"Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones." "Y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar". (Isaías 61:4; 58:12) Estas palabras de la Inspiración señalan a los creyentes en la verdad presente, la obra que debe hacerse ahora en la educación de nuestros niños y jóvenes. Cuando la verdad para estos últimos días llegó al mundo en la proclamación de los mensajes del primero, segundo y tercer ángeles, se nos mostró que en la educación de nuestros niños debía introducirse un orden diferente de cosas; pero ha llevado mucho tiempo la comprensión de cuáles son los cambios que deben hacerse.
Nuestra obra es reformatoria, y es propósito de Dios que mediante el trabajo hecho en nuestras instituciones educacionales, se llame la atención de la gente al último gran esfuerzo por salvar a los que perecen. En nuestras escuelas no ha de rebajarse la norma de educación. Ha de levantarse siempre más alta, muy por encima de lo que está ahora; empero la educación dada no ha de limitarse meramente a un conocimiento de los libros de texto. El estudio de los libros de texto solamente, no puede proporcionar a los estudiantes la disciplina que necesitan, ni puede impartirles verdadera sabiduría. El objeto de nuestras escuelas es proveer lugares donde los miembros más jóvenes de la familia del Señor, puedan ser educados de acuerdo con su plan de crecimiento y desarrollo.
Satanás ha empleado los métodos más ingeniosos para entretejer sus planes y principios en los sistemas de educación y lograr así un poderoso dominio de la mente de niños y jóvenes. Contrarrestar sus artificios es la obra del verdadero educador. Tenemos ante Dios la obligación solemne y sagrada de criar a nuestros niños para él y no para el mundo; de enseñarles a no hacer alianza con el mundo sino a amar y temer a Dios y guardar sus mandamientos. Se les debe inculcar el pensamiento de que están formados a la imagen de su Creador y que Cristo es el modelo al cual deben adaptarse. Debe presentarse la más seria atención a la educación que impartirá un conocimiento de la salvación, y moldeará la vida y el carácter a la semejanza divina. Es el amor de Dios, la pureza del alma entretejida en la vida a guisa de hebras de oro, es lo que tiene verdadero valor. La altura que el ser humano puede alcanzar así no ha sido comprendida plenamente.
Para llevar a efecto la tarea, ha de ponerse un fundamento más amplio. Debe introducirse y adoptarse un nuevo propósito, ayudarse a los alumnos a aplicar los principios de la Biblia en todo lo que hacen. Debe señalarse claramente y eliminarse todo aquello que salga de lo recto, pues es iniquidad que no debe perpetuarse. Es importante que todo maestro ame y cultive sanos principios y doctrinas, por cuanto en ellos está la luz que ha de proyectarse en la senda de todos los alumnos.
El mensaje del tercer ángel en nuestras escuelas
En el libro de Apocalipsis leemos acerca de una obra especial que Dios quiere que su pueblo haga en estos últimos días. Él nos ha revelado su ley y nos ha mostrado la verdad para este tiempo. Esa verdad se despliega constantemente, y Dios quiere que seamos entendidos en ella para que podamos distinguir entre lo correcto y lo erróneo, entre la justicia y la injusticia.
El mensaje del tercer ángel, la gran verdad probatoria para este tiempo, ha de enseñarse en nuestras instituciones. Es designio de Dios que por intermedio de ellas se dé esta amonestación especial, y rayos brillantes de luz resplandecerán sobre el mundo. El tiempo es corto. Los peligros de los últimos días están muy cerca y debemos velar y orar, estudiar y dar oído a las lecciones presentadas en los libros de Daniel y Apocalipsis.
Cuando Juan fue desterrado a la isla de Patmos, dejando aquellos que él amaba, Cristo sabía dónde encontrar a su fiel testigo. Juan dijo: "Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta". El día del Señor es el séptimo día, el sábado de la creación. En el día que Dios santificó y bendijo, Cristo declaró "por su ángel a su siervo Juan", cosas que deben suceder antes del cierre de la historia de este mundo, y él quiere decir que debemos llegar a ser entendidos respecto a ellas. No es en vano que él declara: "Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ellas escritas; porque el tiempo está cerca". (Apocalipsis 1:9, 10:1-3) Esta es la educación que debe darse pacientemente. Que nuestras lecciones sean apropiadas para los días en que vivimos, y que nuestra instrucción religiosa sea dada de acuerdo con el mensaje que Dios envía.
Tendremos que comparecer ante magistrados para dar razón de nuestra lealtad a la ley de Dios, para dar a conocer los motivos de nuestra fe; y los jóvenes debieran entender estas cosas. Debieran estar al tanto de las cosas que acontecerán antes del fin de la historia del mundo. Estas cosas tienen que ver con nuestro bienestar eterno, y los maestros y alumnos deben prestarles más atención. Por voz y pluma debe impartirse el conocimiento que será alimento a tiempo, no sólo para los jóvenes, sino también para los de edad adulta.
Estamos viviendo en las escenas finales de estos tiempos peligrosos. El Señor anticipó la incredulidad que ahora prevalece respecto a su venida; y vez tras vez ha advertido en su Palabra que ese evento será inesperado. El gran día vendrá como lazo "sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra". (Lucas 21:35) Pero hay dos clases de personas. A una de ellas el apóstol le dice estas palabras animadoras: "Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón". (1 Tesalonicenses 5:4) Algunos estarán preparados cuando el esposo llegue, y entrarán con él a la boda. ¡Cuán precioso es este pensamiento para los que están esperando y velando por su venida! Cristo "amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha". (Efesios 5:25-27) Aquellos a quienes Dios ama gozan de este favor porque poseen un carácter hermoso.
La importante y grandiosa obra de preparar un pueblo que posea el carácter de Cristo y que pueda estar de pie en el día del Señor, ha de llevarse a efecto. Mientras navegamos en la corriente del mundo, no tenemos necesidad de vela ni de remo. En realidad, es al volvernos decididamente contra la corriente cuando empieza nuestro trabajo. Satanás introducirá toda clase de teorías para pervertir la verdad. La obra avanzará con dificultad; pues, desde la caída de Adán el mundo ha tenido por costumbre pecar. Pero Cristo está en el campo de acción. El Espíritu Santo está trabajando. Agentes divinos se unen con los humanos para rehacer el carácter de acuerdo al modelo perfecto, y al hombre le toca acabar aquello en lo cual Dios ha trabajado. Como pueblo, ¿haremos esta obra que Dios nos ha encomendado? ¿Consideraremos cuidadosamente toda la luz que se ha dado, manteniendo siempre delante de nosotros el objetivo principal de preparar discípulos para el reino de Dios? Si por fe avanzamos paso a paso en el camino correcto, siguiendo al gran Líder, la luz resplandecerá a lo largo de nuestro sendero; y se presentarán circunstancias para quitar del medio las dificultades. La aprobación de Dios dará esperanza, y ángeles ministradores cooperarán con nosotros, trayendo luz, gracia, ánimo y alegría.
Por lo tanto, no se pierda más tiempo en explayarse en las muchas cosas que no son esenciales y que no guardan ninguna relación con las necesidades presentes del pueblo de Dios. No se pierda más tiempo en enaltecer a los hombres que no conocen la verdad, "porque el tiempo está cerca". (Apocalipsis 1:3) No hay ahora tiempo para llenar la mente con teorías de lo que comúnmente se llama "educación superior". El tiempo consagrado a aquello que no tiende a moldear el alma a la semejanza de Cristo, es tiempo perdido para la eternidad. No podemos permitir esto, por cuanto cada momento rebosa de intereses eternos. ¿Hemos de permitir ahora, cuando la gran obra de juzgar a los vivos está por empezar, que ambiciones no santificadas se posesionen del corazón y nos induzcan a descuidar la educación requerida para hacer frente a las exigencias de este tiempo de peligro?
En cada caso habrá que efectuar la gran decisión de si hemos de recibir la marca de la bestia o su imagen, o el sello del Dios vivo. Y ahora que nos encontramos en la frontera del mundo eterno, ¿qué puede ser de valor más inmenso para nosotros que ser hallados leales y fieles al Dios del cielo? ¿Qué hay de mayor estima que su verdad y su ley? ¿Qué educación puede darse a los alumnos en nuestras escuelas que sea tan necesaria como un conocimiento de lo "que dicen las Escrituras"?
Sabemos que hay escuelas que dan oportunidades para instruirse en las ciencias; pero queremos algo más que esto. La ciencia de la verdadera educación es la verdad, la cual ha de quedar grabada tan profundamente en el alma que no pueda ser borrada por el error que abunda por doquiera. El mensaje del tercer ángel es verdad, luz y poder, y presentarlo de manera que produzca las debidas impresiones en el corazón debe ser obra de nuestras escuelas, tanto como de nuestras iglesias, del maestro como del ministro. Los que aceptan puestos de educadores deben estimar cada vez más la voluntad revelada de Dios, tal como la presentan clara y notablemente Daniel y el Apocalipsis.
El estudio de la Biblia
Las urgentes necesidades que se están haciendo sentir en este tiempo exigen una educación constante en el conocimiento de la Palabra de Dios. Esta es la verdad presente. Por todo el mundo debiera haber una reforma en el estudio de la Biblia, pues hoy se necesita como nunca antes. A medida que esta reforma progrese, se realizará una obra poderosa; pues cuando Dios declaró que su Palabra no volverá a él vacía quiso decir eso precisamente. El conocimiento de Dios y de Jesucristo "a quien envió" es la más elevada educación, y ella llegará a cubrir la tierra con su maravillosa luz, como las aguas colman la mar.
El estudio de la Biblia es especialmente necesario en las escuelas. Los alumnos debieran ser arraigados y fundados en la verdad divina. Se debiera llamar su atención no ya a los asertos humanos, sino a la Palabra de Dios. Por encima de todo otro libro, la Palabra de Dios debe ser nuestro tema de estudio, el gran libro de texto, la base de toda educación; y nuestros niños deben ser educados en las verdades que ella encierra, sin atender a hábitos y costumbres precedentes. Al hacer esto, tanto los maestros como los alumnos encontrarán el tesoro escondido, la educación más elevada.
Los preceptos bíblicos han de regir la vida cotidiana. La cruz de Cristo ha de ser el tema, y nos ha de revelar las lecciones que hemos de aprender y practicar. Debe introducirse a Cristo en todos los estudios, para que los alumnos absorban el conocimiento de Dios y lo puedan representar en su carácter. Su excelencia ha de ser nuestro tema de estudio en el presente como lo será en la eternidad. La Palabra de Dios, proclamada por Cristo en el Antiguo y en el Nuevo Testamentos, es el pan del cielo; pero mucho de lo que se llama ciencia no es el verdadero maná: es como manjares de invención humana, como alimento adulterado.
En la Palabra de Dios se halla sabiduría indubitable, inagotable; pues ella no se originó en la mente finita, sino en la infinita. Sin embargo, mucho de lo que Dios ha revelado en su Palabra es oscuro para los seres humanos debido a que las joyas de la verdad están sepultadas debajo de los escombros de la sabiduría y la tradición humanas. Para muchos, los tesoros de la Palabra permanecen ocultos debido a que no los han buscado con ardiente perseverancia hasta haber comprendido los preceptos de oro. La Palabra ha de ser escudriñada para que purifique a los que la reciban y los prepare para ser miembros de la familia real, hijos del Rey del cielo.
El estudio de la Palabra de Dios debiera reemplazar al de los libros que han llevado las mentes al misticismo y lejos de la verdad. Sus vivos principios, entretejidos en nuestra vida, serán nuestra salvaguardia en las pruebas y tentaciones; su instrucción divina es la única vía hacia éxito. En cuanto llegue la prueba a cada alma, habrá apostasías. Algunos resultarán traidores, temerarios, presuntuosos y engreídos, y abandonarán la verdad, haciendo naufragio de la fe. ¿Por qué? Porque no vivieron de "toda palabra que sale de la boca de Dios". (Mateo 4:4) No cavaron hondo para hacer firme su fundamento. Cuando las palabras del Señor les son transmitidas por medio de los mensajeros escogidos, murmuran y piensan que el camino es demasiado estrecho. En el capítulo seis de Juan, leemos de algunos a quienes se creía discípulos de Cristo pero que, cuando se les presentó la clara verdad, se disgustaron y no anduvieron más con él. De la misma manera, se separarán de Cristo también esos estudiantes superficiales.
A todo el que se ha convertido al Señor se le pide que crezca en eficiencia mediante el uso de sus talentos. Todo pámpano de la viviente Vid que no crece es cortado y desechado como cosa inútil. ¿Cuál debe ser, entonces, el carácter de la educación impartida en nuestras escuelas? ¿Ha de estar de acuerdo con la sabiduría de este mundo, o con la sabiduría que es de lo alto? ¿No despertarán los maestros ante su responsabilidad en este asunto y procurarán que la Palabra de Dios tenga un lugar más destacado en la instrucción que se imparte en nuestras escuelas?
La preparación de obreros
Uno de los grandes propósitos de nuestras iglesias es la preparación de jóvenes para servir en nuestras instituciones y en otras diferentes fases de la obra evangélica. Por doquiera se le ha de explicar la Biblia a la gente. Ha llegado el momento en que, por medio de los mensajeros de Dios, el pergamino de la Escritura se está desenrollando ante el mundo. La verdad encerrada en los mensajes de los ángeles primero, segundo y tercero ha de ir a toda nación, tribu, lengua y pueblo; iluminar la oscuridad de todo continente y extenderse a las islas del mar. No se ha de permitir que cosa alguna de invención humana retarde esta obra. Para que esto pueda llevarse a cabo hacen falta talentos cultivados y consagrados: hacen falta personas que puedan hacer un trabajo excelente con la mansedumbre de Cristo, que mantengan su yo escondido en él. Los novicios no pueden hacer aceptablemente la obra de revelar el tesoro oculto para enriquecer a las almas en las cosas espirituales. "Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo." "Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad". (2 Timoteo 2:7, 15) Este encargo hecho a Timoteo debe constituir una fuerza educadora en toda familia y escuela.
Se requieren varios esfuerzos de parte de todos los que estén vinculados con nuestras instituciones, no solamente las escuelas, sino también los sanatorios y las casas editoriales, para hacer idóneos a hombres, mujeres y jóvenes para ser colaboradores de Dios. Se ha de enseñar a los estudiantes a trabajar con inteligencia como trabajó Cristo; a revelar un carácter cristiano noble y elevado ante aquellos con quienes se asocien. Los encargados de preparar a los jóvenes vinculados con cualquier fase de nuestra obra, debieran ser hombres que tengan un claro concepto del valor de las almas. A menos que beban en abundancia del Espíritu Santo, el observador maligno creará circunstancias molestas. El educador debe ser sabio para discernir que mientras la felicidad y la bondad ganarán almas, la aspereza nunca lo logrará. Las palabras y las acciones arbitrarias incitan las peores pasiones del corazón humano. Si los hombres y las mujeres que profesan ser cristianos no han aprendido a dominar su temperamento malo e infantil, ¿cómo podrán esperar que se les honre y respete?
¡Cuánto cuidado debiera tenerse entonces para elegir a instructores apropiados a fin de que no solamente sean fieles en su trabajo sino que manifiesten también el debido temperamento! Si no son dignos de confianza, deberá exonerárselos. Dios tendrá a toda institución por responsable de cualquier descuido en ver que se estimule la bondad y el amor. Nunca debiera olvidarse que Cristo mismo tiene la dirección de nuestras instituciones.
Debe designarse a los predicadores más talentosos para que enseñen las clases de Biblia en nuestras escuelas. Los escogidos para este trabajo tienen que ser estudiantes cabales de la Biblia, que posean una profunda experiencia cristiana, y su salario debe pagarse del diezmo. Es designio de Dios que todas nuestras instituciones lleguen a ser medios para educar y desarrollar obreros de quienes él no se avergüence. Obreros que puedan ser enviados como misioneros idóneos que trabajen para el Maestro; pero este fin no se ha tomado en cuenta. En muchos respectos nos hallamos muy rezagados en esta obra, y el Señor exige que se manifieste en ella un celo infinitamente mayor que el que hasta aquí se ha manifestado. Nos ha llamado a salir del mundo para que seamos testigos de su verdad; y en todas nuestras filas hombres y mujeres jóvenes debieran prepararse para ocupar puestos de utilidad e influencia.
Hay una urgente demanda de obreros en el campo misionero. Hacen falta hombres jóvenes para esta obra; Dios los solicita. Su educación es de primordial importancia en nuestros colegios y en ningún caso debiera ello ignorarse o considerarse como cosa secundaria. Es una acción totalmente equivocada que los maestros, al aconsejar otras ocupaciones, desanimen a los jóvenes que pudieran prepararse para realizar una obra aceptable en el ministerio. Los que presentan obstáculos para impedir a los jóvenes que se preparen para este trabajo están contrarrestando los planes de Dios y tendrán que dar cuenta de su proceder. Hay entre nosotros un gran porcentaje de hombres capaces. Si sus aptitudes se pusieran en uso, tendríamos veinte ministros donde ahora tenemos uno.
Los jóvenes que ahora se proponen entrar en el ministerio no debieran dedicar un número de años solamente a instruirse. Los maestros debieran ser capaces de comprender la situación y adaptar la enseñanza a los anhelos de esta clase, a la cual se le debería conceder ventajas especiales para que haga un estudio breve y compendioso de las fases más necesarias para su obra. Pero no se ha seguido este plan. No se ha prestado suficiente atención a la educación de los jóvenes para el ministerio. No tenemos muchos años para trabajar, y los maestros debieran estar henchidos del Espíritu de Dios y trabajar en armonía con su voluntad revelada, en lugar de ejecutar sus propios planes. Estamos perdiendo mucho cada año, debido a que no damos oídos al consejo del Señor en este respecto.
En nuestras escuelas, los enfermeros misioneros debieran recibir lecciones de parte de médicos bien preparados y aprender como parte de su educación, la manera de luchar con la enfermedad y mostrar el valor de los remedios naturales. Este trabajo es muy necesario. Las ciudades y los pueblos están sumidos en el pecado y la corrupción moral; sin embargo, hay hombres como Lot en cada Sodoma. El veneno del pecado está obrando en el corazón de la sociedad, y Dios pide a los reformadores que se levanten en defensa de las leyes que él ha establecido para gobernar el organismo físico. Al mismo tiempo deben mantener una alta norma en la disciplina de la mente y la cultura del corazón, para que el gran Médico coopere con la auxiliadora mano humana en llevar a cabo una obra de misericordia necesaria en el alivio del sufrimiento.
Es también el designio del Señor que nuestras escuelas impartan a los jóvenes una preparación que los capacite para enseñar en cualquier división de la Escuela Sabática, o para asumir cualquier cargo en ella. Veríamos un estado de cosas diferente si un número de personas jóvenes consagradas se dedicara a la obra de la Escuela Sabática, tomándose la molestia de educarse y luego instruir a otros en cuanto a los mejores métodos que pudieran emplearse para guiar almas a Cristo. Esta línea de trabajo produce resultados positivos.
Maestros misioneros
Deben educarse maestros para la obra misionera. Por doquiera existen oportunidades para el misionero, y no será posible proporcioNecesidad nar obreros procedentes de dos o tres países para responder a todos los pedidos de ayuda. Aparte de la educación de aquellos que han de ser enviados como misioneros desde nuestras asociaciones más antiguas, deben educarse personas de diferentes partes del mundo, para trabajar por sus compatriotas y vecinos, y hasta donde sea posible, es mejor y más seguro para ellos obtener su educación en el campo donde tienen que trabajar. Rara vez resulta mejor para el obrero o para el progreso de la obra que vaya a tierras lejanas para educarse. El Señor quiere que se haga toda provisión posible para suplir dichas necesidades, y si las iglesias reconocen sus responsabilidades sabrán cómo proceder en cualquier emergencia.
Para suplir la falta de obreros, Dios desea que en diferentes países se establezcan centros educativos donde los alumnos promisorios puedan estudiar los ramos prácticos del conocimiento y en la verdad bíblica. A medida que estas personas se ocupen en la obra, irán dando carácter a la predicación de la verdad presente en nuevos campos. Despertarán interés entre los incrédulos y ayudarán a rescatar almas de la esclavitud del pecado. Los mejores maestros debieran enviarse a los diversos países donde se han de establecer escuelas, para realizar la obra educativa.
Es posible que haya demasiadas instituciones concentradas en un solo lugar. Escuelas más pequeñas, dirigidas según el modelo de las escuelas de los profetas, serían una bendición mucho mayor. El dinero que se invirtió en ampliar el Colegio de Battle Creek para acomodar el instituto ministerial, se habría empleado mejor estableciendo escuelas en distritos rurales en Estados Unidos y en el extranjero. No se necesitaban más edificios en Battle Creek, porque ya se habían provisto amplias instalaciones para la educación de tantos alumnos como convenía que se congregaran en un solo lugar.
No era lo mejor que demasiados alumnos asistieran a esta escuela, porque en ella había talento y sabiduría para atender bien solamente a cierto número. Los institutos ministeriales pudieron haberse alojado en edificios ya construidos, y el dinero usado en agrandar el colegio pudo haberse invertido con mayor ventaja en la construcción de edificios escolares en otras localidades.
Los nuevos edificios en Battle Creek fomentaron la mudanza de familias que deseaban educar a sus hijos en el colegio. Pero habría sido una mayor bendición para todos los involucrados, si los alumnos se hubieran alojado en alguna otra localidad y en Números más reducidos. La afluencia de la gente a Battle Creek es tanto la falta de aquellos que están en posiciones de dirección, como de los que se mudaron a ese lugar. Hay mejores campos que Battle Creek para las empresas misioneras, pero aquellos en posiciones de responsabilidad han estado planeando tener allí todo lo que sea de carácter más conveniente; y las más amplias instalaciones le están diciendo a la gente: "Venid a Battle Creek; mudaos aquí con vuestras familias, y educad vuestros hijos aquí".
Si algunas de nuestras instituciones educativas fueran fraccionadas en unidades más pequeñas, y se establecieran escuelas en varios lugares, se podría lograr mayor progreso en la cultura física, mental y moral. El Señor no ha dicho que deben haber menos edificios, sino que estos edificios no debieran concentrarse en un solo lugar. Las cuantiosas sumas invertidas en pocas localidades debieran haberse usado para proveer instalaciones a más lugares para acomodar a un mayor número de alumnos.
Ha llegado el tiempo para enarbolar el estandarte de la verdad en muchos lugares, para así despertar mayor interés y ampliar el campo misionero, hasta que se abarque toda la tierra. Ha llegado el tiempo cuando a muchos más debiera presentárseles el mensaje de verdad. Puede hacerse mucho de lo que no se ha hecho en esta dirección. Mientras las iglesias son responsables por mantener sus lámparas aparejadas y encendidas, jóvenes dedicados deben ser educados en sus países de origen para llevar adelante esta obra. Debieran establecerse escuelas, no tan afectadas o pedantes como las del Colegio de Battle Creek y College View, pero más sencillas y edificios menos ostentosos y con maestros que adopten el mismo plan de las escuelas de los profetas. En vez de concentrar la luz en un solo lugar, donde muchos no aprecian ni mejoran aquello que les ha sido dado, la luz debiera ser llevada a numerosos lugares de la tierra. Si maestros dedicados y temerosos de Dios, de mentes balanceadas e ideas prácticas, fueran a los campos misioneros y trabajaran de manera humilde, impartiendo aquello que han recibido, Dios dotaría de su Santo Espíritu a muchos que están destituidos de su gracia.
Principios básicos del éxito
Maestros y alumnos deberían colaborar en la obra de reforma, cada uno trabajando en la forma más provechosa, para hacer de nuestras escuelas aquello que el Señor puede aprobar. Se necesita unidad de acción para el éxito. Un ejército en combate se confundiría y sería derrotado, si los soldados actuaran conforme a sus impulsos individuales, en vez de moverse al unísono bajo la dirección de un general competente. Los soldados de Cristo también deben actuar en armonía. Un puñado de almas convertidas, unidas en un gran propósito, bajo una sola dirección, obtendrá victorias en cada combate.
Si hay desunión entre los que pretenden creer en la verdad, el mundo llegará a la conclusión de que esta gente no es de Dios, porque trabajan unos contra otros. Cuando somos uno con Cristo, estaremos unidos entre nosotros mismos. Aquellos que no están enyugados con Cristo, siempre halan hacia el lado equivocado. Poseen un temperamento que corresponde a la naturaleza humana carnal, y a la más mínima excusa, la pasión está ampliamente dispuesta para enfrentarse con la pasión. Esto causa choques; y se oyen voces estridentes en reuniones de juntas, comisiones y asambleas públicas, oponiéndose a los métodos de reforma.
Otra condición para el éxito es la obediencia a cada palabra de Dios. No se ganan victorias a través de ceremonias o exhibiciones, sino por medio de la obediencia sencilla al Generalísimo, Señor Dios del cielo. Aquel que pone su confianza en este Líder, jamás sabrá lo que es la derrota. La derrota viene del error de confiar en métodos humanos y en invenciones humanas, y por colocar lo divino en segundo lugar. La obediencia fue la lección que el Capitán de las huestes del Señor procuró enseñar a los grandes ejércitos de Israel: obediencia en las cosas en que no podían vislumbrar ningún éxito. Cuando hay obediencia a la voz de nuestro Líder, Cristo dirigirá sus batallas en maneras que sorprenderán a los grandes poderes de la tierra.
Somos soldados de Cristo; y se espera de aquellos que se registran en su ejército que realicen faenas difíciles, faenas que agotarán sus energías en grado sumo. Debemos entender que la vida de un soldado conlleva lucha agresiva, perseverancia y fortaleza. Debemos soportar pruebas por el amor de Cristo. No estamos involucrados en batallas de gestos. Debemos enfrentar adversarios muy poderosos; "porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". (Efesios 6:12) Debemos encontrar nuestra fortaleza en el mismo lugar donde la encontraron los primeros discípulos. "Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos". "Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la Palabra de Dios. Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común". (Hechos 1:14; 4:31, 32)