Testimonios para la Iglesia, Tomo 4

Capítulo 21

Oposición a las advertencias fieles

El 3 de enero de 1875 se me mostró que, antes de que Dios pueda hacer algo por ellos, los que están en California y profesan creer la verdad tienen mucho trabajo por hacer. Muchos se engañan a sí mismos con la idea de que están a bien con Dios, y no ven que los principios de la verdad no habitan en sus corazones. Estas personas sólo pueden volver al orden mediante la búsqueda perseverante, diligente y sincera del consejo del Testigo Fiel. Se encuentran en una condición fría, formal y apartada de Dios. A ellos van dirigidas las palabras del Testigo Fiel: "Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: 'Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad'; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete". (Apocalipsis 3:15-19)

Hermano G, no responde a las llamadas de Dios. Su fuerza espiritual y su crecimiento en la gracia serán proporcionales a la labor de amor y las buenas obras que haga alegremente por su Salvador, el cual no ha escatimando nada, ni siquiera su propia vida, para salvarlo. El apóstol ordena: "Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo". (Gálatas 6:2) No basta con que profese fe en los mandamientos de Dios; debe participar de la labor. Usted es un transgresor de la ley de Dios. No lo ama con todo su corazón, con toda su fuerza y toda su mente; y tampoco obedece los últimos seis mandamientos porque no ama a su prójimo como a sí mismo. Su amor por sí mismo es mayor que el que siente por Dios y por su prójimo. Guardar los mandamientos de Dios nos exige más de lo que usted está dispuesto a dar. Dios le pide buenas obras, abnegación, sacrificio y dedicación a la búsqueda del bien de los demás, para que, valiéndose de usted como su instrumento, las almas puedan ser traídas a la verdad.

Ciertamente, ninguno de nosotros se salvará únicamente por haber hecho buenas obras; pero sin buenas obras es imposible que alguien se salve. Después de haber hecho todo cuanto esté en nuestras manos, en nombre de la fuerza de Jesús deberemos decir: "Somos siervos inútiles". No debemos pensar que hemos hecho grandes sacrificios y que, por lo tanto, merecemos una gran recompensa por nuestros flacos servicios.

La autojustificación y la seguridad carnal se han cernido sobre usted como si de aros de acero se tratase. Debe ser celoso y arrepentirse. Se ha equivocado al mostrarse tolerante con los desafectos cuyas conductas estaban en oposición con la obra que el Señor, mediante sus siervos, estaba llevando Su corazón no estaba a bien con Dios y no recibió la luz que él le envió. Predispuso su obstinada voluntad a resistir la reprensión que el Señor le enviaba con amor. Sabía que era cierta, pero quiso cerrar los ojos a su verdadera condición. Tanto si escucha el llamado de reprensión y advertencia que Dios le ha enviado como si lo desoye, tanto si se reforma como si persiste en sus defectos de carácter, llegará un día en que se dará cuenta de lo que habrá perdido al ponerse en una posición desafiante, combatiendo en espíritu contra los siervos de Dios. Su sentimiento de amargura hacia el hermano H es desconcertante. Él se ha esforzado, se ha desvivido y se ha sacrificado por llevar a cabo la obra de Dios en aquella costa. Aun así, su ceguera, causada por una vida y un corazón sin consagrar, lo ha empujado a atreverse, junto con I y J, a tratar cruelmente al siervo de Dios. "No toquéis a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas" (1 Crónicas 16:22; Salmos 105:15), dijo Dios. No es asunto vano para usted alinearse, como así ha hecho, contra los hombres que Dios ha enviado con luz y verdad para el pueblo. Cuide que su influencia no aparte las almas de la verdad que declaran los siervos que Dios ha enviado porque una terrible desgracia se cierne sobre usted.

Satanás lo ha usado como su agente para insinuar dudas y reiterar las insinuaciones y malas interpretaciones que se originan en un corazón sin santificar que Dios habría limpiado de toda contaminación. Sin embargo, usted no quiso recibir instrucción, rehusó la corrección, rechazó las reprobaciones y obró siguiendo sus propia voluntad y su propia costumbre. Esta raíz de amargura extravía las almas y, por culpa de todos esos interrogantes, se vuelven murmuradoras, por lo que se alejan tanto de Dios que el testimonio y la reprobación que él envía no puede alcanzarlas. La sangre de esas almas recaerá sobre usted y sobre los espíritus con los que ha estado en armonía.

Como siervos suyos, Dios nos ha dado una tarea por cumplir. Nos dio un mensaje para que lo lleváramos a su pueblo, durante treinta años hemos recibido las palabras de Dios y las hemos repetido a su pueblo. La responsabilidad que aceptamos con tanta oración y meditación nos ha hecho temblar. Hemos sido embajadores de Dios que, como sustitutos de Cristo, suplican a las almas que se reconcilien con Dios. Hemos advertido de los peligros que Dios nos ha mostrado que acechaban a su pueblo. Dios nos encargó una tarea. ¿Cuál será, pues, la condición de aquellos que no quieran escuchar las palabras que Dios les envía porque contrarían sus deseos o reprenden sus errores? Si usted está plenamente convencido de que no hemos hablado en nombre de Dios, ¿por qué no obra de acuerdo con su fe y corta toda relación con las personas que se encuentran sometidas a un engaño tan grande como este pueblo? Si se ha comportado de acuerdo con los dictados del Espíritu de Dios, usted tiene razón y nosotros estamos equivocados. Una de dos: o Dios enseña a su iglesia, reprende sus malas acciones y refuerza su fe, o no hace nada de eso; o esta obra es de Dios, o no lo es. Dios no entra en componendas con Satanás. ¿Mi tarea durante los últimos treinta años lleva el sello de Dios o el del enemigo? En este asunto no hay medias tintas. Los Testimonios son del Espíritu de Dios o del demonio. Al alinearse contra los siervos de Dios, ¿está trabajando para Dios o para el maligno? "Por sus frutos los conoceréis". (Mateo 7:20) ¿Qué sello lleva su obra? Valdrá la pena mirar con espíritu crítico el resultado de su conducta.

No es nada nuevo que un hombre sea engañado por el archiembaucador y se alinee contra Dios. Considere su conducta con espíritu crítico antes atreverse a ir más allá en la senda que está siguiendo. Los judíos se engañaron a sí mismos. Rechazaron las enseñanzas de Cristo porque sacaba a la luz los secretos de sus corazones y reprendía sus pecados. No quisieron acercarse a la luz por temor de que sus acciones fuesen reprobadas. Prefirieron las tinieblas a la luz. Cristo dijo: "Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malas". (Juan 3:19) Los judíos persistieron en rechazar a Cristo hasta que, víctimas de su propio engaño y desviación, pensaron que al crucificarlo le hacían un servicio a Dios. Ese fue el resultado de rechazar la luz. Usted corre el peligro de sufrir un engaño similar. Sería bueno para su alma, hermano G, que considerara dónde acaba la senda que ahora sigue. Dios puede prescindir de usted, pero usted es incapaz de hacer nada sin Dios. Él no obliga a nadie para que crea. Pone la luz delante de los hombres y Satanás presenta sus tinieblas. Mientras que el embaucador grita constantemente: "La luz está aquí, esta es la verdad", Jesús dice: "Yo soy la verdad, tengo palabras de vida eterna. Si alguno me sigue, no andará en tinieblas". Dios nos da todas las pruebas suficientes para inclinar nuestra fe hacia el lado de la verdad. Si nos rendimos a Dios escogeremos la luz y rechazaremos las tinieblas. Si deseamos mantener la independencia del corazón natural, y rechazamos la corrección de Dios, como los judíos, nos obstinaremos en llevar a cabo nuestros propósitos y nuestras ideas aun ante las más claras pruebas, y estaremos en peligro de sufrir un engaño tan grande como el que ellos sufrieron. En nuestra infatuación podemos llegar tan lejos como ellos y aun suponer que estamos haciendo la obra de Dios.

Hermano G, no seguirá en el cargo que ahora ocupa. El camino que ha iniciado se aparta de la senda verdadera y lo separa del pueblo al que Dios está probando para purificarlo para la victoria final. O se une a este cuerpo y se esfuerza honestamente para responder a las súplicas de Cristo o su incredulidad será cada vez mayor. Uno tras otro, los puntos establecidos de la fe del cuerpo serán objeto de sus cuestionamientos, su opinión se hará cada vez más independiente y se hará más y más oscura respecto de la obra de Dios para este tiempo. Finalmente, confundirá la luz con las tinieblas y las tinieblas con la luz.

Satanás tiene mucho poder para apresar las almas confundiendo las mentes de aquellos que no aceptan la luz y los privilegios que les envía la Providencia. Las mentes que se someten al control de Satanás son llevadas constantemente de la luz y la verdad al error y las tinieblas. Por menor que sea la ventaja que le dé a Satanás, él seguirá exigiéndole más y estará al acecho para obtener el mayor provecho de cualquier circunstancia que favorezca su causa y la ruina de su alma.

Hermano y hermana G, ninguno de ustedes se encuentra en una posición segura. Menosprecian las reprensiones. Si en lugar de palabras duras hubiesen escuchado palabras amables, si hubiesen recibido alabanzas y adulaciones, ahora se encontrarían en una situación muy distinta respecto de su creencia en los Testimonios. En estos últimos tiempos algunos clamarán: "Decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras". (Isaías 30:10) Este no es mi cometido. Dios me puso para reprender a su pueblo y, tan cierto como que ha puesto sobre mi una pesada carga, considerará a todos aquellos a quienes se proclama este mensaje como responsables del modo en que lo traten. Dios no debe ser tratado con desconsideración. La paga de los que menosprecien su obra estará de acuerdo con sus actos. Yo no escogí esta desagradable tarea. No me trae la alabanza o el favor de los hombres. Es una labor que pocos serán capaces de apreciar. Todos los que, con sus tergiversaciones, celos, sospechas e incredulidad, creando en las mentes de otros prejuicios contra los Testimonios que Dios me ha dado, limitan mi labor y hacen que mi trabajo sea doblemente duro tienen un asunto pendiente con Dios. Por mi parte, yo seguiré adelante en la medida en que la Providencia y mis hermanos vayan abriéndome camino. En nombre de mi Redentor y con su fuerza haré cuanto pueda. Advertiré, aconsejaré, reprenderé y alentaré tal como dicta el Espíritu de Dios, tanto si se me escucha como si se me silencia. Mi deber no es complacerme, sino hacer la voluntad de mi Padre celestial, el cual me ha encargado la obra.

Cristo advirtió a sus discípulos: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis". (Mateo 7:15-20) Hermano G, tiene delante de usted una prueba, puede pasarla si tal es su deseo. No es preciso que permanezca en la incertidumbre y la duda. Satanás está al alcance de la mano para sugerir una gran variedad de dudas, pero si abre los ojos a la fe encontrará suficientes pruebas para creer. Sin embargo, Dios nunca eliminará las causas de la duda. Quienes prefieren permanecer en un ambiente de dudas e incredulidad pueden disfrutar de un privilegio nada envidiable. Dios da suficientes pruebas para que las mentes sinceras puedan creer. Pero quien, amparándose en la existencia de ciertas cosas que esta mente finita no puede entender, no reconoce el peso de la evidencia quedará en el ambiente frío y helado de la incredulidad y la duda; su fe naufragará. Parece que usted consideró una virtud alinearse en el bando de los que dudan en lugar de tomar partido por los que creen. Jesús jamás elogió la incredulidad, jamás planteó dudas. Sus milagros fueron prueba para su nación de que él era el Mesías; aun así, algunos consideraron que dudar de él era una virtud y, razonando según la mente humana, en todas y cada una de la buenas obras del Salvador encontraron algún aspecto digno de censura o cuestión.

El centurión que deseaba que Cristo fuera y sanara a su siervo se sentía indigno de que Jesús entrara bajo su techo; su fe en el poder de Cristo era tan fuerte que creía que bastaría con pedirle tan sólo una palabra para que el milagro fuera obrado. "Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que le seguían: 'De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes'. Entonces Jesús dijo al centurión: 'Ve, y como creíste, te sea hecho'. Y su criado fue sanado en aquella misma hora". (Mateo 8:10-13)

Jesús alabó la fe en contraste con la duda. Mostró que los hijos de Israel tropezarían a causa de su incredulidad, la cual los llevaría a rechazar la gran luz y acabaría con su condenación y rechazo. Tomás declaró que no creería sin haber puesto antes su dedo en las llagas de las manos del Señor e introducir la mano en su costado. Cristo le dio las pruebas que deseaba y luego reprendió su incredulidad: "Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron". (Juan 20:29)

En este tiempo de tinieblas y error, los hombres que profesan ser seguidores de Cristo parecen pensar que tienen la libertad de recibir o rechazar a los siervos del Señor según su deseo y conveniencia sin que por ello sean considerados responsables de sus acciones. La incredulidad y la oscuridad los dominan. Sus sentidos están adormecidos por la incredulidad. Violan sus conciencias y se vuelven infieles a sus convicciones, a la vez que su fuerza moral se debilita. Ven a los demás en la misma luz que ellos están.

Cuando Cristo envió a los doce, les ordenó: "Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis. Y al entrar en la casa, saludadla. Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros. Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. De cierto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad". (Mateo 10:11-15) Les advirtió que se guardaran de los hombres porque serían librados a los concejos y azotados en las sinagogas.

El corazón de los hombres no es hoy menos duro que cuando Cristo vino a la tierra. Como el pueblo hizo cuando él estuvo en la tierra, harán todo cuanto esté en su poder para ayudar al gran adversario en su tarea de dificultar tanto como sea posible la labor de los siervos de Cristo. Flagearán con la lengua, difamando y esparciendo falsedades. Criticarán los esfuerzos que el siervo de Dios les pida que hagan y harán que se vuelvan en contra de él. Con sus perversas conjeturas verán fraude y doblez allí donde sólo haya perfecta integridad y justicia. Acusarán de tener motivaciones egoístas a los siervos de Dios, cuando el mismo Dios los guíe, y cuando incluso sean capaces de dar la propia vida si Dios así lo demanda, si al hacer así pueden hacer que la causa del Señor avance. Quienes menos hacen, quienes menos invierten en la causa de la verdad, son los más proclives en expresar falta de fe en la integridad de los siervos de Dios que en la gran obra ocupan una posición de responsabilidades pecuniarias. Los que confían en la obra de Dios están dispuestos a arriesgar algo por su avance, y su prosperidad espiritual estará proporcionada a sus obras de fe. La palabra de Dios es nuestro modelo y, sin embargo, ¡cuán pocos la siguen! Nuestra religión tendrá escaso valor para nuestros amigos si sólo es teórica y no tiene una aplicación práctica. Muchos que profesan seguir la Biblia llevan con ellos la influencia del mundo y la soberbia. Son como una nube que hiela el aire en que otros se mueven.

Obstinación y no independencia

Hermano G, cultivar el amor puro y abnegado y la benevolencia desinteresada será para usted un trabajo fatigoso. No está acostumbrado a ceder en sus opiniones e ideas y, a veces, abandonar sus propios juicios y dejarse guiar por el consejo ajeno. Hermano y hermana G, ambos deben reducir su yo y aumentar la gracia de Dios. Ambos deben adquirir el hábito del gobierno propio para que sus pensamientos puedan sujetarse al Espíritu de Cristo. Tiene necesidad de la gracia de Dios para que sus pensamientos puedan ser disciplinados y fluyan por el canal correcto, para que sus palabras sean palabras justas y para que sus pasiones y apetitos se sujeten al control de la razón y la lengua se refrene ante la frivolidad, la censura y las críticas mundanas. "Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo". (Santiago 3:2) El mayor triunfo que nos dio la religión de Cristo es el control sobre nosotros mismos. Debemos controlar nuestras tendencias naturales; de otro modo, jamás venceremos como Cristo venció.

Entre los que profesan seguir a Cristo hay algunos que son dispépticos espirituales. Ellos mismos se han hecho inválidos y su debilidad espiritual es el resultado directo de sus propias imperfecciones. No obedecen las leyes de Dios ni ponen en práctica los principios de sus mandamientos. Son indolentes en su causa y obra y no cumplen con ninguna de las misiones que se les encomiendan. Sin embargo, cuando creen ver algo en lo que pueden encontrar un defecto, son activos y celosos. Un cristiano que no trabaja no está sano. La enfermedad espiritual es el resultado del deber descuidado. Para que la fe de un hombre sea fuerte debe permanecer mucho tiempo con Dios, en oración secreta. ¿Cómo puede la benevolencia de un hombre ser una bendición para él si nunca la ejercita? ¿Cómo podemos pedir a Dios que nos ayude en la conversión de las almas si, al mismo tiempo, no hacemos nada para traerlas al conocimiento de la verdad? Se ha hecho tan débil que se ha vuelto inútil, tanto para usted como para la iglesia. El remedio es el arrepentimiento, la confesión y la reforma. Necesita fuerza moral y el verdadero alimento de la gracia de Dios. Nada fortalecerá tanto su religiosidad como trabajar para que avance la causa que profesa amar en lugar de frenarla. Sólo hay una cura para la indolencia espiritual: el trabajo, trabajar por las almas que necesitan su ayuda. En lugar de fortalecer las almas, ha desalentado y debilitado los corazones de aquellos que veían avanzar la causa de Dios.

Dios le ha dado capacidades que puede usar para el bien o malgastarlas en perjuicio propio y ajeno. No es consciente de los cargos que Dios le imputa. Deberíamos tener siempre en la mente que vivimos en este mundo para formar caracteres para el próximo. Todas nuestras relaciones con los otros mortales deben estar en consonancia con los intereses eternos, suyos y nuestros. Si nuestros encuentros con ellos sólo están dedicados al placer y a la complacencia egoísta, si somos frívolos, si nos abandonamos a las malas acciones, no somos colaboradores de Dios, sino que trabajamos decididamente contra él. Las preciosas vidas que Dios nos ha dado no deben ser moldeadas con relatividades incrédulas para complacer la mente carnal, sino que deben ser vividas de manera que merezcan la aprobación de Dios.

Si el hermano J gozara con el amor de Dios, sería un torrente de luz. Tiene demasiada poca fuerza moral y fuertes tendencias a la incredulidad. Los ángeles del cielo se han apiadado de él porque está envuelto en tinieblas. Sus oídos sólo oyen palabras de incredulidad y tinieblas. Está lleno de dudas, la lengua es un mundo de iniquidad. "Ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal". (Santiago 3:8) Si el hermano J se aferrara con más firmeza a Dios y sintiera que debe conservar su integridad ante él aun a costa de su vida natural, recibiría fuerza del cielo. Si permite que su fe se vea afectada por las tinieblas y la incredulidad que lo rodean, las dudas y las habladurías, pronto estará imbuido de tinieblas, dudas e incredulidad y no encontrará luz o fuerza en la verdad.

Que no piense que buscar el compromiso con sus amigos, resentidos con nuestra fe, le pondrá las cosas más fáciles. Si su único propósito es obedecer a Dios a toda costa, obtendrá fuerza y ayuda. Dios ama al hermano J y se apiada de él. Conoce todas sus dudas, todos sus desalientos, todas sus palabras amargas. Lo sabe todo. Si el hermano J abandona su incredulidad y permanece inamovible en Dios su fe crecerá con el ejercicio. "El justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma". (Hebreos 10:38)

Vi que los hermanos J y G corren gran peligro de perder la vida eterna. No ven que entorpecen el avance de la obra de Dios en _____. Cuando se celebró la reunión campestre la primera vez que estuvimos en la costa Oeste, cientos estaban convencidos de la verdad; pero Dios conocía de qué material estaba hecha esa iglesia. Aunque las almas acudían a la verdad, no había nadie que las acogiera y las alimentara, que las guiara a una vida más elevada. El hermano I tenía un espíritu celoso, acusador y envidioso. Si no podía ser el primero, no colaboraba en nada. Se consideraba a sí mismo mucho mejor de lo que Dios lo consideraba. Un hombre con ese carácter, a largo plazo, acabará por estar en desacuerdo con todos; sólo se encuentra en su líquido elemento cuando contiende y se alinea contra todo aquello que no se amolda a sus ideas. El Señor permitió que siguiera su camino y manifestara qué clase de espíritu lo guiaba. Introdujo en la iglesia el mismo espíritu que gobernaba en su familia y quiso que también allí imperara. Su amargura y sus crueles palabras contra los siervos de Dios han quedado registradas. No podrá desentenderse de ellas. Salió de nosotros porque no era de los nuestros. En ningún caso la iglesia deberá intentar su retorno; porque, con el espíritu que ahora lo domina, contendería aun con los mismos ángeles de Dios. Desearía gobernar y dictar la obra de los ángeles. Tal espíritu no puede entrar en el cielo. I y J, con quienes Dios no está satisfecho, se han atrevido a resistir a los siervos de Dios, a hablar mal de ellos, a imputarles motivos sesgados. Han intentado destruir la confianza de los hermanos en esos obreros y en los Testimonios. Pero si la obra es de Dios, no podrán destruirla. Sus esfuerzos serán vanos. Hermano G, usted se encontraba en una oscuridad tan densa que llegó a pensar que esos hombres tenían razón. Ha repetido sus palabras y ha hablado del "poder unipersonal". ¡Cuán poco sabía de lo que hablaba!

Algunos no han dudado en decir algo o proferir un cargo contra los siervos de Dios y ser celosos y acusadores. Si pueden encontrar alguna ocasión en que, celosos por la causa de Dios, piensan que los ministros han dicho palabras decididas, incluso severas, se apresuran a exagerarlas y se sienten con libertad para adoptar el más amargo y perverso espíritu y culpar a los siervos del Señor con motivos equívocos. Ya quisiéramos ver qué harían tales acusadores en circunstancias similares y soportando cargas parecidas. Ya quisiéramos verlos buscar y condenar sus propias ofensas, su propia conducta arrogante y dominadora y su propia impaciencia e irritación; y, después de haber eliminado todo pecado de sus vidas, lanzar la primera piedra de censura contra los hermanos que intentan traerlos al orden. El Dios santo no llevará almas a la verdad para que caigan bajo la influencia que existe en la iglesia. Nuestro Padre celestial es demasiado inteligente para llevar almas a la verdad y permitir que sean moldeadas por la influencia de hombres que no han consagrado sus vidas y sus corazones. Esos hombres no están en armonía con la verdad. No están unidos al cuerpo, sino que son causa de pérdida para la iglesia. Sus obras se oponen a las de aquellos que Dios emplea para traer almas a la verdad.

¿Quién alimentará a los que deberían esforzarse por obedecer todos los mandamientos de Dios? ¿Quiénes serán padres y madres que tengan cuidado de los que necesitan fuerza y ayuda? ¿Saben esos hermanos lo que hacen? Se encuentran exactamente en camino de los pecadores. Cortan el paso con sus conductas pecaminosas. Sus vestiduras estarán cubiertas con al sangre de las almas, a menos que se arrepientan y cambien completamente su vida. ¿Acaso piensan tales insatisfechos que ellos tienen razón y que el cuerpo de los guardadores del sábado está equivocado? "Por sus frutos los conoceréis". (Mateo 7:20) ¿A quién bendice Dios? ¿A quién guía? ¿Quién trabaja para él? ¿Quién obra correctamente para presentar la verdad a otras mentes? ¿Acaso tales hombres piensan que el cuerpo acudirá a ellos y abandonará su experiencia y puntos de vista para seguir los juicios de los que no se han consagrado? ¿O quizá regresarán a la armonía con el cuerpo?

El hermano G se vanagloria de su independencia de criterio y juicio, y al mismo tiempo corta el paso a los pecadores con su vida disoluta y su oposición a la obra, combatiendo ciegamente a Cristo en la persona de sus siervos. Se ha engañado respecto de la calidad de la verdadera independencia. La independencia no es obstinación, aunque a menudo ésta se confunda con aquélla. Cuando el hermano G se ha formado una opinión y la expresa en la familia o la iglesia con considerable confianza y de manera pública, está inclinado a hacer que parezca que él tiene la razón valiéndose de todos los argumentos que se le ocurren. Con esa insistencia corre el peligro, el gran peligro, de cerrar los ojos y violar su conciencia; el enemigo lo tienta con fuerza. Su arrogancia en la opinión es difícil de vencer, aun cuando se enfrente a suficientes evidencias para convencerlo, si estuviera dispuesto. Piensa que admitir su error sería una mancha en su juicio y discernimiento.

Hermano G, corre el gran peligro de perder su alma. Ansia la preeminencia. A veces cree que es menoscabado. No es feliz. No será feliz si abandona el pueblo de Dios, porque considera una ofensa las palabras claras y los hechos como hicieron muchos de los seguidores de Cristo porque la verdad declarada era demasiado evidente. No será un hombre feliz porque seguirá siendo usted mismo. No está a bien consigo mismo. Su temperamento es su enemigo y, vaya donde vaya, llevará consigo su carga de infelicidad. Es un honor confesar un error tan pronto como se discierne.

Hay muchos asuntos relacionados con la obra de Dios en los que usted encuentra faltas, encontrar faltas es cosa natural en usted. Puesto que se ha vuelto contra la luz de Dios que sobre usted se le ha revelado, rápidamente pierde su discernimiento y, más que nunca, está pronto a encontrar defectos en todas las cosas. Da su opinión con confianza dictatorial y trata las consultas de los demás al respecto de sus opiniones como una crueldad personal. Ciertamente, la independencia refinada nunca desdeña pedir el consejo de los experimentados y los sabios y los trata con respeto.

La religión en la familia

Hermano G, si no se convierte perderá su alma. No será feliz hasta que obtenga la mansedumbre de la sabiduría. Usted y su esposa han trabajado demasiado tiempo con propósitos encontrados. Abandone la excesiva escrupulosidad, la sospecha, los celos y las desdichadas discusiones por asuntos banales. El espíritu que se ha desarrollado en su familia ha penetrado en su experiencia religiosa. Vigilen el modo en que se recriminan uno a otro los defectos en presencia de sus hijos; tengan cuidado de no permitir que su espíritu los controle. Usted sólo ve maldad en su hijo mayor; no le atribuye ninguna de las cualidades que, si muriese, no dudaría en reconocerle. Ninguno de ustedes se comporta de modo coherente con su hijo. Le recriminan sus errores en presencia de otras personas y demuestran falta de confianza en los buenos rasgos de su carácter.

Ambos están dispuestos a ver las faltas ajenas y, a la vez, están ciegos a sus muchas faltas y errores. Ambos son nerviosos y se irritan y excitan con facilidad. Necesitan la mansedumbre de la sabiduría. Se aferran tenazmente a sus propias fragilidades, sus pasiones y sus prejuicios como si el hecho de abandonarlos fuera causa de gran desgracia; y no se dan cuenta de que son espinas punzantes y dolorosas. Jesús les invita a depositar el yugo que han cargado, que ha doblegado su cerviz, y tomar el suyo, que es liviano, porque su carga es ligera. ¡Cuán abrumadora es la carga del amor propio, la codicia, el orgullo, la pasión, los celos y las suposiciones perversas! ¡Cuán firmemente agarran los hombres estas maldiciones y cuánto se resisten a abandonarlas! Cristo conoce cuán abrumadores son estos yugos autoimpuestos y nos invita a depositarlos a sus pies. Invita a las almas cargadas y apesadumbradas para que se acerquen a él y cambien los pesados yugos que ellas mismas se han puesto al cuello por el suyo, que es ligero. Dice: "Hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga". (Mateo 11:29) Las exigencias del Salvador son coherentes y armónicas, llevarlas con gozo trae la paz y el descanso al alma.

Cuando el hermano G toma una posición en el lado equivocado no le resulta fácil confesar que ha cometido un error. Pero, si consigue borrar de su memoria y la de los demás su mala acción, y puede hacer cambios para rectificar sin reconocer su error, no dudará en hacerlo. Sin embargo, todos esos errores y pecados no confesados permanecen registrados en el cielo y no serán borrados hasta que cumpla las instrucciones dadas en la palabra de Dios: "Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados". (Santiago 5:16) Si el hermano G tiene otro plan distinto del que el Señor nos ha dado, ese estilo no es seguro y, al final, desembocará en su ruina. Ese otro estilo es ruinoso para la iglesia y para la prosperidad y la felicidad de su familia. Debe reblandecer el corazón y permitir que la humildad, la ternura y el amor entren en su alma. Debe cultivar cualidades abnegadas. Hermano y hermana G, deberían cultivar cualidades mentales que los purifiquen, que los impulsen a olvidarse del yo y aumenten su interés por aquellos con quienes entran en contacto. Existe una corriente de amor propio y preocupación por el yo que aumenta su infelicidad con sufrimiento y pesadumbre. Tienen un conflicto con ustedes mismos en el que sólo ustedes pueden desempeñar un papel decisivo. Ambos deberían controlar la lengua y callarse muchas cosas. El primer mal es pensar mal; luego vienen las malas palabras. No cultivan el amor, la deferencia y el respeto mutuo. Sean considerados con los sentimientos del otro y busquen la sagrada salvaguarda de la felicidad del otro. Sólo podrán hacerlo en nombre y con la fuerza de Jesús.

La hermana G ha hecho grandes esfuerzos para obtener victorias, pero su esposo apenas la ha alentado. En lugar de buscar a Dios en oración sincera para que les diera fuerza para vencer los defectos del carácter, se han dedicado a observarse mutuamente y a debilitarse a sí mismos encontrando faltas en los demás. El jardín del corazón está descuidado.

Si, meses atrás, el hermano G hubiera recibido la luz que el Señor le enviaba y, con franqueza, se hubiese convertido junto con su esposa, si ambos hubiesen quebrantado sus corazones endurecidos ante el Señor, su situación actual sería muy distinta. Ambos consideraron livianamente las palabras de reprobación y exhortación del Espíritu de Dios y no reformaron sus vidas. Cerrar los ojos a la luz que Dios les había enviado no hizo que sus faltas fueran menos graves a los ojos de Dios ni redujo su responsabilidad. Odiaron las reprensiones que, lleno de misericordia hacia ellos, les hacía el Señor. Por naturaleza, el hermano G tiene un corazón amable y tierno, pero está oprimido por el amor propio, la vanidad y la susceptibilidad. Su corazón no es desdeñoso, pero le falta fuerza moral. Se acobarda tan pronto como se enfrenta a la abnegación y el sacrificio, porque se ama a sí mismo. Controlar el yo, vigilar sus palabras, reconocer que ha obrado o hablado mal es para él una cruz demasiado humillante; y, sin embargo, para ser salvo debe cargar con esa cruz.

Hermano y hermana G, midan sus palabras. Mientras no haya un centinela que vigile sus pensamientos y sus acciones se desalentarán mutuamente y, con toda seguridad, ninguno de los dos se podrá salvar. Ambos deben protegerse del espíritu precipitado que es causa de palabras y acciones superficiales. El resentimiento, que se alimenta en su creencia de que los han maltratado, es el espíritu de Satanás y lleva a la perversión moral. Mientras permitan que tome el control la precipitación, impedirán que la razón controle sus palabras y su conducta y serán responsables de todas las malas consecuencias que esto pueda traerles. Lo que se hace con desagrado y precipitación no tiene excusa. La acción es mala. Con una sóla palabra agresiva y precipitada pueden clavar un aguijón en el corazón de sus amigos que nunca será olvidado. A menos que ejerciten el autocontrol serán una pareja infeliz. Cada uno de ustedes pone la causa de su infelicidad en las faltas del otro. Dejen de hacerlo. Establezcan como norma no pronunciar jamás palabras de censura mutua sino que, siempre que sea posible, de sus bocas salgan elogios.

Algunos piensan que la locuacidad es una virtud y hablan grandezas de su franqueza diciendo las cosas desagradables que habitan en sus corazones. Permiten que su espíritu irascible se derrame como un torrente de reproches y acusaciones. Cuanto más hablan, más se excitan y Satanás aprovecha la ocasión para hacer su obra porque le es muy ventajosa. Las palabras irritan a quien las escucha y la provocación es respondida con palabras aún más duras. Finalmente, un asunto banal se convierte en un gran incendio. Ambos piensan que posiblemente sufran más pruebas de las que pueden soportar y que sus vidas son muy infelices. Con resolución, empiecen la tarea de controlar sus pensamientos, sus palabras y sus acciones. Cuando uno de ustedes sienta que se aviva el resentimiento, retírese y pida humildemente la ayuda de Dios, el cual escuchará la oración que sale de labios sinceros.

La conciencia iluminada debe controlar todas las pasiones. "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un sólo cuerpo; y sed agradecidos". (Colosenses 3:12-15)

Hermanos, si viven añadiendo gracia a la gracia, Dios multiplicará en ustedes su gracia. Cuando ustedes añadan, Dios multiplicará. Si retienen en sus mentes que Dios ve y oye todo cuanto hagan o digan y lleva un fiel registro de todos sus actos y sus palabras, de los cuales ustedes serán hechos responsables, entonces, en todo cuanto hagan y digan querrán seguir los dictados de una conciencia iluminada y despierta. Usarán la lengua para gloria de Dios y serán una fuente de bendición para ustedes y los demás. Pero si, tal como han hecho hasta ahora, se separan de Dios, tengan por seguro que, cuando menos, su lengua será un mundo de iniquidad y traerá sobre ustedes temible condenación, porque ustedes habrán sido la causa de la perdición de muchas almas.

El deber del autocontrol

Debemos someter a rígida sujeción los apetitos de nuestra naturaleza animal. Esos apetitos nos fueron dados con fines importantes, para el bien, y no para que fueran los ministros de la muerte pervirtiéndolos y haciendo de ellos concupiscencias rebeldes. El gusto por el tabaco, que usted, hermano G, refuerza con su indulgencia, se ha convertido en una lujuria que va contra su alma. Un hombre intemperante no puede ser un hombre paciente. Una indulgencia casi imperceptible con los gustos dará lugar al gusto por estimulantes más fuertes. Si los pensamientos, las pasiones y los gustos se mantienen debidamente sujetos, la lengua estará bajo control. Pida la ayuda de la fuerza moral y abandone para siempre el uso del tabaco. Ha querido ocultar a los demás que usa el tabaco, pero no se lo puede ocultar a Dios. "Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor y él os exaltará". (Santiago 4:8-10) Le comparto estas palabras en nombre de Jesús, el cual me ha encargado esta misión. No las rechace.

Si sus malas acciones no hubiesen sido objeto de reprobación, jamás habría rechazado los Testimonios. Pensó que sería más fácil sacrificar los Testimonios y cerrar los ojos a la luz que Dios le ha dado que abandonar el tabaco y dejar la vida de frívola convivencia con los incrédulos. El proceso de purificación conlleva negación y contención; y usted carece de fuerza moral para adquirirlas. Por lo tanto cree excusar sus pecados no creyendo en la luz que Dios le ha enviado. Recuerde que volverá a enfrentarse con todas estas cosas porque están escritas en un libro, junto con todas las advertencias y reprobaciones que Dios me ha encargado que le diera.

El hermano J es digno de compasión porque, por naturaleza, tiene una disposición defectuosa. Tiene poca esperanza. Su incredulidad y sus dudas controlan su juicio. Su naturaleza lo lleva a ponerse del lado de los que cuestionan y duda. La única manera de vencer este gran mal es cultivar los rasgos de carácter opuestos. Debe reprimir la incredulidad y no cultivarla. No debe expresar sus dudas. No tiene derecho a intimidar a los demás con los defectos de su carácter. Aunque ese triste mal lo afecte, no debe amargar la felicidad de los demás introduciendo su incredulidad para que enfríe la fe de sus hermanos. Su inclinación no lo lleva a tener en cuenta todo cuanto se dice en los discursos y exhortaciones de los cuales podría obtener consuelo y aliento; sino que busca en ellos motivos de excusa para continuar con sus críticas y sus cuestionamientos. Las avenidas de su alma están completamente abiertas y desprotegidas para que Satanás entre y moldeé su mente conforme a sus propósitos.

Se me mostró que sus reuniones están perdiendo interés porque no las visita el Espíritu de Dios. Los hermanos y hermanas están completamente esclavizados por esos dos hombres. No se atreve a ejercer su libertad y a expresar su fe con la sencillez de sus almas porque ahí está el hermano J, con su mirada severa y crítica, que observa y está pronto a atrapar cualquier palabra que le dé la oportunidad de poner en práctica las facultades de su mente incrédula. Entre ambos alejan al Espíritu de Dios de las reuniones. Cuando los hermanos manifiestan el espíritu del dragón para hacer la guerra contra aquellos que creen que Dios les ha comunicado luz y consuelo por medio de los Testimonios es tiempo de que los hermanos y las hermanas afirmen su perfecta libertad de conciencia. Dios les ha dado luz y tienen el privilegio de aceptarla y hablar de ella para fortalecerse y alentarse mutuamente. El hermano J quiere confundir la mente haciendo que parezca que la luz que Dios da a través de los Testimonios es una añadidura a la palabra de Dios, pero así la presenta como una falsa luz. Dios ha visto que esta es una buena manera de atraer la mente de su pueblo a su palabra para que la entiendan mejor.

La iglesia de _____ se debilita cada vez más por la influencia que han recibido, la cual ha puesto impedimentos en su avance. Si así lo desea, el hermano J tiene el privilegio de dejar su incredulidad y avanzar en la luz. Sin embargo, la causa de Dios avanzará, con o sin su ayuda. Dios ha indicado que la iglesia de _____ deberá afrontar un desafío. Deberá decidirse por avanzar o retroceder. Dios es capaz de hacer más con seis almas unidas en el mismo espíritu y juicio que con multitudes de hombres que actúan como han actuado los hermanos G y J. Con ellos, los ángeles de luz no se han presentado en la reunión, sino los ángeles de las tinieblas. Las reuniones no han sido de provecho y, a veces, se han vuelto en una verdadera ofensa. Dios pide que esos hombres escojan entre ponerse del lado del Señor y unirse al cuerpo, o dejar de impedir el paso de aquellos que se han dedicado completamente al Señor.

La mayor razón por la cual muchos que profesan ser discípulos de Cristo caen en terribles tentaciones y obran arrepentimiento es que no se conocen a sí mismos. En esto el enemigo ostigaba insistentemente a Pedro. Esta es la causa de que la fe de muchos naufrague. Su corazón no ve los errores y las malas acciones que han cometido y no afligen sus almas. Les recomiendo que purifiquen sus almas obedeciendo la verdad. Únanse al cielo y que el Señor los salve de su engaño.