formado caracteres buenos y armoniosos. Una madre que no tiene perfecto control de sí misma no es idónea para tener la conducción de los hijos.
El hermano M está moldeado por el temperamento enérgico de su esposa. En cierta medida se ha vuelto egoísta como ella. Su mente está ocupada casi completamente por "mí y lo mío", con exclusión de otras cosas infinitamente más importantes. No ocupa su lugar en la familia como padre de su rebaño ni lleva una conducta uniforme con sus hijos, libre de prejuicios y de influencias. Su esposa no es una verdadera madre para sus hijos sin madre, y jamás podrá serlo sin una transformación. El hermano M, como padre de sus hijos, no ha permanecido en el puesto que Dios quisiera. Estos niños sin madre son pequeñitos de Dios, preciosos a su vista. El hermano M tiene por naturaleza un carácter tierno, refinado, afectuoso, generoso y sensible, mientras que su esposa es exactamente lo opuesto. En vez de que él moldeé y suavice el carácter de su esposa, ella lo está transformando a él.
Él piensa que a fin de tener paz debe ignorar lo que le preocupa. Ha descubierto que no debe esperar que su esposa se someta y ceda su opinión. Ella dominará; llevará a la práctica sus ideas a cualquier costo. A menos que ambos se empeñen seriamente en sus esfuerzos por reformarse, no obtendrán la vida eterna. Han tenido luz, pero se han descuidado en seguirla. El amor egoísta al mundo ha cegado sus percepciones y endurecido sus corazones. J necesita ver que a menos que ponga a un lado su egoísmo, y venza su voluntad y su mal genio, no puede tener el cielo. Ella echaría a perder todo el cielo con estos elementos de su carácter. Amonesto a la Hermana J que se arrepienta. Le ruego en el nombre de mi Maestro que se despierte rápidamente de su indiferencia estúpida, que preste atención al consejo del Testigo Fiel y Verdadero, y que se arrepienta celosamente, porque está poniendo su alma en peligro.
Dios es misericordioso. Aceptará ahora la ofrenda de un corazón quebrantado y un espíritu contrito. ¿Se excusará la hermana J como lo hicieron el levita y el sacerdote, de no ver y sentir las aflicciones de otros, y seguirá de largo? Dios la considera responsable de descuidar el deber al no manifestar compasión y amor hacia los desafortunados. Ella no guarda los mandamientos de Dios que le muestran claramente su deber hacia su prójimo. Cristo le dijo al intérprete de la ley: "Haz esto, y vivirás". (Lucas 10:28) Así que un descuido del deber hacia nuestro prójimo resultará en nuestra pérdida de la vida eterna.
Exclusividad de la familia
K, pobre criatura, como muchos otros tiene por delante un trabajo que nunca había soñado. Se ha apartado de Dios. Sus pensamientos se concentran demasiado en ella misma, y busca agradar al mundo, no mediante el amor desinteresado por las almas, tratando de guiarlas a Cristo, sino por su falta de espiritualidad y su conformidad con el mundo en espíritu y en obras. Ella debiera morir al yo y obtener una experiencia en el bien hacer. Es fría y carente de ternura. Necesita que todo este espíritu glacial e inaccesible sea subyugado, que sea derretido con el sol del amor de Cristo. Se encierra mucho en sí misma. Dios vio que era una pobre planta raquítica, que no llevaba fruto, nada sino hojas. Los pensamientos de ella estaban ocupados casi exclusivamente con "mí y mío". Misericordiosamente él ha estado podando esta planta de su amor, cortando las ramas, para que las raíces puedan entrar más profundamente. Ha estado tratando de atraer a esta hija a sí mismo. Su vida religiosa ha sido casi enteramente estéril. Ella es responsable por el talento que Dios le ha dado. Puede ser útil, puede ser una colaboradora de Cristo si derriba el muro de egoísmo que la ha aislado de la luz y el amor de Dios.
Hay muchos que necesitan nuestra comprensión y consejo, pero no aquel consejo que implica superioridad en el dador e inferioridad en el recipiente. K necesita el amor suavizador y enternecedor de Dios en su corazón. Las miradas y tonos de la voz debieran modularse con cuidadosa consideración y con un amor tierno y deferente. Cada mirada y cada tono de voz que implica la idea de "Soy superior", enfrían la atmósfera de su presencia y se asemeja más a un carámbano que a un rayo de luz que da calor. Mi hermana, su influencia es categórica. Usted moldea a aquellos con quienes se asocia, o de lo contrario no puede estar de acuerdo con ellos. No tiene la menor intención de ser moldeada por la mejor influencia de otros ni de ceder su juicio y sus opiniones ante ellos. Usted razonará buscando su conveniencia y justificará sus ideas y su conducta. Si no convence a otros, recurrirá vez tras vez al mismo punto. Este rasgo de su carácter sería valioso si estuviera santificado para Dios y controlado por su Espíritu Santo; pero si no, resultará en una maldición para usted y una maldición para otros. Afirmaciones y consejos que tienen el sabor de un espíritu dictatorial no son un buen fruto. Usted necesita el amor enternecedor de Cristo en su corazón, el cual se reflejará en todos sus actos hacia su familia y hacia todos los que son colocados bajo su influencia.
Temo, temo grandemente, que J no llegará al cielo. Ama tanto al mundo y las cosas del mundo que no le sobra amor para Jesús. Está tan cubierta de egoísmo que la luz iluminadora del cielo no puede penetrar las paredes frías, oscuras, del amor propio y la autoestima que ella ha estado construyendo por toda una vida. El amor es la llave para abrir los corazones, pero la preciosa planta del amor no ha sido cultivada. J ha cegado por tanto tiempo sus ojos a su egoísmo que ahora no puede discernirlo. Ha tenido tan poca religión experimental que en el corazón ella es del mundo, y me temo que este mundo es todo el cielo que ella alguna vez tendrá. Su influencia sobre su esposo no es buena. Ha sido desviado por ella y no ve la necesidad de ser fortalecido por la gracia de Dios para mantenerse de parte de lo recto con verdadero valor moral. Ella no sólo falla en comprender y hacer la obra que Dios le requiere, sino que ejerce una influencia irresistible para retener a su esposo y atarle las manos. Y en gran medida ha tenido éxito. Él está cegado.
El hermano M debiera considerar que Dios tiene derechos sobre él que están por encima de toda relación terrenal. Necesita el colirio, las vestiduras blancas y el oro, para que pueda tener un carácter simétrico y una abundante entrada en el reino de Dios. Nada sino una conversión completa puede alguna vez abrir el alma de su esposa para ver sus errores y confesar sus faltas. Ella tiene que hacer grandes cambios, que no ha hecho porque no ha comprendido su verdadera condición y no ha podido ver la necesidad de una reforma. Lejos de estar dispuesta a aprender del Maestro celestial, que era manso y humilde de corazón, ella considera que la mansedumbre es servilismo; y estima como degradante y humillante un espíritu digno, y la humildad de corazón para considerar a otros mejores que ella.
J tiene un espíritu terminante, autoritario, orgulloso y voluntarioso. No ve nada particularmente deseable en un espíritu manso Exclusividad de la familia 547 y calmado para que ella lo ambicione. Para ella este valioso ornamento posee tan poco valor que no puede consentir en usarlo. Demasiado frecuentemente tiene un espíritu de resentimiento que está tan opuesto al Espíritu de Dios como el este está del oeste. La verdadera bondad es una joya de gran valor a la vista de Dios. Un espíritu manso y sereno no estará siempre buscando la felicidad para sí, sino que procurará olvidarse de sí mismo y encontrará dulce contentamiento y verdadera satisfacción en hacer felices a otros.
En la providencia de Dios, la hermana N ha sido separada de la familia de su padre. Aunque comparte con otros las características de la relación familiar, el hecho de llevar grandes responsabilidades la ha inducido a olvidarse de ella misma y la ha interesado en las aflicciones ajenas. En cierta medida, ha abierto su corazón en solidaridad y amor por la familia de Dios, interesándose en los demás. La obra y la causa de Dios han ocupado su atención. En cierto grado, ha sentido que los pobres mortales caídos son una gran hermandad. Ha tenido que educarse para pensar por otros, actuar por otros, y olvidarse del yo; y sin embargo no ha cultivado por otros, tan cabalmente como debiera, el interés, la comprensión y el afecto que los seguidores de Cristo necesitan. Necesita tener más compasión y ser menos justicieros y rígidos. Cuando daba su interés y tiempo al gran tema de la reforma pro salud procuró alcanzar a otros aparte de sí misma. Al hacerlo fue bendecida. Cuanto más hace por el bien de otros, más cosas encuentra para hacer y más se siente inclinada a realizar.
Su trabajo por otros frecuentemente la lleva donde se necesita ejercer fe para poder superar situaciones penosas. Pero son contestadas oraciones fervientes, y la fe, el amor y la confianza en Dios se fortalecen. Se gana experiencia mediante reiteradas perplejidades y pruebas. Dios está moldeando el corazón en algo más semejante a él mismo. Y sin embargo el yo clama constantemente por obtener la victoria. La hermana N necesita cultivar más ternura y solícito interés en su trato diario con los demás. Necesita esforzarse para subyugar el yo. Si es ciertamente una cristiana sentirá que debe dedicar la mejor parte de su vida, y si es necesario toda la vida, al trabajo altruista y paciente y así mostrar su amor por el Maestro. Sin esta experiencia no alcanzará la perfección del carácter cristiano.
La hermana N ha dado algunos pasos de progreso, y la farnilia considera que ella los ha abandonado, lo cual es una prueba muy dolorosa para ellos. No sienten que tenga ahora los mismos intereses y afectos y objetivos en la vida como ellos. Creen que ya no pueden gozar más, como antes, el compañerismo de su hermana. Consideran que es culpable, que ha cambiado, y que sus simpatías ya no se identifican más con las de ellos. La razón de esta falta de integración de sentimientos es que la hermana N ha ido avanzando en la experiencia de ser sensible a las aflicciones de los demás, mientras que ellos han sido siervos perezosos, que no están realizando la obra que Dios les ha dado que hagan en la tierra. Consecuentemente han estado retrocediendo. La familia ha limitado egoístamente sus intereses y afectos a ellos mismos y al amor al mundo.
N ha sido una obrera en una causa buena. La reforma pro salud ha sido para ella un tema de gran importancia, porque su experiencia le ha mostrado su necesidad. La familia de su padre no ha visto la necesidad de la reforma pro salud. No han percibido la parte que desempeña en la obra final de estos últimos días, porque no han estado dispuestos a ver. Se han colocado en la rodada del carruaje de la costumbre, y es una tarea difícil hacer el esfuerzo que se necesita para salir de ella. Preferirían que se los dejara solos. Es algo terrible oxidarse debido a la inacción. Pero esta familia seguramente será pesada en las balanzas del cielo y hallada en falta a menos que comiencen inmediatamente a hacer algo. "Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él" (Romanos 8:9) Éste es un lenguaje definido. ¿Quién puede resistir la prueba? La Palabra de Dios es para nosotros una reproducción de la mente de Dios y de Cristo; también del hombre caído y del hombre renovado a la imagen de Cristo, poseyendo la mente divina. Podemos comparar nuestros pensamientos, sentimientos e intenciones con el retrato de Cristo. No tenemos relación con él a menos que estemos dispuestos a realizar las obras de Cristo.
Cristo vino para hacer la voluntad de su Padre. ¿Estamos siguiendo en sus pasos? Todos los que llevan el nombre de Cristo debieran estar buscando constantemente una relación más íntima con él, para que puedan caminar incluso como él caminó, y hacer las obras de Cristo. Debiéramos apropiarnos de las lecciones de su vida para nuestras vidas. Cristo "se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras". (Tito 2:14) "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos". (1 Juan 3:16) He aquí la obra de abnegación que debemos abrazar con alegría, en imitación del ejemplo de nuestro Redentor. La vida del cristiano debe ser una vida de conflicto y de sacrificio. Debiera seguirse la senda del deber, no la senda de la inclinación y la preferencia.
Cuando la familia del hermano I vea el trabajo que tienen por delante y realicen la obra que Dios les ha dejado para hacer, no estarán tan ampliamente separados del hermano y la hermana O, de la hermana N ni de aquellos que trabajan en unión con el Maestro. Puede requerir tiempo alcanzar la perfecta sumisión a la voluntad de Dios, pero jamás podemos conformarnos con menos que eso y ser idóneos para el cielo. La verdadera religión conducirá a su poseedor a la perfección. Sus pensamientos, palabras y acciones, como también sus apetitos y pasiones, deben ser puestos en sujeción a la voluntad de Dios. Usted debe llevar fruto en santidad. Entonces será guiado para defender a los pobres, a los huérfanos y a los afligidos. Hará justicia a la viuda y aliviará al necesitado. Usted hará justicia, amará la misericordia, y caminará humildemente delante de Dios.
Si queremos caminar en la luz debemos permitir que Cristo entre en nuestros corazones y en nuestros hogares. Debiera hacerse del hogar todo lo que la palabra implica. Debería ser un pequeño cielo en la tierra, un lugar donde se cultiven los afectos en vez de que se los reprima deliberadamente. Nuestra felicidad depende de que cultivemos el amor, la comprensión y la verdadera cortesía mutua. La razón por la que hay tantos hombres y mujeres de corazón duro en nuestro mundo es porque el verdadero afecto ha sido considerado como debilidad y se lo ha desalentado y reprimido. La mejor parte de la naturaleza de personas de esta clase fue pervertida y deformada en la infancia, y a menos que los rayos de la luz divina puedan derretir su frialdad y su egoísmo insensible, la felicidad de los tales está enterrada para siempre. Si queremos tener corazones tiernos, como tuvo Jesús al estar en la tierra, y compasión santificada, como los ángeles la tienen por los mortales pecadores, debemos cultivar esa ternura de la infancia, que no tiene doblez. Entonces seremos refinados, elevados y dirigidos por principios celestiales.
Un intelecto cultivado es un gran tesoro; pero sin la influencia suavizadora de la ternura y el amor santificado, no es de mayor valor. Debiéramos tener palabras y hechos de amorosa consideración hacia otros. Podemos manifestar mil pequeñas atenciones en palabras amigables y miradas agradables, lo cual se reflejará sobre nosotros nuevamente. Los cristianos desconsiderados manifiestan por su descuido de los demás que no están unidos a Cristo. Es imposible estar unidos a Cristo y sin embargo ser poco amables con otros y olvidarnos de sus derechos. Muchos anhelan intensamente ser objeto de la comprensión y la amistad. Dios nos ha dado a cada uno de nosotros una identidad propia, que no puede fusionarse en la de otra persona; pero nuestras características individuales serán mucho menos prominentes si ciertamente somos de Cristo y su voluntad es la nuestra. Nuestras vidas debieran estar consagradas al bien y a la felicidad de otros, como estuvo la de nuestro Salvador. Debiéramos olvidarnos del yo, buscando siempre oportunidades, aun en las cosas pequeñas, para mostrar gratitud por los favores que hemos recibido de otros, y estando atentos para ver oportunidades de alegrar a otros y aligerar y aliviar sus tristezas y cargas mediante actos de tierna bondad y pequeños actos de amor. Estas atentas cortesías que, comenzando en nuestras familias, se extienden fuera del círculo familiar, contribuyen a formar la suma de la felicidad de la vida; y el descuido de estas cosas pequeñas constituye la suma de la amargura y tristeza de la vida.
Es la obra que hacemos o que dejamos de hacer lo que impacta con tremendo poder en nuestras vidas y destinos. Dios nos pide que aprovechemos toda oportunidad que se nos ofrece para ser útiles. El descuido en hacer esto es peligroso para nuestro crecimiento espiritual. Tenemos una gran obra que hacer. No pasemos en ociosidad las horas preciosas que Dios nos ha dado para perfeccionar caracteres para el cielo. No debemos ser inactivos o perezosos en esta obra, porque no tenemos un momento para perder sin un propósito u objetivo. Dios nos ayudará a vencer nuestros errores si oramos y creemos en él. Podemos ser más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Cuando la corta vida en este mundo termine, y veamos como somos vistos y conozcamos como somos conocidos, cuán breves en duración y cuán pequeñas nos parecerán las cosas de este mundo en comparación con la gloria del mundo mejor. Cristo nunca habría dejado las cortes celestiales y tomado la humanidad, ni se habría hecho pecado por la raza humana, si no hubiera visto que el hombre, con su ayuda, podría llegar a ser infinitamente feliz y obtener riquezas perdurables y una vida que correría paralela con la vida de Dios. Sabía que sin su ayuda el hombre pecador no podría alcanzar estas cosas.
Deberíamos tener un espíritu de progreso. Debemos estar en guardia continuamente contra la tendencia a concentrarnos en nuestras opiniones, sentimientos y acciones. La obra de Dios va hacia delante. Deben efectuarse reformas, y debemos aferrarnos al carro de la reforma y ayudar a que éste avance. Cada cristiano necesita ahora energía mitigada con paciencia, y ambición equilibrada con sabiduría. Se nos ha dejado a nosotros, los discípulos de Cristo, la obra de salvar almas. Ninguno de nosotros está excusado. Muchos se han achicado y empequeñecido en su vida cristiana debido a la inacción. Debiéramos emplear diligentemente nuestro tiempo mientras estamos en este mundo. ¡Cuán fervientemente debiéramos aprovechar cada oportunidad de hacer bien, de traer a otros al conocimiento de la verdad! Nuestro lema debiera ser siempre: "Hacia adelante, más arriba", avanzando segura y firmemente al deber y a la victoria.
Se me ha mostrado en cuanto a los individuos mencionados que Dios los ama y que los salvará si ellos quieren ser salvados en la manera establecida por el Señor. "Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia. Y será grata a Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, y como en los años antiguos". (Malaquías 3:3, 4) Éste es el proceso de refinación y purificación que realiza el Señor de los ejércitos. Es una obra muy penosa para el alma, pero es el único proceso por el cual pueden eliminarse las escorias e impurezas contaminadoras. Nuestras pruebas son todas necesarias para acercarnos a nuestro Padre celestial en obediencia a su voluntad, para que podamos llevar al Señor una ofrenda de justicia. A cada una de las personas cuyos nombres se mencionan aquí Dios les ha dado capacidades y talentos que deben aprovechar. Cada uno necesita una experiencia nueva y viva en la vida divina, a fin de hacer la voluntad de Dios. Ninguna experiencia pasada nos bastará para el presente, ni nos fortalecerá para vencer las dificultades de nuestra senda. Debemos tener diariamente nueva gracia y fortaleza para ser victoriosos.
Con muy poca frecuencia somos colocados dos veces en circunstancias exactamente iguales. Abraham, Moisés, Elías, Daniel y muchos otros fueron todos probados duramente, pero no de la misma manera. Cada uno tiene sus pruebas individuales en el drama de la vida. Pero es muy raro que se presenten dos veces las mismas pruebas. Cada uno tiene su propia experiencia peculiar, según su carácter y circunstancias, para realizar cierta obra. Dios tiene una obra, un propósito en la vida de cada uno de nosotros. Cada acto, por pequeño que sea, tiene su lugar en la experiencia de nuestra vida. Debemos tener continuamente la luz y la experiencia que provienen de Dios. Todos necesitamos estas cosas, y Dios está más que dispuesto a que las tengamos si queremos aceptarlas. Él no ha cerrado las ventanas de los cielos a nuestras oraciones, pero ustedes se han sentido satisfechos con seguir adelante sin la ayuda divina que tanto necesitan.
¡Cuán poco reconocen la influencia de sus actos diarios sobre la historia ajena! Tal vez piensan que lo que hagan o digan no tendrá seria repercusión, cuando los resultados más importantes para el bien o para el mal son la consecuencia de sus palabras y acciones. Las palabras y las acciones consideradas pequeñas y sin importancia, son eslabones en la larga cadena de los sucesos humanos. Ustedes no han sentido la necesidad de que Dios nos manifieste su voluntad en todos los actos de nuestra vida diaria. En el caso de nuestros primeros padres, el deseo de satisfacer una sola vez el apetito abrió las compuertas de la desgracia y el pecado sobre el mundo. Ojalá que ustedes, mis amadas hermanas, comprendieran que cada paso que dan puede tener una influencia duradera y dominante sobre sus vidas y el carácter de otros. ¡Oh, cuánta necesidad hay, pues, de comunión con Dios! ¡Qué necesidad de gracia divina para dirigir cada paso, y mostrarnos cómo desarrollar un carácter cristiano!
Los cristianos tendrán que pasar por nuevas escenas y nuevas pruebas, donde la experiencia pasada no podrá ser una guía suficiente. Tenemos mayor necesidad de aprender del divino Maestro ahora que en cualquier otro período de nuestra vida. Cuanto más experiencia ganemos, cuanto más nos acerquemos a la luz pura del cielo, tanto mayor número de defectos discerniremos que es necesario reformar en nosotros. Todos podemos hacer una buena obra en beneficio de los demás, si procuramos el consejo de Dios y lo seguimos con obediencia y fe. La senda de los justos es progresiva, y va de fuerza en fuerza, de gracia en gracia, y de gloria en gloria. La iluminación divina aumentará más y más; corresponderá a nuestros movimientos de adelanto, y nos preparará para afrontar las responsabilidades y emergencias que nos esperan.
Cuando las pruebas los rodean, cuando el abatimiento y la sombría incredulidad dominan sus pensamientos, cuando el egoísmo amolda sus acciones, no ven la necesidad que tienen de Dios, ni de un conocimiento profundo y cabal de su voluntad. No conocen la voluntad de Dios, ni pueden conocerla mientras viven para el yo. Confían en sus buenas intenciones y resoluciones, y la suma principal de sus vidas se compone de resoluciones hechas y resoluciones quebrantadas. Lo que todos necesitan es morir al yo, dejar de aferrarse a él y entregarse a Dios. Yo gustosamente los consolaría si pudiera. Gustosamente alabaría sus buenas cualidades, buenos propósitos y buenos actos; pero Dios no se complació en mostrármelos. Me presentó las cosas que les impiden ganar el carácter noble y elevado de la santidad que necesitan para no perder el reposo celestial y la gloria inmortal que él los quisiera ver alcanzar. Aparten los ojos de ustedes mismos y diríjanlos a Jesús. Él es todo en todos. Los méritos de la sangre de un Salvador crucificado y resucitado bastarán para purificarlos del menor y del mayor pecado. Con fe y confianza, entreguen la custodia de sus almas a Dios, como a un Creador fiel. No alberguen continuamente aprensiones y temores de que Dios los abandonará. No lo hará nunca a menos que os aparten de él. Cristo vendrá y morará con ustedes si le abren la puerta de su corazón. Puede haber perfecta armonía entre ustedes y el Padre y su Hijo, si quieren morir al yo y vivir para Dios.
¡Cuán pocos se dan cuenta de que tienen ídolos favoritos y acarician pecados! Dios ve estos pecados que ustedes quizás no ven, y obra con su podadera para separarlos de ustedes. Todos quieren elegir por cuenta propia el proceso de purificación. ¡Cuánto les cuesta someterse a la crucifixión del yo! Pero cuando se somete todo a la obra del Dios que conoce nuestras debilidades y nuestra pecaminosidad, él emplea el mejor método para producir los resultados deseados. Enoc anduvo con Dios por medio de un conflicto constante y una fe sencilla. Todos podemos hacer lo mismo. Ustedes pueden convertirse, transformarse cabalmente, ser de veras hijos de Dios, y disfrutar no sólo del conocimiento de su voluntad, sino conducir también por su ejemplo a otros por la misma senda de humilde obediencia y consagración. La verdadera piedad se difunde y comunica. El salmista dice: "No encubrí tu justicia dentro de mi corazón; he publicado tu fidelidad y tu salvación; no oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea". (Salmos 40:10) Dondequiera que haya amor de Dios, hay siempre un deseo de expresarlo. Dios les ayude a todos a hacer esfuerzos fervientes para ganar la vida eterna y conducir a otros por la senda de la santidad.