Existen algunas cosas referentes a la disposición y el empleo de las tierras próximas a nuestra escuela e iglesia, que me han sido presentadas y que, por la instrucción que he recibido, debo presentaros. Hasta hace poco no me sentí en libertad para hablar de ellas y aun ahora no me atrevo a revelarlo todo, debido a que nuestro pueblo no está preparado todavía para comprender todo lo que en la providencia de Dios se desarrollará en Avondale.
En visiones de la noche algunas cosas me fueron presentadas claramente. Había personas que escogían parcelas de tierra cercanas a la escuela, en las que se proponían edificar casas y establecer hogares. Pero Uno se puso en medio de nosotros y dijo: "Estáis cometiendo una gran equivocación, la cual tendréis que lamentar. Este terreno no tiene que ser ocupado con edificios, excepto en lo tocante a proveer las comodidades necesarias para los maestros y alumnos de la escuela. El terreno que rodea la escuela debe reservarse para la granja de la escuela. Tiene que convertirse en una parábola viva para los alumnos, quienes no han de considerar el terreno de la escuela como cosa común, sino como un libro de texto abierto ante ellos y que el Señor quiere que estudien. Sus lecciones impartirán conocimiento con respecto a la cultura del alma.
"Si consentís en que el terreno próximo a la escuela sea ocupado por domicilios privados y luego os veis obligados a escoger para el cultivo otro terreno distante de la escuela, será una gran equivocación, que siempre lamentaréis. Todo el terreno próximo a los edificios ha de considerarse destinado a la labranza, donde los alumnos podrán aprender bajo instructores bien preparados. Los jóvenes que asistan a nuestras escuelas necesitarán todo el terreno cercano. Han de sembrar en él plantas de adorno y árboles frutales y cultivar la huerta.
"La finca de la escuela ha de considerarse como un libro de texto de la naturaleza, del cual los maestros saquen lecciones prácticas. Se ha de enseñar a nuestros alumnos que Cristo quien creó el mundo y todas las cosas que hay en él, es la vida y la luz de cada cosa viviente. La vida de cada niño y joven dispuesto a aprovechar las oportunidades de recibir una educación apropiada, será grata y feliz, mientras estén en la escuela, por las cosas sobre las cuales se posen sus ojos".
La obra que nos espera
Necesitamos más maestros y más talento para educar a los alumnos en diversas maneras, a fin de que muchos salgan dispuestos y preparados a comunicar a otros el conocimiento que han obtenido. Los jóvenes y niñas huérfanos han de encontrar aquí un hogar. Se han de levantar edificios para un hospital y debieran habilitarse bancas para la comodidad de la escuela. Debiera emplearse a un competente administrador para la finca, y también a hombres entendidos y enérgicos para actuar de directores en los diversos ramos industriales. Personas que hagan uso de sus talentos individuales para enseñar a los alumnos a trabajar.
Vendrán al colegio muchos jóvenes que desearán obtener una preparación en ramos industriales. La enseñanza industrial debe incluir contabilidad, carpintería y todo lo relativo a la agricultura. Se debieran establecer los recursos necesarios para enseñar a trabajar en herrería, pintura, zapatería, cocina, panadería, lavandería, reparaciones en general, mecanografía e imprenta. Toda facultad que poseamos deberá ponerse a disposición en esta obra de preparación, a fin de que los alumnos salgan de la escuela bien preparados para los deberes de la vida práctica.
Las viviendas y otras dependencias esenciales para la obra del colegio deben ser construidas por los mismos alumnos, y sin aglomerarlas ni colocarlas cerca de los edificios propios del colegio. Las personas que dirigen la obra de construcción deben formar grupos pequeños, a los cuales los directores competentes enseñarán a tener pleno sentido de su responsabilidad. Todas estas cosas no pueden llevarse a cabo simultáneamente, pero debemos empezar a trabajar por fe.
Debe reservarse terreno
El Señor quiere que los terrenos que rodean al colegio se le dediquen a él como su aula personal. Estamos situados donde hay abundancia de tierra, por lo que los terrenos adyacentes al colegio y la iglesia no deben ocuparse para domicilios privados. No todos los que creen la verdad para este tiempo han experimentado una transformación en su carácter. No todos dan un buen ejemplo porque no representan el carácter de Cristo. Muchas personas que desearían relacionarse con la iglesia y la escuela, no prestarían ayuda, sino que serían estorbos. Creen que ellos deben ser ayudados y favorecidos. No aprecian el carácter ni la situación de la obra en que estamos empeñados. No comprenden que todo lo hecho en Avondale se ha llevado a cabo con penoso trabajo y mediante el empleo de dinero dado con sacrificio, o que se se recibió en préstamo.
Entre las personas que desearán establecerse cerca de nuestras escuelas, habrá algunos que tienen un elevado concepto de sí mismos y se preocupan mucho de su propia reputación. Son quisquillosos y revoltosos. Necesitan convertirse, por cuanto están lejos de hallarse en condición de recibir la bendición del Señor. Satanás los tienta a que pidan favores que si se conceden, sólo los perjudicarán, y acarrearán ansiedad a sus hermanos. Los principios vivificantes de la Palabra de Dios tienen que introducirse en la vida de muchos que ahora no encuentran lugar para ellos. Los que están aprendiendo en la escuela de Cristo, considerarán cada favor proveniente de Dios como demasiado bueno para ellos. Reconocerán que no merecen todo lo bueno que reciben y se tendrán por dichosos. Sus rostros manifestarán paz y descanso en el Señor, por cuanto tienen la promesa de que Dios cuida de ellos.
"Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies: ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero mirare a aquél que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra". (Isaías 66:1, 2) Durante los últimos días del año 1898 ocurrieron muchos incidentes que nos enseñaron lo que estas palabras significan. Mi corazón estaba sumamente abrumado cuando se me me revelaron asuntos relativos a los males que ocurrirían si se entregara el terreno adyacente al colegio para la construcción de viviendas. Tuve la impresión de que estábamos en una reunión de consulta y entre nosotros había Uno de quien se esperaba que nos ayudase a salir de nuestras dificultades. Las palabras que pronunció fueron sencillas y terminantes. Dijo:
"Por designio de Dios, este terreno es para beneficio de la escuela. Habéis tenido pruebas de cómo obra la naturaleza humana y de lo que ella revelará al ser tentada. Cuanto mayor sea el número de familias que se establezcan alrededor del colegio, tanto más numerosas serán las dificultades que aquejarán a maestros y alumnos. El egoísmo natural de los hijos de los hombres está siempre listo para manifestarse si alguna cosa no conviene. El terreno circundante debe convertirse en una granja, y el terreno cultivado debe ser mucho más que lo que habéis proyectado. En ese terreno debe realizarse trabajo relacionado con el estudio. En esta institución se ha de trabajar y estudiar conjuntamente, de acuerdo con los consejos recibidos. Avondale debe convertirse en un centro filantrópico. El pueblo de Dios residente en Australia ha de ser motivado por el Espíritu del Señor a ofrecer simpatía y recursos para el sostén y fomento de muchas iniciativas de caridad y benevolencia que proveerán medios adecuados para enseñar a los pobres, a los desamparados y a los ignorantes a valerse por sí mismos".
Visión panorámica
En varias ocasiones se me ha indicado que el terreno que rodea nuestro colegio debe usarse como campo de cultivo del Señor. En un sentido especial, ciertas porciones debieran cultivarse intensivamente. Vi delante de mí terrenos en que se había plantado toda clase de árboles frutales que pueden prosperar en la localidad; había también huertas de verduras donde la semilla se sembraba y cultivaba. Si los dirigentes de esta finca y los maestros del colegio quieren recibir la colaboración del Espíritu Santo, tendrán sabiduría en su administración y Dios bendecirá sus labores. El cuidado de los árboles, la siembra y la recolección de la cosecha, serán lecciones maravillosas para todos los alumnos. Los eslabones invisibles que conectan la siembra y la siega han deben estudiarse, y las bondades de Dios es necesario que se destaquen y aprecien. El Señor es el que imparte virtud y poder al terreno y la semilla. Si no fuera por la mediación divina combinada con el conocimiento y la habilidad de los encargados del trabajo, la semilla sembrada sería inútil. Existe un poder invisible que obra constantemente a favor de los seres humanos para alimentarlos y vestirlos. La parábola de la simiente, si se la estudia en la experiencia diaria del maestro y del alumno, revelará que Dios obra en la naturaleza y aclarará muchas cosas relativas al reino de los cielos.
Dios y la naturaleza
La naturaleza, juntamente con la Biblia, debe ser nuestro gran libro de texto. Pero no tiene sentido endiosar la naturaleza, porque eso sería exaltar la creación por encima del amante Creador, quien diseñó la obra y cuida de ella de acuerdo con su plan. Cuando se siembra la semilla y se cultiva las plantas, debemos recordar que Dios creó la semilla y la da a la tierra. Mediante su poder divino se preocupa de esa semilla. Es por su mandato que la semilla al morir, da su vida al tallo y a la espiga con sus propias semillas, las cuales se guardan para sembrarlas y obtener una nueva cosecha. Debemos estudiar, además, nuestra participación en este proceso. El agente humano tiene su parte que realizar, su obra que hacer. Esta es una de las lecciones que la naturaleza enseña y percibiremos en ella una obra solemne y hermosa.
Se habla mucho acerca de Dios en la naturaleza, como si el Señor estuviera obligado por sus leyes a ser su siervo. Muchas teorías conducirían las mentes a suponer que la naturaleza es una entidad dotada de vida propia, separada de la Deidad, con poder inmanente para funcionar. La gente no sabe de qué habla cuando supone que la naturaleza tiene poder inherente que la hace funcionar sin el control permanente del Creador. El Señor no obra por medio de sus leyes para invalidar las leyes de la naturaleza. Él hace su obra mediante las leyes y los atributos de sus instrumentos, y la naturaleza obedece a un "así dice Jehová".
El Dios de la naturaleza está constantemente en acción. Su poder infinito obra en forma imperceptible, pero sus manifestaciones se observan en los efectos producidos por su obra. El mismo Dios que dirige los planetas obra en el vergel y en el huerto; pero jamás hizo una espina, un cardo ni cizaña, los cuales son obra de Satanás, el resultado de la degeneración introducida por él dentro de las cosas preciosas. Sin embargo, cada capullo florece por medio del poder directo de Dios. Cuando Cristo estuvo en la tierra como ser humano, dijo: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo". (Juan 5:17) Entonces, cuando los alumnos dedican su tiempo y sus fuerzas a labores agrícolas, se dice de ellos en el cielo: "Somos colaboradores de Dios". (1 Corintios 3:9)
Retened las tierras aledañas a los colegios e iglesias. Los que vengan a establecerse en Cooranbong pueden, si lo desean, encontrar casas para ellos en las cercanías, o en los terrenos del colegio de Avondale. Pero según la luz que se me ha dado, todo el terreno, desde el huerto hasta la carretera de Maitland, y a ambos lados del camino; desde el edificio de reuniones hasta el colegio, debiera convertirse en un área destinada a la agricultura y en un parque, embellecido con fragantes flores y árboles ornamentales. Debe haber huertas y cultivarse toda clase de hortalizas y otros productos compatibles con el terreno, para que este lugar llegue a ser una lección práctica para quienes viven cerca y lejos.
Mantened a distancia todo lo que no sea esencial para las actividades del colegio, porque así no se alterará la santidad del lugar por la proximidad de familias y edificios. Que el colegio permanezca separado. Es preferible que las familias, independientemente de su dedicación al servicio del Señor, se ubiquen a cierta distancia de los edificios del colegio. La escuela es propiedad del Señor y los terrenos circundantes son su finca, donde el gran Sembrador puede convertir su huerto en un libro de texto. Los resultados del trabajo se verán, "primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga". (Marcos 4:28) El terreno dará sus tesoros y la alegría de una abundante cosecha; y el producto cosechado por medio de la bendición de Dios se usará como libro de texto de la naturaleza, del cual podrán extraerse lecciones espirituales sencillas y aplicarse a las necesidades del alma.
Una lección práctica
Hay importantes cosas a nuestro alcance, las cuales debemos realizar tan pronto como dispongamos de los recursos necesarios. Debe efectuarse un esfuerzo paciente y cuidadoso para animar y levantar las comunidades colindantes, y para su educación en el aspecto industrial y de salud. El colegio y sus alrededores deben ser lecciones prácticas, y enseñar métodos de mejoramiento. Además, hay que instar a la gente a que realice reformas, para que la facultad estética, la diligencia y el refinamiento puedan reemplazar la tosquedad, la impureza, el desorden, la ignorancia y el pecado. Aun los más pobres pueden mejorar sus entorno si se levantan temprano y trabajan diligentemente. Podemos ayudar a otros con nuestras vidas y nuestro ejemplo a discernir lo que es repulsivo en su carácter, o en sus alrededores; y mediante la cortesía cristiana podemos estimular el mejoramiento.
A menudo surgirá la pregunta: ¿qué puede hacerse donde prevalece la pobreza y hay que efectuar duros esfuerzos a cada paso? Bajo estas circunstancias, ¿cómo podemos impresionar las mentes con ideas correctas de mejoramiento? Ciertamente, la obra es difícil; y a menos que los maestros, los pensadores y los que tienen recursos ejerzan sus talentos y acudan presurosos a prestar su ayuda, de la manera como Cristo lo habría hecho si estuviera en su lugar, una obra importante quedará sin realizar. La reforma necesaria jamás se producirá a menos que hombres y mujeres sean ayudados por un poder ajeno a ellos. Los que tienen talentos y capacidades deben usarlos para bendecir a sus semejantes, trabajando para llevarlos a un nivel donde puedan ayudarse a sí mismos. Es así como a la educación obtenida en nuestros colegios puede dársele un uso óptimo.
Los talentos confiados por el Señor no deben esconderse debajo de un almud, o debajo de una cama. "Vosotros sois la luz del mundo", dijo Cristo. (Mateo 5:14) Cuando veás familias que viven en chozas, con escasos muebles y ropa de vestir; sin herramientas, sin libros u otras señales de refinamiento en sus habitaciones, ¿os interesaríais en ellos y procuraríais enseñarles a emplear sus energías al máximo para lograr una mejoría y que su trabajo pueda avanzar? Mediante el trabajo diligente, utilizando toda habilidad al máximo, aprendiendo a no malgastar el tiempo, es como ellos llegarán a tener éxito en mejorar sus moradas y cultivar sus tierras.
Es necesario aunar esfuerzos físicos y poder moral en nuestro empeño para regenerar y reformar. Debemos procurar vivir el evangelio en todos sus valores, para que sus bendiciones temporales y espirituales puedan sentirse a nuestro alrededor.
La obra misionera, la más elevada preparación
El Señor ciertamente bendecirá a todos los que procuran bendecir a otros. Debe administrarse el colegio de una manera tal que maestros y alumnos enriquezcan continuamente su capacitación mediante el uso fiel de los talentos recibidos. Al usar en forma práctica lo que han aprendido crecerán constantemente en sabiduría y conocimiento. Debemos aprender del Libro de los libros los principios que deben guiar en la vida y el trabajo. Al consagrar a Dios todas las habilidades otorgadas por él, quien está primero en el derecho a ellas, podremos lograr adelantos de gran valor en todo lo que sea digno de nuestra atención.
Cuando se adopta esta actitud, la labor misionera llega a ser elevadora y ennoblecedora tanto para el obrero como para la persona ayudada. Que cada uno que se considera hijo del Rey celestial, procure siempre manifestar los principios del reino de Dios. Que cada uno recuerde que debe ser leal y fiel a todos los preceptos y mandatos del Señor en espíritu, en palabra y en obras. Debemos ser mayordomos fieles y dignos de confianza del reino de Cristo para que las personas que tienden hacia la vida mundana, puedan tener una verdadera representación de las riquezas, la bondad, la misericordia, la ternura y la cortesía del reino de Dios.
Los alumnos que obtendrán lo mejor de la vida, son los que pongan en práctica la Palabra de Dios en su relación y trato con sus semejantes. Quienes reciben para dar, obtendrán la más grande satisfacción en esta vida. Los miembros de la familia humana que viven únicamente para sí mismos, están siempre en necesidad, porque nunca estarán satisfechos. No es cristiano confinar nuestras simpatías a nuestros propios corazones egoístas. El Señor ha instituido conductos a través de los cuales permite que fluya su bondad, su misericordia y verdad; por eso debemos colaborar con Cristo mediante el recurso de comunicar a la gente conocimiento práctico y bondad. Debemos llevar a sus vidas luz y bendición, realizando así una obra buena y sagrada.
Si el colegio de Avondale llega a ser alguna vez lo que el Señor procura hacer de él, el esfuerzo misionero de maestros y alumnos producirá frutos. Tanto en el colegio como fuera de él, se inducirá a personas bien dispuestas a someterse a Dios. La rebelión que ocurrió en el cielo, provocada por el poder de una mentira, y el engaño que indujo a Adán y Eva a desobedecer la ley de Dios, abrieron las compuertas que inundaron el mundo de aflicción y sufrimiento; pero todos los que creen en Cristo pueden llegar a ser hijos e hijas de Dios. Es posible que sean restaurados por el poder de la verdad, y el hombre caído puede llegar a ser leal a su Hacedor. La verdad, única por su poder que induce a la acción, se adapta a las mentes y los sentimientos de los pecadores descarriados. Por su influencia, la oveja perdida puede ser devuelta al redil.
Cualesquiera que sean la posición, o las posesiones de una persona que conoce la verdad, la Palabra de Dios le enseña que todo lo que posee, lo disfruta como mayordomo. Lo ha recibido en calidad de préstamo para probar su carácter. Debe ser responsable por sus negocios seculares, sus talentos, sus ingresos y sus oportunidades ante Aquel a quien pertenece por creación y redención. Cuando emplea cada valioso talento para promover la gran obra de educación de Dios, cuando se esfuerza por adquirir el conocimiento más excelente acerca de la manera de ser útil, de trabajar por la salvación de la gente que está a punto de perecer, las bendiciones de Dios acompañarán sus esfuerzos. Dios nos regala sus dones para que podamos ministrar a otros, y así lleguen a ser como él. Los que reciben sus dádivas para que puedan impartirlas a los demás, llegan a ser semejantes a Cristo. Ayudando y levantando a otros es como llegamos a ser ennoblecidos y purificados. Esta es la obra que hace que refluya gloria hacia Dios. Debemos ser inteligentes respecto a estos puntos. Nuestras almas deben ser purificadas de todo egoísmo; porque Dios anhela usar su pueblo como su representante del reino celestial.
Nuestros colegios deben administrarse bajo la supervisión de Dios. Los jóvenes de ambos sexos tienen que realizar una obra que está inconclusa. Hay numerosos jóvenes deseosos de aprovechar los beneficios ofrecidos por nuestros colegios. Necesitan capacitarse mediante las clases de trabajos manuales que les enseñarán a llevar una vida activa y enérgica. En nuestros colegios debiera realizarse toda clase de trabajos. Los alumnos deben ser instruidos bajo la dirección de profesores sabios, juiciosos y temerosos de Dios. Cada rama de la obra tiene que desarrollarse de la forma más completa y sistemática que la experiencia y la sabiduría puedan habilitarnos para planear y ejecutar.
Que los maestros despierten a la importancia de enseñar agricultura y otras industrias, lo que es esencial que los alumnos conozcan. Procurad obtener los mejores resultados en cada departamento de trabajo. Que la ciencia de la Palabra de Dios se introduzca en el trabajo, para que los alumnos entiendan los principios correctos y alcancen las normas más elevadas posibles. Ejerced las habilidades otorgadas por Dios, y emplead todas vuestras energías para el desarrollo de la granja del Señor. Estudiad y trabajad, para que los mejores resultados y las más cuantiosas utilidades puedan obtenerse de la siembra, de manera que pueda haber una abundante afluencia de alimentos, tanto materiales como espirituales, para el creciente número de alumnos que se congregarán para educarse como obreros cristianos.
Hemos visto árboles gigantescos desarraigados y caídos; hemos visto la reja del arado roturar el terreno, haciendo profundos surcos para plantar árboles y sembrar granos. Los alumnos están aprendiendo lo que significa arar y que el azadón, la pala, el rastrillo y la grada, todos son instrumentos de industria honorable y lucrativa. Con frecuencia se cometerán errores, pero cada error no estará lejos de la verdad. Los desaciertos acarrearán sabiduría, y la energía generada producirá esperanza y finalmente éxito. La indecisión frenará el progreso, y la precipitación tendrá el mismo efecto; pero todo será aleccionador si el instrumento humano colabora.
La suposición de que el trabajo es degradante ha llevado a miles a la tumba. Los que realizan solamente trabajos manuales suelen laborar excesivamente, mientras que los que efectúan labores intelectuales y utilizan sólo el cerebro, sufren por falta del saludable vigor proporcionado por el trabajo físico. Si el intelectual participara en las labores de la clase obrera para fortalecer sus músculos, los obreros podrían dedicar una porción de su tiempo a la cultura mental y moral. Las personas de hábitos sedentarios e intelectuales debieran practicar ejercicios físicos. El beneficio que esto acarrearía a la salud debiera constituir un aliciente para inducirlos a complementar el trabajo físico con el mental.