Testimonios para la Iglesia, Tomo 6

Capítulo 5

Después del congreso campestre

Por medio de los congresos campestres celebrados en las ciudades, miles serán inducidos a escuchar la invitación a la fiesta: "Venid, que ya todo está preparado". (Lucas 14:17) Después de despertar el interés de las personas, no debemos acortar las reuniones, desmontando las tiendas de campaña y causando la impresión de que la concentración religiosa ha terminado. Justamente cuando cientos de personas se han interesado, el mayor bien puede lograrse mediante la fe y el trabajo esmerado. Por lo tanto, estas reuniones deben conducirse en una forma tan efectiva par que se mantenga el interés del público.

Después de una concentración religiosa al aire libre, se trajo a consideración la opción de continuar o no las reuniones. Relaté a los hermanos un sueño que había tenido. Veía un edificio parcialmente terminado. Los trabajadores estaban recogiendo sus herramientas en preparación para irse, dejándolo sin terminar; pero les supliqué que consideraran el asunto. "El edificio no está terminado--dije-- . Regresad y trabajad hasta que el techo esté puesto". Vinieron entonces y continuaron el trabajo. Así, los hermanos escucharon mi consejo de permanecer y continuar la obra del congreso campestre. Como resultado, numerosas personas que habían asistido aceptaron la verdad.

No debiera haber tantos fracasos en los costosos esfuerzos realizados en los congresos campestres y otras concentraciones religiosas; no es necesario que haya tan pocas gavillas para llevar al Señor. En los lugares donde la bandera de la verdad presente nunca se había enarbolado, más gente se convertirá ahora como resultado de cierta cantidad de trabajo, lo cual no se había logrado antes. Tengo una orden para todos cuyas manos se están debilitando y perdiendo fuerza: "Empuñad el estandarte con mayor firmeza". La fe dice: "Adelante". No debéis desmayar ni desanimaros. No hay debilidad de fe en quien avanza constantemente.

Después de un congreso campestre, puede ser difícil retener a los oradores principales durante varias semanas para cultivar el interés despertado. Podría ser costoso retener las facilidades del terreno y mantener en pie un número suficiente de tiendas de campaña de familias para mantener la apariencia de una concentración religiosa. Podría ser un gran sacrificio que varias familias permanecieran en el lugar para ayudar a los pastores y obreros bíblicos en sus visitas y los estudios bíblicos con los que vienen a las reuniones. También pueden ayudar visitando a la gente en sus casas, hablando de las bendiciones recibidas en las reuniones e invitándolos a asistir. Sin duda será difícil obtener un número suficiente de obreros para continuar la obra con éxito. Pero los resultados justificarán el esfuerzo. Gracias a esos abnegados y enérgicos esfuerzos algunos de nuestros congresos campestres han contribuido a levantar iglesias sólidas y activas. Y es justamente por medio de esa obra abnegada como el mensaje del tercer ángel debe presentarse a los habitantes de nuestras ciudades.

Un número considerable de oradores suele asistir a los congresos campestres durante unos pocos días, y justo cuando se ha despertado el interés de los asistentes, casi todos ellos deben ausenetarse para actuar en otras reuniones, lo cual deja sólo dos o tres oradores en la concentración para contender con la influencia depresiva del trabajo de desarmar y transportar las tiendas de campaña de las familias. Cuánto mejor sería si las reuniones se continuaran durante más tiempo; si de cada iglesia vinieran personas preparadas para permanecer un mes o más, ayudando en las reuniones y aprendiendo cómo trabajar con entusiasmo. Entonces, cuando regresen a sus hogares podrían llevar a sus iglesias una valiosa experiencia. Cuánto mejor sería si algunos de los mismos oradores que despertaron el interés de la gente durante las reuniones más concurridas, permanecieran para dar seguimiento mediante una prolongada serie bien estructurada de reuniones. Este plan requeriría que se realizaran varias de ellas simultáneamente, lo cual no permitiría que algunas personas asistieran a todas las reuniones. Pero debemos recordar que la obra debe terminarse "no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos". (Zacarías 4:6)

El trabajo no debiera concluir cuando terminan las reuniones en los terrenos del congreso campestre. Se presentaron doctrinas que resultan nuevas y extrañas para los asistentes. Aquellos que se han declarado convencidos por la Palabra y desean aceptar la verdad, tendrán que enfrentarse a la oposición más decidida y sutil. Ministros, amigos y conocidos harán todo esfuerzo posible para arrebatar la semilla de la verdad sembrada en el corazón. No debemos dejar, por lo tanto, que la semilla sea arrebatada. No debemos permitir que se marchite por falta de riego.

Los cambios tienden a debilitar la influencia de las reuniones. Continuad las reuniones en los terrenos del congreso campestre siempre que eso sea práctico. Pero cuando parezca aconsejable mudarse, que la tienda de campaña más espaciosa se traslade a algún lugar favorable, y que allí se continúen las reuniones. Debe establecerse una misión. Adquirid un sitio adecuado, que varios obreros se unan para formar una familia misioinera. La misión debe comprender un hombre con su esposa, que sean personas con habilidad y consagración para que su influencia le dé carácter a la obra.

Para continuar atendiendo los intereses después del congreso campestre, se necesitan personas que ayuden en varios frentes. Estas ocasiones debieran ser como escuelas de formación para obreros. Permitid a los jóvenes trabajar con obreros experimentados que orarán con ellos y los instruirán pacientemente. Mujeres consagradas debieran desempeñarse como obreras bíblicas de casa en casa. Algunos de los obreros deberían actuar como colportores que vendan nuestras publicaciones, obien que las regalen juiciosamente a quienes no pueden comprarlas.

Permitid a algunos de los obreros que asistan a asambleas religiosas en otras iglesias y, si hay oportunidad que participen en ellas. Cuando Jesús tenía doce años, fue a la escuela de los sacerdotes y rabinos en el templo, donde hizo numerosas preguntas. En aquella escuela del templo se impartían estudios bíblicos. Jesús, formuló preguntas como estudiante, sin embargo, esas preguntgas generaron nuevos temas para que los eruditos sacerdotes pensaran. Una obra similar debe hacerse hoy. Jóvenes juiciosos debieran ser instados a asistir a las reuniones de la Asociación de Jóvenes Cristianos (YMCA), no por amor al debate, sino para investigar las Escrituras con ellos y sugerir ideas que podrían resultarles útiles.

Si en estos distintos frentes se hubiera realizado una obra seria y vigorosa después de nuestros congresos campestres, un número mayor de personas se habrían convertido como fruto de la semilla sembrada en las reuniones.

Permitid que los obreros se familiaricen con la gente y que les lean las preciosas palabras de Cristo. Ensalzad entre ellos a Cristo crucificado y pronto los que escucharon el mensaje de amonestación de los ministros en la tienda de campaña, y se convencieron de sus pecados; serán inducidos a solicitar más información. Esta es la oportunidad para presentar las razones de nuestra fe con humildad y temor; no un temor servil sino cauto, no sea que hablemos imprudentemente. Presentad la verdad en toda su belleza, en sencillez y sinceridad, proveyendo alimento en sazón, y dando a cada uno su porción.

Esta obra os requiere velar por las almas como quienes habrán de rendir cuenta. La ternura de Cristo debe llenar el corazón del obrero. Si tenéis amor por las almas, mostraréis una tierna solicitud por ellas. Ofreceréis oraciones humildes, fervorosas y de corazón por las personas a quienes visitáis. Aquel que dio su propia vida por la vida de la humanidad, cooperará con el obrero desinteresado para impresionar el corazón humano.

La obra del evangelista

La obra del evangelista es enseñar las Escrituras y orar con las familias, y esta obra debe combinarse con la predicación. Si se omite esto, la predicación será en gran medida un fracaso. A través de esfuerzo personal, acercaos a la gente. Enseñadles que el amor de Dios debe entrar al santuario de la vida hogareña.

No os apropiéis de gloria para vosotros mismos. No trabajéis con un corazón dividido, procurando servir al yo y a Dios a la vez. Ocultad el yo. Permitid que vuestras palabras conduzcan al cansado y trabajado, a llevar sus cargas a Jesús. Trabajad como si estuvierais viendo a Aquel que está a vuestra diestra, listo para ofreceros su eficiencia y fuerza omnipotente en cada emergencia. El Señor es vuestro Consejero, vuestro Guía; el Capitán de vuestra salvación. Él va delante de vosotros, venciendo y conquistando.

Por los caminos y los vallados

La orden de Cristo a su pueblo es: "Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa". (Lucas 14:23) La invitación a la fiesta del Evangelio debe presentarse primero en los caminos. Debe ser dada a aquellos que afirman estar en los caminos de la experiencia cristiana, a los miembros de las diferentes iglesias. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias". (Apocalipsis 2:7) En estas iglesias hay adoradores falsos y verdaderos. Debe hacerse una obra por aquellos que se han apartado de su primer amor, que han perdido su primer celo e interés en los asuntos espirituales. Debemos llevar la amonestación delante de los profesos cristianos que son transgresores de la ley de Dios. Debe dárseles el mensaje.

El Señor dice: "Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti". (Apocalipsis 3:1-3)

La amonestación para la iglesia de los últimos días también debe ser proclamada a todos los que pretenden ser cristianos. El mensaje de Laodicea, como una espada de dos filos, debe ser llevado a todas las iglesias: "Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete". (Apocalipsis 3:15-19) Nuestra labor es proclamar este mensaje. ¿Estamos haciendo todo esfuerzo para que las iglesias sean amonestadas?

Tenemos una obra que hacer en favor de los ministros de las otras iglesias. Dios quiere que se salven. Ellos, como nosotros, pueden obtener la inmortalidad únicamente por la fe y la obediencia. Debemos trabajar por ellos con fervor para que la obtengan. Dios quiere que tengan una parte en su obra especial para este tiempo. Quiere que estén entre aquellos que han deben dar a sus hijos alimento a su tiempo. ¿Por qué no se habrían de integrarse a esta obra?

Nuestros ministros deben procurar acercarse a los ministros de otras denominaciones. Oren por ellos y con ellos, pues Cristo intercede en su favor. Tienen una solemne responsabilidad. Como mensajeros de Cristo, deben manifestar profundo y ferviente interés en estos pastores del rebaño.

La invitación que se ha de dar en las "salidas de los caminos" (Mateo 22:9), debe proclamarse a todos los que tienen una parte activa en la obra mundial, a los maestros y dirigentes del pueblo. Los que llevan pesadas responsabilidades en la vida pública, los médicos y maestros, los abogados y los jueces, los funcionarios públicos y los hombres de negocios, deben oír el mensaje claro y distinto. "Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Marcos 8:36, 37)

Hablamos y escribimos mucho acerca de los pobres a quienes se descuida. ¿No debiéramos llamar también la atención a los ricos a quienes se descuida? Muchos consideran a esta clase como sin esperanza, y poco hacen para abrir los ojos de aquellos que, enceguecidos y deslumbrados por el poder de Satanás, ya no tienen la eternidad en cuenta. Miles de ricos han bajado a la tumba sin ser amonestados, porque se los juzgó por su apariencia y se los pasó por alto por considerrarlosándolos como casos sin esperanza. Pero, por indiferentes que parezcan, se me ha mostrado que muchos miembros de esta clase social experimentan preocupaciones íntimas. Hay miles de ricos que sienten hambre de alimento espiritual. Muchos de los que ocupan cargos oficiales sienten su necesidad de algo que no poseen. Pocos de ellos van a la iglesia; porque no les parece que reciben ningún beneficio. La enseñanza que oyen no conmueve el alma. ¿No haremos un esfuerzo personal en su favor?

Algunos preguntarán: ¿No podemos alcanzarlos con las publicaciones? Son muchos los no se pueden alcanzar de esta manera. Lo que necesitan es un esfuerzo personal. ¿Habrán de perecer sin advertencia especial? No era así en los tiempos antiguos. Los siervos de Dios eran enviados a decir a los que ocupaban cargos elevados que podían hallar paz y descanso solamente en el Señor Jesucristo.

La Majestad del cielo vino a nuestro mundo para salvar a la humanidad perdida y caída. Sus esfuerzos incluían no solamente a los parias, sino también a los que ocupaban puestos de honor. Él trabajó inteligentemente para obtener acceso a las personas de las clases superiores que no conocían a Dios y no guardaban sus mandamientos.

La misma obra se continuó después de la ascensión de Cristo. Mi corazón se enternece mucho al leer el interés manifestado por el Señor en Cornelio. Este era un hombre de elevada posición, un oficial del ejército romano, alguien que seguía estrictamente toda la luz que había recibido. El Señor le envió un mensaje especial del cielo a Pedro pidiéndole que lo visitara y compartiera la luz. Pensar en la compasión y el tierno amor de Dios hacia aquellos que andan en busca de luz y oran por ella, debiera proporcionar un gran estímulo a los dirigentees de nuestra obra.

Muchos me han sido presentados como Cornelio; es decir, hombres a quienes Dios desea relacionar con su iglesia. Sus simpatías acompañan al pueblo que observa los mandamientos del Señor. Pero son retenidos firmemente por los vínculos que los atan al mundo. No tienen el valor moral para unirse con los humildes. Debemos hacer esfuerzos especiales por estas almas, pues en vista de sus responsabilidades y tentaciones requieren un trabajo especial.

Por la luz que se me ha dado sé que un claro "Así dice Jehová" debe dirigirse ahora a los hombres que tienen influencia y autoridad en el mundo. Son administradores a quienes Dios ha confiado cometidos importantes. Si quieren aceptar su invitación, Dios los empleará en su causa.

Hay hombres del mundo que tienen facultades de organización concedidas por Dios; son facultades que se necesitan para llevar adelante la obra para estos últimos días. Se necesitan hombres que puedan asumir la administración de instituciones, hombres que puedan actuar como dirigentes y educadores en nuestras asociaciones. Dios llama a hombres y mujeres que puedan mirar hacia delante y discernir la obra que debe hacerse, que puedan servir como fieles financistas, hombres y mujeres que se mantendrán leales como una roca a los principios en cualquier peligro o crisis que pueda surgir.

La causa de Dios necesita ahora, como en el pasado, el talento que Dios se proponía que tuviera. Pero tanto egoísmo se ha entretejido en nuestras instituciones, que el Señor no ha logrado conectar con la obra a las personas que deberían estar unidas a ella. Dios ha visto que tales hombres y mujeres no serían reconocidos ni apreciados debidamente.

Dios llama a obreros fervorosos y humildes para que lleven la verdad a las clases privilegiadas. No es por contacto casual, accidental, que personas pudientes, amantes y adoradoras del mundo pueden ser llevadas a Cristo. Hay hombres y mujeres imbuidos con el espíritu misionero que deben hacer esfuerzos personales definidos, y ellos no fracasarán ni se desanimarán.

Debemos celebrar reuniones con el fin de orar, para pedir al Señor que abra el camino para que la verdad penetre en las fortalezas donde Satanás ha puesto su trono; y que disperse la sombra que él ha interpesto en el sendero de los que procura engañar y destruir. Tenemos la seguridad: "La oración eficaz del justo puede mucho". (Santiago 5:16)

Pedid que se ore por la gente a favor de las cuales trabajáis; presentadlos delante de la iglesia como objetos de sus súplicas. Será justamente lo que los miembros de la iglesia necesitan para tener sus mentes alejadas de sus dificultades insignificantes; para sentir una gran preocupación, un interés personal, por un alma que está a punto de perecer. Seleccionad otra alma, y otra más, buscando diariamente la dirección de Dios, colocando todo delante de él en fervorosa oración, y trabajando con la sabiduría divina. Al hacer esto, Dios otorgará su Espíritu Santo para convencer de pecado y convertir el alma.

Algunos son especialmente idóneos para trabajar en favor de las clases superiores. Los tales deben buscar diariamente al Señor y dedicar tiempo al estudio para aprender a alcanzar a esas personas; no para conocerlas simplemente, en forma casual, sino para conquistarlas mediante el esfuerzo personal y la fe viva. Deben manifestar un profundo amor por ellas y verdadera preocupación porque tengan un conocimiento de la verdad tal cual se la halla en la Palabra de Dios.

Para alcanzar estas clases, los creyentes mismos deben ser "cartas" vivientes, "conocidas y leídas por todos los hombres". (2 Corintios 3:2) No representamos en todo lo que podemos, el carácter elevador y ennoblecedor de la verdad. Estamos en peligro de convertirnos en siervos estrechos de miras y egoístas. Debemos recordar esto con temor y temblor, para que no fracasemos.

Que aquellos que trabajan por las clases más favorecidas se conduzcan con verdadera dignidad, recordando que los ángeles son sus acompañantes. Que guarden la tesorería de la mente y el corazón repletos de "Escrito está". Colgad en el vestíbulo de la memoria las preciosas palabras de Cristo. Deben ser valoradas muy por encima de la plata o el oro.

No debemos ocultar el hecho de que somos adventistas del séptimo día. La verdad puede avergonzarse de nosotros porque nuestro proceder no esté en armonía con sus principios puros, pero jamás debemos avergonzarnos de la verdad. Cuando tengáis la oportunidad, confesad vuestra fe. Cuando alguien os pregunte, dadle una razón de la esperanza que está en vosotros, con humildad y temor.

Es la constante comprensión del valor incomparable del sacrificio expiatorio de Cristo por nosotros, lo que nos califica para guiar a otros al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Debemos convertirnos en expositores de la eficacia de la sangre de Cristo, mediante la cual nuestros propios pecados han sido perdonados. Sólo así podremos alcanzar a las clases más privilegiadas.

Se presentarán muchos motivos de desánimo en este trabajo. Se harán muchas revelaciones desconcertantes. Cristo ha dicho que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de los cielos. Pero con Dios todo es posible. Él puede trabajar y trabajará mediante sus agentes humanos en las mentes de las personas adineradas cuyas vidas han sido consagradas a la búsqueda de riquezas.

El universo celestial ha estado esperando por largo tiempo para cooperar con los agentes humanos en esta obra que se ha descuidado. Muchos que han intentado llevar a cabo esta obra, la han abandonado por causa del desánimo, mientras que si hubieran perseverado, habrían obtenido gran éxito. Aquellos que realizan fielmente esta obra serán bendecidos por Dios. La justicia de Cristo irá delante de ellos, y la gloria del Señor será su retaguardia.

Hay milagros que deben efectuarse en las conversiones genuinas, milagros que no se disciernen ahora. Las personas más encumbradas no están fuera del poder de un Dios que obra maravillas. Si los que colaboran con él son personas que realizan sus deberes con valor y fidelidad, Dios los utiliará paa convertir a hombres que ocupan posiciones de responsabilidad, hombres de intelecto e influencia. Por el poder del Espíritu Santo, muchos aceptarán los principios divinos. Al contemplar a Jesús en su hermosura, en su renunciación y su abnegación, el que es rico y está lleno de autosuficiencia, se percibirá a sí mismo por contraste como un infeliz, miserable, pobre, ciego y desnudo; se considerará tan pequeño que preferirá a Cristo, y buscará asiduamente la vida eterna.

Convertido a la verdad, se transformará en un instrumento en la mano de Dios para comunicar la luz. Tendrá una preocupación especial por otras almas de esta desatendida clase. Sentirá que se le ha encomendado una dispensación del Evangelio para aquellos que han hecho de este mundo su todo. Tiempo y dinero serán consagrados a Dios, recursos serán traídos a su tesorería, talento e influencia serán convertidos a la verdad, se añadirá a la Iglesia eficiencia y poder renovados.

Cristo instruye a sus mensajeros para que vayan también en busca de quienes están en los caminos apartados y los vallados: los pobres y humildes de la tierra. Muchos de ellos no saben qué hacer para ser salvos. Muchos están sumergidos en sus delitos y pecados; muchos se encuentran desesperados. Los afligen enfermedades de todo tipo, tanto del cuerpo como del alma. Anhelan encontrar solaz para sus tribulaciones, y Satanás los tienta para que lo busquen en la impureza y los placeres que los conducen a la ruina y a la muerte. Gastan su dinero en lo que no es pan, y trabajan por lo que no satisface. Estas almas no deben ser pasadas por alto.

Con la obra de promover los mandamientos de Dios y reparar el portillo que ha sido abierto en su ley, debemos mezclar compasión por la humanidad sufriente. Debemos mostrar amor supremo a Dios; necesitamos exaltar su monumento conmemorativo que ha sido pisoteado por pies profanos; y con esta obra debemos manifestar misericordia, benevolencia y la piedad más tierna por el doliente y el pecador.

En cada lugar donde se presenta la verdad, deben hacerse fervorosos esfuerzos desde el comienzo para predicar el Evangelio a los pobres y sanar a los quebrantados de salud. Fielmente realizado, este trabajo agregará a la iglesia muchas almas que habrán de ser salvas.

Los que trabajan de casa en casa encontrarán oportunidades para el ministerio en muchos frentes. Deben orar por los enfermos y hacer todo lo que esté a su alcance para aliviarlos del sufrimiento. Deben trabajar entre los humildes, los pobres y los oprimidos. Debemos orar por y con los desamparados que no tienen fuerza de voluntad para controlar los apetitos degradados por las pasiones. Deben hacerse fervorosos y perseverantes esfuerzos por la salvación de aquellos en cuyos corazones se ha despertado un interés. Muchos pueden ser alcanzados solamente por acciones de bondad desinteresada. Sus necesidades físicas deben ser aliviadas antes. A medida que observen evidencias de nuestro amor desinteresado, será más fácil creer en el amor de Cristo.

Las enfermeras misioneras son las mejor calificadas para esta obra; pero otras deben unirse a ellas. Estas, aunque no educadas ni entrenadas especialmente en enfermería, pueden aprender de sus compañeras de labor la mejor manera de trabajar.

Abundan la habladuría, el fariseísmo y la vanagloria; pero estos jamás ganarán almas para Cristo. El amor puro, santificado, tal como se manifestó en la vida de Cristo, es como un perfume sagrado; como el perfume del aceite aromático derramado por María Magdalena, llena toda la habitación con fragancia. La elocuencia, el conocimiento, la verdad y los talentos inusuales, mezclados con amor, son todos dones preciosos. Pero ni la habilidad ni los talentos mejor seleccionados pueden por ellos solos ocupar el lugar del amor.

Este amor debe ser manifestado por los obreros del Señor. El amor por Dios y por quienes Cristo ha muerto, hará una obra que escasamente comprendemos. Quienes no aprecian ni cultivan este amor, no pueden ser misioneros de éxito.

Todos los que aceptan a Cristo deben disponerse a trabajar por quienes están muertos en sus delitos y pecados. Dondequiera se haya proclamado la verdad y despertado y convertido a la gente, los creyentes deben unirse sin demora para practicar la caridad. Doquiera se haya presentado la verdad bíblica, debe establecerse la obra de la piedad práctica. En todos los lugares donde se haya establecido una iglesia, debe hacerse obra misionera para los desamparados y sufrientes.

Preocupémonos de nuestros pobres

Se nos ordena que "hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe". (Gálatas 6:10) En nuestra obra de benevolencia debiera ofrecerse ayuda especial a los que, por la presentación de la verdad, estén convencidos y convertidos. Debemos preocuparnos de las personas que tienen el valor de aceptar la verdad, de quienes pierden sus ocupaciones y se les niega trabajo para sostener a sus familias. Se debe hacer provisión para ayudar al pobre digno y proveer empleo para aquellos que aman a Dios y guardan sus mandamientos. No hay que dejarlos desamparados ni que lleguen a la conclusión de que deben trabajar en sábado o morir de hambre. Los que se ponen de parte del Señor deben ver en los adventistas del séptimo día a un pueblo generoso, abnegado y sacrificado, que alegremente y de buen grado presta servicio a sus hermanos en necesidad. El Señor se refiere especialmente a esta clase de gente cuando dice "y a los pobres errantes albergues en casa". (Isaías 58:7)

Los dirigentes y los obreros de la iglesia Cuando se eligen los dirigentes para las nuevas iglesias, debe ejercerse gran cuidado. Que sean hombres y mujeres plenamente convertidos. Las personas elegidas deben ser las que están mejor preparadas para enseñar, las que puedan servir tanto con palabras como en acciones. Existe gran necesidad de trabajar en todo frente.

Jamás permitáis que el interés se debilite. Elaborad métodos que produzcan un profundo y vivo interés en las nuevas iglesias. Todos los que están asociados con la iglesia deberían sentir una responsabilidad individual. Todos debieran trabajar al máximo de sus habilidades para fortalecer la iglesia y hacer que las reuniones estén tan llenas de vida, que los que están fuera se sientan atraídos e interesados. Todos debieran sentir que es un pecado dejar que el interés del público disminuya cuando tenemos verdades tan sagradas y solemnes de los oráculos vivos que debemos repetir una y otra vez. Fijad en el ánimo de todos la necesidad del bautismo del Espíritu Santo, la santificación de los miembros de la iglesia para que sean árboles vivos del plantío del Señor, en crecimiento y con frutos.

Dios llama a obreros abnegados y sacrificados. Quienes dedican el tiempo que Dios les ha dado para ir en busca de la gente, y se esfuerzan por instruirla, cuidándola como quienes tendrán que rendir cuenta, obtendrán abundante experiencia. A medida que comunican las preciosas verdades de la Palabra de Dios a otros, sus propios corazones se abrirán para la recepción de la Palabra. Serán instruidos por el gran Maestro.

Dios ha abierto una fuente para el mundo malvado y sufriente y se escucha la voz de la misericordia divina: "Venid todos los sedientos; venid y bebed". Podéis tomar el agua de la vida gratuitamente. Que todo el que oye diga, ven; y el que quiera, venga. Que cada alma --hombre o mujer-- haga resonar este mensaje. Entonces el mensaje será llevado a los lugares incultos de la tierra. Se cumplirá entonces lo que está escrito: En aquel día el Señor abrirá fuentes en los valles, y "abriré en el desierto estanques de aguas". "Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación". (Isaías 41:18; 43:19, 20; 12:3)