Testimonios para la Iglesia, Tomo 6

Capítulo 18

Lo que impide la reforma

La Biblia ha sido introducida hasta cierto punto, en nuestras escuelas y se han hecho algunos esfuerzos en el sentido de la reforma; pero es muy difícil adoptar principios rectos después de haber estado acostumbrados, por tanto tiempo a los métodos populares. Las primeras tentativas para cambiar las viejas costumbres acarrearon pruebas severas para los que deseaban andar en el camino señalado por Dios. Se han cometido errores que ocasionaron resultando grandes pérdidas. Ha habido obstáculos que tendieron a hacernos transitar por senderos comunes y mundanales y a impedirnos que comprendiéramos los principios de la educación verdadera. A los inconversos que miraban las cosas desde las bajas regiones del egoísmo, de la incredulidad y de la indiferencia, los principios y métodos correctos les parecieron erróneos.

Algunos maestros y administradores, convertidos sólo a medias, son piedras de tropiezo para otros. Ceden en algunas cosas y hacen reformas a medias; pero cuando se produce un mayor conocimiento, rehúsan avanzar, prefiriendo trabajar de acuerdo con sus propias ideas. Al hacer esto están tomando y comiendo de aquel árbol de conocimiento que coloca a lo humano por encima de lo divino. "Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová". AY acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra" (Josué 24:14, 15; 1 Reyes 18:21) Habríamos superado por mucho nuestra presente condición espiritual si hubiéramos avanzado a medida que nos llegaba la luz.

Cuando se abogó por nuevos métodos, se suscitaron tantas preguntas y dudas, y fueron tantas las reuniones celebradas para discernir toda dificultad, que los reformadores se vieron estorbados y algunos cesaron de pedir reformas. Parecieron incapaces de detener la corriente de duda y crítica. Fueron pocos, comparativamente, los que recibieron el Evangelio en Atenas, debido a que la gente albergaba orgullo intelectual y sabiduría mundana y reputaba como locura el Evangelio de Cristo. Pero, "lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres". "Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios". (1 Corintios 1:25, 23, 24)

Nos toca ahora comenzar de nuevo. Las reformas deben emprenderse de todo corazón, alma y voluntad. Los errores pueden ser muy antiguos, pero los años no hacen del error verdad, ni de la verdad error. Se han seguido por demasiado tiempo los viejos hábitos y costumbres. El Señor quiere que maestros y alumnos desechen ahora toda idea falsa. No tenemos libertad para enseñar lo que coincida con la norma del mundo o la norma de la iglesia, sencillamente porque así se suele hacer. Las lecciones enseñadas por Cristo han de constituir la norma. Ha de tenerse estrictamente en cuenta lo que el Señor ha dicho con respecto a la enseñanza que se ha de impartir en nuestras escuelas; pues si en algunos respectos no existe una educación de carácter completamente diferente de la que se ha venido dando en algunas de nuestras escuelas, no necesitábamos haber gastado dinero en la compra de terrenos y la construcción de edificios escolares.

Algunos sostendrán que si se da preferencia a la enseñanza religiosa, nuestras escuelas llegarán a ser impopulares y que aquellos que no son de nuestra fe no las patrocinarán. Muy bien; vayan los tales a otras escuelas donde encuentren un sistema de educación que concuerde con sus gustos. Es el propósito de Satanás impedir por medio de estas consideraciones que se logre el objetivo por el cual nuestras escuelas fueron establecidas. Estorbados por estas artimañas, los dirigentes razonan a la usanza del mundo. Copian sus planes e imitan sus costumbres. Muchos han demostrado su falta de sabiduría de lo alto hasta el extremo de unirse a los enemigos de Dios y de la verdad al proveer entretenimientos mundanos a los alumnos. Al hacer esto atraen sobre ellos mismos la ira de Dios, pues desvían a los jóvenes y hacen la obra de Satanás. Esta obra, con todos sus resultados, la tendrán que arrostrar ante el tribunal de Dios.

Los que siguen semejante conducta dan a entender que no se puede confiar en ellos. Después que el mal ha sido hecho, podrán confesar su error; pero, ¿podrán acaso destruir la influencia que han ejercido? ¿Se dirá el "bien, buen siervo" a los que no cumplieron su cometido? Estos obreros infieles no han edificado sobre la Roca eterna, y su fundamento resultará ser arena movediza. En vista de que el Señor nos manda ser diferentes y singulares, ¿cómo podremos apetecer la popularidad o tratar de imitar las costumbres y prácticas del mundo? "¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios". (Santiago 4:4)

Rebajar las normas para conseguir popularidad y un aumento en número de feligreses y luego hacer de este aumento un motivo de regocijo, pone de manifiesto gran ceguedad. Si la cantidad fuera una prueba del éxito, Satanás podría pretender la preeminencia, porque en este mundo sus seguidores forman la gran mayoría. Es el grado de poder moral que compenetra una escuela lo que constituye una prueba de su prosperidad. Es la virtud, la inteligencia y la piedad de las personas que componen nuestras escuelas, y no su número, lo que debiera ser una fuente de gozo y gratitud. ¿Deberían, acaso, nuestras escuelas convertirse al mundo y seguir sus costumbres y modas? "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que... no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". (Romanos 12:1, 2)

Muchos harán uso de todos los medios posibles para atenuar la diferencia entre los adventistas del séptimo día y los observadores del primer día de la semana. Me fue presentada una congregación que, a pesar de llevar el nombre de adventistas del séptimo día, aconsejaba que las normas que hacen de nosotros un pueblo singular no se destacaran tanto, pues alegaban que no era el mejor método para garantizar el éxito a nuestras instituciones. Pero éste no es el momento de arriar nuestra bandera o avergonzarnos de nuestra fe. El estandarte distintivo, descrito con las palabras, "aquí está la paciencia de los santos, aquí están los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" (Apocalipsis 14:12), debe ondear sobre el mundo hasta el fin del tiempo de gracia. Al paso que han de aumentarse los esfuerzos para avanzar en diversas localidades, no debe encubrirse en modo alguno nuestra fe con el fin de obtener patrocinio. La verdad ha de llegar hasta las almas que están a punto de perecer, y si de alguna manera ello es impedido, Dios queda deshonrado y la sangre de las almas estará sobre nuestras vestiduras.

Mientras quienes estén vinculados a nuestras instituciones anden humildemente con Dios, los seres celestiales cooperarán con ellos; pero recuerden todos el hecho de que Dios ha dicho: "Yo honraré a los que me honran" (1 Samuel 2:30) Ni por un momento debiera causarse la impresión de que sería beneficioso para él ocultar su fe y sus doctrinas a los incrédulos del mundo, por temor a que no le tendrán en tan alta estima si llegan a conocer sus principios. Cristo demanda de todos sus seguidores una confesión de fe abierta y varonil. Cada cual ha de permanecer en su puesto y ser lo que Dios quiso que sea: un espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. El universo entero mira con interés indecible para ver el fin de la gran controversia entre Cristo y Satanás. Todo cristiano ha de ser una luz, no escondida debajo de un almud o de una cama, sino colocada en el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa. No se relegue jamás a un último lugar la verdad de Dios por cobardía o conveniencia mundana.

Aunque en muchos aspectos nuestras instituciones de enseñanza se han conformado al mundo, aunque paso a paso han avanzado hacia el mundo, son prisioneras de la esperanza. El destino no ha entretejido tanto sus lazos alrededor de lo que están haciendo, como para que necesiten permanecer desamparadas y en incertidumbre. Si escucharan su voz y siguieran sus caminos, Dios las corregiría y las iluminaría, y las traería de nuevo a su recta posición que las distinguen del mundo. Cuando se discierna la ventaja de obrar de acuerdo con principios cristianos, cuando se oculte el yo en Cristo, se logrará mucho más progreso, porque cada obrero sentirá su propia debilidad humana, implorará la sabiduría y la gracia de Dios, y recibirá la ayuda divina prometida para cada emergencia.

Las circunstancias difíciles debieran crear la firme determinación de superarlas. La eliminación de una barrera dará mayor habilidad y valor para continuar avanzando. Avanzad en la dirección debida y cambiad lo que sea necesario con firmeza e inteligencia. Entonces las circunstancias se convertirán en vuestras ayudadoras y no en estorbos. Comenzad a trabajar. El encino se encuentra en la semilla que es la bellota.

A los maestros y administradores

Suplico a nuestro personal escolar que ejerza juicio acertado y trabaje en un plano más elevado. Nuestras instituciones educacionales deben depurarse de toda impureza. La administración de nuestras instituciones debe basarse en principios cristianos para que triunfen a pesar de los obstáculos que las asedian. Si se dirigen estas instituciones mediante procedimientos mundanales, habrá falta de solidez en la obra y carencia de discernimiento espiritual previsor. La condición del mundo antes de la primera venida de Cristo es una ilustración de la condición que imperará en el mundo antes de su segunda venida. El pueblo judío fue destruido porque rechazó el mensaje de salvación enviado del cielo. ¿Seguirán los miembros de esta generación--a quienes Dios ha dispensado tanta luz y oportunidades maravillosas--la misma tendencia de los que rechazaron la luz para su propia ruina?

Muchos tienen vendas en sus rostros en estos tiempos. Esas vendas son el apego a las costumbres y las prácticas mundanas, las cuales los apartan de la gloria del Señor. Dios desea que mantengamos los ojos fijos en él, para que apartemos la vista de las cosas de este mundo.

A medida que la verdad se introduzca en la vida práctica, la norma deberá elevarse cada vez más hasta que alcance los requerimientos de la Biblia. Esto exigirá oposición a las modas, costumbres, prácticas y principios guiadores del mundo. Las influencias mundanales, lo mismo que las olas del mar, rompen contra los seguidores de Cristo para empujarlos lejos de los verdaderos principios de su humildad y gracia. Debemos permanecer tan firmes como una roca en lo que concierne a los principios, lo cual requerirá valor moral; y aquellos cuyas almas no están afianzadas a la Roca eterna serán arrastrados por la corriente mundanal. Podemos permanecer firmes solamente si nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. La independencia moral es enteramente apropiada cuando se opone al mundo. Cuando nos sometamos enteramente a la voluntad de Dios estaremos en terreno ventajoso, y comprenderemos la necesidad de separarnos definidamente de las costumbres y las prácticas del mundo.

No debemos elevar nuestras normas un poco solamente sobre las normas del mundo, sino que debemos hacer que la distinción sea decididamente visible. La razón por la cual ejercemos tan escasa influencia sobre nuestros familiares no creyentes, es porque hay muy poca diferencia evidente entre nuestras prácticas y las del mundo.

Muchos maestros ajustan el alcance de sus mentes a un nivel angosto y bajo. No mantienen siempre el plan divino a la vista, sino que fijan los ojos en modelos mundanos. Levantad vuestra vista, "donde está Cristo sentado a la diestra de Dios", y trabajad entonces para que vuestros alumnos puedan ser moldeados según su carácter perfecto. Señalad a los jóvenes la escalera de siete peldaños de Pedro y colocad sus pies, no en el peldaño más alto, sino en el más bajo, y con esmerada solicitud, instadlos a subir hasta el último.

Cristo, quien une la tierra con el cielo, es la escalera. La base está afirmada sobre la tierra en su humanidad; el peldaño más alto llega hasta el trono de Dios en su divinidad. La humanidad de Cristo cubre la humanidad caída, mientras su divinidad se sostiene del trono de Dios. Somos salvados al subir la escalera peldaño tras peldaño, mirando a Cristo, apoyándonos en Cristo, escalando paso a paso hasta la estatura de Cristo, para que él sea hecho sabiduría, justicia, santificación y redención en nosotros. Fe, virtud, conocimiento, temperancia, paciencia, piedad, bondad fraternal y amor son los peldaños de esta escalera. Todas estas virtudes deben manifestarse en el carácter cristiano; "porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás". (2 Pedro 1:10, 11)

No es asunto fácil obtener el preciado tesoro de la vida eterna. Nadie puede obtenerlo e ir a la deriva con la corriente del mundo. Debe salir del mundo y mantenerse separado y no tocar lo inmundo. Nadie puede actuar como un mundano sin ser arrastrado por la corriente del mundo. Nadie logrará un progreso ascendente sin esfuerzo perseverante. El que quiere vencer debe mantenerse asido firmemente de Cristo. No debe mirar hacia atrás, sino siempre hacia arriba u obtener un grado de fortaleza moral tras otro. El precio de la seguridad es la vigilancia personal. Satanás está jugando el juego de la vida por vuestra alma. No cedáis hacia su lado un solo centímetro, no sea que obtenga ventaja sobre vosotros.

Si finalmente llegamos al cielo, será por la unión de nuestras almas a Cristo, afirmándonos en él, y separándonos del mundo, de sus extravagancias y encantos. Debe haber cooperación espiritual de nuestra parte con las inteligencias celestiales. Debemos creer, trabajar, orar, velar y esperar. Puesto que fuimos adquiridos por el Hijo de Dios, somos su propiedad y cada uno debiera educarse en la escuela de Cristo. Tanto maestros como alumnos deben trabajar diligentemente para la eternidad. El fin de todas las cosas está a las puertas. Hay necesidad ahora de hombres armados y equipados para batallar por Dios.

No es a los seres humanos a quienes debemos exaltar, sino a Dios; el único Dios vivo y verdadero. La vida desinteresada, el espíritu generoso y de sacrificio, la simpatía y el amor de quienes están en posiciones de confianza en nuestras instituciones, debieran tener una influencia purificadora y ennoblecedora que inducirían a hacer el bien. Estas palabras de consejo no vendrían entonces de espíritus con suficiencia y jactanciosos; sino sus discretas virtudes serían de mayor valor que el oro. Si nos aferramos de la naturaleza divina, obrando sobre el plan de la adición, añadiendo gracia sobre gracia para perfeccionar un carácter cristiano, Dios obrará sobre el plan de la multiplicación. Él dice en su palabra: "Gracia y paz os sean multiplicadas en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús". (2 Pedro 1:2)

"Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová". (Jeremías 9:23, 24) "Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios". "¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia". (Miqueas 6:8; 7:18) "Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo". "Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda". (Isaías 1:16, 17)

Estas son palabras de Dios para nosotros. El pasado está contenido en el libro donde todas las cosas están escritas. No podemos borrar el registro; pero si elegimos aprender esas cosas, el pasado nos enseñará sus lecciones. Cuando adoptamos el pasado como nuestro instructor, podremos también hacerlo nuestro amigo. Cuando traemos a la mente lo que en el pasado ha sido desagradable, que ello nos enseñe a no repetir el mismo error. Que en el futuro no se registre nada que con el tiempo cause tristeza alguna, llena de remordimiento.

Podemos evitar una mala actuación ahora. Escribimos nuestra historia diariamente. El ayer está más allá de nuestra posibilidad de enmendarlo o controlarlo; hoy es lo único que nos pertenece. Por lo tanto, no entristezcamos hoy el Espíritu de Dios, pues, mañana tal vez no podamos recordar lo que hemos hecho. Hoy será entonces como si fuera el día de mañana.

Procuremos seguir el consejo de Dios en todas las cosas, porque él es infinito en sabiduría. Aunque en el pasado no hicimos lo que debíamos por nuestros niños y jóvenes, arrepintámonos ahora y redimamos el tiempo. El Señor dice: "Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho". (Isaías 1:18-20) El mensaje que dice "Avanzad", debe oírse aún y repetirse. Los diversos acontecimientos extraños que están sucediendo en el mundo requieren que se trabaje par confrontarlos. El Señor necesita personas espiritualmente inteligentes y de clara visión, que estén ciertamente recibiendo maná fresco del cielo. El Espíritu Santo trabaja en los corazones de tales personas, y Palabra de Dios refleja luz a la mente y revela como nunca antes la verdadera sabiduría.

La educación dada a los jóvenes amolda toda la estructura social. Por todo el mundo la sociedad está en desorden y se necesita una completa transformación. Muchos creen que mejores recursos educacionales, mayor pericia y métodos más recientes pondrán las cosas en su lugar. Profesan creer y aceptar los oráculos vivos, y, no obstante, dan a la Palabra de Dios un puesto inferior en el gran contexto de la educación. Lo que debiera estar primero pasa a ser algo accesorio de las invenciones humanas.

Es muy fácil dejarse llevar por planes, métodos y costumbres del mundo y no dedicar al tiempo en que vivimos, o a la gran obra que debe hacerse, más reflexión de la que dedicaron en su tiempo los contemporáneos de Noé. Existe el peligro constante de que nuestros educadores sigan el mismo camino que los judíos, amoldándose a costumbres, prácticas y tradiciones que Dios no dio. Con tenacidad y firmeza, algunos se adhieren a viejos hábitos y a una afición por diversos estudios que no son esenciales, como si su salvación dependiera de estas cosas. Al hacer esto se apartan de la obra especial de Dios e imparten a los alumnos una educación deficiente y errónea. Las mentes son desviadas de un sencillo "Así dice Jehová" que entraña intereses eternos, hacia teorías y enseñanzas humanas. La revelación de Dios, verdad eterna e infinita, es explicada según interpretaciones humanas, cuando solamente el poder del Espíritu Santo puede revelar las cosas espirituales. La sabiduría humana es insensatez, pues pasa por alto el conjunto de las providencias de Dios, que apuntan a la eternidad.

Los reformadores no son destructores. Jamás tratarán de arruinar a los que no estén en armonía con sus planes ni se amolden a ellos. Los reformadores deben avanzar, no retroceder. Deben ser decididos, firmes, resueltos, indómitos; empero la firmeza no debe degenerar en un espíritu autoritario. Dios quiere que todos los que le sirvan sean firmes como una roca, en cuanto a principios se refiere; pero mansos y humildes de corazón, como lo fue Cristo. Entonces, permaneciendo en Cristo, podrán hacer la obra que él haría si estuviese en el lugar de ellos. Un espíritu brusco y condenador no es esencial para ser heroico en las reformas de este tiempo. Todos los métodos egoístas que se practiquen en el servicio de Dios son una abominación delante de él.

Satanás está obrando para invalidar totalmente la oración de Cristo. Se esfuerza constantemente para originar rencor y discordia; porque donde existe unidad hay poder; una unidad que ni todos los poderes infernales pueden romper. Todos los que ayuden a los enemigos de Dios a causar debilidad, aflicción y desánimo a un miembro del pueblo de Dios, por razón de su manera de ser y su temperamento perverso; están obrando directamente contra la oración de Cristo.