Los congresos campestres son una de las actividades más importantes de nuestra obra. Es uno de los métodos más efectivos para cautivar la atención de la gente y alcanzar a todas las clases sociales con la invitación del Evangelio. El tiempo en que vivimos es una época de emociones intensas. La ambición y la guerra, el placer y la obtención de dinero absorben la mente de la gente. Satanás ve que le queda poco tiempo, de modo que ha puesto a todos sus agentes a trabajar, a fin de que la gente pueda ser engañada, entrampada, inducida a mantenerse ocupada y embelesada; hasta que concluya el tiempo de gracia y la puerta de la misericordia se cierre para siempre. Es nuestra tarea llevar al mundo entero--a toda nación, tribu, lengua y pueblo--la verdad salvadora del mensaje del tercer ángel. Pero ha sido un problema difícil saber cómo alcanzar a la gente en los lugares superpoblados. No se permite a las iglesias establecerse en ellos. Los salones espaciosos en las grandes ciudades son costosos, y en la mayoría de los casos, pocos resultarán apropiados. Quienes no nos conocen han hablado mal de nosotros. La gente no comprende nuestra fe, y nos considera unos fanáticos que por ignorancia guardan el sábado en vez del domingo. Mientras realizamos nuestra obra, nos hemos sentido confundidos por no saber cómo superar las barreras de la mundanalidad y el prejuicio, para presentar la preciosa verdad que tanto significado encierra para la gente. El Señor nos ha enseñado que las reuniones religiosas al aire libre son uno de los medios más importantes para la realización de esta obra.
Debemos efectuar planes sabios para dar a la gente la oportunidad de escuchar personalmente el último mensaje de amonestación al mundo. La humanidad tiene que recibir la advertencia de que debe prepararse para el gran día de Dios, que está muy cerca. No tenemos tiempo que perder. Debemos realizar mayores esfuerzos para llegar hasta la gente allí donde se encuentre. La impenitencia del mundo y el desprecio por las leyes del gobierno de Dios ya están llegando a su límite. Debe proclamarse la advertencia en cada ciudad de nuestro planeta. Todo lo que pueda hacerse debe efectuarse sin dilación.
Los campamentos campestres tienen además otra finalidad: la de promover la vida espiritual entre nuestros miembros. El mundo no conoce a Dios, a pesar de su supuesta sabiduría. No puede captar la belleza, la ternura, la bondad ni la santidad de la verdad divina. Y para que la gente pueda entenderlas, debe existir un canal a través del cual la verdad fluya hacia el mundo. Ese canal es la iglesia. Cristo se nos da a conocer para que nosotros lo revelemos a otros. Su pueblo debe manifestar las riquezas y la gloria de su don inefable.
Dios ha puesto en nuestras manos una obra sumamente sagrada y necesitamos reunirnos para obtener la capacitación necesaria a fin de llevarla a cabo. Necesitamos entender claramente qué parte se nos pide que realicemos para edificar la causa de Dios en la tierra, al vindicar la santa ley de Dios y al realzar al Salvador como "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". (Juan 1:29) Necesitamos unirnos para recibir el toque divino que nos permitirá comprender nuestra labor en el hogar. Los padres necesitan entender cómo deben enviar a sus hijos e hijas desde el santuario del hogar, con una preparación y educación tal, que estén capacitados para brillar como luces en el mundo. Debemos comprender la necesidad de una distribución del trabajo y cómo debe llevarse adelante cada tarea. Cada uno debiera entender la parte que le corresponde a fin de que haya armonía entre el plan y el trabajo en la obra combinada de todos.
Cómo comunicarse con las multitudes
Cristo dijo a sus discípulos en el Sermón del monte: "Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5:14-16) Si nuestros congresos campestres se conducen en forma apropiada, serán en verdad una luz en el mundo. Debieran realizarse en las grandes metrópolis y ciudades donde el mensaje de la verdad no se ha proclamado, y continuar durante dos o tres semanas. Ocasionalmente puede ser aconsejable tener estos congresos en períodos sucesivos en el mismo lugar; pero, como regla, el lugar de las reuniones debe ser diferente de año en año. En vez de tener congresos campestres gigantescos en unos pocos lugares, sería más beneficioso tener reuniones más pequeñas en más lugares. Así la obra se extenderá constantemente a nuevos sectores. Tan pronto como el estandarte de la verdad se levante en una localidad, y los nuevos conversos ya no abriguen dudas ni errores, debemos hacer planes para entrar a nuevos territorios. Nuestros congresos campestres tienen poder, y cuando se realizan en un lugar donde la comunidad puede ser conmovida, tendrán un poder mucho mayor que cuando, por la conveniencia de nuestros miembros, se lleven a cabo donde el interés público haya disminuido a causa de reuniones anteriores o del rechazo de la verdad.
Ha sido un error al celebrar los congresos en lugares apartados, y al repetirlos en el mismo lugar año tras año. Esto se ha hecho para reducir gastos y esfuerzos, pero los ahorros debieran hacerse en otros aspectos. Especialmente en lugares nuevos, una carencia de medios a menudo hace difícil hacer frente a los gastos generados por un congreso campestre. Es necesario ejercer cuidado en la economía y elaborar planes que no exijan grandes gastos, porque de esa manera puede ahorrarse mucho. Sin embargo, hay que cuidar de no perjudicar la obra por el afán de ahorrar. Este método de presentar la verdad a la gente ha sido establecido por Dios. Cuando se trabaja por las almas y se presenta la verdad a quienes no la conocen, no hay que detenerla por ahorrar dinero.
Nuestros congresos campestres deben conducirse de tal manera que logren el máximo posible de bendiciones. Que la verdad sea presentada y representada apropiadamente por aquellos que creen en ella. Lo que el mundo necesita es luz, luz del cielo; y todo aquello que manifieste que Cristo es luz.
Una lección objetiva
Cada congreso campestre debe ser una lección práctica de buen gusto, orden y pulcritud. Debe prestarse cuidadosa atención a la economía y evitar la ostentación, pero todo debe estar limpio y ordenado. El buen gusto y el tacto atraen mucho. En todo lo que hacemos debemos poner en evidencia la disciplina de la organización y el orden.
Todo debe mantenerse ordenado de tal manera que impresione tanto a nuestros propios hermanos como al resto de la gente, acerca de la santidad e importancia de la obra de Dios. Los reglamentos observados en el campamento de los israelitas constituyen un ejemplo para nosotros. Fue Cristo quien dio instrucciones especiales a Israel, aunque también eran para nosotros, los que vivimos en los días finales de este mundo. Debemos estudiar cuidadosamente las especificaciones de la Palabra de Dios, y practicar esas directrices como la voluntad divina. Que todo lo relacionado con el campamento sea puro, sano y limpio. Debe prestarse atención a cada aspecto de los servicios de salubridad; hermanos de sano juicio y discernimiento deben ver que no se permita nada que pueda sembrar la semilla de la enfermedad y la muerte en todo el campamento.
Las carpas deben estar bien atadas a sus postes y siempre que haya posibilidad de lluvia, cada carpa debe acondicionarse con zanjas alrededor. En ningún sentido se debe pasar esto por alto. Enfermedades serias y aún fatales se han contraído por descuidar esta precaución.
Debemos sentir que somos representantes de una verdad de origen celestial. Debemos manifestar las alabanzas de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Debemos recordar siempre que los ángeles de Dios caminan por el recinto y observan el orden y el arreglo de cada carpa. Para las numerosas personas que vienen a los campamentos, todos los detalles son una evidencia de la fe y los principios que ostentan quienes dirigen las reuniones. Debe ser la mejor evidencia posible. Todo el entorno debe ser ejemplar. Las habitaciones, en su orden y aseo, que ofrecen una idea de la vida hogareña; debieran ser un continuo sermón respecto a los hábitos, costumbres y prácticas de los adventistas del séptimo día.
Cómo asegurar la asistencia
Cuando nos preparábamos para realizar un congreso campestre en una ciudad donde nuestra iglesia era poco conocida, me pareció estar una noche en una comisión convocada para consultar sobre la obra que debía llevarse a cabo antes de la reunión. Se sugirió hacer un esfuerzo gigante e incurrir en fuertes gastos en la distribución de avisos y volantes. Mientras se hacían estos arreglos para llevar a cabo esa idea, Uno que es más sabio en aconsejar dijo: "Instalen las tiendas de campaña, empiecen sus reuniones y luego hagan los anuncios; así se lograrán mejores resultados".
"La verdad expuesta por un predicador entusiasta ejercerá una influencia mayor que la que tendría el mismo asunto publicado en forma impresa. Sin embargo, la combinación de los dos métodos tendrá todavía más poder. Continuar con los mismos métodos de evangelización año tras año, no es el mejor plan. Cámbiese el orden de las cosas. Cuando se le da el tiempo y la oportunidad, Satanás está listo para congregar sus fuerzas y tratará de destruir cada alma. Debe evitarse levantar cualquier oposición antes que la gente tenga la oportunidad de oír la verdad y de saber a lo que se resisten. Economizad vuestros recursos para realizar una vigorosa labor después de la reunión en lugar de antes. Si se puede conseguir una máquina impresora para imprimir durante las reuniones volantes, anuncios y escritos para distribuirlos, eso producirá una influencia eficaz".
En algunos de nuestros congresos campestres, grupos de obreros entusiastas se han organizado para ir a la ciudad y a los suburbios para distribuir publicaciones e invitar a la gente para que asista a las reuniones. Por este medio se pudo asegurar la asistencia regular de cientos de personas durante la segunda parte de las reuniones, quienes, de otra manera no habrían pensado asistir.
Debemos usar cualquier medio justificable para llevar la luz a la gente. Utilícese la prensa y todos los medios publicitarios que permitan llamar la atención a la obra. Esto no debe considerarse de poca importancia. En cada esquina se ven carteles y anuncios que atraen la atención hacia los más diversos asuntos, algunos de ellos de carácter muy objetable. Quienes tienen la luz del mundo, ¿se conformarán con efectuar débiles esfuerzos para atraer la atención de las multitudes a la verdad?
Las personas que se interesan en la verdad deben enfrentarse a argumentos falaces y falsedades de parte de ministros populares, sin saber cómo responder a estas cosas. La verdad presentada por el evangelista, debe publicarse tan concisa como sea posible y hacerse circular extensamente. Según sea práctico, que los discursos importantes presentados en los congresos, sean publicados en los periódicos. De esa manera, la verdad dirigida a un número limitado de personas podrá llegar a muchas mentes. Y dondequiera que la verdad haya sido falseada, la gente tendrá la oportunidad de saber exactamente qué fue lo que dijo el ministro.
Coloca tu luz sobre un candelabro, para que alumbre a todos los que están en la casa. Si se nos ha dado la verdad, debemos hacerla tan sencilla para otros, que todas las personas sinceras de corazón puedan reconocerla y regocijarse en sus brillantes rayos.
Natanael oró para poder saber con certidumbre si aquel que Juan el Bautista había anunciado como el Mesías, era en verdad el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Mientras exponía su incertidumbre delante de Dios y pedía esclarecimiento, Felipe lo llamó y con tono fervoroso y lleno de gozo, exclamó: "Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret". (Juan 1:45)
Pero Natanael estaba prejuiciado contra el Nazareno. Por la influencia de falsas enseñanzas, surgió la incredulidad en su corazón y preguntó: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" Felipe no trató de combatir su prejuicio e incredulidad. Sólo se limitó a decir: "Ven y ve". Fue una actitud sabia, porque tan pronto como Natanael vio a Jesús, se convenció de que Felipe estaba en lo correcto. Su incredulidad fue echada a un lado, y una fe firme, fuerte y obediente tomó posesión de su alma. Jesús elogió la fe confiada de Natanael.
Hay muchos en la misma situación que se encontraba Natanael. Están prejuiciados y son incrédulos porque nunca han estado en contacto con las verdades especiales para estos últimos días; o con las personas que las poseen, y se requerirá que asistan a una reunión rebosante del Espíritu de Cristo para eliminar su incredulidad. No importa lo que debamos enfrentar, qué oposición exista, qué esfuerzos para desviar las almas y conducirlas lejos de la verdad de origen celestial; debemos proclamar nuestra fe. Así las personas honestas podrán ver y oír y convencerse por ellas mismas. Nuestra obra consiste en decir como Felipe: "Ven y ve".
No tenemos ninguna doctrina que haya que ocultar. Quienes fueron instruidos para observar el primer día de la semana como sagrado, consideran que el rasgo distintivo más objetable de nuestra fe es el sábado del cuarto mandamiento. Pero, ¿no declara la Palabra de Dios que el séptimo día es el sábado del Señor nuestro Dios? Es cierto, no resulta fácil realizar el cambio requerido del primero al séptimo día. Esto requiere una cruz. Choca con las prácticas y los preceptos humanos. Personas eruditas han enseñado tradiciones a la gente hasta imbuirla de incredulidad y prejuicios. Sin embargo, debemos decir a esas personas: "Ven y ve". Dios requiere que proclamemos la verdad y dejemos que el error sea puesto de manifiesto.
La asistencia de los miembros de la iglesia
Es importante que los miembros de nuestras iglesias asistan a nuestros congresos. Los enemigos de la verdad son muchos; y debido a que somos pocos, debemos presentar un frente tan sólido como sea posible. Necesitamos individualmente los beneficios del congreso, y Dios nos invita a alistarnos en las filas de la verdad.
Algunos dirán: "Cuesta mucho viajar, y sería mejor que ahorráramos el dinero y lo diéramos para el progreso de la obra donde tanto se necesita". No razonéis así; Dios os invita a ocupar vuestro lugar en las filas de su pueblo. Apoyad la reunión en todo lo que podáis acudiendo con vuestras familias. Haced un esfuerzo especial para asistir a la congregación del pueblo de Dios.
Hermanos y hermanas, es mucho mejor que dejéis sufrir en algo vuestros negocios antes que descuidar la oportunidad de oír el mensaje que Dios tiene para vosotros. No presentéis excusas que os impidan adquirir toda ventaja espiritual posible. Necesitáis todo rayo de luz. Necesitáis prepararos para dar una razón de la esperanza que hay en vosotros, con mansedumbre y temor. No podéis perder tal privilegio.
Antiguamente el Señor ordenó a su pueblo que se reuniera tres veces al año para rendirle culto. Los hijos de Israel acudían a aquellas santas convocaciones, trayendo a la casa de Dios sus diezmos, así como las ofrendas por el pecado y las de gratitud. Se reunían para relatar las misericordias de Dios, para conocer sus obras admirables, tributarle agradecimiento y alabar su nombre. Debían participar en el servicio de sacrificios que señalaba a Cristo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Así habían de preservarse del poder corruptor de la mundanalidad y la idolatría. La fe, el amor y la gratitud debían mantenerse vivos en su corazón, y al congregarse en ese servicio sagrado se vinculaban más estrechamente con Dios y unos con otros.
En los días de Cristo vastas muchedumbres provenientes de todos los países asistían a aquellas fiestas, y si las hubieran observado como Dios quería, con un espíritu de verdadera adoración, la luz de la verdad podría haber sido esparcida por su intermedio a todas las naciones del mundo.
Los que residían lejos del tabernáculo debían emplear más de un mes cada año para asistir a esas santas convocaciones. El Señor vio que aquellas reuniones eran necesarias para la vida espiritual de su pueblo. Necesitaban apartarse de los cuidados mundanales, para comulgar con Dios y contemplar las realidades invisibles.
Si los hijos de Israel necesitaban el beneficio de aquellas santas convocaciones en su tiempo, ¡cuánto más lo necesitamos nosotros en estos últimos días de peligro y conflicto! Si los habitantes del mundo necesitaban entonces la luz que Dios le había confiado a su iglesia, ¡cuánto más la necesitan ahora!
Este es el momento en que cada uno debe acudir en auxilio de Jehová contra los poderosos. Las fuerzas del enemigo se están vigorizando, y se calumnia a nuestro pueblo. Deseamos que la gente llegue a conocer nuestras doctrinas y nuestra obra. Queremos que sepan lo que somos y lo que creemos. Debemos llegar a su corazón. Ocupe el ejército de Jehová el terreno para representar la obra y causa de Dios. No presentemos excusas. El Señor nos necesita. Él no hace su obra sin la cooperación del agente humano. Id al congreso aun cuando ello os cueste un sacrificio. Id con la voluntad de trabajar. Y haced todo esfuerzo posible por inducir a vuestros amigos a ir, no en vuestro lugar, sino con vosotros, para estar de parte del Señor y obedecer sus mandamientos. Ayudad a aquellos que tienen interés en asistir, proveyéndoles, si es necesario, alimento y alojamiento. Os acompañarán los ángeles enviados para ministrar a los que han de heredar la salvación. Dios hará grandes cosas por su pueblo. Bendecirá todo esfuerzo hecho para honrar a su causa y hacer progresar su obra.
La preparación del corazón
En estas reuniones debemos recordar siempre que hay dos fuerzas que obran. Se está librando una batalla que los ojos humanos no ven. El ejército del Señor está en el terreno, procurando salvar almas. Satanás y su hueste están también obrando, procurando de toda manera posible engañar y destruir. El Señor nos ordena: "Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las acechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". (Efesios 6:11-12) Día tras día sigue la batalla. Si pudiesen abrirse nuestros ojos para ver cómo obran los agentes buenos y malos, no habría trivialidades, ni vanidad ni bromas. Si cada uno quisiera revestirse con toda la armadura de Dios y pelear virilmente las batallas del Señor, se ganarían victorias que harían temblar el reino de las tinieblas.
Ninguno de nosotros debe asistir a un congreso confiando en los ministros o los obreros bíblicos para que la reunión resulte bendecida. Dios no desea que su pueblo descanse por completo en los pastores. No quiere que se debilite dependiendo de los seres humanos. Los creyentes no deben apoyarse como niños impotentes sobre alguien como si fuera un puntal. Como mayordomo en la iglesia de Dios, cada miembro de iglesia debe sentir la responsabilidad de tener vida y raíces propias. Cada uno debe sentir que, en cierta medida, el éxito de la reunión depende de él. No digáis: "No soy responsable. No tendré nada que hacer en esta reunión". Si estos son vuestros sentimientos, dais a Satanás la oportunidad de trabajar por vuestro intermedio. Él llenará vuestra mente de pensamientos, y os dará algo que hacer en sus filas. En vez de "reunir" con Cristo, estaréis "dispersando".
El éxito de la reunión depende de la presencia y el poder del Espíritu Santo. Todo aquel que ama la causa de la verdad debiera orar por el derramamiento del Espíritu. Y en cuanto esté en nuestro poder, debemos suprimir todo lo que impida que él actúe. El Espíritu Santo no podrá nunca ser derramado mientras los miembros de la iglesia alberguen divergencias y amarguras los unos hacia los otros. La envidia, los celos, las malas sospechas y las maledicencias son de Satanás, y cierran eficazmente el camino para que el Espíritu Santo no intervenga. No hay nada en este mundo que sea tan precioso para Dios como su iglesia. No hay nada que él proteja con un celo más esmerado. No hay nada que ofenda tanto a Dios como un acto que perjudique la influencia de aquellos que le sirven. Él llamará a cuenta a todos los que ayuden a Satanás en su obra de criticar y desalentar.
Los que se hallan desprovistos de compasión, ternura y amor, no pueden hacer la obra de Cristo. Antes que pueda cumplirse la profecía de que el débil será "como David," y la casa de David "como ángel de Jehová" (Zacarías 12:8), los hijos de Dios deben poner a un lado todo pensamiento de sospecha con respecto a sus hermanos. Los corazones deben latir al unísono. Debe manifestarse mucho más abundantemente la benevolencia cristiana y el amor fraternal. Repercuten en mis oídos las palabras: "Uníos, uníos." La verdad solemne y sagrada para este tiempo debe unificar al pueblo de Dios. Debe morir el deseo de preeminencia. Un tema de emulación debe absorber todos los demás: "¿Quién se asemejará más a Cristo en su carácter? ¿Quién se esconderá más completamente en Jesús?" "En esto es glorificado mi Padre--dice Cristo--, en que llevéis mucho fruto". (Juan 15:8) Si hubo alguna vez un lugar donde los creyentes debían llevar mucho fruto, es en nuestros congresos. En estas reuniones nuestros actos, nuestras palabras, nuestro espíritu, quedan anotados, y nuestra influencia será tan abarcante como la eternidad.
La transformación del carácter ha de atestiguar al mundo que el amor de Cristo mora en nosotros. El Señor espera que su pueblo demuestre que el poder redentor de la gracia puede obrar en el carácter deficiente, y hacer que se desarrolle simétricamente para que lleve abundante fruto.
Pero a fin de que cumplamos el propósito de Dios, debe hacerse una obra preparatoria. El Señor nos ordena que despojemos nuestro corazón del egoísmo, que es la raíz del enajenamiento. Él anhela derramar sobre nosotros su Espíritu Santo en abundante medida, y nos ordena que limpiemos el camino mediante nuestra negación del yo. Cuando entreguemos el yo a Dios, nuestros ojos serán abiertos para ver las piedras de tropiezo que nuestra falta de cristianismo ha colocado en el camino ajeno. Dios nos ordena que las elimine46 mos todas. Dice: "Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados". (Santiago 5:16) Entonces podremos tener la seguridad que tuvo David, cuando después de haber confesado su pecado oró: "Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti". (Salmos 51:12, 13)
Cuando la gracia de Dios reine en el interior, el alma quedará rodeada de una atmósfera de fe y valor, y de un amor como el de Cristo; esa atmósfera vigorizará la vida espiritual de todos los que la inhalen. Entonces podremos ir al congreso, no sólo para recibir, sino para impartir. Todo aquel que participe del amor perdonador de Cristo, todo aquel que haya sido iluminado por el Espíritu de Dios, y se haya convertido a la verdad, sentirá que en virtud de esas preciosas bendiciones, tiene una deuda hacia toda alma con la cual llegue a tratar. El Señor utilizará a los que son de corazón humilde para alcanzar a las almas a quienes no pueden llegar los ministros ordenados. Serán inducidos a pronunciar palabras que revelarán la gracia salvadora de Cristo.
Y al beneficiar a otros, serán ellos mismos beneficiados. Dios nos da la oportunidad de impartir gracia, a fin de poder llenarnos de nuevo con una mayor medida de ella. La esperanza y la fe se fortalecerán a medida que el agente de Dios utilice los talentos y los medios que Dios le ha proporcionado. Obrará junto a él un instrumento divino.
Asuntos administrativos
Hasta donde sea posible, nuestros congresos campestres debieran dedicarse enteramente a intereses espirituales. No deben ser oportunidades para tratar asuntos administrativos.
En estos congresos se reúnen obreros de todas partes del campo, y pareciera ser una oportunidad favorable para considerar asuntos de negocios relacionados con los varios aspectos de la obra, y para la capacitación de obreros en diferentes renglones. Todos estos variados intereses son importantes, pero cuando se han llevado a cabo durante los congresos campestres, han dejado escasa oportunidad para considerar la relación práctica de la verdad con el alma. Los pastores se han desviado de su cometido de fortalecer a los hijos de Dios en la santísima fe, y como resultado, el congreso no ha cumplido los objetivos para los cuales fue convocado. Se llevan a cabo numerosas reuniones en las cuales la mayoría de las personas no tiene ningún interés, y si asistieran a ellas, saldrían fastidiadas en lugar de recibir beneficio y refrigerio espiritual. Muchos se sienten frustrados porque sus expectativas de recibir ayuda en las reuniones del congreso campestre no han sido satisfechas. Los que acudieron en busca de orientación y fortaleza regresaron a sus hogares e iglesias no mucho mejor capacitados para atender a sus familias que antes de asistir a las reuniones.
Los asuntos de negocios deben estar a cargo de las personas designadas especialmente para ello. Y hasta donde sea posible, debieran reunirse con los miembros en alguna otra ocasión que no sea un congreso campestre. Las reuniones de capacitación para el colportaje, Escuela Sabática y publicaciones para la obra misionera, debieran llevarse a cabo en la iglesia local o en reuniones especiales para ese fin. Este mismo principio debe aplicarse a las reuniones de enseñanza del arte culinario. Aunque estas actividades son apropiadas en el lugar que les corresponde, no debieran ocupar el tiempo de nuestros congresos campestres.
Los presidentes de las asociaciones y los pastores tienen que dedicarse a atender los intereses espirituales de los hermanos, y por lo tanto, deben ser liberados de las labores ordinarias que acompañan a los congresos. Los ministros debieran estar listos para actuar como maestros y guías en las tareas del campamento cuando la ocasión lo requiera; pero no deben agotarse. Deben sentirse refrigerados, y estar en disposición animosa, porque esto es esencial para el bienestar de la congregación. Deben poder hablar palabras de aliento y valor, y dejar caer en el terreno de los corazones sinceros, semillas de verdad espiritual que brotarán y darán precioso fruto.
Los ministros deben enseñar a la gente a acudir al Señor y cómo llevar a otros a él. Deben adoptarse métodos, ejecutarse planes, por los cuales se elevarán las normas y se enseñará cómo purificarse de la iniquidad y superarse por la adhesión a los principios puros y santos.
Es necesario que haya tiempo para el escudriñamiento del corazón y el cultivo de la mente. Cuando la mente se espacia exageradamente en asuntos de negocios, se producirá como resultado falta de poder espiritual. La piedad personal, la verdadera fe y la santidad del corazón, deben tenerse presentes, para que los hermanos comprendan su importancia.
Debe manifestarse el poder de Dios en nuestros congresos, o no podremos prevalecer contra el enemigo de las almas. Cristo dice: "Separados mí, nada podéis hacer". (Juan 15:5)
A los que se reúnen en los congresos debe inculcárseles la idea de que el propósito de las concentraciones es obtener una experiencia cristiana superior, progresar en el conocimiento de Dios, fortalecerse con vigor espiritual; y a menos que lo comprendamos, las concentraciones serán infructuosas para nosotros.
Ayuda ministerial
Los congresos campestres o las reuniones de evangelismo realizadas cerca de ciudades grandes, deben contar con suficiente ayuda ministerial. La presencia de pastores en todas nuestras concentraciones religiosas debiera ser lo más abundante posible. No es aconsejable someter a uno o dos pastores a una tensión constante. Bajo tal tensión se agotarán física y mentalmente y se incapacitarán para realizar la obra asignada. Los pastores, para poder mantener la fortaleza necesaria para dirigir las reuniones, deben hacer arreglos anticipados para dejar sus campos de labor en buenas manos, con miembros que, aunque no puedan predicar, sean capaces de llevar adelante la obra de casa en casa. Muchas personas, con la ayuda de Dios, pueden trabajar esforzadamente, y como fruto de su trabajo verán resultados cuya abundancia les sorprenderá.
En nuestras reuniones más concurridas se necesita una variedad de dones. Hay que aportar nuevos talentos. Debe darse oportunidad al Espíritu Santo para que trabaje en la mente de los oyentes. Entonces la verdad se presentará en forma novedosa y con poder.
Cuando se llevan a cabo las importantes actividades relacionadas con las reuniones realizadas cerca de ciudades populosas, es esencial obtener la cooperación de todos los obreros. Deben tener presente la atmósfera de las reuniones, relacionarse con los asistentes a su llegada y cuando se marchan; mostrar extrema cortesía, bondad y tierna compasión por sus almas. Deben estar preparados para hablarles a tiempo y fuera de tiempo, aspirando a ganarlos para Cristo. Qué bueno sería si los obreros de Cristo pudieran manifestar la mitad de la vigilancia que emplea Satanás, quien se encuentra siempre bien despierto, velando para colocar alguna trampa para destruirlos.
Que cada nuevo día se convierta en el día más importante. Ese día o esa noche podría ser la única oportunidad que alguna persona pueda tener de escuchar el mensaje de amonestación. Recordad siempre eso.
Cuando los ministros permiten que se los aleje de su obra para visitar las iglesias, no solamente agotan sus energías físicas, sino, que además se privan ellos mismos del tiempo que necesitan para estudiar y orar, para guardar silencio delante de Dios y para efectuar un examen de conciencia. Como resultado, quedan descalificados para realizar el trabajo cuando y donde se requiera.
Nada es más necesario en la obra que los resultados prácticos que produce la comunión con Dios. Debiéramos demostrar en nuestra vida diaria que gozamos de paz y reposo en el Señor. Cuando hay paz en el corazón se reflejará en el rostro. Proporciona a la voz un poder persuasivo. La comunión con Dios impartirá elevación moral al carácter y a todo el comportamiento. La gente comprenderá que nosotros--lo mismo que los primeros discípulos--, hemos estado con Jesús. Esto impartirá a la obra del pastor un poder aún mayor que el que procede de la influencia de su predicación. No debe permitir que se le prive de ese poder. La comunión con Dios por medio de la oración y el estudio de su Palabra no debe descuidarse, pues en eso radica la fuente de su fortaleza. Ningún trabajo para la iglesia debe ser más importante que este.
Nuestra confianza en Dios y en las realidades eternas es muy débil. Si los hombres y las mujeres estuvieran con Dios, él los escondería en la hendidura de la Roca. Protegidos así, pueden ver a Dios, de la misma manera como Moisés lo vio. Con el poder y la luz que Dios otorga, pueden comprender y lograr más de lo que habían considerado posible.
Se necesita más habilidad, tacto y sabiduría para presentar la Palabra y alimentar la grey del Señor que lo que muchos suponen. Una presentación árida y sin vida de la verdad menoscaba el más sagrado mensaje que Dios ha dado a la humanidad.
Los que enseñan la verdad deben vivir en continuo contacto personal y en comunicación consciente y activa con Dios. En ellos deben ser evidentes los principios de la verdad, la justicia y la misericordia. Deben extraer de la Fuente de toda sabiduría poder moral e intelectual. Sus corazones deben ser movidos por los profundos estímulos del Espíritu de Dios.
La fuente de todo poder es ilimitada; y si en vuestra gran necesidad buscáis el Espíritu Santo para que obre en vuestra propia alma, si os refugiáis en Dios, ciertamente no os presentaréis ante la gente con un mensaje árido y desprovisto de poder. Si oráis mucho y contempláis a Jesús, dejaréis de exaltar el yo. Si pacientemente ejercitáis fe, confiando implícitamente en Dios, reconoceréis la voz de Jesús diciendo: "Escalad nuevas alturas".
Todos deben actuar como obreros
"Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo". (Efesios 4:11-13)
Este pasaje bíblico contiene un programa de trabajo extenso que puede practicarse en nuestros congresos campestres. Todos estos dones deben ponerse en práctica. Todo obrero fiel trabajará para lograr la perfección de los santos. Todos los que se preparan para trabajar en la causa en cualquier campo del saber, debieran mejorar cada oportunidad para desempeñarse en las concentraciones religiosas. Dondequiera que se celebren estas reuniones, los jóvenes que se han preparado en la rama médica, deben sentir que es su deber participar. Es necesario instarlos a trabajar no solamente en asuntos médicos, sino también a hablar de la "verdad presente", dando razón de por qué somos adventistas del séptimo día. Si a estos jóvenes se les da la oportunidad de trabajar con ministros de mayor experiencia, recibirán gran ayuda y bendición.
Hay algo para ocupar a todos. Cada persona que cree en la verdad debe ocupar su puesto y lugar y decir: "Heme aquí, envíame a mí". (Isaías 6:8) Al participar en los congresos campestres, todos pueden aprender a trabajar con éxito en sus propias iglesias.
Estas concentraciones religiosas bien dirigidas, son una escuela donde pastores, ancianos y diáconos pueden aprender a trabajar para el Maestro con mayor perfección. Debieran ser una escuela donde a los miembros de iglesia, adultos y jóvenes, se les dé la oportunidad de aprender a cabalidad el método del Señor; un lugar donde los creyentes puedan recibir una educación que los capacitará para ayudar a otros.
Los padres que asisten a los congresos campestres tienen que prestar atención especial a las enseñanzas impartidas para su instrucción; entonces, por precepto y por ejemplo, deben enseñar esas lecciones a sus hijos en la vida del hogar. Luchando de esa manera para salvar a sus hijos de la influencia corruptora del mundo, verán un mejoramiento en sus familias.
La mejor ayuda que los pastores pueden ofrecer a los miembros de nuestras iglesias, no es predicar, sino crear actividades para ellos; asignar a cada cual algo que hacer por los demás. Ayudar a todos a ver que, como recipientes de la gracia de Cristo, están en la obligación de trabajar para él. Que todos sean enseñados a trabajar. Aquellos que se han unido recientemente a la fe, debieran especialmente ser educados para ser obreros juntamente con Dios. Si se les enseña a trabajar, el desalentado no tardará en olvidar su desaliento, el débil se fortalecerá, el ignorante se hará inteligente, y todos serán idóneos para presentar la verdad según está en Jesús. Encontrarán en él un ayudador infalible que ha prometido salvar a todos los que acuden a él.
Oración y consejo
Quienes trabajan en congresos campestres, deben congregarse a menudo para orar y recibir consejo para desempeñarse inteligentemente. Hay muchos asuntos que requieren atención en estas reuniones. Los pastores debieran dedicar tiempo cada día para reunirse a fin de orar y consultarse mutuamente. Debéis saber que todo necesita avanzar sin tropiezo, "que debéis manteneros de pie--como se me instruyó--marchando hombro a hombro hacia delante, sin desviaros". Cuando la obra se lleva a cabo en esta forma, hay unidad de propósito y armonía en la actuación. Este será un medio maravilloso de atraer la bendición de Dios sobre el pueblo.
Antes de predicar un sermón, los pastores deben dedicar tiempo para acudir a Dios en busca de sabiduría y poder. En los comienzos de nuestra iglesia, los pastores se reunían con frecuencia y oraban juntos sin cesar hasta que el Espíritu de Dios contestaba sus oraciones. Luego regresaban con los rostros resplandecientes; y cuando hablaban a la congregación, sus palabras eran poderosas. Impresionaban el corazón de los asistentes porque el mismo Espíritu que los había bendecido, preparaba los corazones para que recibieran su mensaje. Los seres celestiales están realizando mucho más de lo que nos damos cuenta para preparar el camino con el fin de facilitar la conversión de la gente. Debemos trabajar en armonía con los mensajeros celestiales. Necesitamos más de Dios; no debemos suponer que nuestras palabras y sermones bastan para realizar la obra. A menos que alcancemos a la gente a través de Dios, nunca lo lograremos. Debemos depender totalmente de Dios, implorando el cumplimiento de su promesa: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos". (Zacarías 4:6)
Cuando los obreros a quienes Dios ha confiado responsabilidades como dirigentes sientan temor y temblor delante de él por causa de la responsabilidad del trabajo, cuando sientan su propia indignidad y busquen al Señor con humildad, cuando se purifiquen de todo lo que a él le desagrada, cuando clamen ante él hasta estar seguros de haber obtenido perdón y paz, entonces Dios se manifestará por medio de ellos. Entonces la obra avanzará con poder.
Compañeros de labor, debemos procurar que Jesús, el inestimable Jesús, more en nuestros corazones con mayor plenitud, si queremos tener éxito al presentarlo a la gente. Tenemos una gran necesidad de la influencia celestial, del Espíritu Santo de Dios para dar poder y eficiencia a nuestra obra. Necesitamos abrir nuestro corazón a Cristo. Tenemos necesidad de una fe más sólida y una devoción más ferviente. Necesitamos morir al yo y abrigar en nuestras mentes y corazones un amor reverente por nuestro Salvador. Cuando busquemos al Señor de todo corazón, lo hallaremos y nuestros corazones arderán con su amor. El yo se volverá insignificante y Jesús será todo y una totaliad para el alma.
Cristo nos concede el agua de la vida a los que estamos sedientos, para que la bebamos gratuitamente; cuando lo hacemos, tenemos a Cristo dentro de nosotros como una fuente de agua que brota para vida eterna. Entonces nuestras palabras rebosarán de frescura. Entonces estaremos preparados para dar de beber a otros.
Debemos acercarnos a Dios y colaborar con él. Si no lo hacemos se notarán debilidad y desaciertos en todo lo que emprendamos. Si se nos permitiera administrar los intereses de la causa de Dios guiándonos por nuestras intuiciones, no tendríamos ninguna razón para contar con mucho; pero si nuestro yo se ocultara en Cristo, entonces Dios sería el fundamento de toda nuestra obra. Tengamos fe en Dios a cada paso. Mientras nos percatamos de nuestras propias debilidades, no seamos faltos de fe, sino creamos en él.
Si creemos lo que Dios dice, veremos su salvación. El evangelio que presentamos a las almas que perecen debe ser el mismo que salve nuestras propias almas. Debemos recibir la Palabra de Dios. Debemos comer la Palabra, vivir la Palabra; es la carne y la sangre del Hijo de Dios. Debemos comer su carne y beber su sangre: recibir por fe sus atributos espirituales.
Debemos recibir luz y bendición, para tener algo que impartir. Es el privilegio de cada obrero hablar primero con Dios en un lugar de oración privado, y luego hablar con la gente como portavoces de Dios. Los hombres y las mujeres que comulgan con Dios, en cuyos corazones habita Cristo, convierten en sagrada la misma atmósfera, porque están cooperando con ángeles santos. Tales testigos son los que se necesitan para esta hora. Necesitamos el poder enternecedor de Dios, el poder de atraer a la gente a Cristo.
Las necesidades de la iglesia
Muchos asisten a los congresos campestres llenos de críticas y acusaciones. Estas personas, mediante la obra del Espíritu Santo, deben ser conducidas a reconocer que su actitud murmuradora es una ofensa a Dios. Deben ser guiados a censurarse ellos mismos porque permitieron que el enemigo controlara sus mentes y su juicio. La actitud acusadora debe ser remplazada por el arrepentimiento; la inseguridad y la melancolía, por la pregunta sincera: "¿Cómo puedo llegar a poseer una fe genuina?"
Cuando el ser humano participe de la naturaleza divina, el amor de Cristo será un principio permanente en el alma; el yo y sus rasgos característicos no serán evidentes. Pero es triste ver que los que debieran ser vasos de honra se complacen en la gratificación de la baja naturaleza y transitan por senderos que la conciencia condena. Muchos que profesan ser seguidores de Cristo caen a un nivel bajo, siempre lamentándose de sus defectos, pero nunca venciendo ni aplastando a Satanás bajo sus pies. La culpa y la recriminación agobian constantemente el alma, y el clamor de tales personas bien puede ser: "¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Romanos 7:24) La complacencia en el pecado destruye la dignidad personal y cuando esta desaparece, disminuye el respeto por los demás; entonces pensamos que los demás son tan impíos como nosotros mismos.
Estas cosas deben ser presentadas a la consideración de la feligresía durante nuestras convocaciones anuales, y todos deben ser animados a encontrar en Cristo liberación del poder del pecado. El dice: "Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón,... y seré hallado por vosotros". (Jeremías 29:13, 14) La norma debe elevarse y la predicación debe ser de carácter sumamente espiritual, para que el pueblo pueda ser guiado a ver la razón de sus debilidades e infelicidad. Muchos son infelices porque son impuros. Solamente la pureza de corazón y la inocencia mental pueden ser bendecidas por Dios. Cuando se acaricia el pecado, puede producir al final tan solo infelicidad. El pecado que puede conducir a los resultados más desagradables, es el orgullo, la falta de la clase de simpatía y amor que manifestó Cristo.
La forma de presentar el mensaje
Por doquiera hay corazones que claman por el Dios viviente. En las iglesias se han pronunciado discursos insatisfactorios para el alma hambrienta. Esos discursos carecen de la manifestación divina que enternece la mente y crea un fervor en el alma. La audiencia no puede decir: "¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?" (Lucas 24:32) Mucha de la enseñanza ofrecida carece de poder para despertar al transgresor o convencer de pecado. Las personas que vienen a oír la Palabra tienen necesidad de una presentación sencilla y clara de la verdad. Algunos que han saboreado alguna vez la Palabra de Dios han vivido por mucho tiempo en una atmósfera sin Dios, y anhelan la presencia divina.
El primerísimo asunto, y el más importante, es ablandar y subyugar el alma mediante la presentación de nuestro Señor Jesucristo como el Salvador que perdona el pecado. Jamás debiera predicarse un sermón ni darse instrucción bíblica sobre cualquier tema sin guiar al oyente hacia el "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". (Juan 1:29) Toda verdadera doctrina coloca a Cristo en el centro. Cada precepto recibe fuerza de sus palabras.
Mantened la cruz del Calvario delante de la gente. Mostrad lo que causó la muerte de Cristo: la transgresión de la ley. Que el pecado no sea encubierto ni considerado como asunto de poca importancia. Debe presentarse como culpa contra el Hijo de Dios. Luego se debe guiar a la gente hacia Cristo y decirle que la inmortalidad se obtiene únicamente cuando se lo recibe como su Salvador personal. Despertad a la gente para que vea cuán distante se encuentra de los mandamientos del Señor por haber adoptado reglas mundanales y haberse conformado a principios seculares. Esto ha inducido a transgredir la ley de Dios.
Muchos que militan en el mundo ponen sus afectos en cosas que en sí mismas no son malas; pero llegan a sentirse satisfechos con ellas, y no buscan el bienestar mayor y más elevado que Cristo desea darles. Ahora bien, no debemos procurar privarles rudamente de lo que consideran de valor para ellos. En cambio, debemos revelarles la belleza y la belleza de la verdad. Inducidlos a contemplar a Cristo en su hermosura; entonces se apartarán de todos sus defectos que los alejan de él. Este es el principio que el Salvador utiliza para tratar con cada ser humano; es el principio que debe implantarse en la iglesia.
Cristo vino al mundo para "vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel". (Isaías 61:1) "Nacerá el Sol de Justicia, y en sus alas traerá salvación". (Malaquías 4:2) El mundo está repleto de hombres y mujeres agobiados por el pesar, los sufrimientos y el pecado. Dios envía a sus hijos para que les revelen a Aquel que quitará el peso y les dará reposo. Es la misión de los siervos del Señor ayudar, bendecir y sanar.
El tema favorito de Cristo era el carácter paternal de Dios y su abundante amor. Este conocimiento de Dios fue su dádiva personal al hombre, y esta misma dádiva la dio a su iglesia para que la comunique al mundo.
Al presentar a la gente las diferentes lecciones y advertencias para este tiempo, debemos recordar que no todas son igualmente apropiadas para las congregaciones que se reúnen en nuestras concentraciones religiosas. El mismo Jesús dijo a sus discípulos, quienes habían estado con él durante tres años: "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar". (Juan 16:12) Debemos tratar de presentar la verdad a medida que la gente esté preparada para escucharla y apreciar su valor. El Espíritu de Dios trabaja en las mentes y corazones de la gente, y debemos actuar en armonía con esto.
La gente ya tiene un conocimiento de ciertas verdades. Hay algunas en las cuales están interesados y dispuestos a aprender más. Mostradles la importancia de estas verdades y su relación con otras que no entienden. Así despertaréis el deseo de recibir más luz. Esto significa: "usa bien la palabra de verdad". (2 Timoteo 2:15)
Que el mensaje para este tiempo se presente, no en largos y elaborados discursos, sino en exposiciones cortas, al punto. Cuando hayáis abordado un tema una vez, no penséis que podéis pasar inmediatamente a otro, y que los oyentes recordarán todo lo que habéis dicho. Hay peligro en pasar muy deprisa de un punto a otro. Impartid lecciones breves, en lenguaje claro y sencillo, y repetid esto a menudo.
No avancéis de inmediato con otra presentación, más bien permitid que transcurra un tiempo para que la verdad pueda afianzarse en la mente y se dé oportunidad para la meditación y la oración, tanto al ministro como al pueblo. De esa manera habrá crecimiento en el conocimiento religioso y la experiencia.
Mantened la mente concentrada en unos pocos puntos vitales. No introduzcáis ideas irrelevantes en vuestros discursos. Dios no permitirá que penséis que estáis impresionados por su Espíritu cuando os apartáis de vuestro tema introduciendo asuntos extraños que no tienen relación con vuestro tema. Al apartaros de líneas rectas e introducir aquello que distrae la mente del tema, perdéis vuestra fuerza de expresión y debilitáis todo lo que habéis dicho anteriormente. Dad a vuestros oyentes trigo genuino, completamente aventado.
Tened cuidado de no perder jamás el sentido de la presencia del Vigilante divino. Recordad que no estáis hablando delante de una asamblea humana, sino delante de Uno a quien debéis reconocer siempre. Hablad como si el universo entero estuviera delante de vosotros.
Una noche, antes de una reunión importante, me pareció estar con mis hermanos durante mis horas de sueño, oyendo a Uno que hablaba como quien tiene autoridad. Dijo: "Muchas almas honestamente ignorantes de las verdades que se presentarán, deben de asistir a estas reuniones. Escucharán y se interesarán porque Cristo las atrae; sus conciencias les dicen que lo que escuchan es verdad, porque tienen la Biblia como su fundamento. Se requiere extremo cuidado al tratar con estas almas.
"Que tales porciones del mensaje se les presenten en una forma que puedan comprender su sentido. Aunque parezca extraño y asombroso, muchos reconocerán con gozo que la Palabra de Dios ha sido iluminada con nueva luz; mientras que si las nuevas verdades se presentaran en una forma tan amplia que dificultara su comprensión, algunos se alejarían para nunca más regresar. Muchos adventistas, en sus esfuerzos por compartir la verdad con otros, pueden expresar mal lo que han oído. Otros desviarán tanto el sentido de las Escrituras que confundirán algunas mentes.
"Los que estudian el método de enseñanza de Cristo, y se educan para seguirlo, atraerán y retendrán multitudes, así como Cristo lo hizo en su tiempo. Satanás estará presente en cada congreso campestre para interponerse entre la humanidad y Dios con su sombra infernal, a fin de interceptar cada rayo de luz que pueda iluminar el alma. Pero cuando la verdad se presenta al pueblo en su carácter real y práctico, con manifestaciones de amor, hay personas que serán convencidas, porque el santo Espíritu de Dios impresionará sus corazones.
"Armaos con humildad; orad para que los ángeles de Dios puedan acercarse a nuestro lado para impresionar la mente; porque no sois vosotros los que usáis el Espíritu Santo, sino el Espíritu Santo debe usaros a vosotros. Es el Espíritu Santo quien hace impresionante la verdad. Mantened siempre delante del pueblo la verdad práctica".
No hagáis resaltar aquellos aspectos del mensaje que son una condenación de las costumbres y prácticas de la gente, hasta que tengan oportunidad de saber que somos creyentes en Cristo, que creemos en su divinidad y preexistencia. Permitid que el testimonio del Redentor del mundo sea vivido. Él dice: "Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana". (Apocalipsis 22:16)
En el congreso campestre realizado en Queensland en 1898, recibí instrucciones destinadas a nuestros obreros bíblicos. En visiones nocturnas, observé a ministros y obreros en lo que parecía una reunión donde se impartían lecciones bíblicas. Dijimos: "Hoy tenemos con nosotros al gran Maestro", y a continuación escuchamos con interés sus palabras. Él dijo: "Hay una gran obra delante de vosotros en este lugar. Debéis presentar la verdad con sencillez. Llevad a la gente a las aguas de vida. Habladles de los asuntos que conciernen mayormente a su bienestar presente y eterno. Evitad que vuestro estudio de la Escritura sea de escaso valor o presentado a la ligera. En todo lo que digáis, recordad que tenéis algo que merece el tiempo que tomáis para expresarlo y el tiempo de los oyentes para oír. Hablad de lo que es esencial, de lo que instruya, lo que llevará luz con cada palabra.
"Aprended a hablar con la gente de manera que entienda. No presentéis ideas controversiales. Que vuestras instrucciones no sean de un carácter tal que inquieten la mente. No preocupéis a la gente con asuntos que vosotros podéis entender, pero que ellos no comprenden, a menos que estos sean de consecuencias vitales para la salvación de las almas. No presentéis la Escritura de una manera que exalte el yo y estimule la vanagloria en el que abre la Palabra.
La obra para este tiempo es preparar estudiantes y obreros para que puedan presentar temas de una manera clara, sencilla y solemne. En esta obra no debe haber tiempo mal utilizado. No debemos errar el blanco. El tiempo es demasiado breve para ponernos a develar todo lo que hay para ver. Se requerirá la eternidad para que conozcamos la largura, la anchura, la profundidad y la altura de las Escrituras. Hay algunas almas para quienes ciertas verdades son más importantes que otras. Necesitáis perspicacia en vuestra educación en asuntos bíblicos. Leed y estudiad: (Salmos 40:7, 8; Juan 1:14; 1 Timoteo 3:16; Filipenses 2:5-11; Colosenses 1:14-17; Apocalipsis 5:11-14)
Al apóstol Juan se le revelaron en la isla de Patmos las enseñanzas que Dios deseaba que él impartiera al pueblo. Estudiad estas revelaciones. Hay aquí temas que merecen nuestra contemplación, extensas y abarcantes lecciones que todas las huestes angélicas están ahora procurando comunicar. Contemplad la vida y el carácter de Cristo, estudiad su obra intercesora. Allí hay sabiduría, amor, justicia y misericordia infinitas. Allí hay profundidad y altura, largura y anchura, para nuestra consideración. Innumerables escritores se han utilizado para presentar al mundo la vida, el carácter y la obra mediadora de Cristo, y todavía, en cada mente mediante la cual el Espíritu Santo ha trabajado, se han presentado estos temas bajo una luz original y novedosa.
Deseamos inducir a la gente a comprender qué es Cristo para ellos y cuáles son las responsabilidades que se espera que acepten en él. Como sus representantes y testigos, necesitamos llegar per60 sonalmente a un pleno entendimiento de las verdades salvadoras adquiridas a través de un conocimiento experimental.
Enseñad las grandes verdades prácticas que deben ser estampadas sobre el alma. Enseñad el poder redentor de Jesús, "en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados". (Colosenses 1:14) Fue en la cruz donde la misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la verdad se besaron. Que cada estudiante y obrero estudien esto una y otra vez, hasta que, al levantar al Salvador crucificado entre nosotros, puedan entregar un mensaje nuevo a la gente. Mostrad que la vida de Cristo revela un carácter infinitamente perfecto. Enseñad que, "a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". (Juan 1:12) Repetidlo una y otra vez. Podemos llegar a ser hijos de Dios, miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Haced saber que quienes aceptan a Jesucristo y mantienen su confianza original, firme hasta el fin, serán herederos de Dios. También serán coherederos con Cristo "para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero". (1 Pedro 1:4, 5)
La advertencia final
El mensaje del tercer ángel debe darse con poder. El poder de la proclamación del primer y segundo mensajes debe intensificarse en el tercero. En Apocalipsis Juan se expresa del mensajero celestial que se une al tercer ángel, como sigue: "Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria. Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible". (Apocalipsis 18:1, 2) Corremos el peligro de dar el mensaje del tercer ángel de forma tan indefinida que no impresione a la gente. Se introducen tantos otros intereses que el mismo mensaje que debiera proclamarse con poder; llega a ser débil e ineficaz. Se ha incurrido en una equivocación en nuestros congresos campestres. Se ha presentado el tema del sábado, pero no como la gran prueba para este tiempo. Mientras las iglesias profesan creer en Cristo, están invalidando la ley que Cristo mismo proclamó desde el Sinaí. El Señor nos pide: "Anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado". (Isaías 58:1) La trompeta debe emitir un sonido auténtico.
Cuando tenéis una congregación delante de vosotros por solamente dos semanas, no pospongáis la presentación del tema del sábado, hasta que se presente todo lo demás, suponiendo que con eso preparáis el camino para ello. Elevad las normas, los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Haced esto el tema principal. Luego, mediante vuestros sólidos argumentos, haced de él una fuerza aún mayor. Basaos más en el Apocalipsis. Leed, explicad y poned en práctica sus enseñanzas.
Nuestra lucha es agresiva. Cosas terribles están delante de nosotros; sí, más bien sobre nosotros. Que nuestras oraciones asciendan a Dios para que los cuatro ángeles puedan retener aún los cuatro vientos, que no soplen para hacer daño y destruir, hasta que la última amonestación se haya dada al mundo. Trabajemos entonces en armonía con nuestras oraciones. Que ninguno disminuya la fuerza de la verdad para este tiempo. Nuestra preocupación debe ser la verdad presente. El mensaje del tercer ángel debe cumplir su obra de separar de las iglesias a un pueblo que se sostendrá sobre la plataforma de la verdad eterna.
Nuestro mensaje es de vida o muerte, y debemos permitir que aparezca tal como es: el gran poder de Dios. Debemos presentarlo en toda la fuerza de su expresión. Entonces el Señor lo hará efectivo. Es nuestro privilegio esperar grandes cosas, aún la demostración del Espíritu de Dios. Este es el poder que convertirá el alma.
Los peligros de los últimos días están sobre nosotros, y en nuestro trabajo debemos advertir a la gente del peligro en que se encuentran. No permitáis que las escenas solemnes que han revelado las profecías sean dejadas sin tocar. Si nuestro pueblo estuviera sólo medio despierto, si se percatara de la cercanía de los acontecimientos descritos en el Apocalipsis, se efectuaría una reforma en nuestras iglesias, y muchos más creerían el mensaje. No tenemos tiempo que perder; Dios nos llama a preocuparnos por la gente como quienes tendrán que rendir cuenta. Llamad la atención sobre nuevos principios e insistid en la verdad inequívoca. Será como una espada de dos filos; pero no os apresuréis a asumir una actitud controversial. Habrá ocasiones cuando tendremos que mantenernos quietos y ver la salvación de Dios. Permitid que hable Daniel, que hable el Apocalipsis, y decid lo que es verdad. Pero, cualquiera que sea el contenido del tema que se presente, elevad a Jesús como el centro de toda esperanza, "la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana". (Apocalipsis 22:16)
Las reuniones de alabanza
En los servicios de nuestros congresos campestres debiera haber cantos y música instrumental. Los instrumentos musicales se usaban en los servicios religiosos en la antigüedad. Los adoradores alababan a Dios con arpas y címbalos, y actualmente la música debe tener su lugar en nuestros servicios. Esto aumentará el interés y debiera llevarse a cabo una reunión de alabanza cada día, un servicio sencillo de gratitud a Dios. Si tuviéramos un verdadero sentido de la bondad, la misericordia y la paciencia de Dios, y si de nuestros labios salieran más alabanzas para honrarlo y glorificarlo, existiría mucho más poder en nuestros congresos campestres. Necesitamos cultivar más fervor del alma. El Señor dice: "El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios". (Salmos 50:23)
La obra de Satanás consiste en lograr que se hable de lo que le concierne a él mismo. Se deleita en lograr que los seres humanos hablen de su poder, de la obra que realiza por medio de los hijos de los hombres. Por el descuido de participar en tales conversaciones, la mente llega a entenebrecerse, a amargarse y a ser desagradable. Podemos convertirnos en canales de comunicación para Satanás, por los cuales fluyan palabras que no llevan calor a ningún corazón. Pero, decidamos que esto no sucederá. Decidamos no ser conductos a través de los cuales Satanás comunicará pensamientos tenebrosos y desagradables. No permitamos que nuestras palabras tengan sabor de muerte para muerte, sino sabor de vida para vida.
En lo que expresamos a la gente y en las oraciones que ofrecemos, Dios desea que demos inequívoca evidencia de que tenemos vida espiritual. No disfrutamos la plenitud de la bendición que el Señor ha preparado para nosotros, porque no pedimos con fe. Si ejerciéramos fe en la Palabra del Dios viviente, tendríamos las más ricas bendiciones. Deshonramos a Dios por nuestra falta de fe; por lo tanto, no podemos impartir vida a otros como sucedería si diéramos un testimonio vivo, alentador. No podemos dar lo que no poseemos.
Si camináramos humildemente con Dios, si trabajáramos en el espíritu de Cristo, ninguno de nosotros llevaría cargas pesadas. Las pondríamos sobre el gran Portador de preocupaciones. Entonces podríamos esperar triunfar en la presencia de Dios, en la comunión de su amor. Desde el comienzo hasta el fin, cada congreso campestre debe ser un festival de amor, porque la presencia de Dios está con su pueblo.
Todo el cielo está interesado en nuestra salvación. Los ángeles de Dios, miles de millares, y diez mil veces diez mil, son comisionados para ministrar a los que serán herederos de salvación. Nos protegen del mal y rechazan nuestra destrucción. ¿No tenemos motivos de agradecimiento en todo momento, aun cuando haya evidentes dificultades en nuestra senda?
El mismo Señor es nuestro ayudador. "Canta, oh hija de Sión; da voces de júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén... Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos". (Sofonías 3:14, 17) Este es el testimonio que el Señor desea que llevemos al mundo. La alabanza debe estar siempre en nuestros corazones y labios.
Tal testimonio influirá sobre los demás. Al procurar alejar a los seres humanos de sus esfuerzos por satisfacer sus deseos para obtener felicidad, debemos mostrarles que tenemos algo mejor que lo que ellos anhelan obtener. Cuando Jesús conversaba con la mujer samaritana, no la reprochó por venir a sacar agua del pozo de Jacob, en cambio le ofreció algo de mucho más valor. En comparación con el pozo de Jacob, Jesús presentó la fuente de agua viva. "Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Vé, llama a tu marido, y ven acá... No tengo marido... Bien has dicho: No tengo marido". (Juan 4:10-17)
La iglesia necesita una experiencia nueva, viva, de parte de miembros que sostengan comunión habitual con Dios. Testimonios y oraciones áridos, rancios, sin la manifestación de Cristo en ellos, no son de ayuda para el pueblo. Si el que afirma ser hijo de Dios estuviera henchido de fe, luz y vida, ¡qué maravilloso testimonio se daría a los que acuden a escuchar la verdad! ¡Y cuántas almas podrían ganarse para Cristo!
Los esfuerzos de reavivamiento
Se realizan muy pocos esfuerzos de reanimación espiritual en nuestros congresos campestres. Se busca muy poco al Señor. Deben llevarse a cabo servicios de reavivamiento desde el comienzo hasta la conclusión de las reuniones. Deben hacerse los esfuerzos más definidos para animar a la iglesia. Permitid que todos vean que estáis animados porque tenéis un mensaje celestial maravilloso. Decidles que el Señor viene para juzgar, y que ni reyes ni gobernantes, riquezas o influencia contribuirán a evitar los juicios que pronto vendrán. A la clausura de cada concentración debieran procurarse decisiones. Manteneos firmes con aquellos interesados, hasta que sean confirmados en la fe.
Debemos estar decididamente más activos. Debemos predicar la Palabra en privado y en público; debemos presentar todos los argumentos necesarios y estimular todos los motivos de infinita importancia para conducir a los hombres al Salvador levantado en la cruenta cruz. Dios desea que todos obtengan vida eterna. Observad cómo en toda la Palabra de Dios se manifiesta el espíritu de urgencia, de ruego, para que hombres y mujeres vengan a Cristo, se nieguen a satisfacer los apetitos y pasiones que corrompen el alma. Con todas nuestras fuerzas debemos urgirles a contemplar a Jesús y a aceptar su vida de renunciación y sacrificio. Debemos mostrar que esperamos que ellos traigan gozo al corazón de Cristo al utilizar cada uno de sus dones para honrar su nombre.
Muchos de los que asisten a un congreso campestre están agobiados por el pecado. No se sienten seguros en sus iglesias. Debe darse oportunidad a los que están perturbados y necesitan reposo espiritual, para que encuentren ayuda. Después de un sermón, debe invitarse a quienes desean seguir a Cristo, para que expresen sus deseos. Llamad a todos los que no están satisfechos a fin de que se preparen para la venida de Cristo, y a todos los que se sienten agobiados y cargados, a acercarse voluntariamente. Que los que son espirituales conversen con estas personas y oren con ellas y por ellas. Emplead mucho tiempo en oración y muy esmerado escudriñamiento de la Palabra. Dejad que todos reciban las realidades de la fe genuina en sus propias almas, al creer que el Espíritu Santo les será impartido, porque tienen verdadera hambre y sed de justicia. Enseñadles cómo rendirse personalmente a Dios, cómo crecer, cómo reclamar las promesas. Dejad que el profundo amor de Dios se exprese en palabras de ánimo, en palabras de intercesión.
Que haya más súplicas ante Dios por la salvación de las almas. Trabajad desinteresada y decididamente con un espíritu ferviente. Estimulad a la gente a entrar a la cena del Cordero. Que haya más súplicas, más fe, más aceptación y más cooperación con Dios.
Existe la más desesperante indiferencia y descuido respecto a la gran salvación. Debe despertarse a los indiferentes, o se perderán. Dios dio a su propio Hijo para salvar al pecador culpable, y se propone contrarrestar con sus agentes las agencias satánicas que se han confabulado para destruir a las almas. El Señor ha hecho provisión para que el Salvador crucificado pueda ser revelado a los pecadores. Aunque están muertos en sus delitos y pecados, hay que despertar su atención mediante la predicación de Cristo y de éste crucificado. Todo el mundo tiene que convencerse de la malignidad del pecado. Los ojos del pecador deben ser iluminados. Que todos los que han sido guiados a Cristo cuenten su historia de amor. Que todos los que hayan experimentado el poder transformador de Cristo en su propia alma hagan lo que puedan en el nombre del Señor.
El valor infinito del sacrificio requerido para nuestra redención revela el hecho de que el pecado es un mal muy grande. Dios pudo haber borrado esta vil mancha de su creación, haciendo desaparecer al pecador de la faz de la tierra. Pero, "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". (Juan 3:16) ¿Por qué no todos los que afirman que aman a Dios tratan de iluminar a sus vecinos y asociados, para que no descuiden más esta gran salvación?
Cristo se entregó a sí mismo a una muerte vergonzosa y con horribles sufrimientos, y experimentó increíble tormento, para salvar al perdido. ¡Oh, Cristo puede, Cristo desea, Cristo anhela salvar a todos los que acudan a él! Hablad a la gente que corre peligro y procurad que contemple a Jesús sobre la cruz, agonizando para hacer posible el perdón. Hablad al pecador con vuestro propio corazón rebosando con el tierno y compasivo amor de Cristo. Manifestad profundo anhelo; pero el que trata de lograr que el alma mire y viva, no debiera manifestar ninguna muestra de impaciencia ni aspereza. Primero consagrad vuestra propia alma a Dios. Al contemplar a nuestro Intercesor en el cielo, que vuestro corazón se enternezca. De esa manera, suavizados y subyugados, podréis hablar a los pecadores arrepentidos como alguien que comprende la verdadera naturaleza del poder del amor redentor. Orad con estas almas y llevadlas por fe al pie de la cruz; elevad sus mentes con las vuestras, y fijad el ojo de la fe en Jesús, el Vencedor del pecado. Inducidlos a apartar su vista de su pobre y pecaminoso yo, para dirigirla hacia el Salvador, y así ganaréis la victoria. Ellos contemplan personalmente al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Ven el Camino, la Verdad y la Vida. El Sol de Justicia esparce sus brillantes rayos que iluminan el corazón. Las fuertes corrientes de amor redentor se vierten en el alma agotada y sedienta, y el pecador es ganado para Cristo Jesús.
Cristo crucificado: habla de él, invócalo, cántale, porque eso quebrantará y ganará los corazones. Este es el poder y sabiduría de Dios para cosechar las almas para Cristo. Las expresiones formales, arregladas, y la presentación de temas argumentativos logran muy poco. El amor enternecedor de Dios que inunda el corazón de los obreros será reconocido por las personas de quienes se ocupan. Las almas están sedientas de las aguas de vida. No seáis cisternas rotas. Si reveláis el amor de Cristo, podéis guiar a los hambrientos y sedientos a Jesús, y él les dará el pan de vida y el agua de salvación.
Los esfuerzos personales
Los siervos del Señor no sólo deben predicar la Palabra desde el púlpito, sino también deben mantenerse en contacto personal con la gente. Cuando se predica un sermón, se siembra una preciosa semilla; pero, si no se realiza un esfuerzo personal para cultivar el terreno, la semilla no se arraiga. A menos que el corazón sea enternecido y subyugado por el Espíritu de Dios, la mayor parte del sermón se perderá. Observad a las personas que en la congregación dan muestras de estar interesadas, y habladles después del servicio. Unas pocas palabras en privado harán mucho más que todo el sermón. Indagad cómo les han parecido los temas a los oyentes, y preguntadles si el asunto ha quedado claro en sus mentes. Actuando con bondad y cortesía mostradles que tenéis genuino interés en ellos y preocupación por sus almas. Muchos han sido inducidos a pensar que como pueblo no creemos en la conversión. Cuando les pidamos que vengan a Cristo, sus corazones se enternecerán y el prejuicio se desvanecerá.
Estudios bíblicos
Siempre que sea práctico, cada discurso importante debe ser seguido por un estudio bíblico. En esta ocasión, los puntos que se han presentado pueden ampliarse, pueden formularse preguntas e inculcarse las ideas correctas. Debe emplearse más tiempo para educar a la gente con paciencia, dándoles oportunidad de expresarse. Lo que la gente necesita es instrucción. Línea sobre línea, precepto tras precepto.
Es necesario tener reuniones especiales para las personas que se interesan en las verdades presentadas y necesitan instrucción. Debe invitarse a la gente a estas reuniones; y todos, creyentes y no creyentes, debieran tener oportunidad de hacer preguntas sobre asuntos que no hayan comprendido completamente. Permitid que todos expresen las dudas que puedan tener. En todos los sermones y estudios bíblicos, permitid que la gente vea que todos los temas presentados, las doctrinas y los asuntos de fe tienen el respaldo de un claro "así dice Jehová".
Este fue el método de enseñanza de Cristo. Cuando hablaba a la gente, le preguntaban sobre el significado de lo que enseñaba. Él estaba preparado en todo momento para explicar el significado de sus palabras a los que buscaban humildemente ser iluminados. Cristo, sin embargo, no estimuló la crítica ni la duda y nosotros tampoco debiéramos hacerlo. Cuando alguien trate de provocar una discusión sobre temas controversiales de doctrina, decidle que la reunión no tiene ese propósito.
Cuando contestéis una pregunta, aseguraos que los oyentes comprendan y acepten que ha sido contestada. No dejéis ninguna pregunta sin contestar, y si la hubiere, pedid que se haga de nuevo. Examinad vuestra manera de trabajar paso a paso y aseguraos de todo lo que habéis alcanzado.
En reuniones de tal naturaleza, aquellos que entienden el mensaje, pueden hacer preguntas que arrojarán luz sobre diversos aspectos de la verdad. Pero algunos podrían no tener juicio para hacer esto. Cuando alguien hace preguntas que sólo contribuyen a confundir la mente y siembran semillas de duda, debe pedírsele a tal persona que se abstenga de hacer esas preguntas. Debemos aprender cuándo hablar y cuándo callar; aprender a sembrar la semilla de la fe, a impartir luz, no tinieblas.
Una palabra oportuna
Los que se mantienen en una actitud de oración podrán hablar en sazón las personas que han sido conducidas a su círculo de influencia; porque Dios les dará sabiduría mediante la cual podrán servir al Señor Jesús. "Cuando la sabiduría entrare en tu corazón y la ciencia fuere grata a tu alma, la discreción te guardará; te preservará la inteligencia". (Proverbios 2:10, 11) Abriréis vuestros labios con juicio y vuestra lengua será la ley de benevolencia.
Si quienes pretenden ser cristianos obedecen las palabras de Cristo, las personas con quienes se comunican sabrán que han estado con Jesús y que han aprendido de él. Presentarán a Cristo y su tema será las realidades de la eternidad. Se preocuparán por las almas como quienes habrán de dar cuenta. Esto significa mucho más que lo que algunos suponen. Significa salir a buscar la oveja perdida.
La recolección de fondos
Nadie debe aprovecharse de los congresos campestres, cuando la mayoría de los hermanos pueden ser alcanzados; para presentar asuntos de interés particular o recaudar fondos con diversos objetivos benevolentes, los cuales se han multiplicado. La obra de Dios en el ministerio de la Palabra, la predicación de la verdad en regiones lejanas, el gran interés de la obra educacional en nuevos territorios, y el establecimiento de sanatorios en conexión con el ministerio evangélico, son los objetivos que debieran presentarse a nuestros feligreses en los congresos campestres.
Resultados de la obra en los congresos campestres
Los congresos campestres deben realizar una obra extraordinaria. El Señor ha honrado en forma especial estas concentraciones que él ha llamado "santas convocaciones". Miles de personas asisten a estas concentraciones; muchas, motivadas por la curiosidad de oír y ver cosas nuevas. Pero cuando oyen el mensaje de verdad y se relacionan con quienes creen en él, no pocos son impresionados. Los prejuicios, la oposición y la indiferencia se esfuman y ellos escuchan con sincero interés la predicación de la Palabra.
Dios tiene sus representantes en todas las iglesias. A estas personas no se les han presentado las verdades especiales para estos últimos días, que prueban la fe, bajo circunstancias que producen convicción en el corazón y la mente; por lo tanto, al rechazar la luz no interrumpieron su comunicación con Dios. Hay muchos que han caminado fielmente en la luz que ha iluminado su senda. Están hambrientos de saber más acerca de los caminos y las obras de Dios. En todo el mundo hay hombres y mujeres que miran fijamente al cielo. Oraciones, lágrimas e indagaciones ascienden de almas que anhelan recibir luz, gracia y el Espíritu Santo. Muchos están muy cerca del reino, esperando solamente ser invitados a entrar.
Cuando las verdades de la Biblia en su sencillez se enseñen a la gente como lecciones de Cristo, reconocerán la luz y se regocijarán al recibirla. Sus dudas se desvanecerán ante la luz de la verdad como el rocío ante el sol matinal. Sus conceptos de las verdades bíblicas se amplían y la revelación de Dios en Cristo les muestra la profundidad, la anchura y la altura del ministerio espiritual divino, el cual no habían comprendido porque no puede ser explicado; sino únicamente ejemplificado en un carácter semejante al de Cristo.
Muchos que no son miembros de ninguna iglesia y que causan la impresión de estar completamente desentendidos de los requerimientos de Dios, no son en realidad tan indiferentes como parecen. Aun los más irreligiosos tienen sus momentos de convicción, cuando sienten un anhelo por algo que no tienen. En cada pueblo y ciudad vive mucha gente que no asiste a ningún lugar de culto. Muchos de ellos son atraídos por los congresos campestres. Otros asisten porque se sienten esclavos del pecado, indefensas víctimas de malos hábitos. Muchos de ellos se convencen y se convierten. Cuando por fe se aferran a las promesas de Dios de perdón de sus pecados, se rompe la esclavitud del hábito. Olvidan sus complacencias pecaminosas y llegan a ser personas libres en Cristo Jesús, y se regocijan en la libertad de los hijos de Dios. Esta es la obra que debe hacerse en todos nuestros congresos campestres. Por este medio, miles serán rescatados para Cristo.