Testimonios para la Iglesia, Tomo 4

Capítulo 9

El trabajo es beneficioso para la salud

Apreciados hermano y hermana I: Se me ha mostrado que se han equivocado con el trato que dispensan a sus hijos. El Dr. J les dio en _____ unas ideas de las que han hablado a los pacientes y a sus hijos. Tales ideas no deben ser puestas en práctica. Desde el punto de vista del Dr. J no serán objetables, pero desde el punto de vista cristiano son positivamente peligrosas. Las instrucciones que les ha dado el Dr. J para que eviten constantemente el trabajo físico han demostrado ser un perjuicio para muchos. El sistema de "no hacer nada" es peligroso. La necesidad de diversiones que él enseña y pone en práctica en sus pacientes es una falacia. Son un sustituto del ejercicio físico útil y saludable y el trabajo físico destinado a pasar el tiempo y mantener ocupada la mente. Las diversiones que recomienda el Dr. J excitan el cerebro y no son un empleo útil.

El ejercicio físico y el trabajo, combinados, ejercen una feliz influencia en la mente, fortalecen los músculos, mejoran la circulación y dan al inválido la satisfacción de conocer su resistencia; por lo tanto, si se le restringen el ejercicio físico útil y el trabajo, su atención se volverá hacia sí mismo. Corre el peligro constante de creer que se encuentra en un estado peor de lo que es en realidad y de abrigar ideas enfermizas que le hagan temer continuamente que está superando el límite de su resistencia. Por lo general, si se incorporara a una tarea bien dirigida, usando su fuerza sin abusar de ella, descubriría que el ejercicio físico se revela como un agente más poderoso y efectivo para su recuperación que el tratamiento por agua que está recibiendo ahora.

La inactividad de las fuerzas físicas y mentales, en la medida que se involucra el trabajo útil, mantiene a muchos inválidos en una condición de debilidad en la que se sienten impotentes para levantarse. También les da oportunidad para ser indulgentes con una imaginación impura y tal indulgencia los ha llevado a su presente condición de debilidad. Se les ha dicho que han invertido demasiados esfuerzos en el trabajo duro mientras que en nueve de cada diez casos el trabajo que desempeñaban era la única actividad redentora de sus vidas y era un medio de salvación de la ruina total. Mientras sus mentes estuvieran ocupadas no tendrían oportunidad de degradar sus cuerpos y de completar la labor de autodestrucción. Hacer que todas esas personas abandonen el trabajo mental y físico es darles amplias oportunidades para que caigan cautivos de las tentaciones de Satanás.

El Dr. J ha recomendado que ambos sexos se mezclen; ha enseñado que la salud mental y física requiere que se asocien estrechamente. Esas enseñanzas son causa de gran daño para los jóvenes y los niños inexpertos y una gran satisfacción para los hombres y las mujeres de carácter cuestionable, cuyas pasiones nunca han sido sujetas a control alguno, quienes, por tal causa, sufren ahora de desórdenes debilitadores. A estas personas se les ha indicado que, desde el punto de vista de la salud, deben esforzarse en buscar la compañía del sexo opuesto. Así, ante ellos se abre una puerta a la tentación, en sus corazones la pasión ruge como un león, toda consideración es desoída y todo lo noble y elevado se sacrifica a la concupiscencia. Éste es un tiempo en el que el mundo rebosa de corrupción. Si los cuerpos y las mentes de los hombres y las mujeres se encontraran en una condición saludable, si las pasiones animales se sujetaran al poder superior de la mente, sería seguro enseñar que los niños, y los jóvenes de más edad, se beneficiarían más de mezclarse en sociedad.

Si las mentes de los jóvenes de nuestro tiempo fueran puras y estuvieran libres de corrupción, las muchachas tendrían una influencia suavizadora sobre las mentes y los modales de los muchachos, y los muchachos, con su naturaleza más fuerte y firme, tenderían a fortalecer y ennoblecer el carácter de las jovencitas. Pero es un hecho doloroso que no hay ni aun una muchacha entre cien que tenga una mente pura y que no hay ni un muchacho entre cien de moral irreprochable. Muchos de edad más avanzada han llegado tan lejos en la disipación que se han contaminado en cuerpo y mente. La corrupción se ha apoderado de muchas personas que son consideradas como caballeros refinados y bellas damas. No es tiempo de recomendar que la mezcla de los sexos es beneficiosa para la salud tal como se práctica en la sociedad. La maldición de esta era corrupta es la ausencia de verdadera virtud y modestia.

Dr. J, ha expresado estas ideas en público. Los jóvenes las han oído y sus indicaciones han tenido tanta influencia sobre sus propios hijos como sobre los otros. Habría sido mejor que hubiera dejado esas ideas en _____. El trabajo excesivo es perjudicial para el crecimiento de los jóvenes; pero mientras centenares han roto su constitución a causa del sobreesfuerzo que provoca la dedicación exclusiva al trabajo duro, la inactividad, el exceso de comida y la delicada ociosidad han demostrado ser la semilla de la enfermedad en miles que se dirigen apresuradamente hacia la rápida decadencia.

La razón por la cual los jóvenes tienen la mente y los músculos tan débiles es que apenas participan de alguna tarea útil. "He aquí que ésta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortalecieron la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité".

Hay algunos jóvenes en esta era de depravación que ni siquiera pueden seguir los estudios necesarios para obtener una educación común. ¿Por qué? ¿Por qué los niños se quejan de vértigo, dolor de cabeza, de nariz sangrante, de palpitaciones y sensación de laxitud y debilidad general? ¿Lo deberíamos atribuir al estudio atento? Los padres indulgentes y protectores en exceso se compadecerán de sus hijos porque se imaginan que sus lecciones son una ardua tarea y que su aplicación a los estudios arruina su salud. Cierto, no es aconsejable sobrecargar la mente de los jóvenes con demasiados estudios de excesiva dificultad. Pero, padres, ¿acaso sólo han adoptado la idea que sus hijos han sugerido y no han profundizado al respecto? ¿Acaso no han dado crédito demasiado fácilmente a la aparente razón de su indisposición? Los padres y los cuidadores están obligados a buscar las causas de este mal más allá de la superficie.

En noventa y nueve de cada cien casos, si se investigara, se revelaría que, además de la imposición del estudio, hay otras causas que perjudican a los niños, sus propios malos hábitos privan al cerebro y al cuerpo de su energía vital. El sistema nervioso ha sido dañado por la frecuente excitación, y se han puesto los cimientos para una decadencia prematura y cierta. El vicio solitario está matando a miles, y aun a decenas de miles.

Los niños deberían tener ocupado su tiempo. El trabajo mental adecuado y el ejercicio físico al aire libre no dañarán la constitución de sus muchachos. El trabajo útil y la familiaridad con los misterios del trabajo doméstico serán beneficiosos para sus muchachas, así como también es útil para su constitución y su salud que desempeñen alguna actividad al aire libre. Es necesario enseñar a trabajar a los niños. La industria es la mayor bendición que los hombres, las mujeres y los niños pueden recibir.

Se ha equivocado en la educación de sus hijos, ha sido demasiado indulgente. Los ha cubierto de favores y los ha excusado del trabajo hasta tal punto que para algunos de ellos puede llegar a ser desagradable. La inactividad, la falta de un empleo bien regulado, los ha perjudicado en gran manera. Las tentaciones están por todas partes, listas para arruinar la juventud de este y el próximo mundo. El único camino seguro es el de la obediencia.

Ha sido ciego ante el poder que el enemigo tenía sobre sus hijos. El trabajo doméstico, aun hasta la extenuación, no los habría perjudicado ni la mitad que los hábitos indolentes. Habrían escapado a muchos peligros si hubiesen sido instruidos en un período temprano para que ocuparan su tiempo con el trabajo útil. Su actitud no sería tan desasosegada ni estarían tan ansiosos por cambiar y entrar en la sociedad. Habrían escapado a muchas tentaciones vanas de embarcarse en diversiones inútiles, lecturas frívolas, conversaciones ociosas y otras actividades sin sentido. Su tiempo habría pasado más satisfactoriamente y sin tantas tentaciones al buscar la asociación con el sexo opuesto y exponerse a un mal camino. La vanidad y la afectación, la inutilidad y el pecado cierto, son el resultado de esta indolencia. Los padres, y en especial usted más concretamente, han adulado a sus hijos y han sido indulgentes con ellos para gran perjuicio suyo.

Orgullo y autocomplacencia

Apreciado hermano, ha cometido un grave error al presentarse a sus pacientes en el consultorio como suele hacer, exaltándose a sí mismo y a su esposa. Sus propios hijos han sacado lecciones de esto que han dado forma a sus caracteres. Ahora no le será fácil corregir las impresiones que han sido dejadas. Son orgullosos y complacidos de sí mismos. Piensan que por ser sus hijos son superiores a los demás. Se ha sentido ansioso porque temía que las personas no expresaran el debido respeto a su cargo de médico del Instituto de Salud. Esto ha mostrado una vena de debilidad que ha impedido su avance espiritual. También le ha provocado celos de los demás, por temor de que puedan suplantarlo o no valorar correctamente su cargo y valía. También ha ensalzado a su esposa, presentándola a los pacientes como una criatura superior. Ha sido un poco ciego; le ha otorgado un crédito por unas calificaciones que ella no posee.

Recuerde que su valor moral reside en sus palabras, sus actos y sus pensamientos. Nunca se pueden esconder, sino que lo pondrán a la altura justa ante sus pacientes. Si manifiesta interés por ellos, si dedica toda su labor a ellos, lo sabrán y usted disfrutará de su confianza y su amor. Pero si saben que no les ha dedicado una atención y un cuidado especiales, la palabrería no hará que crean que su arduo trabajo por ellos lo ha extenuado y ha agotado su vitalidad. Los pacientes expresan confianza y amor por aquellos que manifiestan un especial interés en ellos y trabajan por su recuperación. Si hace esta obra que no puede quedar pendiente, por la que los pacientes pagan su dinero, no necesitará buscar la estimación y el respeto con las palabras: los tendrá en la medida en que desempeñe su labor.

No está libre de orgullo y, por lo tanto, no ha recibido la bendición que Dios da a sus obreros humildes. Su interés ha estado dividido. Ha dedicado tantos esfuerzos a cuidar de usted mismo y los suyos que el Señor no ha tenido ninguna razón especial para trabajar y cuidar especialmente de usted. Sus acciones al respecto lo ha descalificado para su cargo. Hace un año vi que se sentía competente para dirigir solo el Instituto. Si fuera el propietario y el único en sacar provecho o perjuicio de sus ganancias y pérdidas, vería que su deber es tener especial cuidado de que no haya pérdidas y de que los pacientes ingresados en obra de caridad no agoten los recursos del Instituto. Abriría una investigación y no permitiría que ni uno de ellos estuviera ingresado una semana más de lo estrictamente necesario. Descubriría muchas maneras de reducir gastos y conservar la propiedad del Instituto. Pero usted es un simple empleado y el celo, el interés y la capacidad que piensa que tiene para gobernar una institución de ese tipo brillan por su ausencia. Los pacientes El trabajo es beneficioso para la salud 101 no reciben los cuidados por los que han pagado y tienen derecho a esperar.

Se me mostró que rehuye frecuentemente dar consuelo y consejo a aquellos que están imposibilitados. Me fue presentado como aparentemente indiferente, más impaciente que dispuesto a escuchar lo que le decían sus pacientes, que para ellos era de suma importancia. Parecía que tenía mucha prisa y los apartaba a un lado para volver a verlos en un tiempo futuro, mientras que unas pocas palabras de comprensión y aliento habrían tranquilizado miles de temores y la paz y el consuelo habrían ocupado el lugar de la inquietud y la desdicha. Parecía que teme hablar con los pacientes. No se preocupaba por sus sentimientos, sino que se mantenía frío y distante, cuando debiera haber manifestado más cordialidad. Se mostraba demasiado distante e inalcanzable. Ellos lo miraban como los niños miran a su padre, y tienen el derecho de esperar y recibir una atención que usted no les prodiga. Entre usted y la labor que su cargo requiere que desempeñe se interpone el "yo y los míos". Los pacientes y sus colaboradores necesitan frecuentemente de su consejo. Pero no se sienten inclinados a acudir a usted, no se sienten libres de hablar con usted.

Ha intentado mantener una dignidad inmerecida. En su esfuerzo, no ha alcanzado el objetivo, sino que ha perdido la confianza y el amor que debería haber ganado de no haber sido tan arrogante y más bien manso y humilde. La verdadera dedicación y consagración a Dios hará que tenga un lugar en el corazón de todos y lo revestirá de una dignidad no presumida, sino genuina. Se ha enaltecido con las palabras de aprobación que ha recibido. Su modelo debe ser la vida de Cristo. De ella debe aprender que debe hacer el bien en cualquier lugar que ocupe. Cuando tenga cuidado de los demás, Dios cuidará de usted. La Majestad del cielo no evitó la fatiga. Anduvo de un lugar a otro para beneficiar a los desvalidos y a los sufrientes. Aunque tenga algún conocimiento, entienda de algún modo el sistema humano y siga la pista de las enfermedades hasta sus causas mismas -- aunque hable las lenguas de los hombres y los ángeles --, si no tiene las cualidades necesarias, todos sus dones carecerán de valor. Reciba el poder de Dios que sólo obtienen quienes ponen en Él su confianza y se consagran a la labor que les ha encomendado. Cristo debe formar parte de su conocimiento. Considere la sabiduría del Redentor en lugar de la suya propia. Cuando lo haga, entenderá cómo puede ser una luz en las salas de los enfermos. Le falta libertad de espíritu, poder y fe. Su fe es débil por falta de ejercicio, no es vigorosa ni sana. Sus esfuerzos por los que están enfermos de cuerpo y corazón no tendrán el éxito que debieran, los pacientes no ganarán la fuerza física y espiritual que debieran, si no va acompañado de Jesús en sus visitas. Acompáñese de sus palabras y sus obras. De ese modo sentiría cómo aquellos a quienes sus palabras y oraciones han bendecido lo bendecirían a usted.

No ha sentido su total dependencia de Dios en su ineficiencia y flaqueza, no cuenta con su sabiduría y gracia especiales. Se preocupa, teme y duda porque ha trabajado demasiado confiando en sus propias fuerzas. En Dios puede prosperar. En la humildad y la santidad encontrará gran paz y fuerza. Quienes se dan cuenta de su propia debilidad y oscuridad brillan con más intensidad porque hacen de Jesús su justicia. Su fuerza debería proceder de su unión con él. No se canse de hacer el bien.

La Majestad del cielo invita a todos los que están cansados: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas". (Mateo 11:28) A veces la carga parece tan pesada y el yugo tan humillante porque se ha puesto por encima de la mansedumbre y la humildad que poseía nuestro divino Señor. Abandone la gratificación y el enaltecimiento propios; antes bien permita que su yo se esconda en Jesús y aprenda de él que le ha invitado y le ha prometido descanso.

Vi que el Instituto de Salud nunca prosperará mientras quienes ocupan cargos de responsabilidad relacionados con él están más interesados en ellos mismos que en la institución. Dios quiere hombres y mujeres sencillos como obreros de su causa; quienes se hagan cargo del Instituto de Salud han de tener una visión general de todos sus departamentos y practicar la prudencia en la economía, vigilando los pequeños gastos y previniendo las pérdidas. En pocas palabras, tendrían que ser tan cuidadosos y juiciosos en su cargo como si ellos mismos fueran los verdaderos propietarios.

Se ha atormentado con el sentimiento de que esto o aquello no eran de su incumbencia. Todo lo que está relacionado con el Instituto es asunto suyo. Si hay algo que tiene que atender pero no puede ocuparse de ello correctamente, porque lo reclaman en otros asuntos, pida la ayuda de alguien que pueda atender esos asuntos inmediatamente. Si esta tarea es demasiado pesada para usted, tendría que renunciar a su puesto de responsabilidad y su lugar debería estar ocupado por alguien que pueda cumplir correctamente con todos los deberes.

En su consultorio frecuentemente ha impuesto a los pacientes y asistentes cargas innecesarias y atenciones hacia su persona mientras que, al mismo tiempo, vi que usted no cumplía con la mitad de los deberes que recaían sobre usted como médico. No atendía adecuadamente los casos de los enfermos que estaban a su cuidado. Los pacientes no son ciegos; perciben su negligencia. Están lejos de sus hogares y hacen un gran sacrificio para recibir los cuidados y los tratamientos que no pueden recibir en sus casas. Todas esas reprimendas que dispensa en el consultorio son perjudiciales para la institución y desagradan a Dios.

Es verdad que tiene que soportar pesadas cargas, pero en muchos casos ha echado la culpa sobre los pacientes y a los asistentes cuando, en realidad, la causa estaba en su propia familia, que requiere su constante ayuda pero, a cambio, no lo ayuda en nada. Nadie de su familia le echa una mano o le dice palabras de aliento. Si estuviera libre de cargas fuera del Instituto, podría soportar sus obligaciones con mucha más facilidad y sus fuerzas no se verían mermadas. Es su deber tener cuidado de su familia, pero no es preciso que ellos sean tan inútiles ni una carga tan grande para usted. Si quisieran, podrían ayudarlo.

También es su deber conservar su salud, y si los cuidados que debe dispensar a su familia son tan grandes que sobrecargan el trabajo en el que está comprometido y es incapaz de dedicar el tiempo y la atención a los pacientes y al Instituto de Salud, su deber real, es renunciar a su cargo y buscar un lugar en el que pueda hacer justicia a su familia, a usted mismo y a las responsabilidades que asuma. El cargo que ahora ocupa es importante. Requiere un intelecto despierto, fuerza mental, nervios templados y músculos firmes. Para tener éxito en el trabajo es necesaria una dedicación honesta; nada que esté por debajo de esto hará que la institución prospere. Para ser una institución viva debe tener trabajadores vivos y desinteresados que la conduzcan.

Hermana I, no ha sido la ayuda para su esposo que tendría que haber sido. Ha dedicado la mayor parte de su atención a sí misma. No se ha dado cuenta que tiene que despertar sus energías dormidas para alentar y fortalecer a su esposo en sus tareas, o para bendecir a sus hijos con una correcta influencia. Si hubiera sido diligente para atender los deberes que Dios le encomendó, si hubiera ayudado a su compañero a soportar la carga y se hubiera unido a él para disciplinar adecuadamente a sus hijos, el orden de cosas en su familia habría cambiado.

Pero se ha rendido a sentimientos oscuros y tristes que, en lugar de iluminarla con la luz del sol, han traído densos nubarrones a su morada. Ha cerrado el paso a la esperanza y a la alegría y su influencia sobre aquellos que tendría que haber ayudado con palabras y actos amables, ha sido depresiva. Todo esto es resultado de su egoísmo. Ha exigido la atención y la compasión de su esposo y sus hijos y no se ha dado cuenta de que su deber es apartar su mente de sí misma y trabajar por la felicidad y el bienestar de ellos. Ha permitido que la impaciencia se adueñe de usted y ya regañado a sus hijos con rudeza. Esto los ha confirmado en el mal camino que habían emprendido y ha cortado los vínculos de afecto que deben unir los corazones de padres e hijos.

Le ha faltado autocontrol y ha censurado a su esposo en presencia de sus hijos, con menoscabo de la autoridad que ambos deberían tener sobre ellos. Ha sido muy débil. Cuando sus hijos se le han acercado quejándose de los demás, no ha dudado en ponerse en su favor e, insensatamente, ha censurado y culpado a quienes eran objeto de sus quejas. Por eso, en la mente de sus hijos ha aparecido la disposición a murmurar contra aquellos que no les prestan la deferencia que ellos se imaginan que merecen. Indirectamente, ha favorecido este espíritu en lugar de silenciarlo. No se ha comportado con sus hijos con la firmeza y la justicia debidas.

Ha pasado por pruebas. Su mente se ha visto sometida a presión. Se ha sentido desanimada, pero ha descargado esta infelicidad injustamente sobre los otros. Debe buscar la causa principal en sí misma. No ha sabido hacer que su hogar fuera lo que debería ser ni lo que debería haber sido. Aún está a tiempo de corregir sus faltas. Salga de esa reserva fría y obstinada. Antes que exigir amor, delo; cultive la alegría; permita que el sol brille en su corazón y brillará sobre todos los que la rodean; haga que sus modales sean más sociables; intente ganarse la confianza de sus hijos para que puedan acudir a usted en busca de consejo; aliente en ellos la humildad y la generosidad, y sea un buen ejemplo para ellos.

Queridos hermano y hermana, despierten a las necesidades de su familia. No se enceguezcan, afronten la tarea unidos, calmados, en oración y con fe. Pongan en orden su casa y Dios bendecirá sus esfuerzos.